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PERSPECTIVA TEOLÓGICA DE LA VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES

EN EL PERÚ

Introducción

Las noticias de feminicidios solían llegar desde el medio oriente y nos


horrorizaba por la cruenta matanza de mujeres a vista y paciencia de testigos civiles y
autoridades. Su legislación tradicional y costumbrista lo permitía. De este modo, el
espacio público se convierte en un escenario que avala la violencia contra la vida de
las mujeres, y lo que es peor, normaliza la muerte de las mujeres.

Pero este problema de los feminicidios ya no es tan lejano. Ahora, es un drama


actual y presente en nuestro país. Llama la atención que las mujeres son agredidas de
forma sistemática, como si fuese un accionar cotidiano, permitido y acostumbrados; y
en muchos de esos casos se llega a la muerte. En el 2018, cerramos el año con una
estadística de 149 feminicidios. Y, según los registros de feminicidios del 2019, entre
enero y octubre, tenemos ya 141 mujeres asesinadas en Perú. Ahora bien, estos datos
se restringen a los casos declarados, pero el número aumentaría si abrimos las cifras a
las víctimas no informadas y dejadas en el anonimato.

La pregunta que surge entorno a esta realidad, y máxime si trabajamos en una


universidad de mujeres, es qué hay en la sociedad o de qué adolece ella para que la
violencia hacia las mujeres se normalice. Qué está haciendo la educación para
contribuir a su desaparición o minimización. Qué comprensión se tiene de las mujeres
hoy en día para seguir siendo violentadas en sus derechos y su dignidad. Si la mujer,
por ejemplo, es sujeto de derecho en la praxis real o solo de teoría; es decir, si sigue
siendo vista como objeto a la cual se puede usar y abusar. Y, desde la mirada
teológica, cómo se puede comprender esta realidad. Así mismo, qué alternativas
brinda la perspectiva teológica para contribuir a la erradicación de los feminicidios.

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I. Ver la realidad de la mujer peruana frente a la violencia
1. Naturalización de la violencia contra las mujeres en el contexto
Latinoamericano y peruano
1.1. Feminicidios en el Perú
El feminicidio es el crimen ejercido directamente contra la vida de la mujer, por
el solo hecho de su condición de mujer. Es, así mismo, la forma más extrema de
violencia porque comporta la muerte de ella.

Según el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, se registraron 149


mujeres asesinadas en el año 2018. Es decir, 28 víctimas más de los reportados en el
año 2017. Los feminicidios registrados en el Perú en el año 2019, entre enero y
octubre, son ya 141 casos confirmados. Esto equivale a un promedio de 10 mujeres
asesinadas por mes. Valga resaltar también que el 90 % de los casos fueron cometidos
por su pareja o expareja o algún familiar de ella.

Según el Ministerio Público, la mayoría de las víctimas son mujeres jóvenes. Lo


mismo sucede en el caso de los victimarios, donde un 60% no pasa de los 34 años. Por
otro lado, el lugar más inseguro para las víctimas parece ser la propia casa, pues el
60% de los feminicidios ocurrieron en el domicilio familiar. Esto compagina muy bien
con el hecho de que este tipo de crimen se caracteriza por presentar antecedentes de
violencia familiar. Es más, en la mayoría de los casos se solicitó apoyo a las
instituciones públicas, pero lamentablemente no encontraron una respuesta eficaz por
parte del Estado o al menos no a tiempo. Sin embargo, en principio, es deber del
Estado prevenir los casos de feminicidio que se dan en nuestra sociedad.

1.2. Violencia intrafamiliar


Si la mayor parte de los feminicidios tiene su espacio de acción en el hogar o
vivienda familiar, obviamente tendríamos que hablar de la existencia de violencia
intrafamiliar.

La magnitud que alcanza esta realidad/problema de la violencia intrafamiliar


contra las mujeres en nuestra nación son en mayoría invisibilizadas, pues la mayor
parte de dichos casos están ausentes en los registros. Ahora bien, la violencia dentro de
la familia -física, psicológica, sexual y económico patrimonial- es reconocido como un
problema social que afecta a la población femenina en un 60%. Y, aunque no es poco,

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en general existe la tendencia social de minimizar estos casos de violencia contra la
mujer.

No obstante, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoce la violencia


contra las mujeres en la esfera privada del hogar, como un abuso contra los derechos
humanos universales. También afirman que este tipo de violencia no tiene fronteras, ni
condición económica y tampoco un asunto sólo de países subdesarrollados. Por
ejemplo, en Francia, el 95 % de las personas que sufren violencia son mujeres, de las
cuales un 51% es víctima de la propia pareja o expareja. En Perú, seis de cada diez
mujeres es maltratada por su pareja y el tipo de maltrato más común es la agresión
física.

