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MAURICE U

SANTIAGO R U E D A - E D I T O R
BUENOS AIRES
A
Benjamín Péret
p -r o í o ^ o

TJL título que lleva la obra de Maurice Nadeau, H istoria del


Surrealismo, posiblemente. haya sonado para André Bretón
corno eco nostálgico de las cosas que en definitiva se nos van.
Ya él mismo, dirigiéndose hace pocos años a un juvenil audito­
rio, habló melancólicamente del hombre que envejecía dejando
iras sí un pasado que legaba a la nueva generación. Pero, toda­
vía aquí, defendió la vigencia del surrealismo, al que quiso des­
cubrir fructificando en la obra de algunos nuevos escritores. En
el lapso transcurrido Bretón había visto a sus compañeros de
causa dispersarse, tomar otros caminos, negarlo y proclamar la
muerte del movimiento. Sin embargo continuaba, con su carac­
terística pertinacia, sosteniendo su inicial postulado de que mien­
tras existiese un solo surrealista el surrealismo subsistiría. Y él,
según afirmó, seguía siendo surrealista por no haber surgido
aún otro movimiento capaz de reemplazar al que profesaba.
- Pero, a pesar de todos los esfuerzos de Bretón y su grupo pa­
ra no derivarlo a esta función, el surrealismo ha quedado al fin
como una escuela artística, y en ese carácter cumplió un ciclo que
representa, ciertamente con profunda consecuencia, la expresión
de su momento. Un momento que abarca u n período trascenden­
tal en la vida contemporánea. .El inquietante intervalo entre las
dos grandes guerras.

[9]
HISTORIA DEL SURREALISMO

La guerra del 14, rompiendo decisivamente la proyección del


siglo xix, llena el m u n d o de interrogantes que marginan su des­
concierto. De improviso el hombre se encontró ante sus ideales
fracasados, ante sus esperanzas frustradas. Despertaba de un lar­
go sueño de inconsciencias románticas. Las grandes palabras, en
las que se apoyara cómodamente, le sonaban ahora a hueco. Los
sistemas, apuntalados de urgencia, amenazaban derrumbarse. Es
entonces cuando la ju ven tu d intelectual se lanzó de lleno a la
revisión revolucionaria, cuyos sintonías ya se venían anunciando
unos años atrás, y que intentaba, aprovechando el vehículo del
arte, incidir en la estructura misma de la vida. De este propósito
nacieron el creacionismo, el cubismo y el dadaísmo franceses,
el ultraísmo español, el futurismo italiano, el expresionismo ale­
mán y otras escuelas afines europeas y dos importantes m ovi­
mientos americanos colaterales, el martínfierrismo argentino y el
modernismo brasileño.
Maurice Nadeau, al titular su obra H istoria del Surrealismo,
no ha pretendido considerar a este movimiento con perspectiva
histórica, que no la tiene por cierto, sino trazar un cuadro, un
itinerario, de su cumplida trayectoria como escuela. Sus principa-
les actores viven y están en plena actividad y actualidad, pero han
dejado atrás esa etapa de formación espiritual cuya eficacia fué
extraordinaria. E n este caso se encuentran Eluard,S Aragón,
O ■> N a -
vi lie, Soupault, Qiiéneau, Péret, Dalí y otros más, que siguieron
lúcidas vocaciones propias fertilizadas por la experiencia surrea­
lista. Sólo Bretón quedó aferrado tenazmente a la consigna del
surrealismo, que fué, incuestionable, su obra. Y así esta H istoria
del Surrealismo no p udo librarse de ser, asimismo, la dramáti­
ca historia del prodigioso esfuerzo' de Bretón para crear, mante­
ner y defender la idea surrealista.
Cuando Tristan Tzara llegó a Zurich en 1920, Bretón se
encontraba entre los jóvenes franceses que lo recibieron como a
un mesías. Tzara trasladaba a París su teoría Dadá y la táctica
dadaista, espectacularmente agresiva, desconsideradamente nega-
dora, activamente escandalosa. Y París, como siempre anunciador
y trascendente, le dió categoría universal. Pero Bretón, ya m adu­
ra mentalidad de concepciones personales, no tarda en ponerse
frente a Tzara provocando la escisión que da lugar al surrea­
lismo. En Bretón hay un sentido esencial, profundo, riguroso, que

[10]
PRÓLOGO

no se aviene con el dadaísmo, al que considera una tentativa des­


tinada a despertar sólo reacciones superficiales y efímeras. N o
concibe la destrucción si no está regida por un preciso pragmatis­
mo creador. El dadaísmo ha cumplido eficaz pero despreocupada­
mente su función destructora. Seguirla seria encerrarse en un ca­
llejón sin salida. Ahora se trata de construir. El surrealismo se
propone dar al hombre liberado de las convencionales normas
que reprimían el legítimo ejercicio de sus facultades, instrumen­
tos de auténtica creación. Una creación realizada con un severo
sentido de responsabilidad, con el sacrificio personal, con mili-
tanda integral y monástica. En la entelequia de Bretón existe un
caudillo tanto como un visionario. De aquí que ei surrealismo ad­
quiera para él una vocación mística. Inusitada formalidad en una
escuela artística, que muestra al movimiento con una finalidad
trascendental que supera la de una, revolución en el terreno esté­
tico. Hacer una filosofía, era el propósito. Pero los propósitos
están condicionados a las limitaciones de la práctica.
A u n asi el surrealismo dejó en el pensamiento contemporá­
neo una contribución m últiple, varia, cuya influencia persistiré,
por mucho tiempo. Y si, en el conjunto de la obra, todo no tiene
igual valor y hay mucho de. ocasional, queda una gran parte que
es definitiva y será de interés permanente. Y, marginando la crea­
ción pura, están las prolijas y admirativas investigaciones de las
experiencias de Baudelaire, R im ba ud, Lautréamont y Mallarmé,
los estudios sobre el lenguaje y el mecanismo de la inspiración, las
teorías sobre la creación poética y la lógica del acaso. Y los ma­
ravillosos hallazgos en la escritura automática, en los sueños y en
los estados de subconciencia. L a vindicación de la histeria y de
ciertos .estados demenciales considerados hasta ese momento como
exclusivamente patológicos. Y aquí y allí, en esto y aquello, la
mentalidad predominantemente filosófica de Bretón y su propen­
sión a lo científico, sus alardes de prestidigitador de ideas y la
hechicería de sus imágenes.
Asi crearon un m undo mágico de donde salió una obra de
poderosas sugestiones. Y una lucha entusiasta y constante para
vencer la “desesperación” del hombre con el “furor”, especie de
fervor sagrado, y con el humor, que permitía afrontar la vida
alegremente.
Con este acervo, eminentemente espiritual, absolutamente es-

[ 11]
H I S T O R I A DE L S U R R E A L I S M O

colástico, el surrealismo debió enfrentar ¡a realidad cuando las


circunstancias perentorias te exigieron tomar parle en la acción
política. Bretón, hasta entonces jefe indiscutido del m ovim iento,
no permitió someter al acatamiento partidario los principios y la
conducta surrealistas. Se plantean los primeros conflictos inier-i
nos. Naville rompe francamente con la dictadura de Bretón.
Luego es Aragón, un poco subrepticio. Más tarde serán otros
los que escapen al círculo de hierro. ■Algunos, sin embargo, deja­
rán sus vidas devorados por el vértigo, como Vaché, como Crevel.
Sea como fuese, cumplida o no la finalidad, la experiencia
surrealista trajo fecundas consecuencias, es verdad que circuns­
criptas al terreno del arte. N o se puede negar tampoco que hubo
excesos, injusticias, errores, que muchas veces, llegado el caso,
fueron reconocidos y rectificados. En los surrealistas existía una
conciencia de la obra que realizaban, un propósito sincero, fe en
alcanzar un resultado.
Maurice Nadeau se propuso, y lo ha conseguido, presentar­
nos un cuadro vivo, animado, de la interesante intimidad del
surrealismo. Por primera vez nos ponemos en contado con un
anecdotario orgánico, imparcial y prolijo, que nos permite des­
cubrir lo grande y lo pequeño de las pasiones, inherentes al
hombre en su vida real.
Todavía hay en París tentativas para revivir el surrealismo.
Difícil empresa. Los surrealistas tuvieron una gran esperanza en
la fuerza espiritual del hombre. T a l vez en la Europa de estos
tiempos ya no haya ni esa esperanza.
RA ÜL NAVARRO

[^ ]
“N o tengan duda, son los enem igos d el orden los que ponen
en circulación ese filtro de lo absoluto. L o pasan clandestinam ente
bajo los ojos de los guardianes en fo rm a de libros, de poemas. El
p re tex to anodino de la literatura les p e rm ite dar, a u n precio que
desafía toda com petencia, ese ferm e n to m ortal cuyo uso ya hace
tie m p o debió generalizarse.. ¡ C om pren, com pren la condenación de
sus almas, p o r fin conseguirán la perdición. A q u í tienen la m a q u i­
naria que trastorna el espíritu. Yo doy al m u n d o esta noticia de
prim era plana; u n nuevo vicio acaba de nacer, u n vértigo más le
ha sido dado al hom bre: el surrealism o, hijo del frenesí y de lo in ­
cierto. E n tren , entren, a q u í es d onde com ienzan los dom inios de lo
instantáneo ..

A RA G O N
(L e Paysan de París, 1924)
?rtencia

. t j N A historia del surrealismo! 1 ¡Ha muerto entonces el surrea-


¡ lismo! N o lo creemos así. El estado de espíritu surrealista,
mejor dicho, la condición, oUJicclh** es etci nc Esto entendido
como una disposicio i, 10 de escapen a lo i eai sino de profundí-
zarlOj de “tomar una conciencia siempre más címc al mismo tiem­
po que más apasionada del m u ndo sensible” 2. Sed nunca extin­
guida en el corazón del h o r ib e , fin de todas las filosofías cuyo
objeto único no sea 1a, eo.re vjción del m un do tal cual está. Con
este sentido Bretón pudo decir que “Herdelito es surrealista en la
dialéctica... L ulle en la definición. . . Baudelaire en la moral. ..
R im b a u d en el vivir y en otras cosas. . 3.
Por lo tanto hubo, propiamente hablando, un movimiento
surrealista, cuyo nacimiento coincide, en modo general, con el
fin de la primera guerra mundial y su fin con el "comienzo de la
segunda. Y que fué vivido por hombres que se expresaban por

1 E n esta traducción se em plea el térm ino “ surrealism o” p o r a d a p ta ­


ción del francés “surréalism e”, q u e h a parecido m ás aceptable que tra d u ­
cirlo p o r sus equivalentes españoles “su p ra rrea lism o ”, “sobrerrealism o” o
“su p errealism o ”. (N. del T .)
2 A n d ré B retón: Q u ’est-ce que le Surréalisme? (H enriquez, 1934) .
3 A ndré B retón: M a nifesté d u Surréalism e. (K ra, 1924.)

[ 15]
HISTORI A DE L S UR R E A L I S M O

medio de la poesía, la pintura, el ensayo, o la actitud particular


de sus vidas, y que, como hecho consumado, pertenece a la historia,
ya que es una continuidad de manifestaciones en el tiem po. La
historia de este movimiento es lo que intentaremos presentar.
N o fué emprendida la tarea por el simple placer de sumer­
girnos en el pasado, por grandioso que haya sido; ni, del todo,
para fijar una imagen lo más exactamente posible, antes que se
convierta en tema de tesis universitaria; tampoco, porque esta
tentativa de completa liberación del espíritu sea asunto apa­
sionante.
La verdadera razón estuvo en mostrar las limitaciones de la
empresa, en hacer ver que sobre el plano del espíritu es muy
difícil ir más lejos y más profundamente, y que, si el surrealismo
alcanzó, pese a todo, un magnífico florecimiento artístico, llevó
también a una encrucijada ideológica, por ¡o cual debe ser “supe­
rado y dejado atrás” por sus continuadores. (N o nos referimos,
por supuesto, al arte de “vanguardia”, ni en particular, a la
“joven poesía” de hoy, que, a pesar del alboroto hecho en torno
suyo, nada específicamente nuevo ha dado.)
¿Por qué dialéctica se efectuó el movimiento surrealista? Es
lo que importa determinar. Probablemente habrá que dejar a un
lado por completo el terreno artístico. A unque, por último —y
esto nos hace dar de cabeza contra la pared—, este movimiento
antiliterario, antipoético, antiartístico, que no estaba ni con unos
ni con otros, sino aparte, por encima, vino a parar en una
nueva literatura y en una nueva pintura, infinitamente valiosas,
por cierto, pero m uy otra cosa de lo que esperábamos. ¿Tanta
energía, tanta fe, tanto ardor, tanta pureza, para no aportar más
que algunos nombres a un manual de historia literaria y enri­
quecer a unos cuantos traficantes de cuadros? N o estamos de
acuerdo con la total transform ación de la vida, que se señaló
como resultado. L a falla, si es necesario repetirlo, no incumbe
solamente a los surrealistas. Ya Bretón tenía la sensación de este
semifracaso al lanzar, en su D euxíém e Manifesté, de diciembre
de 1929, el S. O. S.: “Es a la inocencia, a la cólera de algunos
hombres futuros, que corresponderá extraer del surrealismo lo

[ 16]
ADVER TENCIA

que no puede dejar de permanecer todavía vivo, y restituirlo,


medíante una buena expurgación, a su fin propio", Esta tarea
propuesta por Bretón, no es ahora la nuestra. Nos limitaremos
a contar, a revivir experiencias que no han de quedar en el
olvido. Hemos querido describirlas tal como se desarrollaron y
con la mayor exactitud posible.
Corno el autor no vivió íntim amente la existencia del surrea­
lismo, su trabajo podrá parecer incompleto e insuficiente a
los que fueron sus protagonistas. Esto es inevitable. Pero, aun
al margen de este movimiento, se propuso de todas maneras es­
tudiarlo,, ya que su posición también tiene ventajas, aunque
sólo fuese la de la objetividad, que supera al simple testimonio.
No en cuanto a las líneas generales (algunos, puede ser, encon­
trarán molesta la simpatía y la admiración del autor por el
surrealismo y los surrealistas), pero sí con respecto a las per­
sonas, a su actuación y a los sucesos. El autor, sin embargo, tuvo
ocasión de conocer a Bretón y su grupo, y trabajó con ellos, en
momentos en que la tempestad de la segunda guerra mundial co­
menzaba a rodar en el horizonte, con el pretexto del destino del
arte, pero, en realidad, con la primordial preocupación del destino
del hombre. Tiene también la suerte de ser amigo de uno de los
que más contribuyeron al nacimiento y la evolución del surrea­
lismo. Se honra, asimismo, con la amistad del escritor a quien
dedica esta obra. Y, en trance de este trabajo, encontró hombres
que, habiendo vivido el movimiento en sus distintas épocas, tales
corno Georges H u gnet y R a ym o nd Queneau, pusieron a su
disposición bibliotecas y documentos, sin hablar de sus consejos
y opiniones, todavía más valiosos. Conversó con Michel Leiris,
Jacques Prévert, J. Á. Boiffard. Y si no ha sido un testigo ocu­
lar, la documentación es, por lo menos, ele buena fuente. Si fué
utilizada con acierto, es otro asunto.
Hay siempre, por supuesto, inconvenientes en hablar de gen­
te todavía viva, en abrir juicios sobre ella, en establecer pre­
ferencias, que no podrían ser más que personales. Verdad es que
el calor de las querellas se ha apaciguado, que todos tienen ya
ahora el sentimiento de haber vivido u n período importante de

[17]
HI S T OR I A. D E L SURREALISMO

sus vidas y participado en u n movimiento que, aun para los


mismos que renegaron de el, es un motivo de orgullo.
Que todos ellos estén persuadidos, y el lector con ellos, ele
nuestra honestidad. Tenemos, sin embargo, que poner en guardia
a este último: no busque en esta obra lo que no podría encon­
trar. El autor ha tenido la debilidad de tornar en serio al surrea­
lismo. Y, sin la ingenuidad de creer que todo fué serio, encuentra
en la burla y la farsa un sentido que las ha superado. Y este
sentido es el que se necesita descubrir.

[ 18 ]
J ¡ m a n era J e in tro d iu ccion

“Es necesario no c o n fu n d ir los libros q u e se


een en viaje con ios q u e nos hacen v ia ja r ”

André Bretón,

„ r y t J É es el surrealismo?
—Es u n todo. U n todo viviente. H a entrado en la vida
de todos los d ía s 1. T a l novela es surrealista, tal pieza de teatro
tiene un “aire" surrealista. El cartel que nos detiene en la calle,
el escaparate de comercio que nos traga, son ahora surrealistas.
T o d a m anifestación que escapa a la vida chata y común, por
poco que asombre, es surrealista. Este fin de civilización, es su­
rrealista.
Sin embargo, se tra ta de otra cosa.
—¿De u n m ovim iento poético?
—¡Ciertamente! ¡Y qué m ovimiento! Sí se habla de ‘'revo­
lución” rom ántica, ¿qué térm ino podrá convenir a esta trom ba
m arina q ue no solam ente se tragó al rom anticism o con cola y

l A ndré B retón establecía ya en 1934: “El surrealism o, siguiendo su


curso, se h a e x pandido tu m u ltu o sa m e n te no sólo en el a rte sino tam bién
e n la vida. H a provocado estados de conciencia nuevos, d e rru m b a d o m u ­
ros detrás de los cuales h a b ía un in m em orial secreto. H a m odificado, y esto
se le concede cada vez m ás, la sensibilidad; hizo d a r un paso decisivo en la
unificación de la p ersonalidad, de esa p e rso n alid ad q u e e ncontró en una
p a u la tin a m archa hacia la p ro fu n d a disociación.” (Q u ’est-ce que le surréa-
lism ef). D espués de esta época, el surrealism o n o hizo m ás que ex ten d er so
cam po de acción.

[ 19]
HI S T OR I A. D E L S U R R E A L I S M O

todo, sino tam bién a lo que se aprendía en los colegios y se leía


en las veladas y que arrojó a la playa L ’Union libre de A ndré
Bretón, Les yeux fertiles de P aul Eluard, Une vague de reves
de Aragón, De derriére les fagots de B enjam ín Péret, y otras mil
realidades misteriosas venidas del fondo de los mares con sus
irisaciones de otro m undo? P ara todos hay riquezas. No se nece*
sita ni siquiera estirar la mano, basta con abrir los ojos, con ver.
—¿Es exactam ente u n m ovim iento artístico?
—Indudablem ente, para los que no leen entre líneas y no
pasan más allá del marco de un cuadro. Pero hay que andar con
cuidado: los Picasso, T anguy, Masón, están prontos a tom ar las
de Villadiego. Se había dicho que eran valores permanentes.
Ya veo a u n B ali que se marcha. ¡Qué cosa!, aquí tenemos a ja c ­
ques Vacilé. ¿Dónde están sus obras completas, m i querido am i­
go? ¿No sabe que no será un artista m ientras no escriba, por lo
menos, alguna pequeña cosa? ¡Y ese mal educado de Jacques
R igaut, que nos dejó plantados antes de dar la continuación de
su L ord Patchogue! Decididam ente, R ené Crevel tam bién se ha
propuesto, u n a vez más, “m eter la p ata” . ¡Qué procedim ientos
para rom per con el arte! El misino D ucham p fabrica siempre sus
artificios p ara cazar lobos, y A rtliur Gravan, de profesión boxea­
dor y “desertor de diecisiete naciones”, es, asimismo, u n artista en
su género.
—¿No les bastaba el arte? ¡Se hubieran hecho filósofos!
—¿Filósofos? ¿Y por qué no? Filósofos, hartos de la filosofía,
se encuentran. No en trance de suicidarse. Decididos a aplicar
sus principios. Es más raro. E n realidad, ellos le cantaron cuatro
frescas a la ciencia “con u n gran Serru ch o . . . ” como decía
Jarry, cerrando la p u erta a la razón y a sus hermosos descubri­
m ientos (tenían de sobra motivos p ara conocerlos después de
la prim era guerra y, tanto como ellos, nosotros) y abrieron las
compuertas, a todo su ancho, para dejar paso a las oleadas deí
ensueño. C reían en la autenticidad del subconsciente, en la p ri­
m acía del espíritu sobre la m ateria. Se decían descendientes de
F reud y de Hegel. D aban sus prim eros pasos. T en ía n la cabeza
u n poco en las nubes. Pero, u n buen día n otaron el m ovim iento

[ 20]
A M A N E R A DE I N T R O D U C C I Ó N

de sus pies puestos en la tierra y percibieron que se los pisaban


a m enudo. Entonces comprendieron, que los pies no sólo sirven
para cam inar y que se podía tam bién, dejando libre uno de
ellos, im prim irle un m ovim iento de péndulo» de atrás hacia ade­
lante y de adelante hacia atrás, hasta dar con u n obstáculo, duro
o blando a voluntad, que se aplastaba o se hacía saltar por el
aire.
—¿Y cómo se llam a esta tentativa en filosofía?
—¡Chíst! Los m anuales no hab lan de ella todavía.
—Al fin de cuentas, eran de m al genio estos surrealistas. Y
quién sabe si algo peor.
—Es posible. Pero será m ejor oír lo que dice uno de ellos:
“Sobre todo, nosotros estábamos inevitaMemente_..ol ” ’ a un
repudio sistemático, encarnizado, de las condiciones < >e nos
exigía vivir a nuestra edad; pero ese repudio no i ahí;
en su avidez no conoció límites. Porqsqbre la tenebrosa estupidez
de los argumentos que pretendían justificar nuestra participación
en una. empresa como la guerra, cuya solución no nos interesaba
en absoluto, eie r epudio se d irig ía .. . a toda esa serie *
dones intelectuales, morales y sociales., q u e, de todo;
desde siempre, veíamos pesar sobre el ser hum ano de un
aplastante” 1.
■—P ara artistas iban u n poco lejos. Y hasta para poetas que
SiQ form an parte de la Academia . . . u n R im b a u d . . .
—Exactam ente. Y no sólo R im baud, sino Sade y Lautréa-
m o n t. . .
—¿Y cómo se h an “conducido” esos surrealistas?
—Eso depende. La mayoría, prefirió vivir. .Algunos son en
este m om ento vagabundos, otros consiguieron llegar, y otros no
“llegarán” nunca.
—Es curioso que con todo eso hayan hecho poesía.
—¡Y m ucho más! Pues tenían otras formas de expresión que
ya hab rán oído m entar: panfletos, definiciones, manifiestos, cartas
abiertas, actos públicos 2. Iban destruyendo' así los ídolos que no
1 A ndré B retón: Ou’est-r.e que le surréalisme? (op, cit.)
2 Ver en “N otas y R eferencias", dooHe se h a tratad o de re u n ir algm ios
docum entos im p o rtan tes de la vida lite ra ria del grupo.

[ 21]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

eran de su agrado. Y sobre todo vivían u n a vida alegre, ardiente,


plena, ilim itada, de la cual todos han guardado la nostalgia.
—Pero, al fin de cuentas, ¿qué es el surrealismo?
—T o d o lo que acabo de explicar y algo más todavía. Les
ruego, háganse niños y síganme a la jaula de las fieras, C uí­
dense de los elegantes, son “contagiosos”. Pero los leones son
mansos: ¿no los oyen reírse con B enjam ín Péret? Las jirafas se
acercan a pacer “ei vello que crece en las m anos” y el gran oso
horm iguero con su lengua se hace u n a corbata. E ntren y “no
tengan m iedo de ser devorados” 1.

l De la faja de u n lib ro de Ribeniont-D cssnignei


PRIMERA P A R T E

e ía í oración
Gf-ílí

“N o es posible considerar al surrealism o sin


situarlo en su titm-bo."
Árso'oa

T ’ S T U D IA R un m ovim iento cíe ideas cualquiera, pretendiendo


ignorar lo que lo ha precedido o seguido, con'abstracción del
estado social y político del cual se n u trió y sobre el que, a su
vez, pudo influir, es tarea perdida. El surrealismo, en particular,
se halla tan fuertem ente ligado al período que se denom ina entre
do jue separarlo de él es imposible. Así, la afirmación
de le que sólo se trata de u n a m anifestación p u ra y
sil terreno del arte, suena a m aterialism o u n poco in ­
genuo, m ejor dicho, falso. Y es, asimismo, el heredero y el con­
tinuador de los movimientos artísticos que lo antecedieron y sin
los cuales no pudo existir. Será, por lo tanto, bajo estos dos as­
pectos a la vez, cómo tendrem os que estudiarlo.
Se puede, si así se quiere, ubicar al surrealismo entre los lí­
mites de estas dos fechas: 1918-1939. D urante este peííodo, asistió
a acontecim ientos sociales, políticos, científicos, filosóficos, de
capital im portancia. Unos lo m arcaron a fondo y él les d i ó sis
propia particu larid ad a otros.
Nacido en París de una decena de hombres, no se redujo a
Francia, sino que se extendió hasta los antípodas. M ucho más
que un pequeño cenáculo artísticam ente parisiense, tuvo adeptos

[ 25]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

e influyó en hom bres de Inglaterra, Bélgica, España, Suiza, Ale­


m ania, Checoslovaquia, Yugoslavia, y aun de los demás conti­
nentes, como Africa, Asia (japón), América (Méjico, Brasil, Es­
tados Unidos, A rg e n tin a ). En la Exposición Internacional del
Surrealismo realizada en París, enero-febrero 1988), catorce países
estuvieron representados. El surrealismo había roto los círculos
nacionales del arte. Traspasado las fronteras. N ingún m ovim iento
estético u in > ni « i j r iianticisnio, tuvo esa influencia
y esa i" , i i i ni i. i Volvióse el agradable sustento
de los : ^ ís y fué el reflejo de u n a época,
que, tam bién en el plano artístico, debió considerar sus problem as
con relación al m undo.
Sería, indudablem ente, un grave error creer que u n m ovi­
m iento de tal m agnitud, haya sido el fruto de unos cerebros
aislados. Su trascendencia, la adm iración y el odio que suscitó,
son una prueb a de que respondía a necesidades, a aspiraciones, in ­
discutiblem ente eternas, pero que tom aron particular intensidad
en el m om ento qu or otra parte, fué precedido
por 1 nMsmc d u i • <r m y r cn i. Las cabezas del surrealis­
mo / c m, I ^ ou -ii.n j 1 d e itt form aron parte del grupo
Dada f i cés b i , L'i H | ecialmente, no se explicaría
si olvidarnos que nació en plena guerra, en 1916, y que se exten­
dió como u n reguero de pólvora por la A lem ania vencida de
1918, para llegar, finalm ente, a la Francia exangüe de los años
1919 y 1920.
r 1 |ei Armisticio, la situación social y polítíca de
En: cional. Teóricam ente existían dos sectores: el
de y el de los vencidos. Pero los prim eros se en ­
contraban en una miseria apenas m enor que la de los segundos.
Miseria no solam ente m aterial, sino tota], y que planteaba ya,
después de cuatro años de matanzas y destrucciones de toda es-'
p ed e, la cuestión de confianza al régimen, ¿Cuál era el resultado?
f'T
^ aníos
---- —m-----o
edias<T-gigantescos_para concluir
—át--------- en u n a rectificación
------------------------------ -----—
-
de fronteras, en la conq uista por u nos, de nuevas salidas al m ar
que otros perdían, en el robo de colonias anteriorm ente robadas?
Es, realm ente, en esta desproporción entre los medios y los fines
LA EL A B O R A C 1ÓN

donde aparece la í u < I r Ha - i


in i] i l n jii ti i f serni i | ¡ II
re! j i ( i i c 1 i o I e, r . L l a m b í a n . j.„ ¡i
api i \ •» l !~»n [ i la “masacre” generalíz i i
dose para encontrar m aneras de hacerla durar. '
ciencia, cuyos más hermosos descubrimientos reside
calidad de u n explosivo o en el perfeccionamier. t ^ ii^ i i
m áquina m ortífera. Fracaso de las as, que no ven en el
hom bre más que su unifórm e y trat; arle justificativos para
que no se avergüence del oficio qm, ^ t . obliga a desempeñar.
Fraca irte, que ya no sirve más que para crear un eficaz
camo■ f '•e ¡ ' hi I’ r .un , imple apéndice a los comunicados
militíni.u. i i a c ju,_ i una civilización que se vuelve
contra sí misma p ara devorarse.
cu na. quj en este cataclismo la poesía con­
tinuase su ronronear y que nom bres que habían vivido esta pe.
sadilla viniesen a hablarnos de las bellezas de lasrosas y del
“vaso donde m uere esta verbena” ? Bretón, Eluard,; Aragón. Péret,
Soupault, fueron marcados hondam ente por la guerra. La hicie­
ron sin alegría. Y de ella volvieron asqueados. N ada querían tener
de común con u n a civilización que los aplastaba y los m ataba,
y el nihilism o radical que sentían no sólo se dirigió al arte, sino
que se extendió a todas las m anifestaciones de esa civilización.
De esa civilización que los envió despreocupadam ente a la m uerte
y ahora los esj.era al í i 'y so, si es que se salvan, con sus leyes,
su moral, sus religióne. "Lz necesario retom ar el sitio en la vida”,
susurraban agitando, ar.ie lis ojos de los sobrevivientes, los grillos
de acero últim o modelo y el cepo novísimo hecho en m adera de
las islas. Dieciséis años más tarde decía B retón refiriéndose a
esa época, y dando quizás a sus ideas sobre el armisticio un sen­
tido más preciso del que en realidad tuvieron en su momento:

<> r i 3i°ugo cp-p lo que tiene de _j*n n


la . ’ni 1 i 1!;!-' ta la de Lautréam >
fin i i i * ’i i i.-ez por todas, nuestra . ■ t ■ la de ellos, es el

[ 27]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

D er ro tism o de g u e rra ”, y agregaba: "h. ntiesüa manera.. ^ T( i


el am biente sólo estaba preparado para una Plevolucjon qu ,
en realidad, se extendiese a todos los órdenes, inverosím —...__ -
radical, _ extrem adam ente re p resiv a. . . ” Y más adelante: “De
ignorar esta actitud, creo que no se podrá llegar, en m anera al-
p , ^ u n a idea de la tentativa surrealista. Esta sola actí-
t ’d jU i i t m ete hecho, más que suficientemente, por todos los
í que no deben deplorarse
si >_ i ii-n u¡*n rl q i > ureiríamos haber tenido otro
punto de p artid a” x.
s sin equívocos, que explican con qué gozo dionisiaco
B retón y sus compañeros se precipitaron en Dadá, empresa sin
precedentes de destrucción de todos los valores tradicionales, ré­
plica, aunque ineficaz, al trabajo rem endón de los diplomáticos
reunidos en el París de la Conferencia de la Paz.

lij no lí/ií), en efecto, el : r o de la firm a I 1 ^ últim os


t-r-ad o , j* roiiiienzo de la liq ird ac o a de la_ g n era El m u n ­
do ca| I lí'i t n a igura una nueva ioi urda de e strlx 1 anón, por
otra parte, com pletam ente precaria. L< ’’ >or cuya so-
lu i 'n s= i ali^ó esa hecatom be continua la ¡ na"ro años, no
fue i ie u d i r ", cosa que todos percibían fJiu j.d iz a d ó n , fun-
< .cipios nuevos, nace al este del continente, y goza
c¡_ inmenso prestigio a los ojos de quienes no tienen, en el cam­
bio, “nada que perder y todo por ganar”. Es allá, detrás del
“cordón sanitario” de Clemenceau, donde unos hombres trata n de
vivir otra vida, m ientras los com batientes del Occidente retornan
a una subversión que ya muy bien conocen, ¿Por qué extrañar,
entonces, que se sientan defraudados en sus aspiraciones y que
los mejores com prendan lo engañoso de las promesas que les
íueia ’ ’ .as?
La n quina, m edíante la reparación de algunos engranajes,
cunden a i m ' H d, <'irnam ^! w »uc >'|nes: conatos re-
1 "d” i i j, i, F u ro r ■' i" 2 bu Iga de obreros
l A ndré B retón: Q u ’est-ce que le surréalisme? (op. d t.)

[ 28]
LA EL A B O R A CIÓN

i cu j / n u c r i i* i i an d a. Pero, a pesar de todo 1 i ¡ r ( _o


>ío be i io luc, Los dirigentes supieron de ° no y,
11 Oado el cw> interponer buenos oficios p i oí > i ■> ta-
ble “al. m undo de allá”. U na prodigiosa revolución que desde
años atrás se hacía necesaria, aborta.
Ya tranquilizados los sobrevivientes de la guerra, las heridas
curadas, las ruinas reconstruidas, no sin pasar por choques y toda
suerte de azares, el régim en pudo considerar que estaba ante
u na nueva era de prosperidad. Las masas m al alim entadas, que
por largos años se veían privadas de satisfacer sus más. aprem ian­
tes necesidades, se transform aron en consumidores ávidos, de
apetitos exacerbados. E ra la euforia pasajera y ficticia consecuen­
te a la guerra. Se fabrican automóviles, el avión se hace medio
habitual de transporte para' los hom bres de negocios, el f
y rl i n i ti íntico acortan las distancias. Los descubm n =it
cié r íi op e Incorporan a la vida diaria; el pueblo s" g Ip
en comienza a sustituir el antiguo fonógrafo de bocina
po: nte, ululante, .silbante aparato de radío, aun con
auriculares, pero que ya, pese a todo, es u n notable progreso.
El m undo se h a reducido a las dimensiones del hom bre. De esta
esfera con sus cuatro m il quilóm etros de clrcunsferencía, u n escri­
tor pudo decir: “N ada más que la tierra”. F ufttam bién este nove­
doso aspecto del planeta, el que ya habían exaltado Ingenuam ente
los futuristas. Algunos, como A pollinaire, encontraron hasta una
poesía p articu lar ¡en las bellezas de la guerra!

"A d m ito que dos más dos cuatro es u n a cosa excelente;, pero,
si es necesario elogiarlo todo, diré que dos ?nás dos cinco es tam bién
una cosa encantadora”.
Dostoievsky

Lo que no progresó con el mismo ritm o fué el conocimiento


del hom bre, que supo aplicar su razón, sus facultades lógicas para
transform ar el m undo, pero que se encontró im potente para trans­
formarse a sí mismo. N o salió del salvaje que usa aparatos cuyo
funcionam iento no conoce más que en elem ental m anera aproxi-

[ 29]
H I ST O R I A DEL SURREALISMO

i.e.fabric
la lluvia
náquinas
]ue le hicie-
ureza su nal, la caída
¡Valient d io el íiorn-
la para j .e la n a tu ra ­
leza, y, al conseguirlo, no se dio cuenta de que se encerraba a sí
mismo, In ú tilm ente grita, protesta, se deshace los puños contra
los barrotes; éstos resisten, fueron construidos con u n trabajo real­
m ente concienzudo, verdaderam ente perfecto. El m al no está sólo
en sus creadores, está en eí hom bre. H a construido una atroz civi­
lización norque se convirtió en u n m onstruo cerebral con las facul-
tade icziocínio hipertrofiadas. La razón h lógica, las catego­
rías, 1 t j si dos.y dos son ou i> e terin i ■ por
ep-.-]" i'-!'-1-■”! i i h «i ¡e, /¡vientes, cuando no u a n ou i > que
retar
í, infinitam ente superiores al empirismo prim itivo
y a l n isnao religioso, pero simple etapa en- el camino del
pen . o que debía ser superada. El viejo H égel y su dialéc-
tica son los justificativos de esa im prescindible superación y no
es p or casualidad que los surrealistas h arán de esto el eje de su
filosofía. Pertenece siempre, es verdad, al sector de los “razona­
dores”, de los lógicos, de los fabricantes de sistemas camisa de
fuerza. ¿Pero quién podrá decir si, tam bién en este sector, algunos
hombres, que h an com prendido el divorcio fundam ental entre
el ser hum ano y el m undo, no lanzarán ■el grito de alarma? Así
en realidad parece. H an ido con prem ura a los cursos del Colegio
de Francia para oír a Bergson vituperar la razón y proclam ar la
om nipotencia del “im pulso vital”, Pero éste, incapaz de definir ese
“im pulso v ital”, no hizo más que proponer nuevam ente la antigua
fórm ula m ística y dar el más sonado ejem plo de su i
filosófica, al caer en los brazos de la iglesia católica. i
es más serio. No siempre se com prende su lenguaje c >,
pero produce extraordinarios resplandores que se expanden de
tanto en tanto en auroras boreales: “Nos hemos equivocad©
l a e l a b o r a c i ó n

—d íte en sí nos,
las concepcl mo;
pasando de ih , .... t i fs j_,a i - 1 --i-' -.-TC qu.- i.snía-
níos, es falsa; falso el tiem po q habíamos fabricado. L a luz
se propaga en línea curva y la masa de los cuerpos es u n verdadero
elástico”. Los epistemologistas le siguen los pasos y gravemente
se interrogan sobre las condiciones y los límites del conocimiento.
Parece que este últim o es otra cosa que la acción, a la que la
ciencia provee de recetas que únicam ente sirven para ella. Ya
no es posible confundirlas: aquí están los matem áticos con su
geom etría que no necesita ele Euclides ni de su famoso pos­
tulado. L a razón, la todopoderosa razón, aparece en el banquillo
de los acusados, acusado m udo, que nada puede aducir en su
'defensa. una cosa distinta de lo que vemos, oímos, to-
( i ic" £°n iftius ajustamos, Existen fuerzas desconocidas que nos
: 13 c ! r , u ure las cuales tenemos la esperanza cíe actuar. Sólo
abrirlas.
'E l hom bre se desgarra entre su razón, siem pre orgullosa
aunque agonizante, y u n a región desconocida, que siente corno
el verdadero móvil de sus actos, de sus pensamientos, de su vida,
y que se le revela en el sueño al que consagra casi la m itad de
su existencia. Y es ahí donde se atreve a poner sus ojos. Conoce
así seres extraños, se m ueve entre paisajes nunca vistos y es arras­
trado a exaltadas acciones.
U n sabio p siq u iatra de Viena, provisto de u n a linterna sorda,
trata de recorrer ese laberinto' oscuro. Sus descubrimientos son
tan escalofriantes, que el burgués, interrum pido en su diges­
tión, se ese ir daliza. Los médicos surrealistas siguen las, huellas
del bonrbre de 'hena, y, por el w i U r o c '1 sombran, se m aravi­
llan, descubre.- nuevos tesoros EJ 11 gi e separaba tan ce­
lo tan inm utabf i = ¡ - 1 1 11 n de la vida pública,
1 i i n 1 snte de lo c te, el sueño del “pensar dirigido”,
lo&i ^ , su^desrnqrona. w iuire inclinada de la respetabilidad
burguesa se deshace en partículas. ¿ o de la
unidad? ¿Orfeo podrá reu n ir los ped destro­
zado? U na enorme esperanza nace. Los surrealistas encuentran

[ 31]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

en los descubrim ientos de F reud la solución interina. De ahora


en adelante quedaba probado que el hom bre no era solamente
u n “razonador”, ni aún u n “razonador sentim ental” como lo
fueron anteriorm ente muchos poetas, sino, asimismo, un dorm i­
lón, un dorm ilón inveterado que gana cada noche, en el sueño,
el capital que al siguiente día dilapidará en m oneda m enuda.
El hom bre, prisionero de la naturaleza y de sus conquistas sobre
ella, se hizo tam bién el prisionero de sí mismo. R odeó su espíritu
de vendajes que lo asfixiaban segura y paulatinam ente. ¡Fuera
ios silogismos, los corolarios, las siglas, la causa y el efecto., el
“se tiene a m enudo necesidad de alguien inferior a u n o ”
1 ( n °ti ai n “i o ¡ tso al i i i t t 7 ,ik ^ 'er í~i > 11
t ¡ O lt C n ^ L 3 S ll* i [ "U I 1' U I ' U ^ d '"''1 , I l b t , i d .d 0 5 ,

au i i a no i ii i tenei n o i d <u° i eseos y atre­


viéndonos a consumarlos. ¡Basta de oscuridad! Viviremos todos
en “casa de cristal” ; nos veremos tal cual somos y en esta form a
podrá vernos quien lo quiera,
¡Hermoso sueño! Ya lo creo, y que vale la pena: todas las
penas.
Pero los surrealistas no son ni políticos, ni sabios, ni filó­
sofos y muy poco médicos. Son poetas, especialistas del lenguaje,
y es ahí donde atacarán.
A nte todo, blo la lógica! T am bién en el idiom a se
la debe acosar, ni0! i ^tar, reducir a la nada. Ya. no hay más
verbos, n i sujetos, ni complemento: le hasta
pueden significar otra de lo que ciencia
y la filosofía, la poesía es u n medi . t ;omo la
política y la m edicina, un medio de acción. El conocimiento no
necesita de la razón, la acción lo supera. La belleza y el arte lian
sido conquistas de la Iópica. hay que destruirlos. Es necesario
que la poesía sea 'el alm a hablando al„ alm a’’, que el sueño
su stitu y a'al “pensar du igioo", que las imágenes no sean más e]
fuego fatuo corriendo soore la superficie de los pensamientos

1 “Se p u e d e conocer perfectam ente la p a la b ra de B uen d ía y decir Adiós


a la m u je r q u e se encuentra luego de un año de ausencia”, (André B retón:
Dos m anifiestos dadaístas, en Les pas perdus.)

[ 32]
LA ELABORACIÓN

0 de ios sentimientos, y sí n t • i > ie r 1 i • ■ i’¡ n< u i >


perm anentem ente “las caverna «J 1 ”ei H a¡ u<n~. n r m.
le jjr que se exprese el “huésped Ls n ondt. n o rh rn p.
f u n d í dad, en toda su totalidad, autom áticam ente Li ia ola |.te~
caución ~o i itervenir. Los poetas de antaño fi'n oí i i s n i i a ’os
de tiem po en tiem po, y esto era lo que daba valoi a „us alea­
ciones; el poeta de hoy no sólo está siempre inspirado, sino que
de objeto ¿e cransloi ma en. sujeto: es el que “inspira”. Ya no es
únicam e ne ‘eco so- 1oro”, “profeta”, “vidente”, sino todo a la vez,
y, más todavía, es nagq. Cam bia la vida, el m undo, transforma
al hom bre. Sabe “mezclar la acción al sueño”, “fusionar lo in ­
terno y lo externo”, “retener la eternidad en el instante”, “fundir
lo general en lo p articular” 1. Hace del hom bre, a su imagen, una
u n id ad indestructible. Del .hombre y del m undo, u n solo dia­
m ante.
Pero no p o r esto está sobre los otros hombres. M archa entre
ellos “a pleno sol” 2. El m ilagro p o r él realizado todos lo pueden
dos. “L a poesía debe ser hecha
1 oí todo y ic 1 o» n i<_ d u ” ^
ción. Prim eram ente poética, por­
que niega la poesía superándola. La construcción poem ática es
desechada p ara dejar paso al texto autom ático, al dictado puro
y simple del inconsciente, al relato ele sueño. N inguna preocu­
pación de arte, de búsqueda de belleza. Estos son míseros menes­
teres, indignos de atención. El alma del poeta no es ya u n a
masa confusa donde giran vertiginosam ente sensaciones, senti­
mientos, deseos, aspiraciones, que se m anifiestan en el tum ulto,
la incoherencia, lo gratuito por interm edio de la palabra o de
la escritura molde, inm em orialm ente lógico, que debe ser des­
plazado, desmenuzado, reducido a los elementos simples que son
lo vo’ aMo" unxc 1 sircppubles de expresar fielm ente el trance
pofcuc en to la "v m tegndad. L a poesía, prim eram ente negada,
es a a saciep a^aJa. Los j-e.tas surrealistas, ya que se ha querido

1 A ndré B retón; Les vases com m unicants.


3 Ib id .
3 Lautréamont.

[ 38]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

F é ra t), Les Soirées de Paris. Y habían, además, m editado, en el


peor m om ento de la torm enta, en^XMZ*. d m anifiesto-program a
de A pollinaire titulado Esprit Nouveau, que les dijo cosas tu r­
badoras:

“E xplorar la verdad, buscarla tanto en el campo étnico,


por ejemplo, como en el de la im aginación. H e aquí las p rin ­
cipales características de este espíritu n u e v o ... El espíritu nuevo
adm ite las experiencias literarias, aú n las más arriesgadas, y
esas experiencias son, a veces, poco líricas. Por eso el lirismo, en
la poesía de hoy, no es más que u n patrim onio del espíritu
nuevo, y se conform a a m enudo con búsquedas e investigaciones
sin preocuparse en darles significación lír ic a ... Pero estas bús-
qued is se i lides, constituirán las bases de u n nuevo realism o . . ,
La so fiesT >: el más im portante resorte nuevo. Es por la sor­
presa. i o el ralor que se le da a la sorpresa, que el espíritu nuevo
se distingue de todos los movimientos artísticos y literarios ante­
riores . . . P ara salir en su descubrim iento no es necesario elegir
u n hecho sublim e con el refuerzo de reglas, aunque sean estu­
diadas con gusto. Se puede p artir de u n hecho cotidiano: u n
pañuelo que cae puede ser para el poeta la palanca' con la
cual levantará todo un u n iv e r s o ...”

¿No es esto lo que pensaban en el fondo todos esos jóvenes


de veinte años, como A ndré B retón, P aul E luard, B enjam ín
Péret, Louis Aragón, P hilippe Soupault, y puede asom brar que
A pollinaire se les apareciese como u n dios? “El haberlo conocido
pasará p or ser u n raro' privilegio”, dice B retón en 1917, cele­
brando de todo corazón la poesía de “el encantador” L Y es en
la poesía y en su ejercicio, donde esos poetas encontraron, pese
a. todo, u n refugio. Y más que ningún otro, Bretón, quien, siguien­
do' las huellas de M allarm é, trataba de agregar algo nuevo a

i A ndré B retón: Gu illa u m e A p ollinaire (Les pas perdus).

[ 36]
LA ELABORACIÓN

los sutiles descubrim ientos del maestro 1. U n encuentro capital,


sin embargo, decidirá de otra m anera su vida, Fué el de Jacques
Vaché en N antes, a principios de 1916. “Le pohété” (así llam aba
Vaché a Bretón) estaba en ese m om ento internado provisionalm en­
te en la C entral de neurología de la calle Bocage, donde Vaché se
asistía de u n a herida en la pantorrilla. La conducta de este
“joven m uy elegante, de cabellos rojizos”, comienza a intrigarlo:

“O bligado a guardar cama, se entretenía en d ibujar y pintar


series de tarjetas postales, para las cuales inventaba singulares
leyendas. La m oda m asculina ocupaba casi toda su Imaginación.
Le gustaban esas caras barbilam piñas, esas actitudes hieráticas
que se observan en los bares. T odas las m añanas pasaba más
de u n a h o ra en disponer u n a o dos fotografías, vasos con pin­
turas, algunas violetas sobre u n a pequeña mesa cubierta de p u n ­
tillas, todo al alcance de su m a n o . .. Charlábam os de R im baud
(que detestó siempre), de A pollinaire (que apenas conocía), de
Jarry (que adm iraba), del cubismo (del que desconfiaba). Era
avaro de confidencias sobre su vida, pasada. Y yo pienso
que me reprochaba esta voluntad de arte y de m odernidad que

i Poema publicado en La Phalange (1914), y compilado en M ont-de-


Pieté,
D ’orl vert les raisins m úrs et mes fú tiles vccux
Se gorgeant de clarté si douce q u ’on s’étonne
A u délice ingénu de ceindre tes cheveux,
P lus belle, á n ’envier q u e l'azur m onotone.

Je t’invoque, in q u ie l d ’u n p o u vo ir de m antean
Chim éricjue de fée a tes pas sur la terre,
Un p e u triste p eu t-étre e t rebelle p lu tó l
Q ue to ute abandonée au glacis volontaire.

(De oro verde las uvas maduras y mis fútiles deseos


Saciándose de claridad tan dulce que asom bra
A la delicia ingenua de coronar tus cabellos,
T an bella, que sólo envidia el azul monótono.

Yo te invoco, inquietado por un manto


Quimérico de hadas a tus pasos sobre la tierra, ....
Un poco triste quizás y rebelde, más bien
Q ue en total abandono a la pendiente voluntaria.)

[ 37]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

desde en to n ces. . . Jacques Vacilé era u n maestro en el arte


de ciar poca im portancia a todo . , . Por las calles de N antes se
paseaba “algunas veces” en uniform e de subteniente de húsares,
de aviador, de médico. Al cruzarse con uno parecía no reconocerlo
y continuaba su camino sin volverse. Vacilé no tendía la. m ano
para decir buen día, ni a d ió s .. 1.
Más tarde, sólo se verían cinco o seis veces. N otable es su
encuentro en el estreno, de Mamelles de Tirésias, dram a “su­
rrealista” de A pollinaire, el 24 de junio de 1917:

“Fué en el conservatorio M aubel donde volví a encontrarm e


con Jacques Vaché. H abía term inado el prim er acto. U n oficial
inglés alborotaba cerca del escenario: no podía ser otro que él.
El escándalo de la representación lo había excitado grandem ente.
E ntró en la sala em puñando u n revólver y hablaba de descar­
garlo sobre el público,” 2.
El eco de este recuerdo lo encontramos, diez años después,
en el D euxiém e Manifeste du Surréalisme, donde B retón declara
que “el acto surrealista más simple consiste en em puñar los re ­
vólveres y descargarlos al azar sobre la. m u ltitu d .” Esta, sencilla
referencia m uestra, a su vez, la influencia profunda que Jacques
Vacilé ejerció sobre el surrealismo. Su misteriosa m uerte poco
después del armisticio y que coronó la vida, de este extraño
personaje, debió contribuir para hacerlo una de las figuras más
interesantes del surrealismo. T odavía lo encontraremos a las
vueltas de nuestro camino. Lim itémonos, por el m om ento, a re ­
gistrar el testim onio de Bretón:

“T odos los casos literarios y artísticos que me es necesario


considerar quedan para después y sólo me interesan en lo que
pueda compararlos, en significación hum ana, a su m edida in fi­
nita . . . ” 3,

1 André Bretón: La Confesión dédaigneuse. (Les pas perdus).


2 Ibíd.
S Ifaid.

[38 1
LA ELABORACIÓN

i 7 continúa hablando de sí mismo:

“Sin él yo hubiese sido tal vez u n poeta.; él hizo fracasar


en mí ese com plot de fuerzas obscuras que llevan a creerse algo
tan absurdo como u n a vocación. . . ” 1.
Posiblem ente B retón nos dirá algún día en qué ocasión .
oyó hablar de ese otro aventurero de fuste llam ado A rth u r Gra­
van, cuya vida y m uerte son Igualm ente legendarias. Su panfleto
Maintenant, que im prim ía irregularm ente desde 1913 en papel
de envolver y distribuía en persona a la p u erta del “Salón de
los Independientes”, no es hoy posible encontrarlo. Él mismo fué
poco conocido, aunque el hecho de ser “desertor de diecisiete
naciones”, era suficiente título p ara asegurarle la gloria. ¿Se
debió a sus actividades de boxeador el que concurriese a los
“Independientes” de N ueva York durante la guerra u n a m ulti­
tud dispuesta a escucharlo disertar sobre el hum or moderno? Eso
sí, dió u n a lindísim a representación “haciéndose transportar al
escenario p ara no em itir más que hipos y comenzar a desnudarse,
con gran alarm a de la asistencia, hasta que la policía vino a
dar fin a sus artim añ as. .. ” s.
/ ene r Gravan son dos meteoros y dos estrellas fijas en el
eiel«
'smo año de 1916, apareció el prim er núm ero de
Sic, la revista de P. A lbert-B irot, que batallaba tenazm ente en
favor del arte moderno. A hí se encuentran A pollinaire, Reverdy,
m antenedores del cubismo literario y del futurism o. Y colaboran,
circunstancialm ente, B retón y Aragón. Reverdy tenía tam bién
su pro p ia revista, Nord-Sud (1917-1918). Gozaba y continúa
gozando, pese a su catolicismo y por razones q u e ' explicaremos,
de u n a gran influencia sobre los fundadores del surrealism o2.

l André B retón: Caracteres de l’evo lu tio n m oderne (Les Pas perdus).


3 L es N o uvelles Littéraires criticó el habérsele concedido el premio del
N ouveau M o n d e a Reverdy, declarando q u e M ax Jacob, D elteil, P hilippe
Soupault, A ragón o B retón estaban m ás calificados p a ra ese prem io. Aragón,
B retón y S oupault le dirigieron la siguiente carta: “ ...N u e s tr a lite ra tu ra ,
que estamos agradecidos aprecie, es m uy inferior a la de Reverdy, Sin temor

[ 39 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

E n Nord-Sud colaboraban A pollinaire y M ax Jacob, cuyos nom ­


bres se codean con los de Bretón, A ragón y Soupault. A unque
de carácter indudablem ente subversivo, Sic y Nord-Sud form an
parte, a pesar de todo, del arsenal cubista y futurista.
Es fuera de Francia, en Jsuiza, donde se construye u n a rti­
ficio de guerra especialmente m ortífero para la poesía y el arte
tradicionales. I I 1° ebreio le 191^ 'Zuú ’• lu ( ar de refugio
de emigrados ! t e uetc y paíse I n r T--> joven poeta
n naao R . P> 1 -k d man, y i » h. ¡ i i ,no, abrien-
dc mu d i':io n cMio al a^ar, bautizan con el nom bre de Dada u n
movxmcn tn que rljb ñ llenar con su estrépito los años subsi­
guiente;; y oh ar p jd ro sa m e n te sobre los_destinos del naciente
sune-dic no. Sin D adá pudo existir el surrealismo, pero hubiese
sidc oci 7 cosa.
Los fundadores de dicho m ovim iento no tuvieron al princi­
pio ideas bien definidas. T am bién D adá evolucionó. N o fué de
pronto todo lo negador e intransigente que lo hemos conocido,
y las publicaciones de su prim era época (el Cabaret Voltaire, de
los años 1916-17) mezclan ¡ < n-¡mente bien el cubismo, el fu ­
turism o (d i M arinetti) y el e 1 1 im dadaísta de T rista n T zara
q ue acababa de ponerse en evidencia con la publicación de La
primi tture céleste de M . A ntipyrine (28 de julio de 1916),
donde las palabras puestas unas al lado de las otras aparente­
m ente no tenían sentido. H asta su venida a París, T zara am on­
tona núm eros de revistas y manifiestos (Dada I, 11, II I, etc.), y
form ula esta definición capital: “El pensam iento se hace en la
■boca ’. Esto da u n golpe m ortal al idealismo filosófico y abre
n I . p u erta al autom atism o. Li_ l o n c h se inaugura tam bién
la zt i de los espectáculos-provoca ion sólo más tarde tienen
lugar en París. H e aquí, según relata Georges H ugnet, cómo se
desarrolló uno de ellos:

“Sobre el escenario se erolüean llaves, caías, haciendo música

declaram os q u e Reverdy es en la a ctu alid ad el m ayor po eta vivo. Frente a él,


nosotros no somos m ás q u e unos n i ñ o s . . . ” (Journal litéraire, 31 de m ayo de
1924)
LA E LABORACIÓN

hasta que el público enloquecido protesta. Sener, en lugar de-


recitar poemas, deposita u n ram o de flores a los pies de un m a­
niquí. U na voz, debajo de u n inm enso sombrero en form a de
pan de azúcar, dice poemas de Arp, Huelsenbeck, gritándolos
cada vez más alto, m ientras T zara golpea u n a gran caja siguiendo
el mismo ritm o y el mismo crescendo. H uelsenbeck y T zara bai­
lan con gruñidos de oseznos, o, dentro de una bolsa con un
caño sobre la cabeza, se contonean en u n ejercicio llam ado noir
cacadou. T zara inventa poemas químicos y estáticos. . . ” 1.
La ada I I I se adorna con u n nuevo nombre,
el de I _ que regresa de América aportando a los
dadaíst le M arcel D ucham p. L a actividad de D u­
cham p imenzó m ucho antes de la guerra con “N u
descendant l'escalier", “Jeune hornme triste dans un train”,
“Mariée”, “R o í et la reine traversés par des ñus vites”, “Bro-
yeuse de chocolat”. Después de 1912 lim itó la aplicación de su
inmenso talento y de su espíritu particularm ente agudo, firm ando
objetos de confección (R eady-m ade). De esta m anera proclam aba
su desprecio por la obra de arte y dem ostraba que u n objeto
m anufacturado puede elevarse a esa dignidad por la simple pre­
ferencia del artista. Son bien conocidos su portabotellas y su
famosa escupidera expuesta en los “Independientes” de Nueva
York en 1917 con el nom bre de “F uente”. Su obsesión por las
leyes de la casualidad le hizo confeccionar luego toda clase de
m áquinas de funcionam iento cuidadosam ente preparado y de
efectos desconcertantes, y, esto, sin contar la p in tu ra sobre vidrio,
“L a mariée mise a nu par ses célibataires mémes”, que le llevó
años fabricar y que es u n a búsqueda de lo imposible.
Picabia h abía colaborado en las revistas de D ucham p Camera
Work, 2 9 1 , T h e blind man, W rongii posiblem ente, con
esta am istad tomó gusto por las p i n t it a / d ib u jo s. de ..objetos
m ecH icos, ruedas, engranajes, m a q u im n , ¿ue luego de su esta­
da en Zurich hizo conocer a los barceloneses en su revista 391.
En esa época los franceses no estaban al corriente de lo

1 Georges Hugnet: L ’esprit dada dans la p e in tu re íCahiers d ’A rt, 1952-


1934)

[« ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

que sucedía en Zuriefa, B retón sólo en 1917 verá por prim era
vez, cu casa de A pollinaire, los núm eros de Dada, D adá no n a ­
cerá en París sino con la venida, en 1919, de Tzara, “esperado
com o.un mesías”. Por el m om ento se podían leer los poemas de
E luard (Le devoir et Vinquiétude, 1917), los de Soupault (A q u a -
rium, 1917), tentativas de búsquedas personales sin ninguna in ­
fluencia de Dadá.
Al producirse el armisticio, los futuros fundadores del surrea­
lismo se encontraban Im pregnados de una atmósfera especial­
m ente propicia para ese movimiento. Q uiéranlo o no, son arras­
trados poi corriente que A lbert-B írot llamó Espíritu
Moderno. .. .Picasso, que no lia term inado de asom­
brarlos; a “el últim o gran poeta” según Bretón; a
Reverdy, que ya utiliza numerosos procedim ientos surrealistas
en la composición de sus extraordinarios poemas; a M ax Jacob,
el “m istificador de genio”. Los Calligrammes de A pollinaire apa­
recidos en Sic, los poemas “para gritar y b ailar” de A lbert-Birot,
son Innovaciones lo bastante considerables como para asombrarlos
e inquietarlos. Y más tarde rom perán con la escuela del cubismo
literario. C uando com prenden que no es más que un cenáculo
igual a los otros y que, con el pretexto de traer lo nuevo, cosa
que Indudablem ente tienen los partidarios del Espíritu M oder­
no, no hace más que plantear los mismos problem as sin solu­
ción dentro de un círculo vicioso. ¿Será necesario encantar siem­
pre los ojos, los oídos y aun la inteligencia? Jacques Vaché había
escrito a Bretón; “El arte es una estupidez”. Y Tzara, desde
Zurich, respondía como u n eco: “Todo lo que se ve es falso”.
¿No era mejor- ■™t'mces, en lugar de seguir ese perpetuo girar-
de calesita, ro e u n a vez con toda esa m entira? En eso se
ocupaba con ' zara, que hacía adeptos entusiastas en la
Alem ania vencida, presa del ham bre, de la miseria y de las
convulsiones revolucionarlas. Y en eso se irían a ocupar por ú lti­
mo B retón y su grupo.
3
2 ) a d d

“¿Qué es lo bello? ¿qué lo feo? ¿Qué es lo


grande, lo fu erte , lo débil? ¿Q uiénes son Car-
pen tier, Renctn, Foch? N o sé. ¿Q uien soy yo?
N o sé, no sé, no sé, no s é "

Georges Ribemont-Dessaignee

■y tA C H É no había conocido a D adá y jamás lo conocería, La


1N publicación de sus L e tires de gi ierre en 1919, no dejaban
pensar que hubiese desempeñado papel de im portancia. T a n com­
penetrado' estaba “de la in u tilid ad teatral y sin alegría de tocio”.
Sin embargo las adm irables cartas que m andaba a sus amigos,
y que todos pueden leer hoy, encajan bien en el propósito que
se ha fijado Dadá:

“No queremos ni al arte n i a los artistas (¡abajo A pollinai­


re!) . . . Desconocemos a M allarm é, sin ningún odio, pero está
m uerto. No reconocemos más a A pollinaire —PUES— -lo sospe­
chamos de hacer u n arte demasiado sabio, de rem endar el rom an­
ticismo con hilos telefónicos y de ignorar los dínamos. LOS
ASTROS de nuevo descolgados —¡qué fastidiol-r y además, a
veces ¡no hablan en serio! U n hom bre que cree, es una curiosi­
dad. PE R O PU ESTO QUE ALGU NOS H A N NACID O MALOS
AC TO R ES . . ”

Después de Jarry, el único poeta que adm ira, no cree más


que en el humor:

[43
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

“ es hum or lo que nunca se dejará engañar por toda la


vida secreta y DISIM ULADA. ¡Oh mis despertador -o jo s-h ip ó ­
crita— que me detesta tanto! . . . y será hum or lo que presienta
el lam entable oropel de los símil-símbolos universales. Está dentro
en su naturaleza el ser sim bólicos..

