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La pintura mural

en la Comunidad de Madrid
Santiago Manzarbeitia Valle

Concepto y función de la Pintura Mural


Esencialmente pintura es el arte de cubrir una superficie con color, es decir que toda pintura
necesita de un soporte para tener entidad. Por pintura mural debe entenderse toda pintura
cuyo soporte es el muro, pared de cantería o albañilería, independientemente del procedi-
miento o técnica empleados. De ello se infiere que la pintura mural es indisociable de la ar-
quitectura, se integra con ésta y con su entorno, y al formar parte inherente de la construcción,
resulta ser una pintura inmóvil a diferencia de la pintura llamada de caballete. Pero el concep-
to de esta disciplina pictórica quedaría incompleto si no se reflexiona sobre esa característica
primordial de ser un arte inmueble y por consiguiente también sobre cómo afecta a su entorno
y las funciones que desempeña en el mismo. Efectivamente, la pintura mural cumple una fun-
ción social de comunicar un mensaje al grupo social que habita o utiliza ocasionalmente un
espacio arquitectónico. Su carácter monumental resulta el más idóneo para la transmisión de
una idea de contenido social, religioso o político, de aquí que se haya subrayado su capacidad
no sólo práctica y estética, sino también su intencionalidad didáctica y propagandística, otra
característica esencial sin la que no puede comprenderse este que podemos calificar como
fenómeno (manifestación que se hace presente a la consciencia de un sujeto y aparece como
objeto de su percepción) pictórico.
Queremos dejar constancia de la dificultad que entraña la estricta definición de pintura
mural, aún más al tratar el tema en un marco cronológico tan amplio como el de la presente
publicación. Tradicional pero equívocamente se asocia pintura mural a buen fresco, el más
noble y permanente de los procedimientos de la técnica mural, no obstante su estricta práctica
se reduce sólo a determinados pintores y períodos de la Historia del Arte; en muchos casos
la pintura mural responde a una técnica mixta en la que se utilizan otros procedimientos e
incluso soportes y materiales. En diversas partes de la obra se especifica la correspondiente
casuística, pero en todos los casos, el criterio general ha sido el de considerar básicamente
pintura mural la que se integra en la arquitectura y tiene un carácter monumental.

Estructura de la publicación
La pintura mural constituye una específica manifestación artística del Patrimonio Histórico-
Artístico Universal con contenidos de valor humanista y antropológico. Su frágil conserva-
ción debida a diversas circunstancias, entre otras: la propia técnica pictórica, las condiciones

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ambientales, los cambios de gusto artístico o de función simbólica en los espacios, condicio-
nan su conservación y en muchas ocasiones la percepción parcial y fragmentada de la misma.
Siendo competencia de las instituciones públicas la conservación de este singular patrimonio
pictórico, la Comunidad de Madrid, heredera de las competencias de organismos anteriores y
consciente de la trascendencia de su valor cultural, viene realizando desde hace al menos dos
décadas, una reseñable labor en su territorio administrativo. La actividad restauradora no ha
ido siempre paralela a una investigación historiográfica artística actualizada, como tampoco a
su divulgación, vacíos que esta publicación pretende subsanar.
La obra, aunque necesariamente selectiva, pues no es su objetivo la elaboración de un
inventario ni de un catálogo, ilustra ampliamente ejemplos que cronológicamente cubren la
manifestación pictórica mural en nuestra Comunidad desde la Prehistoria hasta nuestros días,
siendo la extensión de cada periodo proporcional al volumen de lo conservado, a su calidad
artística y a su consideración histórica. Cada una de las secciones: Prehistórica, Romana y
Tardoantigua, Medieval y del Primer Renacimiento, Reales Sitios y Patronatos, Barroca, Siglo
XIX y Siglo XX, va precedida de una introducción histórico-artística seguida de los ejemplos
más significativos, siguiendo un orden cronológico, en los que se hace constar su emplaza-
miento y datación, su autoría o filiación artística, una descripción interpretativa y valorativa,
y en su caso las intervenciones de las que haya podido ser objeto. Otros ejemplos de menor
relevancia por su calidad artística o estado de conservación, quedan también consignados en
algunas de las secciones en otro epígrafe; una bibliografía específica, pero también selectiva,
ofrece al lector la oportunidad de ampliar o contrastar datos sobre cada período y las obras
seleccionadas.
Un capítulo aparte está dedicado a la conservación de la pintura mural en la Comuni-
dad de Madrid. Tras una referencia a la gestión de los proyectos desde la Dirección General
de Patrimonio Artístico, se introduce al lector sobre la materialidad de la pintura mural: las
técnicas, materiales y procedimientos pictóricos, siguiendo con una visión de la evolución de
los criterios y metodologías en la conservación preventiva y la restauración de los murales del
territorio madrileño. Como ejemplo de modelos de intervención se han seleccionado tres co-
rrespondientes a distintos periodos: la realizada en la Casa de los Grifos de Alcalá de Henares
y las de las iglesias parroquiales de Villa del Prado y de Vallecas Villa, pertenecientes respecti-
vamente a los periodos, romano, medieval y barroco.

