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PROGRAMA DE ATENCIÓN PSICOSOCIAL A VÍCTIMAS - PAPSIVI.

“Nada puede remplazar a los familiares muertos o reparar el dolor de las víctimas. En esencia,
quienes trabajamos con sobrevivientes de la violencia política sabemos que nos enfrentamos con un
problema intratable. Pero una sociedad fracturada por un conflicto violento debe enfrentar las
consecuencias de esa violencia, apoyar a las víctimas y sobrevivientes, y reconstruir las relaciones
sociales. Estamos hablando por tanto de vivencias que en verdad no tienen reparación, es un
absurdo hablar de reparación en muchos aspectos. Ser conscientes de esto es un primer paso para
entrar después en la discusión de cuáles son los factores que pueden ser útiles para las
comunidades afectadas, o para las comunidades víctimas y qué es lo que les puede ayudar a
reconstruir sus vidas”1.

La violencia sociopolítica y el conflicto armado interno en Colombia han producido en las víctimas y
en la sociedad en su conjunto una serie de daños materiales e inmateriales, entre ellos la pérdida de
los referentes organizativos de la sociedad (valores democráticos, ética de la vida en común,
solidaridad, bien común, etc.), secuelas sobre la salud física y mental de las víctimas, sobre la
economía, sobre las instituciones y relaciones sociales, y sobre la cultura y sus diferentes
manifestaciones.

Este tipo de violencia quiebra la posibilidad de despliegue de las capacidades de disfrute y búsqueda
del bienestar propio y colectivo. Las situaciones que imponen la violencia sociopolítica desbordan en
gran medida la capacidad del ser humano de sortear las dificultades por sí mismo, no obstante su
capacidad de resiliencia; por lo tanto, para superarlas y continuar su vida, es necesario el desarrollo
de acciones en ámbitos como la justicia, la protección, los medios de subsistencia básicos y el apoyo
para retomar la construcción del proyecto de vida individual, familiar y comunitario, así como del
tejido social que privilegie la convivencia armónica y equilibrada basada en el respeto a la dignidad
humana.

Las bases fundamentales para lograr una salud mental y bienestar colectivos son lesionadas por la
violencia, lo cual exige que un país como Colombia en el que ha sido un continuum la violencia
armada, priorice todas aquellas medidas de atención para reparar los daños. Son varias las
generaciones de colombianos y colombianas que han vivido la violencia del conflicto armado y esta
cadena de sufrimiento configura un impacto transgeneracional que afecta gravemente un proyecto
de país basado en el fortalecimiento de la democracia y el respeto a las libertades y derechos de sus
asociados.

Es sabido que los efectos sobre la salud física y mental no conciernen solamente a las
manifestaciones somáticas, emocionales y del comportamiento que presentan las personas como
consecuencia de los hechos violentos, sino que deben ser considerados teniendo en cuenta los
factores sociales, ambientales, políticos, económicos y culturales existentes, derivados o producidos
como consecuencia del conflicto armado; es decir, con un enfoque psicosocial.

Abordar todos estos factores desde un enfoque psicosocial implica, entre otras cosas, tener un
enfoque diferencial para ello, reconocer que cada persona, familia, comunidad, etnia o grupo social

1
Beristain, C. 2007. Reparación y apoyo psicosocial a víctimas: dilemas éticos. Cátedra Internacional Ignacio Martín Baró.
Universidad Javeriana, Bogotá.
tiene particularidades que deben ser consideradas al proponer medidas de reparación para su
situación. Pero estas medidas no pueden ser medidas instrumentales solo para cumplir con
requisitos normativos o institucionales.

Por el contrario, deben ser medidas que realmente consulten las necesidades sentidas de las
víctimas, sus expectativas, sus conocimientos, su historia y su cultura; de tal forma que se haga
efectivo el reconocimiento de su dolor y sufrimiento, de los daños e impactos producidos por el
conflicto armado en su dignidad intrínseca como seres humanos, como ciudadanos y ciudadanas y
por ende, como sujetos de derechos y así, guardando un principio de integralidad logremos
contribuir efectivamente a su reparación.

Dichas medidas de reparación deberán tener en cuenta que existen poblaciones con características
particulares por su edad, género, orientación sexual, discapacidad, pertenencia a algún grupo étnico
y situaciones de mayor riesgo o vulnerabilidad.
En este contexto, la Ley 1448 de 2011, o Ley de víctimas y restitución de tierras, "Por la cual se
dictan medidas de Atención, Asistencia y Reparación Integral a las Víctimas del Conflicto Armado
Interno y se dictan otras disposiciones"; sienta las bases para la implementación de la política
pública para la atención y reparación integral a las víctimas, bajo los principios de progresividad,
gradualidad y sostenibilidad. Así mismo establece la institucionalidad encargada de su
implementación. La Ley rige a partir de su promulgación (10 junio de 2011) y tendrá una vigencia de
10 años.