Y es esta declaración, sin am bigüedades, la clave de su im ­


potencia: “el hum or no debe producir”. F in absoluto que él
sabe irrealizable.

“¿Pero qué hacer? Concedo un poco de cariño a LAFCADIO


que no lee y no produce más que experiencias tan divertidas como
el asesinato —y esto sin lirism o satánico— ¡mi viejo Baudelaire
putrefacto! Era necesario nuestro aire u n poco adusto: ¡m aqui­
narias, rotativas de fétidas grasas, zumbidos, zumbidos, zum bi­
dos, silbar! Reverdy: divertido como poeta y aburrido en prosa.
M ax Jacob: m i viejo m istificador. PELELES - PELELES - PELE­
LES - PELELES. ¿Q uieren u n buen pelele de m adera pintada?
Dos ojos sin expresión, y el círculo de cristal de u n m onóculo —
con u n a exigente m áquina de escribir. Yo lo prefiero.”

Las Lettres de guerre de Jacques Vaché fueron publicadas


bajo los auspicios del grupo Littérature, reunido alrededor de
u n a pequeña revista de tapas am arillas que ostentaba tres direc­
tores: Louis Aragón, A ndré B retón y P hilippe Soupault. U na
ojeada sobre el sum ario del prim er núm ero dem uestra que se
estaba todavía bastante lejos del espíritu dadaísta. ¿Quiénes
están ahí?
André Gide, que después de Les Caves du Vatican, gozaba
ante los directores de Littérature de u n gran prestigio; Paul
Valéry, en silencio hacía veinte años, m arcando así su reingreso
a la literatura; León-Paul Fargue, delicado poeta, én absoluto
ajeno a preocupaciones extraliterarias; A ndré Salmón, M ax Jacob,
Reverdy, Cendrars, Jea n Paulhan. T am bién se encuentran las
poesías de Isidoro Ducasse, conde de Lautréam ont, y si, en los
núm eros sucesivos de dos años, se conocen a jóvenes que se ini-

[44]
LA ELABORACIÓN

cían como R adíguet, D ríeu la Rochelle, P aul M o ra n d ,.asimismo


está Jules Rom ains, padre del “unaním ísm o”. El recuerdo de
A pollinaire es cuidadosam ente m antenido, como igualm ente el
de M allarm é, el de Gros y el de R im baud, de quien el popular
novelista Jules M ar y refiere episodios de infancia. Pueden leerse
tam bién artículos que trata n de R aym ond Roussel, autor de Im -
pressions d’Afrique, y de J. M. Synge.
M oderno, el grupo Littérature, lo es en el m ejor sentido de
la palabra. Expresa preocupaciones nacientes: revisión de ciertos
valores, explicación del porqué de la creación artística y del
destino hum ano del poeta. T odas estas preocupaciones se ponen
en evidencia en la célebre encuesta: “¿Por qué escribe usted?” 1.
Las respuestas desconcertantes, cínicas o desprovistas de interés,
fueron clasificadas en él orden de su mayor valor por los jóvenes
directores de Littérature, lo que nos perm ite situar la evolución
del grupo. M uy pronto se tendrán que encontrar otras respuestas
a las preguntas que se plantearán. Pues, pese a las palabras de
Bretón citadas anteriorm ente, no es a u n a actividad simpl
destructiva a la que se dedican. El redescubrim iento de L
njLQUí y de R im baud, las investigaciones sim plemente p ->ci
sobre M .llum/* Gros, y el mismo Valéry, invitan a u n a “sistema­
tización menos anárquica, menos despreocupada de la lucha a
em prender Es tam bién en estos m omentos cuando comienzan
a difundirse los inquietantes trabajos del Profesor Freud, que
parece tener la clave de u n misieiiosc escondite que el trío d iri­
gente de Littérature está ansioso de explorar. Es posiblemente
allí, después de todo, donde se encuentra la salida perpetuam ente
buscada, perpetuam ente inhallada.
Pero llegó T ristán T zara y todo se puso en tela de juicio.
Llegó precedido de u n a reputación que, como lo hemos visto,
no era usurpada. Poniendo aparte su propia actuación, que es
enorme, va a representar el papel de catalizador de las tenden­

1 P a ra todo este período, además de la consulta de los docum entos,


hemos seguido el citado estudio de Georges H ugnet.
2 Georges H ug net: L ’esprit dada dans la p e in tu re ( Cahiers d ’A rt. 1932-
1934.)

[45]
H I S T O R I A DEL, S U I i R E A U S M O

cias revolucionarías que anim aban al grupo Litiérature y sobre


eí cual influyó.
“Su entrada interrum pe por fin esas viejas discusiones in ­
trascendentes que gastaban todos los días u n poco más las calles
de la capital. No transige en nada, con los grupos an terio res. .

Esto lo reconoce Bretón, en lo más intenso de la pelea con


ese hom bre que m archa “con u n desafío en la m irada” 1. Desde
su llegada, efectivamente, se inicia otra cosa. Con él D adá empieza
su asombrosa carrera parisiense. En prim er térm ino decide dar
a la élite de la capital u n a m uestra de su talento, comenzando,
como base de u n plan más vasto, ios espectáculos-provocación
de Zurich. Esto sucede en la prim era reu n ió n de los viernes
ele"Litiér ature (23 de enero de 1920):

“A ndré Salmón es el prim ero que tom a la palabra. Recita


poemas. El público está conforme, porque, al fin de cuentas, hay
u n cierto arte. Pero m uy pronto su placer se estropea. H e aquí
máscaras que recitan u n desarticulado poem a de Bretón. Con el
título de poema, T zara lee u n artículo periodístico en tanto
que u n infernal sonar de campanillas y m atracas lo acompaña,
El público, naturalm ente, no aguanta rnás y silba. P ara term inar
este hermoso desorden, .se m uestran pinturas, entre ellas un cua­
dro de Picabia, de los más escandalosos del pu n to de vista plás­
tico y que tiene, como algunos cuadros y m anifiestos de esa
época de Picabia, el título de 3 ” 2.
El id ¡eme rtí reado. El L u l h t i n Dada de febrero ¿cune
lo mi ib d t j n h i i, Tzara, A ^ o i , Bretón, Ribem ont-Bessaig-
r Dermée, Gravan, y proclam a: “Los ver-
cladei ^ i baístas están c -im a ^ di T o d o el m undo es director
de Dada, Eu tanto los zr or or ¡jlit.es dguen su curso. El segundo
tiene lugar el 5 de febi 5n de los Independientes”
y moviliza treinta y ocho conferencistas para la lectura de los
manifiestos. V erdad es que eí de Picabia fué leído por diez

1 A n d ré B retón: Caracteres de l'evolution m oderne (Les pos perdus).


2 George H u g n e t: Loe. cít.

[ 46]
LA ELABORACIÓN

personas a la vez y el de Ríbemont-Dessaignes por nueve, etc.


Extraemos de uno ele ellos las siguientes líneas que son todo
un program a:

i n 'i a de ) ii luios i id a de liu i nada de os, nada


de encuito e , ««-<I di <=li d nes, iu< republ i nada de
realistas, n ad a de im p e n jii tas, n ad a ue a n a r q u ía s , nada de
socialistas, nada de bol-i ss, nada de políticos, nada de p ro ­
letarios, nada de demócratas, nada de burgueses, nada de aristó­
cratas, nada de ejércitos, nada de policía, nada de patrias, en fin,
basta ele todas esas imbecilidades, no más nada, no más nada,
NADA, NADA, NADA.
“De esta m anera esperamos, que lo nuevo, que será eso mismo
que no querem os más, se im pondrá menos podrido, menos inm e­
diatam ente G R O TESC O ” 1.
La m u ltitud, venida para ver a C harlie Chaplín, cuya pre­
sencia m añosam ente anunciaron los organizadores del acto, ab a n ­
dona la sala a oscuras en m edio de u n descomunal desorden
después de haber am etrallado a los actuantes con m onedas d ■'
cobre. Más tarde las monedas de cobre serán reemplazadas por
huevos, que producen un hermoso efecto decorativo, como en
el festival del “Salón Gaveau” . El periodista d’Esparbés, adversario
declarado del m ovim iento dadaísta, describe en estos términos
una exposición de “ encolados” de M ax Ernst:

“Con el m al gusto que los caracteriza, los dadaístas esta vez


han apelado al .resorte de lo terrorífico. L a escena se desarrolló
en u n sótano y todas las luces estaban apagadas en el interior
del local. Por u n a tram pa subían gemidos. U n gracioso, escon­
dido tras u n arm ario, in ju riab a a las personalidades presentes . .,
Los dadaístas, sin corbata y con guantes blancos, iban y venían
de un lado a otro , . . A ndré B retón m asticaba fósforos, R íbem ont-
Dessaignes gritaba a cada m om ento: “Llueve sobre una calavera”.
Aragón m aullaba. P hilippe Soupault jugaba a la escondida con
Tzara, en tanto que B enjam ín Péret y C houchoune se daban
i M anifiesto de A ragón.

[47]
H I S T O R I A DEL SUR REALISMO

ía m ano continuam ente. E n el um bral, Jacques R ígaut contaba


en voz alta los automóviles y las perlas de las concurrentes. . . ” 1
H oy en día se dirá que éstas fueron diversiones innocuas.
Pero había algo más. Al margei las bu i-\a constantes a u n
público ávido de u n arte m oderno y de pxu t>io~tes estéticas n u e­
vas, que venía a ver a D adá porque creía si/icei ám ente encon­
trarías en él y que hasta lo adoptaría si se le hubiese perm itido,
estaban las búsquedas colectivas o personales en numerosos aspec­
tos y los ataques contra la lite ratu ra y el arte oficiales, que eran
ya menos gratuitos. Esta lucha más eficaz, es, por otra parte, la
obra del grupo antiguo de Littérature y de algunos que, como
Picabia, . D adá al com prender que éste no hizo
más que _ rvalo del arte oficial con u n episodio sin
salida de agitación estéril.
H u b o ataques personales: “Si usted lee a A ndré Gide en
voz alta du rante diez m inutos, tendrá m al a liento” (Picabia, en
la revista de P aul Dermée: Z .). A taques contra las obras intoca­
bles de los pintores del pasado: la revista de Picabia 391, a p a -
'■eció con la escandalosa carátula de D ucham p que m ostraba
a la "G ioconda” disim ulando su famosa sonrisa con u n soberbio
par de bigotes. Cannibale, que no publicó más que dos núm eros
(25 de abril - 25 de mayo de 1920), fué otra arm a utilizada por
Picabia, que, al últim o, term ina p o r poner de vuelta y m edia a
los d adaístas2. Paul Eluard, en su pequeña revista Proverbe,
cuyo prim er núm ero aparece en febrero, se apoya en estos versos
de A pollinaire:

“ ¡Oh bocas!, el hom bre está en la búsqueda de u n nuevo


[lenguaje
Al cual gramático alguno tendrá nada que decir” .

1 C itado p o r Georges Hugnet, loe. cit.


2 U n artículo de Picabia, de e n tre otros: ", . . Dufayel m e parece m ás
interesante que Ribemont-Dessaignes, Capablanca o Ford más interesantes
que Marcel D ucham p, Víctor H ugo más interesante que Max Stirner, Pas­
teur más interesante que Nerón, Mme. Boucicaut más interesante que Paul
Poíret y Mme. de Noailles más hermosa q u e Tristan T z a r a . . . ” (L a f i e mo~
derne, 25 de febrero 1923.)

[ 4 8]
LA E LABO RAC IÓN

Y ic h a .e para proseguir sus „ u .bre _ ^ o m a ,


del cual se propone realizar u n a i “ rrio n . P « ruem i a d<=> nuevo
en los lugares comunes, en los “p í o / >h n s' 'e i Iv ~ b a < bichas,
el valor activo que tuvieron en si »er y q u rerdieron con
el uso 1. Y para esarestitución ecl i íc al _ n ^ i n o , al juego
de palabras, a la alteración del o j i 1 a b ú u J 'le los términos
en la frase.
E ntre los colaboradores de Proverbe se encuentran los nom ­
bres ya conocidos de Bretón, Aragón, P aulhan, Pícabía, Soupault,
Tzara, Ribemont-Dessaignes, lo que la hace u n a publicación
dadaista ia o ie nación particular que se h a señalado.
B ie to i ^-.iinis 10 se aparta del m ovim iento. Luego de haber
preconi pao u ¡o s li de excursiones y visitas a través de París”,
por los sitios más irrisorios (visita a Saint-Julien-le-Pauvre, el
14 de a b ril), no se solidariza con u n acto dadaista en la “Galerie
Montaigne”, y arma, contra Ja opinión de T zara, la gran m aqui­
nación del Proceso B_arrés.
N o h ab ía duda que se encontraba en el buen camino. Dadá
no podía lim itarse sólo a' escandalizar, tenía que obrar. O brar
de u n a m anera menos anárquica, más eficiente. No sólo desaho­
garse con el arte oficial, que continuaba, por o tra parte, muy
estable. D ebía .atacarse nom inalm ente a sus caudillos, denunciarlos
como traidores a la causa del espíritu y del hom bre, juzgarlos
con todo el cerem onial que la justicia burguesa despliega en estos
casos. N inguno m ejor que M aurice Barres. Este escritor, pro­
visto de positivas dotes literarias y de u n ideal m oral que, en
sus prim eras obras, no fué desagradable a los futuros surrealis­
tas, había la m in a d o poi poner su talento al servicio de la tierra,
de los m uertos, de la patria, valores todos rechazados con indig­
nación por ei grupo Lutérature, Esta empresa era, a los ojos
de Bretón, más necesaria porque Barres gozaba todavía de una
consideración no despreciable, que am enazaba apartar del “buen
cam ino” millares de actividades juveniles que no esperaban más
que ser utilizadas. Asimismo se instruía el proceso al talento, lite-

l “ ¿ E x is te .. . algo m ás encan tad o r, m ás fértil y de u n a n atu raleza más


positivam ente excitante q u e el lu g a r com ún?” (Ch. Baudelaire: Salón de 1859.)

[ 49]
H I S T O R I A DEL S U R R E A L I S M O

rarío o de otro orden, que para los futuros surrealistas nunca


fué otra cosa que u n cuento del tío. No es el talento lo que
im porta, sino las empresas en cuyo servido se emplea. Más aun,
u n gran talento jamás constituyó u n a excusa. Por el contrario»
puesto al servicio de u n a m ala causa» se hace más peligroso. Y
es de mavor urgencia el derribarlo.
La :ión y juzgam iento de M aurice Barres por D adá”,
fué a n ti por Littérature para su reunión del viernes_ 18
de mayo Ir 1921» exactam ente a las 20 y 30» en el “Salón des
Sociélés javautes” de la calle D anton 8 . “Doce espectadores cons­
tituyeron el ju rad o ” 1.
Esto que» a los ojos de los asistentes habituales a los actos
dadaístas» pudo parecer una inocente farsa» tomó muy otro aspec­
to gracias a B retón. ¿Fué una simple coincidencia que Barrés,
en ese preciso momento» abandonara la capital? Los dadaístas
no p retendían tanto y» si es necesario repetirlo» no pensaban
aten tar contra su persona. U n muñeco de m adera, que sentaron
en el b an q u illo de los acusados» constituía un eficaz sustituto.
Los jueces» los abogados y el acusador llevaban birretes» blusones
y delantales blancos; el trib u n al tenía birretes encarnados. B en­
jam ín Péret representaba al soldado desconocido alem án. Del
acta de acusación, form ulada por Bretón, vamos a extraer algunas
consideraciones» que no solamente servían contra Barrés:

"D adá: considerando que ya es tiem po de poner al servicio


de su espíritu negador u n a voluntad ejecutiva y decidido sobre
todo a ejercerla contra los que amenazan oponerse a su dictadura»
tom a desde hoy m edidas para derribar esa resistencia, y»
considerando que u n hom bre determ inado, al estar en u n a
época determinada» con capacidad para resolver ciertos problemas,

l E l trib u n a l está así formado: Presidente: A ndré B retón; asesores: T h ,


Fraenkel y P ie rre Deval; acusador público: G. Ribemont-Dessaignes; d e fe n ­
sores: L. A ragón, P h. S o u p au lt (curiosa defensa, m ás encarnizada q u e el acu­
sador en p e d ir la cabeza de su cliente) ; testigos: T zara, Jacques R igaut, Ben­
jam ín P éret, Marguerite B uffet, Drieu la R óchele, R enée Dunan, Gonzague
Fiick, H enri Hertz, A chille le R oy, Georges Pioch, R achilde, Serge Romoff»
M acel Sauvage, Giuseppe Ungaretti, etc.

[ 50]
LA ELABORACIÓN

es culpable si, ya sea por u n deseo de tranquilidad, por nece­


sidades de acción exterior, por self-cleptom anía o por razón
m oral, renuncia a lo que puede haber de único en él, si da
razón a los que pretenden que sin la experiencia de la vida
y la conciencia de la responsabilidad no puede existir la enun­
ciación hum ana y así no tenerse u n a verdadera posesión de sí
mismo, y si tu rb a lo que puede haber de fuerza revolucionaria
en la conducta de los que estarían tentados de aprovechar sus
prim eras enseñanzas,
acusa a M aurice Barres de crim en contra la seguridad del
espíritu.”

Hagam os conocer aquí tam bién algunas de las réplicas de


B retón a Tzara, que, fiel a su program a puram ente destructor,
quiso ponerlo en práctica, m ientras que B retón ya no consideraba
las cosas de la misma m anera:

“El testigo (T ristan T z a ra ): El señor presidente convendrá


conmigo que nosotros no somos más que u n a cáfila de sinver­
güenzas y que, por lo tanto, las mínim as diferencias entre u n gran
sinvergüenza y un pequeño sinvergüenza, carecen de im portancia.
El presidente (Ándré Bretón) : ¿Qué es lo etende el
testigo, pasar por u n perfecto imbécil o que lo ;n?”

Y en el proceso verbal se consigna: “L a defensa hace constar


que el testigo pasó todo el tiem po haciendo chistes,” ¡Pecado
evidentem ente capital para esos tiempos!
Estas rápidas fintas entre el fundador de D adá y el del surrea­
lismo, no hacen más que inaugurar el com bate que van a
lib rar estos dos hombres, representantes de dos estados de espíritu
distintos, de dos “sistemas” que vendrán a ser opuestos, a pesar
de que el uno tuvo históricam ente necesidad del otro para nacer,
pero no menos necesidad de abandonarlo para vivir. Indudable­
m ente fué u n proceso a Barres, pero tam bién ahí se bosquejó
el proceso a Dadá.

[ 51]
HISTORIA DEL SURREALISMO

Se tuvo la prueba al año siguiente (1922), cuando B retón


sintió la necesidad de pulsar la agitación dejada por el arm is­
ticio, y quiso determ inar en u n sentido constructivo las tenden­
cias nuevas del arte “m oderno”, organizando u n “Congreso in ter­
nacional p ara establecer las directivas y la defensa del espíritu
m oderno” . Con tal propósito se dirigió a personas que, n a tu ra l­
mente, no todas com partían sus opiniones. Fueron sondeados
pintores como F ernand Léger, A. Ozenfant, Del aun ay, músicos
como Georges Auric, escritores como P aulhan. Tzara, invitado,
no pudo menos que excusarse cortésmente 1. P ara él eso ya signi­
ficaba u n a etapa superada. “D adá no es m oderno”, había dicho,
considerando que D adá negaba tanto el arte m oderno y el arte
tradicional como todo arte. ¿Era posible concebir u n “congreso
del espíritu m oderno” sin la presencia de Dadá? L a abstención
de T zara hizo fracasar la tei iat'vd d • B retón y produjo la j u g -
tu ra definitiva, Al final tei golpes. B retón y P éret son
m altratados en u n a represe Qceur á gaz de T zara (julio
de 1923), a la que asistieron en discordia. Pierre de Massot salió
con u n brazo roto y Eluard, después de ser arrojado entre los
decorados, recibió u n a dem anda judicial en la que se le recla­
m aban ocho mil francos por daños y perjuicios. Como se ve, T zara
no gustaba mucho, cuando se ejercían contra él, de procedim ien­
tos que contribuyó a crear.

A livian a B retón y su grupo la separación de Dadá. Ju n to con


ataques intranscendentes contra Tzara, tal como negarle la p ater­
n idad del nom bre D adá —qué im portancia tenía—, B retón deter­
m ina en form a precisa las razones de su evolución. Constata
prim ero la m uerte de D adá 2, y no acepta más el quedarse solo

1 "Siento m ucho decirle que las reservas por m í formuladas respecto a


la idea del Congreso no se alterarían con m i presencia, y que m e es bas­
tante desagradable el tener que rehusar el ofrecim iento que m e hace.” T ris-
tán Tzara: “Respuesta a Bretón.”
2 “Su acom pañam iento, poco num eroso, siguió al del cubism o y el f u ­
turism o que los alumnos de Bellas Artes habían ahogado en el Sena. Dadá,
aunque tuvo, como quien dice, su cuarto de h o ra de celebridad, dejó poco
de q u é sentirlo: a la larga, su prepotencia y su tiranía se hicieron insopor­
tables . . . Si m e abstuve, el año pasado, de tomar parte en los actos organiza-

[ 52]
R n l U l i S

Facsím ile de la tap a de la revísta surrealista L ilté ra tu re


d el I? de diciem bre de 1922.

[ 55]
H I S T OR I A D E L S U R R E A L I S M O

en los buenos pro p ó sito s1. Y como el dadaísmo, “como otras


tantas cosas, no h a sido p ara algunos más que una m anera de
apoltronarse”, B retón rom pe el círculo vicioso y continúa m ar­
chando hacia adelante:

“Suelten todo. Suelten a Dadá. Suelten a su m ujer. Suelten


a su am ante. Suelten sus esperanzas y . sus temores. Siem bren sus
hijos p or cualquier parte. Suelten lo seguro por lo inseguro.
Suelten en caso necesario una vida cómoda, lo que se les ofrece
para u n a situación de porvenir. P artan por los caminos 2.

Felizm ente no estaba solo. De paso puede saludar a sus an ti­


guos amigos:

“Picabia, D ucham p, Picasso, nos quedan. U n apretón de


manos, Louis Aragón, P aul Eluard, Philippe Soupault, queridos
amigos ipre. ¿Se acuerdan de G uillaum e A pollinaire y de
Pierre 1 „ ? ¿No es verdad que les debemos u n poco de nues-
tra fue:

Y acoge a los recién llegados:

“Ya nos aguardan Jacques Barón, Robeil.. Desnos, M ax M o­


rise, R oger y itrac , Pierre de Massot. No se dirá que el dadaísmo
no nos sirvió más que para m antenernos en este estado de p er­
fecta disponibilidad en que estamos y del cual ahora partim os
con lucidez hacia lo que nos está llam ando” 4.

Desde este m om ento se puede decir que Littéraiure, en su


n u ev a seri e _ marzo 1922 - junio 1924) y de donde extraemos estas

dos p o r D adá en la "G alerie M ontaigne”, fué porque ese género de recussos
ya no m e atraía. Así pude haber llegado tranquilam ente a mis veintiséis, a
mis treinta años, pero estoy decidido a huir de todo lo que tome la aparien­
cia de esa com odidad. . . ” A prés D adá (en Les pas perdus.)
1 “B ien puede nuestra época no estar en una gran reconcentración,
¿pero aceptaremos mantenernos siempre en buenos propósitos? . . Ibi d.
2 André Bretón: Láchez tout! (Les pas perdus).
3 Ibid.
i Ibid.

[ 54]
LA ELABORACIÓN

líneas de Bretón, nada tim e ;¡ue ’/ej con D adá A hora es el


órgano de u na nueva corriente, menos ruidosam ente destructora
y más constructiva, cuyo nom bre no se h a encontrado todavía y
que llevará pronto al descubrim iento de nuevos horizontes: el
surrealismo.

L55J
4
esC oó i í i ó t i m a d o reá d ei ó u r r e a í i á m o

"L a ciencia que yo m e propongo es u n a cien­


cia distinta a la poesía. N o canto esta útlim a .
M e esfuerzo p o r descubrir su origen. A través
del p ilo ta je q u e dirige iodo pensam iento p o é ­
tico, los profesionales de billar distinguirán el
desenvolvim iento de tesis sentim entales."
Lautréamont.

TJ N m ateria de revolución, ninguno de nosotros debe tener


necesidad de antepasados”, proclam a Bretón en 1929 1, Puede
ser, pero en m ateria de poesía los surrealistas se aplicaron a des­
cubrir, proyectando así nuevas luces sobre' poetas consagrados y
poniendo en circulación poetas que no m erecían estar en el olvido.
El criterio de esta elección daba la p au ta de las influencias
visibles o secretas que recibían y que fueron reveladas con gran
lucidez por T ristan T zara en 1934:

“Denunciem os cuanto antes u n equívoco que pretende cla­


sificar la poesía bajo la rúbrica de los medios ele expresión. La
poesía que no se distingue de la novela más que' por su form a
externa, la poesía que sólo expresa ideas o sentimientos, no inte­
resa a nadie. Opongo a ella la poesía actividad del espíritu . . .
Está hoy perfectam ente adm itido que se puede ser poeta sin ha­
ber escrito jam ás u n verso y que existe calidad poética en la calle,

i A ndré B retón: D euxiérne M anifesté du surréalism e (1929).

[ 57]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

en u n espectáculo comercial, no im porta dónde, si la confusión


es grande, es poética . . . ” 1

R em ontándonos en el tiem po, esta óptica nueva h a c e q u e


los surrealistas adm iren las fatrasies de la E dad M edía, poemas
anónim os del siglo x m , donde se mezcla la incoherencia al abuso
d e imágenes extravagantes 2. A unque el siglo x v ii no les da más
que u n saldo totalm ente pasivo, el siglo xvm hace nacer la ver­
tiente que se Irá engrosando hasta ellos en forma de la “novela
negra”, que, a las construcciones lógicas y sabias de los raciona­
listas, opone su

“predilección por los fantasmas, las brujas, el ocultismo, la


magia, el vicio, los sueños, jas locuras, las pasiones» el folklore
verdadero o inventado, ia m itología (leer mistificaciones), las
utopías sociales u otras, los viajes reales o imaginarios, el b ara­
tillo de las maravillas, las aventuras y las costumbres de los pue­
blos salvajes, y, en general, por todo lo que escapa a las normas
rígidas y donde se había ubicado la belleza para que se id en ti­
ficara con el esp íritu ,. . ” 3,

Los surrealistas no tardarían en encontrar aquí u n aporte


verdaderam ente revolucionarlo. Pero las única figuras de esta épo­
ca que tienen en cuenta son a Horace W aipole, el autor del famo­
so Cháteau d ’Otranie, a Ann Radclifi'e, a M aturin, a Lewis, y,
naturalm ente, £ :¡«e hizo L su vida una verdadera “novela
negra”. Éste, z ; Jusíine, ¡uliette en les infortunes de la
vertu, La p hilow p n ° dans le boudoir, 120 journées de Sodome,
Dialogue entre un Préte et un Moribond, ex-Marqués,encerrado
la m ayor parte de su vida en Vincennes y otras prisiones por su
ateísmo, sus costumbres y el odio que por los citados motivos le
dispensaba su fam ilia política ,4 que se llama, el 14 de julio de 1789,

1 T ris tan T za ra: Essi. sur la situ a iio n de la poésie, (Les S. Á. S. D.


L. R., NO 4)
2 L a R é v o lu tio n surréaliste, N ? 6.
8 Trístán T za ra: Essai su r la situ a tio n de la poésie.
‘í Je a n D esbordes: L e Vrai visage da M arquis de Sacie.

[ 58]
LA ELABORACIÓN

desde el in terio r de la Bastilla al pueblo de París para que lo saque


de la cárcel, m iem bro de la sección de los “Piques” durante la
R e v o l u c i ó n , enemigo personal del P rim er Cónsul, quien le de­
m uestra que la Bastilla subsiste, da suficiente m aterial a la leyenda
que en torno suyo tejieron los surrealistas. Queda para ellos
como u n grande y apasionante ejemplo. Su sincero materialismo,
su búsqueda de lo absoluto en el placer bajo todas sus formas
y especialmente en su aspecto sexual, su oposición a los valores
tradicionales y sus representantes, hacen un patrón de hom bre
tal como ellos lo conciben.

Con el R om anticism o francés, inglés y, sobre todo, alemán,


hace irrupción en la literatura y en el arte el gusto, no sola­
m ente por lo extraño, lo extravagante, lo inesperado, que habían
constituido la esencia de la "novela negra”, sino por lo feo,
opuesto a lo bello tradicional, por los sueños, la quim era, la
m elancolía, la nostalgia de “los paraísos perdidos”, al mismo tiem ­
po que la voluntad de expresar lo inexpresable, lo inefable. En
Francia, p or encima del Victor H ugo de Fin de Safan y de Dieu,
los surrealistas colocan a Aloysius B ertrand y a los “bousingots” 1
Petrus S orel y Charles Lassailly, que dan a ese romanticismo,
considerado como “m enor”, el m atiz de rebeldía y autenticidad
que desentona ju n to a los discursos rim ados de Lam artine, de
Vigny y de otros grandes poetas. Sobre todo Nerval, que califi­
caba sus propios estados de ensueño de “sobrenaturalistas” y
que transfirió tan trágicam ente la poesía a la vida cotidiana,
dem uestra a T z '-a que la poesía se evade del poem a y que puede
existir sin éí I í e i o a d ie ta r del “ir'austo" de Goethe, viajero
im penitente, e íarior-idr» de los países de allende el R hin, realiza
iculación efectiva con ese rom anticism o alemán, místico,
: % soñador, metafísico 2, que, años más tarde, se expresa
tím ente en Reves de Jean P aul como en Hymnes a la nuit
de Novalis, y en los poemas de H olderlin y Contes bizarres de
Achim d ’A rnim . Los rom ánticos alemanes habían abierto u n

1 R epublicano que adoptó el sombrero marino de ese nombre (N. del T.)
2 V er A lbert Béguin: L ’ám e ro m a n tiq u e et le reve (C oríi).

[ 59]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

nuevo camino que los surrealistas explorarán con pasión, antes


de volverse al llam ado de búsquedas más eficientes, pues, para
■ellos, estos “soñadores” no rom pen la prisión donde el hom bre
se debate. Con algunas excepciones, la de A rnim especialmente,
¡se evaden a las alturas por medios que repugnan a B retón y su
grupo.

Es necesario esperar a Baudelaire, “prim er vidente, verdade­


ro poeta” 1, p ara que “indique” la salida. No hace más que in d i­
carla, porque queda apresado en las preocupaciones formales de
u n arte que lleva indudablem ente a la perfección, pero que se
malogra, según piensan los surrealistas, por u n rom anticism o de
poca calidad, <1. ‘p eJi I sat nismo”. El -'erdadero Baudelaire
está más en las 3c¿- es ¡ j o r ?-n íes y en los P o em a en prose, que
en las Plevrt ai 'nal Es ah" d jn d e h a sabido expresar ese lado
misterioso de la vida cotidiana, que es el verdadero terreno sur­
realista. Y si pudo indicar la salida fué por esa “oposición al
m undo burgués” 2, que le hizo estar tras las barricadas el mes de
junio de 1848, por su “apetito espiritual, continuam ente insatis­
fecho” y p or su búsqueda de “alguna cosa distinta”, que en vano,
continuó durante toda su vida.
Los sucesores inm ediatos o lejanos de Baudelaire, excluidos
L autréam ont, R im baud y Jarry (a los cuales, por su im portante
influencia en el surrealismo debemos tra ta r aparte), aplican
sus esfuerzos, ante todo, a la ío n ra esencial del poem a que
quieren lib ertar de los moldes males, o al lenguaje, del
que hacen un instrum ento preciso puesto a su servido. Por lo
general es u n a tarea conscie ' el alcance de
la tentativa. E n este sentido, el qoo1te de MalLu me, “disgregando
el duro cemento de u n a fo rm le n que casaba poi inconmovible,
la sintaxis”, no es estéril. Se sabe la estima en que B retón co­
m ienza a tenerlo; pero se sabe tam bién con qué prisa se aparta
de sus juegos de esteta. T am poco es despreciable el aporte de

1 Rim baud
2 Tzara: E ssa i. . . (loe. cit.)

[ 60]
LA ELABORACIÓN

Charles Cros, de Huysmans, de G erm ain Nouveau. Pero a! lado


de los hallazgos poéticos, de los vocablos raros, de las fugaces
escapadas al azul, ¡cuánta escoria, cuánta afectación, y cuánta
pose literaria! Defectos m ultiplicados por la escuela simbolista,
que, a los ojos de lo" sim alistas, hace u n “triste papel” x. Se
quedan con la in tio iu iu'i oficial del verso libre, con algu­
nas piezas de los ve~ t es c 1<udes de M aeterlinck y la mayor
parte de la obra de Saint-Pol-Roux. L a noche del olvido ya
se h a extendido sobre los Síuart M ili, R ené Ghil, Viélé-Griffin.
La poesía no quiere más am adores platónicos, exige amantes
que sepan, llegado el caso, violarla. N adie más a propósito que
Alfred Jarry. Arthur Rimbaud. Isidore Du<L"„e, conde de Lau-
tréam ont. Los tres, en m anera distinta, pero con u n mismo
desesperado entusiasmo, transfundieron su vida a la poesía,
haciéndola descender del pedestal, donde hom bres ignorantes la
habían encaramado, para acostarse con ella y m orir en el más
delicioso delirio de amor.

Tíuiy coifundje ii im , perp etu a alucinación, su exis­


tencia :oii 1~ del Pe' e Ubu e identificándose en todo a su
'■(¿ación hduici el p t uto Je oVidar su verdadera identidad,
señala el advenim iento en la vida del valor supremo “de los
que conocen” el hnm nr, ese hum or que, u n a vez más, puso en
juego antes de dar su últim o suspiro 2. Ubu, “creación adm ira­
ble por la cual yo daría todos los Shakespeare y todos los R a-
belais”, según declaró Bretón, es el burgués de su tiem po y,
más todavía, de nuestro tiem po 3. C ontiene en sí la cobardía,

1 T zara: E ssai. . . (loe, cit.)


2 “E n la últim a visita que le hice le pregunté si deseaba algo; sus ojos
se animaron; había algo que le produciría un g ra n placer. Le aseguré que lo
iba a tener inmediatamente. P idió: ese algo era un m ondadientes.” Dr. Saltas:
“Prefacio a U bu-R oi.”
3 “M. U bu es conde p a p al, por supuesto, M. U bu no concibe los fe­
rrocarriles sin pensar en su posible beneficio. M. U bu utiliza a sus enemigos.
M. U bu pesa en el imperio colonial y lo oprime, es decir lo tiraniza. M.
Ubu, feroz sin sutileza, no es en verd ad cruel; su m ald a d es m ás bien vio­
lencia. M. Ubu es una genial inteligencia intestinal. Como lo d iría Jarry ,

[ 61]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

la ferocidad, el cinismo, el desdén por el espíritu y sus valores»


la prepotencia de la vulgaridad. Prototipo de una dase de tí­
ranos y de parásitos cuya acción perjudicial Jarry no pudo con­
tem plar en toda su extensión por su tem prana m uerte,
La trn’tesis del Pére Ubu es el doctor F 'v cn cll ><vant-
pata¡.lysicie i lógico im perturbable, que lleva a srs ú l t m 'j con­
secuencias las “especulaciones” de los- geómcuas, de los nsicos,
• le ios filósofos, y se siente a su guato en un m undo que se hace
l>ei rectamente absuido. Más que los tipos creados» es la atmós­
fera de la obra de Jarry lo absolutam ente único e inim itable.
El h um or es realm ente la n i ia fim^n ión de ese m undo, que
si i el sería totalm ente vacio <- i iin bita ble. Parece representar el
testam ento de Jarry. El secreto conquistado a costa de u n largo
sufrim iento y la réplica de los espíritus superiores a este m undo
en el que se sienten extraños. más que u n a secreción
natural, como m uy a m e n u d j ¿ i<v querido considerarlo, im ­
porta, por el contrario, la ; oica de los que no se
avienen a transigir. Asimismo' ejos, tanto de la “ironía
rom ántica” que consideró con aire displicente y desde u n m undo
u ltraterren o los acontecim ientos intrascendentes de esta vida,
como de las fantasías cubistas y futuristas, diversiones de estetas
o de bohemios convencidos de que todavía tienen u n papel
que representar. Jarry jam ás représenlo ningún papel, como
tampoco v iv ió su propia vida Se hizo o tra vida aparte que des­
em peñó perfectam ente. Así dio u n ejem plo difícil de seguir,
conscientem ente aguada ^ foj Vaché, y que los surrealistas, a
través de él, se esIoi7\io n i t por imitar» dando a sus obras
y a sus vidas' ese que perciben los filisteos,
R im baud había expresado sobre un plano trágico la mis­
ma experiencia. Es ella la que se sigue a través de su obra y
de su vida. P artido de la im itación a Víctor Hugo, llega al
mutismo, juzgo i térm inos <i_spi 3>'ianvos su m eteórica ca­
rrera poética. 1 I aud traza p a ii los surrealistas la, propia
parábola del arte y representa, asimismo, el destino futuro. “Va-
gobierna con sus i n s t i n t e s t i n e t s Sylvain Itk in e: P rogram a de la re p re se n ta ­
ción de U bu-eficTí3iné ''~(l9!í7j.

[ 62]
LA ELABORACIÓN

gan actualm ente por el m undo algunos individuos para quienes


el arte, por ejemplo, ha dejado de ser u n fin ”, declara Bretón
en 1922 1.
R im b au d fué uno de ellos. "Su obra merece quedar de vigía
en nuestro cam ino” —agrega ±n i— porque ha e~_pi esaJo "una
in q u ietu d que sin duda m ili 'i e generaciones no la han evi­
tado y le dió esa voz que d . resuena en nuesuo„ oídos”.
Interrogación eterna del destino del hom bre, del “para qué esta­
mos hechos, qué podemos aceptar de servir, si debemos dejar
toda esperanza”, y a la cual las filosofías y las religiones han
dado respuestas no satisfactorias. Interrogación perpetuam ente
hecha por los hom bres “libres” y que para los surrealistas es
cuestión fundam ental. ■
Su am bición fué responder por la conducta poética. Como
R im baud, quisieron “ir a golpear las puertas de la creación”,
seguros de su experiencia y con algunas ilusiones de menos. Se
hacía imposible, después de R im baud, no sentir la influencia de
u n a tal obra, y los surrealistas fueron discípulos consecuentes.

“Pues Yo es otro 2. Si el cobre se despierta clarín no es por


culpa suyj- Esto me es evidente: asisto al brotar de m i p en ­
samiento: lo miro, lo escucho: doy u n a arqueada: la sinfonía
remueve las profundidades, llega de u n salto a escena” 3.

No está acaso aquí form ulada la verdadera naturaleza de


la inspiración, con una voz que no viene “de lo alto”, de un
desconocido cielo místico, sino de Jas “profundidades” del ser, del
inconsciente, y a la cual los surrealistas le abrirán las puertas
dejándola correr en cataratas de diam antes o en torrentes de
barro. “Sí lo que trae de allá tiene forma, se da con forma: si
es informe, se da inform e” 4.

1 André Bretón: Caracteres de ré v o lu tio n m oderne (Les pas perdus).


2 C ar Js est-un autre. Se h a creído ésta la traducción más aproxima­
ba. (N. dei ' I .)
3 A. Rimbaud: C arta a p , D em env dei 15 de mayo de 1871. Corr espon-
dence m ed ite d ‘ A . R im bau d. (Cahiers Ubres, 1929.)
i R im baud, íoc. cit.

16?!]
HIST O R IA DEL SURREALISMO

Lo im portante es no quebrar la corriente y m antener esta


actividad fuera de las f )elleza.
La apuesta vale la pena: ir a lo
desconocido. En ese proposi c el { eu. h <- /ide’i e . ladrón
del fuego”, “m ultiplicador del progreso”, a costa de u n “h o rri­
ble trab ajo ” :

“El pre>íi jp ha'-'' /Idente por u n largo, inmenso y razonado


disloca, líente Je iodc~ l f s e n t ' i o Todas la formas del amor,
del sufrim iento, de L ’ccm ? B isc r A<_r i lismo, agota en -sí
todos los /e u e n ts p a n 1 0 g u ^ d a n i que h quintaesencia. In e­
fable tortura, en la que se necesita de toda la fe, de toda la
fuerza sobrehum ana, y que le convierte, en m edio de todos, en
el gran enfermo, el gran crimina!, el gran m aldito y ¡el supremo
sabio! , . K

R im b aud no pudo realizar esta aspiración ambiciosa. P are­


ciera que, llegado a las puertas de lo desconocido, tuvo miedo,
se echó atrás. Será este fracaso la causa del disfavor en que cae
ante Bretón, quien en 192,9 se “despide” de él en estos términos:
“Es culpable ante nosotros de haber perm itido, de no haber
hecho imposibles, ciertas interpretaciones deshonrosas de su p en ­
sam iento tipo Claudel ”2.
¿Pero qué decir a este respecto de G erm ain Nouveau, de
A pollinaire y de otros? A pesar de todo es R im baud el que
entreabre las puertas que los surrealistas no tendrán más que
abrir en toda su am plitud.
L a estrella de L >r el contrario, no sufre n in ­
gún eclipse. “A este hu note ^ ^sponde, posiblem ente en una
gran parte, garantiza. _______ „ „ j a l de la poética”, decía B re­
tón en 1922 3. Y en 1919, en la plenitud de su furor iconoclasta,
que no respeta ni a R im baud, ni a B audelaire, ni a Poe, todavía
escribe:

1 Ibid.
2 D euxiém e M anifesté du Surréalism e
3 A ndré B retón: Caracteres de l’evolulion m oderne: “ . . . e r a una a ctitu d

[ 64]
LA ELABORACIÓN

“Debo hacer presente que, según creo, se debe desconfiar del


culto de los hom bres por grandes que aparentem ente sean. Salvo
L autréam ont, no veo a ninguno que no haya dejado a su paso
algún indicio equívoco” 1.

¥ tam bién T ristan T zara puede decir en 1934:

“Él, que sobrepasa el problem a (de la poesía medio de ex­


presión o actividad del espíritu) hasta encontrarse vivo en medio
de nosotros, ser fabuloso y sin em bargo fam iliar, para quien
la poesía parece haber superado la etapa de actividad del espí­
ritu hasta hacerse una verdadera dictadura del espíritu” 2.

Es de L autréam ont que los surrealistas se dijeron con más


frecuencia continuadores y al que con m ayor em peño quisieron
alcanzar en su obra. E n realidad fué, más que ningún otro, el
fecundador del movimiento', Pero escuchemos de nuevo a Bretón;

“1 .casse la im aginación no es ya esa herm anita que


salta £ arda en u n a plaza. Si ustedes se la sientan sobre
las roci^^u, ^eerán en sus ojos que están perdidos. Escúchenla.
Al principio creerán que no sabe lo que dice, no sabe nada;
pero luego, con esa misma m anita que ustedes h an besado, les
acariciará en la som bra las alucinaciones y las inquietudes sen­
soriales. No se sabe lo que quiere, pero les dara conciencia de
muchos otros m undos, hasta el extrem o que pro nto no sabrán
cómo vivir en éste. Entonces se producirá la revisión de todo,
para comenzar siempre de nuevo . . . ” 3.

en el mundo q u e desafiaba con altivez todo empeño de vulgarización, de


clasificación interesada, toda voluntad de oportunism o, y q u e no dependía
rfá s que de lo eterno. N osotros nos oponem os y seguirem os oponiéndonos a
q u e Lautréamont en tre en la h istoria, que ocupe u n lu g ar en m edio de
un F ulano y de u n Z utano . . . ”. A ragón, B retón, E luard. (L a u tré a m o n t envers
et contre tout. O púsculo en ocasión d e la reedición de sus obras.)
1 A ndré B retón: D eu xiém e M anifesté d u Surréalism e,
2 Tristán Tzara: E ssai. . .
3 A ndré B retón: Caracteres. . .

[ 65]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

Es a propósito de Chants de Maldoro~ escribe


esta frase-clave del m enester surrealista; “ que la
poesía debe llevar a alguna p arte1' 1. No 1 " f i l m -i i suma,
nada irás q j e Ir íiania de L am ream ont para satisfacer “su vo­
lu n tad de poder” en el “trabajo literario” . Esto demuestra, tam ­
bién, en el alto sitio que lo colocaban. Y es reconocer su de­
term inada influencia perm anente sobre los surrealista
-le L aulréam o it, las demás influencias que hemos señe 1 Jo ‘
dan en segundo plano.

i André Bretón: Les C hants de M aldoror. (Les pas perclus).

[ 6 6]
SEGUNDA. P A R T E

’C 1 p e r ío d o heroico

Á
áurrealiám o
JL ép o i o& m e n o s

"¿Q uién está ahí? ¡A h!, bien; hagan


élftrar al in fin ito ."
Jljcagcar/

lo Ifal 1U ‘ 111 k ijj. 0t0 n U l V 3'| í.1 i ■j r I con


L 1 'I'1 b r m “ i lii c I’ l li n .'’ i p ! i i

greso , 1 1 1 3 °1 f ia b le i r i o t, Hj m ie^ina^ i J csp.i m-


dern i ru p tu ra se hizo necesaria
por la a ítig o rn ra m ir f i de pensar de T zara y Bretón. Más
que sus meas personales, contaban las condiciones objetivas del
medio. T zara quería prolongar artificialm ente, sobre un plano
ideológico, eí estado anárquico del armisticio. Este estado de
cosas, no fué más que u n a transición hacia una nueva estabili­
zación económica, social y política de Europa, al menos por unos
años. O tras m aneras de pensar se form aban a p artir de los des-
c u U m u en to p n c n 'I k o ” filosófico [ ir 1 _,Los de Einstein,
Heisenberg. Bio-Jie , lie u d , que ii u ^ n b <n i a nueva concep­
ción del in u n d a le 1- m ateria y i jl non ~ Las nociones ele]
relativismo universal, la ru in a de la causalidad, 1 r ii u i j r
del inconsciente, rom piendo con las concepciones u i~ n n
■fundada’ cobif la lógica y el deterninism o, im po > , - •1
nueva y convidan a búsquedas fecundas y apasionadas que hacen
inoficiosos el alboroto' y la agitación estériles. En definitiva, Dadá
lia calido vencedor: era necesario explotar su victoria y no dor­
mirse en los laureles.

[ 69]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

I” ■ 1 ’ 1 " ■ - c i i., u. p , , jo camino.


Dicie ti ii 2 i i X / KJ i íás que un
“esta* xe todos entiendan que, si p a rti­
ciparon del m ovimiento, lo lian sobrepasado sin embargo y es­
peran evadirse de é l, por propia cuenta, superándolo.
No puede negarse que gracias a D adá el surrealismo desde
sus comienzos negó la solución literaria, poética o plástica. El
arte h ab ía recibido de manos de D adá un golpe tal que no se
rep ondría en años, pero la am bición de los surrealistas no estaba
en fu n d ar sobre sus ruinas u n a nueva estética. Se lia visto que
a í fír ' ’ ¡ncontró beneficio en esto, que no fué un yerro.
Al si O ltÍis u c lo consideraron sus fundadores no como una
nueva ^ssneta irtística, sino como un medie pi - =“1 nocim iento
de regiones novedosas, que hasta el ilion: abían sido
sistem átlcam en *0 expW id-’=- e] "pb^onsciente, lo maravilloso, el
sueño, ia , los I ' ^ 1 * ¡ación, Si a esto se agrega
10 fantás lo a s a n K íS ' pie le en el m undo, tenernos,
en u n a palabra, el re v in o •!- l i u i » sión lógica. El objeto
final será la conciliación hasta ahora antagóni­
co 1 seno de u n a un» ’ ><> r> i 1 ¡ ñ ero cíe los hom bres y
11 1 éstos y el m undo, La p au ta se marca, tal vez como tina
reacción contra el anarquism o destructor de Dadá, en el carácter
sistemático, científico, experim ental de la nueva tentativa, y la
prim era obra surrealista. Les champs magnetiques, escrita en 1921
por B retón en colaboración eon Soupault, se presenta como una
experim entación en el sentido científico del térm ino y no- como
una m uestra de literatu ra de “vanguardia”. La falla que denota
esta nueva especulación del conocim iento es la ignorancia dé­
los métodos tradicionales del trabajo científico, en este caso el
aparato lógico, que se sustituyen con recursos utilizados por los
poetas de todos los tiempos: la intuición, la inspiración, con­
cretadas principalm ente en imágenes.
Pero no es una suposición definitiva, y los surrealistas q uie­
ren probar que sus medios no son inferiores a los empleados

1 A ndré B retón: A prés D ada (en Les pas perdus).


EL PERÍODO HERO ICO DEL SURREALISMO

anteriorm ente. Más aún, pretenden que sus recursos son infi­
nitam ente más valiosos que cualesquiera otros 1.
M ucho tiem po después de la creación del movimiento, esta
voluntad de investigación científica en la zona develada por
Freud, no los abandona, y es, desde este punto de vista, que
será honesto juzgar los resultados literarios y plásticos a que
llegaron, sin pretender sujetarlos a cánones de arte y belleza a
los cuales jam ás quisieron someterse.
Se sabe cómo Bretón, tuvo por la prim era vez la revelación
de ese extraño m undo, que él y sus amigos debían recorrer
durante años en todo sentido:

“Fué en 10 "9 que m í a tención se fijó en las frases más o


n t íicoinpntarias aue, en pie ia „oled? 1 , oróximo al sueño,
e iiiec ( peí i_eptibies al espíritu sii' que oea p c sirk descubrirles
(d " de u n análisis a fondo) u n a anticipad? rM eim ínadón.
U na noche, precisam ente antes de ‘‘c! e, percibí tan clara­
m ente articulada que era im posible p eraer u n a palabra, pero
alejada de todo lo que fuese voz, u n a m uy extraña frase que
me llegó sin secuencia de acontecim ientos a los cuales, según el
testim onio de m i conciencia, me encontraba mezclado en ese
instante. Frase que se me hizo insistente, frase que, me atrevo
a decir, se ^ a o ra el vidrio. R ápidam ente reaccioné, y me
disponía ‘a or alto, cuando su carácter orgánico me
retuvo. En re a n a a a esta frase me asombraba; por desgracia no

i “ .. .los procesos lógicos de hoy n o se aplican m ás que a la resolu­


ción de problem as secundarios. El racionalism o1 absoluto q u e está de m oda,
sólo p e rm ite considerar hechos cjue d e p en d a n estrecham ente de nu e stra
e x p e rie n c ia . . . Es oficioso agregar q u e la experiencia m ism a se h a visto
lim itada. Se d eb ate en u n a ja u la de d onde es cada d ía m ás difícil sacarla.
Y., asim ism o, se apoya sobre la u tilid a d in m e d iata y está' vigilada p o r el
buen s e n tid o . .. D ando fe a los descubrim ientos de F re u d , u n a co rrien te de
o p in ió n se p erfila al fin y, con su concurso, el explorador de lo 'hum ano
p u e d e llevar m ás lejos sus investigaciones, ya q u e estará autorizado no
sólo a considerar las realidades sum arias. P ero es im p o rta n te observar
q u e n in g ú n m edio es designado a prio ri p a ra la conducción de esta te n ta ­
tiva, que, p o r ahora, p u e d e ser tan to del reso rte d e los poetas com o de
los sabios y q u e su éxito no d epende de los cam inos m ás o m enos c ap ri­
chosos a s e g u ir .. .” . A ndré B retón: L e surréalism e et lo, p ein tu re. (1928.)

[ 71]
H I S T O R I A DEL SUR REALISMO

la he conservado hasta hoy, pero era algo así:


o u d o pii dos pct h 'i m an a . L a frase no p rl 3 1
oro- acom pañada. ■^mo . jn b a , de la débn 1 tjJi catiiicxiun
‘ KUrtl di u n liom bii mío a d r partido en dos por u n a ventana
p erp en d ícu lo al eje de su cuerpo. Indudablem ente que se tra ­
taba de la sim ple suspensión en el espado de 1 - 1 ojrbi ^ peludo
en u n a ventana. Pero, corno esaventana J i" b - 1 s ^ u -r’o J des­
plazam iento del individuo, com prendí que o 1 d au ■■ 1a-
gen ele lipo bastante m usitado, tanto que sentí el deseo de
incorporarla a m i m aterial poético, N unca antes había conce­
dido im portancia a cosas de esta naturaleza, que, por otra parte,
dieron lugar a una sucesión interm itente de frases que no me
sorprendieron menos y me dejaron bajo una extraordinaria sen­
sación de gracia . . .
E lo_.como Testaba, a . F reud todavía en esa época, y
famili; con sus métodos de exam en que había tenido
alguna., opu± tunídades de practicar en enfermos durante la gue­
rra resolví obtener de m í lo que liaie de cbieuei cu ellos, me-
u n rj-nn jí.br ~oi 1 1 mayoi - api'<rr pcsn !•-. para
que el espíritu critico del siqeiu no pueda ?biii ju*.uo, oostacu-
1 "ando Juega o n -d&n - j ieucen< n , j dai j c i iodo lo más exacto
el í c 7 t u e 1uülado Me parecía entonces, y aun ahora —la
ma le -i o o r ne Ir I ia llegado la frase del hom bre partido en
dos lo confirma-™, que la velocidad del pensam iento no es supe­
rior a la de la palabra y que no puede desafiar, por esto, ni
a la palabra, ni aun al correr de la plum a. Fué en esta dispo­
sición que con P hilippe Soupault, a quien h abía participado' estas
prim eras conclusiones, nos pusimos a borronear el papel con un
loable desprecio a. todo "lo que pudiese recordar la lite ra­
tu ra . . . ”1.