Periodización de la pintura mural en la Comunidad de Madrid


Aunque la pintura rupestre prehistórica, la realizada directamente sobre la roca, de las cul-
turas paleolíticas y neolíticas no es propiamente mural por ubicarse en abrigos rocosos y
espacios interiores de cuevas de formación natural y no en estructuras construidas por el
hombre, debe considerarse como la primera manifestación conocida de la pintura mural, o
al menos su más directo precedente. Sin olvidar su valor estético, y a pesar de sus diferentes
procedimientos (carece de preparación) respecto de la propiamente mural de tiempos pro-
tohistóricos e históricos, es sin embargo su intensa carga simbólica la que desde el campo de
la antropología cultural nos lleva a considerarla como tal. En el territorio de la Comunidad
de Madrid se conservan más de una veintena de estaciones con arte rupestre desde el Pa-
leolítico superior. Mayoritariamente son representaciones parietales grabadas o pintadas en
abrigos o formaciones rocosas y aunque no puedan calificarse como ejemplos excepciona-
les, tienen un considerable valor científico y cultural como hito catalizador del arte rupestre
de las Submesetas Norte y Sur.

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De mayor envergadura artística son los restos del periodo romano, período artístico en
que la pintura mural se conforma y unifica culturalmente siguiendo de forma variable las
pautas técnicas registradas por Vitruvio. Correspondiente a la ciudad de Complutum, el más
significativo municipio romano identificado con seguridad en el actual territorio de la Co-
munidad de Madrid, destaca como paradigma la casa señorial de los Grifos, junto a otros
conjuntos de la actual Alcalá de Henares, que excepcionalmente conserva la casi totalidad de
sus programas pictóricos decorativos. Un segundo epígrafe, Urbs in Rure, aborda el tema de la
pintura romana y tardoantigua en el ámbito rural madrileño, que si bien muestra una conser-
vación mucho más fragmentaria, actualiza el panorama de la pintura mural entre los siglos I
y V fuera del ámbito complutense.
El periodo altomedieval se caracteriza por la ausencia de restos murales en el territorio
madrileño, tanto de la cultura cristiana como de la hispanomusulmana, que despoblado y
cuando menos ruralizado conlleva a una pérdida del uso y las técnicas de tradición romana.
Las consecuencias artísticas de la repoblación del territorio recuperado por el reino castella-
no difícilmente fructifican hasta mediar el siglo XIII. La sección medieval reúne por tanto
las muestras bajomedievales desde 1250 y hasta aproximadamente 1550; se incluyen así los
ejemplos que corresponden al Primer Renacimiento que se ubican todavía en arquitecturas
medievales y en ocasiones coexisten espacialmente con murales de estilo Gótico. La sección
se ha estructurado en dos bloques, diferenciando lo que podemos denominar en su mayoría
como conjuntos de lo que son fragmentos, no por ello exentos de valor testimonial o artístico
y en algunos casos de especial singularidad; en ambos casos se ha mantenido el continuum
histórico y estilístico.
Tras la unificación de los reinos peninsulares y el definitivo establecimiento de la Corte
en Madrid en 1561con Felipe II, se inicia el período más brillante y significativo de la decora-
ción mural en la Comunidad de Madrid, cuyos promotores van a ser la Corona y la Iglesia.
La Edad Moderna es objeto de dos secciones, una específicamente dedicada a la decoración
de los Reales Sitios y Patronatos de la Corona española, a su vez subdividida en dos periodos
que corresponden a los reinados de las Casas Reales de Austria y Borbón hasta el reinado de
Fernando VII inclusive; la otra trata nuclearmente la disciplina mural del Barroco en la ciudad
de Madrid y su periferia, sobrepasando sus límites estilísticos al incluir ejemplos de finales del
siglo XVIII que quedan bajo el ámbito de la reacción neoclásica.
La abundante producción durante todo este período ha obligado a una rigurosa selección
de los ejemplos cortesanos que actualmente custodia Patrimonio Nacional, con la excepción
de las decoraciones de época fernandina correspondientes al Retrete de Fernando VII, in situ,
en la que fue Sala de Descanso del Real Museo de Pinturas, actualmente Museo del Prado, y el
techo principal del desaparecido Casino de la Reina, en la órbita de ese reinado, conservado
en este mismo museo. No obstante, son muestras suficientes para ilustrar la variedad temática,
la evolución estilística y registrar los nombres de los principales artistas que dieron forma al
gusto, los ideales y la imagen política de sus egregios comitentes.
En el caso de las obras que fueron objeto de patronazgo eclesial en la Capital y su región
durante este período, se ha procedido de forma más exhaustiva, conformándose un más amplio
y variado panorama, en este caso casi un catálogo, sobre el que en muchos casos la Comunidad
de Madrid ha intervenido en su conservación y restauración. Debe destacarse el esfuerzo en la
actualización documental e historiográfica del amplio número de muestras consignadas en esta
sección, que abarca cronológicamente los siglos XVII y XVIII, en la que en gran medida Madrid
refleja el imaginario colectivo y la particular religiosidad de la España barroca.

