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CONCIENCIA NEGRA

Y PROCESO DE LIBERACIÓN

Aunque no sea negro de raza, puedo serlo por opción política, es decir, no siendo negro
puedo asumir la causa de los negros, defender los derechos de sus luchas, reforzar como
pueda su organización y sentirme su aliado en la construcción de un tipo de sociedad que
haga cada vez más imposible la discriminación racial y la opresión social, y que vea la
diferencia como riqueza y la acoja como complementación.

Con este horizonte, presentaremos algunas reflexiones introductorias para enfatizar el


nexo entre conciencia negra y el proceso global de liberación.

Negros: los primeros libertadores de Brasil La conciencia negra surge por todas partes y en
sectores importantes de los 60 millones de negros que componen la población
brasilera.

La irrupción de esta conciencia tiene dos significados fundamentales:

i. El primero detecta el pecado original subyacente en toda nuestra sociedad, el


mecanismo de violencia organizada que preside nuestras relaciones sociales,
haciendo ilusoria nuestra democracia racial.

ii. El segundo reclama la recuperación de la identidad negada y hace, al mismo tiempo,


una poderosa reafirmación de una cultura silenciada cuyos valores deben entrar en un
proyecto colectivo, que supere las contradicciones y antagonismos presentes hoy, dentro
de una perspectiva nacional y mundializada.

Consideremos cada uno de estos significados axiales.

Conciencia negra como negación de la negación

La conciencia negra nos explica los cinco «no» históricos de los que han sido víctimas los
negros y los pobres en general.

El primer «no» viene del proceso colonial. Ser colonia significa ser reducido a no-pueblo, a
no tener autonomía como pueblo, no tener un proyecto propio, una historia
independiente y una identidad propia.

Es existir para los otros, producir para los otros y entregar la vida y la muerte en manos
del invasor.

El segundo «no» viene de la esclavitud: es ser considerado no persona, pieza, cosa, ser
bestial (expresiones cotidianas en la jerga de los esclavistas). Alguien arrancado de su
continente, Africa, tratado como animal, sin ningún derecho. Convertido en instrumento
de riqueza de los señores, quienes, después de explotarlo durante 8-10 años (ese era el
tiempo de vida útil de un esclavo), lo desechaban y sustituían por otro.

El tercer «no» resulta de la exclusión social: es ser convertido en no-ciudadano. De la


senzala', fue lanzado directamente a la favela sin ninguna compensación o pedazo de
tierra, casa o herramienta para empezar a trabajar.

El cuarto «no» proviene del racismo: es ser considerado no digno, no-inteligente, no-puro,
inferior y despreciable por el hecho de ser de raza negra o de color oscuro.

Por último, el quinto «no» deriva de la marginación religiosa: es ser considerado no-hijo-
de Dios, es ser tenido como hijo de la maldición de Caín y presa del demonio. La esclavitud
social, se decía, es expresión de la esclavitud sobrenatural a la que están sujetos los
africanos a causa del color de su piel.

Estos «no» provocaron una pasión colectiva del pueblo que supera las estaciones del vía
crucis del hijo de Dios, un sufrimiento generalizado tan grande que casi destruyó, en los
negros, la conciencia de ser personas.

Las violencias que sufrieron, las diferentes torturas, el pavor a que se les sometió
mediante la mutilación, el látigo, el asesinato fácil, las humillaciones de todo tipo tientan,
todavía hoy, la fe de cualquier creyente en un Dios providente y bueno, y transforman la
esperanza de justicia histórica en profundo abatimiento.

A pesar de esto los negros resistieron todo y ahí están en nuestra sociedad con una
esperanza y una fe que confunden la sensatez de la razón.

A causa de ellos nos negamos a aceptar que la acumulación de sufrimiento no tenga un


valor universal y que no traiga lecciones para toda la humanidad, a condición de que los
negros y negras hablen, den testimonio y animen una lucha para que nunca más se
perpetre otra deshumanidad semejante sobre nadie ni sobre ningún otro pueblo o etnia.

La conciencia negra mantiene viva esa memoria passionis y despierta en nosotros la


necesaria mala conciencia de ser los causantes de las iniquidades que los afligen y de
tener el deber de reparar históricamente y de hecho, juntos, la justicia que todavía no han
tenido.

Los negros tienen derecho a clamar al cielo hasta el día del Juicio final contra nuestras
perversidades y a exigir la dignidad que todavía no les ha sido suficientemente reconocida.