Según la Organización Panamericana de la salud, la violencia se ha instalado en


la vida de las parejas y las familias –fundamentalmente- por la internalización de roles
de género. Esto cimenta la creencia de que el hombre tiene derecho de disciplinar a la
mujer. A su vez, afirma que otra razón es la indiferencia social que minimiza este tipo
de agresión, y esto lleva a perpetuar o normalizar este fenómeno social.

1.3. Violencia callejera


Cuando decimos violencia callejera nos referimos –en concreto- al acoso
callejero. Esto normalmente ocurre cuando una persona desconocida aborda a una
mujer en un espacio público, sin su consentimiento, para expresar un comentario
vulgar. Esto hace que se viole la intimidad de la víctima. Por lo general, conlleva una
connotación sexual ejercida por una persona en el espacio público, generando malestar
en la víctima. Este tipo de agresión contra las mujeres genera en ellas, una serie de
traumas que afectan su persona. Podríamos preguntarnos en este contexto, que hace
que los hombres se atribuyan el hecho de acosar a una mujer.

Pero, lamentablemente, en muchos barrios populares es visto como expresión


folclórica, vinculados a la coquetería femenina y por el hecho de que los hombres se
sientan o demuestren ser “bien hombres”. En este sentido, se llega incluso a reforzar
estos actos con gestos celebrativos de parte de los hombres. Sin embargo, no hay
excusas ni justificación alguna para el acoso sexual callejero. Lo que subyace en el
trasfondo, es la mala creencia y comprensión de que la mujer es objeto de uso y abuso.

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Una vieja comprensión atribuida a las mujeres y perpetuada por siglos y que aún no ha
sido superada aún del todo estos tiempos.

1.4. Violencia institucionalizada


Es el tipo de violencia que más se ha silenciado y la más impune de todas. Se
llama violencia institucionalizada al hecho por el cual el estado o sus servidores
realizan actos u omisiones que discriminan a las mujeres u obstaculizar el ejercicio de
los derechos humanos de las mujeres; así como limitar se haga justicia a favor de ellas
atendiendo, investigando, sancionando y erradicando cualquier tipo de violencia.

En esta línea, la Asamblea General de las Naciones Unidas refiere a ella y reconoce
su existencia cuando la violencia física, sexual y psicológica perpetrada es tolerada por
un Estado. Es decir, cuando un Estado no cumple con su deber primordial de proteger
la vida de las mujeres, apelando a un sinfín de justificaciones. Por ejemplo, entre ellas,
que carece de presupuestos para garantizar la protección, atención y asistencia a las
víctimas.

Ahora bien, este tipo de violencia supone también, la existencia de prácticas


violentas contra las mujeres, que son perpetrados por funcionarios públicos y que el
Estado oculta o manipula la información. En nombre de la seguridad de la nación se
institucionaliza la violencia, y de este modo se tiene como fin supremo el mismo
Estado y no las personas.

1.5. La violencia a las mujeres por género, raza, condición socioeconómica,


lengua
Las Naciones Unidas define la violencia contra la mujer como violencia de género.
Esto es, todo acto que pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico
para la mujer; por tanto, no es solo la agresión física, sino inclusive las amenazas, la
coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si se dan en la vida pública como
en la privada.
La OMS, en relación con la violencia contra las mujeres, manifiesta que se origina
del comportamiento social aprendido desde los antepasados y por múltiples factores;
los cuales permiten que se siga perpetrando. Y de este modo siguen repercutiendo así
en la salud y el bienestar físico y psicológico de la mujer. Es decir, desde la
perspectiva de la salud pública, genera daño no solo en la víctima en el momento de la

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agresión, sino que va más allá, generando traumas en ella y en los hijos, que no
solamente lo perciben, sino que en muchos casos también presencian la violencia.
En el Perú, el número de casos atendidos por violencia contra la mujer en los CEM
(Centro Emergencia Mujer) a nivel nacional, se observa un incremento en 46 puntos
porcentuales de enero del 2019 frente a lo registrado en el mismo mes del año anterior.
Así, lo que se tienen en enero de 2019 registrados, son 14,491 casos de violencia
contra la mujer (Fuente: Registro de casos del CEM – PNCVFS).
Sin duda, esto se debe a la arraigada naturalización de la violencia hacia las
mujeres, en la que están involucradas ellas mismas y la gran mayoría de la población.
Es decir, que aún se ve como natural que los maridos o parejas masculinas dominen a
sus mujeres, que las niñas sean restringidas de ciertos deportes, actividades o trabajos
que se consideran propios de los hombres. Aun cuando no están normadas tales
restricciones, prevalecen en las creencias y valores de una gran parte de la población –
e incluso en algunas mujeres- y se reproducen a través de la educación familiar y hasta
escolar. Por ello, “ser mujer” y “ser hombre” en sociedades como las
Latinoamericanas nos coloca todavía lejos de la igualdad de género.

