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TEMA II

LA IGLESIA VIVIFICADA POR EL ESPÍRITU

 El protagonismo del Espíritu Santo Espíritu del Padre y del Hijo


o Espíritu del Padre y del Hijo
o Descripción del protagonismo del ES en la obra sacramental del hombre nuevo
o La Iglesia, Templo del Espíritu
 La Iglesia como sacramento universal de salvación
o La categoría «misterio» en la Sagrada Escritura
o El uso del término sacramento en el Concilio Vaticano II
o La relación Iglesia-sacramentos
 La catolicidad de la Iglesia y su dinamismo misionero
o La universalidad del designio salvífico en la Sagrada Escritura
o Perspectiva histórica
o Teología de la catolicidad
o Realización de la catolicidad
o La universalidad de la Iglesia en el Concilio Vaticano
 II La santidad de la Iglesia
o La santidad en la Sagrada Escritura
o La santidad de la Iglesia en el Concilio Vaticano II – LG Cap. V: Vocación
universal a la santidad
o Santidad y pecado
o Referencias del Magisterio
o Elaboración teológica
o Sancta simul et semper purificanda
1. El protagonismo del Espíritu Santo

«Lo que nuestro espíritu, es decir, nuestra alma, es para nuestros miembros, eso mismo es
el Espíritu Santo para los miembros de Cristo, para el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia» (San
Agustín). Esta misma idea es recogida y desarrollada por León XIII en su encíclica Divinum illud
(1897, DH 3328). También Pío XII en Mystici Corporis vuelve sobre este tema, pero lo hace de
forma más amplia (1943, DH 3807). Presenta al Espíritu como Espíritu de Cristo, pues Él lo
derrama sobre su Iglesia. El Espíritu Santo es quien empuja a todos sus miembros a una mayor
semejanza con Cristo. Y sobre todo, es el Espíritu el lazo de unión de los miembros del Cuerpo
místico entre sí y con Cristo Cabeza.

La expresión alma de la Iglesia nos hace ver como más cercanas las acciones que el
Espíritu ejerce en el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Es su principio vital, ya que al recibir el
Espíritu Santo quedamos constituidos ontológicamente en hijos de Dios en Cristo, incorporados a
su Cuerpo. Él es quien actuando en la Palabra y en el Magisterio de los pastores lleva a la Iglesia
al conocimiento pleno de la verdad, y quien obrando por los sacramentos desarrolla en los fieles
la vida divina hasta la plenitud de la gloria. Él distribuye sus gracias y carismas entre todos los
miembros de la Iglesia, fieles y pastores, para que todos cooperen en la edificación del único
Cuerpo de Cristo.

1.1 Insistir en que es el Espíritu del Padre y del Hijo (Trinidad)

La iglesia en su origen y en su vida es el fruto de las misiones del Hijo y del Espíritu
Santo. San Pablo, en (cf. Gal 4, 4-6) (“Dios envío a su hijo y Dios envío a nuestros corazones el
Espíritu del hijo”). El término misión implica una referencia a la persona que envía (el Padre) y a
la persona que es enviada. Las misiones del Verbo y del Espíritu deben ser pensadas en su nexo
con las procesiones divinas. Así, la Iglesia, que depende en su ser y en su misión de las misiones
trinitarias, puede ser descrita como la fecundidad ad extra de las procesiones trinitarias. Es el
término y el fruto en la creatura de la participación en la vida divina. Es una manifestación en el
tiempo de la vida trinitaria.

CEC 737 y 738: “la misión de Cristo y del Espíritu Santo se realiza en la Iglesia. La
misión de la Iglesia no se añade a la de Cristo y del E.S., sino que es su sacramento, está incluida
en ellas. La misión de la Iglesia no es una tercera misión respecto a las misiones trinitarias, es
sacramento en la historia de las misiones trinitarias: permanencia en la historia de las misiones
del Hijo y del Espíritu. La Iglesia es obra de la Trinidad, pero por apropiación se habla del
protagonismo del Espíritu Santo. Porque la Iglesia es en la historia signo e instrumento de unidad
(LG1) y el Espíritu es el amor y la unidad en la Trinidad.
Reconocer el vínculo que existe entre Cristo y el Espíritu Santo en la Iglesia, porque
manifiesta en la historia el vínculo que existe entre Cristo y el Espíritu Santo en la economía
salvífica.

1.2 Descripción del protagonismo del ES en la obra sacramental del hombre nuevo

Sto. Tomás: De Veritate q.24, 4: describe la acción del Espíritu Santo; el Espíritu Santo
llena con su influjo a la Iglesia. Realiza la obra de la unidad y plenitud de la Iglesia:

 Prepara la Iglesia, abriendo los corazones que deben acoger el anuncio del evangelio (cf.
Hch 16,14).
 Engendra la Iglesia y cumple la obra de regeneración a través de los sacramentos. La
economía sacramental de la Iglesia es radicalmente pneumatológica (cf. Mt 28; CEC 1076
Pentecostés: el tiempo de la Iglesia). El Espíritu Santo es la causa de la eficacia de los
sacramentos, pero además ha guiado a la Iglesia en la determinación de las formas
litúrgicas (SC 11).
 No deja de obrar personalmente en los corazones de los fieles y hombres de buena
voluntad (Rm 8, 14.26).
 Guía a la Iglesia a través del ministerio apostólico en la triple función de regir, enseñar y
santificar. Tiene su origen en el don de la gracia, no es una modalidad de organización de
que la Iglesia se dota a sí misma. El Espíritu Santo unifica a la Iglesia en la comunión y el
ministerio (LG 4).
 Enriquece permanentemente a la Iglesia a través de carismas personales o comunitarios,
derramados en la Iglesia para afrontar su misión en cada momento histórico.

1.3 La Iglesia, Templo del Espíritu

La Tradición teológica ha profundizado el dato del protagonismo del Espíritu Santo a


través del uso de varias imágenes:

 El Espíritu Santo como alma de la Iglesia: El papel invisible que desarrolla el Espíritu en
la Iglesia es como el alma (Sto. Tomás, S. Juan Crisóstomo, S. Agustín). Cristo es
fundamento y cabeza de su cuerpo en virtud del Espíritu Santo, que mantiene la unidad
entre Cristo y su Cuerpo (Scheffczyk).
 El Espíritu Santo como corazón de la Iglesia: Sto. Tomás compara al Espíritu Santo con el
corazón, porque “invisiblemente vivifica y unifica a la Iglesia”, como el corazón 'ejerce
un influjo interior en el cuerpo humano' (III, q. 8, a. 1, ad 3).
 La Iglesia, Templo del Espíritu: respeta la distinción, superando el límite de las imágenes
anteriores: el Espíritu Santo habita la Iglesia, pero no se identifica con ella. Es una imagen
del epistolario paulino (cf. Ef 2, 21-22) y se encuentra referida tanto al cristiano bautizado
como a la Iglesia en cuanto tal.

