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Biografía
Agustín de Hipona, conocido también como san Agustín (en latín, Aurelius Augustinus
latino, una de las máximas figuras de la historia del pensamiento cristiano. Excelentes
pintores han ilustrado la vida de San Agustín recurriendo a una escena apócrifa que no por
estos artistas le presentan acompañado por un niño que, valiéndose de una concha, intenta
llenar de agua marina un agujero hecho en la arena de la playa. Dicen que San Agustín
Trinidad y que, cuando trató sonriente de hacerle ver la inutilidad de sus afanes, el niño
repuso: "No ha de ser más difícil llenar de agua este agujero que desentrañar el misterio que
bulle en tu cabeza."
San Agustín se esforzó en acceder a la salvación por los caminos de la más absoluta
racionalidad. Sufrió y se extravió numerosas veces, porque es tarea de titanes acomodar las
los saberes enciclopédicos. Y aún es más difícil si se posee un espíritu ardoroso que no
ignora los deleites del cuerpo. La personalidad de San Agustín de Hipona era de hierro e
vista por San Agustín no solo aparece la justicia divina de Dios, sino también su
misericordia, por ello, la historia es al mismo tiempo que castigo, redención de este castigo.
Para el cristiano la historia se hace posible mediante el pecado, es decir, a través del
quebrantamiento de la ley divina, por el afán de conocer el bien el mal. Pero el pecado es
texto, “la historia es, sin duda, historia de los pecados humanos, pero también de la
salvación de los mismos”, es desde esta concepción como San Agustín denomina a la
Para ubicarnos en la visión de San Agustín, será necesario distinguir la época que
influyo en su concepción de la historia. Hacia el año 413 San Agustín empiezo a escribir su
libro Cuidad de Dios, el irrumpir de los pueblos barbaros sobre el Imperio había dejado de
ser un hecho pacifico, ese tiempo, representa un pasaje oscuro y apasionante de la historia,
pues es la época de la disolución del mundo antiguo, la llamada decadencia>> Ante esa
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gran crisis del mundo, San Agustín escribe su teología de la historia y todo contenido de su
pudiera desenvolverse en ella; en este orden, el cristiano concibe la naturaleza como parte
contemplación de Dios. La naturaleza es, como dirá posteriormente Hegel, lo que está ahí,
muda y paciente, para que sobre ella puede desenvolverse, como sobre un escenario, el
Según esta visión, el drama de la historia no tiene espectadores, sino únicamente actores.
Estos actores son los hombres, todos los hombres. Por eso el hombre es, en el fondo,
únicamente un actor, un ser que lleva la máscara y que por llevarla es llamado precisamente
lo que, al parecer, significa ‘máscara’: una persona. La personalidad del hombre consiste en
asignado de ante mano desde los tiempos en que no había nada, ni siquiera tiempo, porque
todo estaba en el seno de Dios como modelo y paradigma. La historia, nace propiamente
cuando nace, por la voluntad de Dios, el tiempo y, con él, el mundo y, con el mundo, el
hombre. El cristiano se encuentra con un universo que ha surgido por la creación, que ha
tenido no solo un fundamento real, sino un comienzo en el tiempo. Pero el tiempo no tiene
de las épocas y de los pueblos, el primer esfuerzo que se hizo en el mundo antiguo para no
Agustín es la historia de toda la sociedad humana, la cual se halla ligada, según sus propias
palabras, por <<la comunión y el lazo indisoluble de una misma naturaleza>> Ahora bien, esta
concepción toma como punto de referencia algo que va más allá de la evolución de un
pueblo o de la comunidad de la una raza, lo que hace a la visión cristiana muy distinta de
todas es la idea agustiniana de separar la ciudad terrenal de la ciudad divina, de dar lo que
una extraña fusión de creencias y esperanzas que se conoce como sincretismo. El rasgo
característico del régimen antiguo había sido la vinculación de lo estatal con lo religioso.
La cuidad terrenal era al mismo tiempo, la cuidad divina y el Estado-Cuidad era al mismo
tiempo concebido como Estado-iglesia, esto se había mantenido imperturbable hasta que
mantenido firme dentro de sus estrechos límites mientras no hubo separación entre lo
religioso y lo profano, es decir, mientras hubo como en los comienzos, creencias verdaderas
hueco dejado por la fe y la confianza en los dioses, apareció lo que denominamos el amor al
saber, la filosofía.
En la visión del cristiano, el drama de la historia no ocurre más que una sola vez. Por
pues la historia es, por principio la inquietud misma, el vivir sin reposo hasta que el corazón
descanse en Dios. En la historia no hay para San Agustín ninguna paz y sosiego. El sosiego
discordia, una ciudad divina que llega hasta este mundo bajo la forma y el aspecto de la
Iglesia. Para el cristiano hay dos ciudades y una sola patria verdadera: La ciudad de Dios.
historia.
separación es solo interna, pues solo es conocida por Dios, porque solo en Él están los
nombres de los habitantes de los dos mundos. La presciencia divina de las cosas futuras, la
providencia de Dios que rige la historia de tal modo que no hay ni puede haber en ella nada
que no estuviera previsto y designado desde siempre. Sin embargo, el hombre es libre y es
definido como un ser que goza de la libertad, pero esta libertad que tan graciosamente le es
culpa y del mal. La oportunidad de ser parte de la sociedad de Dios se esfumo desde el
momento que el hombre hizo –por su libre albedrío humano– una elección que determino la
historia, una cadena en la que cada uno de nosotros está envuelto sin posibilidad de
evasión. La historia comienza con Adán, pero solo con un momento de la existencia de
Adán: con el pecado. Desde ese momento la historia quedo iniciada y dividida por las
disipaciones del cielo. Disposiciones del cielo más que acontecimientos en la tierra, pues lo
que caracteriza las etapas de la historia no es tanto lo que ocurre en ellas; lo que hace de la
historia un progreso no es el aumento del poder del hombre, sino más bien, la revelación
del Dios escondido. Todo lo que queda fuera de esta revelación, queda fuera de la <<historia
eterna>>.
sentido a la visión agustiniana de la historia, desde esta perspectiva no acaba todo bien, ni
todo mal, en ella mueren, con una eterna muerte sin reposo los condenados, pero viven con
una vida sin más inquietud y desasosiego los que están inscritos en el registro de una ciudad
que está constituida desde siempre, pero que solo quedara colmada cuando la historia, ese