La esclavitud deshumanizó a todos. Deshumanizó a los señores de esclavos que vivieron la


esclavitud bajo un permanente síndrome de miedo de revueltas, envenenamientos,
asesinatos de los amos, de sus hijos, asaltos a sus mujeres. Los esclavos eran casi siempre
mucho más numerosos que los blancos esclavos negros.
Para aplicar la violencia que impusieron a los negros, tuvieron que reprimir su capacidad
de comprensión, de humanidad, de compasión.

Por eso, hasta hoy, las clases dominantes herederas del orden esclavista, están habitadas
por prejuicios de que los negros, los mulatos, los pobres no valen nada ydeben ser
tratados con violencia y dureza.

Sus salarios de hambre entienden como una manifestación de generosidad. Un deber de


justicia, pues, según ellos, los negros deben simplemente trabajar para otros como lo han
hecho siempre.

Todavía hoy son los últimos en ser admitidos en un empleo y los primeros en ser
despedidos.

La esclavitud deshumanizó mucho más a los negros.

Bajo semejante violencia, los negros internalizaron al opresor dentro de sí.

Para sobrevivir tuvieron que asumir la religión, las costumbres, la lengua de sus opresores.

Tuvieron que desarrollar una picaresca propia como estrategia para nunca decir no y
poder conseguir al mismo tiempo un derecho o un objetivo que de otro modo jamás
alcanzarían.

Para ascender en la sociedad dominada por los blancos, muchos tuvieron que blanquear
su modo de ser y de pensar; tuvieron que negarse a sí mismos como cultura y como etnia.

A fuerza de ser inferiorizados y negados, acabaron perdiendo su autoestima y las


dimensiones de su extraordinario papel civilizador en la construcción de Brasil.

La conciencia negra, con sus diferentes movimientos, no nos deja olvidar esa anti-realidad.

Destruye el mito de la democracia racial, de la benevolencia y de la blandura en las


relaciones sociales brasileñas. En la perspectiva de las víctimas son duras, crueles y sin
piedad.

El mérito de los distintos movimientos negros del siglo XX desde Frente Negro Brasilero de
los años treinta (con Abadias do Nascimento) y del Movimiento Negro Unificado contra la
Discriminación Racial de los años setenta (con Leila González, Abdias do Nascimento y
otros), la Unión de la Conciencia Negra de los años ochenta y otros más es suscitar
permanentemente la cuestión negra como una cuestión no resuelta en la conciencia
colectiva brasilera.
Conciencia negra y liberación para un proyecto democrático multiétnico.

La segunda misión de la conciencia negra es más constructiva y prometedora: recuperar la


dignidad humillada y ayudar a unproyecto de liberación global, panhumanista,
pluricultural, multiétnico, ecuménico y democrático.

Resaltemos solamente algunos puntos:

a) Recuperar la memoria histórica a partir de la senzalamente

Una tarea urgente y no realizada por entero consiste en recuperarla historia del
sufrimiento y de las luchas de liberación a partir de la perspectiva de la senzala y del
espíritu de los palenques'.

La mayoría de las investigaciones sobre la cuestión negra han sido escritas por manos
blancas, por lo tanto desde la perspectiva de la casa-grande (la casa del amo), con una
epistemología marcada por los agentes de la dominación y sus aliados. Además, en gran
parte es una ciencia arqueológica, en el sentido de que se interesa por el pasado de la
esclavitud sin percibir el esclavismo tardío (Clovis Moura) que continúa hasta el día de hoy
bajo un tipo de relación social de exclusión a la que están sujetos los negros en la sociedad
dominante de los blancos.

Se trata, también, de una ciencia, en gran parte, sin praxis política de liberación. No se
trata sólo de saber sobre el negro, sino de valorizar el saber del negro, saber acumulado
de resistencia, de lucha, de prácticas organizativas y de sueños presentes en los
palenques. Es importante devolver al negro su discurso, su capacidad de nombrarse, como
momento de una conciencia para el otro, de rescatar las matrices de su experiencia
histórica de sufrimiento y de libertad.

El rescate de la conciencia histórica es un momento de la lucha de liberación de los negros


y no sólo una tarea iluminista y académica. Es el momento de establecer el sujeto de la
liberación que se da cuenta de su inserción inicua en la historia de la barbarie blanca, para
extroyectarla desde dentro de sí y elaborar una práctica que la supere y elimine las
condiciones históricas para que se reproduzca.

La historia contada por la mano negra no es sólo una historia contra el blanco, es una
historia propia que no se confunde con la historia de sus opresores y esclavócratas
aunque esté ligada dialécticamente a ella. No quiere ser, como dice el escritor negro
haitiano René Depestre, «un discurso del dominado pronunciado según las reglas del
enunciado del discurso dominante».