Según Labrador, Paz, Luis & Fernández (2004), nombran diferentes creencias que
perduran en la sociedad en cuanto a la violencia intrafamiliar:

 La violencia es un problema de clases sociales bajas


 El maltrato doméstico es producto de algún tipo de enfermedad mental
 El abuso de drogas y alcohol es responsable de violencia doméstica
 Las víctimas de maltrato a veces se lo buscan, hacen algo para provocarlo
 Las mujeres que son maltratadas permanecen en esa situación porque les gusta
 Si una mujer maltratada dejara a su marido, estaría a salvo
 La mayoría de las víctimas de violencia doméstica no sufren heridas de
gravedad
 El maltrato psicológico no es tan grave como el maltrato físico
 La conducta violenta es algo innato, que pertenece en la esencia del ser
humano

Las expresiones mencionadas, no son difíciles de evidenciar, esas creencias aún


persisten en la sociedad no tan lejana. Sin embargo, hay que señalar que la violencia

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contra la mujer no es exclusiva de sectores socioeconómicos bajos, simplemente en
este sector es más visible. De igual manera, no se puede asumir que el consumo de
alcohol sea una causa de la violencia, como tampoco se puede decir que la mujer que
permanece con su maltratador sea porque le guste. Existen diferentes motivos por los
cuales las mujeres decidan soportar aquello: los hijos, el miedo y las amenazas de la
persona maltratadora, entre otras. La violencia psicológica muchas veces es más fuerte
que la física, pues las personas pueden llegar a caer en un estado de depresión
poniendo en riesgo su vida.

Estos patrones de pensamiento que se han trasmitidos de generación en generación


han repercutido de manera negativa para el desarrollo de las mujeres, pues en muchos
casos, el miedo a denunciar actos de violencia, las obliga a permanecer en situaciones
de desventaja frente a la pareja. Aún hay mujeres que consideran que es su deber
mantener la unidad familiar a pesar de la violencia que se ejerce contra ellas. Otras
naturalizan la violencia por parte de sus parejas por el miedo a ser juzgadas por la
sociedad.

2. Razones socio-histórico-culturales de la violencia contra las mujeres


Puesto que la violencia hacia las mujeres atraviesa la histórica y los diversos
estratos sociales, podríamos entonces preguntarnos qué hay en la historia que arremete
contra las mujeres. Qué sucede en la historia, para que las mujeres sean vulneradas en
su dignidad y violentadas –incluso- hasta la muerte. A estas preguntas podríamos
aproximarnos desde las siguientes comprensiones: el sexismo, la misoginia y los
estereotipos socio-culturales en los que desembocan estos. Veamos.
2.1. El sexismo: patriarcalismo y androcentrismo
En todos los tiempos y todas las sociedades, ha estado presente el sexismo como
una fuerza que se ejerce con violencia y autoritarismo contra las personas débiles,
también contra las mujeres. Y esto, la globalización del sexismo, es lo peor de ello.
Este sexismo se presenta con dos frentes. Uno de ellos, y quizás el más conocido, es el
patriarcalismo. Este, desde una imagen piramidal, expresa muy bien el ejercicio de
poder y violencia institucionalizada en las sociedades. En la cumbre está el hombre
con poder, quien controla todo lo que está por debajo de él. Lo irónico, es que vive y
se sostiene, en muchos casos, gracias a la explotación que ejerce sobre los de abajo.

