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SEMINARIO DIOCESANO DE CÓRDOBA

“EL BUEN PASTOR”

CENTRO DE ESTUDIOS TEOLÓGICOS DEL


“EL BUEN PASTOR”

R E S U M E N
D E L C A P Í T U L O
V
L O S M I N I S T R O S
S A G R A D O S
O C L É R I G O S ,
P R E S E N T A

Silvestre Martínez Nolasco

Profesor:

Pbro. OLIVER CÉSAR VILLALOBOS TECALCO

CÓRDOBA, VER. JUNIO DE 2020


I LA FORMACIÓN DE LOS CLÉRIGOS

1. La formación sacerdotal en la historia

La formación de los clérigos, cuya primera noticia, data del siglo IV con el Decreto de Graciano y
con San Agustín, pasa a los posteriores colegios sacerdotales en el siglo XII. Los concilios de
Toledo, hasta los dos de Letrán entiende el seminario como un colegio a cargo del obispo. El
antecedente más claro del decreto conciliar De seminarus es el decreto XI pro reformatione
Galhae, publicado en 1556. Con el entusiasmo suscitado por Trento, surgen en los siglos XVI y XVII
los grandes fundadores de seminarios: San Carlos Borromeo, San Vicente de Paúl, San Juan Eudes
y Jean Jacques Olier, San Juan de Ávila y Bartolomé Holzhauser. En el siglo XVII surgen algunos
personajes que elaboran algunas reformas de la formación clerical ejemplo de ello es: San Alfonso
María de Ligorio y los Sacerdotes Píos Operarios. Así como también los monarcas, como Carlos III y
José II. En el siglo XIX, en España surge la fundación de la Hermandad de Sacerdotes Operarios
Diocesanos y del Colegio Español de Roma. Mientras que en Francia y en Estados Unidos, Canadá,
Irlanda... se lucha por la creación de seminarios menores. Ya en el Concilio Vaticano I se prefiguran
los seminarios regionales e incluso se llega a sugerir la necesidad de escuelas especiales para
preparar a los propios formadores del clero. Más tarde grandes pontífices como: León XIII, Pío X,
Benedicto XV, Pío XI, Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, etc. harán del tema de los seminarios una
constante en los documentos pontificios. Por su lado el CIC, supone un gran avance sobre lo
legislado por Trento, recogiendo todo el magisterio posterior y dedicando un título completo
específicamente al tema de la formación y de los seminarios. Posteriormente el Concilio Vaticano
II, en el decreto sobre la formación sacerdotal Optatam Totius, sintetiza los aspectos
fundamentales de la formación sacerdotal. Y a partir del Concilio se elaborará un plan de
formación para toda la Iglesia —Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis – que será
concretado después por cada una de las Conferencias Episcopales. Por ultimo una de las reuniones
más significativas fue convocada por Juan Pablo II en 1990 donde se trataron temas sobre la
formación de los futuros pastores, esto dio como fruto en 1992 la exhortación postsinodal
Pastores Dabo Vobis.

2. La pastoral vocacional

La pastoral vocacional es un servicio común para todas las vocaciones. La pastoral vocacional es
urgida, en primer lugar, por el mandato mismo de Cristo y por la tarea de la Iglesia como
promotora de la evangelización, y, en segundo lugar, por la escasez de vocaciones. Ésta, como
sacramento de Cristo salvador, necesita de la aportación ministerial, testimonial y apostólica de las
vocaciones. La comunidad eclesial, convocada, orientada y animada por el obispo como pastor,
principio y fundamento visible de la unidad de la Iglesia particular, es la responsable de la pastoral
vocacional.