San Pablo insiste en el hecho del don del Espíritu. La Iglesia es vivificada porque el
Espíritu distribuye en ella sus dones. Habitando en la Iglesia, el Espíritu Santo hace de la Iglesia
un pueblo santo. Cumple su característica específica de ser el Santificador. En la Teología
Oriental se ha hablado del misterio de “Pentecostés permanente”. Ad Gentes 4 y Lumen Gentium
4 asumen esta perspectiva. Ventajas de esta imagen:

 Manifiesta el papel del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia. Consiste en guiar a la


Iglesia hacia la verdad plena, unificar la Iglesia y fecundarla con dones jerárquicos y
carismáticos.
 Impide que se tenga una teología del ministerio jerárquico de tipo sociológico, porque
reconoce el origen donado y el horizonte de hacer posible la regeneración que el Espíritu
Santo lleva a cabo en los fieles.

2. La Iglesia como sacramento universal de salvación

CEC 738: La misión de la Iglesia no se añade a la de Cristo y del Espíritu Santo, sino que
es su sacramento: con todo su ser y en todos sus miembros ha sido enviada para anunciar y dar
testimonio, para actualizar y extender el Misterio de la Comunión de la Santísima Trinidad. CEC
780: La Iglesia es, en este mundo, el sacramento de la salvación, el signo y el instrumento de la
comunión con Dios y entre los hombres. El término sacramento se usa para describir a la Iglesia.
La categoría de «misterio» recoge en sí misma las demás categorías e imágenes que se usan para
la Iglesia.

2.1. Las categorías «misterio» en la Sagrada Escritura

 En el Antiguo Testamento: La traducción de los LXX evita utilizar el sustantivo


«mystérion» por su carga de paganismo (secreto). Sin embargo empieza a aparecer en los
últimos libros: Tobías, Judit y Sirácide, primero con el significado de secreto (cf. Tb
12,7.11). Después, en el libro de la Sabiduría aparece ya con significado religioso, para
designar y condenar los misterios paganos (cf. Sab 14,15.23) y para referirse a los planes
ocultos de Dios (cf. Sab 2,22). En Daniel el significado religioso se enriquece, pues con él
se indican los designios con que Dios dirige la historia de todos los pueblos hacia su
término final (cf. Dn 2,3ss). La categoría de «misterio» encuentra las raíces
veterotestamentarias todos los elementos necesarios para desarrollarse en el Nuevo
Testamento.
 En el Nuevo Testamento: En el Nuevo Testamento el término «mystérion» aparece 28
veces, 21 en el Corpus Paulino. En los sinópticos es usado cuando encontramos una
exposición de Cristo en términos de sabiduría (cf. Mt 13, 11-14; Lc 8, 10; Mc 4, 11-12).
La teología de Pablo gira alrededor de la realidad del «misterio». Es una categoría para
decir el designio de Dios que encuentra en Cristo su centro y plenitud. Esta categoría
permite contemplar todo el designio salvífico, y representa el núcleo primario y sintético
de la fe cristiana.

El misterio de Dios, escondido desde siempre y dado a conocer, es la misma vida de Dios y su
libérrima decisión de comunicar a los hombres las riquezas de su gloria (cf. 1 Cor 2,7; Rom
16,25; Col 1,26-27). Ese designio divino se realiza por medio de nuestra inserción vital en Cristo
(cf. Ef 1,4-10; 1 Cor 1,19; Col 1,27). Por eso, Cristo es para Pablo la realización del misterio de
Dios, ya que en él y por él se cumple el designio del Padre (cf. Col 2,2; 4,3; Ef 3,2- 5). Lo que
Cristo realiza visiblemente, y en ese sentido revela, es nuestra inserción en un solo cuerpo, que es
la Iglesia, bajo Él como cabeza (cf. Ef 1,9-10; Ef 1,23). Cristo realiza el designio salvífico de
Dios en la Iglesia. Ese es el misterio que Pablo predica y del cual es ministro (cf. Ef 3,3-6).

2.2. El uso del término sacramento en el Concilio Vaticano II

El uso del término «sacramento» en el Concilio se inscribe en este trasfondo


neotestamentario. En LG 2 – 4 se describe el acontecer del misterio salvífico en la historia. La
categoría de «sacramento» se usa para describir la Iglesia desde una perspectiva cristocéntrica,
permanentemente presente en los textos del Concilio. El uso de la palabra «sacramento», cuando
se refiere a la Iglesia, permite subrayar el origen de la Iglesia en Dios y en Cristo, y su absoluta
dependencia con respecto a ellos. De modo semejante, indica más precisamente la ordenación de
la Iglesia a la manifestación y presencia a los hombres del misterio del Amor universal de Dios,
en orden a la unión íntima de todos los hombres con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, así
como en orden a la comunión de los hombres entre sí.

El término «sacramento» manifiesta fuertemente la estructura profunda del «misterio» de


Cristo y, en conexión con ella, la auténtica naturaleza de la verdadera Iglesia, «de la que es
propio ser, a la vez, humana y divina, visible dotada de elementos invisibles, ferviente en la
acción y entregada a la contemplación, presente en el mundo y, sin embargo, peregrina; y, por
cierto, de manera que en ella lo que es humano se ordene y subordine a lo divino, lo visible a lo
invisible, lo propio de la acción a la contemplación, y lo presente a la ciudad futura que
buscamos». Ulteriormente no es inútil suscitar la atención sobre este hecho:
Cuando hace medio siglo algunos teólogos católicos pusieron de nuevo en honor esta
denominación de la Iglesia como sacramento, lo hicieron también para devolver al cristianismo
un amplio alcance comunitario y social, y no individual o incluso institucional. El cristianismo,
en su misma esencia, es misterio de unión y de unidad; de unión íntima con Dios y de unidad de
los hombres entre sí.