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El otro fuerte del sexismo es el androcentrismo, y funciona en relación al
patriarcalismo. Este considera que lo representativo del ser humano es el humano
hombre, y que la mujer es un añadido al hombre, su complemento. Es decir, esta
expresión se maneja a nivel de pensamiento. Por tanto, quién es hacedor de historia,
quien define la realidad y la comprende, incluso quien define a las mujeres y dice lo
que debe o no debe hacer es el hombre. De aquí se explica muy bien que las mujeres
sean vistas como incapaces para cuidarse a sí mismas y que se piense que necesitan de
un varón que las guie y las proteja.
Es posible que estas dos expresiones sean suficientes para explicar la violencia
hacia las mujeres, pero no hay que dejar de mencionar la misoginia, pues existe y tiene
fuerza en sectores en los que subyace tanto el sexismo como el patriarcalismo.
2.2. La misoginia
La misoginia es la visión negativa y odio que se tiene de las mujeres por el
hecho mismo de serlo. Esta actitud va acompañada de desprecio y humillaciones.
Aunque se fundamenta en el aspecto sexual, va mucho más allá. Parte de biológico,
pero entiende que esto es solo una mínima parte. Cree que la diferencia biológica es
expresión de una diferencia mucho más profunda. Una diferencia que es vista como en
relación a superioridad e inferioridad; donde la superioridad está en el hombre y la
inferioridad se atribuye a la mujer. Y aún hay más, puesto que todo parte de lo
biológico, se piensa que la mujer ha nacido para estar en inferioridad. Y esto en el
sector eclesial, se entiende como que esto es así porque así lo quiere Dios.
2.3. Los estereotipos socioculturales de la exclusión de las mujeres
Como ya se ha ido aludiendo, uno de los estereotipos naturalizados contra las
mujeres es la supuesta inferioridad que poseen en relación a los hombres. De este
modo, las mujeres deben estar lejos de aquellos espacios sonde se organiza la sociedad
o se toman las decisiones más importantes. De aquí que se piense aún que las mujeres
no deben llegar a la política porque lo harían mal. A esto responde que no hace mucho,
la actual ministra de economía, joven y mujer, en un puesto tan importante, sea
criticada por llegar a ese puesto. Para ello intentaron buscar modos de probar que
estaba en el lugar incorrecto.
Lo anterior está muy relacionado a la idea de que ella es impulsiva y poco
racional. Y que la racionalidad la tiene única y exclusivamente el hombre. Sin
embargo, en otras tareas, que comportan también racionalidad, las mujeres están

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permitidas de asumirlas. Esto nos lleva a pensar que quizás, la permisión se da no por
cuenta de la racionalidad escasa en las mujeres, sino porque no se le quiere abrir paso
a cargos que hasta ahora han ocupado los hombres por autodenominación.
Otro estereotipo bastante conocido es que las mujeres son vistas como fuente de
mal e incluso de su propio mal. Es por eso que aún se oye decir que las mujeres
violadas lo han sido porque ellas se lo han buscado. No obstante esto es contradictorio.
Si los hombres son racionales y capaces de controlar sus deseos sexuales por el buen
uso que hacen de su racionalidad, porque no se saben controlarse ante una supuesta
artimaña de las mujeres. De aquí la idea de que la mujer debe ser controlada o tutelada
por el hombre para que no desate sus instintos embaucadores y deba permanecer
preferencialmente en la casa para evitar la vergüenza o deshonra.
Habiendo echado un vistazo a la realidad que viven las mujeres entorno a la
violencia y los límites del feminicidio, veamos que se nos dice a la luz de la reflexión
teológica.

II. Juzgar la realidad de violencia que viven las mujeres desde la revelación
bíblica y la reflexión teológica
En esta segunda parte nos acercaremos a la Escritura bíblica para ver que dice de
la realidad narrada en el punto anterior. Qué se puede decir a la luz de la fe en el Dios
que camina con su pueblo, también con las mujeres, y que se explicitó en el
movimiento jesuánico. Al menos así lo dicen los evangelios.

3. La perspectiva teológica de la violencia contra las mujeres


La pregunta que puede envolver este punto es si Dios quiere, avala y fomenta la
violencia contra las mujeres. Si los feminicidios son queridos por Dios, aquel Dios de
la vida revelado en Jesús de Nazaret que según Pablo pasó haciendo el bien a toda
criatura y no solo a los hombres.

3.1. Ser mujer en la Biblia


En el contexto bíblico, la mujer se encontraba en una situación violenta que
afectaba seriamente su dignidad y libertad. Estaba restringida y limitada en su
desplazamiento. A esto se debe a que el escritor Flavio Josefo diga que la mujer tenía
límites. Si ella era joven tenía como espacio limitado quedar en la puerta de su
habitación. Si era casada tenía el límite en la puerta de su casa. No podía tejer en la

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puerta de su casa. Además, la mujer debía sufrir el control de su cuerpo y vestimenta.
Si la mujer salía a la calle, en Jerusalén, debía taparse el rostro con dos velos para que
no sea vista. De este modo quedaba invisibilizada y controlada. Así mismo, no debía
conversar con ningún varón, ni para saludar. Es decir, estaba controlada también en su
voz. En caso de desobedecer había normas que se aplicaban para divorciarse y dejar a
la mujer.

