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La actividad del sistema endocrino afecta a todas y cada una de las células del organismo, ya que
se encarga de mantener el equilibrio químico y de controlar el funcionamiento de los diferentes
órganos, de tal manera que participa, por ejemplo, en la regulación del desarrollo y el crecimiento
corporal, la metabolización de los nutrientes, la función sexual, el estado de ánimo, el sueño, la
actividad cerebral, etc.
Todo ello lo realiza mediante la producción de hormonas por parte de una serie de glándulas que
se ubican en diferentes partes del organismo y que cumplen distintas funciones de control y
estimulación en el funcionamiento de órganos y tejidos. No obstante, sus funciones son
básicamente tres:
Homeostasis: estimula o inhibe los procesos químicos que se desarrollan en las células,
manteniendo el equilibrio químico del organismo.
Desarrollo corporal: controla e induce el desarrollo del ser humano desde el mismo momento de
la concepción, así como el crecimiento y desarrollo del organismo hasta alcanzar la pubertad y la
madurez física.
Glándulas endocrinas
Aunque el sistema endocrino está en cierto modo controlado y regulado por el sistema nervioso,
las glándulas endocrinas desempeñan un papel fundamental en el funcionamiento del organismo.
Producen más de 20 tipos diferentes de hormonas que son secretadas a la sangre a la espera de
que las proteínas que están diseñadas para captar de forma específica cada una de ellas, se
encarguen de trasportarlas hasta las células de los tejidos y órganos a los que deben llegar. Una
vez allí, transmiten las órdenes precisas para regular la actividad celular.
Unidad de Endocrinología
Nutrición y Obesidad
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Estas glándulas se ubican en la cabeza, el cuello y el tronco y cada una de ellas cumple con
funciones concretas:
Hipotálamo: se ubica en la parte central inferior del cerebro y constituye la unión entre el sistema
nervioso y el endocrino. Desde ahí se controla el funcionamiento de la hipófisis, estimulándo o
inhibiendo la producción de hormonas por parte de esta glándula.
Hipófisis: se sitúa en la base del cerebro, inmediatamente por debajo del hipotálamo y es
probablemente la glándula más importante, ya que las hormonas que produce sirven, entre otras
cosas para regular la función de las demás glándulas endocrinas. Está constituida por dos lóbulos
(anterior y posterior) que se reparten el control y regulación del resto de las glándulas. En la
hipófisis se produce la hormona del crecimiento, la prolactina, la tirtropina, corticotropina,
oxitocina, endorfina, hormona antidiurética y las hormonas que estimulasn la producción de
hormonas sexuales.
Glándula pineal: se encuentra en el centro del cerebro y produce melatonina, la hormona que
regula el sueño.
Glándula tiroidea: está ubicada en la parte anterior e inferior del cuello y secreta las denominadas
hormonas tiroideas: tiroxina y triiodotironina, que se encargan de transformar los alimentos en
energía y están implicadas en el crecimiento de los huesos (mediante la producción de la
calcitonina) y el desarrollo del cerebro y del sistema nervioso.
Glándulas paratiroideas: son cuatro y se encuentran junto a la glándula tiroidea. Liberan hormonas
paratiroideas, que participan activamente en la metabolización del calcio.
Glándulas suprarrenales: hay una de estas glándulas encima de cada riñón. Produce
corticoesteroides, que regulan el equilibrio entre sales minerales y agua, el metabolismo, el
sistema inmunitario y el desarrollo y la función sexuales. También produce adrenalina o
epinefrina, que regula la respuesta al estrés induciendo un aumento de la tensión arterial y la
frecuencia cardiaca.
Gónadas: son las encargadas de producir las hormonas sexuales. En los hombres son los testículos,
que producen los andrógenos y específicamente la testosterona, y en las mujeres los ovarios, que
secretan estrógenos y progesterona.
El equilibrio del Ph de la sangre es fundamental para la vida, tanto es así que una
pequeña variación puede suponer el coma o la muerte, es por eso que nuestro
organismo está continuamente luchando por mantener ese equilibrio, así que
debemos aprender a ponérselo fácil.
Por otro lado la deficiente calidad del aire contaminado de nuestras ciudades, también
contribuye a nuestra acidosis.
También como hemos explicado, reduce los niveles de oxígeno en nuestro organismo,
y este como sabemos es básico para que se produzcan las reacciones metabólicas
necesarias para la vida, como por ejemplo la respiración celular.
En 1932, el médico alemán Dr. Otto Heinrich Warburg, ganador de premio nobel dijo
que para que haya cáncer, envejecimiento y enfermedades crónicas, debía existir dos
condiciones: ACIDOSIS Y FALTA DE OXIGENO, ya que en particular las células
cancerígenas han “aprendido” a vivir sin oxígeno.
Azúcar refinado
Sal refinada
Bollería industrial
Bebidas con alcohol
Bebidas carbonatadas (refrescos con gas)
Alimentos precocinados y congelados
Los aditivos (conservantes, espesantes, colorantes, antioxidantes,
antiapelmazantes, saborizantes...)
Medicamentos
Café
Chucherías (gominolas, caramelos, chocolatinas...)
Exceso de carne y huevos (las proteínas suelen dejar un exceso de fosfatos o
sulfatos que acidifican)
Exceso de cereales en nuestra dieta, sobre todo la avena
Sobrealimentación (comer en exceso)
Diarreas o vómitos continuos o enfermedades pancreáticas o biliares,
(perderemos bicarbonato, lo que disminuye también el pH, aumentando la
acidez)
Los metales pesados tóxicos residuales en los alimentos, el agua, vacunas,
aire, etc... por ejemplo el mercurio, el aluminio, el plomo, arsénico, etc.
Alimentos alcalinos:
en general todas las frutas y verduras crudas
las frutas ácidas (pomelos, limones, naranjas, kiwis, piña...), ya que aunque
son ácidos en si mismo, se oxidan y tienen una acción alcalinizante en nuestro
organismo.
miel
melaza o azúcar de caña
legumbres, en especial la soja
son especialmente alcalinizantes: zanahoria, ajo, cebolla, patata, nabo, puerro,
calabaza, espinaca, acelga, col, apio, pimiento, lechuga, uva, higo, manzana,
plátano, ciruela, dátil, pepino.
los lácteos, hasta cierto punto pueden ayudar a combatir la acidez, ya que son
ricos en calcio que es alcalinizante, pero también contiene proteínas que son
acidificantes y además recordemos que un exceso de alcalinidad en la sangre
se intentará compensar con acidez. Por eso existen diferentes puntos de vista
a cerca de la acidez o alcalinidad de los lácteos, en cualquier caso, no se
deberían consumir en exceso.