 Sacrosanctum Concilium:

El uso en SC no suscita mayor problema. Son citas de los santos Padres y está usado en
contexto litúrgico y sacramental del texto, no doctrinal. Busca señalar que la Iglesia constituye la
expresión del Misterio de Cristo. SC 5: “Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el
sacramento admirable de la Iglesia entera”. Cita de San Agustín SC 26: “Las acciones litúrgicas
no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es "sacramento de unidad", es
decir, pueblo santo congregado y ordenado bajo la dirección de los Obispos”. Cita de San
Cipriano

 Lumen Gentium:

En la Lumen Gentium, en cambio, la propuesta del uso de la categoría de sacramento para


designar a la Iglesia sí causó algunas disputas. Algunos Padres Conciliares temían que apareciera
una confusión en el pueblo cristiano induciendo a pensar en un octavo sacramento. Otros Padres,
en cambio, consideraron fundamental usar esta categoría para tratar correctamente a la Iglesia
(LG 1, 9, 48, son los primeros números de los 3 capítulos más importantes, sobre la identidad de
la Iglesia I, II y VII). LG 1: LG 9: LG48:

“La Iglesia es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la íntima unión con
Dios y de la unidad de todo el género humano, insistiendo en el ejemplo de los Concilios
anteriores, se propone declarar con toda precisión a sus fieles y a todo el mundo su naturaleza y
su misión universal.” Indica la raíz cristológica de la sacramentalidad de la Iglesia: in Christo.
Solo en Él se puede decir que la Iglesia es sacramento.

“Como un sacramento”, se asume la enseñanza tridentina y se usa la partícula “como”


para indicar que el termino no se emplea en sentido estricto, sino de forma análoga. La Iglesia es
signo e instrumento de la unión del hombre con Dios y de los hombres entre sí. Signo e
instrumento no constituyen dos realidades separadas o yuxtapuestas: en y a través del signo
sensible actúa la acción divina.
“Dios reunió al grupo de los que creen en Jesús y lo consideran el autor de la salvación y
el principio de la unidad y de la paz, y fundó la Iglesia para que sea para todos y cada uno el
sacramento visible de esa unidad que nos salva. La Iglesia como sacramento de unidad: cita de
San Cipriano. Encuadra la doctrina de la sacramentalidad de la Iglesia en un contexto histórico y
misionero.

La categoría de sacramento sirve como vínculo entre los capítulos I (La Iglesia brota de la
Trinidad) y II (acontece históricamente como sujeto pueblo de Dios). “Cristo, elevado de la tierra,
atrajo así a todos los hombres (cf. Jn 12,32). Al resucitar de entre los muertos(cf. Rom 6,9), envió
su Espíritu de vida a sus discípulos y por medio de Él constituyó a su Cuerpo, la Iglesia, como
sacramento universal de salvación.”

Este texto introduce el tema de la unidad de la Iglesia en perspectiva cristológica,


eclesiológica, pneumatológica y eucarística. La Iglesia, por obra del Espíritu Santo que brota de
la Eucaristía, es el instrumento en el que Cristo une a los hombres a sí. La Iglesia es el fruto de la
acción redentora y es en la historia anticipación del designio salvífico de Jesucristo. Se insiste
también en este número en el carácter misionero de la Iglesia. Es sacramento de salvación.

GS43: GS 45: AG 1:

Otros textos: Referencia a la Iglesia con horizonte sacramental. La Iglesia como signo de
salvación en el mundo. Cita LG 48. Todo el bien que el pueblo de Dios puede dar a la familia
humana deriva de su ser sacramento universal de salvación, no proviene de la Iglesia misma, sino
de ser sacramento en Cristo. Sobre los principios doctrinales de la actividad misionera. La Iglesia,
enviada por Dios para ser sacramento universal de salvación.

AG 5: Jesucristo fundó su Iglesia como sacramento de salvación. Confirma la perspectiva


conciliar de la importancia de la consideración sacramental de la Iglesia para expresar su origen y
su misión.

Interpretación del uso conciliar:

Claves sintéticas para el uso de la categoría sacramento en el Concilio:

 Contexto cristológico y pneumatológico: la Iglesia es “in Christo” como un sacramento,


hace referencia no sólo a la Encarnación, sino al misterio pascual y al don del Espíritu. Es
como un sacramento en virtud de la Inhabitación en los creyentes del Espíritu Santo.
 Uso analógico del término: El analogatum princeps es el septenario sacramental. El
principio de semejanza es la significación y el principio de diferencia es que los
sacramentos son eficaces ex opere operato, y la Iglesia es sacramento aconteciendo en los
hombres por su libertad.
 Signo e instrumento: índole escatológica. Signo de una realidad que ya ha comenzado a
existir. Instrumento para que esta comunión llegue a la plenitud en la vida eterna. La CTI
en “Temas selectos de Eclesiología” (1984) habla del sentido análogo que se le debe dar a
la categoría sacramento:
 El uso de los términos sacramento y misterio es fundamentalmente equivalente, aunque
no son idénticos.
 El vínculo entre las categorías de misterio – sacramento y la economía salvífica: la
autocomunicación de la Trinidad implica la fundación de la Iglesia. La categoría
sacramento implica la función de la Iglesia de hacer visiblemente presente el misterio, el
designio salvífico de autocomunicación de la Trinidad.

2.3. La relación Iglesia-sacramentos

“Todo esto tiene lugar sacramentalmente por obra del Espíritu Santo” esta afirmación nos
adentra en la relación entre Iglesia y sacramentos, en relación particular a la Eucaristía, pues ella
es el centro de la economía sacramental. Es necesario pensar el nexo entre la Iglesia y los
sacramentos. Algunos de los desarrollos sobre este tema han caído en riesgos reduccionistas:

 Pensar los sacramentos como una autorrealización de la Iglesia. (Rahner: “la Iglesia y los
sacramentos”) Afirma que la Iglesia como permanencia de Cristo en el mundo es el
protosacramento, el punto de origen de los sacramentos en el sentido propio de la palabra.
Los siete sacramentos son las modalidades de autorrealización de la Iglesia según las
circunstancias históricas en que se hacen presentes. Esto implica una preexistencia de la
Iglesia respecto a los demás sacramentos, olvidando que son los sacramentos los que
constituyen el origen de la existencia cristiana y de la Iglesia. La Iglesia existe en cuanto
engendrada por la gracia, no es generadora de la gracia.
 Transformar en sacramento toda realidad visible: Pansacramentalidad. Identificación del
signo con el sacramento, perdiendo la visión de la eficacia sacramental. La Iglesia es
como un sacramento, en cuanto que es constituida y generada por los sacramentos, que
son el memorial eficaz de la acción salvífica de Jesucristo por el Espíritu. La Iglesia se
expresa en los sacramentos porque de ellos recibe su ser Iglesia. No hay, por tanto, una
reciprocidad simétrica entre la Iglesia y los sacramentos.
3. La catolicidad de la Iglesia y su dinamismo Misionero CEC 830 - 856

Católica: universal según la totalidad o según la integridad: Católica, porque Cristo está
presente en ella. Donde está Cristo, está la Iglesia. En ella subsiste la plenitud del Cuerpo de
Cristo unido a su Cabeza. Ella recibe de Él la plenitud de los medios de salvación que Él ha
querido: confesión de fe recta y completa, vida sacramental íntegra y ministerio ordenado en la
sucesión apostólica. Ha sido enviada en misión a la totalidad del género humano. Carácter de
universalidad del pueblo de Dios. Tiende siempre a reunir a la humanidad entera bajo Cristo
Cabeza, en la unidad de su Espíritu.

 Iglesia universal – Iglesias particulares Pertenencia a la Iglesia católica


o La misión: Exigencia de la catolicidad. AG 1: La Iglesia, enviada por Dios a las
gentes para ser “el sacramento universal de la salvación”, obedeciendo al mandato
de su fundador (cfr. Mc 16, 16), por exigencias íntimas de su catolicidad, se
esfuerza en anunciar el Evangelio a todos los hombres.

3.1. La universalidad del designio salvífico en la Sagrada Escritura

El adjetivo “católico” no aparece en toda la Escritura. Lo encontramos por primera vez en


el siglo II, en San Ignacio de Antioquía. Pero esto no quiere decir que no sea un concepto bíblico.
La ausencia del término católico en la Escritura no indica que falte el concepto de universalidad,
como nota propia del pueblo de Dios. Hay otras formas de expresarlo.

 Antiguo Testamento
El futuro pueblo de Israel y la salvación universal: Yahvé llama a Abraham para
hacerle padre de una gran nación y bendecirlo (cf. Gn 12,2). Esa misma promesa se repite
luego a Isaac y Jacob. La bendición y la promesa desbordan el ámbito de Abraham y de
los patriarcas: “Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra” (cf. Gn 12,3). A través
del pueblo que nacerá de Abraham, todos los pueblos recibirán la bendición de Yahvé.
Esa es la intención divina que animará todas sus intervenciones en la historia.

Profecías mesiánicas y salvación universal: El pueblo de Israel, al contacto con los


pueblos de alrededor y bajo la luz de los profetas, va descubriendo que Yahvé no es solo
el Dios de Israel, sino de todo el mundo, y que dirige también la historia de los demás
pueblos y reinos. La esperanza de salvación en el Mesías implica una salvación universal:
Dios salvará al resto de Israel y por medio de él a todos los pueblos.
 Nuevo Testamento
Jesús, salvador universal: la presentación de Jesús en el templo (cf. Lc 2, 30-32) es
un claro anuncio de la salvación universal. Simeón reconoce que la salvación traída por el
Mesías no es solo para gloria de Israel sino que iluminará a todas las naciones.
Jesús predica un reino universal: El reino, destinado primeramente a los hijos de
Israel, está abierto a todos los hombres (cf. Mt 8, 11). Las parábolas del Reino tienen una
clara dimensión universal y se hace patente en los textos de misión, al marcar a los Doce
un destino universal: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes” (cf. Mt 28, 19).
Dimensión universal de la Iglesia: El libro de Hechos nos narra un universalimo
progresivo en la misión. Dios no excluye a los gentiles de la salvación. San Pablo es el
promotor del universalismo del evangelio, recuerda que Dios “quiere que todos los
hombres se salven” (cf. 1Tim 2, 3-4), y afirma que la salvación universal se realiza en
Cristo.

3.2. Perspectiva histórica

 Origen y valor de la expresión Aplicado a la Iglesia aparece por primera vez con Ignacio
de Antioquia (a.110) en un doble sentido (no se excluyen): universalidad, totalidad de la
Iglesia, y autenticidad, verdad de la Iglesia. En s. III su significado ya está establecido:
Iglesia católica es la Iglesia verdadera a través del mundo. La expresión “Iglesia católica”
no fue asumida enseguida por los Concilios.
 Breve historia de la idea de catolicidad. Desde el inicio, los Padres tenían el sentimiento
de pertenecer a un único cuerpo de extensión universal. Entienden la catolicidad siempre
con los dos sentidos - universal/local y cualitativo - antes indicados. Usaban muchas
imágenes para expresarla. En la Edad Media se liga la idea de catolicidad de la Iglesia a la
de la fe. En los siglos XIV y XV la catolicidad se sitúa más en un marco epistemológico
(verdades que hay que creer: “veritates catholicae”) y cristológico (catolicidad de la
gracia y redención) que eclesiológico. En los siglos XVII y XVIII (contra la Reforma) se
hace insistencia en la universalidad local de la Iglesia y se olvida la catolicidad cualitativa
de la fe. En el siglo XX se vuelve a una noción más cualitativa de catolicidad. Ahora no
se buscará tanto demostrar como manifestar el misterio de la Iglesia; se tratará menos de
apologética y más de cristología.