El espacio o límite de la mujer se inscribía al ámbito doméstico y sus labores se


desarrollaban allí también. Esta función le permitía desplazarse al campo para los
alimentos y al pozo para acarrear agua para la casa. Pero ella se quedaba al margen de
las escuelas públicas que dirigían los rabinos. Así, solo los niños podían ir a la
sinagoga a aprender a leer y a estudiar la Torá. Ellos tenían acceso a conocer a Dios,
oportunidad negada a las mujeres. Por tanto, no solo estaba impedida de los estudios,
sino también del acceso a Dios por ella misma.

La mujer estaba supeditada al control del varón. Por eso, debía estar siempre
bajo la autoridad de uno de ellos, ya sea su padre, su esposo, su hermano o su hijo. No
tener a un varón que la tutele suponía una desgracia para ella. Esta situación la ubicaba
como una menor de edad, quien tiene que esperar tomen decisiones por ella y sobre
ella; por ejemplo, con quien casarse y cuándo. El poder del varón llegaba a
posibilitarle la poligamia, ante lo cual la esposa no podía tener ninguna objeción. Más
contrariamente, la mujer encontrada con otro hombre relaciones sexuales era
condenada a mujer por la ley mosaica bajo el método del apedreamiento. Dependía del
varón a tal punto que si una mujer quedaba viuda debía casarse con el hermano del
esposo para que le diera hijos. Y esto estaba normado en la ley del levirato. En este
sentido, vemos que la ley favorece la autonomía del hombre y la dependencia de la
mujer ante el hombre.

3.2. La relación entre Jesús y las mujeres


a. La inclusión de Jesús a las mujeres como expresión del Reino de Dios
Leer el Evangelio en sus cuatro versiones nos permite ver que Jesús tuvo una
relación con las mujeres de forma cercana e incluso contracultural. Ya el misterio de la
Encarnación en Lc 1,26 nos presenta al ángel Gabriel conversando con la Virgen sobre
su libertad de aceptar ser madre del Salvador (Lc 1, 26 ss). El texto presenta a una
María no sumisa ni callada, ella pregunta ¿Cómo será esto? (Lc 1,34). Es más, el texto

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presenta la aceptación de la Virgen María (Lc 1,38), con lo cual se está aludiendo a su
permisión libre para colaborar con Dios en el plan de salvación. Hay que resaltar
también que no había hombre mediando la plática entre una mujer y Dios. En esta
línea, se podría decir sin temor que la concepción de Jesús está en un marco de respeto
a la mujer y de valorización de su ser: una mujer no necesita de un hombre para
dirigirse a Dios y ella es portadora de salvación.

Ya en su ministerio, vemos que Jesús incorpora a las mujeres en su misión


pública. Ellas le acompañan (Lc 8,2-3) como lo hacen los mismos apóstoles. Pero no
solo le siguen, las mujeres tienen la responsabilidad dentro de su comunidad itinerante,
de velar por los recursos y la administración, dice el texto: "Y sucedió a continuación
que iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino
de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de
espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido
siete demonios. Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras
muchas que les servían con sus bienes". Ellas compartían la misma vida y misión de
los Apóstoles. Este es otro plano de relación y ubicación misionera de la mujer.

Pero a qué se debe esta opción contracultural de Jesús en favor de las mujeres. Si
el eje de la vida de Jesús fue el Reino de Dios, habrá que pensar en el Reino como la
razón de la apertura de Jesús a favor de las mujeres de su tiempo. Como dice Aguirre,
es posible que las mesas compartidas de Jesús, donde también participaban mujeres,
son signo de que el Reino de Dios ya ha llegado y que ese Reino no concibe ni permite
la exclusión de nadie. Esto se opone tajantemente a la violencia que Jesús vio padecer
en las mujeres.

b. Tacto profético y sanador en contextos de violencia a la mujer en torno a


Jesús
La línea de este análisis bíblico se basa en la recomprensión del cuerpo femenino
en relación con Jesús, rescatando los detalles de lo sensorial, inclusive el tacto; a
través de tres textos bíblicos. También a través del descubrimiento de cómo se des-
estructura esta violencia cultural y feminicida con gestos, mirada, tacto, acogida y una
nueva gestión del espacio público como lugar de salvación.