3. Los seminarios

El CIC, manifiesta el deseo de que se conserven donde los haya y se creen donde no existan
seminarios menores, sea en su forma tradicional de internado o en otras formas como los
«seminarios en familia». Por lo que se pide un buen acompañamiento a los alumnos en la
formación y ayudarles en el discernimiento, para la entrada en el proceso educativo del seminario
mayor. El obispo velará para que se organice la formación en el seminario menor según un estilo
de vida conveniente a la edad, y según las normas de una sana psicología y pedagogía,
colaborando continuamente con los padres y con la escuela y en continuidad con la línea de fondo
de la formación que se imparte en el seminario mayor. Antes del ingreso al seminario mayor, se
deberá establecer un curso propedéutico, orientado a colmar las lagunas de orden espiritual,
cultural y humano. Por su parte, el seminario mayor, tiene como finalidad la formación de los
futuros sacerdotes, permaneciendo los alumnos en él al menos durante los cuatro años. Los
seminarios, tanto menores como mayores, tienen personalidad jurídica, representada
normalmente por el rector. Supuesta la necesidad de los seminarios mayores existen varias
posibilidades: • Seminario mayor diocesano propio • Seminario diocesano abierto a los
seminaristas de otras diócesis • Seminario interdiocesano, al que acuden seminaristas de varias
diócesis • Seminario nacional o internacional.

4. La admisión al seminario mayor

El legislador para la admisión, además de solicitar al candidato algunos documentos, como la


partida de bautismo y confirmación, propone unos criterios de juicio acerca de su idoneidad: dotes
humanas y morales, dotes espirituales e intelectuales, salud física y psíquica, que incluso debe ser
reconocida por los médicos o psicólogos, y recta intención. Todos estos requisitos deben ser
tenidos en cuenta antes del ingreso. Normalmente, el rector realizará esta primera selección como
delegado del obispo, con el fin de evitar problemas posteriores, si no se está seguro de que el
candidato cumpla los requisitos no debe ser admitido. Si el seminarista viene de otro centro se
exigirán informes del superior anterior.

5. Las áreas de la formación

a) La formación humana

El fin fundamental de la formación humana consiste en favorecer y garantizar en los candidatos al


ministerio presbiteral un equilibrio y armonía psicológica, emocional y afectiva tal que les lleve a
un conocimiento ajustado de su propia persona y les permita establecer relaciones adecuadas con
los demás, les capacite para afrontar los problemas con una racionalidad analítica, crítica y
constructiva, y desarrolle en ellos el sentido social y comunitario tan necesarios para el adecuado
ejercicio de la función pastoral. También se refiere a la formación para el celibato y su relación con
la educación de la afectividad y de la sexualidad que lleve a valorar el celibato como relación
personal más íntima y completa con Cristo y la Iglesia en beneficio de toda la humanidad, cauce
singular de realización del amor. No estaría de más contar con expertos como: sicólogos, médicos
o pedagogos.

b) La formación espiritual

La formación espiritual debe contribuir a acrecentar el amor a la Iglesia. Así como también, una
espiritualidad que en el sacerdote se reflejara en la caridad pastoral y la Eucaristía, y que precisa
que se cultiven en la formación las virtudes propias de esta espiritualidad como son la obediencia
apostólica, la pobreza evangélica y el celibato, la fidelidad para asumir de modo irrevocable el
misterio y sus compromisos, la disponibilidad y actitud profunda para el perdón y misericordia, y la
capacidad de sufrimiento y a la vez la alegría para vivir e irradiar el gozo pascual. Para lograr todos
estos fines, el Código apunta algunos medios, como: amar la Palabra de Dios, leerla, estudiarla y
meditarla, fomentar el silencio interior, la oración personal y la oración comunitaria, la
participación en la celebración de la Eucaristía, la iniciación en la celebración de la Liturgia de las
Horas, el fomento del culto a María, la participación frecuente en el sacramento de la penitencia,
el acompañamiento espiritual, los retiros mensuales y ejercicios espirituales anuales, y otros
medios complementarios como Lectio Divina, el Santo rosario, la lectura de autores espirituales y
de teología espiritual.