3.3. Teología de la catolicidad

 Índole escatológica de la catolicidad: La catolicidad es un don del Señor y un


compromiso de la Iglesia, ya que el don la impulsa y capacita para que eficazmente
busque a lo largo del tiempo recapitular todo en Cristo (LG 13). La catolicidad de la
Iglesia queda encuadrada dentro de la historia de la salvación, dentro del misterioso
designio de Dios Trino para salvar a los hombres. La Iglesia es ya católica, aunque no en
forma plena. Dios ha impreso en su ser una destinación universal, pero la Iglesia debe
vivir y desarrollar esa finalidad en la historia.
 La catolicidad entendida como universalidad: La catolicidad tiene una dimensión
intencional. La Iglesia es intencionalmente católica, porque, de acuerdo con la voluntad
salvífica universal de Dios Padre, expresada en el mandato de Cristo, es enviada a todos
los hombres. Su catolicidad, es anterior a toda consideración geográfica o histórica, pero
no la excluye, más aún la exige. El que la Iglesia se vaya extendiendo geográficamente en
las diversas etapas de la historia es algo derivado, efecto de la misión y del dinamismo
con que el Señor la ha dotado. La Iglesia no es católica porque llegue a todas las naciones
en todos los tiempos, sino que por ser católica se extiende a todas las naciones en cada
época.
 Universalidad entendida como recapitulación: Dimensión recapituladora de la
catolicidad. La Iglesia es enviada a todos los pueblos para unirlos en un único cuerpo, que
tiene a Cristo como cabeza y es unificado por el Espíritu. Es decir, para hacer de todos los
pueblos un todo (kath olon). Esto convierte a la Iglesia en instrumento unificador de toda
la humanidad. No excluye a ningún pueblo, cultura, raza o época. A todos les lleva la
salvación de Cristo, y de todos hace un todo en Cristo. Este significado de catolicidad
puede llamarse inclusivo.
 La catolicidad entendida como adhesión a la verdad revelada total : Los santos padres
llamaban católica a la Iglesia por conservar íntegra la doctrina apostólica. En este sentido
la Iglesia es católica porque acepta y conserva a lo largo del tiempo la totalidad de la
doctrina revelada y transmitida por los apóstoles. Y al conservar la totalidad del depósito
de la fe, la Iglesia es católica o verdadera.

3.4. Realización de la catolicidad

La Iglesia ya es católica en su institución, en sus principios formales, todavía no en su


vida histórica.

 Misión: incorporación de pueblos y culturas: Como el Reino de Cristo no es de este


mundo, la Iglesia no compite con los pueblos, no les priva de su patrimonio temporal,
sino que lo asume, purifica y eleva (cf. LG 13). No hay que confundir la unidad, la
comunión, con la uniformidad. Hay que mantener la diversidad (en costumbres,
disciplina, oración, liturgia y teología). Se ha de acoger todo aquello que permite la
trascendencia y exige la inmanencia, para que Cristo reine y se realice el plan de Dios.
 Ecumenismo, misión y catolicidad: La catolicidad es el interés común tanto de la misión
como del ecumenismo. Lo es del ecumenismo porque la división entre los cristianos
disminuye la catolicidad (cf. UR 4). Pero el ecumenismo se diferencia de la misión: la
misión integra todo lo que en el mundo apunta al Evangelio y aporta al mundo la verdad y
gracia salvíficas; el ecumenismo sin embargo ha de contar con medios de gracia y
salvación ya poseídos (aunque a veces no perfectos) por sus hermanos separados.

3.5. La universalidad de la Iglesia en el Concilio Vaticano II

LG 13a: “Todos los hombres están llamados a formar parte del nuevo Pueblo de Dios. Por
lo cual, este pueblo, sin dejar de ser uno y único, debe extenderse a todo el mundo y en todos los
tiempos, para así cumplir el designio de la voluntad de Dios, quien en un principio creó una sola
naturaleza humana, y a sus hijos, que estaban dispersos, determinó luego congregarlos (cf. Jn
11,52). Para esto envió Dios a su Hijo, a quien constituyó en heredero de todo (cf. Hb 1,2), para
que sea Maestro, Rey y Sacerdote de todos, Cabeza del pueblo nuevo y universal de los hijos de
Dios. Para esto, finalmente, envió Dios al Espíritu de su Hijo, Señor y Vivificador, quien es para
toda la Iglesia y para todos y cada uno de los creyentes el principio de asociación y unidad en la
doctrina de los Apóstoles, en la mutua unión, en la fracción del pan y en las oraciones (cf. Hch
2,42 gr.).

Todos los hombres están llamados a hacer parte del Pueblo de Dios. Por eso, este pueblo
que permanece como uno y único, ha de extenderse por todo el mundo, pues debe crecer y
dilatarse. Debe extenderse en las coordenadas del tiempo y del espacio para que se cumpla el
designio de Dios. Dios decidió reunir a sus hijos dispersos, y cumple su propósito enviando a su
Hijo y al Espíritu Santo. (LG 2, 3 y 4) nos han ilustrado el origen trinitario de la Iglesia, y es ese
origen trinitario el que ahora nos explica la necesidad de la Iglesia en el designio salvífico y en la
extensión y dilatación de ésta.

La Iglesia es calificada no solo como el pueblo de Dios, sino como el pueblo de los hijos
de Dios. El principio de pertenencia al pueblo es la incorporación a Cristo. Cristo es el principio
de comunión y de unidad en la doctrina de los apóstoles. Todos los hombres están llamados por
Dios (convocatio) a participar del pueblo de Dios, para ser reunidos y congregados (congregatio)
por el Hijo y el Espíritu Santo. Se usan los términos convocatio y congregatio para hablar de la
Iglesia.

Todos los creyentes extendidos por el mundo están en comunión con los demás por el
Espíritu Santo. La comunión con el Espíritu Santo acontece sacramentalmente, es decir, se recibe
la comunión en la Eucaristía. (LG13b): “Así, pues, el único Pueblo de Dios está presente en todas
las razas de la tierra, pues de todas ellas reúne sus ciudadanos, y éstos lo son de un reino no
terrestre, sino celestial. Todos los fieles dispersos por el orbe comunican con los demás en el
Espíritu Santo, y así, «quien habita en Roma sabe que los de la India son miembros suyos». Y
como el reino de Cristo no es de este mundo (cf. Jn 18,36), la Iglesia o el Pueblo de Dios,
introduciendo este reino, no disminuye el bien temporal de ningún pueblo; antes, al contrario,
fomenta y asume, y al asumirlas, las purifica, fortalece y eleva todas las capacidades y riquezas y
costumbres de los pueblos en lo que tienen de bueno. Pues es muy consciente de que ella debe
congregar en unión de aquel Rey a quien han sido dadas en herencia todas las naciones (cf. Sal
2,8) y a cuya ciudad ellas traen sus dones y tributos (cf. Sal 71 [72], 10; Is 60,4-7; Ap 21,24).
Este carácter de universalidad que distingue al Pueblo de Dios es un don del mismo Señor con el
que la Iglesia católica tiende, eficaz y perpetuamente, a recapitular toda la humanidad, con todos
sus bienes, bajo Cristo Cabeza, en la unidad de su Espíritu.”

