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1970-1990S. La teoría total hizo evidente que una sóla aproximación teórica no
podría nunca bastar para explicar y analizar un film. ¿Desde qué lugar de la
teoría totalizadora, por ejemplo, podría uno hablar de la relación entre el
espectador y el texto? Sin embargo, no hubo necesidad de lanzar al niño con el
agua de la bañera, desde que se acuño el término post-estructuralismo. El
psicoanálisis y la semiótica en su fase estructuralista había comenzado a
resquebrajar el concepto de la unidad del autor. Los efectos de la teoría de la
deconstrucción, introducida por Jacques Derrida hacia 1967, ayudarían para
hacer el resto. La deconstrucción ayudó a recentrar el debate teórico en un
contexto pluralista. En esencia, la deconstrucción estipula que un texto no es
transparente, natural o inocente y por lo tanto debe ser desmontado,
deconstruído. La no-transparencia debe ser investigada para mostrar cuántos
textos hay allí —todos produciendo sentido. No hay más, desde allí, una lectura
singular de un texto, ni tampoco una lectura última.
El postestructuralismo hizo varias cosas. Definió el lugar del autor dentro de un
proceso textual —el autor fue entonces una figura construida fuera de ella o sus
films (una posición mucho menos autorizada) y estableció la importancia de la
intertextualidad —los efectos de un texto sobre otros. No hay cosa como un texto
puro; todos mantienen relaciones intertextuales con otros. En tanto un film está
involucrado en ello, esto significa relaciones on otros films y por suerte con textos
“invisibles” como los de los modos de producción, la dinámica de los actores, el
plantel técnico y el director (y así siguiendo). El post-estructuralismo también
estableció el decho de que un film posee efectos ideológicos, por lo tanto la
temática del sujeto entra en juego (cuál es el sujeto: el autor, el texto, el
espectador?). La que también entra en escena es la cuestión de los efectos de la
enunciación en el texto (el film como performance) sobre el espectador. En última
instancia, el post-estructuralismo abrió al análisis textual hacia un pluralismo de
aproximaciones que no reducen a un texto al estatuto de objeto de investigación,
sino más bien al de un sujeto de escritura, lectura o producción.
En los países anglosajones, otra área significativa de la teoría del cine, la
feminista, contribuyó a desarrollar el debate en torno a varias líneas de
investigación. La cuestión de la sujetividad y del cine como agente de deseo, no
atendida desde los 20, fue reabierta. La de quién sostiene la mirada, dentro y
fuera de la pantalla, fue una cuestión radical planteada en esta área. El género
(discursivo) y el género (sexual) también permitieron interrogantes: si ciertos films
fueron específicamente para un género (por ejemplo westerns para los hombre o
melodramas para las mujeres), cuáles fueron las operaciones ideológicas que allí
trabajaron, y cuáles fueron las relaciones entre texto y espectador, de acuerdo a
la clase de género que estaba siendo vista? Más aún, dada la subjetividad,
ostensiblemente ligada a un género, ¿qué puede decirse sobre el placer en la
visión de un film?
Texto de circulación interna, para uso exclusivo de la cátedra Teoría del Lenguaje
Audiovisual, Eduardo A. Russo, Licenciatura en Comunicación Audiovisual,
Facultad de Bellas Artes, Universidad Nacional de La Plata. Curso 2007