c) Formación intelectual y doctrinal

El objetivo de la formación intelectual, por una parte, trata de cimentar la propia fe del candidato,
de desarrollar su vivencia personal del misterio de la salvación, por otro lado, ofrecerle la
capacitación doctrinal necesaria para afrontar en las circunstancias actuales la misión sacerdotal y
poder anunciar el mensaje evangélico a los hombres de hoy. Para conseguir esto la legislación
sugiere que se comience por un curso introductorio al misterio de Cristo y a la historia de la
salvación. Más tarde iniciara con la filosofia y después con la teología. También se da mucha
importancia del aprendizaje de los idiomas, tanto clásicos —latín, griego y hebreo— como
modernos —inglés, francés, alemán, italiano — Incluso también la lengua de los inmigrantes. Es
evidente que la dedicación al estudio debe centrar la atención y el tiempo del seminarista.

d) Formación pastoral practica

Para que esta formación sea integral deberá tener estos elementos fundamentales • Formación
práctica para el desempeño del triple munus: (enseñar, santificar y regir). • Solicitud por toda la
Iglesia, particular y universal, conociendo sus necesidades, de modo que se hallen dispuestos a
dedicarse no sólo a su Iglesia particular, sino a aquellas Iglesias particulares que se encuentran en
grave necesidad • Ejercicio de la pastoral práctica bajo la ostentación de un sacerdote experto
esto conducirá, además, a la inserción cordial en la diócesis, adquiriendo conocimiento de la
realidad diocesana, de las líneas pastorales y la experiencia de colaboración con los presbíteros.

6. Los formadores

El obispo: Es el supremo moderador, decide todo lo que respecta al seminario; El Rector: Es quien
procura el diario gobierno del seminario al que representa oficialmente; El Vicerrector: Ayuda al
rector en el gobierno diario; El Ecónomo: Tiene a su cargo la administración ordinaria; fieles laicos:
mujeres (la feminidad puede aportar de cara a la formación de los presbíteros, conforme a sus
particulares carismas y competencias probadas); El director espiritual: Se encarga de la vida
espiritual del seminario; El moderador de la vida espiritual: Acompañante espiritual o vocacional,
libremente elegido por el alumno; Confesores ordinarios y extraordinarios.

II. LA INCARDINACIÓN DE LOS CLÉRIGOS

La incardinación se refiere a la necesidad de que todo clérigo esté vinculado a una comunidad
eclesial para que pueda cumplir sus fines, bien sea una Iglesia particular, una prelatura personal,
un instituto religioso, secular o una sociedad de vida apostólica clericales de derecho pontificio.

1. Evolución histórica

Desde los concilios de Nicea, se da una nueva legislación relativa a presbíteros y obispos destinada
a limitar los movimientos de los clérigos. A partir del siglo XII, se empiezan a admitir las
ordenaciones absolutas a título de patrimonio, en cuyo caso el obispo se encargará de proveer a
su sustentación. El Concilio de Trento establece en 1563 la ordenación a título de patrimonio o de
beneficio, siempre que el trabajo del clérigo sea útil para la diócesis, y prohíbe la migración del
clérigo sin permiso del Obispo. El CIC 17 crea un sistema que enfatiza la estabilidad frente a la
movilidad afirmando la necesidad de la adscripción a una diócesis. El Concilio Vaticano II cambia la
perspectiva y devuelve a la incardinación su sentido pastoral y de servicio ministerial origina.

2. Modos de incardinación

La incardinación originaria se adquiere por la recepción del diaconado, por el que el clérigo se
vincula a una Iglesia particular en la que tiene el domicilio o a la que ha decidido dedicarse; La
incardinación derivada, por su parte, puede adquirirse de forma «explícita», por medio de un acto
administrativo donde conste la carta de excardinación firmada por el obispo y entregada al clérigo
y la carta de incardinación firmada por el obispo y entregada al clérigo; o de forma «implícita» o
automática, cuando la incardinación cambia por el mismo derecho.