El horizonte es universal y permite acoger en la Iglesia a hombres de todas culturas y


razas, pues no hay exclusión de nada humano. Esto expresa este carácter que tiene la Iglesia: la
universalidad y la catolicidad, que es don de Dios, pues Dios desea la salvación de todos. En
virtud de este don que es la catolicidad, cada grupo aporta su don “aquellos que buscan y viven
del mismo Espíritu”.

(LG 13d): “Todos los hombres son llamados a esta unidad católica del Pueblo de Dios,
que simboliza y promueve paz universal, y a ella pertenecen o se ordenan de diversos modos, sea
los fieles católicos, sea los demás creyentes en Cristo, sea también todos los hombres en general,
por la gracia de Dios llamados a la salvación.”

 Afirmación fundamental: “Omnes vocantur homines”: todos los hombres están llamados a
esta unidad católica del pueblo de Dios que prefigura y promueve la paz universal. “Esta”
es un pronombre que nos ayuda a ver que estamos hablando de la Iglesia católica.
 “Todos los hombres están llamados” constituye el principio fundamental que tiene que
ver con la realidad histórica. A esta unidad pertenecen y se refieren de diversas formas: 1)
perteneciendo; o 2) estar ordenado a dicha pertenencia. La relación de los hombres con la
Iglesia es de diferentes tipos. Se ordenan a ella, tanto los fieles católicos como los otros
cristianos (ecumenismo), e incluso, todos los hombres en general están llamados a la
salvación por la gracia de Dios. Hay grados diferentes de pertenencia: una pertenencia
plena o una no plena (que están ordenados a la Iglesia en cuanto a la salvación).
 En la primera parte de (LG 13), se nos presenta el designio salvífico de Dios de reunir a
todos los hombres en la Iglesia. El último párrafo, describe la relación de todos los
hombres con la Iglesia, e introduce los demás números (LG 14, 15 y 16) de esta 2a parte
del capítulo II de LG. Introduce en cuanto a la pertenencia o la ordenación (estar
ordenado a dicha pertenencia). *En este apartado sobre la catolicidad puede hablarse
también de: - la relación Iglesia Universal – Iglesias particulares. Necesidad de la Iglesia;
“Extra Ecclesiam nulla salus”. Grados de pertenencia a la Iglesia.

4. La santidad de la Iglesia

CEC 823: La fe confiesa que la Iglesia [...] no puede dejar de ser santa. En efecto, Cristo,
el Hijo de Dios, a quien con el Padre y con el Espíritu se proclama 'el solo santo', amó a su Iglesia
como a su esposa. Él se entregó por ella para santificarla, la unió a sí mismo como su propio
cuerpo y la llenó del don del Espíritu Santo para gloria de Dios (LG 39). La Iglesia es, pues, “el
Pueblo santo de Dios” (LG 12), y sus miembros son llamados “santos” (cf Hch 9, 13; 1 Co 6, 1;
16, 1). Paradoja del misterio de la Iglesia: la confesamos santa, y sin embargo la vemos
manchada por el pecado de sus hijos a lo largo de toda su historia.

4.1. La santidad en la Sagrada Escritura

 Antiguo Testamento
o El concepto bíblico de santidad define la esencia divina: Dios es el totalmente
otro, el “separado”, el plenamente santo (cf. Is 17,7; 54,5; Os 11,9). Pero además
Dios es quien santifica al hombre (cf. Lev 21,8; 22,32) y le exige santidad en su
conducta (cf. Lev 11,44). Es Dios quien configura y determina el contenido
bíblico de la santidad.
o Por tanto, cualquier realidad queda santificada por su relación con Dios. Es santo
el pueblo de Israel, en cuanto elegido por Dios para sí (cf. Ex 19,6; Dt 7,6; 14,2; Is
62,12). Son santas sus asambleas (cf. Lev 23,2), sus reyes (cf. 1Sam 24,7) y sus
sacerdotes.
 Nuevo Testamento
o El concepto de santidad se enriquece. Dios envía a su Hijo al mundo para
comunicar su propia vida a los hombres. Cuantos creen en Él son hechos hijos de
Dios por el bautismo y el Espíritu. La santidad cobra una dimensión trinitaria,
cristológica y personal.
o En la Iglesia brilla la santidad del pueblo de Dios: A la Iglesia se le atribuyen las
características del antiguo pueblo de Dios, y entre ellas la santidad. Pedro:
“Vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido”
(cf. 1Pe 2,9); y antes dice que los cristianos se unen a Cristo “para un sacerdocio
santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios, por mediación de
Jesucristo” (cf. 1Pe 2,5). San Pablo enseña que Dios nos ha destinado a ser santos
(cf. Ef 1,4; Col 1,12). Llega incluso a considerar santo a cada uno de los
cristianos, pues con tal nombre los saluda normalmente en sus cartas (cf. Rom 1,7;
1 Cor 1,2; 2 Cor 1,1, etc.).
o Su santidad sobrepasa la del antiguo pueblo de Israel: la santidad de la Iglesia no
es un mero título o adjudicación externa, como en el caso del antiguo pueblo. La
santidad en el Nuevo Testamento es ontológica, operada por el Padre mediante su
Hijo, con la acción del Espíritu Santo. Esa santidad afecta al mismo ser del
creyente porque lo hace participar de la misma vida de Dios.
o La Iglesia es esponsalmente santa: Cristo amó a la Iglesia como a su esposa y se
entregó por ella para santificarla, para presentársela santa e inmaculada (cf. Ef
5,25-27). Esa entrega de Cristo a su Iglesia esposa hace que sean una sola carne.
Por tal unión, la Iglesia es santificada.

4.2. La santidad de la Iglesia en el Concilio Vaticano II

LG Cap. V: Vocación universal a la santidad

La regeneración sacramental de la que participa el fiel en la iniciación cristiana implica


la vocación a la santidad. La LG dedica el capítulo V (39-42) a este tema. La inserción de este
capítulo es significativo, permite referir la vocación a la santidad a todo el pueblo cristiano y no a
determinadas formas o estilos de vida. Por tanto, la LG afirma que la santidad es la vocación
propia de todo fiel cristiano. LG 39 La fe confiesa que la Iglesia, cuyo misterio expone este
sagrado Concilio, es indefectiblemente santa, ya que Cristo, el Hijo de Dios, a quien con el Padre
y el Espíritu llamamos "el solo Santo", amó a la Iglesia como a su esposa, entregándose a sí
mismo por ella para santificarla (cf. Ef., 5,25-26), la unió a sí mismo como su propio cuerpo y la
enriqueció con el don del Espíritu Santo para gloria de Dios.

