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Sin embargo, en la práctica y cuando uno realiza distintos experimentos en lugar de guiarse
por teorías leídas, a cerca del organismo y su energía, suceden resultados que invalidan
todas y cada una de estas propuestas nutricionales, veamos cómo.
A día de hoy todavía nadie ha demostrado científicamente que nuestro organismo y nuestro
aparato digestivo sea capaz de reconocer algo que no sean precisamente, azúcares simples.
Sólo justifican mediante distintos mitos nutricionales que etiquetan de «científicos» que
todo aquello que comemos que no son azúcares simples (como grasas, almidones y
proteínas) se asimilan porque dentro del cuerpo sufren una transformación que los convierte
o degrada en azúcares simples. La prueba es tan sencilla como ingerir alguno de esos
principios (grasas, almidones o proteínas) en monodieta con el intestino limpio después de
un laxante, y analizar las heces después, para comprobar como la cantidad de grasa, de
proteína o de almidón de lo que hemos ingerido, es la misma cantidad que la que ha salido.
Por tanto, transformación cero y asimilación cero. Lo único que el organismo reconoce es
aquello que puede asimilar. Sin necesidad de transformarlo. Es lógico porque nuestro
aparato digestivo es: una máquina diseñada exclusivamente para el consumo de frutas.
– en la gestión de los residuos que producen (gases y tóxicos venenosos derivados de sus
fermentaciones)
Si el consumo de estos «comestibles» nos hace sentir bien, es simple y llanamente porque
al poner toda nuestra energía en ese proceso «digestivo» por llamarlo de alguna manera,
dejamos de poner energía en los procesos de eliminación y cesa el malestar que conllevan,
malestar al que habitualmente llamamos «hambre». Si a más alimento «energético»
tuviésemos más energía, las personas obesas estarían muy enérgicas y sin embargo es todo
lo contrario. También se nos explica que «si comes más calorías de las que quemas
engordas, si comes menos, adelgazas, porque el cuerpo acumula el exceso». Esto tampoco
sucede así, sino nadie estaría gordo gracias a las dietas hipocalóricas (que fracasan en la
mayoría de las ocasiones). De igual modo también hay muchas personas que comen
bastante más calorías de las que supuestamente gastan y sin embargo están delgadas.
¿Cómo es posible esto? ¿Tener más energía sin comer que comiendo?
Esto es posible teniendo en cuenta que la energía real se aprovecha mejor en un cuerpo
limpio. Pero estamos muy intoxicados para poder experimentar eso todavía. La formula de
la Vitalidad o de la Energía Vital, sería la siguiente:
V=P–O
Donde V es Vitalidad, o Energía Vital. P es Poder (una incógnita que ahora desvelaremos)
y O es la Obstrucción (nuestro taponamiento, constipación, o toxemia)
V aumenta (tenemos más energía vital) cuando O disminuye (a medida que removemos y
eliminamos la obstrucción de nuestro organismo)
Y decimos obsoletas porque Arnold Ehret en Sistema Curativo por Dieta Amucosa y en
Ayuno Racional, ya avisó hace más de 100 años de que la fórmula de la VIDA era otra bien
distinta: V = P – O