3. Condiciones

La autoridad competente es el obispo diocesano o los que en derecho se le equiparan. La


incardinación será legítima siempre que haya necesidad y utilidad de la Iglesia particular, conste el
documento de excardinación y la voluntad del clérigo de trasladarse, se certifique su idoneidad y
se asegure su honesta sustentación. Para llevar a cabo la excardinación deben existir causas
realmente justas que sean de utilidad para la Iglesia o para el propio clérigo. Pueden ser razones
de salud, familiares, pero no serían razones lícitas permitir la marcha del clérigo por inútil, loco o
avaricioso. La excardinación es un verdadero derecho y el obispo no puede negarla si no es por
causa grave, como tampoco podrá imponerla contra la voluntad del clérigo. La transferencia
temporal, se trata de un verdadero contrato temporal en el que deberían establecerse
detalladamente y de forma contractual aspectos tan importantes como el tiempo de estancia, el
cargo que va a ocupar el clérigo, la vivienda, el salario y seguro social, las vacaciones en su patria y
otros asuntos.

1. La espiritualidad propia del sacerdote diocesano

a) La consagración por la ordenación

Los clérigos, consagrados a Dios por la recepción del orden, son administradores de los misterios
del Señor en favor de su pueblo. En cuanto a la obediencia se ha de vivir como obediencia activa
en el diálogo, como servicio y virtud, desempeñando fielmente la tarea encomendada. El celibato
es la continencia perfecta y perpetua por el Reino de los cielos que configura a la persona con
Cristo, que le permite entregarse más libremente al servicio de Dios y de los hermanos y le
convierte en signo vivo del mundo futuro. La sencillez de vida que se pide a los sacerdotes consiste
en vivir una vida testimonio de pobreza, evitando cualquier apariencia de vanidad, y tener el oficio
eclesiástico como negocio. Por esto mismo, los bienes sobrantes han de ser destinados a obras de
caridad o devueltos a la misma Iglesia, según el principio de que «lo que viene de la Iglesia que
vuelva a la Iglesia».

b) El cumplimiento de las tareas propias del ministerio


La caridad pastoral aparece como algo intrínsecamente unido a la espiritualidad propia del
sacerdote diocesano, pues en él, el presbítero participa en el ministerio salvífico de Cristo Cabeza y
Pastor, expresa y revive su caridad pastoral. Para cumplir adecuadamente esta misión, el
sacerdote ha de contar con algunos medios ciertamente relevantes: • El alimento de la Palabra de
Dios y de la eucaristía, diariamente. • La obligación de participar en los retiros espirituales. • la
oración mental, la participación en el sacramento de la penitencia, la devoción a María, el rezo
diario de la Liturgia de las Horas etc. • La formación permanente y la obligación de proseguir los
estudios, • el fomento de relaciones fraternas y de cooperación con los demás clérigos. • Como
signo inequívoco de consagración se mantiene la obligación del hábito eclesiástico. • El deber de
residir en la diócesis.

2. Lo que no conviene al estado clerical

El Código hace referencia a las actividades que están prohibidas a los clérigos por indecorosas, por
lo que se prohíben directamente la participación en cargos públicos dependientes del poder civil, o
la militancia política o sindical, ya que el ministro ha de ser signo de unidad y comunión en medio
de su pueblo. También están prohibidos aquellos oficios que conlleven la administración de bienes
materiales o la obligación de rendir cuentas, salvo autorización del Ordinario propio, como pueden
ser ejercer de tesoreros o administradores de bienes que pertenecen a laicos. Del mismo modo se
prohíbe la negociación industrial y el comercio lucrativo. El servicio militar está entre estas
actividades, por lo que se pide que los clérigos y candidatos a las órdenes no se presenten
voluntariamente. El Código no hace referencia a la posibilidad de que el clérigo realice un trabajo
civil. Sin embargo, el ministerio no puede quedar como algo sobreañadido.

3. Los derechos de los clérigos

Además de los derechos comunes a todos los fieles cristianos, la legislación señala los siguientes 1
La exclusividad para algunos oficios en los que se precisa de la potestad de orden. 2 El derecho a
una justa remuneración y a la segundad social, con la necesaria ayuda de los fieles.3 El derecho a
vacaciones anuales. 4 Por último, el derecho natural de asociación.