Por eso, todos en la Iglesia, ya pertenezcan a la jerarquía, ya pertenezcan a la grey, son


llamados a la santidad, según aquello del Apóstol: "Porque ésta es la voluntad de Dios, vuestra
santificación" (cf. 1 Tes., 4,3; Ef., 1,4). Esta santidad de la Iglesia se manifiesta incesantemente y
se debe manifestar en los frutos de gracia que el Espíritu Santo produce en los fieles; se expresa
de múltiples modos en todos aquellos que, con edificación de los demás, se acercan en su propio
estado de vida a la cumbre de la caridad; pero aparece de modo particular en la práctica de los
que común mente llamamos consejos evangélicos.

 La Iglesia es indefectiblemente santa, no puede dejar de serlo.


 La razón por la que es santa: “Cristo, Hijo de Dios, con el Padre y el Espíritu...”
Construcción trinitaria. Comienza y termina con una referencia trinitaria (LG cap. I).
Cristo es el Único Santo: amó a la Iglesia como a su esposa; se entregó por ella para
santificarla; la unió a sí como su propio cuerpo; la enriqueció con el don del Espíritu.
 Los fieles: La Iglesia ya es santa (LG I, origen trinitario) pero acontece en la vida de los
fieles, llamados a la santidad (LG II – VII). Se manifiesta en la historia, ámbito del
presente y de la peregrinación, hacia la plenitud de la santidad.
 La Iglesia santa es un don que la fe confiesa y que a la vez constituye a los fieles en su
vocación propia.
 Insistencia en la obra de la gracia que da fruto en los fieles. LG 40 Nuestro Señor
Jesucristo predicó la santidad de vida, de la que El es Maestro y Modelo, a todos y cada
uno de sus discípulos, de cualquier condición que fuesen. "Sed, pues, vosotros perfectos
como vuestro Padre Celestial es perfecto" (cf. Mt., 5, 48). Envió a todos el Espíritu Santo,
que los moviera interiormente, para que amen a Dios con todo el corazón, con toda el
alma, con toda la mente y con todas las fuerzas (cf. Mc., 12,30), y para que se amen unos
a otros como Cristo nos amó (cf. Jn., 13,34; 15,12). Los seguidores de Cristo, llamados
por Dios, no en virtud de sus propios méritos, sino por designio y gracia de El, y
justificados en Cristo Nuestro Señor, en la fe del bautismo han sido hechos hijos de Dios
y partícipes de la divina naturaleza, y por lo mismo santos; conviene, por consiguiente,
que esa santidad que recibieron sepan conservarla y perfeccionarla en su vida, con la
ayuda de Dios. Les amonesta el Apóstol a que vivan "como conviene a los santos" (cf.
Ef., 5,3), y que "como elegidos de Dios, santos y amados, se revistan de entrañas de
misericordia, benignidad, humildad, modestia, paciencia" (cf. Col., 3,12) y produzcan los
frutos del Espíritu para santificación (cf. Gal., 5,22; Rom., 6,22). Pero como todos
tropezamos en muchas cosas (cf. Sant., 3,2), tenemos continua necesidad de la
misericordia de Dios y hemos de orar todos los días: "Perdónanos nuestras deudas" (cf.
Mt., 6, 12). Fluye de ahí la clara consecuencia que todos los fieles, de cualquier estado o
condición, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad,
que es una forma de santidad que promueve, aun en la sociedad terrena, un nivel de vida
más humano. Para alcanzar esa perfección, los fieles, según las diversas medidas de los
dones recibidos de Cristo, siguiendo sus huellas y amoldándose a su imagen, obedeciendo
en todo a la voluntad del Padre, deberán esforzarse para entregarse totalmente a la gloria
de Dios y al servicio del prójimo. Así la santidad del Pueblo de Dios producirá frutos
abundantes, como brillantemente lo demuestra en la historia de la Iglesia la vida de tantos
santos.
 Descripción cristológica de la santidad: Jesucristo es el Santo por excelencia: maestro,
modelo, autor y consumador.
 A esta santidad llamó a todos y cada uno de sus discípulos, y no sólo a algunos. Esta
afirmación supera la teología de los estados de vida, según la cual solo los religiosos
estaban llamados a la santidad.
 El principio de santidad es el don recibido. No es una realidad extraña que el cristiano
deba adquirir por sus propias fuerzas.
 La santidad precede la plenitud de la participación de la vida en la Trinidad (santidad) se
ofrece y es vocación de todos.
 Noción de la santidad que se funda sobre su aspecto ontológico: participación gratuita en
el amor de Dios, que nos hace santos porque Él es santo.
 La santidad tiene como clave la caridad, y el itinerario que se propone es trinitario: en
virtud del don del Espíritu, por Cristo, hacia el Padre. LG 41 Se describen las múltiples
formas de ejercicio de la santidad.
 Santidad en los diversos estados Polaridad entre una santidad, única, y según los propios
dones y funciones. LG 42 Consejos evangélicos: vías y medios para la santidad.
 Caridad, cuya expresión máxima es el martirio, prueba suprema del amor.
 Consejos evangélicos. Conclusión a todo el Cap. V: Quedan, pues, invitados y aun
obligados todos los fieles cristianos a buscar la santidad y la perfección de su propio
estado. Vigilen, pues, todos por ordenar rectamente sus sentimientos, no sea que en el uso
de las cosas de este mundo y en el apego a las riquezas, encuentren un obstáculo que les
aparte, contra el espíritu de pobreza evangélica, de la búsqueda de la perfecta caridad,
según el aviso del Apóstol: "Los que usan de este mundo, no se detengan en eso, porque
los atractivos de este mundo pasan" (cf. 1 Cor., 7,31).
 Insistencia en el “omnes”. Todos los fieles están llamados y obligados a buscar la santidad
y perfección de su propio estado.

4.3. Santidad y pecado

Distinción: Santidad objetiva: la obra de Cristo y del Espíritu Santo a través de los
sacramentos, ministerios y carismas.