Siguiendo el ejem plo de B retón y de Soupault, todos se en­


tregan apasionadam ente a las mismas experiencias. ca
de los prim eros textos automáticos, comenzados ’ y

1 A ndré B retón: M anifesté d u Surréalism e (1924).

[ 72]
EL P E R Í O D O H E R O I C O D E L S U R R E A L I S M O

que_ na Aragón supo explicar en su carácter de


prodigi
“Lo que les im presionaba, era u n poder t cono­
cían, u n a soltura incom parable, u n a íiberacic “o, h a una
pi educción de imágenes sin precedentes y el lm c 1 rtural
Je lo escrito T econocen en lo que nace de ellos cíe esta
m anera, sin senur que son responsables, todo lo inigualable de
algunos libros, de algunas palabras, que los conmueven todavía.
, que va desde las
piofe" a de iodo lo “1 ' j ' I i Th nm aiions y los Chants
Je M iiJ"' t E im e 1 i< < ] i " t_~m n n e s incom pletas de
los "que ü ñ día siguieron el sistema: a la luz de sus descubrimientos
la Saison en E nfer pierde sus’ enigmas, la B iblia y otros testi­
monios del hom bre, bajo su máscara de im ágenes. . . 1.
Y nadie, tampoco, m ejor que él, lia sabido expresar esa
alegre pasión que poseía a los buscadores confrontando sus
descubrimientos, m ostrando las prim eras presas arrancadas a lo
desconocido2, y presentar el exti ño rie „ .¡i e ln periencia
producía en ellos: erdadero
hechizamiento, sub<'i m ci i i 1 ¿ vi n n i n m i ae ia demás
gente 3.

1 Aragón: Une vague de reves, (en Comm erce, otoño de 1924) .


2 “E ra la época en q u e nos reuníam os a la tarde como los cazadores
p a ra d a r cuenta de la tarea d iaria, del número de bestias q u e habíamos
inventado, de las p lan ta s fantásticas, de las im ágenes c o b r a d a s .,,” Ibid.
3 “P rim ero cada u n o de nosotros se creía objeto de u n a p e rtu rb a ció n ;
p a rtic u la r y lu ch ab a contra esa p e rtu rb a ció n . M uy p ro n to se reveló su
naturaleza. T o d o ocu rría como si el esp íritu , llegado a esa bisagra del sub- :
consciente, hubiese p e rd id o la fa cu lta d de saber p a ra qué lado caía. E n él
subsistían im ágenes q u e to m ab an cuerpo convirtiéndose en m ate ria de re a li­
d a d y q u e se expresaban siguiendo esta relación e n u n a ‘form a sensible. Y
así revestían características de alucinaciones visuales, auditivas, táctiles.
Nosotros experim entábam os toda la fuerza de las im ágenes. H abíam os p e r d i­
do el po d er de m anejarlas, entregados a su domintoeién, encerrados dentro de
su círculo. E n la cam a en el m om ento de d o rm ir, en la calle con los ojos
desorbitados, con toda la escenografía del terror, dábam os la m ano a fa n ­
ta s m a s .. . E sta m ate ria m en ta l la experim entábam os p o r su poder concreto,
p o r su p o d e r de concreción. L a veíam os pasar de un estado a otro y, p o r
estas transm utaciones, se nos revelaba su existencia, de cuya naturaleza ya
estábam os inform ados. Veíamos, p o r ejemplo, u n a im agen escrita, qu e pri-

[ 73]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

Los p rin ; a que llegan esos frenéticos experi­


mentadores, i ables. Conocen por la práctica diaria
de la escritura autorn i>í ~~

“L a existencia de u n a m ateria m ental que, por su sim ilitud


con las alucinaciones y sensaciones» nos obligaba a considerarla
diferente del pensam iento y de la cual el pensam iento no podía
ser» en sus.m odalidades sensibles, más que u n caso particular . ,

Después supieron, con la ayuda de u n a breve iniciación espi­


ritista de R ené Crevel, que el sueño hipnótico es susceptible,
con io I 's le' p u t ad, s pcsjhlcs,-de re n su < i - / su
in .; ii-iv.' ¡m erere .'em inente mi i del " t i m id a n
en- 2 -’ir c • Mili Jji i entonces, >i del i¡ue

i5. . . Son siete


de olvido, en
teniente, como

A ndré Bretón, en u n núm ero de L itté rature, resume el m e­


canismo verbal de u n a de esas sesiones, en la cual R ené Crevel,
R obert Desnos y B enjam ín Péret, hablan, redactan, dibujan, con­
vertidos en verdaderos autóm atas, tomados por u n frenesí pro-
fético 2,
M uy pronto no habrá necesidad de ninguna preparación
previa. Algunos, como R obert Desnos, se -duermen a voluntad:

“E n el café, en medio del ruido de las voces, a plena luz,


recibiendo empujones, R o b ert Desnos no tiene más que cerrar
los ojos y habla, y, entre los bodes y los platillos, todo un océano

mero se presentaba con el carácter de lo fo rtu ito , de lo a rb itra rio , llegar


a nuestros sentidos,, despojarse de su aspecto verbal, psra a d q u irir esa re ali­
dad fenom enal que siempre habíamos creído im posible de provocar, situados
fu era de nu e stra fan tasía.” Ibid.
1 A ragón: Ibid.
2 Ver N otas y Referencias,

[ 74]
el periodo heroico del surrealism o

cae con sus estruendos proféticos y sus vapores ornados de largas


oriflamas. E n cuanto interrogan a este estupendo durm iente, ape­
nas lo incitan, ya surge la predicción, el tono cíe magia, d/’
revelación, de revolución, el tono del fanático y dei apóstol. Por
poco que Desnos hubiese explotado este delirio, se pudo conver­
tir en jefe de u n a religión, en fundador de u n a ciudad, en
tribuno de u n pueblo rebelado” 1,

Pero la facilidad prodigiosa que tiene Desnos de expresarse


por interm edio de cualquiera, es ya conocida, y algunos se pre­
guntan si no sim ulaba el sueño. Objeción realm ente sin im por
tanc-ia y a la cual replica Aragón:

“¿Simular algo es otra cosa que pensarlo? Y lo que es pe ti


sado, es. Ustedes no me sacarán de esto. Que se rae explique
entonces, con el argum ento de la simulación, el carácter genial
de los sueños hablados que se desarrollaban ante mis ojos” a.

'Cierto es que lo que menos se adm ite son las explicaciones,


que en esta época proponía Aragón, no siendo, por otra parte,
el único en darlas. Esto hace sospechoso al surrealismo, a]
menos en su iniciación, de haber caído en un idealismo ele mala
ley 3. ¿Qué necesidad, en efecto, de llam ar en apoyo al raás allá
y a la metempsicosis? De nada servía el haber traído la inspira­
ción a la tierra para' luego evadirse a lo sobrenatural, más tra­
tándose de fenómenos que desde ese m om ento el psicoanálisis,
entre otras disciplinas, podía explicar.
I 101 c IlO i l~ <■ h V o i " ~ },

se íg q, n >>o i >a is . . e_j_..


nqsjb.im c'iiai'niiente expre-um s orno los de Desnos t a.

1 A ragón: Ibid.
2 A ragón: Ibid.
3 “El gran choque de u n espectáculo sem ejante req u ería £ovzesyme¡ne
cxplicaiones delirantes: el m ás allá, la mefempsiecsis, lo mavavilíoco. El
precio de tal in te rp reta ció n eran la in cre d u lid a d y la b u rla. E n verdad, fueron
menos falsas de lo q u e se p ie n s a , . A ragón: ibid.
H I S T O R I A DEL SUR REALISMO

que no tiene n inguna necesidad de dormirse para soñar y “hablar


sus sueños” a voluntad.
Que se m ida el camino recorrido desde el tiem po en que
el hom bre no sabía expresarse más que por m edio de recursos
lógicos. A hora el surrealismo puede vanagloriarse de haber hecho
retroceder a límites infinitos las fronteras del hom bre.

[ 76]
2

creación J e i m o vim i en lo

“Tengan en cuenta que la literatura


es uno de los más tristes cam inos qu f
conducen a todo,"
André B retón,

"La habilidad artística se presenta


como una mascarada que com prom ete
la dignidad h um ana
A ragón.

J i N E vague de reves de Aragón, aparecida e n -1924, resume la


^ actividad surrealista hasta ese m om ento. D urante el período
que abarca de 1922 a 1923, ésta estuvo especialmente contenida
en L ittérature, órgano del m ovim iento hasta junio de 1924. Allí
se encuentran nom bres ya conocidos, Picabia, Bretón, Eluard,
Péret, Jacques Barón. M ax Ernst, que, liegado de Alemania, apli­
caba con éxito a sus cuadros la técnica del “ encolado” ya u tili­
zada anteriorm ente por Picasso, y Desnos, que con el seudónimo
de Rrose Sélavy tom ado a D ucham p, reproducía frases habladas
en estado de sueño y a las que en vigilia era incapaz de encon­
trarles equivalentes, “juego de palabras de u n rigor m atem ático”
y en las cuales “el elem ento cómico no existía” 1. A ellas Bre­
tón da u n a gran im portancia, por cuanto m uestran que las
palabras viven una vida propia y son “creadoras de energía”,
y pueden, desde entonces, “gobernar el pensam iento” 2. En el
terreno del lenguaje las investigaciones iniciadas por L autréa-

1 “E n u n tem plo estucado de manzana, el pastor destilaba sus salinos.”


2 A ndré B retón: Les m ots sans rieles, en L itté ra tu re (recogido en Les
pas perdus).

[ 77]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

mont, Mal lar mé y A pollinaire y seguidas por Picabia, P aulhan


y Eluard, continúan en curso.
Refuerzos nuevos venidos de todos los puntos del h o ri­
zonte engrasan las filas surrealistas: Georges Lim bour, André
Masson, josepli Delteil, A ntonin A rtaud, M atliias Lübeck, j. A,
Boiffard; je a n Carrive, Fierre Picón, Francis Gérard, Fierre
Naville, M arcel Noli, Georges M alkine, M áxim e Alexandre»
et c. . , . Jóvenes casi todos, adolescentes algunos, que con m a­
ravillosa im petuosidad se arrojan sobre el camino trazado por
Bretón. Y éste tom a desde ese m om ento el lugar de caudillo, tanto
por su aportación teórica como así tam bién por su magnetismo
personal, clel cual muy pocos de los que se le lian aproxim ado
pueden sustraerse. B retón tiene una cara maciza, noble, majes­
tuosa, equilibrada alrededor de sus ojos, en ese tiem po p ro te­
gidos por lentes verdes, únicam ente por el gusto de llam ar la
atención, que de tanto en tanto reem plaza con un monóculo.
Su prestigio es ya grande. Al contrarío de u n hom bre sin com­
plicaciones, vulgar y simple, cuya sim patía com pletam ente su­
perficial nos relaja, B retón com unica una co m en te que va de
corazón a corazón y que nace en su rostro voluntariam ente im ­
pasible. A pesar de su juventud, es serio. R ara vez ríe y su gesto
es sobrio. Los que no le quieren comienzan a tildarlo de
“P ap á”, molestos con su aire solemne. Pero ios que le tratan,
íntim am ente lo ven reír a carcajadas y, en el calor de sus juegos,
no se p aran en propinarle algún puntapié en el trasero. Ciar©
que no pasarían de esto. Él no pide respeto, pero sí consecuen­
cia en el cariño. Y todos esos hom bres lo quisieron con locura,
“como si fuese u n a m u jer” dice Jacques Prévert. Los que gozan
los momentos de su am istad inolvidable, a nadie escatimada,
están prontos a sacrificarle todo, m ujer, amante, amigos. Y al­
gunos se lo sacrificaron efectivamente, dándose por enteros a él y
al m ovim iento 1.

l r: M artín d u G ard escribía a propósito de B retón, en Les


N ouv ir a k é s del 11 de octubre de 1924: “ ...E s u n a de las figuras
m ás ; de la generación q u e alcanza a la trein ten a y de u n a dase
intele lentemente superior a la de Goil y Dermée, pero en la cual

[ 78]
EL PERÍO DO H E R OI CO DE L S U R R EA LI S M O

El año 1924 asiste a ia creación oficial del grupo ¡


ta. Sus lincam ientos se h an hecho ya lo bastante resisten’
para dar u n a buena tram a. Se dice que u n a cosa está “en el
am biente” y esto pasaba con el surrealismo. No es sólo .alrededor
de Bretón» sino u n poco en todas partes, que se buscaba agru­
parse p ara em prender el trabajo que se preveía nuevo y eficaz.
U n nom bre estaba, después de Apollinaire» encontrado. Una
revista dirigida por Ivan Gol! lanza su prim er núm ero. Se llama
Surréalisrne1. Al final el m ovim iento se congrega en torno a
Bretón, rico de u n a experiencia única y el único capaz cíe
darle su declaración de principios en el M anifesté du surréalisrne.
Además el grupo tiene su sede permanente» el Burean de recher-
chs surréalistes, en la calle G renelle núm ero 15 y, a p artir del
prim ero de diciembre» su' órgano en La R évolution Surréaliste
Pero tam bién se hace n o tar por m edio de “banderillas” 2 turba­
doras e incendiarias y p o r u n panfleto de extrem a virulencia
contra A natole Francey, m uerto ese año. Y en tanto u n a vida
intensa moviliza a todo el grupo y donde es especialmente signi­
ficativa u n a “fuga” de P aul Eluard.

los m anifiestos surrealistas son m eaos discutibles q u e los su y o s. . . Su apa­


riencia es la de un inquisidor. Q ué ele trágico y de m edido en su mirada
y en sus gestos. Y es u n mago. P o d ría ser algo así como un m ago cíe
Épinal, con la a u to rid a d m agnética de u n Oscar W íkle sobre sus discí­
pulos . . B retón nunca perd o n ó a M a rtín du Garcl estas p a la b ras de
doble sentido.
M ago de É pinal: p o r u n a posible referencia a las ingenuas imágenes
—muge; im age— cjue se fab rican en É pinal. (N. del T .)
1 A quí colaboran IVíarcel A rlam l, P. Albert Birot, R ené Crevel, joseph
D elteil, R o b e rt B elauney, P a u l Dermée, Je a n Painlevé, F ierre Reverdy.
A po llin aire tam bién form a p a rte . La revista se p resenta con u n M anifesté
du Surréalisrne, de donde entresacam os la siguiente declaración: “L a trans­
posición de la re alid a d a u n plan o su p erio r (artístico) constituye el su rrealis­
m o ”. T o d o u n mundo separa, como se ve, este surrealism o del de B retón.
2 Ver N otas y R eferencias: B anderillas surrealistas.

[ 79]
H I S T O R I A DEL SUR REALISMO

EL M A N IFIESTO DEL SURREALISM O

"C uando u n o de sus am igos estaba


vacío, A pollin a ire le aconsejaba escri­
bir cualquier cosa, cualquier frase y
proseguir derecham ente adelante.”
A ndré Billy.
(A pollinaire vivant.)

Ya hemos expuesto suficientem ente las ideas capitales de


B retón como para resultar oficioso insistir en los detalles de su
M anifesté du Surréalisme. Señalaremos, sin embargo, sus puntos
.. capitales. E n prim er térm ino, acusación contra el realismo, “hos­
til a toda expansión intelectual y m oral” y al cual B retón le
tiene h orror por no encontrarle más que “m ediocridad, odio y
chata suficiencia”. Acusación, por lo tanto, contra las produccio­
nes que él engendra, especialmente la novela, form a privilegiada
de la literatu ra y donde cada novelista agrega, a lo largo de
páginas, a la n ad a de las descripciones minuciosas la nada de
los caracteres. N inguna cosa im portante está en juego, y la apues­
ta nos será indiferente m ientras ésta no sea el hom bre y su
destino 1. ¿La función de la literatu ra es ofrecernos una diversión
apenas superior a u n a partida de naipes? ¿Puede uno sincera­
m ente interesarse por la vida de fantoches más o menos bien
presentados?
¿Pero por qué la novela se ha convertido en esa form a casi

1 “U n a consecuencia graciosa de este estado de la lite ra tu ra es, p o r


ejem plo, la ab u n d an c ia de novelas. C ada uno se vale allí de su pequeña
“observación” . .. estilo de inform ación puro y sim ple .. . carácter circuns­
tancial, in ú tilm e n te p a rtic u la r, de cada u n a de sus a n o ta c io n e s. . . la n a d a
de las descripciones. T en g o del sucederse de la vida u n a noción tan in esta ­
ble como p a ra q u e se igualen los m ejores a m is otros m om entos de
depresión y d e b ilid a d . . . Yo no tengo en cuenta n in g ú n m om ento de m i
v i d a . .. p a ia el h o m b re puede re su lta r in digno cristalizar los que tal p u e d a n
parecer. Sencilla p a rtid a de ajedrez de la cual m e desintereso en absoluto:
sea el h o m b re que sea, m e re su lta u n m ediocre adversario. Lo q u e no con­
sigo so p o rta r soa esas m ezquinas discusiones sobre este o aquel m ovim iento
de piezas, ya q u e n o se tra ta de g a n a r o p e r d e r . , A n d ré B retón: M a n i­
festé d u Surréalism e.

[ 80]
EL PERIODO HEROICO DEL SUR REALISMO

exclusiva de la literatura? P orque responde a .u n afán de. lógica


iíeTosTéct6rés7'que''CTciienttan en ella, y más cuando se trata de
miserables ""pasiones, ei placer de adicionar y sustraer fuerzas lo
m ism o que en mecánica, cosa que, por otra parte, n o es, para
el que la fabrica, más que el resultado de poner en práctica
facultades lógicas. Hay necesidad de cuadros bien situados y m i­
nuciosam ente descriptos (¡oh B alzac!), de personajes con sus
edades rigurosam ente clasificadas, pero de donde, es s ^ u ro ,
no b ro tará el m ilagro.
¿Para ese uso insignificante le fué concedido ei lenguaje ?J
hom bre? ¿No sería más bien p ara que haga de él u n “uso su­
rrealista”? ¿Y pueda así d ar form a a esa im aginación que cada
un o lleva dentro de sí, y que es la única capaz de “levantar la
interdicción’’ de la zona en la cual nunca podríam os penetrar sin
su ayuda? “ jLa loca de la casa! epíteto,
que consideraba "in fa m a n te ,echa/ som bns sobic la im iginación,
cuando ella es en muchos m u 7 „„masiado
razonable y bastante ajena a la verdadera locura, esa que se oculta
para que el no contam ine a la m uche­
dum bre de 1 m e e n =ite c onables \ ¿Im aginan a estos
hom bres c a ]t ~es rK 'Ou i¡ en ceno su ru~ ios y abandonarse a
ellos creyendo que son verdaderos? ¿ ■ el hom bre, avaro
del capital de su razón, term inará por aprovechar el tesoro del
sueño? 2. ¿Cuándo com prenderá que tiene a su m ano este tesoro
y p ara tocias sus noches? Podría, inspirándose en sus facultades
razonadoras, fusionando' los dos estados, que no son contradic­
torios más que en apariencíáTcoñséguír la realidad absoluta, la

i “R e d u cir la im aginación a la esclavitud, a u n cuando se juegue eso


que vu lg arm en te se llam a ia felicidad, es ap artarse de todo lo que hay en
lo íntimo del ho m b re de ju stic ia suprem a. Solamente la im aginación m e
presenta lo q u e “puede ser” y es suficiente p a ra lev an tar la -terrib le in te r­
dicción: suficiente tam bién p a ra q u e m e a b an d o n e a ella sin tem or de equi­
vocarme . . . ”
“Me p asaría la vida provocando las confidencias de los locos. Es gente
de u n a honestidad escrupulosa y de u n a inocencia sólo com parable a la
mía. Fué necesario q u e C olón se uniese a unos locos p a ra d escu b rir Am érica.
Y vean cómo esta lo cu ra tornó cuerpo y fué d u r a d e r a .. Ib id .
a “E l hom bre, este soñador d e f in i t iv o ...” Ib id .
H I S T O R I A DEL SUR REALISMO

i¡j c eaiidTd 1, EIdorado hacia cuyo Jeccvb im iento han partido


cr u realistas. E ncontrarán, han en cona ario ya en el camino»
’< ti 1 1 'ivilloso, reflejo y esencia.quizás Je lo que.van a descubrir.2.
¿Serán ellos solos? No. Esas regiones no fs ú r. / <h>hu Por
el contrario, se encuentran abiertas a todos. E" [ó poen la que
indica el camino. Pero I poesía practicada siguiendo 1111 cierto
m étodo, el 'del' autom ai iu ndicado por el surrealismo y cuya
definición da Bretón:

“Surrealismo, n. m. Autom atism o psíquico puro por el que


uno se propone expresar, ya sea verbalm ente, por escrito o de
cualquier o tra m anera, el funcionam iento' real del pensamiento.
Dictado del pensam iento, ajeno a toda fiscalización de la razón,
„ fuera de toda' preocupación estética o m oral.”
“Enciclop. Filos. El surrealismo se apoya en la creencia de
la realidad superior de ciertas formas de asociaciones no tenidas
en cuenta hasta ahora, en la prim acía del sueño, en el meca­
nismo desinteresado del pensam iento. T iende a destruir defi­
nitivam ente todas las demás fórm ulas psíquicas y a sustituirlas
en la solución de los principales problem as de la v id a ..

L a concepción de una voz surrealista, que algunos oirían al


excluir las que se niegan a serlo, conducirá a la negación del
talento tanto literario como de cualquier otro tipo. Los sm iealis
tas son "los prim eros en proclam ar que no tienen talento que el
talento no existe. ¿Qué es realm ente el talento? L a posibilidad
n atu ra l o ad quirida de fabular sutilm ente o en form a real
1 “Yo creo en la conjunción futura de estos dos estados en a p a rie n ­
cia tan contrarios, como los son el sueño y la realidad, en una especie de
realidad absoluta, y si así se puede decir, de “su p ra rre a lid a d ”. En su conquista
voy, aunque seguro de no conseguirla, pero, en m i to ta l despreocupación
por la muerte, podré pregustar en p a rte las alegrías de una tal p o ­
sesión . . . ” Ib id .
2 “En conclusión: lo maravilloso es siempre bello; no im p o rta qué
maravilla es belleza; nada más que lo m aravilloso es bello . . Ib id .
3 “Nosotros no tenemos ta le n to .. . Nosotros, que hemos llegado a ser
en nuestras obras sordos receptáculos de tantos ecos, m odestos "aparatos re,
gistradores” que no quedan hipnotizados en la filigrana que trazan..
André Bretón: M anifesté d u Surréalism e,

[ 82]
EL PERÍODO H E R O IC O DEL SURR EAL ISM O

historietas, de descubrir medios ingeniosos de contar lo que exis­


te, de inventar, en la m ejor m anera posible, vocablos raros, ¡La­
m entable cualidad! ¡Abajo el escritor, abajo el poeta, abajo el
hom bre mismo! “El yo es más odioso aquí que cualquier otra
p arte” porque obsuuye io n su pesada concisa a , ia la caverna de
donde provienen todas las voces, esas voces que too sólo oírlas el
hom bre se perturba. Están por todas partes en torno nuestro; no
hay necesidad de tener el oído muy fino p ara entenderlas, basta
escucharlas, basta ser dócil, ¡Y qué risible presunción enorgulle­
cerse p or eso! ¿El poeta, escuchando el subconsciente, tiene parte
en su riqueza? T odos son poetas, desde el m om ento en que
aceptan ponerse bajo sus órdenes. Y como el surrealismo no sig­
nifica más que este “ponerse bajo las órdenes”,, todos..pueden
practicar el “arte mágico”.' L a 're c e ta es de u n a irrisoria sim­
plicidad; “el surrealismo está al alcance de todos los incons­
cientes” x:

“'Secretos del arte mágico surrealista. Composición surrealista


escrita en prim era y últim a tentativa, Hágase traer algo con que
escribir, luego de haberse situado en u n lugar lo más favorable
posible a la concentración del espíritu. Coloqúese en el estado
más pasivo o receptivo que pueda. H aga abstracción de su genio,
de su taíento y del ele los demás. Convénzase de que la literatura
es el más triste camino para llegar a todo. Escríba rápidam ente
sin tem a preconcebido, tan rápido como para no retener lo que
escribe y no caer en la tentación de releerlo. L a prim era frase
llegará sola . . . Es m uy difícil prever las frases subsiguientes. . ,
Poco im porta, por otra parte. C ontinúe con todo lo que se le
antoje. Fíese en el carácter inextinguible del m urm ullo. Si el si­
lencio amenaza presentarse a la m ínim a f a l t a . . . En seguida de
la p alabra cuyo origen parece sospechoso, coloque una letra cual­
quiera, p or ejem plo la letra “L ”, siem pre la letra “L ”, y vuelva
a to rn ar a lo arb itrario im poniendo esta letra por inicial a la-
palabra que sigue . . . ” 2,

1 T e x to de una “banderilla” surrealista. Ver N otas y Referencias.


2 André B retón: M anifesté d u Surréalisrne.

[ 83]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

¿Quiere decir esto que todos los que utilícen la fórm ula van
a convertirse de pronto en grandes poetas? ¿Que los hallazgos van
a brotar ante sus deslum brados ojos? L a escala de valores del
subconsciente es infinita y si esta liberación del subconsciente
no es otra cosa que la inspiración, ésta no es la misma en cada
individuo, ni para cada o portunidad de su vida, ni en cada una
de sus horas. T iene sus cansancios, sus depresiones; difiere sobre
todo según los sujetos 1. Por esto la posibilidad será dada desde
ahora en adelante sólo a los que posean una inspiración viva
y rica y la capacidad de traducirla en imágenes deslum bradoras,
en símiles fulm inantes, aunque tengan a m enudo apariencia
absurda. Pero q ue les perm ita, en u n a palabra, realizar en m a­
nera continua y perm anente actos poéticos y explorar Jo_desco-
i con la misma facilidad con que el hom bre se m aneja
t da práctica aplicando sus facultades razonadoras.
i el m edio más a m enudo em pleado por los surrealistas,
aunque no siempre ni por todos. Ejem plo es E luard, que perso­
nalm ente poco practicó la escritura autom ática. Este método, se­
gún los individuos, dejará resultados distintos, frutos no de talen­
tos desiguales sino de subconscientes diversamente ricos. Si no
puede negarse que u n a gran parte de la producción surrealista
resulta ilegible, tuvo sin duda su papel revelador y dió obras
que alcanzan a las más fascinantes de cualquier época. La poesía
no es ya distracción de adolescentes en trance de crecimiento,
sino u na práctica que presenta la personalidad en su auténtica
integridad y que influye sobre los demás por influjos que perm a­
necen en el misterio. El poeta !u : i u lo = l p
p ira”, en el que suscita actos r. ¡ e i? mi n > ° n i n
transform aciones de vida. No
i A ragón p o n ía las cosas en su p u n to justo algunos años más tarde: ‘'El
surrealism o es 3a inspiración reconocida, aceptada y practicada. No ya
como u n a a parición inexplicable, sino como u n a fa cu lta d croe se ejercita.
N orm alm ente lim ita d a por la fatiga. De u n a a m p litu d v ariable según las
fuerzas de cada u no. Y cuyos resultados son de u n interés desigual . . . Ara
el fondo de u n texto surrealista tiene im p o rta n cia en sum o grado, y es
eso lo q u e le da u n precioso carácter de revelación. Así si ustedes, siguiendo
el m étodo surrealista, escriben innocuas im becilidades, no serán m ás q u e in n o ­
cuas im becilidades. Sin excusa .. A ragón: T raité d u slyle, (1928.)

[ 84]
PERÍODO HE ROICO DEL SURREALISMO

ga. naturalm ente a la vida diaria, mezclándose a ella y


ole constantem ente excitaciones nuevas.

A R T A U D Y LA C E N T R A L SU R R EA LISTA

Hay que ver en esto u n a de las razones principales para la


creación, del Burean de recherches surr¿alistes, donde se invita a
todos los que tengan algo que decir, confesar, crea! y que, tom a­
dos en la m araña de la vida corrientem ente anodina, no osan libe­
rarse del peso que los ahoga.
Las experiencias que éstos aportan agrandan otro tanto ei
campo de los surrealistas; las que ellos ya tienen aum entan el
núm ero de adherentes y la fuerza del m ovim iento. La “central
surrealista” merece con toda razón este nom bre. Es la genera­
dora de energías nuevas de u n poder incalculable. Pero Aragón,
que h a trazado la historia de este período, lo dirá m ejor que
nosotros:

“Tenem os colgada u n a m ujer del techo de u n cuarto vacío


a donde vienen todos los días hom bres inquietos, portadores de
graves secretos. Es así como hemos conocido a Georges Bessiere,
en la misma form a que u n puñetazo. T rabajam os en u n a empresa
para nosotros mismos enigm ática, ante u n tomo de “Fantom as”
clavado en la pared por m edio de tenedores. Los visitantes, naci­
dos bajo climas lejanos o cerca de nosotros, contribuyen a la elabo­
ración de esta form idable m áquina de m atar lo que es, p ara poder
dar térm ino a lo que no es. E n la calle Grenelle núm ero 15, hemos
abierto una rom ántica “Posada” p ara las ideas inclasificables y
las rebeldías perpetuas. T o d o lo que resta todavía de esperanza
en este universo desesperado, volverá hacia nuestro irrisorio cam­
balache sus últim as m iradas delirantes: se trata de llegar a una
nueva d eclaración de los derechos d,el hom bre.” 1

l A ragón: Une vague de reves. (Loe. cít.)

[ 85]
H I S T O R I A. D E L S U R R E A L I S M O

Son enviadas a los diarios comunicaciones. Cada “banderilla”


lleva la dirección del Burean. U na gran agitación del am biente
hace conocer que existe en París, en pleno siglo xx, u n labo­
rato rio de nueva especie, donde todos pueden aportar su contri-
Hbución p ara u n a vida nueva. U n llam ado a los diarios especifica
que la “central surrealista” se alim enta en la vida misma y
recibe a todos los portadores de secretos: inventores, locos» revo­
lucionarios inadaptados, soñadores. Sus confidencias serán la m a­
teria prim a de u n a nueva alquim ia y para todos habrá la piedra
filosofal. Georges JBessiére, Dedé Sunbean, son de los que han
venido al llam ado de la sirena, y que, luego, no pudiendo aban­
donar sus encantos, se convierten en miembros activos del m ovi­
miento.
Su órgano. L a R évolution Surréaliste, es bastante distinto a
u n a com ún revista literaria. Es adrede de aspecto severo y en
nada se diferencia de u n a de carácter científico, Pierre Naville,
que com parte la dirección con B enjam ín Péret, buscó la seme­
janza con u n a revista como L a N ature, publicación científica vas­
tam ente conocida. Además en La R évo lu tion Surréaliste había
pocas cosas capaces de llam ar la atención. Algunos dibujos, algu­
nas fotografías» algunos títulos de artículos voluntariam ente an o ­
dinos, n inguna rebuscada tipografía» firmas que n ad a dicen,
A pariencia sutil. A pesar del propósito de excluir toda exterio­
ridad» h a de convertirse en “la revísta más escandalosa del
m undo” .
L a p o rtad a lleva esta prem isa inicial: “Es necesario' llegar a
u n a nueva declaración de los derechos del hom bre”. Y a la vuelta
se explica:

“El surrealismo no se presenta como exposición de doctrina.


Ciertas ideas que actualm ente se tom an como base no deben dar
lugar para prejuzgar su futuro desarrollo. Este prim er núm ero de
La R évo lu tion Surréaliste no ofrece, por lo tanto, ninguna reve­
lación definitiva. Resultados obtenidos, p or ejemplo, por medio
de la escritura autom ática, del relato de sueño, están sólo p re­

[ 86]
EL PERÍODO H E R O IC O DEL SURREALISMO

sentados, pero no se consignan las conclusiones de encuestas, expe­


riencias o trabajos. T odo h ab rá que esperarlo para más adelante.”

Esta modestia m uestra bien a las claras que los surrealistas


están sujetos a u n a búsqueda sem ejante a la del sabio que va
progresando sobre u n terreno desconocido, guiado únicam ente
po r u n a hipótesis que, sí se considera cierta, es necesario verificar
U n “Prefacio” firm ado por J. A. Boiffard, P aul E luard y
Roger Vitrac, que hace la apología del sueño contado cada m aña­
na en fa m ilia 1, declara que si “realism o es podar los árboles,
surrealismo es podar la vida”. :
Inm ediatam ente después se abre u n a encuesta que plantea un
asunto fundam ental. Esta es la “pregunta” :

“Se vive, se m uere. ¿Qué parte tiene la voluntad en todo


esto? Parece que uno se m ata en la misma form a que sueña. No
es u n a cuestión m oral la que planteam os: ¿el suicidio es una
solución?”

Después, se abren las com puertas del subconsciente: relato


de sueños de Giorgio de Chirico, A ndré Bretón, R enée G authier;
textos surrealistas, es decir autom áticos, de M arcel Noli, R obert
Desnos, B enjam ín Péret, Georges M alkine, J. A. Boiffard, Max
Morise, Louis Aragón, Francis Gérard. U n poem a de Paul Eluard:

“U h iv e r su r la p ra iris apporte des soiiris


J ’ai rencontré la jeunesse
T o u te n u e aux plis de satín bleu
E lle riait au p réscn t m o n bel esclave. .

Y u na interesante nota de P ierre Reverdy sobre el valor per-

1 “ ¡Padres, cuenten los sueños a sus hijos!” (Banderilla surrealista.)


2 “E l invierno sobre la pradera trae ratones
yo he encontrado la juventud
desnuda entre pliegues de satín azul
re ía ella ahora m i hermoso esclavo..

[ 87]
HISTORIA DEL SURREALISMO

m anente dei sueño 1 y lo que se debe esperar del p o e ta 2. Las


crónicas, debajo de u n episodio fílmico de Buster Keaton, llevan
un texto de Louis Aragón que dice: “Lo concreto es la últim a
etapa del pensam iento y el estado del pensam iento concreto es la
poesía”. Y da al hum or el lugar que tiene en la poesía. Ese prim er
lugar que ya le hab lan concedido L autréam ont y jarry , conside­
rando que él alcanza sin esfuerzo la suprarrealidad que es, asi
mismo, la m anifestación tangible y reconocida 3. P or últim o una
nota de P hiíippe Soupault, una crónica de M ax Moríse sobre las
“bellas artes”, otra de Joseph D elteil a propósito del am or y que
le será agriam ente reprochada por B retón cuando rom pe con el
surrealismo, u n a observación de Francis G érard sobre “el estado
de u n surrealista" en trance de autom atism o.
Lo que más sorprendió a los lectores de este núm ero inicial,
fué, en prim er lugar, la estadística sistemática por u n período
dado de todos los casos de suicidio referidos por la crónica de
los diarios, transcriptos sin com entario alguno, y la fotografía de
G em íam e Berton, que acababa de asesinar al camelot du roy
M arius Plateau, rodeada p o r las de todos los surrealistas o figuras
q ue ellos adm iraban, como Freud, C hineo y Picasso. A hí están
Aragón, con su juvenil cara seductora, A rtaud, muy en actor, los
dos herm anos Barón, Boiffard con sus patillas, el olímpico B re­
tón, Carrive, el más joven surrealista con sus 16 años, Crevel, “el
más bu en mozo de los surrealistas”, D elteil y sus largos bigotes,
.Desnos de zuavo, con sus ojazos inquietantes, E luard con su
curiosa cara asimétrica, Ernst, G érard de tennisman, Lim bour

1 “N o creo que el sueño sea estrictamente lo contrario del p e n sa ­


miento. P o r lo q u e conozco, m e inclino a pensar que es, en resumidas
cuentas, una fo rm a más libre, más incontrolada. El sueño y el pensam iento
son, cada uno p o r su parte, el lado distinto de u n a mism a cosa. El
revés y el derecho. El sueño hace el lado donde la trama es m ás rica pero
más floja; el pensam iento el lado d onde la tram a es m ás som era pero
m ás a p re ta d a .”
2 “Pues no es hacer verdad, la verdad de hoy será lo falso de m añ an a.
Es p o r esto q u e los poetas n u n c a tuv iero n la m en o r preo cu p ació n p o r lo
verdadero y si por lo real. Pero, tengan cuidado, las palabras pertenecen
a todos y ustedes deben hacer d e las palabras lo que nadie ha h e c h o . . . ”
3 "E l hum or es una determinación de la poesía, mientras establezca
tina relación suparreal en su com pleto d esen v o lv im ie n to . .

[ 88]
EL PERÍODO HE ROICO B E L SURREALISMO

provisto de grandes anteojos’ negros, Lübeck, el poco afortunado


m ilita r 1, M alkine, m uy afectado, Morise, N aville y su m irada
aguda, N oli de soldado de segunda clase, P éret con su rostro ascé­
tico, que tan poco dice con lo que es, M an Ray, explorador de lo
invisible, Savinio en su mesa de trabajo, Soupault, Vitrac. C uatro
líneas explican esa escenografía: “L a m ujer es el ser que proyecta
ía mayor som bra o la mayor luz en nuestros sueños, C. B audelaire”.
Esta m ujer resultó una asesina. ¡T anto mejor!
Agreguemos que este p rim er núm ero fué impreso e n ' Alen-
con, que se especializaba, como es sabido, en ediciones católicas.
Pero posiblem ente nadie percibió en esto malicia.
T a l cual es, este prim er núm ero de La Révolution. Surréaliste
impone, p or su abundancia de texto, su riqueza de contenido, su
voluntad de búsqueda y experim entación, su “alm a”, no ya pro­
vocadora sino revolucionaria, sobre los últim os núm eros de L itté
r ature. El postrer perfum e del dadaísm o se había evaporado. Será
necesario contar, desde ahora, con “estos jóvenes”.
Y ellos du rante este tiem po se sacian a voluntad. El 8 de
febrero en el banquete de Polti, m ientras Mme. Aurel,, m uy cono­
cida entonces en el m undo de las letras, hablaba largam ente,
fué in terru m p id a en su florido discurso por vigorosos “ ¡Basta!”
lanzados por B retón y Desnos, a los que agregaban: “Hace veinti­
cinco años que nos en m ier. . . sin que nadie se anim e a decírselo” .
L a concurrencia protesta en alta voz por la poca galantería de
estos caballeros. Desnos replica: “N o es m otivo que por
ser m ujer en m ier. . . a la gente toda la vida”. Los diarios al otro
día com entaron el incidente contándolo al detalle 2. Cosa sin im ­
portancia, que, sin embargo, recuerda la enérgica palabra de Cam-

1 Se anuncia hoy (21 de noviem bre de 1944) la muerte de Mathias


Lübeck, fusilado por los alemanes. E ra u n excelente poeta, que con G érard
y N aville llegó del grupo L ’o e u f dur, cuya revista, del m ism o nombre,
publicaba alrededor de los años 1921 y 22 artículos promisorios.
2 C a rta de Robert Desnos a Mme. A urel: "Señora: Mme Talhade, a la
q u e no conocía antes del b a n q u e te de P olti, m e hace saber de su carta.
Le ruego tener en cuenta: 19 Que si mis amigos y yo somos "inconscientes”,
usted también lo es. 2I? Que yo no puedo ser su “hermano de trabajo”,
a lo sumo su n ieto. 39 Que usted m e divierte. Mis mejores afectos. R o b e rt
D esnos”.

[ 89]
H I S T O R I A DEL SUR REALISMO

bronne, lanzada tam bién por R im baud en u n a reunión selecta


para subrayar la recitación de una poesía de Jean Aicard. Como
se ve, estos energúm enos tenían u n a tradición 1.
De otra significación fué el panfleto contra A natole France
titulado “U n C adáver”. Era éste una figura desaparecida en
m edio de un duelo nacional y u n a gloria indiscutible. Para
las gentes de derecha representaba el estilo francés llevado a su
perfección, aunque el perfum e de volterianism o de L ’Ile des P in­
go uins era menos apreciado por ellos que el anodino Crime de
Sylvestre B onnard y otras novelas suyas del mismo tipo. Tam poco
las gentes de izquierda podían olvidar que France se había pavo­
neado junto a Jaurés y que estuvo a pun to de ser socialista. En
una palabra, atacar al ex m orador de la “V illa Sai'd” en ocasión
de su m uerte, era hacer una obra sin disputa iconoclasta. Pero
como p ara los surrealistas representaba al “arte” en su horrorosa
vaciedad, al “puro genio francés” en estilo propio, no se an d u ­
vieron con medias tintas. E luard decía; “U n viejo como cualquier
otro” . “Personaje tan cómico y tan vacío”, agregaba Soupault.
D rieu la Rochelle, que gracias a Dios no era surrealista, sostuvo
que “este abuelo h a ignorado o se h a burlado de los padres y
tíos más queridos por nosotros”. El doctor G uillaum e, encargado
de extraer su cerebro (acaso no se estudiaron los cerebros de
Goethe, L am artine, G am betta, Víctor H u g o ), habló largo y ten ­
dido sobre esta preciosa viscera. Sus palabras fueron cuidadosa­
m ente recogidas: “Es el más hermoso cerebro que se pueda soñar,
por su am plitud, núm ero y delicadeza de las circunvoluciones, del
rizado como nosotros decimos: es u n a pieza ú n ic a . . . N o haber

1 D e un recorte de diario entre otros: “M istificación. E l Journal ha p u ­


blicado recientem ente un poem a de Je a n Moréas a u n a actriz q u e acaba
de m orir. A hora bien, se descubrió que este poem a n o era más qu e un
“p a stic h e ”. Las “A lguaciles” del Fígaro d iero n los nom bres de los autores,
que re su lta ro n ser Louis Aragón, A ndré B retón, P a u l Eluard, M arcel N oli,
ílo g e r V itrac, Max Morise y otros. Sí es v erdad que debieron reunirse
varios para esta broma, lo cierto fué que tuvo éxito. Pero el "Gato”, en
ei Journal del 19 de noviembre, muestra las uñas al descubrir que estos
versos apócrifos formaban el acróstico siguiente: “ u n triste señor” . Y, d o ­
blem ente molesto, amenaza a los demasiado hábiles bromistas e instiga al
ejecutor testam en tario de Moréas a presentar una demanda ju d ic ia l. . .”

[ 90]
EL PERÍODO HE RO IC O DEL SURREALISMO

extraído u n semejante cerebro sería u n crim en contra la cien*


cia . . . El cerebro de France corresponde en todo a su genio, al
mismo tiem po que lo explica .. Palabras, ya p o r sí tan sufi­
cientem ente cómicas, que los surrealistas se abstienen de comentar.
Por su parte B retón publicó u n a “Negativa de Inhum ación”, que
se ñ a hecho clásica:

“Loti, Barrés, France, señalemos con u n a igualm ente herniosa


piedra blanca los años que se llevaron a estos tres siniestros p er­
sonajes: al idiota, al traidor y al policía. Con France se va un
poco del servilismo hum ano. Que sea de fiesta el día en que se
entierra la perfidia, el tradicionalism o, el patriotism o, el o p o rtu ­
nismo, el escepticismo y la carencia de corazón. Pensemos que
los más viles com ediantes de este tiem po tuvieron en Anatole
France al com pañero y no le perdonem os nunca el haber ador­
nado los colores de la revolución con su inercia sonriente. Para
encerrar su cadáver que se vacie, si así se quiere, u n a de esas cajas
de los quais de sus viejos libros “que él tanto am aba” y se arroje
todo ju n to al Sena. No se puede p erm itir que m uerto ya, este
hom bre levante todavía polvo.”

Las ofrendas florales de A ragón son aún más selectas, si eso


es posible. “¿Ustedes h an abofeteado a u n m uerto?”, pregunta

“E n Francia, según se dice, todo term ina en canción. Así


pues, éste, que acaba de reventar en m edio de la beatitu d gene­
ral, que se convierta a su tu rn o en hum o. Poca cosa queda de
u n hom bre; subleva más im aginarlo de éste, que, al fin de cuentas,
ha sido. A lguna vez he soñado con u n a goma que borre la in m u n ­
dicia hu m an a.”
El escándalo fué universal, ¡ahora, se perm itían insultar
hasta a los muertos! R im baud se conform aba con no reve­
renciarlos. Los surrealistas querían no quedar en eso puesto
que anunciaban: “E n la próxim a ocasión habrá u n nuevo
cadáver”.
Si en realidad, el año 1924 presencia la fundación oficial del

[31]
H I S T O R I A DEL SUR REALISMO

movimiento, sólo está indicado el cam inó a seguir. Ya hemos


visto con qué celoso cuidado los surrealistas evitan dar una línea
específica a su actividad. Sin em bargo ésta no es equívoca. Se trata
de rebeldes que quieren no sólo cam biar las fórm ulas tradicionales
de la poesía, sino tam bién las condiciones- de la vida. No tienen
doctrina, pero sí algunos valores que levantan como bandera. La
om nipotencia del subconsciente y de sus manifestaciones, el sueño,
la escritura autom ática, y, por consiguiente, la destrucción de la
lógica y de todo lo- que se apoya en ella. Destrucción asimismo
de la religión, de la m oral, de la fam ilia, camisas de fuerza,
según ellos, que im piden al hom bre seguir viviendo de acuerdo
a sus deseos. Pero es u n a desm edida ilusión el pensar que los
enemigos van a caer al simple sonido de sus palabras o a la
lectura de sus escritos. Es que creen todavía, según el decir de
Bretón, en “la om nipotencia del pensam iento”. Su idealismo es
puro, inoperante; poco a poco lo perderán en m edio de graves
crisis interiores, de cuestiones de confianza continuam ente p lan ­
teadas. L a preconcebida idea de experim entadores y sabios de
u n nuevo género les perm itirá esta evolución. N o hay que olvidar
que esta revolución que preconizan la h arán prim ero en sus vidas.
El surrealismo no se escribe ni se pinta, se vive. Son apóstoles de
u n a religión que se celebra en los cafés, en el “C erta”, en el
“G rillon” del Pasaje de la Opera, en el “C yrano”, sobre cuyas
mesas, entre el hum o de los cigarrillos, el rum or de las tazas,
las carcajadas y la ligera em briaguez del mandarín-curasao, A ra­
gón pergeña, como otra de sus tantas ingeniosas bromas, las im á­
genes fulgurantes de su Paysan de Paris. N o es esto indudable­
m ente literatura, que no se le hubiese perm itido hacer. El trabajo
artístico, y aun el mismo trabajo, es vilipendiado, difam ado. Los
surrealistas quieren aprovechar la vida tal cual les h a sido dada
y no ganarla1. Vivir es m irar, escuchar, aspirar la atm ósfera de
esos lugares inspirados del París de postguerra. El Pasaje de la

l P a ra los m iem bros del grupo había la prohibición de trabajar. Ara­


gón, Bretón, Boiffard, Gérard, abandonan sus estudios de m edicina. O tros
la Sorbona. Y todos, lo que podía perm itirles hacerse una situación en la
vida.

[ 92]
EL PERIODO HE ROICO DEL SUR REALISMO

O pera es u n a “Isla dei Tesoro”, como tam bién lo son el Boulevard


Bonne-Nouvelle, la P orte Saint-Denis, las Buttes-Chaum ont. Se
agolpan en el cine “P arisiana” p ara ver U E trein te de la Pieuvre,
y les agradan las piezas idiotas pero cargadas de sentido del
“T h éátre M oderne” o del “Porte S aint-M artin”. Los espectáculos
más irrisorios son los más apreciados, porque ponen en escena
sentim ientos y emociones populares que todavía no h an sido m a­
logrados p o r la cultura, devoradora de inteligencias. Se frecuentan
los burdeles en procura de la n atu ralid ad cruda de las prostitutas,
de su in fin ita experiencia. Se busca la cretinización por la creti-
nización misma. L a m anera es simple: no hay más que tom ar un
boleto el domingo en u n a estación para los suburbios y dar vueltas
indefinidam ente horas y horas, en u n viaje sin fin sobre caminos
de u n paisaje desolado. U n día, sin decir agua va, E luard desapa­
rece. Los ingenuos clam an con su desaparición y con el naci­
m iento de u n nuevo R im baud. Se releen sus poemas bajo esta
nueva faz y los diarios anuncian su presencia en Nuevas H é b ri­
das. M uy luego lo tuvimos de vuelta 1, sólo había prolongado
su viaje cretinizante dentro de los lím ites de la tierra.
Al dar lugar el Pasaje ele la. O pera a u n a nueva am pliación
del B oulevard Haussm ann, el sitio de las reuniones cotidianas se
transfiere a o tra parte. Es u n café de la Place Blanche, el “Cyra.no”,
próxim o a la calle Fontaine, donde B retón fija su residencia y
el que acoge a los surrealistas en pleno. Está situado en ese M ont-
naartre de los bulevares equívocos, donde horm iguea la fauna de
las m ujeres fáciles y de los rufianes y u n a m uchedum bre que
pretende divertirse. A hí los encuentros son de lo más sorpren­
dente: gentes de circo (se está a dos pasos de M édrano), m u­
jeres' acróbatas con ojos “de otra p arte”, americanos de bocas
orificadas de los que todos se ap artan como de la peste, seres
pequeños, tan pequeños como cargados de m isterio. Se sigue hasta
el barrio de M oiitm artre, sobre cuyas aceras cruzan las Nadja. en
busca cié sus secretos. El dom ingo van hasta la feria de viejo
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

de C lignancourt, en Saínt-O uen, donde encuentran la m aravilla


sórdida de todo puesto, de todo desecho, de toda callejuela.
T ra ta n de encontrar, bajo la caparazón espesa de siglos de
cultura, la vida en su pureza, desnuda, cruda, desgarrada. T ra ta n
de poner al unísono el subconsciente de la d u d a d con el sub­
consciente de los hombres.
“Distracción de gente cultivada, demasiado cultivada”, se lia
dicho. “D istracción” tal vez, pero en el sentido pascaliano de eva­
dirse de u n a sociedad nial constituida. “ Gente cultivada” tal vez,
dentro de u n a norm a con que algunos de ellos estudiaron “h u m a­
nidades”, pero que h an sufrido demasiado los “beneficios” de la
cu ltura p ara no querer despreciarla y recuperar sus ojos de
niños. Se desea tentar de nuevo la gran experiencia, la de la vida.
T en ta rla esta vez, no individualm ente, colectivamente.
Y percibieron en el camino, que pretender cam biar la propia
vida individual era conmover los cimientos del m undo. El entre­
ver ese fin no los asustó y, p o r el contrario, m archaron con e3
pie ligero y la cabeza afiebrada. No hay más que seguirlos.

[ 34]
3

n m e s 'a á arm aá

“T odo lo escrito- es una porquería.’’


A n to n ia Artaud.

tp L núm ero II de L a R évolution Surréaliste, que inaugura el


JL-/ año 1925, no difiere, en cuanto a orientación, al anterior.
Quizás se encuentre, aun así, u n a voluntad de da,r al m ovimiento
la determ inación social que se expresa en el m anifiesto “A bran
las prisiones, licencien al ejército” 1, y que finaliza con este lla­
m ado a los sentim ientos generosos: “E n las garitas, en las sillas
eléctricas, hay agonizantes que esperan: ¿dejarán que los ajus­
ticien?”
Preocupación del todo nueva en los surrealistas este llam ado
a los sentim ientos de piedad, no tenidos en cuenta hasta ahora.
Pero no salen del terreno de las ideas. Se ataca “la idea de p ri­
sión, la idea de cuartel”. N ada m ejor p ara confirm arlo que el
incidente entre Aragón y el director de la revísta com unizante
Ciar té, Jean Bernier.

l “Las restricciones sociales están pasadas de m oda. N ada, n i el reco­


nocim ien to de u n a fa lta c o m e tid a ,-n i la contrib u ció n a la defensa nacional,
p u e d en p riv a r al ho m b re de su lib e rtad . L a idea de prisión, la idea de
cuartel, son hoy d ía com unes. Estas m onstruosidades ya no asom bran. La
in d ig n id a d se e n cu e n tra en la a p atía de los q u e lia n eludido la dificu ltad
p o r diversas abdicaciones m orales y físicas: h onestidad, enferm edad, p a trio ­
tism o.”

[ 95]
HISTORIA BEL SURREALISMO

H ab ía escrito Aragón en “ U n cadáver”, a propósito de la


m uerte de A natole France, “me place que el literato a quien han
saludado el tap ir de M aurras y la aduladora M o s c ú ... haya
e s c r ito ...” Estas frases fragm entarías fueron agriam ente com en­
tadas por Bernier, al que A ragón replicó en estos términos:

“Le h a parecido bien evidenciar como u n despropósito' u n a


frase que m uestra el poco aprecio en que tengo al gobierno b o l­
chevique y con él a todo el com u n ism o ... Si usted me encuentra
reacio al espíritu político, y, más, violentam ente hostil a esa des­
honesta actitud pragm ática, que me perm ite acusar, por lo m e­
nos, de m oderación ideal a los que por últim o se resignan a
esto, usted no podrá dudar que siempre coloqué el espíritu de
rebeldía m uy aparte de toda p o lític a .. . ¿La revolución rusa? No
es usted el que me im pedirá que m e encoja de hombros. En el
orden de las ideas es, a lo sumo, u n a intrascendente crisis m inis­
terial. Lo que verdaderam ente convendría, es que usted tratase
con u n poco más de consideración a los que han sacrificado toda
su existencia a las cosas del espíritu.
“Q uiero hacer constar en la misma Clarté, que los problem as
planteados para la existencia hum ana no dependen de esa insig­
nificante y m ísera actividad revolucionaría producida durante los
últim os años en nuestro m undo oriental. Debo agregar, que sola­
m ente por u n verdadero abuso de lenguaje h a podido ser cali­
ficada de re v o lu c io n a ria ...”

Está visto, la Revolución se la encuentra en las ideas. El inalie


nable concepto en que las tienen los surrealistas, les perm ite
despreciar todo pragmatism o, y, si las palabras significan algo, tocia
actividad concretam ente m aterial en el m undo de ios hechos. Más
todavía, encuentran esa actividad deshonesta. Es interesante tom ar
nota de esta posición, n o sólo de A ragón sino ■de 1a totalidad
del grupo, si se quiere com prender la evolución posterior.
En lo restante del citado núm ero de La R évoiution Surréa-
liste, no hay n ad a de esencialmente nuevo. U n editorial de
Bretón, preconizando la Huelga de todos los que m aneian la
EL PERÍODO HERO ICO DEL SURREALISMO

plum a o ei pincel dentro de la form a en que la realizan los


obreros, es una simple utopía. Artículos surrealistas de Georges
Bessiére, Pierre Naville, P aul E luard y A ntonin A rtaud. U n relato
de sueño de M ichel Leiris, un segundo artículo de B retón titu ­
lado Le bouquet sans f leurs, interesante por cuanto el autor
contesta los reproches que le son hechos de no obrar conforme
a sus ideas j de buscar refugio, como sus predecesores, en la
práctica del arte que todo lo disculpa 1. B retón ya no acepta más
estas intim aciones, estas “cuestiones de confianza”, perpetuam ente
planteadas. Su preocupación no es la de crear u n a nueva .escuela
de vanguardia para buscar'la “novedad” en sí misma. El ejemplo
de las escuelas que precedieron al surrealismo, pobres tentativas
de encuentro de u n a novedad m archita ya al nacer, bastaba para
disuadirlo 2,
No es cuestión de resucitar a Dadá. H ay que consagrarse a
u na experiencia positiva. Los fundadores del surrealismo no se
cansan de repetirlo.
La encuesta que se levantó sobre el tem a del .suicidio, debía,
especialmente, poner las cosas en su verdadero punto. “¿El sui­
cidio es u n a solución?” Las respuestas más diversas, aun de parte
de los surrealistas, se suceden a lo largo de varias páginas. Desde
la del Doctor M aurice de Fleury, el “siniestro im bécil”, hasta las

1 “ M ucho se m e h a reprochado últim am ente. . . de no o b ra r en m anera


m ás de acuerdo a m is ideas. T a l como si, respondiendo a la p rim e ra in c ita ­
ción de éstas, obedeciendo a! im pulso m ás frecuente y m ás intenso q u e yo
siento, n o tuviese o tra cosa q u e salir a la calle em puñando u n revólver
y . . . se sabe lo q u e o c u r r i r í a . .. ¿Q ué acción indirecta p o d rá satisfacerme?
Desde q u e busco, h e a h í m i a p are n te v u e lta a l arte, es decir, vuelta a u n
no sé q u é o rd e n social en el cual la im p u n id a d m e está asegurada, y en
donde, h a sta u n cierto p u n to , carezco de re sp o n sa b ilid a d . . . "
2 H e podido, en estos últim os años, con statar la m ala fe de u n cierto
nihilism o intelectu al, cuya martingala es p la n te a r a cada mom'ento cuestiones
de confianza del todo generales y vanas. E n este desorden m oral conse­
cuente, sólo e n co n traro n beneficio ciertas m aneras de actividad superficial
o innocuas paradojas. Es así como la novedad, en el sentido superlativo de la
pa la b ra, pasa en todas sus form as p o r u n criteriu m pedante. F u e ra de
esto no hay salida. Y así se ju stifican tentativas irrisorias en p in tu ra y en
poesía. D e experiencia positiva en los confines de la vida y el a rte , de
pru e b as p o r am or, de sacrificios personales, n i rastro . Se tra ta de poner,
a c u alq u ier precio, rem edio a esta s itu a c ió n . . . ”
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

de Francis jam m es y F ernand Gregh pasando por la de Clém ent


Vautel. El misino Pierre Reverdy da una respuesta que no satis­
face a los de la encuesta, obligados como están a recurrir a los
muertos, a Jacques Vaché, R abbe, B enjam ín Constant. Anotemos
sin embargo la respuesta de R ene Crevel, conmovedora en lo que
tuvo de real sinceridad:

“¿Dicen que uno se suicida por amor, por miedo, por enfer­
medad? No es cierto. Todos am an o creen amar; todos tienen
miedo; todos son más o menos sifilíticos. El suicidio es un
medio de selección. Se suicidan los que no tienen esa casi u n i­
versal cobardía de luchar contra cierta sensación de alma, tan
intensa que hay que tom arla, por el m om ento, como u n a sen­
sación de lo verdadero. Sólo esta sensación perm ite aceptar la
más realm ente justa y definitiva de las soluciones: el suicidio".

