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Universidad Técnica Estatal Quevedo

Facultad de Ciencias Pecuarias


Carrera de Ingeniería en Zootecnia

Tema:
Absorción y metabolismo en animales rumiantes y no rumiantes (absorción y metabolismo
de lípidos en rumiantes y no rumiantes).

Nombre:
Torres Olivez Agueda Haylin
Curso:
Cuarto Zootecnia “B”
Docente:
Ing. Juan Avellaneda
Materia:
Nutrición Animal
Año lectivo
2018 – 2019
METABOLISMO DE LOS LIPIDOS EN LOS RUMIANTES Y NO RUMIANTES

INTRODUCCIÓN

Los lípidos son biomoléculas orgánicas formadas básicamente por carbono e hidrogeno y

generalmente también oxígeno en cantidades muchas más bajas, pero también pueden

contener fosforo, nitrógeno y azufre.

Los lípidos son grupos heterogéneos de compuestos entre los que encuentran grasas,

esteroides ceras y compuestos relacionados cuya vinculación se debe más a sus propiedades

físicas que a la química. Tienen la propiedad común de ser: relativamente insolubles en

agua y solubles en disolventes no polares como éter y el cloroformo.

Son constituyente importante no solo por el aporte de energía, sino que también a las

vitaminas solubles en grasas y a los ácidos grasos esenciales que contienen las grasas de los

alimentos naturales. La absorción de grasa es diferente a la absorción de carbohidratos y

proteínas ya que la digestión de los lípidos se debe buscar la forma de ser hidromiscibles y

puedan ser absorbidas por las microvellosidades del intestino delgado.


Absorción y metabolismo de lípidos en animales no rumiantes

La digestión los no rumiantes en tiene lugar primordialmente en el duodeno, aquí las grasas

se emulsionan debido a la acción de las sales biliares liberadas gracias a la presencia de

alimentos en el duodeno estimulando la secreción de hormonas intestinales que producen la

contracción de la vesícula biliar y la secreción de jugos del páncreas. Las sales biliares son

potentes emulsificantes, una parte de la molécula es soluble en agua y otra parte lo es en

grasa.

Antes de su ingreso en el intestino, la grasa de los alimentos es degradada, en sólo muy

pequeña proporción en el estómago; siendo por ello importantísima la misión de la lipasa

pancreática en la degradación de las grasas a nivel del intestino delgado. La lipasa

pancreática escinde las grasas, pasando por diglicéridos y monoglicéridos, pudiendo incluso

hidrolizarlas completamente en ácidos grasos y glicerina.

El pH óptimo para la acción de la lipasa pancreática se sitúa en 8.0.

Cuando el contenido gástrico penetra en el duodeno tiene lugar la transformación en

jabones de una parte de los ácidos grasos libres, a causa de la elevada cantidad de

bicarbonato existente en el jugo pancreático. Estos jabones, junto con los ácidos biliares,

actúan emulsionando las grasas; el grado de emulsión alcanzado es de gran importancia

para la actividad de las lipasas. La formación de gotitas de grasa en suspensión aumenta

enormemente la superficie de contacto de la grasa original y por tanto aumenta el área de

ataque para la lipasa.


La falta de jugo pancreático en el intestino produce trastornos graves de la digestión, sobre

todo la degradación de lípidos, y además altera la absorción de los productos de

degradación de las grasas y de las vitaminas liposolubles.

Degradación de los lípidos en el intestino delgado de los no rumiantes.

Al ingerir raciones con un contenido corriente de grasa, se desdobla e hidroliza la mayor

parte de la grasa alimentaria, y sólo una escasa proporción es absorbida como grasa por la

mucosa intestinal. La emulsión de las grasas, su hidrólisis y la formación de micelas son el

requisito previo para la absorción de los ácidos grasos de cadena larga. Las grasas

alimentarias se emulsionan en el intestino delgado con la colaboración de las sales de los

ácidos biliares como detergentes.

La lipasa pancreática rompe los enlaces estéricos de las grasas emulsionadas,

produciéndose monoglicéridos y ácidos grasos libres, como productos del desdoblamiento.

Concretamente, las sales biliares contribuyen al proceso de emulsión de las grasas,

subdividiendo los glóbulos de grasa del alimento en partículas más pequeñas; los

quilomicrones. Con esto aumenta enormemente la superficie de contacto entre la lipasa y la

grasa, facilitándose la degradación.

Producto de esta degradación se producen monoglicéridos y ácidos grasos libres que en

unión de las sales biliares forman partículas aún más pequeñas que los quilomicrones, las

micelas, facilitándose con ello el proceso de absorción. Los productos absorbidos por esta

vía llegan al hígado. Además, la formación de quilomicrones permite que la mucosa

intestinal, por el proceso de pinocitosis, absorba grasa intacta, pasándola a la linfa.


Absorción y metabolismo de lípidos en animales rumiantes

Los ácidos grasos disponibles para la absorción en el intestino delgado de los rumiantes

proceden de los alimentos y los microorganismos ruminales, y son mayoritariamente ácidos

grasos saturados y no esterificados debido a la digestión microbiana ruminal.

Los depósitos grasos distintos de la musculatura están constituidos casi exclusivamente por

triglicéridos y son la principal reserva de energía del organismo. Por el contrario, la grasa

intramuscular posee distintas proporciones de fosfolípidos y triglicéridos en función del

grado de engrasamiento. Los fosfolípidos de las membranas celulares son el lugar

preferente de deposición de los ácidos grasos poliinsaturados disponibles.