El trazo de Jesús en el suelo

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Jesús se encuentra con un hecho de violencia física a una mujer, según Juan 8, 1-
11. Al parecer es una mujer tomada prisionera, pues “la llevan” ante Jesús. En manos
de los escribas y fariseos se pretende matar, bajo ley, por haber sido sorprendida en
adulterio. Víctima de un juicio público, se atribuyen el hecho y derecho de decidir su
vida y su muerte. Este juicio favorece al varón y vulnera a la mujer. Quieren apedrear
a ella, pero no condenar al hombre con quien la encontraron infraganti. Pareciera que
el varón queda justificado, olvidado y avalado y que la única responsable del mal es
ella. Es evidente la parcialidad de este juicio, que da privilegios al varón. Jesús no
actúa así y no acepta esta situación. No porque no ve el pecado o mal, sino porque no
avala la desigualdad de las mujer frente al varón.

Leyendo la escena bíblica desde los cuerpos en escena y sus esfuerzos físicos
podemos descubrir varias cosas. El espacio de la escena es el Templo de Jerusalén que
representa el centro del poder religioso sobre las personas. Es, además, el centro de la
moral y lugar del culto divino. Jesús está sentado enseñando, ellos están de pie con el
juicio en acción. Los escribas y fariseos exponen el acto inmoral y la Ley de Moisés,
Jesús se inclina más abajo hasta tocar el suelo y decide callar, creando un acto
simbólico como respuesta. Su dedo escribe en el suelo es la respuesta no violenta.
Ante la mentalidad de muerte, ley y poder sobre la vida frágil, Jesús hace un gesto
artístico en el suelo y con el dedo. Genera suspenso ante la maldad de quienes desean
poner en aprietos a Jesús, sin importarles la vida y el sentir de la mujer. El tacto de
Jesús denota delicadeza y respeto incluso por el cuerpo en pecado, sentido orgánico
del momento. Pero, a la vez, da la espalda y se expone a la violencia. Jesús se
acercarse desde abajo a quien está a punto de perder la vida. La incorporación de Jesús
y su Palabra irrumpe el acto violento del grupo: "Aquel de vosotros que esté sin
pecado, que le arroje la primera piedra". Con esto, desnuda el velo falso de la pureza
social, todos son pecadores. Se desarma la violencia al verse todos en pecado. Porque
ya la lógica se vuelve masivamente contra ellos: merecen también morir por ser
pecadores. Entonces abandonan la escena y se crea un momento de intimidad.

El verso 10 contiene el diálogo de Jesús con ella. Le dice, Mujer, el mismo título
dado a su madre en la cruz. En seguida vienen dos preguntas que abren paso a una
nueva consciencia social: “¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado? Preguntas que la
llevan a pensar y descubrir su realidad. Ella no solo ha sido liberada de la muerte, sino

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que ahora tiene voz, puede hablar y es escuchada con dignidad lejos de la muerte.
Entonces, emerge quien no condena e invita a otra vida. Jesús ha salvado a la mujer y
al grupo de violentos de quitar la vida.

El tacto de la mujer hemorroisa

Jesús y la hemorroísa es un texto de la intimidad femenina curada en espacio


público. Es muy interesante ver cómo esta mujer, víctima de una hemorragia de
muchos años, actúa físicamente con Jesús en búsqueda de su sanación. Es el encuentro
con Jesús desde el tacto y lo sensorial. Su fe es una experiencia sensible. En Mc 5,25-
34 nos hace ver que ella piensa en tocarlo y cree así será curada. El caso de la mujer
hemorroisa la diagnostica como sangrado ginecológico 1. Nuria Calduch, sugiere leer el
texto de la hemorroisa “como un diálogo corporal terapéutico entre la mujer y Jesús,
un diálogo entre el cuerpo enfermo y la energía del amor que cura” (p. 17). Es
importante porque es una hemorragia íntima de su ser mujer y está en un espacio
público, solo queda la percepción, el atreverse, el contacto y creer que Jesús actuará en
su intimidad. Jesús es un espacio sanador para la mujer en el espacio público. Dice el
texto bíblico v29: “…y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal”. Jesús da salud
pública a la mujer que se desangraba. Y por su parte, la iniciativa es grande y efectiva.
La mujer deja el espacio de atrás: “va por detrás”, donde la ubica el código social, y es
puesta a la luz de todos. Queda visibilizada y sanada.