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La transición del reinado de Fernando VII a la Regencia supone un cambio social y con-
secuentemente artístico para la decoración mural. Desaparecen progresivamente la figura del
pintor cortesano y la técnica mural del buen fresco, que se abandona o convive con otros pro-
cedimientos como el marouflage (lienzos pintados al óleo y adheridos al muro) ya utilizado
desde finales del siglo XVIII; cambia la técnica aunque no su concepción monumental y de-
corativa, siendo ahora las Instituciones públicas y la pujante burguesía las promotoras de este
tipo de las creaciones. Del enorme caudal de obras de pintura mural del siglo XIX que se con-
servan en la Comunidad de Madrid, unos cuantos ejemplos destacados desde el reinado de
Isabel II hasta la crisis artística del Fin de Siglo, constituyen lo más esencial de esta disciplina
pictórica. Siguiendo la línea editorial de la obra, se ha preferido seleccionar obras todavía con-
servadas -total o parcialmente- de este período, antes que reconstruir conjuntos íntegramente
desaparecidos, aunque se incluyen pinturas que se conservan de edificios ya desaparecidos.
Todas ellas son obras relevantes por su singularidad y significación histórica en el panorama
artístico de su tiempo. Conforman, por tanto, no un catálogo, sino un sucinto muestrario de lo
más excelente de las más representativas tipologías de las pinturas murales de ese período del
siglo XIX. Aun dentro del ámbito decimonónico se ha omitido la restauración de los dibujos
murales realizados a carboncillo en la Sala de la Plancha y de las Caballerizas de la Antigua
Casa de Alba en el Real Sitio de Aranjuez, ya publicada en su momento y registrados por
Mercedes Águeda; aún así queremos dejar constancia de que su restauración fue una pionera
intervención sobre pintura mural realizada por el entonces Centro Regional de Conservación
y Restauración del Patrimonio Histórico Inmueble en 1986. Su trasunto goyesco está relacio-
nado con las Pinturas Negras conservadas en el Museo del Prado, tampoco incluidas por su
particular carácter en esta publicación.
La pintura mural de los primeros años del siglo XX supone una continuidad con la cen-
turia anterior en el ámbito de la alta burguesía, pero la influencia de las Vanguardias Históricas
pronto supondrá una revolución en la evolución del mural. De carácter más académico o van-
guardista, en edificios públicos, oficiales y privados la decoración mural será una constante en
las sucesivas décadas. La experimentación con nuevos soportes, materiales y procedimientos
pictóricos trajo consigo una nueva concepción y percepción del mural a lo largo del pasado
siglo, llegando incluso a incorporarse a las fachadas exteriores y medianas de los edificios o a
manifestarse de una forma más espontánea con el fenómeno del grafiti, convirtiéndose así la
pintura mural en un arte urbano que sigue vigente en nuestro tiempo y en nuestra Comunidad.

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