IV LA PERDIDA DEL ESTADO CLERICAL

Partimos del principio de que la ordenación válidamente recibida nunca se invalida, pero se puede
perder el estado clerical con la privación de derechos y obligaciones propios de la condición de
ministro sagrado. El legislador establece tres causas, por las que se puede perder el estado clerical.
1 Por sentencia judicial o decreto administrativo donde se declara la invalidez del orden. 2. Por
pena de dimisión legítima impuesta que supone una actuación delictiva previa que no puede ser
impuesta por decreto porque es perpetua y necesita de un tribunal de tres jueces. No conlleva la
dispensa del celibato. Entre estos delitos están los de contumacia o gravedad del escándalo en
apostasía, herejía o cisma, sacrilegio contra las especies consagradas, solicitud en confesión,
atentar matrimonio con el escándalo subsecuente, que el clérigo viva en concubinato y el abuso
sexual con violencia o de un menor de 16 años. 3. La dispensa de celibato por rescripto de la Sede
Apostólica por motivos graves

V. LAS PRELATURAS PERSONALES


Las prelaturas personales, forman especial de asociacionismo clerical cuyo origen remoto hemos
de buscarlo en el Concilio Vaticano II. El motu proprio Ecclesiae Sanctae reafirma la doctrina
conciliar sobre las prelaturas personales: son estructuras administrativas con capacidad para
incardinar; habrá que estipular acuerdos con los ordinarios de lugar de las diócesis en las que los
clérigos van a trabajar; recuerda que los laicos no son miembros en sentido estricto, sino
colaboradores ex exteriore de la prelatura. Toda la disciplina está sumariamente recogida en los
cánones, donde se la define como una estructura administrativa formada por clérigos seculares
que tiene dos finalidades: promover una más conveniente distribución de los clérigos y llevar a
cabo peculiares obras pastorales o misionales en favor de varias regiones o diversos grupos
sociales. La prelatura personal, por tanto, no se equipará a una Iglesia particular ni a otros órganos
de la constitución jerárquica de la Iglesia. Desde el aspecto sustantivo, la prelatura personal tiene
las siguientes características: erección de la Santa Sede, a través de la Congregación de Obispos;
con estatutos establecidos por la Santa Sede; con un prelado nombrado por la Santa Sede con
potestad ordinaria vicaria.

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Y
I V
D E L A P É R D I D A D E L E S T A D O
C L E R I C A L

P R E S E N T A
Silvestre Martínez Nolasco

Profesor:

Pbro. OLIVER CÉSAR VILLALOBOS TECALCO

CÓRDOBA, VER. JUNIO DE 2020

Como bien sabemos, el Código de Derecho Canónico, es el conjunto ordenado de las


normas jurídicas que regulan a la Iglesia, en este caso del rito latino. Este Código posee las
normas, derechos y obligaciones del clero y de los fieles, así como también todo lo
referente al buen orden de los sacramentos, cabe mencionar que no solo trae normas y
obligaciones, sino también, las sanciones que se establecen por la contravención de esas
normas. Es importante recordar que, el presente Código de Derecho Canónico se ordena en
cánones y se divide en siete libros:
Libro Primero: De las normas generales
Libro Segundo: Del Pueblo de Dios
Libro tercero: De la función de enseñar de la Iglesia
Libro Cuarto: De la función de santificar la Iglesia
Libro Quinto: De los bienes temporales de la Iglesia
Libro Sexto: De las sanciones en la Iglesia
Libro Séptimo: De los procesos

Sin embargo, para este trabajo, nos enfocaremos en el libro II (DEL PUEBLO DE DIOS),
el cual se divide en tres partes, pero en este caso, solo nos centraremos en la Parte I De Los
Fieles Cristianos. Especialmente en el Capítulo III, que lleva por título De Las
Obligaciones Y Derechos De Los Clérigos. Así como también el Capítulo IV De La
Pérdida Del Estado Clerical.