¿No serían u n presentim iento de su destino estas líneas escri­


tas en Détours, que acababa de lanzar la librería Gallimard?:

“U na tisana sobre la hornalla de la cocina a gas; cierro


herm éticam ente la ventana y abro la llave de paso; olvido en ­
cender el fósforo. La reputación a salvo y el tiem po para decir
el confíteor . .

C uando u n a m adrugada de un día de 1935 se encontró su


cadáver ju n to a u n a cotíina con la llave del gas abierta, se vió
que estas líneas estaban muy lejos de ser literatura. Eso sí, con la
pequeña diferencia de que R ené Crevel no tuvo ningún afán en
salvar su reputación ni en decir el confíteor.
Los avisos de La R évolution Surréaliste anunciaban ju n to con
Détours otras obras del grupo, tales como Les reines de la main
gauche de Pierre Naville, adrede rigurosam ente autom ática, O m bi-
lic des Lim bes de A ntonin A rtaud, D euil pour deuil de R obert
Desnos, Simulacre de Michel Leiris y A ndré Masson, 152 Pro­
ver bes mis a gout du jour de P aul E luard y B enjam ín Péret,
Soleil Bas de Georges Lim bour, II était une boulangére de B en­

[ 98]
el PERÍOD O HE RO ICO DEL SURREALISMO

jam ín Péret, M ourir de ne pas m ourir de P aul E luard, Les Mys-


téres de l’amour de Roger Vitrac, Les liberiinages de Aragón,
prim eros sabrosos frutos del autom atism o y obras que, con el
andar del tiem po, aparecerán como im portantes en la labor indi­
vidual de loS surrealistas, pero de las cuales es del todo imposible
com unicar su esencia.

N o obstante, el análisis de los núm eros sucesivos de La Re-


volution Surréaliste, que salen por o tra parte, bastante irregu-
lam iente, no da u n a idea com pleta del m ovimiento. Se podría
decir que la vida surrealista, de la cual hemos tratado de configurar
más arriba u n a pauta, se desenvuelve en su mayor parte fuera
de la revista. Ésta sólo es ú til como consulta, en la historia del
surrealismo, porque m arca las m aterializaciones, las tomas de
posesión, las puntualizaciones y porque, en ausencia de otra
docum entación, hay que recurrir a ella. Más interesante para
nuestro propósito es, por ejem plo, esta Declaración del 27 de
enero de 1925, editada en opúsculo y que, según nuestra infor­
mación, nunca fué reeditada:

“ 1 ?) Nosotros n ad a tenemos q u e ver con 1 a, literatura.


Pero somos, en caso necesario, m uy capaces de servirnos de ella
lo mismo que todos.
“2P) E l surrealismo no ;es u n m ecanismo de expresión
nuevo o más fácil, n i tampoco u n a m etafísica de la poesía. Es
u n medio de total liberación del espíritu y de todo lo que p u e­
da parecérsele.
“3?) Nosotros estamos com pletam ente decididos a hacer la
Revolución.
“4?) Nosotros hemos unido la palabra surrealismo a la
p alab ra Revolución, únicam ente p ara m ostrar el carácter desin­
teresado, desvinculado y hasta absolutam ente desesperado de
esta revolución.
“5?) Nosotros no pretendem os cam biar en n ada los erro­
res de los hombres, pero sí m ostrarles la fragilidad de sus p e n ­

[ 99]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

samientos y lo inestable del cimiento, el hueco sobre el cual


h an asentado sus movedizas casas.
“6?) Nosotros lanzamos contra la sociedad esta adverten­
cia solemne. Que ponga atención en sus desvíos, en cada uno de
sus pasos en falso, porque no se librará de nosotros . . .
“7?) Nosotros somos especialistas en Rebelión. No hay
u n solo m edio de acción ■que no sepamos em plear en caso- de
necesidad. . .
“El surrealismo no es u n a fórm ula poética.
“Es u n grito del espíritu que se vuelve sobre sí. mismo y
esiá resuelto a aplastar desesperadam ente todas sus trabas.
“Y, llegado el caso, con verdaderos m artillos” 1.

¿Esta declaración necesita comentarios? ¿Y no se ve ya en el


anuncio de los “verdaderos m artillos” la preocupación de no
quedarse en el terreno de lo escrito?
O tro docum ento, éste privado, revela m ejor que todas las
glosas la verdadera naturaleza del m ovim iento surrealista. No se
trata aquí de u n a asociación de literatos sosteniéndose m u tu a,
m ente p ara llegar mejor, ni siquiera de u n a escuela que, por lo
general, no sale de eso y de algunas vulgares ideas teóricas. Es
u n a “organización” colectiva, una secta de iniciados, u n partido,
análogo a los partidos políticos revolucionarios, que siem pre tie­
nen, más o menos, su apariencia conspiradora. Se entra allí con
pleno conocim iento de causa, se sale o se es excluido por razo­
nes precisas y se realiza u n trabajo en común. Esto, se dirá, tiene
por últim o que resolverse en obras individuales. Puede ser,
pero esas obras individuales pasaban por la fiscalización del g ru ­
po y sólo se publican si aportan algo nuevo al m ovim iento. D é­
jense de l’in fini, novela en tres tomos que debió escribir
Aragón y p or la cual ya había firm ado contrato, no apareció
porque el grupo se opuso viendo en ella el acecho de la ten­
tación literaria,

1 Facilitado por Raymond Q ueneau.

[ 100 ]
EL PERÍODO HE RO IC O DEL SURREALISMO

lio se trata solamente de escribir, sino de hacer una revolu-


i m, es decir, de operar u n cambio, en todo lo posible, total:

“La adhesión a u n m ovim iento revolucionarlo sea cual fue­


re, supone u na fe en las posibilidades que pueda tener de con­
vertirse en u n a realidad.
“L a realidad inm ediata de la revolución surrealista n o es
el cam biar en algo el orden físico y aparente de las cosas, sino
crear u n m ovim iento en los espíritus. La idea de toda revo­
lución surrealista tiende a la substancia profunda y al terreno
del pensam iento . . . T iende a crear sobre todo u n a m ística de
nuevo género . . .
“T odo sincero adepto a la. revolución surrealista está obli­
gado a concebir que el 'm ovim iento surrealista no es un m ovi­
m iento de orden abstracto, especialmente de ese abstracto poé­
tico de odioso significado y sí algo realm ente capaz de u n cambio
cierto en los espíritus” 1.

Las definiciones son precisas: “Creación de una mística de


nuevo género”. Bretón, resum iendo más tarde el proceso su­
rrealista, aclarará este propósito como la “creación de u n m ito
colectivo”. Desde este m om ento veremos u n a voluntad firm e de
ir a lo concreto, hacia u n a form a de concreción todavía idealis­
ta porque se sitúa únicam ente en el terreno del espíritu, pero a
cien leguas, en todo caso, de los problem as poéticos.
D entro del grupo surrealista, sin embargo, las discusiones
siguen en Intenso ritm o. Las fracciones se reúnen y hasta llegan
a plantearse preguntas como éstas: “¿El surrealismo equivale a
una. revolución?” “¿Son dos cosas diferentes?” “¿Cuál debe
elegirse?”
Si no consiguen resolverse en la elección, se llega, sin em ­
bargo, al denom inador com ún de un “cierto estado de furor",
que, aun sin aplicarlo, es u n indispensable camino para alcanzar
la rev o lu ció n 2. Posiblem ente los firm antes de u n a declaración,

1 Facilitado p o r R aym ond Q ueneau.


2 ‘‘Los abajo firm ados, m iem bros de L a R év o lu tio n Surréaliste, m in i-

[ioi}
HISTORIA DEL SURREALISMO

•que es resum en de u n a de estas discusiones, ya no están de


acuerdo con el resto del grupo sobre ese “misticismo de nuevo
género”, que, de pronto, se cree haber encontrado en el O riente
misterioso, en el O riente de B uda y del Dalai-Lama, m uy p ro ­
pio para confundir algunos valores lógicos de Occidente, pero
incapaz, p o r su misma naturaleza, de producir el cataclismo que
desean los surrealistas. Sólo puede ser más o menos susceptible
de ganar algunas almas individuales por u n a lenta penetración.
U n hosanna en honor del O riente y sus valores, es con todo
el casi total contenido del tercer núm ero de La R évolution Surréa-
liste. U n editorial titulado “A lrededor de la mesa”, sin firma,
pero atribu ido a A ntonin A rtaud, dem uestra claram ente que es
todavía la lógica la que debe costear este nuevo a m o r1. Y en
u n a “C arta abierta a los Rectores de las Universidades europeas”,
parecen encontrar las raíces del m al en la funesta educación
occidental, muy apropiada p ara fabricar “sepulcros blan q u ea­
dos” : falsos ingenieros, falsos sabios, falsos filósofos, ciegos a los
verdaderos misterios de la vida, del cuerpo y del espíritu, p o r­
que se encuentran momificados dentro de las sagradas bandas
de la lógica. El rem edio se encuentra en Asia, “ciudadela de to­
das las esperanzas” 2 y a la cual se le m anifiesta el am or en de­
claraciones inflam adas:
dos el 2 de a b ril de 1925 con el objeto de determinar cuál de los dos
principios, el surrealista o el revolucionario, era el más susceptible de dirigir
su acción, y sin llegar a un entendim iento sobre el asunto, se lia n puesto
de acuerdo en los siguientes puntos:
1) Q ue antes de toda p reocupación surrealista o revolucionaria, lo que
dom ina siís espíritus es un cierto estado de fu ro r;
2) Creen que este cam ino del furor es el más apropiado para conseguir
lo que se podría llamar la ilum inación surrealista. . .
3) D isciernen, p o r el m om ento, u n a única solución positiva y piensan
que a ella deben adherirse todos los otros miembros de L a R é v o lu tio n Su-
rréaliste. Y es ésta: el e sp íritu es un principio esencialmente irreductible,
que no se puede in te n ta r fija rlo ni en la vida ni en el más allá. A n to n in
A rta u d , J. A. Boiffard, M id ie l Leiris, A n d ré Masson, Pierre N aville.” (Faci­
litad o por R aym ond Queneau.)
1 “Estamos en el fondo del e sp íritu , en el interior de la cabeza.
Ideas, lógica, o rd en , Verdad (con V m ayúscula) , Razón, todo lo damos
a la n a d a de la muerte. C uidado con sus lógicas, Señores, cuidado con sus
lógicas, no im aginan hasta dónde puede llevarnos nuestro odio a la lógica . .
2 Robert Desnos.

[ 102 ]
EL PERÍODO HE R OI CO DEL SUR REALISMO

“Nosotros somos tus m uy sumisos servidores, ¡olí G ran L a­


ma!, dadnos, envíanos tus luces, en u n lenguaje que nuestros
espíritus contam inados de europeos puedan com prender, y, en
caso necesario, cambia nuestro espíritu, haznos un espíritu vuel­
to hacia esas perfectas alturas donde el E spíritu del H om bre
ya no sufre .. .
“L a E uropa lógica machaca perpetuam ente el espíritu en­
tre los m artillos de los dos términos, abre y cierra el espíritu. P e­
ro hoy el estrangulam iento h a llegado a su colmo, hace demasia-.
do tiem po que sufrimos bajo la coyunda. El E spíritu es más
grande que el espíritu, las metamorfosis de la vida son m últiples.
Como ustedes, nosotros rechazamos el progreso: vengan, echen
abajo nuestras casas . . . 2.

R obert Desnos tam bién lanza su grito de socorro a los b ár­


baros asiáticos capaces de m archar sobre las huellas de los “a r­
cángeles de A tila” s. Y los mismos m uertos, los que creyeron en
la oiiinisapiencia del Asia, como T h . Lessíng, .son enrolados en
esta cruzada 4.
Se ve muy bien por qué esta Asia ideal debía atraer a los
surrealistas. ¿No habían dado ya los sabios de O riente las res
puestas inm utables a sus interrogantes? A cambio de u n a des­
trucción radical o de u n absoluto olvido —¿se puede olvidar lo
que no se ha conocido nunca?— de la lógica, de la técnica me-
canicista, de los estancos esterilizantes de la ciencia, de todo
eso que es la suprem acía de Occidente, estos hom bres pare­
cen vivir en una verdadera com unión perm anente con la esen­

1 C a rta al Dalai-Lama. V er N otas y Referencias.


2 C arta a las escuelas de Buda. Ib id .
3 E n su p la n p a ra « n a p ró x im a rebelión.
4 "Q uerem os conocer la realización, el hecho consum ado, las causas
reales de las cosas, y, p o r eso m ism o, perdem os de vista su vida; todas
nuestras ciencias disuelven el m u n d o en u n a realización negativa.
“L a sa b id u ría d el Asia es invenciblem ente pesim ista.. E n sus m iles de
obras h a p rofundizado las conexiones inseparables d e la m adurez e sp iritu a l
con el sufrim iento. P e n e tra la d ependencia recíproca del conocim iento con
el dolor y sabe q u e la conciencia es fu nción in a lte ra b le d e la c o n g o ja ..
T h . Lessing.

[ 103 ]
H I S T O R I A D E L SURREALISMO

cia de las cosas, con el espíritu del G ran Todo, sí no ya en


u na felicidad perfecta —ideal vulgar— por lo menos en una
total libertad. N inguna de esas contradicciones desgarradoras
de los seres de Occidente, ninguna de esas ludias agotadoras
sostenidas contra u n m undo defectuoso. Se diría que, de pronto,
han descubierto el Secreto que los mejores hom bres de Occiden­
te trata n penosam ente de avizorar.
Pero el O riente no sólo es la p atria de los Sabios sino
tam bién receptáculo' de fuerzas salvajes, la eterna tierra de los
“bárbaros”, de los grandes enemigos destructores de la cultura,
del arte y de las someras manifestaciones ridiculas de los occi­
dentales. Perpetuos revolucionarios armados de la ardiente tea
incendiaria, siem bran bajo los cascos de sus caballos la ru in a
y la m uerte en espera de u n renacim iento. Y la misma revolu­
ción rusa, como asiática misteriosa, dejará de presentarse a los
ojos de los surrealistas como “una vaga crisis m inisterial”, al
p u n to que, p o r últim o, fundirán a ella sus más inflam ados
y aun imprecisos deseos de u n a revolución universal que les
llega de un O riente negador y regenerador.

Sin embargo, y ya hemos tenido ocasión de com prenderlo,


el surrealismo no formó nunca u n bloque compacto. C onstitui­
do p o r individualidades salidas de medios muy diversos, no
conoció u n a lucha interior seria hasta tanto no sobrepasó las
aspiraciones indefinidas y los ideales imprecisos. Revolución, an ti­
cultura, lucha contra la razón y la sociedad en nom bre de un
individualismo' voluntarioso, p rio rid ad del subconsciente, eso es
lo que todos sienten. Pero u n m ovim iento es u n a idea, en marcha,
y sabiendo sin certeza el fin perseguido, los caminos que con­
ducen a ese fin pueden ser divergentes y aun opuestos. Si se
concuerda en la necesidad de u n a destrucción en “ todo io po­
sible radical”, no es indispensable el acuerdo en lo que se debe
reconstruir, ni aun en los medios de esa destrucción. L a lite ra­
tura y el arte fueron siem pre refugio de rebeldes, Im potentes por
10 general p ara liberarse como no fuese por palabras y co­
lores. A hora bien, parece que todas estas individualidades no

[ 104 ]
el período heroico del su r r e a l ism o

ciaban un misino sonido cristalino. Sobre todo se caía en la,


pendiente del arte “que tocto lo disculpa”, por lo menos en
la expresión 'artística, m ezquino resultado de este “estado do
furor” en el 'cual querían arder los surrealistas. ¿Se construirá,
3:1 lado de la literatu ra lógica, u n a literatu ra de sueño, de textos
automáticos, u na poesía o u n a p in tu ra “surrealista” ? L a pre­
gunta planteada en ese m om ento hubiese recibido la más ro tu n ­
da negativa, Pero lo que los hom bres piensan de si mismos
es u n a cosa y lo que hacen es otra. U na contradicción ele
fondo comenzaba a evidenciarse, y los más clarividentes no
dejaban de percibirla. Ésta se m anifestó plenam ente con relación
a los hom bres y a los acontecimientos. Ya hemos asistido a
episodios en los cuales algunos disidentes se preguntaban “cuál
de los dos principios, el' surrealista o el revolucionario, era el
más susceptible de dirigir su acción” . Y es sintomático el grito
de alarm a lanzado en u n a vuelta de página de ese tercer núm e­
ro de La R évo lu tio n Surréaliste, por Pierre Naville, que, en esa
circunstancia, abandona, la codirección de la revista para hacerse
m ilitante político:

“N o conozco del gusto más que el digusto. Maestros, maes­


tros pintores, em badurnen sus telas. Ya nadie ignora que no hay
pintura surrealista; n i los trazos de lápiz librados a. la casualidad
de los gestos, n i la im agen reproduciendo las figuras del sueño,
ni las fantasías im aginativas, entiéndase bien, pueden ser califi­
cados con ese nom bre.
“Pero allí hay el espectáculo,
“La m em oria y el placer de los ojos: ésa es toda la estética.”

Parece que este punto de vista radical no fué- aceptado por


el grupo. Los poetas y sobre todo los pintores se rebelaron. Su
actividad comenzada como experiencia, había term inado por dar
sus efectivos frutos que, no siendo absolutam ente desdeñados pol­
los “am ateurs”, tam poco podían serlo por ellos mismos. Eluard
y Aragón ad q u irían personalidad de poetas; M ax Ernst, Masson,
eran solicitados por los comerciantes de cuadros. ¿Sería necesario

[ 105 ]
H I S T O R I A D E L SURREALI SMO

dejarlo todo con el pretexto de la “búsqueda de lo absoluto” ?


¿Iría D adá a recom enzar perpetuam ente? B retón no lo perm itió.
Él tam bién q uería llegar a u n objetivo.
Como prim era m edida em puñó el tim ón de la barca que
aun corría el riesgo de estrellarse contra los arrecifes. En el
artículo inaugural del cuarto núm ero de La R évolution Surréa­
liste, “Pourquoi je prends la direction de La R évolution
Surréaliste”, señala de entrada la voluntad que anim ó a los
fundadores del m ovimiento:

“De com ún acuerdo liemos resuelto term inar, de una vez


por todas, con el viejo régim en del e s p íritu ..

Y, asimismo, presenta los resultados obtenidos en seis meses


de lucha:

“A nuestro lado liemos visto al surrealismo adquirir un bas­


tan te considerable crédito tanto en el extranjero como en F ran ­
cia. Algo se espera de nosotros. Si la palabra “R evolución su­
rrealista” deja a u n a gran parte escéptica, por lo menos no se
nos niega u n cierto fervor y el sentido de algunas posibles devas­
taciones. A nosotros nos corresponde no m alograr u n tal
p o d er. . . ”

Pero se plantean los interrogantes sobre qué conviene hacer


en el futuro. Si el m ovim iento no buscó nunca u n a un id ad
facticia, sus m iem bros se pusieron de acuerdo sobre ciertos p rin ­
cipios generales, sin que por eso dejaran de llegar al punto en
el cual las contradicciones violentas se presentan. Bretón, con
excelente táctica, quiere dom inar la derecha, los literatos, y la
izquierda, los ag itadores1. Y, al mismo tiem po, ensaya pre-

1 “A unque deba sufrir la am plitud del m ovim iento surrealista, me


parece preciso no . abrir las páginas de esta revista más que a hombres que
no estén a la busca de coartadas literarias. Sin poner en esto ningún exclu ­
sivismo, m e propongo adem ás, y sobre todo, evitar la repetición de par­
ciales actos de sabotaje como los ya producidos en nuestra organización ..

[ 106 ]
EL P ER Í OD O H E R O I C O D E L SURREALISMO

císar el “fundam ento original de la causa surrealista” 1, que, si


tiene u n a ortodoxia bastante am plia, está cim entada sobre

. .la convicción que aquí com partim os todos, que es saber que
vivimos en el pleno corazón de la sociedad m oderna con u n com­
prom iso tan serio como para justificar de nuestra parte todos
los excesos. . . ¿Quién habla de disponer de nosotros, de hacer­
nos co ntribuir en la abom inable com odidad terrestre? Queremos,
tendrem os el más allá de nuestros días. Solamente será necesa­
rio escuchar nuestra Impaciencia y quedar sin reticencias a las
órdenes de lo maravilloso ..

No es menos cierto que, separado m om entáneam ente Navi-


lle, la experiencia da lugar a la realización. Si hasta ese m om en­
to La R évo lu tio n Surréaliste se h a lim itado a dar algunos d i­
bujos de Masson, que pueden pasar por automáticos, reproduc­
ciones de Picasso y de Chirico, que servían .sobre todo de testigos
y que eran garantías anteriores y exteriores del movimiento, he
aquí ahora u n diluvio de reproducciones y, especialmente, una
serie retrospectiva de las obras de Picasso a las que B retón tiene
el bu en sentido de no adjudicarles la etiqueta “surrealista’' 2,
pero que p rueban la existencia de u n a “p in tu ra surrealista” 3.
N o es suficiente esto. B retón em prende u n a historia de la p in ­
tu ra m oderna en la que busca encontrarle su relación con el mo­
vimiento. Este estudio proseguirá du ran te varios núm eros bajo
el títu lo de “El surrealism o y la p in tu ra ”. N o hay duda que
la p in tu ra es “u n expediente lam entable”, pero la artim aña con,
1 ¿Es el surrealismo una fuerza de oposición absoluta, un conjunto
de proposícíonnes puram ente teóricas, un sistema que reposa sobre la con­
fusión de todos sus planos o la piedra fundam ental de un nuevo edificio
social? Según lo q u e a cada uno parezca el significado de una tal pregunta,
se esforzará en hacer producir al surrealism o todo lo m ás posible: la
contradicción no es para asustarnos ..
2 Son de las siguientes fechas: D em oiselles d ’A vig n o n de 1908; Étu-
d ia n t de 1913; Ecoliére de 1920. Si Jeunes filies d m s a n t d evant u n e fenétre
y A rle q u ín son de 1924-25, pertenecen más a Picasso que al surrealismo.
3 M a tern ité y L e chasseur, de Joan Miro; D eu x enfants sont menacés
p ar u n rossignol, L a révolution la n u it, de M ax Ernst; L ’arm ure, de André
Masson.

[ 107 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

síste en considerar las obras de Picasso “más allá” de la p intura.


Esto puede no ser discutible, pero B retón no da una respuesta
taxativa a “si hay una p in tu ra surrealista”, o, por m ejor decir,
la. da im plícitam ente en form a afirm ativa. ¿Será necesario con­
siderar dentro de esta clasificación a la p in tu ra de Chirico ante­
rior a 1915 —de la cual M ax Morise habla en ese mismo n ú ­
mero—- y, en ú ltim a instancia, toda ■la p in tu ra que saldrá de
los caminos trillados del arte oficial y aun del de vanguardia? Si
B retón reconoce a la p in tu ra u n poder equivalente al del len­
guaje, “ tan artificial como el otro”, y tam bién cree que el pintor,
desde el m om ento en que rehúsa copiar la naturaleza p ara con
centrar sus fuerzas en el “m odelo in terio r”, hace u n a obra dis­
tinta, y, más, que sin Picasso “la partida que nos ocupa estaría
por lo menos em patada, si no perdida” 1, tiene toda la razón al
pensar que existe u n a p in tu ra surrealista. ¿No lo demuestra,
por otra parte, Eluard? 2. ¿Y no es u n síntom a ver los textos
propiam ente autom áticos reducidos a cuatro y los relatos de
sueños a dos únicam ente? 3,

Será sin em bargo errado pensar que L a R évolution Surréa­


liste torna u n cauce común, tendiendo a resolverse en una
revista “artística”. La pauta está siem pre concebida sobre una
necesaria rebellón, esencia y fin del m ovim iento. Lo testim onian
estos Fragments dü-une conferencé prononcée. á Mad'ricli a la
“Residencia de los Estudiantes”, el 18 de abril de 1925, en la que
Aragón embiste con la cabeza baja contra los representan­
tes confesados de una civilización m uerta que concurren a es­
cucharlo;

“ ¡Ah, banqueros, estudiantes, obreros, funcionarios, em plea­


dos, ustedes son los “fellahs” de lo útil, los removedores de la
necesidad! Yo no trabajaré jamás, mis manos son puras. ¡Insen-
1 “Su ad m irab le perseverancia es u n a p ru e b a lo bastan te valiosa como
p a ra q u e podam os n o ap elar a o tra a u to rid a d .”
2 E n ese n ú m ero p u b lic a seis poem as.
3 Los textos autom áticos son de Ph. Soupault, M. N oli, G. Malkine
y P. E lu a rd . Los relatos de sueños, de M ax M orise y M ichel Leiris.

[ 108 ]
EL P E R I O D O H E R O I C O D E L S U R R E A L I S M O

satos, escondan las palmas de sus manos con esos callos intelec­
tuales de ios que tanto se enorgullecen! M aldigo la ciencia, esta
herm ana gemela del trabajo. ¡Conocer! ¿Bajaron alguna vez al
fondo de esas negras minas? ¿Qué encontraron allí? ¿Qué ga­
lería hacia el cielo? En fin, sólo les deseo que u n gran des­
prendim iento de grisú los restituya, por últim o, al ocio, que es
la única p atria del verdadero pensam iento . .

¿Qué debieron pensar aquellos jóvenes de tal peroración?

“Nosotros arrasaremos con todo. Prim ero arruinarem os esta


civilización que les es tan querida y donde están moldeados
como fósiles en el esquisto. Mundo- occidental, estás condenado
a m orir. Somos los derrotistas de' la E uropa . . . Que el Oriente,
terror de ustedes, al fin responda a nuestra voz. Despertaremos
por .todas partes los gérmenes de la confusión y el malestar,
somos los agitadores del espíritu. T odas las barricadas son b u e­
nas, así como todos los obstáculos para sus alegrías m alditas. Que
los judíos salgan de sus ghetos. Que el pueblo pase ham bre para
que conozca finalm ente el sabor del p an de la cólera. Muévete,
In d ia de los m il brazos, legendario gran Brahm a. T ú , Egipto. Y
que los traficantes de estupefacientes se arrojen sobre nuestros
países aterrados. Que la Am érica lejana se derrum be de sus
blancos “buildings” en m edio de las prohibiciones absurdas.
¡Levántate, m undo! Vean cómo esta tierra está de reseca y p ro ­
picia para todos los incendios. Se diría que es de paja.
“Ríanse con ganas. Nosotros somos los que daremos siempre
la m ano al enemigo . . 1.
Esta agresividad revolucionaria no es solamente formal; con­
tiene u n a concepción de fondo que da a la Revolución u n valor
trascendente, el mismo que E luard opone, a su vez, al pragm a­
tismo revolucionario a propósito de u n a declaración de la revista
Philosophies del 18 de mayo de 1925.

“No hay revolución total, no hay más que la Revolución,

l L a R é v o lu tio n Surréaliste, N9 4.

[ 109 ]
HISTORIA DEL SURREALISMO

perpetua y verdadera vida como el amor, deslum brante en cada


momento. No hay orden revolucionario, no hay más que des­
orden y locura. L a guerra de la libertad debe ser manejada con
cólera y conducida por los que no ac ep tan . . . ” 1.
Posición m agníficam ente intransigente, pero de la cual los
políticos podían burlarse en tanto no saliese de las frases, de las
declaraciones sin realidad efectiva. Los surrealistas no son insen­
sibles al reproche de “charlatanes revolucionarios”, form ulado
en su caso. Y es, en parte, p ara disculparse, que acentúan el
núm ero y seriedad de sus declaraciones habituales.

U n a obra de Aragón, que había sido especialmente m ontada


en el “V ieux-Colom bier” para darse una tarde de junio de
1925, tuvo la m ala suerte de que los organizadores la hicieran
preceder de una disertación de M. A ron sobre el “Francés m edio” .
Los surrealistas se presentaron y sabotearon la función del p rin ­
cipio al fin, causando u n escándalo que es referido en detalles
p or el Journal Littéraire del 13 de junio de 1925 2. Pero el
banquete a Saint-Pol-R oux tuvo más resonancia todavía, provcv
cando contra ellos u n a protesta casi general.
Los surrealistas adm iraban a Saint-Pol-Roux. Veían en él
un magnífico poeta y, sí su catolicismo Ies había im pedido to-

1 L a révo lu tio n Surréaliste, N 1? 4.


2 “ . . . N o había entendido n i v ein te p a la b r a s ... cuando u n m u c h a -
cliote sentado d etrás de m í se puso a h a b la r en u n tono de voz más alto
que e l del conferenciante. Éste, con verdadera paciencia, esperó que acabase
de hablar para luego retomar el hilo de su disertación. Pero, ocho filas
a la derecha de m i butaca, o tra persona tomó la palabra. Las frases se
entrecruzan. Y se oyó súbitamente partir desde diferentes puntos una p a la b ra
histórica, m uy digna de las huestes napoleónicas, pero poco apropiada
para una re u n ió n de gentes cultas. P ero ¡ay!, esa p a la b ra se amplia hasta
convertirse en verbo. M, Aron trató de continuar. Las interrupciones surgie­
ron de todas partes. U na voz proclamó: “N o lo dejaremos hablar. F irm ado:
Los surrealistas”. Y las cosas fueron de m al en peor. , . Intervino la p o li­
cía . . . P h ilip p e So«pau lt de un salto se plantó en el escenario y con los
brazos cruzados sobre el pecho desafiaba a que lo sacaran de allí por la
fuerza de las b a y o n e ta s .. . Robert Desnos arengaba vehem entem ente a la
concurrencia recorriendo a grandes zancadas la escen a. .. M ientras tanto el
dulce po eta E lu a rd era abofeteado; Vitrac se precipitó en su d efen sa...
T oda la sala estaba de pie, entrecruzándose las am enazas y las i n j u r i a s .. .

[ 1 10 ]
EL P ER IODO HEROICO DE L S U R R E A L I S M O

niario como antecedente de su acción, no olvidaban las imágenes


fulgurantes de Reposoirs de la Procession y de L a Dame a la
faulx.
El vocabulario, tan personal, tan ru tilan te de pedrerías y
fuego, y, a veces, tam bién, tan preciosista, que se hizo para sí
el poeta de Camaret, no deja de darles razón cuando lo consi­
deraron salido en form a directa del subconsciente del poeta.
Luego del “H om enaje a Saint-Pol-Roux” organizado por
N ouvelles Littéraires, en el cual habían colaborado, los surrea­
listas se vieron llevados a participar, hacia principios de julio de
1925, en la com ida que ofreció al “M agnífico” u n grupo de
amigos en La Closerie des Lilas, bajo el patrocinio del IVÍercure
de Frunce. Pero entre los asistentes se encontraban algunos fran­
camente indeseables para los surrealistas. N o eran, por supuesto,
simbolistas retardados e inofensivos como P aul N apoleon R oinard,
sino personalidades como Lugné-Póe y Rachilde, cuyas ideas les
parecían conservadoras y hasta reaccionarias. Y sucede que, en el
curso del banquete, R achilde se pone a decir, repitiendo frases
de u na entrevista dada poco antes y lo suficientem ente alto como
para que todos la oigan, “que u n a francesa no puede casarse
con u n alem án” . E n ese entonces los surrealistas sentían u n gran
afecto por Alem ania. A nte todo porque representaba para los
burgueses de Francia el enemigo hereditario, incom pletam ente
vencido, al cual las cadenas del tratado de Versalles no im pe­
dían levantarse, y el m al pagador de las Reparaciones a quien
Pernearé h abía irritad o ocupando él R uhr. Después porque era,
según Desnos, una de esas fuerzas del O riente llamadas para
destruir la civilización occidental. Y, por últim o, porque, según
lo h ab ía dicho Aragón, “somos los que darán siempre la mano
al enemigo”. Inm ediatam ente de oírse la declaración de Ra-
childe, B retón se levanta muy ceremonioso y hace notar a Mme.
R achilde que sus palabras son injuriosas p ara su amigo Max
Ernst, justicieram ente invitado a este b a n q u e te 1. De pronto

1 H ay tantas versiones de este b a n q u ete como testigos se encuentren.


Según algunos, A ndré Bretón arro jó al ro stro de M m e. R achilde su servi­
lle ta tra tá n d o la de. “m u je r de soldados”.

[ 111]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

una fruta, lanzada no se sabe por quién, vuela por los aires y
i-a a reventarse contra uno ele los personajes oficiales, en tanto
que se vocifera “ ¡Viva A lem ania!” Bien pronto el desorden
se transform a en u n tum ulto. Pliilippe Soupault, suspendido de
la araña, que utiliza como u n trapecio, voltea con los pies las
copas y botellas de la m esa1. A fuera los m irones se apiñan.
Los golpes caen a derecha e izquierda. Más tarde, Rachiicle
pretenderá que recibió u n p u ntapié en el vientre, de u n fornido
gañán con acento alem án. N o hay duda que quiso acusar a M ax
Ernst. En m edio de esta baraúnda, el prudente Saint-Pol-Roux,
tal el p iloto de u n navio perdido en m edio de la tem pestad,
trata de conseguir la calma, consternado con lo que sucede. Sus
palabras de apaciguam iento no son escuchadas ni por sus p arti­
darios oficiales. L a ocasión se prestaba p ara reducir a silencio
a “esos provocadores surrealistas”, Y como no se puede llam arlos
a razón, se recurre a la defensora n atu ra l de la poesía agraviada,
la policía, a la cual se le señala los que merecen ser apaleados.
E ntre los gritos de “ ¡Viva Alem ania!”, “ ¡Viva la C hina!”, “ ¡Vivan
los rifeños!”, Micliel Leiris abre u n a ventana que da al bulevar
y grita a plenos pulm ones: “ ¡Abajo Francia!”. Invitado a “des­
cender” p o r la m uchedum bre, no dejó de hacerlo, y la batallóla
continúa en el bulevar M ontparnassé. Leiris, desafiando a la
m uchedum bre y la policía, p o r poco es linchado. Lo llevan a
la comisaría y allí lo m altratan, en tal form a que le serán n e­
cesarios varios días de cama para reponerse de los golpes reci­
bidos.
Fué enorme la repercusión de este escándalo y hasta hoy no
se olvida. T odos los diarios clam aron pidiendo justicia y p u ­
blicaron las entrevistas que, indignada, dió Mine. Rachiicle, vícti­
ma de los “agentes alemanes”. “O rion”, de la A ciion Frangaise,
propone, en u n a “C arta abierta a los cronistas literarios”, poner
a los surrealistas en cuarentena 2, organizando, para castigarlos,

1 “ Las mesas son volteadas, la vajilla pisoteada. Los adversarios se


van a las m anos, m ientras los vidrios v uelan a pedazos." (R ep o rtaje a
Rachilde.)
2 “Se trata de justas represalias, de cerrarles el cam ino que lleva al

[ 112 ]
' E RÍ ODO H E R O I C O D E L S U R R E A L I S M O

una conjuración de silencio a su alrededor. La misma palabra


“surrealismo"’ no debe ser em pleada en los diarios, pues no se
puede creer otra cosa de los surrealistas sino que están anim ados
de u n deseo de propaganda.
T an to más que los surrealistas no se contentan con esto. P u ­
blican al mismo tiem po la “C arta abierta a Paul Claudel, em ba­
jador de F rancia”, Éste, en u n a entrevista concedióla a Comedia,
no había encontrado nada m ejor que trata r las actividades su­
rrealistas de "pederastas”, añadiendo, detalle oficioso en esta polé­
mica, que él sirvió muy bien a su país, pues consiguió que
América vendiera “fuertes .partidas de grasa” a la Francia en
guerra, La réplica de los surrealistas fué virulenta:

“Muy poco nos im porta la creación. Deseamos de todo cora­


zón que las revoluciones, las guerras y las insurrecciones coloniales
vengan a destruir esta civilización occidental, cuya miseria usted
defiende hasta en O riente. E invocamos esta destrucción como
un estado de cosas el menos inaceptable al espíritu . . .
“ . . . Aprovechamos esta oportunidad para desligarnos p ú b li­
camente de todo lo que sea francés en palabras y en hechos. Y
declarar que encontram os la traición y todo lo que de u n a forma
u otra pueda atentar contra la seguridad del Estado, más con­
ciliable con la Poesía que el conseguir “fuertes partidas de
grasa” por cuenta de u n país de chanchos y de p e rro s .,

g ran púb lico . . . C ada u n o de nosotros . . . h a rá en adelan te silencio sobre


sus artículos, sus libros, h asta q u e ellos h ay an ad o p tad o m étodos de p u ­
b licidad m enos innobles. P rim era sanción que p o d rá seguirse de otras sí
no se reducen a escribir. , O rion. (A ction Frangaise, 6 de julio.)
C lem ento Yautel está tam b ién en esto: " . . .Son esos “ terro ristas” del
b u lev ar Montparnasse, q u e u n a crítica in tim id a d a , débil, inconsecuente,
tra ta con contem placiones. ¡Ahí el m iedo de ser m otejados de " p o m p ie rs " ..
Dos protestas son enviadas a los diarios. U n a de la Societé des Gens
tie L ettres, q u e “re p u d ia la conducta escandalosa de algunos asistentes q u e
h a n in su ltad o a u n a m u je r de letras y gritad o A bajo F r a n c ia .. La
o tra es d e la A ssociation des Ecrivains C om battants, q u e “entrega al des­
p recio público a los autores de este acto prem ed itad o . . . agravio al pen­
samiento fra n c é s . . . u ltra je a todos los q u e han com batido y m u erto
por é l .

[ 118 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

Nuevas protestas. El Journal Littéraire del 4 de julio de 1925,


propone, esta vez sin ambages, poner a los surrealistas en condi­
ciones de no provocar más inconvenientes 1.
Ya nadie podía hacerse ilusiones respecto a la ideología y
las actividades surrealistas. H asta entonces no se tom aron muy
en serio sus anatemas, esperando que, pasado el “saram pión”,
term inarían como tantos otros por ser razonables. Y en tanto
los anatem as quedaran en el terreno de lo escrito, se podía dejar
abierta esa válvula de escape y adoptar u n aire tolerante frente
a esos niños terribles. Pero la situación se había agravado. F ran ­
cia luchaba internam ente con una sería crisis m onetaria, en el
exterior sostenía desde meses otra verdadera guerra contra las
bandas rifeñas de Abd-el-Krim, y, en tanto, en el tablero in ter­
nacional, el gobierno revolucionario de C antón extendiendo su
influencia en China, parecía señalar los prodrom os de u n a nue
va convulsión revolucionaria en las masas asiáticas. La U. R. S. S.,
contrariam ente a lo previsto por los “em inentes”, no se había
derrum bado, y, si se encontraba enfrentada a innegables dificul­
tades, seguía siendo el polo m agnético de la em ancipación de
las clases obreras internacionales. El m om ento no estaba para
liberalidades. Era necesario cerrar filas contra el enemigo común
y fundar, especialmente en el terreno del arte, una “unión
sagrada” en to rno de los valores tradicionales, la patria, la familia,
la religión. Y, por lo tanto, com batir sin piedad a los energú­
menos surrealistas.
Puestos así, por gravitación de los acontecimientos, en el
dilem a de elegir, se decidieron los surrealistas por la lucha. En
verdad, su posición estaba desde hacía tiem po tomada. Lo que
faltaba, y esto está perfectam ente dem ostrado por las declaraciones
1 Volviendo al banquete a Saint-Pol-Roux: “Queda p o r saber si la
justicia tratará como se merezca a individuos que no sólo son malos franceses
y unos desvergonzados, sino que m uchos de ellos portaban armas y se con­
d u jero n como criminales c o m u n e s ... Trataremos de hacerlos callar”. (La
A ctio n Frangaise.)
Paul Souday com entaba risueñamente en -Le T e m p s la carta a Claudel:
"Cuando los Srs. L ouis Aragón y P h ilip p e Soupault se presenten a la Aca­
demia dentro de unos treinta años, se sentirán un poco m olestos si alguno
de los presentes exhum a estas tristes lucubraciones”.

[ 114 ]
EL PERÍODO HERO ICO DEL SURREALISMO

de Aragón, B retón y E luard, e r a ' la decisión de actuar en el


terreno político. Les había parecido ín á tíl y peligroso concretar su
ideal de “revolución total” ju n to y en colaboración con los espe­
cialistas de la política, sin contar que encontraban ridicula la
acción de estos últimos.
Sin embargo, razones de diversa im portancia los llevaron a
una reconsideración y a tom ar u n camino que hubiesen concep­
tuado de inverosím il algunos meses antes.

[ 115]
4
i querva de *¥f]arruecoó

“E l auténtico arte ele hoy tíehe su


destino u n id o a la lucha social revolu­
cionaria; tiende como ella a confundir
y a destruir a la sociedad capitalista
André Bretón.

T¡ N prim er lugar, la guerra de Marruecos. Ya liemos mostra-


do cómo la guerra de 1914-18 había m arcado profundam en­
te a los surrealistas y cómo sus horrores y su in u tilid ad contri­
buyeron para dotarlos de u n a voluntad frenética de destrucción
total, cuyo sentido les complació encontrarlo en Sude, Borel,
R im baud y Lautréam ont. A hora tenemos la guerra que reco-
mienza con el envío de clases al “ teatro de operaciones”. Poten­
cial movilización y, por consiguiente, la m uerte de hombres
jóvenes, y u n ataque, esta vez no a u n país capitalista sino a
un pueblo indígena aferrado a su libertad. Su jefe, Abd-el-Krim,
aseguraba que los rifeños no pedían más que vivir en paz, pero
en un pie de igualdad con los franceses, que, según él, no podían
continuar indefinidam ente u n a opresión infam ante para todos.
No sólo el mecanismo de la guerra m oderna se -pone en m o­
vim iento contra la colonia sublevada, sino que además se pide
a los “intelectuales” el justificativo de esta agresión. Los acadé­
micos y los literatos oficiales, por interm edio del m anifiesto “Los
Intelectuales al lado de la P atria”, tom an el partido de la
“P atria am enazada”. Los surrealistas, por el contrario, están con
los rebeldes y, en Francia., con los que los defienden, es decir,

[ 117 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

con los comunistas que ven la necesidad de hacer causa común


con A bd-el-K rim en nom bre de los principios fundam entales de
la “Internacional C om unista” .
Pero esta identidad de pensam iento no llega hasta hacerlos
adherirse al P artido Com unista. Bretón y su grupo tienen un
tan celoso concepto de su independencia y del valor propio de.
sus ideas, que no quieren verlas confundirse con las de u n a doc­
trina de revolución social basada específicamente en la economía
y la historia de las relaciones sociales. No obstante se encuentran
dispuestos a form ar una especie de “frente único” con las orga­
nizaciones de carácter com unista o las de intelectuales revolu­
cionarios propugnadores de las enseñanzas de L enin y Trotzky.
En u n prim er plano de estas organizaciones está el grupo Clarté,
el mismo con el cual en otro tiem po los surrealistas tuvieron
agrias polémicas h pero el único que sostiene en el terreno
ideológico una acción eficaz contra la guerra de Marruecos. Los
directores de Clarté, je a n B ernier y Marcel Fourrier, se han ido
desprendiendo poco a poco de la influencia pacifista y h u m an i­
taria de H enri Barbusse, fundador del grupo en el año 1919
al final de la guerra, para entrar en el camino revolucionario
en paralelo sentido a la “Internacional C om unista”. Y alrededor
suyo se ha formado u n núcleo de intelectuales y simpatizantes
que asesta rudos golpes a la ideología burguesa y trata de crear
contra ella valores nuevos a ejemplo de la R usia soviética.
Si los surrealistas tenían, hasta entonces, a la experiencia
rusa como insuficiente para convencerlos, es indudable que la
fuerza de los acontecimientos los precipita hacia C la rté2. Co­
mienzan a informarse, a reunirse, a discutir problem as funda-
-mentales. Tenem os a la vista una orden del día de asamblea
en donde se señala la voluntad de colaboración, y que establece
una fusión pura y simple al proclam ar la necesidad de una dis­
ciplina común y de u n a fiscalización de la actividad individual.
Tam poco falta aquí, pero ya más difícil de llevar a térm ino, la

1 Polém ica de A ragón con B ernier.


2 “Los acontecim ientos de la guerra del R if vinieron a arrojarnos los
unos hacia los otros”. M arcel F ourrier. Clarté, 30 ele noviem bre de 1925.

[ 118 ]
EL PERÍODO HE RO ICO DEL SURREALISMO

sensación de lo im prescindible de u n a ideología idéntica en


cuanto al gran problem a de las vinculaciones del hom bre y la
Revolución 1. Por últim o se llega a la formación de u n Comité
paritario encargado de tom ar las decisiones.
El acuerdo es menos efectivo con el grupo Philosophiés, en
el cual jóvenes filósofos como H enri Lefebvre, Georges Politzer,
N orbert G uterm an, Georges F riedm ann y Pierre M orhange, no
solamente estaban en ese m om ento bastante alejados del comu­
nismo, al cual ingresarán más tarde, sino tam bién de u n a filo­
sofía m aterialista consecuente, pero, que, sin embargo, ensayaban
crear valores susceptibles de destruir el estado ideológico tal
como había sido construido y era sostenido por la burguesía.
El acuerdo entre los surrealistas y los grupos Clarté, Philo-
sop h i es y el de la publicación surrealista belga, de Camille Goe-
m an y P aul Nougé, Correspondance, se concreta bajo la forma
del m anifiesto “La R evolución prim ero y siem pre” 2. Allí en­
contramos, luego de u n saludo al Asia eterna, otras Ideas
nuevas que, aceptadas por los surrealistas son extrañas a ellos,
por lo menos en la m anera en que son formuladas, y a sus pre­
ocupaciones anteriores. Problem as de salarios, es decir, absolutas
cuestiones de economía política. Salvo ser esto u n aporte personal
de Clarté 3.

1 “O rden del d ía de la asam blea del m iércoles 8 de octubre de 1925


en Clarté, a las 20 en p u n to . (C om prom iso de absoluto secreto) :
“I. Posición ideológica. P la n político, p la n m oral.
A. Político: F ren te a la “In tern a cio n a l C om unista”.
F ren te al “P. C. F.”
F rente a los p a rtid o s burgueses.
B. M oral: F ren te al individuo, a la R evolución, a otras discipli­
nas (artísticas, filosóficas, religiosas) .
"II. Necesidad de u n a disciplina fu n d a d a en la confianza. M edio de
asegurarla: el prin cip io del voto.
“III. Form ación de u n Com ité. Sus atribuciones, sus poderes. C ontrol
de la actividad individual. D uración, com posición.”
(Facilitado p o r R aym ond Q ueneau.)
2 El texto com pleto se e n cu e n tra en N otas y Referencias.
3“Desde hace m ás de u n siglo la dignidad h u m an a se encuentra
rebajada a u n intrascendente valor de cam bio. Es injusto, es m onstruoso
que el q u e n a d a tiene sea esclavizado p o r q u ien tiene, pero cuando esta
explosión sobrepasa los lím ites de u n sim ple salario, y tom a, p o r ejem plo,

[ 119 ]
HISTORIA DEL SURREALISMO

Pero esto no es más que un preám bulo. En el texto de la


declaración se consignan “el magnífico ejemplo de u n desarme
inm ediato, integral y sin reservas, que íia sido dado al m undo
en el año 1917 por L enin en Brest-Litovsk”, la negativa a dejar­
se movilizar bajo “el abyecto capote azul cí el o. . . siendo que
para nosotros no existe la Francia”, la voluntad de denunciar
y avergonzar en toda o portunidad a “curas, médicos, profesores,
literatos, poetas, filósofos, periodistas, jueces, abogados, policías y
académicos de cualquier clase” 1. Lo que im porta además es
subrayar una posición totalm ente novedosa en los surrealistas:
“N o somos utopistas: esta Revolución sólo la concebimos bajo
su forma social’’ 2. Ya no se trata de u n a “revolución del espí­
ritu ”, sin im portar lo que cambíe “en el orden físico y aparente
de las cosas”. P or el contrarío, ahora no existe revolución p o ­
sible en el terreno del espíritu, prim ordial finalidad surrealista,
sin ser prim ero una revolución en el mecanismo social. Más aún,
parecen indicar los surrealistas que esta últim a se lia convertido
en la más urgente, en la más inm ediatam ente necesaria, tanto que
olvidarla es u n a “u to p ía” ®.
Así pues, este M anifiesto señala u n verdadero viraje en la
evolución del surrealismo. In au g u ra lo que B retón llam a “el
período razonador” 4 y es el m om ento en que se da el paso
desde el idealismo, del cual los surrealistas son los sostenedores,

form a de la esclavitud q u e la alta finaliza hace p esar sobre los pueblos,


es u n a in iq u id a d que n in g u n a hecatom be p o d rá e x p i a r . . . ”
1 “Todos ustedes firm an tes de ese papel, im bécil, ‘‘Los Intelectuales
al lado de la P a tr ia ” . . . Perros, am aestrados p a ra aprovecharse de la p a tria,
». quienes sólo anim a el deseo de ro e r ese h u e so . . . ”
2 E sta frase está subrayada p o r el au to r.
3 Ver N otas y Referencias.
4 "L a R evo lu ció n prim ero y siem pre. .. sin d u d a ideológicam ente bas­
tante c o n fu s o ... n o deja de señalar un precedente típico que decidirá la
posterior conducta del m ovim iento. El m ovim iento su rrealista en presencia
de este hecho b ru ta l, irrita n te , im pensable (la g u erra de M arruecos) , será
llevado a interrogarse sobre sus propios recursos, a d e te rm in a r sus lím ites;
nos forzará a a d o p ta r u n a a ctitu d precisa, fu e ra de él m ism o, p a ra co n tin u ar
haciendo fren te a lo q u e excede esos lím ites. Este movim iento lia en trad o
desde a q u í en su fase razonadora. H a sentido d e p ro n to la necesidad de
fran q u e a r las fronteras que separan al idealism o absoluto del m aterialism o
dialéctico,” A ndré B retón. (Tu’est-ce que le surréalisme? (1934.)

[ 120 ]
EL P E R Í O D O H E R O I C O D E L S U R R E A L I S M O

hacia el “m aterialism o dialéctico”. Posiblem ente es un apresura,


miento, pero debemos constatar la necesidad de este paso que
se quiere convertir en “definitivo”. Por otra parte las discusio­
nes p ara su mejor realización irán, desde este momento, m u lti­
plicándose. B retón dice que las actividades surrealistas tomaron
sn 1925 conciencia de su “relativa incapacidad” e indica cómo
debieron "dejar de conformarse con los fines (textos automáticos,
relatos de sueños, discursos improvisados, poemas, dibujos o
actos espontáneos) que inicialm ente se propusieron y cómo se
llegó a considerar estos .primeros resultados sólo como material
del cual inevitablem ente se iría a u n planteo por completo
nuevo en el problem a del conocim iento” .
O tro hecho, en apariencia menos considerable pero que no
puede desdeñarse por sus consecuencias, vino a sumarse a los
acontecimientos. Fué la lectura por B retón del “L enin” de León
Trotsky. Esta obra m ostró a los surrealistas el form idable sacu­
dim iento operado en el este de Europa y la pasta de que estaban
hechos sus protagonistas. A qué quedaban reducidos Sacie, Borel,
R im baud, al lado de esos titanes plenam ente hum anos, que
habían resuelto por sí mismo, antes de resolverlo para los demás,
el problem a del destino del hom bre, de su porqué, de su cómo,
en u n acto voluntario e indefinido que pasaba por alto esos otros
problemas morales del individuo que se planteaban los intelec­
tuales revolucionarios de Occidente. Bretón, cuya genialidad
instintiva nunca falló, no dejó de n o tar esos “estremecimientos
nuevos que recorrían la atm ósfera” 1 es en u n tono de adm ira­
ción entusiasta que saluda a la revolución rusa y a sus pilotos 2,
M uestra aquí u n a p articular reverencia por Trotsky. Esta reve­
rencia la conservará por m ucho tiem po, tanto es así que, en
1 Lautréamont.
2 “R enuncio a describir nuestras impresiones.
“T ro tsk y recu erd a a Lenin. Y con tan claro razonamiento pasa por
sobre tantas confusiones, q u e da la im presión de u n a estupenda torm enta
en descanso. E l choque de estos dos nombres hará una vez más oscilar cabezas
y cabezas. ¿Ellos lo comprenden? ¿No lo comprenden?
“ ¡Viva, pues, Lenin! H ago un gran saludo a León Trotsky; él que ha
p o d i d o .. . ” André Bretón - L eón Trotsky: “L e n in " (en La R év o lu tio n Surrea-
liste, ti9 5) .

[ 121 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

1938, caracteriza la etapa finalizada con el desencadenam iento


de la segunda guerra m undial, como “la época de Lautréam ont,
de Freud y de T rotsky” 1, resum iendo en esos tres nombres, que
no sólo son meros símbolos, el esfuerzo fascinante que está según
él señalado, superando la poesía, en u n a profundizado!! del hom
bre y en una transform ación revolucionaria de las sociedades.
Parecían los surrealistas dispuestos a m archar a una acción
social y política. A fines del año 1925 quedar establecida la cola­
boración con el grupo Clarté. Y en mayo u n redactor de Clarté,
Víctor Crastre, bajo el título de “Explosión surrealista”, hace
salir del ostracismo, donde había sido relegado' por los escri­
tores revolucionarios, al pequeño grupo surrealista. M uestra “ios
puntos de contacto entre los surrealistas y nosotros, puntos de
contacto que no encontram os tan visibles en ningún otro grupo
literario actual”. M ientras que en noviem bre Jean B ernier los
presenta a sus lectores como “la fracción más activa y más
resuelta de la juventud Intelectual, los mismos en cuya originall
dad, en cuyo talento, como ellos dicen, los burgueses cultos
ponían su m ayor esperanza” y m ostrándolos como “despreciando
esos éxitos de la profesión, que fueron buscados con tanto servi­
lismo por la inm ensa mayoría de sus antecesores y contem porá­
neos”, para, a lo últim o, “unirse a nosotros en u n nuevo punto
de p artid a” . Además, B ernier señala u n a declaración pública
hecha poco antes en nom bre de nuestra nueva agrupación, re ­
producida en H u m a n ité del 8 de noviem bre de 1925, en la cual
los surrealistas, conjuntam ente con sus nuevos camaradas, expre­
saban en form a term inante que nunca hubo “una teoría surrea­
lista de la revolución” y que nunca creyeron en “ una revolución
surrealista”. Subrayamos esas ideas, más como una m anifestación
del estado de espíritu de los surrealistas en el año 1925, que como
exacta expresión de la verdad. Lo Im portante es que dicen no
querer, desde ese m om ento, considerar la revolución más que

l A ndré B retón: Se m eg a agregar a la obra de Nicolás Calas, Foyers


i* incendie.

[ 122 ]
EL P E R Í O D O R E N O V A D O DEL SURREALISMO

“bajo su form a económica y social” y em plean para definirla


las estrictas fórmulas len in ista s1.
Esta declaración sin am bigüedades coloca en un pasado le­
jano la polémica con Aragón. B ernier explica esta posición to­
mada, con el hecho de que Bretón y sus partidarios toparon,
tal como los del grupo Ciarte, con “realidades im placables” : la
guerra, la explotación del hom bre por el hom bre, la prostitución
del arte y la lite ratu ra” 2.
Finalm ente el núm ero de diciem bre de Ciarle anuncia en
la cubierta: “Clarté desaparece, Guerre Civile la sucede” . Al
mismo tiem po presenta al núcleo fundador formado por surrea­
listas y clartistas: Louis Aragón, Jean Bernier, A ndré Bretón,
Víctor Crastre, R obert Desnos, P aul Eluard, Marcel Fourrier,
Paul G uitard, B enjam ín Péret, M ichel Leiris, Anclré Masson,
P hilippe Soupaulí, Víctor Serge. Las cosas están en ese m om en­
to lo suficientem ente m aduras como para que M arcel Fourrie?
pueda, en u n editorial, presentar al nuevo órgano como

“la prim era corriente que aparece en Francia después de 1919


form ada por u n a joven inteligencia adicta al comunismo, corrien­
te en la que se ju n ta n por vez prim era espíritus llevados a la
R evolución por los caminos más diversos y que expresa, por sobre
todo, el valioso esfuerzo de las jóvenes generaciones de pos­
guerra” 3.