Los luchadores de la libertad en Brasil no fueron los blancos oprimidos, ni los


inconfidentes" ni ningún otro; fueron los negros. Desde que se empezó a introducir la
esclavitud en 1538, y definitivamente a partir de 1549, hubo revueltas, fugas y palenques,
de manera continua, persistente y nacional.

Después, es importante reconocer que fueron los negros quienes prácticamente


construyeron todo lo que se ha construido en este país. Fueron los únicos que trabajaron
de verdad porque los señores sólo ordenaban y recogían, perezosamente, el fruto del
trabajo esclavo de los negros.

En las guerras fueron los que lucharon más. En la Guerra del Paraguay, gran parte de la
clase señorial desertó cobardemente de sus deberes militares y mandaron a sus esclavos
en su lugar. Estos, en número cercano a 100.000, murieron en los frentes de batalla, y
muchos otros millares de malaria y desnutrición. Al regresar, muchos de ellos fueron
traicioneramente reesclavizados, a pesar de todo esto y de haber trabajado tanto, cargan
con el sambenito de ser perezosos y poco inclinados al trabajo serio.

Los negros cumplieron una gran función civilizatoria, dieron contribuciones preciosas en
los hábitos familiares, en la religiosidad, en las costumbres, en la lengua, en la agricultura,
en la medicina, en la culinaria, en la música, en la visión del mundo, cargada de sentido
ecológico y místico, bajo las condiciones más inhumanas que podamos imaginar'.

b) Recuperar la cultura negra

No existe ninguna cultura sustancialmente definida en sí y por sí. Una cultura, así como
una identidad cultural, se forma a partir de una relación de oposición. Es diferenciándose
de los demás como se entiende y se define un grupo humano. Así también la conciencia
negra surge al darse cuenta de su sufrimiento, producido por la cultura blanca.

Elabora un proyecto de resistencia, descubre aliados que, aunque diferentes, se unen con-
tra un opresor común. En los años treinta del siglo xx, la negritud que surgió en el Caribe
(Aimé Cesaire y Léon Damas) y en Francia respectivamente, y en África (Léopold Senghor y
su grupo del Manifiesto de Legítima Defensa de 1932) quería reafirmar los valores de la
cultura negra. Black is beautiful y I, America del gran poeta estadounidense Langston
Hughes, mostraron ese lado antirracista del movimiento. Querían reafirmarse como
negros y estadounidenses o brasileros o caribes y no ser discriminados por ser negros.
Querían ser aceptados como negros en lo positivo de esta diferencia, ayudar con sus
valores a construir la nación.

Esta postura es correcta, pero la cultura es algo más. Al confrontarse con los otros se
descubre que ser negro es una manera única de estar-en-el-mundo. En realidad se debería
hablar, en plural, de las distintas culturas negras porque abarcan varias naciones con
lenguas, tradiciones, metafísicas y religiones distintas.
Pero todas tienen en común no ser culturas occidentales. Trabajan otro tipo de
racionalidad, otra relación con el cuerpo, otras emociones, elaboran de manera diferente
su imaginario, la comprensión de la vida, de la muerte y la relación con sus antepasados.

Dan especialmente otra centralidad a la dimensión mística y religiosa del ser humano.
Todas las culturas negras son profundamente religiosas, con una religiosidad cósmica y
holística. Recuperar la cultura significa legitimar su forma de habitar el mundo, de comer,
de vestirse, de bailar, de realizar la sexualidad y el amor, y de rezar. Es un esfuerzo de no
dejarse asimilar de manera ingenua por la cultura dominante, sino de hacer posible un
diálogo fecundo con ella a partir de las matrices propias de la cultura de los negros.

La recuperación de la cultura y de la memoria de los negros no es sólo una cuestión de


historia sino de justicia. Es importante no olvidar jamás que la cultura occidental blanca y
el tipo de lectura que se hace del mensaje cristiano encarnado en ella se ha caracterizado
siempre por el uso indiscriminado de la violencia con los que son diferentes. Siempre ha
habido una dificultad casi insuperable para acoger la alteridad racial y las diferencias
religiosas.

Éstas fueron casi siempre destruidas o incorporadas de forma subalterna o dominada. Los
negros han sido hasta el día de hoy las víctimas más trágicas de esa estrategia. Por eso es
preciso denunciar continuamente este virus devorador presente en el paradigma
occidental y mantenerlo bajo vigilancia para que no continúe su acción avasalladora.