Este apartado comienza con el canon número, 273. Donde, se nos dice explícitamente, que
una de las primeras obligaciones que tienen todos los clérigos, es la de la obediencia al
Papa y a su ordinario, ya que si ellos por sus propias ideas o rebeldías se muestran
contrarios a lo que manda el Sumo Pontífice, estos podrían caer en cisma, tal y como ha
pasado en otros siglos, en los que ha habido tanto Presbíteros como Obispos, que por el
hecho de no concordar con el Sumo pontífice o con el Magisterio, se separan de la Iglesia,
un ejemplo muy claro es: Marcel Lefebvre, quien no estuvo de acuerdo con el CV II y
como muestra de su rebeldía desobedeció al Papa y al Magisterio, esto trajo como
consecuencia la excomunión con la Santa Iglesia y la aparición de una nueva secta. Es por
eso que todos los clérigos deben tener presente el juramento de obediencia, que un día
juraron en el día de su ordenación.
Por otro lado, en el canon 274, nos hace el recordatorio en cuanto a los oficios propios del
clérigo. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que, hay oficios donde se requiere la
potestad de orden, (cabe mencionar aquí, que este canon es muy importante tenerlo
presente, ya que, en algunas ocasiones, se ha dado el caso de que ha habido presbíteros que
por sus propios ideales o intereses abusan de ciertos oficios que no les compete, por lo que
como dice el canon, hay oficios que requieren cierta potestad delegada.) Un ejemplo muy
claro, es cuando el Obispo delega oficios solo a unos presbíteros, por ejemplo, el Pbro. que
se encargará de los exorcismos, el Pbro. que será rector del Seminario, el Pbro. que será
vicario episcopal, y en este caso yo me atrevería a decir que hasta el oficio de Párroco. Ya
que, en todo caso, como lo marca, el mismo canon en su segunda parte, si el clérigo, (en
este caso los Pbros.) tienen algún impedimento para desempeñar dicho oficio
encomendado, estos deben aceptar con diligencia y apertura la tarea que, en este caso el
Obispo les encomiende.
Es importante tener presente lo que nos dice el canon 275, en el cual, se hace la exhortación
a que todos los clérigos, deben estar unidos entre sí con el vínculo de la fraternidad y de la
oración, pues desde el día en que se ordenaron, todos pasaron a formar parte de la gran
familia sacerdotal. Es por eso que el Código hace la invitación a que se viva en la
fraternidad, ya que esta misma fraternidad, será el reflejo ante la comunidad de fieles. Por
otro lado, el mismo canon dice que todos los clérigos deben reconocer y fomentar la misión
que, ejercen los laicos en la Iglesia y en el mundo. Ya que ellos desde sus posibilidades
contribuyen a la evangelización, es por eso que el mismo canon nos invita a ser agradecidos
y a reconocer el trabajo de cada uno de ellos (Sacristanes, MEC, catequistas lectores, etc.)
Este canon que lleva por número 276 hace una invitación a todos los clérigos a que desde
su estado de vida deben de buscar la Santidad, ya que ellos por su consagración deben ser
los primeros en querer y desear la santidad, para ello el mismo canon da una serie de
recomendaciones, por ejemplo: 1. El que cumplan con las tareas del ministerio pastoral,
obviamente no solo por cumplir sino más bien con miras a la salvación de las almas, como
decía San Rafael Guizar Valencia “He venido para salvar almas”; 2. Que alimenten su
vida espiritual diario, en la doble mesa de la sagrada Escritura y de la Eucaristía; 3. Que
recen con amor la Liturgia de las Horas; 4. Que asistan a los retiros espirituales; 5. Que
hagan todos los días oración mental, accedan frecuentemente al sacramento de la
penitencia, tengan peculiar veneración a la Virgen Madre de Dios y practiquen otros
medios de santificación tanto comunes como particulares.
Otra norma que es indispensable tener en cuenta para la vida del ordenado es la que se fija
en el canon 277, en el cual, se invita a observar con detenimiento, el tema de la castidad y
el celibato por amor al Reino de los cielos, ya que el celibato, es un don de Dios mediante
el cual los ministros sagrados pueden unirse más fácilmente a Cristo con un corazón entero
y dedicarse con mayor libertad al servicio de Dios y de los hombres. Por lo cual se