Los surrealistas hacen el mismo anuncio en La R évolution


Surréaliste del 1? de marzo de 1928, pero con la diferencia de que
no dicen que ésta deba desaparecer en beneficio de la tribuna
común. Es que, en realidad, la unión no es absolutam ente total,

1 “N o pued en concebir la revolución sino bajo su form a económ ica


y social: la R evolución es la conjunción de acontecimientos que d e te r­
m in a ro n el pase del poder de manos de la b urguesía a las de los proletarios
y el mantenim iento de ese poder por la dictadura del proletariado. .. ”
2 En el mismo número de Clarté Aragón da un estudio sobre el
"P ro le tariad o del e sp íritu ”, q u e B ernier calificó de “ irreprochablem ente
marxista”. - • '• ‘
8 Clarté, n? 79. 1

[ 123 ]
HISTORIA DEL SURREALISMO

pues no llega a la disolución del grupo surrealista. Esto lo ex­


plica B retón en el prim er artículo que da para Clarté. Por
cierto que los surrealistas han salido de su reducto y piensan
desde este m om ento que la lucha no se puede lim itar .al
terreno de las ideas. En particular Bretón, que, habiendo
escrito que no se h ará servir al surrealismo para el “m ejora­
m iento de la abom inable com odidad 'terrena”, reconoce ahora
que toda obra del espíritu carece de valor si no contribuye a
cam biar las condiciones de existencia del m undo ” 1. Pero
la experiencia surrealista subsiste. Ya ha dado sus resultados y
no se opone en nada a la Revolución. Más, según Bretón, sobre­
pasa, por su misma am plitud, la especialización económica y
social y sería grave riesgo el confundirla con esto y lim itarla a
esto. Los que quisieran ver la experiencia surrealista como un
simple anexo de la acción revolucionaria, se equivocarían. Y
el mismo Bretón advierte a sus colegas políticos, no sólo que
no esperen de él u n a retractación de esta actitud, sino cualquier
renunciam iento. Es útil, es necesario, que la experiencia su­
rrealista prosiga 2.
Esta intransigencia de B retón respecto a la particular auto
nom ía del surrealismo, que consiente tome parte al servido de
la revolución pero sin sacrificar sus postulados, tuvo como re­
sultas el fracaso de la nueva agrupación proyectada. Guerre
Civile no apareció.
De parte ele los surrealistas, fuera de estas explicaciones
teóricas, ninguna aclaración oficial se obtuvo hasta 1927 sobre el

1 “Quiero creer q u e no existe una obra del espíritu que no haya


sido vinculada al deseo de un m ejoram iento real de las condiciones de
existencia del m u n d o . .. Lo importante para nosotros es que la desespera­
ción, esa fam osa desesperación que siem pre se nos h a dado p o r m óvil, cesa
en el umbral de una nueva sociedad. N o hemos necesitado más que volver
los ojos hacia R u s i a .. . Pertenecem os en cuerpo y alm a a la R evolución,
y si h asta hoy no aceptamos im posiciones, fué p a ra reservam os a las órdenes
de los q u e la i n s p i r a n . .. ” Ant&'é B retón: La forcé d ’atlendre.
2 “N o creo que en el momento actu al haya m otivos p a ra oponer la
causa del espíritu p u ro a la de la R evolución y exigir de nosotros, de
algunos de nosotros, u n a especialización m ayor. Y m enos com prendo todavía
que se trate de o b ten er de m í con fines utilitarios una retractación, por
ejemplo, de la actividad surrealista.” Ibid.

[ 124 ]
EL PERÍODO R EN O VA D O DEL SURREALISMO

abandono de la proyectada unión. Clarté, cuyo N? 1 de la nueva


serie aparece el 15 de junio de 1926, se afana, por el contra­
río, en buscar las razones del fracaso 1. Marcel F ourrier las ve
en que faltó una verdadera existencia colectiva dentro del nuevo
grupo, única forma en que se pudieron transfundirse los valorea
surrealistas y clartistas, y, si no, en haber equivocado el real em­
pleo que convenía dar a las fuerzas ocasionalmente reunidas,
Se hubiese dejado a los surrealistas y a los clartistas en sus
especializaciones, su razón de ser, y, desechando la fusión im po­
sible y no deseada, tratado de conseguir u n a colaboración que
pudo resultar más eficaz. Sólo u n entusiasm o incontrolado sería
el responsable de este provisorio fracaso. Fourrier, por su parte, na
m uestra n inguna anim osidad contra los surrealistas, convencido
de que “llegada la prueba decisiva tom arían lugar en las filas
comuni st as. . Todaví a más, los disculpa. Con u n a com pren­
sión fraternal considera los problem as propios del surrealism o y
reconoce que no son los mismos de la acción política y social.
En este caso,

“lo absurdo, evidentemente, serla pedir en estos momentos que


los surrealistas renunciaran al surrealismo. ¿Acaso se ha pedido
a. los comunistas que renuncien al comunismo? En definitiva,
es m ejor que la proyectada experiencia no haya tenido aún
lugar, así, queda siempre reservado el porvenir”.

Los políticos, al no mostrarse intransigentes, dejan sin ce­


rrar el camino. La pensada fusión es sustituida por una colabo­
ración que consistirá, hasta 1927, en la publicación recíproca
de poemas y ensayos surrealistas de Aragón, Eluard, Péret,
Leiris y Desnos en Clarté, y, a su vez, de estudios sociales y
políticos de Marcel F ourrier y Víctor Crastre en La R évolution
Surréaliste.

l Marcel Fourrier: L e tire aux lecteurs de Clarté. (n? 1, nueva serie,


15-6-1926.)

[ 125 ]
TERCERA P A R T E

*t*>¿p e r io d o re n o v a d o r

óurreahóm
iii¿ o
/

X ■a cnáió

“N uestra época no es la de las p ro fe ­


cías, pero si la de las previsiones."
F ie rre N aville.

"C L asunto de u n a evolución política y social del surrealismo


no está, por lo tanto, resuelto. Es en el seno del surrealismo
donde nuevam ente se va a debatir y donde ocasionará esos “cho­
ques característicos” observados por B re tó n 1. “Choques” inevi­
tables, sí se piensa que el surraelismo no fué nunca «na doctrina
y sí u n a actitud del espíritu, anim ada por individualidades con
diversa y fuerte determ inación. La gravitación de los aconteci­
mientos y, de una m anera más íntim a, la experiencia conseguida
en contacto con los de Clarté> lleva a ciertos .surrealistas a plantear,
una vez más, este interrogante: “¿Qué pueden hacer los surrea­
listas?”. Fierre N aville contesta haciendo el proceso de la actitud
surrealista tal como se presenta en ese final del año 1925 y p rin ­
cipios de 1926 2. P ara él, si los intelectuales fueron capaces de
representar u n papel más determ inado en Francia que en otros
países, no fué ciertam ente con ningún beneficio directo para el
proletariado revolucionario, única fuerza capacitada para llevar a
cabo la revolución que preconizan los surrealistas. Y los mismos

1 A ndré B retón: Q u ’est-ce que le surréalism e? (op. cít.)


2 F ie rre N aville: L a R é v o lu tio n et les Intelleciuels. (Q ue p e u ve n t ¡aire
les mrréalistes?)

[ 129 ]
H I S T O R I A DEL SUR REALISMO

surrealistas, pese a sus audaces manifestaciones, son ineficaces para


constituir u n núcleo de suficiente potencia como p ara atem o­
rizar a la burguesía. Su acción queda en u n terreno m oral,
y en ese terreno la burguesía no teme, bien segura de que los
sacrilegios morales no pueden conseguir u n dislocamiento social
ni aun in te le c tu a l1.
A unque los surrealistas dejasen el inoperante plano moral,
no p o drían tom ar u n a determ inación beneficiosa. Y este es otro
problem a de im portancia, después de haber resuelto la antíno
m ía esencial del surrealismo, dividido entre u n a actitud m eta
física, que Naville define como u n a “especulación teórica sobre
los datos de la experiencia interna y de una cierta experiencia
de los objetos y de los acontecim ientos exteriores”, y una actitud
dialéctica, que no sería más que “la progresión del espíritu
calcada sobre el sentido que tiene de sí m ismo”. A hora "bien,
estas dos actitudes se excluyen una a la otra. Y el dilem a es
éste: ¿es necesario creer en “una liberación del espíritu antici­
pada a la abolición de las condiciones burguesas de la vida
m aterial y, hasta u n cierto punto, independiente de ella, o, por
el contrarío, la abolición de las condiciones burguesas de la
vida m aterial es una condición indispensable p ara la liberación
del esp íritu ”? Según la respuesta que sea dada, el surrealismo
puede dirigirse en u n a de las dos direcciones opuestas:

“ 1? Ya sea perseverando en u n a actitud negativa de ca­


rácter anárquico, actitud falsa a prim era vista porque no ju s­
tifica la idea de revolución que propugna y som etida a la
negativa de com prom eter .su propia existencia y el carácter sa­
grado del individuo, en u n a empresa que conduciría a la acción
disciplinada de la lucha de clases.
Ya sea tom ando decididam ente un camino revolucio-,

1 “ . . . l o s sacrilegios m orales com etidos p o r el surrealism o no suponen


necesariam ente u n dislocam iento de los valores intelectuales y sociales; la b u r ­
guesía n o los tem e. Los absorbe fácilm ente. A u n los violentos ataques de los
surrealistas contra el p a trio tism o h a n tom ado la form a de u n escándalo
m oral. Esa clase de escándalos no le im p id en conservarse a la cabeza de la
jera rq u ía in telectu al de u n a re p ú b lica b u r g u e s a ..," P. N aville (op. cit.) .

[ 130 ]
E L P ERÍ OD O R E N O V A D O R D E L S U R R E A L I S M O

n a rio, el único camino revolucionario, el camino m arxista. Esto


es teniendo el convencim iento de que la fuerza espiritual, subs
tancia que es el todo y parte del individuo, está íntim am ente
ligada a u n a realidad social, que, en efecto, la supone" 1.

Como las dos actitudes son, en ese momento, igualm ente


posibles, la alternativa fué planteada en esa form a resuelta de
violencia. No hay ninguna duda que P ierre Naville es p a rti­
dario de la últim a solución. Así, prosiguiendo su demostración,
trata de destruir el individualism o como fuerza revolucionaria,
actitud que, pese a ías apariencias, tiene el asentim iento de
casi todos los surrealistas. ¿Qué puede el individuo reducido a
sí mismo? pregunta Naville. N ada, si no es profetizar sólo en
letras de molde. Los surrealistas h an proclam ado lo inoficioso
de la actividad literaria y reconocido la eficacia de ia acción
colectiva al crear su propio grupo. Y esta acción colectiva
n ada resuelve si se lim ita a elogiar los valores individuales,
porque es u n a adición la que los reemplaza, capaz de opera*
el cambio de cantidad en calidad.
Que se abandone entonces, para empezar, "el uso abusivo
del m ito del O riente” que nada significa para u n pensador
revolucionario, visto que la oposición que con él se hace al otro
m ito bautizado Occidente no tiene base valedera. Que se deje
igualm ente de ostentar u n desprecio "reaccionario” hacia las
conquistas de la ciencia y el m aqum ism o. ¿No son las m áqui­
nas “el terreno donde los surrealistas, entre otros, han buscado
lo m aravilloso” ?
Y después de preguntar sí la revolución deseada p o r los
surrealistas “es la del espíritu a priori o la del inundo de los
hechos”, Pierre Naville adelanta una conclusión, extrem adam en­
te precisa:

“El salario es una necesidad m aterial a la cual las tres


cuartas partes de la población del m undo están sujetas, Indepen­
diente, en su origen, de las concepciones filosóficas o morales
i P ie rre N aville: La R é v o lu tio n e i les Intellectuels.

[13 1]
H I S T O R I A D E L SURREALISMO

de los presuntos orientales u occidentales. Bajo ia férula del


capital unos y otros son explotados. Esta es toda la ideología
actual, Las discusiones de la inteligencia son en absoluto inútiles
ante esa com ún condición ..

Estas afirmaciones “provocan entre nosotros inquietudes muy


sutiles” 1, leconoce B retón. Y hacen .brotar la discusión en el
seno del grupo» poniendo en peligro su unidad. El problem a
además» está planteado en térm inos tan precisos que necesita una
réplica, es decir, u n a decisión. P ara ello B retón escribe Légitím e
Béfense. En este folleto, publicado en septiem bre de 1926, reitera
su entusiasta adhesión de principios al program a comunista, “bien
que se trate, evidentem ente a nuestros ojos, de u n program a m í­
nim o”. Y sin tocar directam ente la cuestión planteada por N a ­
ville, se vuelve, con excelente táctica, contra los políticos. Se
q ueja de la “hostilidad sorda” de los comunistas hacia él. ¿Qué
derecho tienen? ¿Serán los comunistas los que realizarán de
m ejor m anera la voluntad revolucionaria? No es seguro. Basta
ver H um anité, “pueril, declam atorio, inútilm ente cretinizante,
diario ilegible, absolutam ente indigno del papel de educador
proletario que pretende asum ir”. ¿Por qué? Porque el P artido
C om unista está condicionado únicam ente a la defensa de in te­
reses m ateriales 2, y esta sola preocupación nunca fué capaz de
dar revolucionarios. N o se llega a revolucionario sino después
de h aber pasado por u n a serie de sacrificios: la posición social,
la libertad, y, si es necesario, la misma vida. Al revolucionario
no lo determ ina la esperanza de una vida individual mejor, que
será, al contrario, u n a existencia muy dura, hecha de voluntarios
renunciam ientos y sacrificios. La psicología revolucionaria es falsa,
puesto que quiere producir revolucionarios prom etiéndoles una
vida más fácil. Lo opuesto sería lo cierto.
Este prim er error de principios no estim ula para ver en los
comunistas los exclusivos revolucionarios. U na encuesta más

1 André Bretón: Q u ’est-ce que le surréalisme? (op. cit.).


2 "No son las ventajas materiales, qu e cada cual espera conseguir de
(a Revolución, lo q u e llevará a jugarse la vicia —su vida— a la carta r o j a . . . ”

[ 182 ]
EL PERIODO R E N O V A D O R DEL SURREALISMO

general se plantea: ¿Por qué m onopolizan la voluntad revolucio­


naria? 1 ¿Qué es lo que separa a los revolucionarios de los que
no lo son? ¿Existe u n a frontera detrás de la cual se es y delante
de la cual ya no se es? ¿Quién la lia trazado? Bretón, al mismo
tiem po que señala la aspiración de los surrealistas, define la
posición de éstos2. ¿Su aspiración? Servir lo m ejor posible la
causa de la Revolución, apelando constantem ente a los principios
que están a pique de adulterarse con el contacto de la acción
cotidiana. ¿Su posición? P ara utilizar estos principios, m antenerse
“fu era”.
El ataque contra el P artido C om unista tiene u n a finali­
dad. Desacreditar por adelantado los argumentos de P ierre N a­
ville fingiendo' creerlos venidos' del P artido Com unista, ya que
Naville form a p arte todavía del grupo surrealista. Y al entrar más
a fondo en las cuestiones planteadas no se le puede acusar de
capcioso y menos todavía de querer evadirlas. Su respuesta me­
rece ser citada literalm ente en razón de su claridad:

“En el terreno de los hechos, no es posible, de nuestra parte,


ningún equívoco: no hay ninguno de nosotros que no desee la
transferencia del poder de manos de la burguesía a las del prole­
tariado. M ientras tanto no es menos necesario, según nosotros,
que las experiencias de la vida interior se prosigan, y, eso bien
entendido, sin fiscalización exterior, n i aún m arxista.”

Es u n a m anera de no darse por notificados de la dem anda


para em banderarse en la actividad política. Pero señala tam bién
u na transigencia en la anterior posición: se desea la transferencia
del poder, pero, mientras tanto, se quiere seguir las experiencias
íntim as en plena libertad.

1 "Digo que la llama revolucionaria arde en cualquier parte y ella no


es propiedad de una p eq u eñ a minoría en el periodo de espera en que vivim os,
que pueda decretar que es sólo a q u í o allá donde puede arder..
2 “Creíam os que, no teniendo nada que ganar en colocarnos directa­
mente en el terreno político, podíamos desde donde estábamos, en materia
de actividad humana, hacer un llam am iento a los principios y servir lo
m ejor posible a la causa de la R e v o lu c ió n ..

[ 153 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

Luego Bretón, pasa de nuevo a la ofensiva. P artiendo de una


fusión ideal de los dos estados subjetivo y objetivo., justifica el
valor de “ciertas palabras —com odín” tal como el térm ino Oriente.
Hace de nuevo sobre el plano moral, y única y voluntariam ente
sobre el plano m oral, el proceso del m aqum ism o, gaje de los
pueblos occidentales, y, por últim o, no adm ite que el salario sea
“causa única del estado de cosas que soportam os”. T erm inando
por negar u n a antinom ia fundam ental en la esencia del surrealis­
mo. Dice que, en verdad, hay dos problem as diferentes: el del
conocimiento, “que se ha propuesto a nosotros electivam ente”, y
el de la acción social a realizar, de la que no quiere ni puede
desinteresarse, pero cuya solución deja a los demás:

“Los dos problem as son esencialmente distintos y considera­


mos que se produciría u n a confusión deplorable de no quedar
así. Hay pues motivos para oponerse a toda fusión de sus pos­
tulados y, muy especialmente, al requerim iento de abandonar
toda búsqueda del tipo de las nuestras para consagrarnos a la
literatu ra y al arte de propaganda.”

E n verdad B retón contesta al m argen de la cuestión. No se


le solicita abandonar al surrealismo por u n a literatu ra de p ro p a­
ganda, sino orientarse sobre el cam ino de una acción revolucio­
naria.
¿Existía u n a posible ingenuidad de parte de los que querían
colocarlo en situación de elegir? Por io menos esta intim ación tuvo
la ventaja de saberlo en u n a posición netam ente definida. Su
sim patía activa a la. Revolución proletaria y su propósito de obe­
decer las consignas llegado el m om ento. M ientras tanto, en el
terreno del espíritu, continuación de la actividad habitual de
búsqueda y descubrim iento del subconsciente y la voluntad de
u n ir ese subconsciente al consciente en el seno de u n a realidad
superior. Y en el plano social, solución de los problem as morales
en función del individuo libre.
2
n
€^n L r 0

"H a llegado la hora en que los mares


de la caliente cólera rem ontarán la
corriente helada de los ríos, para anegar
y fecu n d a r a m anos llenas u n suelo
escleresado, petrificado, y para arrancar
las fronteras, arrastrar las iglesias y
lim p ia r las colinas de suficiencia bur­
guesa. D ecapitará los picos de la insen­
sibilidad aristocrática, ahogará los obs­
táculos que la m inoría explotadora opo­
ne a la masa de explotados, volverá a
su condición natural la sociedad, libe­
rándola de las instituciones caducas, de
los tem ares religiosos, de la mística
patriotera y ele todo lo que hace y d iv i­
niza los males de la m ayoría para bene­
ficio de los tiburones de dos manos,
de sus jam onas y de toda su cria.“
R ené Crevel.

T OS núm eros 8, 7 y 8 (1? de marzo, 15 de junio y 1? de di­


ciembre) de La R évolution Surréaliste del año 192'6, no dejan
trasparentar nada del conflicto que agitó durante todo este pe­
ríodo al grupo surrealista. Su habitual contenido son relatos de
sueños, textos y reproducciones de p in tu ra surrealista, poemas,
ensayos. Los manifiestos, en otro tiem po tan numerosos, no se
encuentran ahora. Pareciera que luego de la etapa cum plida en
común con Clarté, el surrealismo tuviese necesidad de volverse a si
mismo, de m editar sobre sus limitaciones, al mismo tiem po que
profundizar su substancia.
El surrealismo produce curiosos adeptos, tales como Gen-
genbach, llegado en ese intervalo p ara traer al grupo el espec­
táculo de su pintoresca perturbación. A bate en los Jesuítas de

[ 135 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

París, se enam ora de una actriz del “O deón” y frecuenta en su


com pañía restorantes y dancings. Exclaustrado por su obispo,
pierde la amiga, cuya pasión era solamente novedad por la
sotana, y da, por casualidad, con u n núm ero de La R évolution
Surréaliste en m om entos que pensaba suicidarse. No se arroja al
lago de Gerardm er, donde había ido p ara poner en ejecución su
proyecto, pero, en cambio, entra e'n contacto con B retón y sus
amigos. Se le ve en el “Dom e”, en la “R otonde”, con u n clavel en
el ojal de su sotana, que usa de nuevo en tren de provocación, y
con u n a m ujer sobre sus rodillas, escandalizando a las personas de­
centes que lo divierten con sus censuras. Divide su tiem po entre
u n a escabrosa vida m undana, reposos en la casa de u n a artista
rusa en C lam art y retiros en la abadía de Solesmes. Algunos p en ­
saron en el posible reto m o al seno de la Iglesia de este hijo des­
carriado, pero él mismo se encarga de desengañarlos en u n a carta
a Bretón:

“T engo p o r costum bre ir m uchas veces al año a descansar


y reponerm e entre los m o n je s. . . ya se conoce, en los medios
surrealistas, m í pronunciada propensión por las fugas a los mo­
nasterios . . . En cuanto al hábito eclesiástico lo llevo en estos
momentos por p u ra fantasía y porque mi traje de calle está
inservible. . . encuentro así una propicia facilidad para conseguir
sádicas aventuras amorosas con americanas que m e' llevan de
noche al B ois. . .
“No he encontrado ninguna solución, ningún regreso, ningún
pragmatism o aceptable. Sólo me quedan la fe en Cristo, los ciga­
rrillos y la pasión por los discos de jazz Tea for two, Yearning,
y, sobre todo, me queda el surrealismo,”

Este curioso sujeto term inará m al con el surrealismo. Ensa­


yando conciliar el cristianismo- y el surrealismo, y luego de haber
escrito obras como Judas ou le Vampire surréaliste y Satán en
Espagne, denuncia a B retón como la actual encarnación de L u ­
cifer y a los surrealistas como “poseídos demoníacos conscientes
o demonios reencarnados”. El exorcismo, dice, está “desgracia­

] 136 [
EL P E R I O D O R E N O V A D O R D E L S U R R E A L I S M O

dam ente relegado en u n a lejana E dad M edia”, pero no pierde


la esperanza de que “el sufrim iento, las pruebas de la vida, sus
dramas, quizás arrojen u n día a los pies del crucifijo a estos
consagrados al In fiern o ”. Por desgracia, agrega, “ningún argu
m entó teológico convencerá a u n surrealista. Solamente el amor
de u n a santa, deseada con pasión, puede transform ar a un su­
rrealista” i.
Creemos, que pese al regreso sincero “a la fe de su infancia”
el abate Gengenbach no fué nunca m irado por sus superiores
eclesiásticos como u n ortodoxo de buena ley.

El surrealismo continúa. Pierre I\Ta talle, que no ha podido


llevarlo a una consecuente posición política, se “despide a las
calladas” y torna la codirección de Clarté. Allí sigue, por otra
parte, publicando los ensayos y poemas de sus amigos. Y Aragón,
B retón, E luard, Péret y U nik, conmovidos, a pesar de todo, por
sus argumentos, deciden dar fe a su posición ingresando al P ar
tido Com unista. Curiosa determ inación después de haber visto
la intransigencia tozuda de Bretón en cuanto a la autonom ía del
surrealismo.
En verdad había u n paso no dado, que B retón y su grupo,
con razón o sin ella, no quieren dar. No es el desdén o el
tem or a la acción lo que los detiene. D an su adhesión al Partido
Com unista queriendo probar esto, pero como no desean ni pue
den convertirse en m ilitantes políticos, su adhesión es de fórm ula
y no tiene otro valor que el de u n a expresión, ciertam ente sin­
cera y reflexiva, pero con la cual el P artido Com unista, si los
adm ite en sus filas, no se deja engañar. Y así, cuando el P ar
tido les solicita abjurar de lo que considera u n a herejía (la actitud
surrealista, de la cual hemos tratado de evidenciar sus elem en­
tos) , los surrealistas se rebelan y se separan. P or el momento
quieren dar a su incorporación u n particular valor, colocándola
“en la lógica” de la actitud surrealista, y buscan re u n ir dentro de
esta posición a sus camaradas como u n a defensa a la dom i
nación to talitaria del Partido. De aquí las explicaciones de unos
i E. G engenbach: Surréalisrne e t christianism e.

[ 137 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

y otros, cambio de cartas, absolución de posiciones, intimaciones*


que dan el folleto titulado “En claro” 1.
Al considerar la crisis que desgarra al grupo, se evidencia el
deseo de darle fin. P ara esto, según Bretón, es suficiente aclarar
un cierto núm ero de problem as y explicar posiciones.
El surrealismo nada h a perdido de su rigor, es lo prim ero
que se constata. Los Cinco, Aragón, Bretón, Eluard, Péret y
Unik, hacen pública la separación de A ntonin A rtaud y Philippe
Soupault, producida en noviem bre del año anterior por incom ­
p atib ilid ad de fines, ya que los excluidos reconocían valor a la
actividad literaria y, por lo tanto, n ad a tenían que hacer en un
organismo que la repudiaba como u n a vanidad. A otro concepto
respondía la fundación del surrealismo. Pero, desde ahora en
adelante, no sólo es necesario proclam ar sus postulados y aun
vivirlos, sino ir más lejos. Es im prescindible incorporarse al p a r­
tido de la Revolución. Es lo que hacen los Cinco, y, anunciándolo
públicam ente, sobrepasan sus posiciones individuales para com­
prom eter la sim patía de todo el grupo por u n partido político 2.
Equivocada actitud, según parece, puesto que constatan que
algunos de sus partidarios “sim ulan no entenderla”, particular­
m ente los surrealistas belgas P aul Nougé y Cam ille Goemam,
que les escriben: “Ustedes h an creído necesario adherirse al
P artido Com unista. N adie com prende el verdadero sentido de
este paso. Están tentando someterlos”. Los Cinco contestan que
sin embargo es un paso lógico y que además había mayor peligro
en negarse a cum plirlo que en tom ar u n a posición definida 3,
Argum entación simple y de oportunidad, que reiteran junto a
sus compañeros del grupo francés que h an quedado reticentes,
Más, agregan que allí ven la “única salvaguardia ideológica” de
1 i 927.
2 “Si p o r o tra parte, y solamente en función nuestras disposiciones
personales, no todos hem os creído en la necesidad de adherirnos al P a rtid o
Comunista, lo cierto es que ninguno de nosotros ha tom ado a su cargo
negar el g ran acuerdo de aspiraciones que existe con los • comunistas..
3 “Nos hem os a dherido al P a rtid o C om unista Francés considerando,
ante todo, que, de no hacerlo, p odía implicar de nuestra p a rte una reserva
q u e no tenemos, u n a segunda intención aprovechable únicam ente por sus
enemigos (que son los peores entre los nuestros) . . . ”

[ 138 ]
EL PERIODO R E N O V A D O R DEL SURREALISMO

la idea surrealista. El anarquism o absoluto se ha hecho, a su


parecer estéril por su ineficacia. Y piden superarlo con la acep
tación de un el en ndudablem ente externo, pero capaz de
dar sentido a la rí platónica, de hacerla válida. Así desean
que la divergencia ¡tud no com prom eta el trabajo común,
más necesario que nunca, y solicitan la unión de las fuer/as
surrealistas, que no son antagónicas sino más o menos evolu­
cionadas.
¿Quiere decir esto que se está com pletam ente de acuerdo
y en todos sus puntos con los políticos? No. En el sector de sus
más próximos camaradas, en Clarté, no parece tenerse muy en
cuenta la colaboración surrealista. Y, por eso, plantean estas
preguntas a Marcel Fourríer: “¿Por qué no somos utilizados más
que para una “labor intelectual” ? ¿Es así como ustedes com pren­
den la especialización? ¿No seremos nosotros capaces más que
para adornar las áridas páginas políticas de Clarté? Además ¿por
qué m uestran ustedes tanta timidez para tornar nuestra defensa?
Si nosotros tenemos necesidad de ser defendidos contra la limi*
tación espiritual de partidarios que no com prenden el mensaje
de liberación hum ana que h an trasm itido Sacie y Lautréam ont,
¿por qué no nos defienden franca, responsablem ente y con cono­
cim iento de causa, ya que no somos unos desconocidos para
ustedes?”
T odavía es Pierre N aville el que aparece como destinatario
de estas cartas1. £1 forma, por lo menos nom inalm ente, parte
del grupo, y, como es el que m ejor h a realizado su paso a la
acción política, es al que se le escucha y se le hacen reproches,
Y los Cinco, aunque resisten abandonar sus ideas anteriores, lo
tienen en gran estima. R ecordando u n pasado común, se discul
pa todo y se quiere tener explicaciones. Claro está que las
posiciones son distintas. Naville h a roto de hecho con el m ovi­
m iento y los Cinco tratan de continuarlo. Pero éstos reconocen
ahora que es él quien ha sabido plantear la cuestión en debida
forma. No obstante, no pueden realizar su mismo sacrificio para
l "No es sin pensar en Vd. que escribimos estas cartas,” (Carta a
Pierre Naville.)

[ 139 ]
H I S T O R I A ' D E L SU RREALISM O

pasar a la acción política. N o se consideran con suficiente, auto­


nom ía para e llo x. ¿Al final quién tiene razón? Los Cinco no
pueden menos que aceptar en parte el buen fundam ento de la
argum entación de N aville y en esto se apoyan para lleg ar,.p o r
últim o, a los reproches, verdadero objeto de la “C arta”. ¿De
qué es culpable Naville? De haber dejado entender que es
incom patible el m arxism o y el surrealismo, cosa en la que se
quiere percibir intención de acusar al surrealismo de hacerse pasar
p or u n a doctrina positiva de Revolución, concepto que los surrea­
listas rechazaron siempre desde el año 1925. Se le pide, pues,
poner las cosas en su debido punto, ya que, según afirm an los
Cinco, N aville es el que m ejor sabe que el surrealismo, actitud
revolucionaría del espíritu, sobrepasa infinitam ente las recetas p o ­
líticas con vistas a la R evolución 2.
Luego de los camaradas más cercanos, están los más alejados,
los del P artido Com unista Francés, con los cuales h an com­
partido las esperanzas. Pero son camaradas desconfiados, a los
cuales prim ero es necesario tranquilizar: “Jamás, y en esto insis­
timos con todas nuestras fuerzas, hemos pensado sostenernos
ante ustedes como surrealistas” . ¿Por qué entonces esas m ani­
obras .de las cuales los surrealistas son víctimas en el seno del
Partido? ¿Por qué esa indiferencia en que se los deja, en tanto
que H u m a n ité publica cuentos de Blaise Cendrars, autor de J’ai
tué, y a quien lo menos que se le puede achacar es no ser

1 “ H ay un P ie rre N aville, q u e puede m overse sin n in g ú n riesgo en tre


las ideas q u e le parezcan bien, y nosotros, que, en m an e ra general, p e rd e ­
ríam os todo con u n a p r e c ip ita c ió n ... A lgunos tem ores nos asaltan todavía.
¿Q uién responderá en todo m om ento de la idoneid ad de lo q u e 'se h a e m p re n ­
dido? . . .E n su opúsculo L a R év o lu tio n et les Intellecluels, Vd. h a sido el
p rim ero en p la n te a r la cuestión q u e discutimos aquí. Usted, en esa ocasión,
sufrió la p ru e b a de la incom prensión y la ru tin a . H asta algunos espíritus
ilum inados p o r los resplandores revolucionarios le re p ro c h a ro n el sacrificio
que se p e rm itió ..
2 “Es lam e n ta b le q u e usted haya d ejado q u e se produzca en Clarté,
o con m otivo de Clarté, un equivoco referen te al surrealism o, que no p u e d e
serlo p a ra usted. E ste equívoco es el q u e pre te n d e hacer pasar al surrealism o
por u n a deform ación a p rio r i del m arx ism o . . . Debem os asimism o constatar
la insistencia q u e se pone p a ra p resen tar al surrealism o como u n a d octrina
política p o s itiv a .. . ”

[ 140 ]
EL PERIODO RENOVADOR DEL SURREALISMO

comunista, y esos folletines de Jules Rom ains donde se "glorifica


el crimen, la idiotez y la cobardía”?

N o obstante estas puntualizaciones, este dar y pedir expli­


caciones, la situación no se aclara. Si, dentro de su grupo, los
Cinco p u d ieron hacer adm itir con facilidad su posición, no
tuvieron Igual suerte con el P artido Com unista, que no les
perdonó sus críticas y que, a pesar de las justificaciones, se
obstina en tenerlos como defensores de u n a herejía política y
' cultural de la que no cesa de pedirles abjuren.
L a actividad surrealista esencial, sufre el contragolpe de estos
conflictos. D urante el año 1927 no aparece más que u n núm ero
de La R évolution Surréaliste, el.d el 1? de octubre, con un solo
manifiesto, Perm ettez!, a propósito de la inauguración de un
m onum ento a R lm baud, y la Introducción au Discours sur le
peu de réalité de A ndré Bretón.
D aba la im presión de asistirse a u n repliegue sobre sí del
surrealismo. H abía entregado, sin reserva alguna, una parte suya
a la actividad política específica, y ahora quería cerrar entre
sus brazos, p ara resguardarlo, el personal tesoro que descubrió
y cuyo valor fuera puesto en duda p o r sus camaradas políticos
más íntim os. Los surrealistas pretenden no descender y desean
m irar los problem as desde u n p u n to más elevado, desde la altura
de u n p lan o m oral.
Y es u n problem a m oral el que se plantea en el editorial
de este núm ero de La R évolution Surréaliste del 1? de octubre
de 1927. Se titu la H ands of L ove y se refiere al caso Charlie
Chaplin. ¿Tiene Garlitos derecho a considerar el amor y practi­
carlo a su gusto? ¿O debe convertirse en el esclavo de su m ujer
que in ten ta u n proceso de divorcio porque le es '‘infiel” y no
quiere tener hijos con ella? Los surrealistas tom an decídam ente
partido p or Garlitos, cuya libertad de costumbres y de espíritu
les encanta, y, al acusar a su m ujer, hacen a su vez el proceso
del am or burgués que encuentran constreñido a los cánones m a­
trim oniales 1.
' 1 “E lla creía acusar a su m arido, la estúpida, la ato rran ta. Y lo que

[ 141 ]
B I S T OR I A D E L S U R R E A L I S M O

Sin embargo, los trabajos propiam ente surrealistas no se han


abandonado. El núm ero trae, junto a las “visiones de ensueños”
de M ax Ernst, de los sueños de Aragón y de Naville, el Jour­
nal d’une apparition, donde R obert Desnos relata una aparición
que viene a visitarlo todas las noches desde el 16 de noviem bre de
1926 hasta el 6 de enero del siguiente año. Además los surrealis­
tas exhum an poetas desconocidos, como ese Xavier F o rn e re í1, que,
absolutam ente ignorado hasta entonces, sirvió luego de elemen­
to para u n a tesis doctoral 2. Así se salvó de u n olvido que, indis­
cutiblem ente, no merecía. L a parte substancialm ente surrealista
del núm ero la form an poemas de P aul E luard (Béfense de sa-
voir), de R aym ond O ueneau (L e T o u r de l’ivoire), de jacques
B arón y de Fanny Reznos, descubierta por B retón en el mercado
de viejo de Saint-Ouen, donde tenía u n puesto y u n ensayo de
B enjam ín Péret, siempre m aravillosam ente burlesco y fértil de
sorpresas, y la continuación del estudio de B retón L e surréalisme
et, la peinture.
U n artículo inédito de Freud, “La cuestión del análisis pol­
los no médicos”, es un llam am iento a los principios filosóficos del
movimiento, y Aragón, a su vez, exalta a Heráclíto, padre de la
dialéctica.
P ierre N aville da tam bién en este núm ero M ieux et moins
bien. No se trata de una concesión a las ideas que considera ya su-
paradas por él, sino una invitación perm anente a los surrealistas
p ara que dejen su m undo, que, pese a lo que ellos crean, lo

hace es sencillam ente traem o s el testim onio d e .l a grandeza h u m an a de un


e sp íritu que, pensando con claridad y con justicia tan tas cosas m ortales d entro
de u n a sociedad en donde todo, su vida y h asta su genio, lo confina, h a
encontrado el m edio de d a r a su pensam iento, sin traicionarlo, una ex p re ­
sión perfecta y viva. U n a expresión, cuyo h u m o r y cuya fuerza, en u n a
p a la b ra, su poesía, retrocede an te nuestros ojos, de pronto, enceguecida p o r
la luz de u n a insignificante lám p a ra burguesa q u e levanta u n a de esas
mujerzuelas q u e hacen en todos los países las buenas madres,, las buenas
herm anas, las buenas esposas, p lag a p a rásita de los sentim ientos y del
am or . . ■ ;
1 "¿Q uién es F ornereí? N o lo sabemos. Es H ornm e N o i r . . . Fovne-
re t, u n ho m b re q u e hem os e ncontrado en las tinieblas y a q u ie n liem os
besado las m anos.”
a F ra n d s Dumont: Naissance du rom antism e contem porain.

[ 142 ]
EL P E R Í O D O R E N O V A D O R D E L SU RREALISMO

encuentra exiguo. Y u n a vez más denuncia “los encantos de la


psicología individualista”, y, sin nom brarlo, la en prende con
Bretón, que ha pensado que mientras tanto podía continuar
enam orado de sus propias experiencias 'l . Declara asimismo que
“ese im pulso hacia los métodos bolcheviques, que lian tenido
los surrealistas, aún con todos los subterfugios de que fué ro­
deado, recibió m uy m ala acogida”, y luego, trata de verificar
un denom inador común para la actividad surrealista y revolucio­
naria, “una noción, sin embargo, muy natural: el pesimismo”:

“U n a especie de desesperanza es el patrim onio de los espí-


ritus serios, no fatigados, que se aplican duram ente a su fina­
lidad (casi siempre a ellos misinos) de toda la v id a . . . La
indecisión del alma, la debilidad del carácter, la fantasía, el
despecho, quedan aparte. H ablam os del sentido hum ano, en re­
sumidas cuentas, vivo, de la deserción y la p e rd ic ió n . . . El
pesimismo está en el origen de la filosofía de Hegel y tam bién
en las fuentes del m étodo revolucionario de M a r x ..

Esto perm ite que acuse de contam inados “de optimismo


definitivo" las producciones y las censuras de Drieu la Rochelle,
que ve en el surrealismo el lam entable fracaso de un hermoso
m ovim iento artístico, el hum anism o en genera! y “la inteligen­
cia en p articu lar de P aul Valéry” 2,

1 "No es m ientras tanto que R im baud anduvo p o r el país de los


somalíes de la infeliz m an e ra que se sabe, no es m ientras tanto que L autréa-
m ont desmanteló tan m agníficam ente la Lógica, no es tam poco m ientras
tanto que Berkeley o Lotice —o H egel— h a n infiltrado esa incandesdencia
trágica donde se resum en sus m undos. Eso lo conocem os.,
2 "Siem pre el hum anism o. Siem pre la rid ic u la n e ce sid ad ' de releer sus
frases, siem pre la in capacidad de su p e rar los lím ites asignados a n u e stra
necesidad de “silogismos desm oralizadores”, es decir, de reconsiderar, una
vez p o r todas, esos lím ite s ... L a organización del pesim ism o es en realidad
u n a "p a la b ra de o rd e n ”, la m ás in u sita d a a la q u e p u e d a obedecer u n hom bre
consciente. Es, sin em bargo, la q u e reclam am os se siga. E ste m étodo, se d iría
m ás justam ente esta tendencia, nos p erm ite, y tal vez nos p e rm itirá , observar
una m ayor p arcialid ad , esa m ism a que siem pre nos h a separado' del m undo.
T am b ién nos im p e d irá estacionarnos, perecer, y podrem os m antenernos p e r­
m anentes en nuestro derecho a la existencia en este m u n d o , . . ”

[ 143 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

Es el últim o artículo que Fierre N aville dará a La R é v o ­


lution Surréaliste. Sus esfuerzos para aclarar el fondo común
revolucionario, no consigue a los surrealistas u n a mayor facilidad
para transponer la frontera de una acción política consecuente.
A p a rtir de entonces ios caminos se hacen irreconciliablem ente
divergentes.
Pero, sobre el terreno en que ellos se m antienen, los surrea­
listas no desdeñan la ingeniosa burla. Lo testim onia el manifiesto
Perrnettez!, redactado por R aym ond Q ueneau y firm ado por
todo el grupo incluido Naville, a propósito de la inauguración
en Charleville, la famosa Place de la Gare, de u n a estatua de
A rth u r R im baud. Q ueneau recuerda, a los “Señores R epre
sentantes de Ardennes, Señor Alcalde de Charleville, Señores
Notables, Señor Presidente de la Sociedad de los Poetas arde-
nenses”, q uién era en realidad R im baud. P ara ello no necesita
más que profundizar u n poco la obra donde el poeta expresa
su derrotism o, su horror a Francia y al famoso "gusto, francés”,
su furor destructivo contra la Iglesia, su desprecio al trabajo y
a la cultura, en suma, su “anarquism o”. Y esto le perm ite llegar
a la siguiente conlusión:

“La estatua que se inaugura hoy, quizás siga la misma suerte


de la anterior. Ésa, que los alemanes hicieron desaparecer, debió
servir p ara fabricar obuses, y R im baud se sentiría feliz si alguno
de ellos les hubiese desdecho la famosa Place de la Gare o
reducido a partículas el museo en el cual se aprestan a negociar
innoblem ente su gloria.”

Como labor esencialmente surrealista, B retón publica ese


mismo año la Introduction au Discours sur le peu de réalité.
Em ite ideas llam adas a u n mayor desenvolvimiento y que no
son nuevas en él ya que el ensayo hubo de ser publicado en
1924. Plantea el problem a de los “objetos surrealistas”. Puede
juzgarse:

“U na de estas últim as noches, mientras dormía, encontré en

[ 144 ]
EL PERÍODO R E N O V A D O R DEL SURREALISM O

un comercio al aire libre situado por el lado de Saínt-Malo»


u n curioso libro. El lomo de este libro lo form aba u n gnomo de
madera cuya blanca barba, tallada a la asiría, descendía hasta
sus pies. El tam año de la estatuíía era norm al y sin em bargo
en nada me im pedía d ar vuelta a las páginas del libro, que eran
de espesa lana negra. Me apresuré a adquirirlo, y al despertarm e
lam enté m ucho no tenerlo conmigo. Seria m uy fácil reconstruirlo.
Mí deseo es poner en circulación algunos objetos de este tipo,
cuyo destino me parece infinitam ente sugestivo y tu rb a d o r. . . ”

Y, luego de haber propuesto otros ejemplos de esas construc­


ciones im aginativas, pero muy reales, agrega:

“¿Las creaciones poéticas serán llam adas m uy pronto a tom ar


ese carácter tangible, a desplazar extrañam ente los límites de la
supuesta realidad? Es de esperar que, por el poder alucinante de
ciertas imágenes, por el verdadero don de evocación que poseen,
independiente de la facultad del recuerdo, algunos hombres no
sean por largo tiem po desconocidos. . .
“P retendo que esto es tanto como aquello, es decir, igual a
lo demás.
“Según mi m odo de pensar, nada hay inadm isible . . . ”

[ 145 ]
a a ñ o d e taá rectlizacioneó
rea k

aH ay que pegarle a la ?nadre m íe n -


tras es jo ve n ”.
P. E lu a rd y B. P éret
(Proverbio surrealista)

L año 1928 es en la historia del surrealism o u n año ele


calma. D entro del grupo no se presentan.' rozamientos apa­
rentes. F altando cuestiones capaces de hacer surgir conflictos,
como en los tres años anteriores, la corriente surrealista vuelve
a su cauce y allí se estaciona. Pero, tam bién, es el año de las
realizaciones. Publica B retón N adja y L e Surréalisme et la Pem-
lure, se efectúa la exposición general de obras surrealistas en
“Sacre du Priníernps” y la de Max Ernesí en lo de Berheim
Georges. Parece que el duro tiem po de lu d ia ha concluido y que
el surrealismo term inó por conquistar su carta de ciudadanía.
Se le adm ite como u n m ovim iento de vanguardia que h a realiza­
do u na obra que evidentem ente está a la. vista y cuya repercusión
considerable influye, entre los jóvenes sobre todo, de m anera
notable. Así lia contribuido no poco para cam biar el clima de
la p in tu ra y de la poesía. Aparecen revistas de jóvenes adeptos,
donde la idea surrealista constituye su com ún sentido esencial.
T a l es Gran Jeu, dirigida por R. G ilbert Lecomte, R ené Dauinal,
R. V ailland y jo sep h Sima, que, recurriendo a las mismas fuen­
tes, 110 puede menos que inspirarse en Rlnabaud, “místico., ocultis­
ta, revolucionario, poeta”, y declarar:

1 ]
H IS T O R IA DEL SURREALISMO

“Se quiere, antes que nada, hacer desesperar a los hombres


de ellos mismos y de la sociedad. De esta hecatom be de espe­
ranzas lia de nacer u n a Esperanza cruel y despiadada, ser eterno
p o r su negativa a durar. Nuestros descubrimientos se dirigen a
despedazar y disolver todo lo establecido, etc.”

En el núm ero de 1928 de L ’Été, R. G ilbert Lecomte p lan­


tea la interrogación ya planteada por los surrealistas: ¿Después
de R im baud, los escritores, los artistas que para nosotros tienen
algún v a lo r. . . h an perseguido otro propósito que el de destruir
la “lite ra tu ra ” y el “arte” ? Y, en tanto, en u n prefacio 1 se pro­
clama.

“Nos daremos siempre y con todo nuestro em peño a las


revoluciones nuevas. N o somos in d iv id u alistas. . . ”

Sin em bargo Gran Jeu no contó con la sim patía de los


surrealistas. Consideran a estos jóvenes en u n a posición menos
avanzada que la de ellos. H ablan demasiado de misticismo,
apelan demasiado a los grandes místicos, a los grandes iniciados,
mezclan dem asiado a Platón, Hegel, Buda, Cristo, Balzac, R im ­
bau d y Saint-Pol-Roux. E n u n a palabra, están demasiado cerca
de la literatura. ¿Y además, qué significa esta carta de R olland
de R éneville a Saint-Pol-Roux?:

“Creemos que todos los caminos conducen a Dios y que


nuestra m isión es volver a encontrar la un id ad p e rd id a . . . Usted
ha dicho: Siendo la Belleza la form a de Dios, buscarla es, sin
lugar a dudas, buscar a Dios, y m ostrarla, es m o stra rlo . . . ”

Luego de u n a inicial esperanza de esos jóvenes, los surrealis­


tas se ap artan de ellos. El problem a es otro. Y si Bretón, en su
Second Manifeste, insiste en el ocultismo y en los iniciados, hay

l Firmado en completo acuerdo p o r Cramer, R ené Daumal, A rth u r Har-


faux, Maurice Henry, P ie rre Minet, R o lla n d de Renévile, José Sima, Roger
Vailland.

[ 148 ]
EL P E R I O D O R E N O V A D O R D E L S U R R E A L I S M O

una gran distancia entre sus ideas y las de estos “buscadores de


Dios” 1.
Los surrealistas prefieren enfrentar los problem as concretos,
cosa que a lo menos sacaron con la frecuentación de sus cama­
radas políticos, y tratarlos por m edio de una am plia discusión
que perm ita llegar a soluciones provisionales. Polémicas referentes
a' “investigaciones sobre la sexualidad; el papel de la objetividad;
las determ inaciones individuales; el grado de conciencia”, son
publicadas, bajo forma de acta de la discusión, en el único n ú ­
m ero de La R évo lution Surréaliste del año 1928,
El amor, por las mismas razones que la revolución, es uno
de los motivos fundam entales de los surrealistas, y sus ataques
insistentes contra la sociedad obedecían, en parte, a que ésta
no perm ite la realización com pleta y libre del deseo amoroso,
no menos exigente que el ham bre.
F reud había referido al libido lo esencial de los pensam ien­
tos y de los actos hum anos, y, guiado por su experiencia profe­
sional, consideraba que las metamorfosis que le im ponía la
sociedad no eran siempre provechosas al individuo. En este sen­
tido hizo descender al am or de su pedestal literario, cosa que,
lejos de dism inuirlo, lo im puso en su im perativa integridad.
Los surrealistas que, como nadie, habían m agnificado el amor
(y la m u je r), aspiraban a llevarlo más allá del terreno psicoló­
gico donde se encontraba inm em orialm ente enclaustrado, para
fijarlo en la mesa de vivisección. Es así, que sólo desde este
p u n to de vista, deben juzgarse sus discusiones sobre el problem a,
afrontado con u n a objetividad y u n a franqueza plausibles, en
m edio de preguntas y réplicas que crean u n a atm ósfera a veces
hum orística. Superando el nivel de las simples confesiones, hacían
pasar al plano de lo consciente u n a riqueza que se m ultiplicaba
con las confrontaciones individuales 2.

1 Sólo aceptaron colaborar con ellos R o b e rt Desnos y Ribemont-Des-


saígnes, que, al decir de los dadaístas, nu n c a perteneció al surrealismo.
2 El 27 y el 31 de enero tuvieron lugar dos sesiones. Los interrogato­
rios son presentados p o r cada u n o a su tu rn o . Se discute el grado en que el
h o m b re com prende el placer de la m u je r, el am or e n tre m ujeres, entre
hombres (este ú ltim o es condenado casi unánimemente, p o r Bretón en primer

[ 149 ]
HI S T OR I A . D E L S U R R E A L I S M O

T am b ién celebran los surrealistas el cincuentenario de la


histeria. La curiosa enferm edad que, de pronto, en el año 1878,
se presentó ante el m undo rom piendo el ingenuo concepto en
que se la m antenía y del que ni el propio C harcot se librara. Con
todo derecho es calificada p o r B retón y Aragón de “el mayor
descubrim iento poético del siglo X IX ”. ¿Cómo se la considera?
Como u n a actitud esencialmente m ental, patológica, pero ajena
a cualquier lesión orgánica, naciendo a m enudo por el solo poder
de ía sugestión y desapareciendo en la misma forma, como más
tarde lo prueba Babinsky. “Com pleja y proteiform e”, escapaba,
al decir de Bernheim , a toda definición, y no se le puede negar
que fué el p u n to de p artid a para los descubrim ientos de uno
de los discípulos m ejor dotados de Charcot, Freud. Los su­
rrealistas p ud ieron incorporarla a su acervo, como la m anifesta­
ción de “actitudes pasionales” de u n a época enorm em ente inquie­
tante, y hacerla, sacándola del dom inio cié lo exclusivamente
patológico donde estaba en u n erróneo confinam iento, u n medio
suprem o de expresión 1.
Este núm ero del año 1928 de la R évolution Surréaliste, en
el cual se trata n los temas que hemos comentado, contiene
tam bién fragm entos del Traite du Siyle de Aragón, de N adja de
Bretón, u n texto autom ático de Queneau, u n relato de sueño
de Morise, u n “cuento” de Péret, algunos poemas de Desnos
y de Aragón, y u n a carta a B retón de Jean Genbach, en tra ta ­
m iento en u n hospital m ilitar, después de haberse fugado durante
el servicio totalm ente enloquecido por sus amores terrenos y de­
moníacos. Debemos agregar asimismo u n artículo de A ntonin
.Artaud, abom inado p o r el grupo y especialmente p o r B retón años
atrás, con esta curiosa nota:

término. Insistim os en esto, p a ra d e stru ir u n a leyenda insidiosa. I\To es, por


o tra p arte, u n a consecuencia a principios, sino, sencillamente, u n a cuestión
de gusto) , el onanism o, los goces p o r súcubos, la p rostitución, las p e rv e r­
siones, etc.
l Se cía la siguiente definición: “L a h isteria es u n estado m en ta l m ás
o m enos irred u c tib le, caracterizado, p o r la subversión de las vinculaciones
que se establecen e n tre el individuo- y su m u n d o m o ral del q u e cree práctica­
mente d epender y a p arte de toda teoría delirante.”

[ 150 ]
EL P E R Í O D O R E N O V A D O R DEL SURREALISMO

“No lian de faltar algunas buenas almas que se indignarán


al ver en el sum ario de este núm ero los nombres de A ntonin
A rtaud y P^oger V itrac 1 ., . Nuestras conntradicciones deben ser
consideradas como el síntom a de ese m al del espíritu que podría
pasar p o r nuestra m ayor dignidad. Reiteram os que creemos en
el poder absoluto de la contradicción.”
¿Agresivo re to m o del dadaísmo?
En m anera contraria a lo hecho hasta ahora, nos referire­
mos dem oradam eníe sobre dos obras maestras del surrealismo
aparecidas en este mismo año 1928. Son el Traité du Style de
Aragón y N adja de Bretón. E n prim er lugar porque expresan,
en m anera definitiva, la personalidad de sus autores, luego, por­
que son el testim onio de lo que pudo d ar el surrealismo, y,
p o r últim o, p o r ser útiles a la historia de las concepciones
fundam entales del m ovimiento.
El títu lo de la obra de A ragón es adrede paradojal. ¿Cuán­
do un surrealista dió im portancia al estilo? ¿No lo habían des-
deñado tan ruidosam ente? Y, sin embargo, el contenido de la
obra responde a su título. N o se trata, por supuesto, de un
m anual p ara “escribir b ien” y ya sus prim eras líneas tranqui­
lizaron a este respecto a los más exigentes 2. Es, ante todo, con­
trariando la definición de que “el surrealismo se define por
aquellos a quienes defiende y por aquéllos que lo atacan”, una
agresión a fondo contra la literatu ra de la época y sus turifera­
rios y u n a com pleta refutación a las modas intelectuales de
1925 al 28:

“Nombres de payasos que me vienen a la mem oria: Julien


Benda, M. TM ers, Goethe, P aul Fort, el abate' Bremond, el
au to r de R ien que la terre, R aym ond Pernearé, Gyp, el pastor
Soulíé, A ndré Maurois, R onsard y, m uy especialmente, Julien
Benda.

1 Ig u a lm en te excluido del movimiento.


2 “Hacer, en francés, significa evacuar el vientre. Ejemplo: No forcemos
mi es tro talento, no haríam os nada con elegancia.”

[ 151 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

“El B arón Seílléres es más bien u n p a la fre n e ro . . .


“A ndré Gide no es ni u n palafrenero ni u n payaso, es u n
em porcador.”

¿Son injurias gratuitas? N ada de eso. Es un verdadero pro­


ceso a su época la que em prende Aragón. Ataca prim ero a la
crítica, la tradicional, que, m unida 'de u n cabo de vela, sale
a descubrir barbarigmos, y tam bién a la crítica avanzada, esa
que él mismo contribuyó a crear cuando reseñaba las obras
surrealistas 1. Pero se debe renunciar a seguir u n orden, puesto
que A ragón se dedica a u n trabajo de dem olición general.
A quí todo está revisto, en u n deslum brante estilo que, sí an u n ­
cia a Céline, hace olvidar a Em m anuel Berl, que se esforzará en
trata r el mismo asunto 2. Lo que se nota es u n a violenta vuelta
de A ragón contra todo lo que contribuyó a fundar el surrealis­
mo y para lo cual se esperaba ele él u n a mayor deferencia.
N in gú n “sentim iento”, por ejemplo, para Dadá, culpable de
haber caído en la vulgaridad de los lugares comunes 3, desprecio
p rofundo po r toda la posteridad de R im baud, reivindicado, por
otra parte, p or la gente menos recom endable. La existencia de u n
apasionam iento universal por R im baud es, posiblem ente, el sínto­
m a de u n a profunda simpleza 4.
1 “Las m odernas lám p aras de aceite de la crítica son m ás celestiales,
m ás adolescentes. Si h a b la n d e H ernani, p u e d en ustedes e scudriñar en vano
p a ra conocer el nom bre de D oña S o l. .. Los autores de gacetillas se creerían
deshonrados si, como debieran, co n taran el asunto del l i b r o . . . ”
2 “ M uerte del pensam iento burgués, de la -moral b u rg u e sa . . . ” E. Berl.
8 “Es así como todos se pusiero n a p en sar q u e n ad a vale la pena, q u e
dos y dos n o son necesariam ente cuatro, q u e el a rte no tiene ninguna im p o r­
tancia, q u e es b a stan te desagradable ser lite rato , q u e el silencio es oro. B a n a ­
lidades que, desde entonces, se usan com o adorno en los som breros p a ra
reem plazar las f l o r e s .. . ”
4 “N o hay n in g u n o de esos puercos ni .ños burgueses, todavía lim p iá n ­
dose la nariz en las enaguas de la m adre, q u e no comience a gustar de p in tu ra s
idiotas y exclam e: “ ¡T res chicas desnudas; les aseguro q u e ese título a m í
vista m e produce espanto!” N o hay u n innoble peq u eñ o ren tista, no hay
h ijo de oficial, no hay cagatinta, no hay im bécil, feliz p o rq u e se le acaba
de reg alar u n a m otocicleta en su cum pleaños, no hay sietemesina crecida
e n tre algodones, q u e no tengan a R im b a u d p o r algo así com o su otro
y o . . . L a ocasión m e parece pro p icia p a ra decir q u e toda alusión al Batean
Ivre es la señal más cierta de la s im p le z a ...”

[ 152 ]
EL PERIODO R E N O V A D O R DEL SURREALISMO

Luego todos los temas literarios de la época son despiada­


dam ente escarnecidos, despedazados, disecados: ia partida, la
aventura, la evasión. Fases comunes de un optim ism o universal
convencido de u n “otro lugar”, de u n “más allá”, ele un. paraíso
donde se podrá vivir dichosamente. Los misinos adeptos del
“impasse” y los charlatanes del suicidio, no cuentan con su sim­
patía:

“M átense o no, pero no arrastren por el m undo sus babas


de agonía, su carroña anticipada. N o dejen asomar de sus bol­
sillos esa culata de revólver que solicita im periosam ente u n
p u n tap ié en el trasero. N o insulten al auténtico suicida con ese
perpetuo ja d e o . . . ”

¿Y la solución religiosa entonces de m oda con M aritain,


Cocteau, Massi y otros? Aragón nos m uestra la estafa que esto
entraña, referente a “resolver el problem a de la existencia” . Y
la denuncia de poner a inocentes en manos de “dueños de b u r­
íleles selectos” 1 que los proveen de todas las drogas necesarias para
satisfacer sus muy hum anos vicios 2.
N o hay, pues ningún paraíso, y, sobre esta tierra, ninguna
esperanza de conseguir nunca la felicidad, porque la esperanza
es u n a actitu d falsa del espíritu apoyada en u n a concepción nula.
¿H abrá la posibilidad de encontrar u n a salida? Pese a todo es
necesario vivir. Q ueda el recurso del hum or, enemigo de las so-

1 A ragón.
2 “Las d istintas prefiguraciones de Cristo, desde su somero calzón de
Ecce-Homo flagelado hasta su inverosím il Corazón de jesús, y, adem ás, todos
los m ártires, ¡qué interminable cosecha p a ra los sádicos! Par?, los masoquistas
los sufrim ientos del infierno, los castigos, las disciplinas perm itidas. P a ra los
fetichistas, los escapularios, las reliquias, las cintas ele la V irgen M aría, el
calzado de las santas. T o d as estas inversiones inconscientes q u e p a ra la gente
vergonzante re su lta n ta n cómodas. ¡C uántas vírgenes p a ra Lesbos, cuántos san-
sebastianes p a ra Sodom a!. . . D e esta m an era m uchas fuerzas desviadas en ­
c u en tran en la iglesia u n a aplicación q u e evita al m u n d o el escándalo. Los
m aniáticos de la castidad se conform arán con ser rozadores de la divinidad,
que, si su tem peram ento lo p e rm ite cuando la h isteria h a y a hecho su obra,
se co n v ertirán en santos y m an c h ará n sus p antalones en los éxtasis, oirán
voces y llegarán h a sta tocar “las vestim entas de los ángeles” . . .