La hemorroisa se sabe impura, pues la sangre derramada era una mancha


negativa a los ojos de Dios. Esto explica el temor y miedo de ser apartada y
encadenada por estar en medio de la gente. El gesto de tocar, querer solucionar y
probar, es una transgresión de las costumbres y la cultura. Ella como pecadora por la
sangre que emana debe estar lejos de la gente, aquí ella se revela y actúa desde el
tacto. No es violencia ni apabullamiento, no necesita más que recurrir a la mano y el
tacto. Como quien explora otra realidad diferente a todo lo que vive.

Es poderosa esta timidez y fe sencilla en el contexto social. Pero es capaz de


subvertir el componente social que oprime a la mujer hasta afectar lo íntimo y privado
de la mujer. La acción de fe de la hemorroísa es sencillo y diferente. Está tocando a

1
Nuria Calduch-Beneges. “El perfume del Evangelio. Jesús se encuentra con las mujeres”.. LA mujer
sería el único caso en los Evangelios de una mujer que tiene una hemorragia ginecológica. Pg. 16.

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Dios hecho hombre de forma diferente a todos lo que están en contacto con Jesús,
como deja saber el texto “Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: "¿Quién me
ha tocado?”. V31b. El acceso a Jesús está disponible para la gente sencilla y humilde
que tiene fe, incluso para las mujeres.

Este texto como el de la hija de Jairo, revelan el poder de Jesús -un poder que
descompone los tabúes sociales y los preceptos de la ley–, y exalta el poder de la fe:
una fe sencilla, pero fuerte, madura en la prueba, la fe de una mujer...” (p. 19).

Derroche sensorial de amor

Sobre la mujer pecadora que nos narra Lc 7,36-50. La mentalidad de violencia


sobre la mujer está estimagtizada por su historia. Piensan que ella es mala en sí misma,
su tacto y presencia comunica su mal. La violencia es el juicio sobre ella. No tiene
rango social, está en la última fila 2. Esta condena por estos criterios, dice Nuria
Calduch. “En Lucas, Simón alude al pasado, al tipo de vida y a la fama de la mujer”
(p. 56). Pero, el Evangelista Lucas presenta a Jesús marcadamente diferente, tiene otra
aptitud y tiñe otro concepto sobre la misma persona. Jesús, está presente en el presente
de ella, ella está en su aquí y ahora arrepentida. Y Jesús queda pasivo y receptivo a la
acción abundante de ella. Permite la expresión física, sensible de su tacto y gesto.
Todo el lenguaje físico y sensual de la mujer es amor, dice Nuria Calduch: “...el gesto
expresa todo el amor que la mujer siente por Jesús.”, leemos el texto, v.38: "y
poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los
pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el
perfume" Son verbos activos que denotan total desborde de amor.

Es importante resaltar que Jesús, no juzga como malo el comportamiento de la


mujer. No es condenada por su expresión libre de amor hacia él. Su feminidad no es
juzgada ni controlada. Ella, solo se expresa en un acto de fe y amor. Es más, Jesús la
defiende en una parábola sobre el perdón. Jesús tiene claro que está arrepentida y no
2
Nuria Calduch. La mujer tiene ya estigmas sociales: es mujer, lo que la margina de muchas formas.
Pero, ella está en desventaja social en muchos casos. Pues, la importancia de alguien están a en su
puesto social y situación personal. “la mujer del perfume no es “farisea”, no es “rabina”, no es letrada.
Es solamente pecadora de renombre, y, para colmo mujer. Pero a nuestra protagonista no le pesan sus
títulos de marginación, y se introduce en el banquete, en un asunto propio de hombres... Se salta todas
las estrictas reglas sociales. Afronta el riezgo del rechazo, la incomprensión, el desprecio, la condena.
Para ella su amor y gratitud a Jesús están muy encima de los códigos sociales. “ Pg. 65.

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confunde nada de ella. Se convierte en espacio seguro, donde hay un vínculo sano y
donde tiene sentido profundo la expresión gestual. Es un derroche sensorial de amor a
Jesús, comenta la autora “La mujer esta lo más bajo posible. Y, desde abajo, la mujer
llora, le mira y le habla. Habla en silencio, sin palabras. Habla con su cuerpo” (p. 65).
Entonces, el diálogo del cuerpo es ya una terapia que reconstruye esa violencia contra
la mujer. El lenguaje del cuerpo está dando un mensaje potente al medio violento.
Jesús deja a la mujer en su rito de amor, en su gesto y lenguaje femenino. Se está
reparando su historia y su relación con el medio social y público.