recomienda encarecidamente a todos los clérigos ser prudentes y cuidadosos con aquellas
personas cuyo trato puede poner en peligro su obligación de guardar la continencia o ser
causa de escándalo para los fieles. Es por eso que, tarea del Obispo, establecer normas más
concretas sobre esta materia y emitir un juicio en casos particulares sobre el cumplimiento
de esta obligación.
Otra norma de suma importancia, es la que aparece en el canon 278, donde se da la
posibilidad a todos aquellos clérigos seculares a asociarse con otros para alcanzar fines que
estén de acuerdo con el estado clerical. Así como también el que entre ellos haya apoyo
fraterno, y fomentan la búsqueda de la santidad en el ejercicio del ministerio y contribuyen
a la unión de los clérigos entre sí y con su propio Obispo. (un ejemplo de lo antes dicho lo
podemos ver, quizá en las convivencias que anualmente se llevan a cabo en nuestra
diócesis, ya sea la de Navidad, Pascua o incluso las que se hacen por decanato, así como
también en los ejercicios espirituales anuales). Sin embargo, hay que tener presente que, en
el clero diocesano, no debe haber asociaciones, cuya finalidad o actuación sean
incompatibles con las obligaciones propias del estado clerical o puedan ser obstáculo para
el cumplimiento diligente de la tarea que les ha sido encomendada por la autoridad
eclesiástica competente. Por lo que se pide encarecidamente que todos trabajen en plena
comunión con su Pastor y eviten cualquier reunión o asociación que atente contra la
comunión que hay entre ellos.
Es importante tener en cuenta lo que nos señala el canon 279. El cual, insiste en la
formación permanente, pues una vez que el clérigo haya salido del seminario, deberá
continuar con su formación intelectual, pues este debe estar actualizado, por lo que se
sugiere que debe continuar con los estudios sagrados, así como también el que deba ser fiel
a la Sana Doctrina evitando innovaciones profanas de la terminología y la falsa ciencia. Es
por eso que el canon sugiere que el sacerdote asista con frecuencia a clases, cursos, talleres
o conferencias teológicas, donde puedan profundizar en el conocimiento de las ciencias
sagradas y de los métodos pastorales. Sin embargo, es necesario que también se especialice
en conocer otras ciencias,
En cuanto al canon 280 se dice que, en las medidas que sea posible, los clérigos lleven una
vida en común.
De acuerdo al canon 281. se hace la exhortación especialmente a la Diócesis o al Obispo
que tiene a su responsabilidad una comunidad de clérigos que se dedican al ministerio
eclesiástico, por lo que se pide encarecidamente que, de acuerdo al canon, estos sean
correspondidos con una retribución de manera que puedan proveer a sus propias
necesidades y a la justa remuneración de aquellas personas cuyo servicio necesitan. Así
como también de que haya instituciones en la diócesis que provea adecuadamente a sus
necesidades en caso de enfermedad, invalidez o vejez. Esta exhortación también es válida
para los diáconos permanentes, pues ellos también merecen una retribución tal que puedan
sostenerse a sí mismos y a su familia (en caso de que sean casados). Sin embargo, quienes,
por ejercer o haber ejercido una profesión civil, ya reciben una remuneración, deben
proveer a sus propias necesidades y a las de su familia con lo que cobren por ese título.
Sin embargo, en el canon 282, se recomienda, que los clérigos lleven una vida sencilla, es
decir, sin lujos que puedan provocar escandalo a la feligresía. Por otro lado, el canon invita
a que los clérigos Destinen voluntariamente de lo que reciben al bien de la Iglesia y a obras
de caridad. (un ejemplo de lo antes dicho lo podemos ver en estos días de crisis, donde ha
habido algunos Obispos, Sacerdotes, que han destinado de lo que tienen en sus parroquias
al sustento de las personas que sufren a causa de la pandemia).
En el canon 283. Se pide que todos los clérigos, especialmente los diocesanos, no tienen
permitido salir de la diócesis por un largo tiempo sin permiso de su obispo. Sin embargo, el
mismo canon recuerda que los clérigos deben tener un periodo suficiente de vacaciones,