[ 153 ]
HI S T O R I A DEL SURREALISMO

Iliciones, de todas las soluciones, que las niega por su propia


razón de existencia. De esta m anera Aragón va contra los mismos
que lian tratado de encontrar la solución. C ontra los mismos sin
cuya clarividencia y enseñanza el surrealismo no hubiese'' po­
dido aparecer, como lo son F reud y Einstein:

“ . . . Así Freud, odiosam ente disfrazado con una vestim enta


sugestiva y dando grandes zancadas por los caminos ele la sor­
presa, rem ienda a los escritores p asados. .. “P ablo y V irginia”
aparecerían en nuestros días como u n a novedad asombrosa, siem­
pre que V irginia hiciese algunas reflexiones sobre las bananas
y Pablo, distraídam ente, se arrancase, de tanto en tanto, algunas
m u e la s. . . No le falta al psiquiatra de A ustria más que la
aprobación papal, concillando así tomísticamente el psicoanáli­
sis con el culto católico, para ser atrapado, atrapado como un
pobre p a ja r ito . . . ”

En realidad no es contra esos hom bres en sí que se vuelve


el polem ista, sino contra el uso abusivo de sus descubrimientos,
contra la vulgarización en la cual sus enseñanzas han caído. ¿No
es todo su libro un ataque contra la vulgaridad, contra los que
m iden con su lim itada m entalidad las ideas y las transform an
en frases hechas, en lugares comunes, es decir, contra los que
hacen literatura?
E n la segunda p arte de su ensayo, Aragón explica y justifica
al surrealismo, tratando todavía de arrancarlo de manos íle los
vulgarizadores:

Existe la leyenda de que sólo con aprender el truco, cual­


quiera puede producir obras de u n gran interés poético como
u n a diarrea inextinguible. Con el pretexto del surrealismo,
el prim er pobre diablo que llega, se cree autorizado para com­
p arar sus estulticias con la verdadera p o e sía . . . ”

L a verdad es que “en el surrealism o todo es rigor, inevitable


rig o r”. Y este rigor está fundam entado, antes que nada, en el

[ 154 ]
EL PERÍODO R E N O V A D O R DEL SURREALISMO

lenguaje, en las palabras, por últim o, en su sentido, no el del


diciconario sino el que brota de cada sílaba, de cada letra 1.
A quí tenemos el fondo del asunto, el sentido total de la
diatriba de Aragón. N o quiere que el surrealismo pase por lo
que no es, p o r u n a etapa de liberación de las reglas literarias,
cuando, en realidad, se encuentra colocado fuera de la literatura,
sin nada que ver con ella. N o se le oculta el lugar que pre­
tenden asignarle los críticos en sus casilleros. Después del alejan­
drino clásico, el rom anticism o, luego la poesía simbolista, ei verso
libre, y, por últim o, el surrealismo como coronación de la progre­
siva etapa 2.
F rente a este em puje de la literatura, Aragón define al
surrealismo. P ara él —y -nosotros creemos haberlo dem ostrado—
el surrealismo im plica ciertas ideas generales, u n a cierta concep­
ción ídel m undo del que proceden ciertos métodos y que le dan
u n a “posición particular en m edio de los valores intelectuales”.
Y por considerar que algunos poetas como More!, R im baud y,
sobre todo, Lautréam ont, tenían u n a idéntica concepción gene­
ral del m undo, es que el surrealism o los reivindica como sus
.antecesores.
R esulta m uy interesante vituperar la literatura, pero al h a­
cerlo, no se puede escapar del terreno de lo escrito. T odas estas
rebeldías en que se com placen los surrealistas, ese deseo cuya
om nipotencia se preconiza, esa destrucción radical del m undo
y del espíritu p ara reconstruir u n nuevo m undo y u n nuevo
espíritu, no es otra cosa que literatura. Esto, m ientras no se
m ueva u n dedo, no ya sobre la plum a, sino sobre el m undo
concreto de los hechos. En u n a palabra, si no se colocan los

1 “Se sabe, debería saberse, q u e las p a la b ras llevan 'sonidos en cada


silaba, en cada letra, y es evidente q u e este deletreo de palabras, q u e conduce
de la p a la b ra oída a la p a la b ra escrita, es u n p a rtic u la r m odo de pensar
cuyo análisis sería fru c tífe ro -...”
2 “Y adem ás yo no qu iero , tú, m ultitud m e entiendes, q u e el texto
surrealista como tam poco el sueño pasen a u n co m partim iento de form as
fijas, a títu lo de u n perfeccionam iento de la lib e rta d q u e debe p a g ar pa te n te
al b en eplácito clasificador de los mocosos q u e ya e n cu e n tra n al verso libre
m olesto. ¡U n paso m ás allá del verso libre! Esto es lo que los paniaguados
desearían, o ír del surrealism o.”

[ 155 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

actos en relación directa con las frases. Y es esta objeción capital


la que finalm ente trata Aragón, pues allí está el p u n to vital
de la cuestión en debate 1,
En prim er térm ino hace notar que, en general, “sólo se
ponen de acuerdo sensatas palabras con actos desprovistos ele
interés” 2. ¿Por qué quedarse en esto? ¿Por qué no vincular las
palabras presentes con las acciones pasadas? A lo últim o llega a
u na cuestión ele carácter filosófico. ¿Hasta dónde mis palabras
son mías y en qué m edida mis actos responden a mi elección?
Sin du d a que p ara el espíritu del público el asunto es más
sencillo y la cuestión no se la plantearían los surrealistas si fuesen
unos irresponsables intelectuales3. De muchas de sus palabras
nadie les pediría ponerlas en práctico acuerdo con los actos,
siempre que esas palabras no se opusieran a las ideas consagradas.
Sí sostuviesen u n a propaganda nacionalista prom etiendo, por
ejemplo, pasar a cuchillo a todos los alemanes, ¿se les pediría
cuentas de su abstención al verse en trance de sostenerlo con
los hechos? Es m uy poco probable. No siempre se da la misma
responsabilidad a la vinculación pensamiento-acto *. P ara los
“buenos pensam ientos” no se considera im prescindiblem ente n e­
cesaria su transform ación en actos, m ientras que para el que se
rebela, para el que piensa que “no se está en el m ejor de los
m undos” y propone soluciones, existe la obligación de aplicar
inm ediatam ente esas soluciones, de realizar sus propósitos anti-
coiiíormístas, bajo pena de descrédito si no lo consigue. Así el
conformismo está siempre en la seguridad de salir ganando. Y
la victoria sería com pleta sí se puede persuadir a estos rebeldes
de que lo m ejor es callarse y que su rebeldía es poco consistente
1 “Lo q u e se d o s re p ro c h a es g rita r ¡M ata!, y defraudarlos.”
3 “Esto no es m ás que: Si llueve mañana ya no salgo de m i casa. .
8 P o d ría n los surrealistas consentir en “ser tenores o barítonos de
moda que cantan cualquier cosa, lo que les p id e la sociedad, pero se e ntiende
que lo cantan bien y luego se llaman a silencio; y se les paga, m uy bien
que se nos pagaría y nadie vendrá a decirnos que n u e stra vida no se parece
a la de Manon L escaut. Adiós nuestra p e q u eñ a m e s a . . . ”
4 “Es ridículo q u e se tenga la idea de. q u e el pensam iento es in m e ­
d iato y en todo m om ento ejecutivo. ¿C onciben ustedes u n h o m b re q u e tenga
menos? Eso significaría un b onito trabajo, que ya lo sería sólo el mandar
a paseo a su portera.”

[ 158 ]
EL PERÍODO R E N O V A D O R DEL SURREALISMO

ya que no pasará de palabras. Caer en la treta, declara Aragón,


es restringirse a no protestar más contra nada y a guardar si­
lencio. En esta form a los actos estarán en absoluto de acuerdo
con las palabras, es decir, ausentes tanto los actos como las pala­
bras, perspectiva tranquilizadora a que aspiran los conformistas 1.
Asombra que Aragón tenga necesidad de desenvolver esta
larga cadena de razonamientos. ¿No le bastaba constatar que la
escritura es una m anifestación que, como la palabra, la acción,
y como todas las otras m anifestaciones hum anas, aunque en
grados diversos, persiste y aprisiona al hom bre que se le dedica?
Cierto es que los surrealistas pretendían no querer asum ir la
responsabilidad de sus escritos, pero éste es otro asunto al que
nos referiremos en su momento.
T a l cual es, este T raite du Style representa u n docum ento
irreem plazable para la historia y la com prensión del surrealismo.
Fustiga los juicios erróneos a su respecto, que quieren m ostrarlo
como cediendo a los esnobismos de la época y pretenden consi­
derarlo como el esnobismo de u n a determ inada época. Lo cierto
es que el surrealismo nada ha com batido más que aquello a lo
que se le quiso asim ilar: el freudismo, la relatividad, lo oficioso
en el pensam iento y la expresión, la idolatría a R im baud, la
propensión al suicidio, lo profético sin objeto y sin razón y aun
la misma escritura autom ática, a la que Aragón asigna estrictos
límites. Posiblem ente hay que penetrar la superficie, que es
todo esto, p ara llegar hasta la m édula, que es más que todo esto.
U na actitud intransigente ante la vida, basada en u n a concepción
del m undo y del hom bre que sí no es la de su época, va infini­
tam ente p o r delante de ella.

E n N adja encontram os la antítesis del estilo polémico de


Aragón. Lo prueba el que se haya tom ado la obra de B retón
p or u n a novela y que su éxito resida en eso. Los hechos que

i “Esta concepción tiene la apreciable ve n ta ja de c errar la boca a todos


los q u e p o d ría n p ro testa r p o r algo. T ra n q u iliz a d o ra perspectiva. Ellos h a rá n
coincidir cortésmente sus p alab ras con sus actos y nosotros dejarem os de oír
esas palab ro tas, esos insultos q u e te rm in a ría n p o r m an c h ar nuestra re p u ­
tación . . . ”

[ 157 ]
HISTORIA DEL SURREALISMO

relata son en apariencia tan poco verosímiles» que se ha prefe­


rido tenerlos p o r u n a invención. No obstante nada es im aginado
en Nadja, todo es perfectamente» rigurosam ente verdadero. N adja
existió, muchos la conocieron. Su destino m eteórico y lam entable
está p in tad o allí a lo vivo.
Es u n a m ujer que B retón encuentra u n día por azar en la
calle Lafayette» y que» como muchas mujeres de las que se
enamora» lo atrae por sus ojos “que nunca ha visto antes”. Se
llam a “N adja, que en ruso es el comienzo de la palabra espe­
ranza y que n o es más que ese comienzo”. “¿Quién eres?”, le
p regunta Bretón. “Yo soy el Alm a errante”. Parecía que ella
estuviese n atu ral y perm anentem ente en ese estado que los espi­
ritistas llam an “estado de videncia”, en disposición absoluta y
constante. N ad ja se im agina aventuras y las vive: “Es única­
m ente de esta m anera que yo vivo”. Después de esa prim era
entrevista, se produce u n a sucesión» u n a lluvia de acasos. E lla le
concede entrevistas a las que no concurre. Pero B retón y N adja
se vuelven a encontrar en lugares no previstos y a horas no
convenidas. Se diría que el destino los lleva el uno hacía el
otro a pesar de ellos mismos. Las conversaciones se desarrollan
en u n a atm ósfera sobrenatural, donde Bretón a m enudo se des­
orienta. D a la im presión de que N ad ja viniese siempre de un
más allá donde reside con toda naturalidad. T iene visiones, aluci­
naciones, que hace com partir a su amigo. Vive en otras épocas»
en otros medios, con u n a im presionante ubicación. Em plea ex­
presiones» fulge en imágenes» que están en 1a. m ente de B retón
p o r algún libro leído» p o r palabras escritas por él y que ella
no puede conocer. Esta m ujer da idea, de poseer u n a inexplica­
ble influencia sobre personas que se sienten inquietadas por
sus gestos habituales. D ibuja extrañas composiciones que llevan
im presa u na huella perturbadora, escribe frases incoherentes
“que producen pavor” : “La garra del león aprieta el corazón de
la' viña”.

“Yo tomé a N adja desde el principio ai fin --escribe B retón—


como u n genio libre. Algo así corno uno de esos espíritus del aire

[ 158 ]
EL PERÍODO R E N O V A D O R DEL SURREALISMO

a los que ciertas prácticas cíe m agia perm iten u n acercamiento


m om entáneo, pero a los que no hay que someterse . . . ”

Ivluy p ronto el poeta no podrá seguirla. “Yo, quizás, no pude


llegar a lo que ella me p ro p o n ía . . . ” B retón se aparta poco
a poco. N adja enloquece. Se la encierra. Eso es todo, la historia
se detiene aquí.
Es u n a historia sencilla, cargada de u n sugestión inmensa.
Es la participación en la vida de seres que están más allá de la
vida. La irrupción de fantasmas que vienen para dar con toda na­
tu ralidad la m ano a los vivos. ¿Locura? Es m uy fácil decirlo. ¿Y
qué es la locura? ¿Y la no locura? ¿Y cuál es el lím ite entre estos
dos estados? ¿Podría esto cam biar en algo los hechos referidos?
¿Podrían explicarse las casualidades infinitas y las premoniciones
cum plidas de acontecimientos que no dependen n i de la locura
ni del estado normal? ¿Nadja se volvió loca desde el m om ento en
que se la encerró o lo era antes? ¿Será Bretón, como se le lia
reprochado, quien agravó su estado? ¡Qué importa!; Más allá de la
presencia corporal, N adja es u n ser libre que desde ahora en
adelante vive en nosotros y con nosotros. Que este encuentro haya
sido posible, es el m ilagro que siempre tendrem os que agradecer
a Bretón.

Sin embargo, nos es necesario regresar a la tierra para tom ar


contacto' con los acontecimientos, las disputas, las controversias,
en u n a palabra, con la vida cotidiana.
D urante este mismo año de 1928, amistades que parecían
durables se rom pen. Los hom bres se hacen m aduros y son
apresados por su am bición personal. La atmósfera del surrealis­
mo se torna irrespirable para algunos. Lo declaran m uerto o en
agonía y quieren realizar su propio destino para el que se creen
llamados. Se producen las exclusiones. Son A rtaud, Sonpauíf,
Vitrac. Desnos se retira dulcem ente. Naville se encuentra en
trance de ru p tu ra. La colaboración con Clarté term ina. El P ar­
tido C om unista día a día pone peor cara a sus nuevos afiliados.
Asistimos al fin de u n período.

[ 159 ]
H IS T O R IA DE L S U R R E A L I S M O

B retón y lo que resta de su grupo no se detienen a considerar,


a conciliar. T odo p o r el contrario.
A rtaud, que era de profesión actor, se siente cada vez más
solicitado p o r las luces de las candilejas. Con A ron crean el
“T ea tro A lfred Jarry ” y se hace la pieza de Strindberg, “El
Sueño”, p o r razones que, al decir de Bretón, no son ni siquiera
artísticas. Puesto que A rtaud está excluido del surrealismo, Bre­
tón podía no ocuparse más de su suerte. Pero no es así. Protesta
y quiere im pedir la representación. A su pesar, la representación
se realiza el 7 de ju n io de 1928 y los organizadores m ovilizan la
policía contra sus ex amigos. ¡Lam entable final!
No obstante el surrealism o entra en estos momentos en el
corazón de la ciudad. Se quiera o no, existe. A quí están los libros,
los cuadros, hasta la película cinematográfica. Un Chien Andalón.
T o d o esto prueba que el surrealism o podía crear. Y, p o r últim o,
la exposición general en el “Sacre du P rintem ps”, que señala la
realidad de sus esfuerzos. ¿Se lim itará sólo a esto? De ninguna
m anera.
Si el año 1928 señala u n punto de llegada, los años 1929 y
JO señalarán u n nuevo p u n to de partida.

[ 160 ]
4
'iólá l e 1929

"‘¿Qué p u e d en esperar de la exp e ­


riencia surrealista los que guardan a lgu­
na preocupación p o r el lugar que d e ­
ben ocupar en el m undo?"
A ndré Bretón.

r N prim er térm ino hay necesidad de despejar el terreno, de


■*"' ap artar a los camaradas demasiado conciliadores, de con­
seguir incorporar a los que todavía se m antienen fuera del grupo.
U n trabajo depurador dentro del grupo y de expansión hacia el
exterior.
Se le había reprochado a B retón y a su grupo la inclinación
a las excomuniones mayores, especialm ente ejercidas contra Vi-
trac, Soupault y A rtaud. B retón se complace con esto y, para per­
m itir que se tenga u n a idea de la intransigencia que exige a cada
uno de los miembros del grupo, publica 1a. orden del día de sepa­
ración de A rtaud y Soupault, producida en u n a asamblea llevada
a cabo en el café Prophéte a fines del mes de noviem bre de 1926.
Esta orden del día tocaba, entre otros puntos, los siguientes:

“Exam en de posiciones individuales: a) ¿Todas estas posi­


ciones son defendibles desde u n p u n to de vista revolucionario?. . .
¿En qué m edida son tolerables?”

Se ve bien que, en principio, no se trata aquí de comentarios


intrascendentes, de charlatanería o de celos mezquinos. Se consí-

[ 161]
H I S T O R I A DEL 3JP, ° F / T ;< .O

dera el único pu n to en el cual se m antienen y quieren m antenerse


los surrealistas; ¿de qué m aneta ciertas a c t i v i d a d e s ' son concilia­
bles con el porvenir revolu sionario a que aspira el grupo?
Es la misma pregunta planteada, en 1929, pero aiiora con
mayor significación. E n el intervalo que m edió de u n a a otra
estuvo la experiencia de C lané y la adhesión al P artido Coniu-
msta. A i i en esc. asunto que cuestiona Bretón, no hay más que
un:, iniciativa de m im a tomada de los partidos revolucionarios,
donde se propone u n a acción conjunta de grupos o individuos
que, si muchas veces están alejados ideológicamente, son conse­
cuentes a u n program a que aceptan y a u n a disciplina que se
com prom eten a obedecer. Pero tam bién es, y fácil se percibe, una
m anera de colocar en aprietos a los que ya no se les tiene con­
fianza, obligados así a desenmascararse, y verificar, asimismo, hasta
dónde se puede contar con los otros.
Y es con este fin que, el 12 de febrero de 1929, se envían
comunicaciones a un cierto núm ero de personas próxim as o ale­
jadas del surrealismo y de la Revolución, pidiéndoles declarar su
posición ideológica en ese mom ento, a propósito de una acción
individual o colectiva que se quiere determ inar. Sin embargo el
pedido de establecer con quiénes deseaban unirse los inquiridos
en u n a acción com ún 1, tiene el riesgo de producir interm inables
argum entaciones personales y, con esto, obstaculizar la acción
solidaria que se propone 2.
1 T ex to de la com unicación enviada: “ 19 ¿Estim a usted que, en ú ltim a
instancia (importancia de las opiniones personales, falta real de d e te rm in a ­
ciones externas, casi absoluta pasividad e im potencia de los elem entos más
jóvenes p a ra organizarse, insuficiencia de toda ten ta tiv a nueva, retracción
intelectu al, p o r lo tan to , en todos los sectores) su actividad debe o no
restringirse d efin itiv am en te a u n a form a individual?
“2° Si está p o r la afirm ativa, ¿quiere tener la am abilidad de agregar,
a los p u n to s de vista de la m ayoría de nosotros, u n a som era exposición de
sus m otivos? D efina su posición.
“Si está p o r la negativa, ¿en q u é m edida considera usted que u n a activi­
dad c o n ju n ta p u e d e ser con tin u ad a o re an u d a d a; de q u é n aturaleza real
sería, con quiénes consentiría o desearía usted llevarla a c a b o ? ...”
2 D estaquem os los nom bres de los destinatarios de las cartas. L ógica­
m ente todos los surrealistas de ese m om ento: A lexandre, A rp, B arón, B retón,
Carrive, C aupene, Crevel, Desnos, D uham el, E lu a rd , E rnst, G enbach, Goem ans,
M agrítte, Malkine, Mesens, M iro, M orise, Nougé, P révert, M an Ray, Sadoul,

[ 162 ]
EL PERÍODO R E N O V A D O R DEL SURREALISMO

Por de pronto, un buen núm ero de personas sondeadas, no


contestan, o, sí lo hacen, es en form a “que les dispensa de asistir
a una reunión u lterio r”. Son surrealistas excluidos, como Vitrac
y A rtaud, o m om entáneam ente apartados del movimiento, como
Boiffard, Gérard, Leiris, Lim bour, Masson, Souris y T ual; redac­
tores de Ciar té, como Altm an, G uitard, M orhange, Naville; los
de Esprit (anteriorm ente Philosophies) en su totalidad; Georges
Bataille, que acababa de fundar la revista Documents (donde co­
laboran Desnos, Leiris y P ré v e rt); Boully, redactor de Granel j e u ;
P. de Massot, antiguo dadaísta y preceptor de los hijos ele Pi-
cabia y el mismo Picabia.
Los que aceptan, son convocados p ara una reunión “el lunes
11 de marzo a las ocho y trein ta en punto, en el Bar du Gháteau,
calle Cháteau, núm ero 53, esquina de la calle Bourgeois”. Al
mismo tiem po se anuncian, con la firm a de Aragón, Fourrier, Pé­
ret, O ueneau y IJnik, las defecciones y se propone “corno tema
del debate el examen critico de la pena im puesta recientem ente
a León T rotsky”. Éste, luego de haber sido despojado del poder
por Stalin, es condenado al destierro. N adie puede dudar en su
caso, de los auténticos sentim ientos revolucionarios que lo anim an,
y es un deber de hom bres que se precian de revolucionarios
preocuparse por la suerte del com pañero de Lenin. A Pierre N a­
ville, que no se dió por notificado, y de quien se conoce su adm i­
ración por Trotsky, se le envía u n a carta particular pidiéndole
participe en el debate siquiera en calidad de testigo 1. Tam poco
contestó en esta oportunidad.

1 anguy, Tbirion. El excluido A rtau d , los u n poco a partados Boiffard, G érard,


Leiris, L im bour. Los de Clarté: Bernier, C rastre, Fégy, Naville, A ltm an, G ui­
tard. Los de Granel Jeu: Daumal, Delons, Gilbert-Lecomte, H arfaux, Henry,
Sima, Vailland, Boully. Los redactores de E sprit: Guterman, Lefebvre. M or­
hange, P oützer. Antiguos dadaístas como D ucham p, Fraenkel, Ribemont-Des-
saignes, Tzara, Picabia, simpatizantes y amigos como Audard, Baldensperger,
Eernard, Bousquet, Kasyade, Ristich, Savitry, Valentín, V idal, Bataille.
l “Cualquiera sea para usted la im p o rtan cia de la actividad ejercida
en otros terrenos, no puede escapársele q u e su abstención en u n a circuns­
tancia como ésta im plica, a nuestro parecer, u n a fa lta de solidaridad, tanto
más lam e n ta b le si se considera que ésa es la a ctitu d a doptada p o r gentes
q u e siempre le vimos c o m b a tir ... Com o nos ha parecido especialm ente in d i­
cado llevar a cada uno a p ro n u n ciarse sobre u n hecho q u e a usted no le es
H I S T O R I A DEL SUR REALISMO

tínicam ente son dispensadas siete personas, Barón, Duham el,


Fégy, Prévert, M an Ray, Taguy, Vidal, “en razón de sus ocupa­
ciones y de su carácter”.
E n el día y en la hora dichos, tiene lugar la reunión, que,
bajo la presidencia de M ax Morise, reúne a Alexandre, Aragón,
Arp, Audarcl, B ernard, Bretón, C aupenne, Crevel, Daum al, Le-
comte, Goemans, H arfaux, Henry, ■Kasyade, M agritte, Mesens,
Queneau, M an Ray, T anguy (aunque se haya creído conve­
niente dispensar tam bién a estos dos ú ltim o s), Ribem ont-Des-
saignes, Sadoul, Savitry, Sima, T h irio n , U nik, V ailland y Valentín.
Como prim era m edida se da lectura a las cartas recibidas.
“El tono de los opositores más decididos está dado por Georges
Bataille; Demasiados emporcadores idealistas”. Igualm ente se
encuentran en contra de la acción colectiva, Leiris, Masson, Gui-
tard, Bernier, Genbach, Fraenkel, Miró, H oorem an, m ientras
otros, como Bousquet, Kasyade, M alkine, Savitry, Ernst, se p ro ­
nuncian por la prosecución p u ra y simple de la actividad surrea­
lista. B retón lam enta que la violencia, “único m edio adecuado de
expresión, pase al servicio de intereses particulares com pletam ente
irrisorios y se m alogre en estériles querellas”. Q ueneau señala la
insuficiencia y el peligro- de una acción individual que no puede
llevar más que al escepticismo y a la poesía, cuando la acción
colectiva es la única eficaz si es la obra de individuos m oralm ente
san o s1. Cada uno puede sentirse aludido y estar en guardia,
porque al fin de cuentas van a ser cuestiones personales las que
preferentem ente se tratarán. El debate sobre Trotsky es diferido,
porque, según Bretón, “es necesario prim ero que la asamblea se
pronuncíe sobre la calificación m oral de cada u n o ”.
Y en seguida comienza el proceso a Grand Jeu. ¿Qué se les

in d ife ren te (la suerte de León T rotsky) , ¿no cree que, a u n q u e sea en calidad
de testigo, el a u to r de L a R év o lu tio n et les In tellectu els debe estar p re ­
sente?. .. ”
l “L a lite ra tu ra acecha a su 'víctima en la en crucijada del escepticismo
y de la poesía. Solam ente la acción colectiva puede absolver los errores in d i­
v id u a le s ... Se tiene q u e vencer al confusionism o q u e parece m are ar a la
m ayor p a rte de los e s p ír itu s ... N o hay q u e traicionar a los obreros que
hacen la R evolución: las cuestiones personales se deben p la n te a r cuando
uno se da con tra id o re s. . . ”

[ 164 ]
EL PERÍODO R E N O V A D O R DEL SURREALISMO

reprocha a sus redactores? El haber puesto su adm iración en


L andrú posponiendo a Sacco y Vanzzetti, el em plear constante-
m ente la palabra “Dios”, el participar en el “Teatro A líred ja -
r r y ” , y, por últim o, el haber defeccionado, si no más, al producirse
los incidentes de la Escuela N orm al Superior.. Estos incidentes
giraron alrededor de una petición contra la preparación m ilitar
firm ada por ochenta y tres estudiantes, quienes, ante u n a cam­
p aña patrocinada por la prensa, negaron sus firmas. Solamente
diez de ellos aceptaron firm ar u n nuevo escrito de mayor viru­
lencia a propuesta de P aul Bénichou, que form aba parte de esa
decena, pero se resistieron a que fuese publicado. A quí se rep ro ­
chó a G ilbert Lecomte que, estando en contacto con estos estu­
diantes, no publicase este escrito, devolviéndolo sin la somera
precaución de tom ar una copia. Y se perdió con esto una esplén­
dida o p ortunidad de escándalo. G ilbert Lecomte alegó el veto de
los estudiantes, decididos a no publicar su protesta. ¿Se debió p u ­
blicarla sin consentimiento? Sí, piensan los surrealistas; no, dicen
los redactores de Granel Jeu. L a cuestión es, en verdad, discutible.
Menos defendible es la actitud periodística de V ailland, otro
de los redactores de Grand Jeu, que, en Paris-Midi, ha hecho la
apología de Jean Chiappe, prefecto de policía. El caso se pone
en discusión. V ailland parece querer disculparse. A todo esto Ribe-
mont-Dessaignes abandona la reunión, disgustado por el giro
que tom an los d eb ates1. No se irá más allá esa noche. El propó­
sito de acción colectiva es enterrado antes de nacer. N o lo son
ya sólo los redactores de Grand Jeu los que se niegan a hacer
los gastos de u n juicio inquisitorial, ni es únicam ente Ribemont-

1 Citemos, para completar, la carta de Ribemont-Dessaignes a Bretón,


fechada el día siguiente de la reunión, que da idea de la actitud de sus
opositores:
“Ya hem os visto en qué terminó toda su voluntad colectiva: ¡juicio! jjui­
cio! | juicio! ¡Y de qué especie! En resumen, ¿alguna vez ha hecho usted
algo distinto? Todas las tentativas de acción colectiva no fperon n u n c a más
que perpetuas polém icas personales y, por lo general, de una m ezquindad
cíe colegiales.. . Yo m e rebelo enérgicamente contra las normas que usted
quiere m an ten er, contra la mala fe que reinó en la reunión de la calle Cháteau
y contra la emboscada que tan m al organizó (o m uy bien, si se considera
desde el punto de vista policial) disim ulada bajo el pretexto T rotsky. . . ”

[ 165 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

Dessaignes quien pide que se deje de “sondear los corazones y los


riñones”, sino que todos los no surrealistas, no queriendo some­
terse a las exigencias de Bretón, prefieren abandonar el campo.
Bretón y Aragón tratan de sacar conclusiones de la abortada
asamblea. H acen presente su constante preocupación por des­
enm ascarar a “los jovencitos inofensivos” y a los que como tales
se presentan, que se ejercitan en el oficio de intelectuales con una
inquietante falta de seriedad. Se considera la com ún creencia de
que todos pueden dedicarse a este inocente oficio y ejercerlo con
absoluta im punidad, sólo que para sacarle todas las ventajas se
necesita aceptar el orden establecido, sin salirse de allí, y, además,
ponerse al servicio del enemigo. Es precisam ente lo que los
surrealistas no pueden perm itir, y lo que los hace tan “in tra n ­
sigentes” respecto a la calificación m oral de sus partidarios. Es
imperioso ocuparse de las cuestiones personales. Según lo ven ellos,
está en juego.
El fracaso de la reunión de la calle C háteau im portó una
lección de mayores alcances. Bretón se ve obligado a determinar
u na vez más su posición y la del surrealismo y, por lo tanto, a
darle u n nuevo “p u n to de p artid a”. Éste es el objeto de la pu
blicación del Second M anifesté du Surréalisrne i. La im portancia
del docum ento es tan capital para la evolución posterior del
movimiento, que debemos consagrar algunas líneas a su análisis.

Bretón, en una definición sorprendente, precisa, en prim er


lugar y u n a vez más, la noción de surréalité, noción fundam en
tal y cuya elucidación justifica la existencia y las actividades del
movimiento, pues, según dice Bretón:
“T odo lleva a creer que existe un cierto pu n to del espíritu
en el cual la vida y la m uerte, lo real y lo im aginario, lo alto y
lo bajo, dejan de ser percibidos contradictoriam ente. Así que es
in ú til buscar en la actividad surrealista otro móvil que la espe­
ranza en determ inar ese p u n to . .
Por lo tanto esta prem isa hace inoficiosa toda tentativa de
1 E n el n ú m ero de L a R é v o lu iio n Surrealisle del 15 de diciem bre de
1929, único del año.

[ 166 ]
EL P ERIODO R E N O V A D O R D E L S U R R E A L I S M O

clasificar este m ovim iento entre los pasados, los presentes y ios
futuros. Asimismo son irrisorias todas las escuelas artísticas y filo­
sóficas que pretendan dar la solución y aun las mismas que se
opongan al arte y a la filosofía con el pretexto de que en estos
terrenos no puede haber tal solución. El surrealismo contiene y
supera estas dos disciplinas y no se preocupa en absoluto por la
fisonomía que pueda presentar, absorbido como está en la búsque­
da del referido punto, en el cual la contradicción ya no existe 1
¿Es necesario hacer hincapié en que este propósito supone
ante todo u n a ru p tu ra radical con el m undo, tal cual nos h a sido
dado, por la ejercitación de una violencia constante y total? Si el
surrealismo se asienta sobre u n dogma, éste es “la rebeldía abso­
luta, la insum isión a todo, el sabotaje sistemático” 2.
A la vez B retón rehúsa todos los padrinazgos. Recusa asimis­
mo a los m uertos que con anterioridad los surrealistas recono­
cieron como precursores, a R im baud, Baudelaire, Poe (“Escu­
pamos al pasar sobre Edgar Poe”) , Rabbe, Sacie, sosteniendo que
“en trance de rebeldía ninguno de nosotros debe tener necest
dad de antepasados. T odo está por hacerse y todos los medios serán
buenos para em plearlos en dem oler las ideas de familia, de patria,
de re lig ió n .. . La actitud surrealista no soporta el acomodo y
exige de los que la adoptaron tal pureza ,que, sin duda, es casi
imposible m antener. ¡Qué im porta! A unque el últim o surrea­
lista defeccione, el surrealismo seguirá viviendo, Siempre h a de
haber hom bres jóvenes que se alzarán en el tiempo, y el tiempo,
enam orado de la honradez y la pureza, ha de tom ar la experiencia
y continuarla. Por ello, en vista de esta acción futura, se necesita
mostrarse intransigente respecto a la conducta de los hombres

1 “E l surrealism o no se interesa p o r tener en cuenta lo q u e se produce


a su a lrededor bajo el p re te x to del arte, íeéase a n tia rte , dé la filosofía o la
anti filosofía, en u n a p alab ra, p o r n a d a q u e no lleve como fin alid ad el aniqui­
lam iento del ser en u n a in tim id a d b rilla n te y ciega, q u e no es n i el alm a
del espejo n i la del fu e g o . . . ”
2 “E l acto surrealista m ás sim ple consiste en salir a la calle em pu ñ an d o
un revólver y disp ararlo al azar sobre la m uchedumbre. El que no haya
sentido la tentación de te rm in a r en esta form a con el m ísero sistem a de
envilecim iento y cretinización vigente, tiene u n sitio e n tre esa m uchedum bre
y su b a rrig a se encuentra en el p u n to de m ira de este re v ó lv e r..

[ 167 ]
H I S T O R I A DEL S U R R E A L I S M O

que componen el movimiento, Que se retíren los indeseables, los


literatos incorregibles, los vividores endurecidos, los buscadores
de emociones fuertes, los esnobistas, los niños bien, los bromistas.
Y todos los que creyeron o quisieron nada más que “pasar el
tiem po”, sin rebelarse contra el tiem po mismo, contra la vida y
contra el hom bre tal cual es. Algunos de ustedes, echa en cara
Bretón, ya están m uertos y otros tornaron naturalm ente a su
destino de perros sabios de la burguesía h ¡Mejor que mejor!
Arrojemos por 1a. borda a esos otros, a A rtaud, Deteil, G érard
(“rechazado por im becilidad congénita”) , L im bour (“escepticis­
mo, coquetería literaria de la peor especie”) , Masson (“celoso”
de Picasso y M ax E rn s t), Soupaulí (“la infam ia total”) , Viírac
(“roñoso de las ideas”) . Algunos hay además que, pese a su
lim pia conciencia, m iran al surrealismo desde su altura. P ara ellos
no es más que u n a diversión garantizada de todo riesgo, dinam ita
m ojada, y, al final de la vida, u n sillón en la Academia, Y sostie­
nen que lo único im portante es la acción directa contra la socie­
dad constituida y lo necesario, combatientes, soldados de la Revo­
lución que nunca hayan contem plado lo “m aravilloso cotidiano”
Así sabrán lo que quieren y por qué lo quieren. N o tienen para
desear y odiar otros motivos que los que les dan su vida y su
partido.
“¿Es usted, Bretón, uno de éstos?” “Sí, p e r o . . Sí: el
surrealismo reconoce y sostiene que existe una cuestión social,
rechaza con desprecio y horror un régim en fundado en la explo­
tación del mayor núm ero, se coloca al lado o con los revolucio­
narios que se proponen destruir ese régim en y excluye de su seno
a los que se niegan a tom ar esta posición; pero: asimismo, consi­
dera que el m aterialism o dialéctico, filosofía probada y acep­
tada p or los revolucionarios, tiene un campo m ucho más am plío

1 "¿P o r q u é hem os d e continua* haciéndonos los delicados1? U n policía,


algunos vividores, dos o tres escritorzuelos, varios desequilibrados, u n cretino,
a los cuales se unió sin prejuicios un pequeño número de personas sen­
satas, serias y decentes, que fueron calificadas de energúmenos. ¿No se pudo
con esto constituir un equipo divertido, inofensivo y completamente a im a ­
gen y semejanza de la vida, un equipo de hombres pagados a destajo, que
cobran p o r tanto?”

[ 168 ]
EL P E R Í O D O R E N O V A D O R D E L S U R R E A L I S M O

del que le adjudican los políticos al rehusarse a utilizar este


instrum ento magnifico en la solución de problem as extrapolíticos1
¿Un revolucionario no puede estar enamorado, soñar lo mis­
mo que cualquier otro hom bre? ¿H abrá que constreñirse a ence­
rrar a los locos, a m atar a todos los creyentes religiosos y a no
dejar charlar a los artistas en sus cafés? E xtraña es la m iopía que
rehuye tratar estos problemas. Sí por selección los surrealistas
los h an visto, ¿con qué derecho se les im pedirá querer resolverlos?
¿En nom bre de la Revolución? Singular sería una R evolución que
im pone limitaciones. Por ser B retón u n revolucionario, u n m ate­
rialista convencido, es que, obrando en u n terreno particular, se
las tom a u n a vez más con el P artido C om unista y con sus anti
guos amigos convertidos por la acción política. Al pasar, fustiga al
grupo Esprit (M orhange, Politzer, L efebvre), que se plegó al
comunismo y del que no quiere sacar lección alguna. N i Naville
encuentra en esta ocasión disculpa a sus ojos.

Después de las destrucciones, de las negaciones, de las adver­


tencias, B retón llega, en una segunda parte del manifiesto, al
surrealismo propiam ente dicho. Y no es por dar una satisfac­
ción al grupo ni dársela a sí mismo. Lam enta, en efecto, las
faltas, las deficiencias, la carencia de severidad en u n a palabra,
que se ha evidenciado en el terreno p o r él elegido. No solamente
la experiencia no fué llevada a su térm ino, sino más, no se ex­
trajo todo lo que pudieron proporcionar la escritura autom ática,
los relatos de sueño, a pesar de que lo realizado tuvo su efec­
tivo interés. C ulpa de esto a u n a gran negligencia de la mayor
parte de los surrealistas que, m aravillados por ios descubrim ien­
tos hechos, ahí se quedaron. La finalidad científica, experim ental,
cedió su lugar, deplorablem ente, al aspecto artístico del exper i-

1 “¿Cómo ad m itir que el m étodo dialéctico no puede aplicarse valedera­


mente m ás que a la solución de problemas sociales? T oda la ambición del
surrealism o es proveerle posibilidades de aplicación no relacionadas con el
inm ediato consciente. Yo no veo, m al que pese a los revolucionarios de
e sp íritu lim itado, por q u é debemos abstenernos de movilizar, siempre que
se considere bajo su mismo ángulo —y que es el nuestro— a la Revolución,
los problemas del amor, del sueño, de la locura, d el arte y de la r e l i g i ó n .. . ”

[ 169 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

mentó. Asisten al fluir deí subconsciente en forma pasiva, olvi­


dando de observar, en ese m om ento, lo que se produce en ellos.
Entonces, ¿cómo es posible progresar en este camino? ¿Cómo Ilegal
a una perfección, cómo disciplinar ese fluir del subconsciente,
cómo hacerlo susceptible de revelaciones? ¿H abrá una confusión
del autom atism o con la pasividad? ¿Será necesario dejarse llevar
a u n a nueva rutina? Para Bretón lo capital del surrealismo
reside, en absoluto, en la m anifestación del subconsciente y en
el som etim iento a la Inspiración, la que, sin embargo nos dice,
hay que dejar de considerar como “una cosa sagrada”. “Día
llegará en que u n a tentativa sem ejante h a de parecer muy ló ­
gica y será el m om ento en que se reconocerá que los surrealistas
abrieron el camino y estuvieron muy cerca de encontrar la verdad.
Ese día se asom brarán de nuestra timidez, de nuestra necesidad
de im ponernos u n a coartada artística. No se quiera, pues, iden
tificar nuestra tentativa con lo que no es ni puede ser, con
otra cosa que u n m edio tal como tenemos la valentía de consi­
derarlo y del cual, en caso de necesidad, sabremos privarnos.” 1
Lam entando la falta de severidad en la actuación pasada
y lo insuficiente del trabajo realizado en u n terreno casi entera­
m ente sin explorar, es, sin ilusiones, pero con valor y confianza
en los destinos del surrealismo, que él escribe:

“Es a la inocencia, a la cólera de algunos hom bres del p o r­


venir, que corresponderá poner aparte del surrealismo lo que
no puede dejar de subsistir vivo, para restituirlo m ediante una
'buena expurgación, a su propio sentido . .

Por considerarse muy fuerte en su fe, es que B retón puede


“despedirse” de uno de los que más estimaba y que fué uno de
los que hicieron más por el surrealismo, R obert Desnos 2. Desnos,
que había avanzado como nadie en el camino que conduce a
lo desconocido, creyó que esta audacia lo era todo, que bastaba

1 Bretón.
2 “Desnos tuvo en el surrealismo un papel necesario, inolvidable, y el
m omento es, sin d uda, el m enos indicado para ponerlo en d u d a . . . ”

[ 170 ]
EL P E R Í O D O R E N O V A D O R D E L S U R R E A L I S M O

para todo. Y, en ese convencimiento., dejó sin debida respuesta


algunas de las im perativas preguntas que planteó el surrealismo.
Se le vió declarar que “la Revolución no podía ser más que poli
tica y social” y luego apartarse satisfecho de tener u n a clara visión
de los hechos. A quí tam bién hubo u n a grave falta de severidad.
Y lo peor fué que se creyó con dotes literarias y quiso proseguir
su destino de poeta, sin com prender que la tradición del “ poeta
en las nubes” está term inada, absolutam ente term inada. F inal­
mente, “para vivir”, se dedicó a la actividad periodística, es
decir, consintió, según Bretón, en suicidarse m oralm ente.
Los instigadores directos del surrealismo ¿en qué se convir­
tieron? Tenem os a M arcel D ucham p, cuya influencia no fué me­
nor que la de jacques Vaché, com prom etido en una interm inable
p artida de ajedrez, cuyo' final no podía ser menos de irrisorio.
A Ribemont-Dessaignes, caído en la baja literatu ra de propaganda
cinem atográfica 1 y a Picabia “aplicándose a su trabajo” y orgu
lioso de su conducta. ¿Hay que considerarlos como ya muertos?
El único entre los antiguos dadaístas que parece no haber abando­
nado “lo incierto por lo seguro” es T ristán Tzara, cuya conducta
intelectual después de los incidentes del Cceur a gaz, que Bretón
calificó de desgraciados, nunca dejó de ser clara. B retón se con­
gratula en m anifestarle su estimación y pedirle tome el sitio
a que tiene derecho en el m ovim iento surrealista.
En esta ocasión, alcanzando B retón u n pu n to hasta entonces
no alcanzado en el análisis de los destinos del movimiento,
encuentra de pronto que el surrealismo no puede ni debe des­
interesarse de las investigaciones esotéricas, sintiéndose u n conti­
nuador de los alquim istas del siglo xiv del tipo de Nicolás Fíame!.
Cree, a la p ar de ellos, que el surrealismo se encuentra en la
búsqueda de la “piedra filosofal”, que perm itirá a la im agina­
ción del hom bre “tomarse un ruidoso desquite” . Desde este punto
de vísta, puede asegurar que el surrealismo no está aún más
que en “la etapa de los preparativos” y lam enta que estos pre­
parativos sean todavía demasiado artísticos, es decir, demasiado
alejados de u na búsqueda que desde ahora pretende proseguir
i B retón.

[ 171 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

y de la cual se .tiene que esperar todo. De donde se deduce que


el m ovim iento surrealista no podrá recibir más que iniciados, aún
predestinados. Hom bres elegidos desde siempre, elegidos por los
hados para cum plir el trabajo misterioso L
Así es como Bretón, luego de u n ataque a Georges Bataille
cuya actuación m argina al surrealismo, puede decir su sermón
laico, orgulloso y digno, fascinado por lo absoluto:

“El surrealism o menos que nunca está dispuesto a abando­


n ar esta perfecta integridad y contentarse con lo que le dejan
unos y otros entre dos míseras traiciones, que creen justificar con
el obscuro y odioso pretexto de la necesidad de vivir. N ada nos
interesa esta limosna de talentos. Lo que consideramos pedir es
de tal naturaleza que arrastra a u n consentim iento de negativa
total y nunca a un conformismo de palabras, a quedarse en velei­
dosas esperanzas. ¿Se cjuerrá arriesgar todo o nada por la única
dicha de percibir a lo lejos la luz que dejará de ser desfalleciente,
muy en el fondo del crisol en el que nos proponem os arrojar
nuestras pobres comodidades y lo que nos resta de nuestra buena
reputación y de nuestras dudas, que mezclan al hermoso cristal

l "H ay im prescindible necesidad de im p e d ir al público entrar, sí se


quiere evitar la confusión. . . Yo p ido la ocultación p ro fu n d a , verdadera, del
surrealism o. .
Y luego en nota:
“E l cielo del nacim iento de Baudelaire, q u e p resenta la notable con­
junción de N e p tu n o con U rano, queda, p o r así decirlo, sin in terp retació n .
De la conjunción de U ran o con Saturno, producida de 1896 a 1898 y que
sólo se re p ite cada cuarenta y cinco años —conjunción q u e presidió el cielo
de los nacim ientos de A ragón, E lu a rd y el mío—, sabem os p o r C hoisnard
que, a u n q u e poco estudiada a ú n en astrología, puede significar, según toda
apariencia, am or p ro fu n d o p o r las ciencias, búsqueda de lo m isterioso,
elevada necesidad de instruirse. (P or supuesto, el vocabulario de C hoisnard
es sospechable) . Y agrega el m ism o C hoisnard: Quién sabe si la conjunción
de Saturno con Urano no engendrará u n a escuela nueva en m ateria de
ciencia. Este aspecto planetario, colocado en su exacto lugar de u n horóscopo,
podría corresponder a la substancia de u n hom b re dotado de reflexión, saga­
cidad e independencia, capaz de ser u n investigador de prim era fuerza.
“Estas líneas extraídas de su In flu e n ce A strale, son del año 1893. E n
1925 Choisnard pudo comprender q u e su predicción parecía tom ar visos de
realidad.” A ndré Bretón. N ota a l Second Manifesté.
¿No se insinúa aquí Bretón como el esperado?”

[ 172 ]
EL PERÍOD O R E N O V A D O R D E L S U R R E A L I S M O

sensible la idea radical de im potencia y estupidez de nuestros


pretendidos deberes?”

Bretón mismo considera su Second M aní fes te como un lla­


mado a los principios, y la tarea en la cual se ha puesto como
una depuración del surrealismo. N adie m ejor que él se hizo esta
idea tan elevada que nos com unica y nadie tampoco la defendió
con más intransigencia. No im porta que su critica haya sido
encam inada con más o menos severidad y, en ciertos casos» con
más o menos discernim iento. De hecho» el surrealismo peligraba
de tom ar la pendiente, dado el cansancio individual para m an­
tenerse constantem ente en esas elevadas alturas 'donde Bretón
pretendía se sostuviera el ■arte. Y esto se acentúa desde el m o­
m ento en que B retón rehusó enrolarse en el camino ilum inado
por F ierre Naville, negativa que no significó desinterés ni tam ­
poco inercia, jam ás se pudo poner en duda su sim patía activa
por la Revolución, y sí algunos se dispersaron' en el camino»
fué porque no quisieron seguirlo hasta donde él había llegado.
Que com batiera tam bién a los que sacrificaban el surrealismo
por la acción política, cualesquiera que fuesen los argumentos em
picados en este caso» se com prenderá fácilm ente siempre que
no se olvide que para B retón el surrealism o significaba asimismo
la Revolución social. No se trata ele absolver ni de juzgar, sino
de com prender lo heroico de la p artid a que Bretón proponía
a todos. N ada tiene pues de asombroso que muchos, sintiéndose
sin fuerzas, abandonasen la empresa. Cierto es que las desercio­
nes son mínimas» pero por u n hom bre que se vende, cuántos otros
no se encuentran exhaustos con el infernal tren a que los lleva
Bretón. Algunos adolescentes son ya hom bres y soportan a rega­
ñadientes el severo yugo del jefe, aun atem perado por momentos
inolvidables. T a n to más que éste tiene a m enudo preferencias
inexplicables, cambios de conducta que asombran, sim patías y
antipatías súbitas que deben respetarse. Y además casi todos esos
jóvenes se sentían con talento y, como su talento era poco común,
se h ab ían entregado con todo fervor a esta Revolución y m al les
parecía que ella fuese indefinidam ente pospuesta, indefinidam en­

[ 1? 3 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

te retardada. Pasada la exaltación de las experiencias de la escri­


tu ra autom ática y del relato de sueños, se encontraban en trance
de una creación que el am biente del grupo no perm itía encauzar.
Hay que decir la verdad. Ya no se sentían libres y deseaban
librarse a su propia suerte. Esta tendencia era más evidente
entre los “literatos” que entre los pintores, . más alejados de
la im perativa in flu en c ia' de Bretón. Al fin éstos podían vender
sus cuadros, vivir en cierta m edida, lo que B retón encontraba
norm al. “Hay que vivir”, es una fórm ula que B retón despre
cia. Pero, si en lo que a él respecta había resuelto el p ro ­
blem a económico, otros no podían andar indefinidam ente m u ­
riéndose de ham bre o vivir de recursos de colegíales. ¿Era nece­
sario considerar al surrealismo como reservado a los hijos de
familia? Además de rto#-ser éste el caso, tendríam os aquí que
la m oral revolucionaria del surrealismo h abría cum plido u n cu­
rioso proceso. U na vez más debemos decir que no se trata de
disculpar sino de com prender. Hay que adm irar a Bretón cuando
vió con claridad respecto de algunos que vituperó por caer en
u n comercio literario poco honesto. Sin embargo conocemos de
otros, cuya m ejor defensa es su actividad ulterior libres de toda
obsecuencia y a quienes no se les puede reprochar otra cosa que
haber desarrollado una indispensable actividad para subsistir.
¿Quién se sentiría capaz de arrojarles la prim era piedra?
Pero ya fuerzas nuevas vienen a reem plazar a las antiguas.
E n la noche de este período se levanta la estrella de Salvador
Dalí, cuya personalidad y actuación h arán dar un nuevo paso
al movimiento.

[ 174 ]
5

“J U áeruicio d e ici re vo lu c ió n

“A fu era es prim avera, los anim ales,


las flores, en los bosques de Clamar í
se oye la gritería de los niños que se
d ivierten , es prim avera, la aguja se e n ­
loquece en su brújula} la piedra entra
al bocarte y la enorm e dolicocéfala en
su sofá da u n bandazo y se hace la
loca .. "
JacquesJPiámL

'C L año 1930 señala el punto culm inante de la querella de


Bretón con sus antiguos amigos puestos en la picota en el
Second M anifesté y que, como réplica a la forma en que los
ha tratado, publican contra él un panfleto de extrem a violen­
cia, Un cadavre. Esta época tam bién, ya lo liemos dicho, trae el
aporte de nuevas fuerzas. Son Salvador Dalí, Luis Buñel, Geor­
ges H ugnet, llen é Char, Georges Sadoul, A lbert Valentín. André
T h irio n . Yves Tanguy y M an Ray, en u n tiem po sospechosos,
vuelven a caer en gracia. Pero ya se puede percibir el germen
de futuros conflictos siguiendo esa línea de m enor contacto entre
dos tendencias antagónicas del surrealismo, que Naville ya ha
presentido. M ientras B retón y E luard profundizan más la esen­
cia surrealista en L ’Im m aculée-C onception, Georges Sadoul y
Aragón hacen por Rusia u n viaje de m últiples consecuencias.
Bretón, que no ha podido continuar sus actividades de m ilitante
en la célula “del gas”, donde lo colocó la confianza (?) del P ar­
tido Com unista Francés, se aparta cada vez más de este últim o 1

1 E l m ism o B retón refiere, cómo exigido de p re sen ta r u n inform e


sacado únicam en te de estadísticas sobre la situación italian a, no p u d o cum plir
este trab a jo su p e rio r a sus fuerzas.

[ 175 ]
H I S T O R I A DEL SUR REALISMO

y pone el nuevo órgano del m ovimiento surrealista a las órdenes


de la T ercera Internacional. Estas contradicciones vendrán a
determ inar en los años subsiguientes otra crisis. Por de pronto,
la crisis de 1929 se resuelve con gran alboroto,, Como la de
1926 - 27 responde, en el fondo, a las mismas razones que, desde
ahora, se pueden concretar en u n a sola: ¿conviene poner el surrea­
lismo a las órdenes del P artido 'Com unista, que exige su
abjuración, o será m ejor dejarlo continuar su propio camino?
B retón está por u n térm ino medio que oculta las contradiccio­
nes en lugar de perm itir que se expresen librem ente. Quiere que
se continúe obrando con autonom ía y al mismo tiem po declara
que se está con la Revolución y se siguen idénticos propósitos en
caminos paralelos. Es u n a solución que antes no satisfizo a N a-
ville y que tampoco ahora satisface, si que por razones diferentes,
a los que B retón “ha despedido”. Y éstos, atacados de la m anera
que se h a visto, contestan públicam ente con u n a virulencia que
confína en la grosería. Algunos, pasando sobre la persona de
Bretón, llegan hasta ciar por m uerto al surrealismo. Pero no se
form ará u n grupo disidente; no existe para esto el m ínim o nece­
sario de entendim iento entre los opositores. Luego de la precaria
solidaridad en la polémica, cada uno tornará a sus personales
ocupaciones, en su m ayoría extrañas al surrealismo.
Los autores de este Cadavre del año 1930, son, en efecto,
muy diferentes entre sí. Está u n ex dadaísta como Ribem ont-
Dessaignes, los ex surrealistas Vi trac, desaparecido hacía tiempo,
Lim bour, que nunca desempeñó u n gran papel en el movimiento,
Morise, antiguo discípulo y ejecutor de Bretón, Jacques Barón,
M ichel Leiris, R aym ond Q ueneau, J. A. Boiffard, R obert Desnos,
jacques Prévert y uno que, sin pertenecer al grupo, h abía sido
particularm ente agraviado por Bretón, Georges Bataille. Pierre
Naville, invitado, no creyó oportuno unirse a los agresores.
¿Qué carácter tiene este ataque? Más que nada es personal.
Los calificativos más usados para Bretón son los de polizonte
y clérigo. Polizonte, porque “sus revelaciones referentes a Naville
Y Masson tienen la característica de los chantajes habituales ejer­

[ 176 ]
el perio do renovador del surrealism o

cidos p or los diarios vendidos a la policía” . 1 Clérigo, porque


“el Padre Bretón, que se come a los curas con mostaza, no habla
más que desde el p u lp ito ” 2 y “u n día vocifera contra los curas
y al siguiente se considera obispo o p ap a de A vignon” 3. Y
asimismo es “u n falso herm ano”, “babosea todo, las cosas que
toca, sus amigos, las m ujeres de sus amigos”. 4 A esto agrega
Desnos: “T uve u n amigo sincero” (que lo explique Bretón).
“Yo lo engañé, le m entí, le di falsa palabra de honor”. Y, según
Vitrac, B retón “practica en vasta escala la estafa de la am istad”.
T am b ién se lo ve como u n falso revolucionario y u n falso
comunista. Moríse hace la acusación de que “si B retón liega a
gustar de las patitas de cordero con salsa blanca, éstas de inm e­
diato quedarán consagradas como revolucionarias” y Barón
agrega que “es él (Bretón) quien enviaba los partidarios a los
ballets rusos p ara gritar ¡Viva el Soviet!, y, al día siguiente,
recibía con los brazos abiertos en la “G alería Surrealista” a Ser ge
de Diaghilew, llegado para com prar cuadros”. Leiris y Desnos lo
denuncian de “haber vivido siempre de cadáveres” (Vaché, Ri-
gaut, N a d ja ); Vitrac y Bataille echan por tierra al surrealismo,
al “cambalache surrealista”, a “su tentativa religiosa”.
Y se llega a la misma conclusión a que antes llegara B retón
respecto de A natole France: “N o es posible perm itir que, m uerto,
este hom bre levante todavía polvo”. Este epitafio fué puesto al
pie de u n a gran fotografía representando a B retón con los ojos
cerrados, una lágrim a de sangre en el extrem o de los párpados
y la frente ceñida por u n a corona de espinas.
Estas exequias fúnebres no pudieron ser n i siquiera u n a pre­
visión. El apasionam iento de los ataques contra B retón bien
dem ostraba que el supuesto m uerto se m antenía perfectam ente
vivo y muy capaz de u n a réplica. Ésta llegó en la edición en
volum en del D euxiém e M anifesté du Surréalisme. B retón se lim itó
únicam ente a establecer u n a com paración entre las apreciaciones

1 Ribemont-Dessaignes.
2 id.
3 jac q u es Prévert.
i id.

[ 177 ]
H I S T O R I A DEL S U R R E A L I S M O

anteriores y actuales de sus detractores con respecto a su persona


y a su actuación. Y como final, las acusaciones se volvieron con­
tra los mismos acusadores. Posiblem ente hubiesen salido más airo­
sos de adoptar todos el tono irónico de Jacques P ré v e rt1. En su
fu ro r iconoclasta los colaboradores del Cadavre, tuviesen razón o
no» erraron el blanco.
El m ovim iento surrealista no fué .mortalm ente afectado poi
esta crisis» la más im portante de cuantas lo sacudieron. Pero es
incontestable que ella señaló el fin de un período» el m ás fasci­
nante» el más fecundo» el más apasionado sin duda. Mas si se
analiza com parativam ente este período» el destino del surrealis­
mo no difiere en eso a otras corrientes de ideas de ese mismo
m om ento.
El año 1930 es el fin de la posguerra. Nuevas fórmulas
económicas (crisis en Estados Unidos y m uy pronto en A lem a,
nía e In g la te rra )» políticas» sociales» acaban de ponerse insidiosa­
m ente en juego y sus efectos repercutirán diez años más tarde.
E n Francia el fracaso de B riand y del pacifismo oficial, es, más
que u n símbolo» u n síntoma. La guerra de 1914 está liquidada.
El capitalismo, recayendo en sus específicas contradicciones» no
podrá resolverlas sino con u n a nueva hecatombe. Es necesario
p rep arar p ara esto a los espíritus.
E n la lite ratu ra oficial A ndre Gide es enérgicam ente com­
batido p or considerarlo u n diletante y u n am oralista peligroso
y se le relega por C laudel y Péguy.
Lo que para todos fué luego claro, no era en ese m om ento
más que u n a ligerísima evidencia, q u e ,' sin embargo, el agudo
sentido de B retón la percibió. Los más sinceros pacifistas siempre
son los revolucionarios y cada uno tom ó el lugar que le corres­
pondía en su sector n atu ra l de reunión. Así B retón f u é ' acer­
cándose cada vez más al m ovim iento revolucionario, en esta opor­
tu n id ad al comunismo, pese a todas las decepciones personales
sufridas. El nuevo órgano del m ovim iento es ahora L e Surréalis-
me au Service de la R évolution, m ostrando con esto que hoy m e­

l V er el artículo de Jacques P rév ert en Cadavre. (Notas y Referencias) .