Por otra parte, es importante recoger las escasas expresiones que condenan la esclavitud,
como los jesuitas Miguel García (1538) y Gonçalo Leite (1586), muy pronto castigados con
la transferencia a Portugal; las manifestaciones de solidaridad con los esclavos en la fase
tardía de la esclavitud, como los gestos de Antônio Bento y de sus auxiliares y
colaboradores, ayudando a montar palenques; la importancia de las cofradías, como la de
Nuestra Señora de los Remedios; la procesión del esclavo torturado y otras más.

Proyecto de una democracia multiétnica, igualitaria, solidaria, ecológica, plural y espiritual


Solamente en una sociedad democrática basada en la participación, que busque niveles
cada vez más altos de igualdad societaria, que valore las diferencias con sentido de
solidaridad, que acoja la comunicación intersubjetiva y que aprecie lo religioso y lo
espiritual como dato antropológico de base, se puede esperar la liberación de los
prejuicios y de la discriminación de las exclusiones que sufren millones de negros en Brasil
y en todo el mundo.

Los negros pueden dar un aporte inestimable a la construcción de una sociedad


democrática porque, históricamente, para sobrevivir han tenido que disimular, amañarse,
sincretizarse, resistir para mantener valores fundamentales y protestar hasta la muerte
contra el secuestro de su libertad. El sufrimiento les ha hecho maestros del vivir y del
sobrevivir, les ha dado la capacidad de crear relaciones hacia todos lados, de religar todo a
lo sagrado y conferir así a la historia un aura promisoria de que siempre hay lugar para la
esperanza contra todas las desesperanzas, actitudes imprescindibles para la construcción
no ideológica de una democracia racial y panhumanista.

La mayoría de los negros no es consciente de todo lo que su cultura y sus religiones les
han ayudado a mantener la dignidad mínima; nadie les ha informado de su enorme papel
civilizador en la historia de Brasil. La esclavitud produjo en ellos la pérdida de su
autoestima, por eso tienden a creer que su cultura y sus religiones son marginales, por
descubrirse a sí mismos como socialmente marginados. En realidad son culturas ricas y
religiones de gran complejidad y profundidad teológica, reveladoras del misterio divino de
donde deriva la fuerza de integración Humana.

La democracia será el espacio de convivencia de todas las etnias, de todas las lecturas del
mundo, de todas las experiencias de lo sagrado y de lo divino. La República negra de los
Palmares intentó realizar ese sueño; en ella no sólo había negros fugitivos sino también
campesinos empobrecidos, blancos marginados, mestizos discriminados, cristianos y hasta
frailes franciscanos. Todos compartían un sucño de libertad conviviendo con todas sus
diferencias.

Hoy ya no entendemos la socicdad sin su dimensión ecológica. Pertenece a la democracia


integral exigir que incluya como ciudadanos, con derecho a existir y a ser respetados, a los
elementos cósmicos, a los suelos, las montañas, compañeros de viaje de los seres huma-
nos. El ser humano vive su relación con los demás en la interface personal; vive su
dimensión social con muchos otros en instituciones que deben ser justas y participativas,
dentro de una naturaleza respetada e integrada que garantice buena calidad de vida a
todos y permita una experiencia globalizadora del ser humano con la totalidad del
universo.

La democracia debe ser sociocósmica. Sólo así el ser humano reconoce la solidaridad
existente entre todos los seres de la creación y su inserción en la inmensa corriente de
vida y en el proceso evolutivo que ha llegado hasta él y que sigue abierto hacia delante. La
cultura negra ha expresado maravillosamente esta dimensión cósmica. Los orixás se
manifies tan en las fuerzas de la naturaleza y la propia naturaleza es vivida en su
interioridad espiritual, cargada de energías y de mernsajes.

Para construir estas relaciones tenemos por delante un largo camino. Deberán ser
conquistadas por el grupo negro con la solidaridad de otros oprimidos y de muchos
aliados. Sólo aí sus derechos serán garantizados y conservados, y estarán en con di-
ciones de contribuir con su inmenso caudal de sufrimiento a un país en el que sea menos
difícil la solidaridad y la amistad, por no decir el amor.

Esta colaboración de las poblaciones negras adquiere um dimensión mundial. La


mundalización a la que estamos asistiendo crecerá en hominización y humanización de las
relaciones entre los diferentes si tiene como motor los valores a los que acabamos de
referirnos. En caso contrario, estaremos todos en manos de una nueva colonización
mundial, de una nueva fuerza imperial que impone a todos su singularidad como
expresión de una falsa universalidad.

Parafraseando al antropólogo Roberto Da Matta podemos decir: un pueblo que canta, que
baila y que reza como el pueblo brasilero, especialmente los representantes de la cultura
negra, sólo podrá tener un futuro bienaventurado y sintonizado con el sentido superior de
la andadura histórica y cósmica de la humanidad.

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