Los lípidos de los alimentos sufren dos importantes transformaciones en el rumen: lipólisis

y biohidrogenación. La lipólisis se refiere a la liberación por hidrólisis de los ácidos grasos

esterificados en los triglicéridos, glicolípidos y fosfolípidos. La biohidrogenación consiste

en la reducción de los enlaces dobles existentes en los ácidos grasos liberados. Si los lípidos

de la dieta son accesibles a la microflora del rumen, son hidrolizados rápida y

extensamente.
La principal actividad lipolítica es debida a lipasas, galactolipasas y fosfolipasas de origen

mayoritariamente bacteriano, pero también protozoario. Las lipasas vegetales son

secundarias en relación a las lipasas microbianas, y la lipasa de la saliva de los rumiantes

tiene baja actividad. La lipólisis puede verse reducida por la presencia de antibióticos o un

bajo pH ruminal, así como por el incremento de la grasa incluida en la dieta o un elevado

punto de fusión de aquella.

Debido al pH ácido del rumen los lípidos se saponifican formando jabones insolubles de

calcio y de magnesio, y esta es la forma como el 70 a 80 % de los lípidos abandonan el

rumen. El resto de los lípidos llegan al abomaso como fosfolípidos, especialmente de

origen microbiano.

En el rumen, la mayoría de los lípidos son hidrolizados. El enlace entre el glicerol y los

ácidos grasos se rompe dando origen a glicerol y tres ácidos grasos. El glicerol se fermenta

rápidamente para formar ácidos grasos volátiles. Algunos ácidos grasos son utilizados por

las bacterias para sintetizar los fosfolípidos necesarios para construir sus membranas de

células.

Otra acción importante de los microbios del rumen es de hidrogenar los ácidos grasos no

saturados. En este proceso, un ácido graso resulta saturado porque un enlace doble se

reemplaza por dos átomos de hidrogeno. Por ejemplo, la hidrogenación convierte el ácido

oleico en ácido esteárico.


Degradación de los lípidos en el intestino de los rumiantes

Los lípidos que llegan al intestino delgado en los rumiantes difieren de aquellos del no-

rumiantes, siendo en los primeros la mayoría ácidos grasos libres que provienen del proceso

de fermentación y biohidrogenacion ruminal. A nivel intestinal, las sales de los ácidos

grasos formadas en el rumen se disocian, dejando de esa forma una molécula bipolar, con

un extremo hidrofilico y otro hidrofóbico.

La presencia de lípidos en la luz del intestino produce la secreción de hormonas como

colesistokinina, PIG y GLP-1. Colesistekinina, como dijimos antes aumenta la secreción de

enzimas pancreáticas, disminuye la movilidad gastrointestinal, así como también estimula

la contracción de la vesícula biliar, lo cual permite que haya más sales biliares, por ende,

favorece la absorción de los lípidos.

Las otras dos hormonas, cumplen una función más importante como incretinas, en la

redistribución de la energía, principalmente hacia el tejido adiposo. Los ácidos grasos que
poseen menos de 14 carbonos, pueden pasar directamente a la circulación portal, mientras

que los más largos son reesterificados como triacilglicéridos (TAG), tomando el α-

glicerofosfato de la vía glucolítica.

Las lipoproteínas VLDL y quilomicrones ingresan al quilífero central de la vellosidad

intestinal y vía linfática alcanzan la circulación general. Sumadas a las VLDL que también

se forman en el hígado estas lipoproteínas se encargan de aportar ácidos grasos a los tejidos

periféricos extrahepáticos. Por esta razón son las lipoproteínas más rápidamente utilizadas,

tienen una vida media de apenas 2 a 5 minutos y representan sólo el 1 al 4 % de las

lipoproteínas circulantes.

Esta lipoproteína representa una fuente de colesterol para los tejidos. Realizan la función

contraria las lipoproteínas de alta densidad o HDL, que sintetizadas en el hígado y en el

intestino serían las responsables de movilizar el exceso de colesterol desde los tejidos

extrahepáticos hasta el hígado, para su eliminación por bilis. Como hemos dicho la enzima

LPL cumple una función muy importante en el abastecimiento de ácidos grasos a los

tejidos, sobre todo a nivel del tejido adiposo.

Las hormonas PIG y GLP-1 también estimulan la actividad de esta enzima y a igual

concentración producen un estímulo similar, pero como la concentración de PIG es 10

veces mayor a nivel plasmático, esta debería tener una mayor importancia en vivo.

Los ácidos grasos que llegan al duodeno se encuentran mayoritariamente adsorbidos en las

partículas alimenticias, las bacterias y las células endoteliales descamadas. Los ácidos

grasos son liberados de las partículas por detergencia polar. Las sales biliares favorecen la
interacción de los ácidos grasos con los fosfolípidos de la bilis y el agua, lo cual conduce a

la formación de una fase líquida cristalina.

El avance del digesto se acompaña de un aumento del pH desde un valor de 3-4 en las

proximidades del orificio común de los conductos biliar y pancreático hasta 8 en el íleon. El

aumento del pH facilita que la fase líquida cristalina se disperse en presencia de las sales

biliares para formar una solución micelar.

Los pocos triglicéridos que escapan del rumen son hidrolizados en los tramos iniciales del

intestino delgado por la lipasa pancreática, cuya actividad se mantiene a pesar del bajo pH

óptimo de 7,5-7,8 gracias a la protección que presta la presencia de las sales biliares.

La elevada capacidad de solubilización de las sales biliares y las lisolecitinas del sistema

micelar, y la dificultad de formación de sales cálcicas insolubles en duodeno y yeyuno por

el bajo pH de la digesta, justificarían la elevada digestibilidad de los ácidos grasos

observada en las dietas convencionales (2-3% de grasa), con un valor medio de 80 y 92%

para los ácidos grasos saturados e insaturados, respectivamente.

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