[ 178 ]
E L P E R ÍO D O R E N O V A D O R D E L S U R R E A L I S M O

nos que nunca se pretende u n a “revolución surrealista”. La


revísta se inicia con u n a correspondencia telegráfica con Moscú,
en la que los surrealistas proclam an su voluntad de ponerse
inm ediatam ente al servicio de la R evolución 1. Se notan, no obs­
tante, los matices. B retón cree term inada la época de la “espera”.
A ragón y Sadoul, no contentándose ya con palabras, van a ver
p or sus propios ojos y em prenden la peregrinación a Moscú. Lo
que h arán allí y cómo volverán, lo diremos más adelante. Pero
la tensión sube, esto es innegable. B retón escribe u n artículo sobre
el suicidio del poeta bolchevique Maiakovsky, donde hay frases
de este tenor:

“Le estoy más agradecido a Maiakovsky por haber puesto


el “inm enso talento” que le reconoce Trotsky al servicio de la
Revolución, que por haber concitado la adm iración para su ún i­
co provecho con las deslum brantes imágenes de N uage en Cu-
lotte."

P or cierto, polem iza todavía y polem izará siempre. Pone y


p o n d rá siempre en la balanza las fuerzas del am or y la Revolu­
ción, al juzgar apasionadam ente a u n dado individuo; ataca, como
lo h ará siempre, la “literatu ra de propaganda” que, ciertamente,
no es la de Maiakovsky, y term ina con u n a declaración que
expresa de m anera perfecta el papel que quisiera para el surrea­
lismo:

"De la vida entusiasta del proletariado en lucha y de la

l T eleg ram a enviado: “O ficina In tern a cio n a l L ite ra tu ra R evolucionaria


pide contestar p re g u n ta siguiente: C uál será posición ustedes si im perialism o
declara g u e rra Soviets stop D irección C asilla C orreo 650 M oscú." T elegram a
de respuesta: “C am aradas si im perialism o declara g u e rra Soviets nuestra
posición será de acuerdo directivas T erc e ra Internacional posición de m iem ­
bros P a rtid o C om u nista Francés.
"Si estim an este caso em pleo m ejor nuestras posibilidades estam os dis­
posición p a ra m isión de-terminada exigiendo cualquier utilización como
intelectuales stop Som eterles sugestiones sería p resu m ir de nuestro p ap el y
circunstancias.
”En situación actu al conflicto n o arm ad o creem os inú til esperar para
p o n e r servicio revolución m edios q u e son m ás particularmente nuestros.”

[ 179 ]
H I S T O R I A DEL SUR REALISMO

vida asombrosa y desgarrante del espíritu librado a sus propias


bestias, será in ú til, en mi concepto, querer form ar u n solo drama,
cuando son dos dramas distintos. Que no se espere de nosotros,
en este terreno, ninguna concesión” x.

Esta defensa de Maiakovsky iba contra la incom prensión de


los redactores de H um anité, que encontraban inverosím il el sui­
cidio en el “país del socialismo”, y se ejerce tam bién, con deter
m inación física, contra los ataques de los reaccionarios: hay que
“rom perle 1a. cara” a M. A ndré Levinson, redactor de Nouvellei,
Littéraires

Y sólo como u n antecedente referirem os la in au d ita brom a


de Georges Sadoul y Jean C aupenne, que, en u n a tarde de borra­
chera, enviaron a u n tal Keller, graduado en Saint-Cyr con las
más altas clasificaciones, u n a carta invitándolo a dim itir bajo
pena “de u n a paliza, pública” . L a justicia burguesa se puso en
cam paña y Jean C aupenne prefirió dar excusas al agraviado ante
las tropas formadas en la Escuela M ilitar de Saint-Cyr. Por su
p arte Sadoul se defendió em pleando argum entos que se hubiesen
preferido fuesen más “surrealistas”, pero que no le evitaron una
condena a tres meses de prisión. Es posible que, en esta opor-
tunidad, los surrealistas com prendieran lo peligroso que era ata­
car “concretam ente” a la burguesía. H ay agravios que ésta no
perdona.

Si 1930 señala como nunca u n a “puesta a ¡as órdenes” de


la R evolución política y social, igualm ente señala u n a inmersión
en las aguas del surrealismo, u n buceo profundo en lo que se

1 André Bretón: “La barca del amor se lia estrellado contra la vida
cotidiana.” (de P o in t d u Jour. 1934) .
2 “A ragón se presentó en el dom icilio de Levinson. Éste, tem iendo por
su integridad física, se refugió tras su m u je r alegando no poder defenderse
“p o r haberse roto un brazo recientem ente”. Aragón, ante tal cobardía, se
las tomó con la vajilla, que arrojó por la ventana. Llamada la policía, en.
presencia de los agentes, Aragón le dió un puñetazo al c rític o . . ” de
H u m a n ité , 3 de ju n io de 1930.

[ 180 ]
EL P ERÍO D O R E N O V A D O R DEL S U R R E A L I S M O

considera su esencia. Es precisam ente este año cuando conjun­


tam ente B retón y E lu ard publican u n a de las obras capitales deS
m ovimiento, LTmmaculée-Conception.
LTmmaculée-Conception es una estupenda serie de poemas
en prosa, superiores a todo cuanto antes dieran ambos poetas
individualm ente. Y si aquí se descubre alguna im agen privativa
de un o de ellos, el m érito de esta singular colaboración de dos
grandes espíritus poéticos es el haber conseguido u n obra que
supera sus mismas posibilidades personales. L a prim era parte,
L ’H om m e, es u n a tentativa de recreación de los m om entos capi­
tales de la vida, desde el nacim iento a la m uerte. N adie m ejor
que ellos presenta los estados desgarrantes del hom bre en el
amor:

“H ab ría de quedarse uno siendo siem pre el mismo, con ese


desconcertante aire de gim nasta, con ese ridículo adem án de la
cabeza. Pero, la estatua de pronto cae convertida en polvo. Se
niega a conservar su n o m b re . . . A quí hay m uros que tú nunca
podrás franquear, m uros que cubriré de injurias y de amenazas,
m uros que siempre tendrán color de sangre envejecida, de sangre
derram ada ..

O nos com unica la vida vegetativa anterior al nacim iento:

“De todas las formas en que el girasol am a la luz, su nos*


talgia es la más bella som bra sobre el cuadrante solar. Huesos
cruzados, palabras cruzadas, volúmenes y volúm enes de ignorancia
y sabiduría. L a cierva, entre dos saltos, gusta de m irarm e. Yo
le hago com pañía en u n claro del bosque. Caigo con len titu d
de las alturas y no peso todavía el peso de cien m il m e tro s ..

Son evocados "el traum atism o del nacim iento”, el déficit de


Ja vida:

“Los poderes de la desesperación, con su rosado jabonoso,


sus apretadas caricias, su dignidad m al vestida, con sus respuestas

[ 181]
H IS T O R I A DEL SURREALISM O

móviles a preguntas de granito, se apoderan de él. Y lo conducen


al aprendizaje de escoria, luego de trajearlo ridiculam ente con
un delantal de fu e g o . . . ”

L a vuelta a la nada:

“A quí tenemos el gran sitio tartam udo. Las ovejas llegan


veloces sobre zancos.”

Esta tentativa absolutam ente original de u n nuevo génesis,


se desdobla en u n a experiencia que no dejó de asom brar a los
psiquiatras y que debió trastornar el historial de las enferme
dades mentales. Son dos hom bres más o menos adaptados, puesto
que viven en u n a sociedad fundada en el reconocim iento de
p arte del individuo de estados que ella califica de normales, por
ser el patrim onio del mayor núm ero. Dos hom bres que son capa­
ces, sin artificio alguno, por el solo poder de la poesía, de
su poesía, de d ar estados demenciales: debilidad m ental, m anía
aguda, parálisis general, delirio de interpretación, dem encia p re­
coz, manifestaciones que la sociedad pena con encierro en un
hospicio. Y capaces, asimismo, de recuperar su estado habitual
de equilibrio considerado norm al.
Con esto se podría probar que no hay separación entre el
hom bre llam ado norm al y el hom bre llam ado “anorm al”, y que
sólo existe u n a simple transición entre estados que no perm iten
establecer con seguridad lo que es norm alidad y lo que es locura,
y que, de quererlo establecer, sería sin nin g u n a base científica y
únicam ente siguiendo u n a opinión sin consistencia h Que se haya
podido realizar experim entalm ente estos estados por medio del
instrum ento poético, dem uestra el valor de este instrum ento y
tam bién el poder ilim itado del espíritu, que puede dar creacio­
nes no concebidas en estados norm ales no “preparados poética­
m ente”.
1.. E starían term inadas las orgullosas categorías en que divierte colo­
car a los hom bres q u e alg u n a cu en ta tienen p a ra sald ar con la razón h u m an a,
esa m ism a razón q u e cotidianam ente nos niega el derecho a expresam os
p o r los m edios q u e nos son in stin tiv o s ..

[ 182]
EL P E R Í O D O R E N O V A D O R D E L S U R R E A L I S M O

A quí el surrealismo se presenta verdaderam ente creador,


genialm ente inventivo. A unque el m ovim iento no hubiese dejado
más que las páginas de LTm m aculée-C onception, sería suficiente
para que el hom bre, inquietado, no se alejara del asombroso
m isterio de su condición y no deseara otra cosa que probar hasta
el fin su poder.

[ 183.1
CUARTA P A R T E

—-'síis ton on%íu áurreaiióm o


1930 - 1939
1
aá u n ío

“Yo no m e propongo nada. N i lo


que quieren los que m e siguen con
ojos de coleccionistas, alguna obra com ­
p leta del género de la " C om edia H u ­
m ana"; n i lo que p id en los q u e me
tocan con dedos de naturalistas , un
destino heroico, ejem plar."

Aragón. (1924) .

C I el año 1931 nada nuevo aporta al m ovim iento, señala un


im portante avance sobre los dos caminos paralelos que los
surrealistas lian preferido seguir: el de la Revolución política
y el de la investigación de los poderes totales del hom bre. Las
cabezas visibles son Aragón» que con Sadoul h a participado del
II Congreso Internacional de Escritores Revolucionarios efectuado
en Karkov, y Dalí, que expone y aplica en la fabricación de
objetos llam ados “surrealistas” su tesis de la “paranoia-crítica.”.
El papel de B retón es exclusivamente de conciliador y árbitroj
aunque es el único capacitado para realizar concretam ente la
fusión com pleta que concibe p ara estas dos tentativas. P or eso
m antiene su jerarquía rectora.
E l p reludio de lo que será eí “asunto A ragón”, comienza
a evidenciarse en el núm ero 8 de L e Surréalisrne 'au Service de
la Révolution. E n u n artículo titulado L e Surréalisrne et le de­
venir revolutionaire, Aragón, vuelto de Karkov, hace conocer su
identificación, que quiere sea tam bién la del grupo. De su papel,
representado en Karkov, n ad a se sabe todavía. Ü nicam ente que
habiendo p artid o con las mejores intenciones surrealistas del
m undo, vuelve convertido al comunismo luego de repetidos mea

[ 187 ]
H I S T O R I A DEL S U R R E A L I S M O

culpa ante los m iem bros del Congreso. P or el m om ento no hay


u n a ru p tu ra con el grupo, pues Aragón se declara u n surrealista
íntegro. D e su artículo anotarem os las fórm ulas aclaratorias sobre
la evolución del surrealismo o, por-m ejor decir, sobre el sentido
que él quisiera d ar a esta evolución:

“El reconocim iento del m aterialism o dialéctico como única


filosofía revolucionaria, la com prensión y la aceptación sin reser­
vas de este m aterialism o por intelectuales salidos de u n a oposi­
ción idealista, aunque haya sido consecuente, y que se ven en­
frentados a los problem as concretos de la Revolución, dan los
rasgos esenciales de la evolución de los surrealistas..

P retende para esta evolución el final lógico que los surrea­


listas —Bretón, y el mismo A ragón antes— no h an deseado alean
zar: "el reconocim iento en el terreno de la práctica de la actuación
de la T ercera Internacional, como única acción revoluciona­
ria ” 1. ¿Y cuáles son los lím ites de este terreno de la práctica?
¿No son indefinidam ente elásticos, hasta englobar a toda la acti­
vidad surrealista?
Volviendo sobre la crisis q u e acaba de term inar con la ex­
clusión de los antiguos adeptos, Aragón escribe:

“La entrada al grupo surrealista de ciertos elementos (Char,


Dalí, Buñuel) que poseen medios de expresión extrem adam ente
útiles para la vida del grupo y difundida actuación, ha com­
pensado, con m ayor ventaja de lo que se podía esperar, la p ar­
tida de m uchos veleidosos y confusos y de contumaces literatos.
El grupo así reforzado publica su revista L e Surréalisme au Ser­
vice de la Révolution, evidenciando con la m odificación de su

1 “E sta evolución im plica con mayor firmeza que nunca, firmeza a p o ­


yada en una reconocida base filosófica, la aceptación, en el terreno de la
práctica, de la acción de la “Tercera Internacional” como única acción
revolucionaria, e implica la necesidad de apoyar, con los diversos m edios
q u e cuentan los intelectuales de prestigio, la acción en Francia del Partido
Comunista Francés, sección francesa de esta “Internacional", .

[ 188 ]
A U T O N O M Í A DEL S U R R E A L I S M O

antiguo títu lo (La Révolution Surréaliste) el actual sentido ge­


neral antiindividualista y m aterialista de su evolución . .

Aragón m uestra, por últim o, que el surrealismo, negándose


más que nunca a reconocer el arte como u n fin, se expone a
la represión abierta o solapada de la burguesía. Así B retón “en
su vida privada conoce todas las persecuciones que pueden jus­
tificarse con el mecanismo legal”, Sadoul está condenado a tres
meses de prisión, por causa que ya sabemos, E luard se ve privado
p o r la policía del derecho a salir de Francia, “Crevel y yo mismo
no podem os ser p u b licad o s. . . se h a retirado de los escaparates
L ’lmmaculée-Conception . . Y destruyendo' "la leyenda que hace
de nosotros escritores para esnobistas”, añade: “Si se nos confina
(por medios coercitivos dentro de lo pecuniario) nada más que
a ese público que siem pre consideramos con desprecio, este mismo
confinam iento es u n a form a perfeccionada de represión” .
De hecho, el lim itado tiraje de ejemplares, de lujo no era,
p o r supuesto, destinado a ese público a que se quería reducir
a los surrealistas. Pero nosotros creemos que Aragón no pasa
p or alto el odiado argum ento de “H ay que vivir”. Es, sin em­
bargo, en la form ación de u n círculo de esnobistas con títulos y
dinero alrededor del surrealismo, donde se palpa la desconfianza
en que éstos son tenidos por los revolucionarios políticos, dadas
las hum illaciones que debieron soportar antes de conseguir ser
aceptados p or la verdadera gente de selección, la que pone el
valor del hom bre y de su vivencia sobre el del dinero.
Y llegando a su viaje a Moscú, A ragón nos dice:

“Es sabido que a fines de 1930 Sadoul y yo .estuvimos en


Rusia. Nos liemos encontrado más a gusto en R usia que en
cualquier o tra parte, m ucho más a gusto, y eso es todo lo que
tengo que decir de las razones de este viaje.”

Es evidente lo precario de esta explicación.


Aragón, al escribirle a B retón desde Karkov, le dice que,
de particip ar en el Congreso, defenderá la “línea surrealista”,

[ 189]
HISTORIA DEL SURREALISMO

E n este caso, tendría que atacar la revista de cultura proletaria


M onde, nueva trib u n a de Barbusse. P ero si los comunistas reco­
nocen el confusionismo hum anitario-sentim ental de M onde, no
desean quedar m al con Barbusse, de quien ten d rán necesidad más
tarde 1, y hasta lo elige en el Presidium del Congreso de Karkov.
¿Qué h ará Aragón? N ada. A prueba. Más aún, con Sadoul, envía,
o por lo menos firm a, u n a carta a la “U nión Internacional de
Escritores Revolucionarios” (U. I. E. R .) , en la cual denuncia
al idealismo, al freudism o como form a de este idealismo y al trots-
kismo, que nunca dejó de ser u n a pesadilla p ara el grupo estalinis*
ta (¿qué podía significar el trotskismo para Aragón?) y por últim o
declara su adhesión a la “línea general” . Como u n a prueba de
esto, publica en “L iteratu ra de la R evolución M undial”, órgano
de la U. I. E. R., su poem a Frorít Rouge. Y vuelve a París.
U n a vez en París aduce que la firm a de su carta a la U. I.
E. R. le fué sacada por medios extorsivos, pero se niega a pedir
la rectificación del caso. Al mismo tiem po afirm a que su acuerdo
con B retón y el resto del grupo es p ara él “u n a cuestión de vida
o m uerte” y publica u n m anifiesto A u x Intellectuels Révolution-
naires donde defiende el m étodo psicoanalista que denunció como
“idealista” en Karkov” 2.
Front R ouge hace en Francia algún ruido. Es u n poem a
revolucionario dentro de “la línea”, puesto que no sólo incitaba
al asesinato de los dirigentes del actual régimen, sino tam bién
a todos los “m onos sabios de la social-democracia”, El gobierno
se alarm a y moviliza la justicia. Aragón, perseguido por incita­
ción al crimen, corre el riesgo de ser condenado a cinco años

1 Congreso de Amsterclam-Pleyel contra la guerra.


2 “Ciertos intelectuales revolucionarios, especialmente los surrealistas,
han sido llevados a em plear como un arm a contra la b urguesía el método
psicoanalista. Esta arm a en manos de hom bres que se dicen continuadores
del m aterialism o histórico y que consideran aplicarlo, perm ite, con particu­
laridad, el ataque a la fam ilia, pese a las prohibiciones que la burguesía
m ultiplica a su alrededor. E l psicoanálisis h a servido a los surrealistas para
estudiar el mecanismo de la inspiración y som eterse a esta inspiración. Los
ayudó a dejar toda posición individualista. Pero n o se podrá tener a]
psicoanálisis como responsable de las aplicaciones qu e pudieron ser hechas
por algunos de sus titu lad o s adeptos . .

[ 190 ]
AUTO NOM ÍA DEL SURREALISMO

le p sión. Los surrealistas, con B retón a la cabeza, tom an de


ato la defensa del com pañero en u n a petición que en
[lar dice:

“Nos rebelamos contra toda tentativa de interpretación de


u n texto poético con fines judiciales y reclamamos el cese in­
m ediato de la investigación.”

Este pedido en pocos días fué firm ado por más d e .trescien­
tos intelectuales, muchos de ellos no simpatizantes con el surrea­
lismo.
El asunto no se detiene aquí. Si las autoridades parecen dar
; atrás ante el ridículo de la acusación, la polémica se pre-
ntre B retón y algunos intelectuales como R om ain R olland,
¡ Gi l , intérpretes de u n a corriente más amplía» que alcanza has-
ta a verdaderos revolucionarios, y que perm ite censurar a los su­
rrealistas p or reh u ir las responsabilidades. P ara u n revoluciona­
rio, asum ir la responsabilidad de sus escritos es tanto como asu­
m ir la. responsabilidad de sus actos. Pero los surrealistas —ya se
h a visto a propósito de T raité du Style— h an declarado que no
se veían en la obligación de solidarizar sus actos a sus palabras
y que, en últim a instancia, éstas —y es la tesis de B retón— no
p odrían en u n poema, siendo m anifestación del subconsciente,
com prom eter a su autor. A quí se llegaría al denigrante reproche
de que los surrealistas, participando en la lucha revolucionaria,
no quieren aceptar los riesgos, escudados en el “arte que lo ex­
cusa todo” y que les perm ite escapar a las consecuencias. Es in ­
ú til que B retón p or sí solo argum ente; la tom a de posición del
grupo en su totalidad hubiese tenido otro carácter.
Sea como fuere, estos son sus argumentos. Se rebela, en p ri­
m er lugar, contra la inculpación, que crea u n precedente repre­
sivo peligroso, en m ateria de poesía, por delitos de opinión. H as­
ta ahora esta represión se ejercía contra los escritores en prosa,
que es la expresión de u n pensam iento reflexivo, sistemati­
zado. Es cierto que B audelaire fué perseguido por la inm orali­
dad o la obscenidad con que perfum aba algunos de sus poemas,

[ 191 ]
H I S T O R I A DEL SURREALI SMO

pero, au n aquí la infam ante perspicacia de la justicia n o tuvo la


ridicula pretensión de in ten tar u n proceso por ciertas expresio­
nes y por ciertos versos tomados en particular. No es preciso des­
glosar del poem a de Aragón algunas frases --“ ¡Volteemos a los
camaradas traidores!”; “ ¡Fuego sobre los monos sabios de la social
democracia!”— para ver la incitación al asesinato. El problema
es más profundo.
Así, extendiéndose en sus argumentos, B retón llega al valoi
que es necesario conceder al poema:

“El poem a no debe juzgarse po r las representaciones suce­


sivas que contiene y sí por su poder de encam ación de u n a idea,
p ara la' cual estas representaciones, libradas de toda necesidad
de encadenam iento racional, no son más que puntos de apoyo. El
alcance y significación del poema, son otra cosa que el resumen
de todo lo que el análisis de los elementos definidos que él u ti­
liza, perm ite descubrir. Y estos elementos definidos no podrían
por sí solos, aun en m ínim a parte, determ inarlo en su valor o en
su vivencia.”

Dicho de otra m anera, el poem a es un todo indivisible que


se puede juzgar sólo como tal, pero del que no se le pueden se­
p arar algunas ideas o algunas imágenes sin que éstas pierdan su
sentido. Y ya refiriéndose al valor p articular del poema, Bretón
confiesa que no le agrada. Ve en él u n poem a de circunstancias,
cosa que, de su parte, rehusó siempre hacer por principio y
porque, además, este género de poesía le parece retrógrado. Y
apoyándose en Hegel y en su estética, declara:

“Es mi deber decir que el poem a (Front Rouge) no abre a la


poesía n in gún camino nuevo. Sería in ú til proponerlo a los poe­
tas de hoy como ejem plo a seguir, pues es incontestable razón
que en ese terreno objetivo un p u n to de p artid a objetivo no ten­
dría más que u n pu n to de llegada objetivo, y porque este poema
es la vuelta al tema exterior y, especialmente, al tem a apasionan­
te, pese a toda la lección histórica que se desprende en la actua­

[ 192 ]
A U T O N O M Í A DEL SUR REALISMO

lidad de las formas poéticas más evolucionadas. Hace u n siglo


(Hegel) que el tem a dejó de interesar, y» más, desde entonces
dejó de poder ser planteado a p r io r i. . . ”

N o hay, pues, que entregarse a la influencia de las circuns­


tancias “em briagadoras” de la historia, porque “si el dram a so­
cial existe, existe tam bién el dram a poético, y tanto como el
an terior”. A ragón cediendo, según B retón, a la tentación de
expresar el prim ero, fracasó en el segundo.
Aragón aprueba la defensa que los intelectuales hacen de
su poem a y hasta está de acuerdo con el folleto de B retón en lo
que hay en su favor 1. Pero, en m érito a los ataques velados que
contiene contra el P artido C om unista y su política “literaria”,
lo declara inoportuno, reservando su posición personal.
Así las cosas, cuando u n suelto de H um anité noticia que A ra­
gón no se solidariza con el folleto de B retón y que “desaprueba
en su totalidad el contenido”, en razón de los ataques que lleva
al P artido Com unista. Los surrealistas plantean esta cuestión:
¿Con quiénes es sincero Aragón? ¿Con sus amigos surrealistas o
con sus amigos comunistas? Por otra parte, los surrealistas decla­
ran conocer, por el mismo suelto, la fundación de la A. E. A. R.,
sección francesa de la U. I. E. R., en la que no se les h a pedido
form ar parte. Y n i siquiera reciben respuesta a sus solicitudes de
afiliación.
R euniendo todos estos antecedentes, el grupo surrealista se
hace su composición de lugar. Y declara que, llevado a u n a si­
tuación difícil en el terreno del m aterialism o dialéctico, cree m an­
tenerse dentro de u n concepto revolucionario y participar de
una m anera especialmente eficaz en las luchas del proletariado:
“Nosotros los surrealistas, consideramos no tom ar como pretexto
la poesía p ara rehusarnos a la acción política”. ¿Esta declaración
sin equívocos acallará las prevenciones del P artido Com unista
a su respecto? Será u n a nueva tentativa frustrada.
T am b ién “el asunto A ragón” trae otras consecuencias. Alio-

1 M isére de la poésie (l’affaire A ragón d evant l’o p in io n p u b liq u e ).

[ 193 ]
H I S T O R I A DEL S U R R E A L I S M O

ra, en conocim iento de los hechos, sabemos por qué p reg u n tar­
nos cuál fué su significado. Como final, produce la ru p tu ra de
Aragón con el grupo que había contribuido a fundar y del que
era ju n to con B retón y E luard, uno de sus reconocidos m antene­
dores. ¿Tiene su p artid a u n a im portancia general p ara el su­
rrealism o o debe considerarse únicam ente como fenómeno p ro ­
pio a u n individuo? A m enudo en los escritos que tratan del
surrealismo, repitiendo así u n a idea em itida ya por B retón, se
dice que A ragón h abría seguido el mismo camino de N aville h a ­
cia u n a posición de “oportunism o político”. Lo dos h an roto
con el surrealism o p ara ingresar al P artido Com unista, pero,
en verdad, con m odalidades y en épocas muy diferentes. Naville
planteó abiertam ente la cuestión, no de u n ingreso puro y sim­
ple al P artido C om unista, cosa de significación únicam ente forma!,
sino de u n a transferencia por las vías de la nación revolucionaria
en la que consideró debía seguirlo todo el movimiento en procura
de u n a política rnarxista, representada entonces por la Tercera
Internacional. E n ese m om ento su encarnizado adversario fué
Aragón, que tildó de “deshonrosa” la acción política.
Aragón, por su parte, franquea privativam ente el lím ite que
siem pre lia separado al surrealismo de la acción política, del
marxismo, es decir, que reniega del surrealismo' para hacerse co­
m unista. Y como su conducta durante m uchos meses carece de
claridad, los surrealistas con justa razón, consideran que m aniobra
p ara llevarlos a pronunciarse burocráticam ente en favor de la
política literaria del P artido Com unista. Los surrealistas no ven
en las exigencias del comunism o otra cosa que u n a abjuración
y u n a servidum bre a la literatu ra de propaganda.
Además, y esto es de sum a im portancia, la evolución de N a­
ville y la de A ragón no se producen en la misma época. Aragón
no hace más que seguir paulatinam ente la corriente que lleva a
los intelectuales avanzados de todos los países hacía la U. R. S. S.,
en m om entos en que ese paso no causa a los que lo realizan n in ­
gún perjuicio. Así los surrealistas consideraron la actitud de A ra­
gón como u n a parodia, como u n a “traición”, que le reprocha­
ron con am argura du ran te años.

[ 194 ]
AUTO NOM ÍA DEL SURREALISMO

L a p artid a de Aragón fué p ara el grupo u n a sensible pérdi­


da. Perdía, no solamente a uno de sus fundadores, sino a u n poe­
ta de dotes poco comunes y renom bre considerable, que contri­
buyó a d ar al surrealismo esa fisonom ía que le hemos conocido.

[ 195]
2

%ií y, í a p a r a n o i a - c rític a

"E n el m o m en to más exaltado de la


danza, el telón de fo n d o será sú b ita ­
m e n te interceptado p o r u n a docena de
m otocicletas con los m otores en marcha,
balanceándose en la extrem id a d de
cuerdas propicias, al m ism o tiem po que
algunas m áquinas de coser y unos as­
piradores caerán desde las galerías altas
y se aplastarán contra el escenario,
m ientras el telón se cerrará lentam ente
Salvador D alí.
(G uillaum e T e ll, b a lle t portugais.)

I' A salida de Aragón no arrastra a nadie del grupo tras él, Dalí
A“' y B uñuel, que acaban de hacer juntos la gran película cine­
m atográfica L ’Age d!or, cuya proyección suscitó la'có lera de las
“Juventudes Patrióticas” que la sabotearon, refuerzan el movi­
m iento con. su ingreso. El surrealismo continúa expresándose por
interm edio de Le. Surréalisme au Service de la Révolution, del
que aparecen dos núm eros en 1931 y dos en 1933. D alí infunde,
.además, u n a nueva anim ación al m ovim iento, dotándolo' de su
m étodo de análisis paranoico-crítico.
Ya se sabe lo que es la paranoia. Consiste en u n delirio de
interpretación del m undo y de su yo, a los que da u n a im por­
tancia exagerada. Pero lo que diferencia este desequilibrio' de los
otros estados de alteración m ental, es u n a sistematización perfec­
ta y lúcida que lleva a u n proceso de supervaloración individual,
conducente a m enudo a la m egalom anía y al delirio de persecu­
ciones. Presenta u n a cantidad de formas coherentes, a p artir de
su iniciación, que se acom pañan de alucinaciones, de interpre­
taciones delirantes de los fenómenos reales, que a cada m omento

[ 197 ]
H I S T O R I A DEL SURREALI SMO

agudizan el estado, El paranoico posee u n a salud norm al, no


sufre n in g ú n trastorno orgánico y sin em bargo vive y se mueve
en u n m undo extraño. Lejos de someterse a la lógica del vivir,
como la m ayoría de la gente “norm al”, la domina» la hace a su
deseo. La tesis del doctor L a c a n 1, aparecida en esa época, in­
teresa vivam ente a los .surrealistas y viené a dar a la teoría de
D alí valiosas confirmaciones.
Ya en 1930, en L a Femme Visible, D alí había anunciado el
próxim o m om ento en que sería posible “sistematizar la confusión
y co n trib u ir al descrédito total del m undo de la realidad” :

“L a p aranoia se sirve del m undo exterior para valorar la


idea obsesiva, con la tu rb ad o ra particularidad de volver adm isi­
ble p ara los demás la realidad de esta idea. L a realidad del m u n ­
do sirve como ilustración y prueba y está al servicio de la realidad
de nuestro espíritu.”

¿Pero qué es la paranoia-crítica? Según Dalí, es u n m étodo


espontáneo de conocim iento irracional “basado en la objetiva­
ción crítica y sistem ática de las asociaciones e interpretaciones de­
lirantes”. B retón la define:

“Se trata de especular fervorosam ente sobre esta propiedad


de la vivencia ininterrumpida de todo objeto sobre el cual se
ejerce la actividad paranoica, dicha de otra m anera, la actividad
ultra-confusional que tom a origen en la idea obsesiva. Esta vi­
vencia in in terru m p id a perm ite al paranoico actuante tom ar las
imágenes del m undo exterior por inestables y transitorias y hasta
p o r sospechosas, y, cosa inquietante, está en su poder el hacet
verificar a los demás la realidad de su im p resió n . . . Nos encon­
tramos aq u í en presencia de u n a nueva afirm ación, con pruebas
formales, de la omnipotencia del deseo, que fué desde u n principio
el solo acto de fe del surrealism o..

i D e la psychose paranoiaque dans ses rapports avec la personnalité,

[ 198]
au to no m ía del surrealism o

¿Dónde y cómo se ejerce esta actividad? Por todas partes. En


el poema» que es donde se encuentra más a gusto; en la pintura»
que no será más que la “fotografía en colores y al alcance de
iodos de la irracionalidad concreta y del m undo im aginativo en
general”; en la escultura» que no será más que el “m olde al al­
cance de todos de la irracionalidad co n c reta . . Se aplica igual­
m ente al cine, a la historia del arte» “y todavía, si el caso se p r e - .
senta, a toda clase de exégesis”. L a interpretación paranoico-crí-
tica “del mismo D alí” del Angelus de M illet, su apología del mo-
dern’style 1, son demasiado conocidas p ara que insistamos en ellas.
Sólo diremos que para él el autom atism o y aun el sueño son
estados pasivos, y tan pasivos que se los aisla del m undo exte­
rior en el cual debían m overse' en p lena libertad. Y así se con­
vierten en refugio, en “evasiones idealistas”, m ientras que la p a ­
ran o ia es actividad sistematizada que tiene por finalidad una
intrusión escandalosa dentro del m undo de los deseos del hom ­
bre, de todos los deseos de todos los hom bres 2. El camino estaba
así abierto a la noción de los “objetos surrealistas”. ¿Qué es un
objeto surrealista? Se podría decir en general que es todo objeto
dislocado, es decir salido de su esfera habitual, em pleado para
usos distintos a los que está destinado o cuya función es descono­
cida. Por lo tanto, lo es todo objeto que parezca fabricado por
capricho, sin otro destino que la satisfacción del que lo hace, y
p or ende, todo objeto fabricado según los dictados del subcons
cíente, del sueño. ¿Y en el fondo, los ready-made de Marcel
D ucham p no com portan estas condiciones? Y lo que lleva a sei
portadores de lo desconocido a su Porte-bouteilles y a los engra­
najes de su Broyeuse de chocolat, es el ser la m aterialización, en

1 Sus más bellas realizaciones se encuentran en Barcelona, pero están


tam b ién las en trad as 1900 del subterráneo parisiense.
2 “El delirio toma un carácter tangible e im posible de contradecir
que lo coloca en las mismas antípodas de la caracterización del automatismo
y el sueño. Lejos de constituir como ellos un elem ento pasivo p ropicio a la
interpretación, el delirio paranoico importa por sí mismo una forma dq
interpretación y es, precisamente, este elem ento activo nacido de la presencia
sistem ática que, aparte de las consideraciones generales precedentes, inter­
viene como principio de esta contradicción en la cual reside para m í el
drama poético del su rre alism o . . . ”

[ 199 ]
H I S T O R I A DEL SURREALI SMO

absoluto conseguida, de los deseos subconscientes de su creador,


Y responderán inm ejorablem ente a lo que se está habituado a
p ed ir a la obra de arte, si estos mismos deseos consiguen ser corrí
partidos por el espectador. Tom em os u n portabotellas, objeto
innocuo a más no poder, démosle por nuestra p ro p ia cuenta un
valor artístico aislándolo de su función corriente, apelemos al
subconsciente de todos para considerarlo como único y olvidar su
uso, y tendrem os u n objeto extraño, con todas sus puntas colo­
cadas en círculos decrecientes y dirigidas hacia arriba, u n objeto
catalizador de u n a enorm idad de deseos subconscientes.
Pero Picasso tam bién considera el valor del objeto' en sí mis­
mo. T ien en este significado los papeles pegados, los pedazos de
diarios, los trozos de hilo, los excrementos mismos que puso en
sus cuadros. Y la técnica del “encolado”, que utilizan M ax Ernst
y Georges H ugnet, no es más que u n a irrupción victoriosa del
objeto en terrenos donde uno no esperaba verlo. U n verdadero
dislocam iento de la conciencia al terreno obscuro de lo subcons­
ciente.
Si se considera que todo objeto puede desempeñar, por la
voluntad de quien lo h a elegido, este papel, y como el núm ero
de los objetos es ilim itado, la gama de sensaciones que ellos pue­
den producir será infinita. Éste puede ser u n aerolito, uno de esos
“anamorfo-cónico” de Dalí, o u n obieto sin aplicación, que res­
ponderá al deseo del buscador tanto más cuanto las circunstancias
de su hallazgo sean más inesperadas o represente la m aterializa­
ción de la búsqueda subconsciente. P or esa razón los mercados
de viejo fueron u n a fuente inagotable de tesoros nuevos para
B retón y su grupo. Q uien pudo ver en Ja casa de B retón los
num erosos objetos allí encontrados, desde la raíz de m andrágo-
ra hasta la cuchara con zócalo de pezuña, tendrá de esto una
idea. Pero m ejor es seguirlo en su cacería de maravillas. Aquí lo
tenemos detenido ante un objeto:

“El prim ero entre ellos que nos atrajo, ejerciendo sobre nos­
otros la fascinación de lo nunca visto, fué u n a media máscara
de metal, asombrosa de rigidez y al mismo tiem po de adaptación

[20 0]
A U T O N O M I A DEL SURR EAL ISM O

a una necesidad para nosotros desconocida. L a prim era idea, con­


cretam ente im aginativa, fué la de estar ante u n descendiente muy
evolucionado de u n yelmo que hubiese tenido deslices con un
antifaz. AI probarlo pudim os darnos cuenta de que los agujeros
para los ojos, estriados de lam inillas horizontales de su misma sus­
tancia en diversas gradaciones, perm itían u n a visibilidad perfec­
ta . . . El aplastam iento de toda la cara propiam ente dicha, fuera
de la nariz, acentuaba la hu id a rápida y sin embargo delicada
hacia las sien es. . . ”

Estas consideraciones de B retón respondían al hecho de que


nunca había visto el objeto en cuestión y no sospechaba su ver­
dadero uso. A hora bien, ■esta máscara no era otra cosa que un
aparato defensivo empleado por lo s ' ejércitos franceses a princi­
pios de la guerra de 1914, como hemos tenido ocasión de com pro­
barlo en el Museo de Val-de-Gráce. Joé Bousquet lo explica,
el m isterio se desvanece y el. objeto recobra su banalidad.
No obstante su significación no quedó aquí. B retón ese día
estaba acom pañado por el escultor Giacom ettí y éste, después de
curiosas cavilaciones, la adquirió. Por últim o se revela que Gia-
cometti buscaba inconscientem ente esta máscara para u n a escul­
tu ra en la que trabajaba y de la que no había podido, inexpli­
cablem ente, bosquejar la cara. Es con este sentido que Bretón
refiere el papel catalizador del hallazgo:

“El hallazgo cum plió aquí rigurosam ente la misma función


del sueño, en el sentido de liberar al individuo de escrúpulos
afectivos paralizantes, de reconfortarlo y de hacerle com prender
que el obstáculo que ha podido creer insalvable está, franqueado”.

Más interesante todavía para los que quieran com prender


estos fenómenos, sería la elucidación de las condiciones del h a ­
llazgo por Bretón, en el mismo lugar y el mismo día, de u n a cu­
chara poco corriente de m adera, p ara el cual hallazgo él volvió
a u n sueño anterior que buscaba obscuram ente su realización.
No es necesario de m anera alguna buscar lo pertinente en

[ 201 ]
H I S T O R I A DEL SUR REALISMO

esta explicación. U no no tiene más que referirse a sí mismo y


contem plar los objetos de que gusta rodearse, preguntarse por
qué adquirió éste, p o r qué aquél lo atrajo en unos momentos
y lo disgustó en otros, y, si es posible, com prender las razones
de los estados afectivos respecto a esos objetos.
Y m ejor que confiar en la casualidad, que no siem pre se
nos m uestra oportuna, sería fabricar uno mismo “objetos surrea­
listas”. Estos expresarían debidam ente las fuerzas del subcons­
ciente y los deseos del sueño, como m aterialización de estados y
formas apenas entrevistas. B retón había presentido esta creación
y deseaba hacer circular objetos vistos en sueños, cuya fabricación
no era otra cosa que realizar paso a paso u n mismo plan entre­
visto hasta en sus menores d e ta lle s1. Se acusó a m enudo al su­
rrealism o de u n a im aginación desbordante, atorm entada, cuando
no se agregó que era morbosa. A hora bien, en los objetos surrea­
listas no hay por lo com ún siquiera el m ínim o de im aginación.
El fabricante no hace más que tratar de transfundir a la m ateria
u na form a soñada, de separarlo de la ganga razonable en que se
escondía el hallazgo y facilitarle su vocación de aparecer en modo
concreto. ¿Invención, voluntad, intención, atención, ingenio? N a ­
da de esto. Es sum isión al subconsciente, traducción autom ática
de algo ya descifrado detalle por detalle. B retón es de lo más
in h áb il m anualm ente, no sabe ni tom ar u n lápiz p ara dibujar,
sin em bargo fué capaz de hacer dibujos reproducidos en las revis­
tas surrealistas y fabricar objetos de prolija com plejidad.
O tro paso en este sentido fué dado por D alí con la fabrica­
ción de “objetos de funcionam iento simbólico” . P artió de u n a
escultura de Giacometti, L ’heure des traces, que se puede descri­
bir, en m anera elem ental, como form ada por dos sólidos. U no en
form a de u n cuarto de naranja con los dos planos incidiéndose en
arista pronunciada; el otro es u n a bola hendida en su base y en
suspenso arriba del prim ero por un hilo. Este últim o sólido es,
pues, móvil, y se desplaza sobre el sólido inferior en form a que
la arista esté en contacto con su base hendida. Este contacto no

l A. Bretón: In tro d u c tio n au Discours sur le p e u de R éalité, (Citado


precedentemente.)

[ 202 ]
A U T O N O M I A DEL S U R R E A L I S M O

es u n a penetración. A hora bien, toda persona que vió este obje­


to, sintió u n a emoción violenta e indefinible, en relación, se en­
tiende, con deseos sexuales subconscientes. Esta emoción no te­
nía u n sentido de satisfacción, más bien era u n a angustia seme­
jante a la im presión de la falta de algo, de algo que no puede
cumplirse, pero que siempre está al ocurrir, u n poco así como
la asíntota de los m atemáticos. El camino se encontraba, desde
ahora, abierto p ara la fabricación en gran escala de objetos de
este género. D alí fué el que construyó más, pero Bretón tam bién
los hizo. Igualm ente M an Ray y, en nuestros días, Oscar D o­
mínguez.
N o se podía lim itar u n avance sem ejante al terreno del au­
tomatismo. El autom atism o escrito, pintado, esculpido (Picasso,
G iaco m etti), fotografiado (M an R a y ), no salía de las represen­
taciones. Pero ya llega al terreno de la vida cotidiana, por m ejor
decir, la vida se pone al servicio del autom atism o, de lo subcons­
ciente. ¿No lo estuvo siempre? Sí. P ara esto no hay más que ver
la moda, la fem enina sobre todo, terriblem ente reveladora de
ciertos gustos, de ciertos deseos, para el buen observador. Pero se
encuentra aquí en .situación episódica, inestable, imperfecta. Los
surrealistas, seguros de su nuevo patrim onio, se consideran ca­
paces, lanzando al m undo u n a cantidad ilim itada de objetos de
este tipo, de ponerlo totalm ente al servicio de lo subconsciente,
de crear u n m undo práctico, usual, en concordancia con los de­
seos del hom bre. Es así como hay que com prender la voluntad
de objetivación del surrealismo y a la cual se h a referido Bretón.
El terreno en el que se ejercita y en el que se ejercitará en el
futuro, tiene lím ites que pueden considerarse infinitos.
¿Por otra parte, la vida no se parece muchas veces al sueño?
¿Dónde se encuentra u n a diferencia evidente entre estos dos es­
tados? U no parece desarrollarse en u n m undo forjado exclusi­
vam ente p ara nosotros, el otro en u n m undo m aterial, d u ra­
m ente m aterial. Pero el m undo de nuestros sueños es. de apa­
riencia real en el m om ento que lo vivimos tanto como el m undo
de la vigilia. ¿Y en el m undo de la vigilia no se producen acon­
tecimientos semejantes “al sueño”? L a misma falta de lógica, de

[ 203 ]
HISTORIA DEL SURREALISMO

rigorismo, la misma presencia, de seres imprevistos» la misma


confusa sensación de actos que nos son impuestos» dictados por
semejanzas fortuitas» por casualidades no consideradas, “Uno se
m ata como en un sueño”, ya lo habían dicho los surrealistas. Pe­
ro “se vive tam bién como en u n sueño”.
Esto es lo que pretende B retón dem ostrar en su obra Les Fa­
ses C ommunicants. R ecordando u n período de su vida, ¿qué
observaciones saca? En los sueños referidos en ese m om ento e in ­
terpretados según el m étodo psicoanalítico, una simple transpo­
sición de los acontecim ientos de su vida diaria. Y en los aconteci­
mientos de esta vida» u n a serie de casualidades» no cualesquiera»
sino centradas como en el sueño alrededor de sus preocupaciones,
de sus sentim ientos, de sus deseos: encuentros, asociaciones de
ideas, juego de palabras, encadenam ientos chistosos o tristes, acon­
tecimientos totalm ente inacabados como “en sueños”. ¿Es la ra ­
zón quien lo guía en la vida en vigilia? No, nada más que una
fantasía acorde con el deseo y no más razonable que en el sueño.
Sin embargo hay que comer, beber, ir de u n a parte a otra, y estas
son necesidades perfectam ente materiales. Simple satisfacción de
nuestros deseos fisiológicos» según lo hace notar Bretón, tal como
la necesidad de respirar cuando estamos dormidos. ¿Qué es lo
que más cuenta p ara el dormido? Pero sería m ejor explicar, por
qué, cuando se está despierto, uno se siente aquí o allá seducido
por unos ojos de m ujer, y por qué encontrando este mismo color
de ojos en otra, es ésta la sola razón del im previsto atractivo. Por
qué me dedico a esta o aquella actividad que no es más necesaria
o indiferente que otra; p o r qué me llega hoy carta de u n amigo
y no de otro y por qué su nom bre está en relación con otras
ideas que son, por otra parte» extrañas a é l 1. Y así infinitam ente.
En verdad, el sueño y la vigilia son dos vasos com unicantes

1 “¿Qué significa este proceso intentado a la vida real bajo pretexto


ile q u e el sueño da la ilusión de esta vida, ilusión descubierta al despertar,
cuando en el sueño la vida real, suponiendo que sea ilusión, es aceptable
y no tenida p o r ilusoria? ¿No sería tam b ién fu n d a d o el juicio, al p e n s a í
q u e los borrachos ven doble, que para el ojo del hom bre sobrio la repe­
tición de objetos es consecuencia de u n a b o rrac h e ra algo distinta?”

[ 204 ]
A U T O N O M Í A DEL SURREALISMO

en los que se m anifiesta u n a sola fuerza, el deseo. Y es significa­


tivo observar

. . . “cómo la .exigencia del deseo en busca del objeto de su


realización, dispone extrañam ente de impulsos exteriores, ten­
diendo egoístam ente a no retener de ellos más que lo utilizabie
p ara sí. L a insulsa agitación de la calle se h a convertido en, algo
apenas más molesto que el roce de las sábanas. El deseo está
ahí, destrozando con crueldad esa tela que no es lo suficiente­
m ente ráp id a en su am oldam iento y, después, dejando correr en­
tre los pedazos su hilo seguro y frágil. Y no lo abandonaría a
n ingún regulador objetivo de la conducta hum ana ..

One se deje, pues, de h ablar de sectores heterogéneos y has­


ta antagónicos. “El sueño y la acción”, una de esas todavía fal­
sas antinom ias, que no por ser creídas por miles de personas son
más ciertas. Parece que la lógica no se encuentra cómoda sino en­
tre análisis, divisiones, oposiciones, como lo norm al y la locura,
lo inconsciente y lo consciente, la palabra y los actos, lo tuyo y
lo mío, cuando no hay más que campos diferentes, y no opues­
tos, de aplicación del deseo. Es a él a quien Bretón hace la gran
fuerza operante y tam bién el gran unificador, pues, al fin, el
deseo es quien expresa de m ejor m anera al hom bre que, en reali­
dad, es su esencia. Estrangulado, ridiculizado, apartado de sus
aplicaciones, llega el deseo, a pesar de. todo, a tom ar siempre su
debido lugar.
N ada quiso tanto el surrealismo como ver al deseo librado
de ataduras y oropeles vergonzosos a los que a veces fué obliga­
do a recurrir. No sólo hay que proclam ar su om nipotencia, se
debe desembarazarlo de los obstáculos que p ertu rb an su realiza­
ción, tanto de los que dependen de la sociedad como de los in ­
herentes a la condición hum ana. L a verdadera revolución para
los surrealistas es la victoria del deseo.
Sería p u ra u to p ía literaria si, al mismo tiem po, los surrea­
listas no tuviesen el propósito de poner todo el peso de su acción
en el prim er m ovim iento revolucionario a realizar, el que es p ri­

[ 205 ]
H I S T O R I A DEL SURREALI SMO

m ordial y está condicionado al cambio de la vida, de las costum ­


bres y de los sentim ientos. L a revolución social que destruirá brus­
ca y radicalm ente el m undo im practicable en que se encuentran
tanto los surrealistas como la m ayor parte de los hom bres. Es,
ju n to a su n atu ra l actuación surrealista, que los vemos con la
m irada puesta en u n m undo nuevo, y, u n id a a su actividad pro­
pia, encontram os su voluntad de incidir todavía más p rofunda­
m ente en la vida política. Y esto en el curso de los años veni­
deros.
H ay desde ahora en adelante, a p artir de 1933, "u n a p olíti­
ca del surrealism o”, que se verá cada día más oprim ida dentro
de las filas comunistas, que finalm ente rom perá para apartarse.
Es esta política surrealista la que intentam os exam inar ahora,

[ 206 ]
o£a política óurreaiiáta

“Nosotros hem os declarado desde ha­


ce tiem po nuestra adhesión al m ate­
rialism o dialéctico, haciendo nuestros
todos sus postulados

A n d ré B retón.

T A política surrealista se había señalado en 1931 por tres fo-


lletos contra la “Exposición C olonial” y a favor de la “E xpo­
sición A nticolonial” de los comunistas. P articularm ente Aragón
y E lu ard se hicieron cargo» con pleno éxito» de la decoración de
algunos de los “stands”. Pero las relaciones entre el surrealismo
y el P artido C om unista Francés se habían vuelto tirantes lue­
go de la ru p tu ra de Aragón. Y los surrealistas ponen en el tapete
la movilización en masa de los “Congresos de Amsterdam-Pleyel”,
que» conducidos por Barbusse y R om ain R olland, debían retar­
dar la guerra. N o tienen confianza en el pacifismo hum anitario
de estos dos hom bres y, pretendiéndose mejores discípulos de Le-
n in que los mismos comunistas» lanzan la famosa palabra de or­
den: “Si quieren la paz, preparen la guerra civil” 1.
Es en este m om ento, fines de 1933» que 'Bretón, E luard y Cre-
vel, son expulsados del P artido Com unista. N o solamente por
atacar las nuevas directivas comunistas» sino porque se les hace
solidarios, y lo son en electo, de u n artículo de F erdinand A lquié

l E n u n folleto titu la d o L a movilisation contre la guerre n ’est pas la


paix, q u e firm a n B retón, Caíllois, Ciiar, Crevel, E lu a rd , M onnerot, Péret,
Rosey, T an g u y , T hirion.

[ 207]
HISTORIA DEL SURREALISMO

aparecido en L e Surréalisme au Service de la Révolution. Alquié


denuncia el “viento de cretinización que soplaba ■desde la U, R,
S.” sobre todo por películas cinematográficas que, como “El
C am ino de la Vida”, exaltaban valores que se consideran confor­
mistas para los occidentales, aunque no fuese más que ese famoso
am or al trabajo, la bestia negra de los surrealistas. Crevel, meses
más tarde, recupera la confianza perdida, a tal p u n to que llega
a colaborar en C o m m u n e , órgano de la A. E. A. R. Bretón, hasta
su p artid a p a ra Am érica en 1940 1, y Eluard, por algunos años,
han de separarse cada vez más del com unism o francés y term i­
n arán por com batirlo.
Sus prim eras armas como políticos independientes de la in ­
fluencia de la T ercera Internacional comienzan en estos mo­
mentos.
El año 1934 señala, se recuerda, la tom a de la calle por
las masas y el fin del parlam entarism o. Éste desacreditado, en-,
vilecido por los asuntos Stavisky y Prínce, a los que se agregan
los grandes escándalos del régimen, no hará más que sobrevivirse
hasta la declaración de la guerra que ratificará. Da la im pre
sión de que los sectores enfrentados quisieran com batirse desde
ahora a cara descubierta, apartados de u n campo ficticio.. Y el
parlam entarism o será la prim era víctim a del golpe de estado, del
6 de febrero, que fracasa. Los fascistas y la reacción social, si no
logran tener éxito, dem uestran con claridad que la solución está
fuera del Parlam ento, y no es a él precisam ente a quien defienden
las masas obreras movilizadas para la huelga general que siguió
a la tentativa. El golpe fué u n a advertencia seria p ara los revo­
lucionarios. ¿Dejarán, al igual que en Italia y Alem ania, que
aparezcan ios sostenedores de la reacción política y social como
los únicos capaces de realizar u n cambio de régimen? ¿O tom arán
conciencia, haciendo prim ero u n llam ado a sus fuerzas y luego
poniendo su intención en la inm ediata necesidad del cambio ra ­
dical que siem pre preconizaron?
E n medio de esta agitación, los surrealistas hacen oír su voz,

i H a b rá q u e esp erar su regreso p a ra saber q u é p iensa a h o ra respecto


a este p u n to .

[208]
A U T O N O M I A DEL SURREALISMO

y esta voz es escuchada con atención por los revolucionarios. Y


el 10 de febrero lanzan su A p p e l á la lutte. Piden la urgente rea­
lización, contando con iodos los sindicatos obreros, de una uni-
dad de acción y proponen se forme u n organismo “capaz de ser
una realidad y u n arm a”. No solam ente firm an este m anifiesto
los surrealistas, pues parece que la iniciativa no fué exclusiva de
ellos, sino que reúne a u n gran núm ero de intelectuales que más
tarde engrosarán las filas del Com ité de Vigilance des Intellec-
tuels 1. El 18 de febrero se publica otro folleto que es enviado
a las mismas organizaciones y que trata del mismo tema. C ontie­
ne u na encuesta precisa sobre los medios ele concretar esta “un i­
dad de acción del proletariado”. Los surrealistas esta vez se en­
cuentran de lleno en la liza. No se equivocó Bretón al afirm ar que,
llegado el momento, los surrealistas tom arían su puesto de lucha 2.
U n poco más tarde ingresan al C o m ité de Vigilance , firm ando el
m anifiesto del 25 de marzo de 1935, que condena toda vuelta a la
U n ió n Sacrée. Es q u e en el intervalo se había producido u n he-1
cho im portante, la firm a del pacto franco-soviético de asistencia
en caso de guerra, que fué m arginado con el viaje de Laval a
Moscú y la concom itante solidarización de los comunistas con la
política extranjera de ambos países.

Es, aparentem ente, sobre esta base de acercamiento franco-


soviético que se organiza el Con gres des Écrivains p o u r la D é je n ­
se de la Culture, Los surrealistas, lo mismo que denunciaron el

1 Encontramos aquí, adem ás de los nom bres de los surrealistas, los de


J. R . Bloch, Félicien C hallaye, Louis C havance, E lie F aure, R a m ó n F er­
nández, fean G uélienno, Henri G eanson, Fernand Léger, André Lhote, Maxi-
m ilien Luce, A ndré M alraux, M arcel M artin et, P a u l Signac y otros.
2 U n acontecim iento de m enor im p o rtan cia los pone en g u ard ia en
ese m om ento. L eón T rotsky se en cu en tra afectado p o r 'u n decreto de expulsión
del gobierno francés, a q u ie n p id ie ra asilo luego de ab an d o n ar T u rq u ía .
Los surrealistas se re b elan y pro testan contra esta m edida y hacen u n a cues­
tión de h o n o r en p re sen ta r sus saludos al a u to r “de esta fó rm u la que nos da a
nosotros razón p erm an en te p a ra vivir y lu c h a r”: “El socialismo significará un
asalto del reino de la necesidad al rein o d e la lib e rtad , asim ism o en este
sentido el hom bre de hoy, pleno de contradicciones y sin arm onía, a b rirá el
cam ino a u n a nueva especie m ás dichosa.” (T exto del folleto publicado en
esa ocasión.)