determinado por el derecho universal o particular.
Por otro lado, en el canon 284. Se recomienda a los clérigos vestir dignamente un traje
eclesiástico, cabe mencionar que no es quizá obligatorio usar una sotana o andar de camisa
clerical todo el día, sin embargo, es propio del sacerdote andar vestido dignamente, es por
eso que, es desde el seminario donde se debe inculcar la vestimenta a propia, y no caer en
las modas.
En cuanto al canon, 285. Se pide encarecidamente los clérigos evitar aquellas cosas que,
son extrañas al estado clerical. Así como también el que les está prohibido aceptar cargos
públicos, que llevan consigo una participación en el ejercicio de la potestad civil. Por otro
lado, el mismo canon, nos dice que, sin permiso del Obispo, los presbíteros no han de
aceptar la administración de bienes pertenecientes a laicos que lleven consigo la obligación
de rendir cuentas, así como también el que se les prohíbe firmar documentos, en los que se
asuma la obligación de pagar una cantidad de dinero sin concretar la causa. Esto se hace
con el fin de evitar conflictos a futuro.
En cuanto al canon 286. Se dice que se prohíbe estrictamente a los clérigos ejercer todo tipo
de negociación o comercio sin licencia de la legítima autoridad eclesiástica, cabe
mencionar, que quizá la razón por la cual se prohíbe dicha negociación, es porque puede
provocar algún escandalo a la comunidad de fieles.
Así mismo en el canon 287, se pide a los clérigos que, ellos, sean los que promuevan la paz
y la concordia, así como también que siempre insistan en la práctica de la justicia. Por lo
cual es preciso que los mismos clérigos sean testimonio de justicia y paz. Por lo cual el
mismo canon exhorta a los clérigos a no ser promotores, ni mucho menos participantes en
los partidos políticos ni en nada que tenga que ver con asociaciones civiles, ya que esto
puede provocar divisiones entre la feligresía.
En cuanto a los diáconos permanentes según el canon 288. A no ser que el derecho
particular establezca otra cosa, las prescripciones de los cc. 284, 285, 286, 287, no obligan
a los diáconos permanentes a acatar las normas establecidas.
Por otro lado, en el canon 289. Se hace una petición a los clérigos, especialmente a los
seminarios, que es donde se encuentran formándose los futuros candidatos al Sacerdocio a
que no se involucren en el servicio militar, cargos y oficios civiles públicos extraños al
estado clerical, a menos que cuenten con la autorización del Obispo. Ya que este tipo de
oficios no son propios con el sacerdocio.
CAPÍTULO IV DE LA PÉRDIDA DEL ESTADO CLERICAL
En el canon 290. Se dice que una vez recibida válidamente, la ordenación sagrada nunca se
anula. Sin embargo, un clérigo pierde el estado clerical: ya sea por la invalidez de la
sagrada ordenación. Es decir que se haya ordenado bajo alguna condición y no bajo su
propia libertad; también por la pena de dimisión legítimamente impuesta; o por rescripto de
la Sede Apostólica, que solamente se concede, por la Sede Apostólica, a los diáconos,
cuando existen causas graves; a los presbíteros, por causas gravísimas. (Por ejemplo,
cuando se le acusa de algún delito y este es comprobado como verdadero).
Sin embargo, una vez que el ordenado pierde el estado clerical, por alguna razón, según el
canon 290. El canon 291 sostiene, aunque el ordenado ya no forma parte del estado clerical,
aún debe guardar el celibato, y que en todo caso esta anulación solo le compete al Romano
Pontífice.
Por otro lado, en el canon 292, se dice que, El clérigo una vez que, pierde el estado clerical,
también pierde con él los derechos propios de ese estado, y deja de estar sujeto a las
obligaciones, que implica. Así mismo también se le prohíbe ejercer el ministerio, a
excepción de lo que marca el canon 976. Donde el sacerdote suspendido, puede ejercer la
facultad para confesar y absolver a cualquier penitente que esté en peligro de muerte de
cualesquiera censuras y pecados
Por ultimo en el canon 293. Nos dice que cualquier clérigo que haya perdido el estado
clerical no puede ser adscrito de nuevo entre los clérigos, si no es por rescripto de la Sede
Apostólica.

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