Santidad subjetiva: Los bautizados que responden al don salvífico en sus existencias. La
Iglesia es absolutamente santa en sentido objetivo y relativamente santa en sentido subjetivo, a
partir de la libertad. Es necesario explicar el dato de la realidad del pecado, sin prescindir de la
realidad de la Iglesia. Von Balthasar en “Casta meretrix”: “que la Iglesia tenga mártires [...] es
algo que puede comprenderse, pero que la Iglesia de Cristo elegida por Él para ser santa e
inmaculada, sea un cuerpo manchado por el pecado, es incomprensible. Sin embargo, así es
verdaderamente. El santo cuerpo de Cristo es un cuerpo en el que se está obrando la redención,
sin haberse realizado completamente. La Iglesia consta de pecadores. Su oración es oración
propia del pecador. Como la cizaña está siempre, así crece en la Iglesia el pecado. No por ello es
menos real la santidad de la Iglesia, que es santa por lo que Dios pone en ella”. ¿Cómo pensar
santidad y pecado en referencia a la iglesia?

4.3.1 Referencias del Magisterio:


 LG 39: La santidad indefectible de la Iglesia. La iglesia no puede dejar de ser santa. En
ningún momento el Concilio Vaticano II usa la expresión “Iglesia pecadora”.
 La pertenencia de los pecadores a la Iglesia. No se habla solo de presencia, sino de
pertenencia. El Magisterio ha condenado la sentencia que afirma que solamente los
predestinados pertenecen a la Iglesia (DH 1201, 1205-6); o la afirmación de que solo los
que están en gracia pertenecen a la Iglesia (DH 2473- 2479). Justos y pecadores
pertenecen a la Iglesia, aunque no pertenecen del mismo modo.
 LG 8: La necesaria purificación por parte de la Iglesia. La Iglesia a la vez santa y
necesitada de purificación, permanentemente lleva a cabo la penitencia y la purificación:
“Ecclesia sancta simul et semper purificanda”, frente al lenguaje del protestantismo
clásico de “semper reformanda”.

4.3.2 Elaboración teológica:

En el Concilio no encontramos la elaboración teológica de estos datos, ni la relación entre


ellos. Es necesario responder con una elaboración teológica. De este modo, tenemos sobre todo
cuatro elaboraciones teológicas sobre esta realidad:

 Sancta et peccatrix Ecclesia (Iglesia santa y pecadora) (H. Küng)


o La Iglesia es una Iglesia de pecadores. Es la congregación de los hombres y por lo
tanto, pecadora.
o Reconoce que la Iglesia es santa y pecadora de modo asimétrico Objeción: No
mantiene la consistencia de la obra de santificación por parte de Cristo, como si no
justificara y redimiera verdaderamente. No se puede hablar de communio
peccatorum, el pecado destruye, no une. No da razón de la eficacia de la gracia.
 Sancta Ecclesia peccatorum (Santa Iglesia de los pecadores) (Rahner; Congar) – mayoría
de teólogos católicos.
o Rahner: es importante desde el punto de vista ecuménico, pues implica el pecado.
Insistir en la santidad de la Iglesia puede llevar a prescindir de la necesidad de
renovación y purificación. La pecaminosidad de los miembros determina al
cuerpo, por lo tanto, la Iglesia también es pecadora. La santidad tiene prevalencia
sobre el pecado. No es una yuxtaposición.
Objeción: ¿Cuál es el principio de pertenencia a la Iglesia? ¿Ser pecador? Pecador no es un
nombre propio, es un adjetivo de “fiel”. Dice Congar: Los pecados caen fuera de la Iglesia, pero
quien los comete pertenece a la Iglesia en su condición de pecador (en, no por).

 Ecclesia immaculata (Iglesia inmaculada) (C. Journet; G. Biffi)


o La Iglesia se halla sin pecado, aunque no sin pecadores. Los pecadores son
miembros de Cristo, pero no como los justos. No podrían constituir la Iglesia. Los
pecadores son miembros de la Iglesia por los valores espirituales que subsisten en
ellos. Por la caridad que reside en los justos, que llega a los pecadores de manera
indirecta. La Iglesia es totalmente santa, ya en el presente, aunque con santidad
imperfecta.

Crítica: No distingue entre Iglesia y Reino, atribuye a la Iglesia lo propio del Reino de
Dios. Quería evitar a la Iglesia la responsabilidad de los pecados de los hombres. Prescinde de la
historia de la salvación y su desarrollo.

 Ecclesia immaculata redemptorum (Iglesia inmaculada de los redimidos) Reelaboración


de la tesis de Journet.
o Hay asimetría entre santidad y pecado al hablar de pertenencia. La Iglesia es
inmaculada como María, en cuanto redimida.
o La condición de peregrinación implica la libertad de los fieles, lo cual conlleva la
posibilidad de pecado y la necesidad de crecimiento y maduración. Por eso la
Iglesia está siempre necesitada de purificación, en el sentido de ulterior
maduración de sus miembros, o purificación de los pecadores mismos.

4.3.2 Sancta simul et Semper purificanda

LG 8 Pues mientras Cristo, «santo, inocente, inmaculado» (cf. Hb 7,26), no conoció el


pecado (cf. 2 Co 5,21), sino que vino únicamente a expiar los pecados del pueblo (cf. Hb 2,17), la
Iglesia encierra en su propio seno a pecadores, y siendo al mismo tiempo santa y necesitada de
purificación, avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación.

o Esta expresión recoge la dinámica de reforma y renovación del Concilio. La


Iglesia pide al Señor ser purificada, por sus hijos y por sí misma.
o La necesidad de reforma en la vida de la Iglesia es una condición normal. Tiene
raíz en que la libertad de los hombres es una libertad en camino Congar:
Condiciones para la actuación de una verdadera reforma:
 Primacía de la caridad y utilidad pastoral sobre el espíritu de sistema y la pura deducción
intelectual.

 Preocupación por una comunión con el todo. Comunión universal de la Iglesia, que no es
uniformidad. Requiere un horizonte universal, de la plena Tradición católica, cuya
garantía es Pedro.

 Paciencia que evita la prisa por querer tenerlo todo inmediatamente.

 Búsqueda de una verdadera renovación por la aplicación de los principios a una situación
nueva. El ámbito propio de la renovación es la que se da en la vida de los fieles.

 Sentido común.

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