Jesús da espacio a la expresión libre del cuerpo como espacio de expresión de la


identidad y la fe. Puede manifestarse y ser ella misma desde su propio lenguaje y su
conexión interior, ya que Jesús se hace espacio para ella quien es aceptada y
reivindicada. En el texto, la mujer besa, baña con lágrimas, enjuga y unge "Las cuatro
acciones implican un contacto físico que Jesús acepta con toda naturalidad. Dice la
autora, Jesús se deja tocar, porque se deja amar. Las caricias de aquella mujer son la
expresión corporal de un amor sincero y agradecido. Un amor que necesita salir de sí
mismo para entrar en la alteridad del otro” (p. 67). Es un derroche sensorial de amor
reparador.

3.3. La mujer a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia


La comprensión de la mujer en la Doctrina Social de la Iglesia ha supuesto todo
un camino que comporta no solo a quien piensa, sino el contexto que le envuelve y el
tiempo que le delinea. De este modo, podemos ver qué decía León XIII, en la Rerum
Novarum de 1981, acerca de la problemática laboral. Pedía, en defensa de la mujer,
cuidar de su debilidad no recargándole trabajos que no puede soportar físicamente.

En cambio, Pio XI y Pio XII, pedía un mejor sueldo al Pater Familia, para que la
mujer no se vea obligada a salir a trabajar en el ámbito público descuidando el decoro
femenino. De este modo, la mujer es pensada una vez más en el ámbito doméstico y en
la sola labor maternal.

Es desde el Concilio Vaticano II, donde Juan XXIII irrumpirá con un modo más
creíble para las mujeres. Ellas con su aporte pueden cambiar la sociedad. Y es
presentada como uno de los signos de nuestros tiempos. Esto será importante porque,
de una u otra manera, la mujer está siendo visibilizada. Más tarde, en Laborem

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Exercen de Juan Pablo II, no obstante, se vuelve a mirar hacia atrás, insiste en el
sueldo familiar al cabeza de familia, que sea capaz de sustentarla, sin la necesidad de
que la mujer salga a trabajar fuera de casa y descuide el hogar. Esto significa que la
mujer sigue siendo pensada como la ayuda del varón. Es más, ella es considerada la
única responsable del buen llevar la casa-hogar y la formación de los hijos. Mientras el
padre, se deslinda de estas responsabilidades y su aporte es meramente económico.

Afortunadamente, el papa Francisco dará otro tono a esta mirada: las mujeres no
solo aportan al mundo con la intuición y el corazón, también con la sabiduría que
poseen. Pero no solo esto, sino que también abre espacios para que ocupen puestos
importantes en el Vaticano. Del mismo modo, lo dice explícitamente, la mujer no está
hecha para lavar platos. Ella puede hacer mucho más como: dirigir una empresa o una
organización con mucha habilidad y capacidad. Sin embargo, no hay que dejar de ver
y decir que aún queda camino por andar. Las mujeres se han ido forjando espacios
abiertos, pero aún hay puertas cerradas, por tanto, la voz viva ha de seguir vigente y
activa.

III. Actuar desde una respuesta holística


4. La visión holística de la realidad como una propuesta teológica para una
sociedad inclusiva y justa para las mujeres
Las historias fragmentadas generan malas interpretaciones. Esto, unido a los
fundamentalismos o literalismos han servido para avalar sociedades desiguales en todo
el mundo. En este sentido, es necesario aprender a mirar el mundo desde una
perspectiva integral para buscar sociedades inclusivas.

De este modo, el reino de Dios presentado por Jesús, es una gran propuesta
integradora, holística e inclusiva para todos, no solo para las mujeres. Ver la realidad
desde otro yo o un tú permite pensar a los demás con respeto.

Y, el mejor modelo en el movimiento jesuánico es el mostrado en el entorno de


las comidas de Jesús. Una mesa donde todos tienen un lugar, un espacio para estar,
pensar, escuchar y hacer oír la voz. Y, lo más importante, un lugar alternativo para la
diversidad. Y esta es la cuestión, cómo saber estar frente a los otros como diferentes,
pero con iguales derechos.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

El trato de Jesús a la mujer. Recuperado de www.supercable.es/~nube/portadab-9.htm


CNDH (2018). Violencia Institucional contra las mujeres. Recuperado de
https://www.cndh.org.mx/sites/default/files/documentos/2019-
04/41_CARTILLA_ViolenciaContraMujeres.pdf

Calduch-Beneges, N. “El perfume del Evangelio. Jesús se encuentra con las mujeres”.
P. 16.

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