2.5 AFRONTAMIENTO Y RESILIENCIA.


La larga historia de violencia por el conflicto armado que ha vivido el País ha ocasionado,
numerosos impactos en la vida, los sentimientos y las relaciones entre las personas,
expresados en temores, desconfianzas, estigmatizaciones, deterioro de las redes de
apoyo, como incalculables perdidas materiales y económicas. Es por ello indispensable
considerar aquellas capacidades que tenemos como seres humanos para hacer frente
(sea funcional o no) a todos estos hechos de violencia política. Se proponen dos
conceptos que son relativamente recientes en los campos de las ciencias sociales como
son los de “Afrontamiento y Resiliencia” Estos conceptos refieren procesos tanto
individuales como colectivos para enfrentar la tensión que genera la de la violencia.
Describen procesos complementarios cuyo fin último es alcanzar alguna forma de
estabilización y adaptación frente a estos y así poder continuar con la vida.

El afrontamiento se entiende como un proceso activo que exige una valoración de los
sucesos, en términos de comprensión significados y estimación de las capacidades de
respuesta a estos acontecimientos. Su fin último es de adaptación restauración del
equilibrio (116). Las personas desarrollan formas de enfrentar estos sucesos
experimentados como amenazantes y desafiantes. Es por ello que la principal función de
estas formas de afrontar son las son resolver el problema, regular las emociones, proteger
la autoestima y manejar las interacciones sociales. (117) Los recursos para el
afrontamiento ante la adversidad se comprenden como aquellos elementos que las
personas o comunidades despliegan ante la violencia. Estos elementos hacen parte del
acervo personal o colectivo y son aprendizajes que surgen a partir de los cambios que
tuvieron que hacer para enfrentar el conflicto armado. Son los medios para la realización
de estrategias que permitan reconstruir sus proyectos de vida, elaborar la afectación
moral y restablecer las relaciones que son significativas.
El afrontamiento es fundamental para el proceso de atención psicosocial, pues se centra
en la posibilidad de (* Esto de acuerdo a los establecido en los artículos 45 en el Decreto Ley 4633 y 9 en
Decreto 4635 de 2011) reconocer lo que ya han hecho las víctimas y lo que podrían seguir
haciendo en el marco de la rehabilitación, si bien esto no le resta responsabilidad al
Estado, la atención psicosocial se basa en el reconocimiento de que se trabaja con
sujetos activos que han estado enfrentando la adversidad.

En el contexto de violencia, las victimas han podido desarrollar numerosas estrategias o


mecanismos para afrontar. Como se ha conocido a través de la Encuesta Nacional de
Salud Mental, de los adultos que han experimentado hechos de violencia en el marco del
conflicto, cerca de la mitad reportaron vivencias traumáticas (118).
El afrontamiento incluye procesos cognitivos, emocionales y conductas dirigidas a la
resolución de las situaciones conflictivas o de tensión. Es así que se habla de formas de
enfrentar los problemas desde los recursos cognitivos, como son el enfrentamiento
directo, la planeación y la resignificación.

A nivel emocional una víctima puede relajarse, comprender y compartir sentimientos, o


evadirlos. A nivel conductual implica la búsqueda activa de información, la organización y
la denuncia. El resultado que se derive de estas acciones permitirá definir si fueron
positivas o negativas de acuerdo a los contextos particulares en que ocurran. “por ejemplo
la desconfianza puede ser adaptativa en un medio hostil como es la detención, pero en
contexto menos violentos puede ser un obstáculo para la búsqueda de ayuda”
(117)
En general, las personas siempre podrán hacer algo para aminorar los efectos de los
eventos dolorosos, en ocasiones por sus propias cualidades e iniciativas, en otros
momentos con apoyo de otras personas o de instituciones. Por ello es importante conocer
en medio de la atención psicosocial, cuáles han sido las acciones que han empleado para
enfrentar y ser capaces de seguir adelante en las circunstancias particulares de violencia.
Por su parte, la resiliencia se ha descrito con diversas acepciones. La más recurrente la
describe como la capacidad de un individuo –o de una familia- para enfrentarse a
circunstancias adversas, condiciones de vida difíciles, a situaciones potencialmente
traumáticas y recuperarse saliendo fortalecido y con más recursos.

En la resiliencia se pueden diferenciar dos componentes, a saber, la capacidad para


protegerse y manejar de situaciones potencialmente destructivas, como lo es el
afrontamiento. El segundo (más allá de esa resistencia a la presión) la capacidad de
desarrollar una conducta vital positiva, a pesar de las circunstancias difíciles. La
resiliencia conlleva así una capacidad para superarlas e inclusive a ser transformados por
ellas dándoles nuevos sentidos, como también poder llevar a cabo nuevos logros en la
vida. Se debe reconocer que la resiliencia no es sinónimo de invulnerabilidad, que tiene
sus límites y no se presenta con la misma intensidad en todas las personas (119).
En el proceso de atención psicosocial, además de conocer los daños que ha dejado el
conflicto en las personas, el o la profesional debe llevar a cabo un ejercicio en el que se
reconozcan y valoren las estrategias que le han permitido a la víctima sobrevivir. Se
requiere promover la construcción de comprensiones y significados de lo ocurrido para así
impulsar reconstrucciones que contribuyan al enriquecimiento, la recuperación del poder y
el control como forma de rehabilitación de los daños padecidos.

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