[ 209 ]
H I S T O R I A DEL SUR REALISMO

“Congreso pacifista ele Amsterdam-Pleyel”, declarando su volun


tad de participar en el mismo, ahora piden tom ar parte en este
Congreso que solicitan reú n a a todos los intelectuales avanzados
del m undo. Pero sólo consiguen atención de los organizadores
para dos puntos. Que no se podría estar incondicionalm ente por
“u na defensa de la cultura”, que n o era otra que la creada pol­
la burguesía, y que no deseaban asistir a todo u n espectácu
lo donde se proclam aría la fe pacifista y antifascista, renun
ciando a p lan tear y debatir cuestiones de fondo, discutibles y muy
im portantes, p ara conformarse finalm ente con u n a un id ad nada
más que de palabra. Y la dem anda no se toma, en cuenta. Los su­
rrealistas quedan al m argen de los trabajos de organización del
Congreso. No son considerados como participantes ni en los afi­
ches ni en los program as y ni siquiera se los invita para que un
representante suyo haga uso de la palabra. R ene Crevel insiste
con ardor ante sus camaradas comunistas p ara que esta últim a
disposición se anule, y se pueda, por lo menos, oír a los surrea­
listas. El suicidio de Crevel, ocurrido ese mismo clia y cu ya cau­
sa, si no es muy clara, fué por el mismo Crevel fundada filosófi­
camente, es, aparentem ente, m otivo para que E luard pueda leer
en la inauguración del Congreso u n discurso escrito por Bretón.
Éste no p udo hacerlo- por haber tenido un incidente con un
m iem bro de la delegación soviética1. El recuerdo de este inci­
dente y el. tem or de u n sabotaje surrealista .a la asamblea, h a ­
bían puesto sobre ascuas a los concurrentes, que poca atención
prestaron a la lectura de Eluard, tanto que Barbusse pudo es­
cribir al día siguiente, en H u u u m ité, que “E luard se pronunció
-contra el pacto- franco-soviético y contra una colaboración cultu­
ral entre Francia y la U. R. S. S.”, deform ando, posiblem ente
adrede, su verdadero sentido.
Sin embargo, B retón no hizo más que poner en guardia a sus
camaradas revolucionarios contra la política, de la burguesía fran­
cesa:

l Ilya E h ren b o u rg h a b ía calificado, !o m ism o q u e Claudel, la actividad


surrealista de “p e d era sta ”. B retón, al enco n trarlo p o r casualidad en la calle,
lo agredió de hecho.

[ 210]
au tono m ía del surrealism o

“Si se im pone el acercamiento franco-soviético, es éste el m o­


mento menos indicado para apartarnos de nuestro criterio de
crítica. A nosotros nos corresponde vigilar de cerca las modalida­
des de este acercamiento . . . ”

Los asistentes, pese a ser intelectuales, fueron sordos a los


matices y no quisieron ver en estas palabras más que un ataque
a la U nión Soviética. Y las declaraciones de Bretón son acogidas
con indiferencia y hasta con frialdad, cuando éste, fiel a la tra­
dición surrealista, insiste en denunciar el sentim iento de patria
que los comunistas h an tomado a su cargo y en cuyo camino
B retón se niega a seguirlos:

“Nosotros nos rehusamos a reflejar tanto en la literatura


como en el arte la vuelta de espaldas ideológica, que se ha tradu­
cido recientem ente dentro del sector revolucionario en el aban­
dono de la palabra de orden: Transformación de la guerra im ­
perialista en guerra c i v i l . . . Nosotros no trabajarem os en ahogar
el pensam iento alem án . . . tan activo en el ayer y de donde po­
drá salir el pensamiento- alem án revolucionario de m añana . . .”

Estas consideraciones no sólo abarcan el campo político, si­


no que inciden en el arte. Y aquí se nota la evolución del su­
rrealismo que se confiesa u n m ovim iento cultural formado por
artistas ligados a la revolución y que, convertidos en “sus com pa­
ñeros de em presa”, dejan a los políticos su manejo,
B retón llega a esta definición:

“La obra de arte vive, en su siempre condición creadora de


emociones, donde la sensibilidad cada vez más difundida extrae
día a día el alim ento de más necesidad . .

Y tampoco el surrealismo se encuentra contagiado por los sa


cudim ientos sociales al realizar “u n equilibrio” perfecto de lo ex­
terno, es decir, de lo formal, y de lo interno, es decir de lo que
contiene de notorio. Y solamente dentro de esto, es que Bretón se

[ 211 ]
H I S T O R I A DEL SUR REALISMO

m anifiesta dispuesto a “defender la cultura”. N o deseo que se con


serven las “obras clásicas” elegidas por una sociedad burguesa, pe­
lo sí, en cambio, las “obras anunciadoras” de Nerval, Baudelaire,
L autrém ont, Jarry. Profundizando su análisis, distingue u n Cour-
bet dem oledor de la “C olonne” y u n C ourbet pintor; un R im baud
que no pasa a la posteridad como “joven guerrillero de la Revo­
lución” y sí por ser antes que nada un revolucionario en poesía 1.
Es decir, que u n a vez más Bretón se alza contra la concepción de
un arte de propaganda o de circunstancias, en favor de un arte
que lleve en sí mismo su fuerza revolucionaria por ser la resul­
tante de hom bres que sienten y piensan revolucionariam ente.
Estas declaraciones no se tom an en cuenta. Por esto, en el
fo lle to 2 en que resumen los resultados del Congreso, los su
rrealistas dicen a propósito de la creación de la Association I n ­
ternationale pour la Déjense de la Culture y de su Comisión de
112 miembros que nadie eligió:

“A esta Comisión y a esta Asociación, no podemos menos


que ---- ‘"arles nuestra desconfianza.”

10 tiem po declaran no querer “aceptar sin discusión


las actuales directivas de la I. C., ni aprobar a priori las m odali­
dades de su aplicación” . Por últim o, luego de citar diversos ejem ­
plos sacados de la prensa soviética, adelantan su recelo para el
régim en de R usia y su jefe 3.
1 "T ra nsfo rm a r el m u n d o h a dicho Marx, cambiar la vida ha dicho
Rim baud, y de estas dos palabras de o rd e n nosotros no hacem os más que
u n a sola.” B retón.
2 D u temps que les surréalistes cwaient raison. (Agosto 19S5.)
3 “ L im itém onos a reg istrar este proceso de lá p id a regresión q u e p r e ­
tende que, después de la patria, sea salvada la ta ia ilia en ia agonizante
revolución rusa. N o queda m ás q u e restablecer la religión —p o r qué n o—
y la p ro p ied a d p rivada, p a ra d ejar en irada las tan prom isorias conquistas de!
socialismo. A u n a riesgo de provocar la cólera de sus turiferarios, p re g u n ­
tam os si hay necesidad de otras p ruebas p a ra juzgar p o r sus propias obras
a u n régim en, en este caso el actu al -régim en ruso, y a su todopoderoso
jefe, bajo cuya je fa tu ra este régim en h a llegado a la negación total de lo
q u e debía ser y de lo que h a sido.
“A este régim en y a este jele no podem os írtenos que dem ostrarles nuestra
desconfianza.”

[ 212 ]
A U T O N O M Í A DEL SURREALISMO

Se presenta así la ru p tu ra con el P artido Com unista ruso


, w, acccíón francesa, pero que no significará la ru p tu ra con la
Ilevolución.
Bretón la hace pública ese mismo año en el folleto Position
P o litiq u e du Surréalisme , donde critica en prim er térm ino el papel
providencial que desem peñarían siempre los que hicieron la
revolución rusa, y, por lo tanto, critica la actitud incondicional,
que, según los comunistas, deberá tenerse para los revoluciona­
rios occidentales y para todo lo que se produjo y se está p rodu­
ciendo en Rusia. Por u n lado, dice Bretón, se crea un verdadero
tabú y p or el otro se niega el derecho del rechazo, única fuerza
real de la actividad revolucionaria. B retón no quiere constreñirse
a ésta actitud, a su modo, de ver retrógrada, y se aparta para ir
al encuentro de la acción, necesaria, inm ediata 1 y hace conocer
la fundación de Gontre-Attaque, U n io n de latte des intellectuels
revolutionnaires 2, cuya plataform a se apoya en declaraciones in ­
equívocas.
Los participantes de este m ovim iento están en prim er térm i­
no contra las ideas creadas por el patrioterism o, contra el capita­
lismo “y sus instituciones políticas” . Por lo tanto denuncian al
“Frente P o p u lar” en formación, al que predicen anticipadam ente
su fracaso por aspirar al poder contando con módulos del m e­
canismo burgués.
Fuera de estas repulsas, proclam an su solidaridad con la cau­
sa de “los obreros y campesinos”, pero rehusándose en cambio
a reconocer, por considerarlo demagogia, “su vida como la única
verdadera y h u m an a”. En consecuencia, la organización está abier­

1 “P or sobre las consideraciones que siguen, y a las cuales m e llevó una


preocupación de diez años p o r conciliar el surrealism o como modo de creación
de u n mito colectivo con el m ovim iento m ucho m ás general de liberación del
hom bre que p rim ero tiende a la m odificación fu n d am en tal ele las form as
burguesas de p ropiedad, está el problem a de la acción, de la acción inm ediata
a realizar, q u e con tin ú a a ú n en p ie.”
2 Este m anifiesto del 7 de o ctubre de 1935 lo firm an, adem ás de Bretón.
E luard, P asíoureau y P éret, antiguos surrealistas como B oiffard, sim patizantes
del m ovim iento como Claude Cahun y M aurice H eine, intelectuales corno el
actor R oger B ün, P. Aim ery, y el viejo enem igo de B retón, Georges Eataille,
factótum del m ovim iento.

[ 21 3 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

ta a todos los revolucionarios marxistas o no, que acepten estos


postulados:

“La evolución del capitalismo hacia una contradicción des­


tructora, la socialización de los medios de producción como tér­
m ino del proceso histórico actual, la lucha de clases como factor
histórico y fuente de valores morales, imprescindibles.”

Pero se encuentra cerrada para los oportunistas, sean q u ie­


nes fuesen.
Esta m anera de tom ar partido, constituye por sí misma una
originalidad del movimiento, señalada, además, por el hecho de
que estos hom bres se encuentran obsesionados por la facilidad
con que los fascistas, apéndice operante de la burguesía, han
conseguido en algunos países desorganizar las fuerzas revolucio­
narias y vencerlas conquistando el poder. T am bién insisten en
la necesidad de rom per con la táctica tradicional de los partidos
obreros y aplicar para la lucha contra el régim en actual “una
táctica renovada”, que se funde en la constatación de que el fas­
cismo ha sabido utilizar las armas políticas “creadas por el m ovi­
m iento obrero”. Y para esto no hay ningún inconveniente, por
el contrario, en que los movimientos proletarios revolucionarios
utilicen las armas creadas por el fascismo y, especialmente, la
propensión esencial del hom bre a la exaltación afectiva y al fa­
natism o h
Se ve evidentem ente que el program a de Contre-Attaque con
los principios que formula, aunque no estén explícitas innum e­
rables cuestiones que no se resolverán únicam ente con proyectos,
se opone a la corriente de resignación que parecía, en ese tiem­
po, arrastrar a las masas a u n a sumisión al fascismo. La expe­
riencia del “Frente P opular” que, conducido por el dirigente
León Blum, trató de “evitar la R evolución”, no podía me­

1 “N o será u n a inform e insurrección la que conquistará el poder. Lo


que hoy h a de decidir el destino social es la creación orgánica de u n a vasta
com posición de fuerza disciplinada, fanática, capaz de ejercer, llegado e: m o ­
m ento, u n a im placable a u t o r i d a d . .. ”

[ 214 ]
A U T O N O M Í A DEL SUR REALISMO

nos que confirm ar la visión de estos intelectuales. Este movi­


m iento fracasará, precisam ente porque sus adeptos no son otra
cosa que intelectuales, hom bres sin raíz social» y, sobre todo»
sin contacto con las fuerzas vivas de la historia, m om entánea­
m ente aniquiladas, paralizadas, por la proxim idad de una gue­
rra. Contre-Attaque, luego de vegetar algunos meses, irá a engro­
sar el m ontón de buenos propósitos que m arginan el camino de
la em ancipación revolucionaria.

[ 215 ]
n
J'-íacia u n a r le áiírreciíl&L'a

uLigero y activo como u n polizonte


apaleando a u n obrero
B enjam ín Péret.

\ / r ju n to coa la actividad política se presenta una fase de acti­


vidad artística nada despreciable. En este preciso m om en­
to es cuando el surrealismo sale verdaderam ente de Francia y
fecunda, más allá de sus fronteras geográficas, a grupos de inte­
lectuales cada día más numerosos. Se crean en todo sitio núcleos
fundados en las ideas teóricas de Bretón. Fuera del de Bélgica
ya adulto, del checoeslovaco que lleva unos años, se organizan
otros en Inglaterra, en Suiza y en el mismo Japón. Las exposi­
ciones surrealistas se suceden en todos estos países y no siempre»
como la de Londres en 1936, su éxito depende del escándalo.
B retón se transform a en el corredor viajante del movimiento.
Conferencias en Praga, Zurich, las Islas Canarias. Entrevistas
para diarios extranjeros, en donde, incansablem ente, pone las
cosas en su verdadero punto. Destruye leyendas, propone solu­
ciones, despierta la b u rla y el entusiasmo. Se le llam a desde Lon­
dres, desde Copenhague, desde Barcelona, desde Nueva York, des­
de Buenos Aires, donde existen hombres que quieren colaborar
con el m ovim iento y que a m enudo son sus colaboradores. En Pa
rís mismo se inicia “un ciclo sistemático de conferencias sobre las

[ 217 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

más recientes posiciones del surrealismo” í , que Bretón presenta


en estos términos:

“El surrealismo se negaría a sí mismo si pretendiese haber


conseguido para algún problem a u n a solución definitiva, Es
por la m aterialización ele su propio porvenir, únicam ente por su
porvenir, que nosotros queremos en todo m om ento sostener y
reforzar la confianza que nos ha sido dada,”

Declaración parecida, casi palabra por palabra, a la del p ri­


mer núm ero de La Révolution Surréaliste. ¿Quiénes podrán
acusarlo de haberse enquistado en una tradición?
Por el contrario, puede B retón decir que el mecanismo su­
rrealista no se había oxidado en los diez años anteriores, y se­
ñala, en este program a de conferencias, “la im posibilidad de
i T ranscribim os el atractivo program a de las cuatro conferencias de
este ciclo realizado en ju n io de 1935.
“I. ¿Por qué soy surrealista?, p o r X. X. X. B retón comentará, la p ro ­
yección de algunas im ágenes con vulsi vo-f u i.gu rail íes (cíe L au tréarn o n t, farry,
Péret, Picasso, C hirico, D ucham p) . Im ágenes de M an R ay. !K\lí, 'vestido en
m an e ra a propiada, leerá su poem a j e inange Gala, Consejos de am igo, por
Ernst.
“II. ¿El surrealismo desaparecerá con la sociedad burguesa? C onsidera­
ciones sobre ru in as, por B retón. Fisonom ía surrealista de una calle, por
M alet (con presentación de afiches despedazados) . D alí tra ta rá sobre la re a li­
zación paranoico-crítica, tom ando como ejem plo el enigm a del Angelus de
M ille t. . . E sta conferencia será ilu stra d a con 30 proyecciones y acom pañada
de u n a p a n to m im a trágico-atm osférica entre el personaje m acho y e- peí so-
naje h e m b ra del Angelus.
“III. De la evidencia poética, p o r E luard. Esta conferencia ze)¡\ ,¡
por ¿a) proyecciones. La m u je r surrealista, por A rp. P resentación po
Conferencia sobre el am or, p o r P éret (con presentación del objete
La casualidad objetiva corno eje ele la concepción su rrealista de la vida, por
B retón. Esta exposición será seguida p o r la reconstrucción de algunos hechos
de la casualidad o b jetiva producidos luego ele la publicación de Nadja (puesta
en escena p o r Max E rnst) .
“IV. B retón tra ta rá sobre ia situación surrealista del objeto y correla­
tivam ente sobre la situación del objeto surrealista. H ugnet: E l surrealism o y
la vida corriente: el objeto u su al (objetos susceptibles de convertirse en u su a ­
les, p o r T anguy) . D alí presentará los objetos surrealistas últim os y los últim os
seres-objetos, y los h a rá fu n c io n a r en público y explicará las truculencias
sim bólicas de sus mecanism os. B retón h a rá conocer sus prim eros poemas-
objetos/'’

[ 218]
A U T O N O M Í A DHL, S U R R E A L I S M O

preseeuir nuestra acción sobre el plano estrictamente autónom o


qUC fué el nuestro y en el cual nos m antuvim os con éxito du-
i c u i t e diez años” . Léase: nosotros no tenernos u n órgano nues­

tro para expresarnos. Esto es la verdad. El últim o núm ero de


L e Surréalisme au Service de ¡a Révolution es de fecha 15 de
mayo de 1933 y ninguna otra nueva revista del surrealismo la
reemplaza. Sin embargo los surrealistas colaboran desde hace
algún tiem po en una entrega de arte lujosam ente editada por
Skira y dirigida por T ériade, Minotaure. Luego de la elim ina­
ción de T ériade, conseguirán hacer de esta revísta, en los ú lti­
mos años de su aparición., u n órgano surrealista. A quí las ilus­
traciones tienen un papel im portante y dan cabida a un buen
n u m e'o de ji ii l h c ’ c id i'" i de., lu ifo * p 15 ’b , E di,
Ef’K iu r n <f Tin di i me n Ti. lite, Li Pr dn
Pe ue i I iii i ' ! r• r i umdio, d i ^om a i n ,• T mm
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(i- <■ le 0 ast?o,, P k ' m’o, í.Iasseii, Clüri~o lu c h a m p , ilustran poi
Im-Tto li= cubiertas.
Al i, comí siempre, está presente la Encuesta, que constituye
v.* m edio favorito de exploración de los surrealistas. Bretón y
E luard abren, pues, una nueva: “¿Puede usted decir cuál fué el
encuentro más im portante de su vida? ¿Hasta qué punto este
encuentro le ha dado y le da la im presión de lo fortuito, de lo
necesario?” Las respuestas serán comentadas más adelante. En
tanto B retón en el núm ero 6 de M in o ta u r e , de diciem bre de
1931, presenta las últim as producciones poéticas del surrealismo,
particularmente las de Giséie Prassinos, niña de catorce años que
alinea con u n a perm anente felicidad, según los estrictos proce­
dimientos de la escritura autom ática, las imágenes más extrava-
gentes y asombrosas. Esta “Alicia en el país de las m aravillas”
vive plenam ente lo maravilloso y es u n a oportunidad para que
B retón defina el sentido de esta “única corriente eterna de co­
m unicación entre los seres”. Para él lo maravilloso es un abando­
no puro y simple a las leyes de lo subconsciente y por lo tanto
un don gratuito que no puede confundirse, como lo han creído
los simbolistas, con la búsqueda del misterio, artificial, falso,
voluntario. Lo maravilloso está dotado de una constante juven-

[ 213]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

tud, m ientras que el simbolismo ha entregado a la m uerte del


olvido sus producciones en las que hizo u n abusivo uso del
misterio. Siendo lo maravilloso la ley misma de la vida, el m iste­
rio no es más que un recurso ficticio, inconsistente. ¿Cómo se
les pudo confundir? U na ley más general merece ser extraída
de esta oposición y puede ser referida al descubrim iento capital
del surrealismo. Si desde Baudelaire. los poetas com prendieron
que el lenguaje tenía una vida autónom a y que privativam ente
las palabras eran susceptibles de infinitas combinaciones, es cu­
rioso constatar que quienes quisieron dom inar estas com bina­
ciones —las mentalidades fuertes de la escuela de Mallarrné—
fracasaron por lo general en el intento' y en cambio los que se
libraron de manos atadas al m onstruo —Lautréamont, Cross,
Rimbaud, Corbiére, Jarry, Maeterlinck— recibieron como p re­
sente por su abandono la gracia poética. Esto es, que el autom a­
tismo libera las fuerzas del subconsciente, ¡o único poético, míen
tras que la inteligencia las anula y, en sus construcciones sabias,
m argina la poesía.
El surrealismo apasionado por los problem as poéticos, no,
puede separarlos, no obstante, de los problem as revolucionarios.
¿Había en los prim eros un im potente preciosismo, u n bizanti-
nismo? Bretón no lo niega, Conviene en que existe un absoluto
divorcio entre el artista y el obrero que com baten por la misma
causa revolucionaria y que no podría ¿1, por su sola voluntad,
destruir ese divorcio. El artista, dice, beneficiario de la cultu
ra dada por la burguesía, se encuentra com prom etido —volens
nolens— en una aventura secreta, llena de encantos y descubri­
mientos. El peligro que existe para el artista, es, precisamente,
que esta voz interior ahogue todas las otras y se convierta en
única. ¿Cómo el proletario, que no se ha beneficiado con Iguales
ventajas culturales, puede com prender ese replegarse en sí mismo
en que se retrae el artista? ¿Cómo, más que todo, no lo acusaría
de abandonarlo en su lucha, de abandonar la lucha por la
satisfacción de u n fin egoísta? B retón percibe perfectam ente este
conflicto y lo deplora, confesándose im plícitam ente incapaz de
dar u n a solución. -

[2 2 0 ]
A U T O N O M I A DEL SURREALISMO

E n realidad es en este m om ento, el m om ento en que Bretón,


quiéralo o no, se coloca entre los artistas, que situaremos la
iniciación del fracaso del surrealismo.
El surrealismo lia partido de un intento colectivo, nunca
practicado hasta ahora, de revolución en el terreno del espíritu.
/T ara hacer sus prim eras armas fué obligado a dejar este terreno
ideal y arrojarse a la lucha política. Pero su unión a la política
revolucionaria exigía comprometer todos los recursos surrealistas
y, por lo tanto, el abandono de su filosofía particular que cons­
tituyó desde su origen la existencia misma del movimiento. ¿Con,
sentiría el surrealismo' en u n suicidio? No. Creyó como solución
más viable el adherirse al P artido Com unista. Pero allí no ac­
tuarán en la lucha como comunistas sino como surrealistas, hasta
que llega el m om ento en que la incom patibilidad ios obliga a
la ru p tu ra. Q uisieron disim ular la antinom ia de su posición ju n ­
tando a los intereses del espíritu los de la clase proletaria y
creándose p ara sí mismos una función específica que, al fin de
cuentas, dejaba la tarea de la necesaria Revolución a cum plir
en manos de los políticos. C ada crisis dem uestra el choque en
el seno del m ovim iento de las fuerzas surrealistas y comunistas,
y la disparidad que hay entre el terreno del espíritu y el de
‘.los hechos. El surrealista Desnos no quiere convertirse en comu­
nista y el com unista Aragón no quiere continuar siendo surrea­
lista. A unque los dos caminos son paralelos, nunca podrán ser
coincidentes. El surrealismo vivirá m ientras Bretón consiga m an­
tenerse en los dos planos y los alim ente con sus contradicciones.
D entro de esto, el Deuxiéme Manifesté expresa un avance extre­
mo en ambos terrenos. E n el del espíritu, la búsqueda hasta el
ocultismo y la iniciación esotérica, y en el de la acción, el some­
tim iento a la m ilitancia comunista.
La llegada de D alí da al surrealismo u n brote de juventud,
que de nuevo lo lleva a su anterior situación. Le presta otra
vez ese poder de espíritu capaz de prefigurar, gracias a su delirio,
el m undo duram ente m aterial de los hechos. Y los surrealistas
consideraron su problem a resuelto, desde el m om ento que se
sintieron con fuerzas para obrar sobre los objetos y modelarlos

[ 221 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

de acuerdo a tos deseos del subconsciente. Y por cierto, era una


revolución de insospechados alcances si se quiere, pero a condi­
ción de hacer participar en este delirio a la totalidad del m undo.
A hora bien, el mundo es un complejo de fuerzas económicas, so­
ciales y políticas, sobre el cual en nada podían actuar. Cnanto
más, su influencia se ejercería sobre el lim itado sector intelectual.
Y para esto ¿qué otra vía que la del arte? ¿Qué otra solución que
volver al arte, superado es cierto, negado sin duda, distinto a
todo lo hecho anteriorm ente, pero siempre dentro de u n terreno
cuyos estrechos límites no se lian querido reconocer? Era asimis­
mo recaer en los valores individualistas, aun tomados en conjunto,
y a los que, a toda costa, se trató de elim inar. Quedaba pera-
salvar u n punto, que el surrealismo, pese a su propósito y a
sus tentativas, no pudo franquear. Bretón lo percibe, aunque
confusamente. El hecho de que B retón tome su lugar de artista y
se convierta y quede en gran artista revolucionario, el hecho de
que todo el m ovim iento surrealista sea y quede siendo un gran
movimiento artístico revolucionario que influye en la vida dentro
de lo que ei arte puede influir en ésta, no im pide al surrealismo
cum plir la misión inicial que se ha propuesto; “la destrucción
radical del m undo”.
A p artir de este m om ento asistimos únicam ente a manifesta­
ciones artísticas y políticas que son como una floración del
movimiento, como el chisporreteo de un fuego de artificio que
m uere falto de pólvora. Los antiguos surrealistas, los expulsados
o los que se apartaron, ingresan rápidam ente al arte o a la
revolución, realizando por anticipado ló previsto para todo el
m ovimiento que deberá rom per, tarde o tem prano, la bisagra
que une estas dos fuerzas antagónicas. Es m érito de B retón e'i
haberlas podido m antener en cohesión durante toda la historia
del m ovim iento surrealista.
En el plano político los surrealistas están siempre en la liza.
Y ponen su hom bro a los que no abdican y que todavía, en
los años 37 y 38, son algunos. Pero es ya u n m undo que se derrum ­
ba. Benjamín P éret parte a España para unirse a los voluntarios
de diez naciones alzados en u n últim o estremecimiento revolu­

[ 222 ]
A U T O N O M Í A DEÍ. S U R R E A L I S M O

cionario, E luard fustiga a los asesinos de Guernica en uno de


sus xnás hermosos poemas, B retón d am a en auxilio de la Revo­
lución rusa en peligro. Sus voces quedan dentro de un pozo. Los
acontecimientos ciegos son más fuertes que los hombres lúcidos.
E n el terreno cid arte, luchan tam bién. Proclam an las verda­
des que h an conquistado, E luard pronuncia en la Exposición
de 1937 1 u n a conferencia sobre U avenir de la poésie, donde
lanza sus aforismos famosos, que ni el uso que les dió luego una
“nueva poesía” arrivista consiguió disfrazar ni estropear:

“Se ha dicho que partir de las palabras y de su significado


para estudiar científicam ente el m undo, no es sólo nuestro dere­
cho sino nuestro deber. Se tendría que agregar que este deber
es tanto como vivir, pero no como esos que llevan su m uerte
dentro de sí y que ya son muros o baldíos, sino form ando un
todo con el universo, con el universo en m ovimiento, en vivencia,
“La poesía no se hará carne y sangre más que a partir del
momento en que ella sea recíproca. Esta reciprocidad es entera
función de u na idéntica felicidad entre los hombres. Y esta
uniform e felicidad llegará a una altura de la que sólo podemos
tener una somera noción.
“Esta felicidad no es im posible.”

Siempre en esta Exposición, B retón habla en la “Comédie’'


de los Campos Elíseos del humoitr noir, cuyas fuentes ve en
Jacques Vaché, en quien este hum or toma un carácter de “ ini­
ciación y dogm atismo” . Ese mismo año B retón publica L ’Amouv
Fon, en el cual se sistematiza un valor surrealista que no es
nuevo, la casualidad objetiva. Ya en Nadja y Les Fases Com~
municants, había puesto en evidencia una cantidad de inciden­
tes exteriores, tales como encuentros, casualidades, acón teciraien-
l E n la m ism a E xposición, M ichéle Alfa, M arcel H exrand, Jean Mas-chut,
J. L. B a rran lt, Sylvaiti Itk in e y P a u l E lu a rd , recitan poem as de Eore), Br.ude-
laire, N erval, L autvéam ont, R im b a u d , N ouveau, Cros, Jarry , M aeterH rak,
Saint-P ol-R oux, A poifinaire, R everdy, Jouve, B retón, T zara, E lu a rd , M ichaux.
Péret, C har y Picasso, u n ien d o en u n m ism o abrazo a todos los que no lian
desesperado del h o m b re y su destino.

[ 223 ]
H I S T O R I A D E L SURREALISMO

tos inesperados y coincidencias, imposibles de referir a una


lógica, pero que daban, en cambio, la solución de conflictos
íntim os y m aterializaban deseos inconscientes o confesados. La
vida y el sueño, había dicho, son dos vasos comunicantes en los
cuales los sucesos que tocan a uno son homólogos a ■los que
tocan al otro, sin que - se pueda afirm ar que p ara el sujeto
unos sean más reales que los otros. Y llega más lejos, aboliendo
toda frontera entre lo objetivo y lo subjetivo. Según él, existe
entre el universo y el hom bre una correspondencia perpetua y
constante. U na continuidad de acontecim ientos del m undo que
consigue ser percibida anticipadam ente p o r el hom bre, de la
que puede hacerse» y se hace, u n a configuración indudablem ente
subconsciente y que, por su propia esencia, torna im perceptibles
sus concomitancias, que sin embargo m edíante un severo análi­
sis pueden descubrirse. Es en su famoso N u it du Tournesol don­
de Bretón nos da u n ejem plo personal.
Se rem onta a 1923, época en que escribió u n poem a de esca­
so valor poético según lo reconoció y que olvidara por esta razón,
Pero helo aquí, once años después apresado por acontecimientos
que siguen al pie de la letra las circunstancias del poema. La
rnnjer encontrada, es la misma que describió sin conocerla, los
lugares que transitan los dos, son los mismos que imaginó, los
gestos, las sensaciones, hasta el “estado del tiem po”, responden en
sus menores detalles a lo previsto y figurado. Más aún, si algunas
imprecisiones aparecen, constata Bretón que se deben a retoques
voluntarios, y por lo tanto poco felices, realizados por el poeta
sobre su texto autom ático.
¿Qué conclusión se saca de esto? ¿Que los hechos pudieron
ser interpretados de m anera distitnta? ¿Que el poeta es receptor
de una ilusión análoga a la im presión de “lo ya visto’’? Hay
dificultad en asegurarlo. Es diferente si se tratara de u n poema
publicado» que todo el mundo» por lo mismo, ha podido leei
y donde los sucesos no llevan la sospecha de que el poeta pue
da luego haberles dado intencionadam ente coincidencia. Ere
ton explica que esta corroboración de los acontecimientos del
espíritu por los acontecim ientos reales» es resultante de “un

[ 224 ]
A U T O N O M I A DEL SURREALISMO

com ún denom inador situado en el espíritu del hom bre, que no


es más que su deseo” . E n igual form a que el deseo se aplica
en buscar en la vigilia las respuestas a los sucesos del sueño,
y viceversa, parece que este mismo deseo interfiere acontecim ien­
tos que ]e dan su justificación. Y así la casualidad no es más
que “el encuentro de u n a causalidad externa y de una finalidad
interna, form a de m anifestación de la necesidad exterior que
se abre cam ino en lo subconsciente hum ano”. De m anera más
sencilla diríam os que en el laberinto de los acontecimientos de
su vicia el hom bre elige los de conveniencia a su yo intim o,
com prendidos aquí tam bién las desgracias, las enfermedades y
los contrastes de cualquier índole.
Pero esto es pasar por alto- las condiciones sociales, que,
m ucho más que otras, determ inan las peripecias de nuestra
vida. Y, p or esta causa, se ha podido reprochar a B retón ei
no haber cerrado por com pleto las puertas al misticismo. Exis­
te misticismo a p artir del m om ento en que se olvidan las con­
diciones sociales y se propone u n hom bre tan liberado de estas
condiciones —¿existe tal hombre?-” que no obedezca más que a
su fantasía y no preste sumisiótn más que al subconsciente.
Que un hom bre de esta especie exista, es muy difícil. Pero
en algunas circunstancias de la vida esta entelequia excepción»)
puede presentarse, y, por u n “com portam iento lírico”, escapar,
en cierta, forma, a las im perativas necesidades sociales, dejando
a la deriva la razón, la lógica, las conveniencias, en provecho
de lo insólito, de la sorpresa, del coup de foudre, secuelas con­
dicionadas al amor. Amor pasión, amor único, amor loco, tres
denom inaciones de u n solo estado. U n estado de gracia, que
une indisolublem ente lo im posible a lo posible, “la necesidad
n atural a la necesidad hum ana o lógica” .
En este empeño es donde m ejor se m anifiesta —toda pasión
tiende a substraerse a las restricciones sociales-- la casualidad
objetiva, que sojuzga los acontecimientos al deseo om nipotente.
“¿Cuál ha sido el encuentro más im portante de su vida?”, pre­
guntaron, según hemos visto, los surrealistas. Y quisieron inves­
tigar en las respuestas, justam ente, el papel de la casualidad,

[225 ]
H I S T OR I A DEL S U R R E A L I S M O

cíe lo fortuito» de lo accidental» que determ inan la vida que


vive la mayoría de los seres» y, además, de “qué m anera se
operó por n atu ral consecuencia la am inoración de estos a trib u ­
tos”. Y han podido m ostrar así que ese “concurso de circuns­
tancias” imprevistas y hasta inverosímiles» “no es nada de in trin ­
cado”. De los lazos de dependencia que unen las dos' series
causales, —la n atu ral y la hum ana—, lazos sutiles, fugitivos, ínquie
tantes en el estado actual del conocim iento y los pasos vacilantes
del hom bre, surgen muchas veces vivos resplandores.
El lector encontrará en A m o u r Fou otros aspectos de los
problem as que no cesan de ser angustiosos. Que se llegue hasta
ellos. En m edio de ios hermosos recursos poéticos que hay en los
escritos de Bretón, verá que esta voluntad de búsqueda y
ahondam iento de lo real que los surrealistas se han dado como
finalidad, jam ás abandona al autor y que el surrealismo es más
una filosofía que u n a literatura. Esta es la últim a obra de
B retón aparecida antes de la guerra y una de las que m ejor
revelan la “m agia” surrealista.
O tra vez la aa u e r r a

“Nosotros, que colocamos los dere­


chos del artista m u y por encima de los
intereses de casta que o tres armonizan
tan hábilm ente con sus actividades
profesionales, no consideramos audacia
afirmar que, en cualesquier eheunstan-
cias, nuestros medios de expresión de ­
berán mantenerse fuera de la requisa
de los cerebros."

Maurice H eine.
(Cié, <■■’ 1, enero de 1939)

r N el año 1938 da el surrealismo la im presión de estar apresu-


rado por presentar su balance, tanto artístico como político.
Y este balance se cierra» indudablem ente» con u n estupendo
activo. A principios del a ño, “La Exposición Internacional del
Surrealism o” reúne en la “Galerie des Beaux-Arts” las obras
de setenta artistas de catorce países h Cuadros» esculturas» objetos,
libros» dibujos, grabados, fotografías, m aniquíes, se ofrecen a la
vista y al tacto de un público num eroso en u n 'marco apropiado";
Ya anunciaba el program a “un techo cargado con m il doscientas
bolsas de carbón, puertas “revólver”, lám paras Mazda, Ecos,
Olores del Brasil, y otras cosas por el estilo”. El éxito fué
enorme. D urante dos meses una m uchedum bre curiosa y algo
burlona, pero las más de las veces inquieta y deslum brada, vinoj
a ponerse en contacto con ese balance del surrealismo» que se
abría en la atmósfera ya sonora por el ruido de las armas
como u n a provocación. Provocación “a París» al gusto francés,
el arte francés» a todo arte ”. Los críticos estallaron en indigna-
l Alemania, In g laterra , A ustria, Bélgica, Dinamarca, España, Estados
U nidos, Francia, Italia, R u m an ia , Suecia, Suiza, Checoslovaquia, ja p ó n .

[ 227 ]
H IS T O R I A DEL SURREALISMO

ción. G ritaron escandalizados y, en efecto, fué un escándalo, de­


seado, prem editado, organizado cuidadosam ente, pero que mos­
traba, ai mismo tiem po, que la victoria obtenida por el surrealis­
mo en el plano artístico era total.
En el terreno político, el surrealismo se pone en la tarea de
organizar a los intelectuales revolucionarios, que nunca consin­
tieron en plegarse a u n a ideología oficial sea cual fuese. Bretón,
que visita Méjico en el transcurso del año, encuentra allí al
pin to r m ejicano Diego Rivera y a su huésped León. Trotsky. Se
da tam bién con gentes que conocen su actividad y la aprueban.
Y encuentra en León Trotsky un espíritu lúcido y comprensivo
que cree, en 1938, que el arte para sostener u n carácter revo­
lucionario debe -conservarse independiente de todas las formas
de gobierno, sin someterse ni aun ponerse a su servicio, m an­
teniéndose dentro cíe su esencia propia y en el ejercicio de
gente sincera. Esto es suficiente para que el arte sea un arma
que servirá para la em ancipación proletaria. “La lucha por la
verdad artística”, en el sentido de “la fidelidad inquebrantable
del artista a su yo íntim o”, es el único camino positivo, según
piensa Trotsky. B retón en los últim os años no había dicho
otra cosa. Y galvanizado por esta sim ilitud de ideas que, en
realidad, no esperaba, gestiona ante numerosos artistas de Europa
y América la fundación de u n a “Federación del A rte Revolucio­
nario In dependiente” (F. I. A. R. I , ) . C onjuntam ente con R i­
vera lanza el manifiesto, “Por un arte revolucionario indepen­
diente”, en el que, sobre las bases señaladas, invita a reunirse
a todos los artistas revolucionarios del m undo.
Vuelto a Francia, en los núm eros 12 y 13 de M inotaure,
relata su viaje, donde trata de destruir el “nacionalismo en el
arte” y propone la creación de una sección francesa de la
F. I. A. R. I. U n Comité nacional, formado rápidamente1, repre­
senta en un cerrado frente único las diversas tendencias del
arte revolucionario en Francia. Las adhesiones, si no rivalizan

l Form ado p o r Ivés A llcgreí, A ndré B retón, K ich ei G olilnet, je a n G iono,


M aurice H em e, F ierre M abille, M arcel M artinet, A ndré Masson, H enry
P oulaille, G érard Rosenthal, M aurice W uiiens.

[ 228 ]
AUTONOMÍA DEL SURREALI SMO

en núm ero con las de la Maison de la C ulture, llegan en buena


I J n boletín mensual, Cié, es puesto en circulación.
c an tid ad ,
Su prim er número, luego de la entrevista de M unich, se
resiente por los acontecimientos que desde ahora en adelante
se desarrollarán con celeridad, pero le perm ite mantenerse dentro
de una línea revolucionaria. En u n editorial firm ado por el
Comité y cuyo título es Pas de patrie, se tom a la defensa d'e' los
artistas extranjeros que trabajan en Francia, convertidos de pronto
en indeseables:

“El arte no tiene patria como no la tienen los trabajadores.


Preconizar la vuelta a “un arte francés”, como lo hacen no sólo
los fascistas sino tam bién los estalinístas, es oponerse al m ante­
nim iento de la estrecha unión necesaria al arte, es trabajar en
la división y la incom prensión de los pueblos y es hacer obra
prem editada de regresión histórica.”

El segundo núm ero de Cié está m ejor presentado y con


mayor m aterial. U n dibujo de Masson, L e thé chez Franco, ilus­
tra la tapa. En una carta a Bretón, Trotsky reconoce que;

“La creación de verdad independiente en nuestra época de


reacción convulsiva y de vuelta al salvajismo, no puede ser más
que revolucionaria por su mismo espirito., ya que no conseguirá
otra salida ante la intolerable opresión social. Pero el arte en
su conjunto, y cada artista en particular, debe buscar esta salida
por sus propios medios sin esperar indicaciones ajenas, sin to­
lerarlas, y rechazando y cubriendo con su desprecio, a todos los
que se someten a e lla s . . .”

Fué éste el segundo y últim o núm ero de Cié. Ya no era


momento oportuno para el arte y menos para el independíente.
Además los conflictos internos del grupo surrealista, tal la exclu­
sión de Georges H ugnet por su amistad, con Eluard, que .había
roto con el grupo para acercarse a los comunistas, repercutieron,
por desgracia, en la F. I. A. K. I. Por otra parte “los proleta»
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

tíos” como M arcel M artinet y H enry Poullaille, viendo en el


organismo un dom inio demasiado poderoso de los surrealistas,
prefirieron, en lugar de contrabalancearlo con un aporte equiva­
lente, quedarse en su posición. La F. I. A. R. I., interesante
tentativa de reagrupam iento sobre el terreno revolucionario de
los artistas independientes, entró en disolución antes de haber
nacido.
Y después la guerra ya estaba ahí, inevitable. La censura co­
menzó haciendo callar a todos. Era la hora de los cañones y no
del arte. P ronto se iniciaría la movilización.
¿Qué h arán los surrealistas? “Nosotros no nos volveremos
jamás a endosar el abyecto capote azul horizonte”, aseguraban
en 1925. Desde un tiem po antes habían süperado esta posición
de anarquism o inoperante. ¿No es u n a . prueba de esto Giono,
quien, pese a sus declaraciones pacifistas integrales, se une nueva*
mente a su cuerpo movilizado? Bretón, Péret, E luard y otros,
ingresan otra vez bajo banderas. Esta actitud fué clara para
todos.
No obstante hubo algunos que no quisieron participar en
la masacre. Desde antes del 3 de septiem bre de 1939 habían
partido para el extranjero Calas, Dalí, T anguy. Péret, vigilado
a su vuelta de España, es, algunos meses después de la m ovili­
zación, encarcelado por sus actividades revolucionarias. Evadido
durante el éxodo, fué, antes de p artir para Méjico, el único
surrealista de n ota que residió en París en los años 1940 y 41.
Siempre el mismo intransigente y el mismo poeta natu ral y
grande. Varias veces corrió el rum or de su m uerte, que nunca
quisimos creer. Luego se supo aue continuaba su lucha en M é­
jico. Masson y Bretón habían ido a reunirse con sus amigos
en Nueva York y con ellos el m ovimiento surrealista se expa,
tria y toma en las nuevas tierras u n a im portancia más rápida
v más grande que en Europa. Bretón hace nuevos adeptos y
escribe en ía revista V V V su Prolégoménes a un Troisiém e M an i­
festé Surréüiiste ou non. En Francia algunos jóvenes poetas, agru­
pados en torno a }. F. C habrum y Noel A rnaud, han ensayado
infructuosam ente infundir nueva vida al movimiento. T ratando

[ 250 ]
A U T GN O M I A D E L S U R R E A L I S M O

de continuar la intransigencia y la severidad de sus orígenes, no


pudieron más que quedarse m arcando el paso. U na semejante
experiencia no se conseguiría repetirla más.
El surrealismo ha dado frutos que en adelante serán gusta­
dos. Form ó hom bres que están entre los mejores artistas de su
tiempo. Aragón, Eluard, Prévert, Leiris, Queneau, H ugnet, Miró,
que se encuentran en Francia, y los que se fueron a revolucionar
el Nuevo M undo, Bretón, Péret, Masson, Tanguy, Dalí. ¿Serían
Picasso y M ichaux todo lo que fueron sin la estupenda expe.
riencia surrealista? ¿Qué ha de producir su influencia sobre
innum erables poetas y pintores jóvenes? U na prueba es que los
actuales adversarios del surrealismo se presentan como adversa­
rios de todo arte. El surrealismo se ha hecho, a pesar suyo, un
sitio en la corriente artística de su época. Y, m ejor que ningún
otro m ovim iento de ideas, representa a su época en el p la n o .
del arte. Pero, no hay que dudarlo, a este título las gentes
“bien pensadas” no lo tolerarán en el panoram a de los movi­
mientos artísticos franceses.
o Ad a t a

| h N momentos de entregar estas páginas al impresor, nos lie-


gan de América inform aciones com plem entarias y dos ar­
tículos im portantes de Bretón,
Bretón, al salir de Francia, se detiene prim ero en Fort-de-
France, donde descubre, o vuelve a encontrar puesto que ya
lo conocía de París, al poeta surrealista autóctono Aimé Césaire,
del que m ucho espera 1. En Estados Unidos se consuma su ru p ­
tu ra on Dalí, al que apoda con gracia “Avida Dollars”. D alí se
ha plegado al franquism o y de esto fué una prueba el retrato
que hizo del últim o em bajador de Franco en W áshíngton con
fondo del Escorial. La verdad era que Dalí desde hacía tiem ­
po se inclinaba al fascismo. Recordamos u n a reunión del gru­
po en el año 1934, donde se quiso exam inar su posición ideo­
lógica, cuando pretendía tom ar a H itler por u n renovador su­
ri ealista 2. D alí se pudo justificar entonces, pero nos viene a la

1 liem o s podido leer en la revista Hémisphcrcs, editad a eo la A rgentina,


un poem a de Césaire q u e sigue la línea de la m ás p u ra tradición surrealista
y unas páginas de B retón sobre la M artinica, en su m agnífica prosa poética
que los lectores de su viaje a las C anarias conocen.
2 D ocum ento debido a Georges Hugnet.

[ 233 ]
H I S T O R I A D E L SURREALISMO

m em oria que en 1939 B retón nos hizo participar de u n a con­


versación con el pintor, en la cual le solicitó explicaciones sobre
ei mismo asunto. Las explicaciones de D alí no fueron muy claras.
Em itió una fantástica teoría de la preem inencia de la raza latina,
transposición española de ideas más septentrionales. No se nos
dice si Dalí, en los Estados Unidos, continúa colaborando con
ios Herm anos M arx. Puede ser que sus consejos a los grandes
modistos de N ueva York absorban todo su tiem po. H a m ontado
una ópera. ¿Qué más se le puede pedir? Por otra parte, a los
ojos de muchos, B retón ya no representa la ortodoxia surrealista.
Se le reprocha el haber prestado su concurso a la radio yanqui
y su acercamiento, sin duda más político que ideológico, a
antiguos adversarios como R oger Caillois y Georges Bataille.
Calas, que residió en Francia en los últim os años de la posgue­
rra, será el sostenedor de la posición surrealista intransigente 1.
Bretón, en u n a conferencia a los estudiantes franceses de la
U niversidad de Yale, el día 10 de diciem bre de 1942, ajjorda el
tema de la Situation du Surréalisme entre les deux guerras. Ante
estos jóvenes, se siente m odestam ente pobre y envejecido y niega
el darles consejos. Luego de estigm atizar a Pétain, a H itler y a
Mussolini, epifenómenos de u n a situación patológica que nece­
sita otro rem edio que una guerra m undial cada veinte años,
les pide no dejarse atrapar por el conformismo de los diarios y
m antener un pensam iento que no sea “víctima del contagio”.
Y viniendo al surrealismo, conviene en que es “el único movi-
mieto orgánico q u e consiguiera cubrir el espacio que m edió
entre las dos guerras”. Y lo refiere al Cháteau d’Argol de Julien
Gracq, “donde, sin ninguna duda, por prim era vez ei surrea­
lismo se vuelve librem ente sobre sí mismo para confrontarse con
las grandes experiencias sensibles del pasado y valorar, tanto
del ángulo de la emoción como del de la clarividencia, cuáles
han sido sus conquistas”. Es curioso que la obra m aestra del
surrealismo, al decir de Bretón, haya sido escrita fuera del
m ovim iento 2. El conferenciante niega a continuación que el su-
1 Según las últim as noticias, Calas se h a b ría reconciliado con B retón.
2 ju lie n G racq, seudónimo que esconde la p ersonalidad de u n joven

[ 234 ]
POS TDAT A

rrealismo esté m uerto. No podrá estarlo, en su opinión, salvo


que nazca “otro m ovim iento de mayor fuerza em ancipadora”,
al que, sin ninguna vacilación, él mismo se afiliaría. En ausencia
de u n dicho m ovimiento, está obligado a pensar que el surrea­
lismo se m antiene todavía “en la avanzada”. Explica la repercu­
sión de la prim era guerra en “la vida psicológica y m oral”, y
“la contam inación ráp id a de la segunda”. Está, por sobre todo,
con la juventud, con sus esperanzas, con su exaltación, con su
maravilloso desprecio a las consecuencias: “ella dispone de una
virtud intrínseca, que es la de recubrir los estados de conciencia
insuficientes que p rodujeron la caída (de oleadas de juventud)
en u n delirio de sangre y fuego” . “El surrealismo ha nacido de
una afirm ación de fe 'e n el genio de la juventud.”
B retón hace en seguida la historia del m ovim iento surrealis­
ta. A quí se nota que m antiene una adm iración creciente por
Apollinaire, que “ha estado más acertado que nadie al pensar
que para m ejorar el m undo no era suficiente restablecerlo sobre
bases sociales más justas, sino que se debía llegar a la esencia
del verbo” y tam bién se ve que ya h a olvidado a Jacques Vaché.
Bretón rinde, u na vez más, su hom enaje a Freud, cuya enseñan­
za es considerada aceptable aú n en nuestros días, porque, lejos
de agregar un nuevo conformismo, perm ite al hom bre el goce de
su bien más fundam ental, que es la libertad. Sobre ella se cim en­
tó el surrealismo y por ella luchó. Y B retón explica las escisiones
y los conflictos que m arginan toda la historia del movimiento
debidos a los que atacó y se fueron, hom bres que “no m erecían la
lib ertad ”. E ran éstos los que volvían a las formas cristalizadas,
los que renunciaban a expresarse particularm ente, es decir, fuera
del espíritu partidario o comprom etiéndose “con cualquier cosa”.
“La libertad es a la vez locam ente deseable y muy frágil, lo
que le da derecho a ser celosa."
Será necesario, declara Bretón, que al salir de esta guerra,
se consideren de nuevo los postulados surrealistas sí se quiere

universitario, acaba de p u b lic a r Un beau ténébreux, novela-poem a donde son


tratados y renovados los tem as surrealistas en u n lenguaje m agnífico q^e
recuerda p o r veces a B retón.

[ 235 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

aportar u na solución “al estado desesperante del hom bre en


pleno siglo veinte”. No desea, sin embargo, que estos pos­
tulados puedan ser obstáculo para los jóvenes que “se aprestan
a p a rtir” ; “Sean las que fuesen la am bición de saber y la tenta­
ción de obrar, yo sé que, en la cercanía de los veinte años, se
está p ronto a deponer el ím petu ante una m irada de m ujer,
donde se concentra todo el atractivo del m undo” .
Después de consideraciones sobre el pasado y de enunciar
los principios, B retón nos sitúa en su pensam iento actual en los
Prolégoménes a un Troisiérne Manijes te du Surréalisrne ou non.
El título es modesto y lo que nos aporta está muy lejos de los
descubrimientos novedosos del Premier Manifeste y de la hermosa
intransigencia del Deuxiéme. Pero es honrado confesar que la
copia que tuvimos en nuestras manos, plagada de faltas, no sabe­
mos si era com pleta y si seguía exactam ente a su original.
B retón critica todos los sistemas, que nada pudieron de­
m ostrar sino a través de los hombres. Deplora la caída de los
unos y de los otros en lo vulgar, en lo pedestre. Cuántos “far­
santes” y cuántos “charlatanes” no se han dicho descendientes
de Robespierre, de M arx, de Rimbaud, de Freud, con una “se­
guridad asombrosa”. “H asta llegar el surrealismo, nada existió
que no fuese acechado, al cabo de veinte años de vivir, por los
males que son el gaje de todo éxito, de toda notoriedad. Las
precauciones tomadas para salvaguardar la integridad interna
de este movimiento —consideradas en general como demasiado
severas— no pudieron librarse del falso com entario maligno de
un Aragón, como tampoco de la im postura picaresca del char­
latán neofalangista “Avida D ollars”.
Los seres no sólo deben tener conciencia de su condición
social, sino tam bién de su condición hum ana “y de la extre­
ma precariedad de ésta”. Hay jóvenes cerebros en ascenso que
ya no piensan como nosotros y que muy pronto nada com pren­
derán de nuestros sistemas. Son estos jóvenes los que m odela­
rán el porvenir y los que resolverán los problem a que nosotros
no hemos resuelto. A ellos B retón les entrega las consignas: “No
debe únicam ente cesar la explotación del hom bre por el hom ­

[ 236 ]
POS TDAT A

bre, sino cesar la explotación del hom bre por el pretendido


“Dios”, de absurda y provocativa m emoria. Es necesario que
sea revisto de arriba hasta abajo, sin ninguna hipocresía y sin
mayores dilaciones, el problem a de la relación entre hom bre
y m ujer. Es indispensable que el hom bre se pase con armas y
bagajes al lado del hom bre. Basta de debilidades, basta de infan-
tilidades, basta de ideas de indignidad, basta de inacciones, basta
de papar moscas, basta de flores sobre las tum bas, basta de cursos
de instrucción cívica entre dos clases de gimnasia, basta de to­
lerancias, basta de agravios” .
Y, para comenzar, el repudio a todos los partidos. Cada
uno se hará “un sistema de coordenadas para su propio uso”. El
de Bretón es: “Heráclito, Abelardo, Eckliart, Retz, Rousseau,
Swií't, Sade, Lewis, Arnim , Lautréam ont, Engels, Jarry y algunos
otros” . “¿Y qué vale u n a sumisión a lo que no hemos prom ul­
gado por nosotros mismos?” B retón está contra los partidos re­
volucionarios, fuertem ente sujetos a lo social, y los considera
actualm ente en u n pu n to m uerto. De prolongarse esta situación
se verá obligado a separarse de todos para dedicarse de lleno a
la tarea que le parece ahora impostergable: construir u n mito
social “en relación con la sociedad que creemos deseable”. Es
posible que, por ese mito, B retón deliberadam ente dé pábulo
a las “acusaciones de misticismo” que se le hacen.
Apoyado en que el pensam iento racionalista le pareció siem­
pre “avenirse a las más extrañas complacencias”, por ejemplo, a
“que un espíritu dotado excepcionalm ente” 1 crea en la amistad
de su perro 2, acomoda su pensam iento a complacencias aun más
extrañas. Y al convenir en que “el hom bre no puede ser el
centro, el pu n to de m ira del universo”, agrega que “uno puede
dejarse llevar a creer que existen en u n más allá del hombre, en
la escala anim al, seres cuyo com portam iento les sería tan insólito
como el suyo puede serlo al insecto o a la ballena”. Tales seres
se m anifestarían a nosotros “en el temor y el sentim iento de la

1 B retón a lu d e a León T ro tsk y .


2 "Persisto en creer qu e esta antropomórfica idea respecto al m undo
anim al en m u re la m an era de pensar con lam entables fa c ilid a d e s .”

[237 ]
H I S T OR I A DEL S U R R E A L I S M O

casualidad”. “No es posible d u d ar”, dice, “que un enorme cam­


po de especulación se ofrece a esta idea”, e invoca el testim o­
nio de Novalis, W illiam Jam es y Emile Duclau, director del
“In stitu to P asteur” de 1840 a 1904. Novalis padre del idealismo
rom ántico, W illiam James cuya reputación huelga comentar, y
un sabio cuyo nom bre desconocíamos. A hora bien, un biólogo de
nuestra amistad, que pertenece al mismo “Institu to Pasteur”, nos
hace n o tar que B retón toma u n poco a la ligera el testimonio
de Duclaux, al que, posiblem ente no lo haya com prendido del
todo. Bretón, al no atreverse a llegar hasta el final de su pensa
m iento, porque quiere disim ular los abismos que sortea, deja
las conclusiones de este Troisiéme Manifesté abiertas a u n in te­
rrogante: “¿Un m ito nuevo? ¿A estos seres, habrá que situar­
los detrás de u n espejismo o darles ocasión de descubrirse?”
A quí encontramos al surrealismo em peñado en una curiosa
tarea, a menos de considerar las ideas de B retón como suposicio­
nes poéticas a la m anera de Swift o Póe. Pero contando con lo
que el surrealismo produjo antes, nada nos autoriza a darles
ese significado 1.
24 de diciem bre de 1944,

i E n Confluences (ju nio-julio 1945) P ie rre M abile, vuelto de los E sta­


dos U nidos, d a u n p a n o ram a del m ovim iento en pleno desarrollo en el conti­
nen te am ericano: E n M artinica Césaire p u b liC i K ’ ^ i ' t T i >p' n en C uba
se e n cu e n tra n W ilfreds Lam, Lydia C abrera > 41^,0 Cai¡ t a i Méjico
están B enjam ín P éret, L éonora C arrin g to n y Ce ai Moib 1 r > t,g Paalen
h a roto con el m ovim iento, pero Alice P aalen se m an tien e bel. B retón p u ­
blicó en N ueva York Arcane 17. Yves T an g u y reside; en C onnecticut y Andró
M asson vive algo alejado de N ueva York. M ax E rn st está en el East R iver y
Massa Etchaurren en los alrededores de N ueva York. Muchos regresan a
Francia. Eilos nos d a rán datos precisos sobre su actividad de exilio y el
desarrollo del m ovim iento en los Estados U nidos. (N oviem bre de 1945.)

[ 238 ]
■onclíióioneó

“Es en el a burrim ie nto donde se co­


noce al h om bre ; es el aburrim ie nto el
que diferencia a u n hombre de u n n i -
ño. L o que distingue al aburrim iento
de otros estados afectivos es su carácter
de legitimidadS*
Jacques R igaut.

“Son verdades sombrías las que apa­


recen en la obra de los auténticos p o e ­
tas; pero son verdades y casi todo lo
demás es m e n t i r a ■
P a u l E luard,

L finalizar este panoram a del m ovim iento surrealista, no


dejarnos de pensar en sus lagunas. Hubiésemos podido rela­
tar, “para hacerlo más viviente”, u n m ayor núm ero de anécdotas,
dedicarnos al arte delicado de los retratos o lim itarnos al aspecto
puram ente poético o pictórico del surrealismo 1, Esto lo trata­
remos, por otra parte, en obras posteriores. Pero hemos preferido
referir la evolución del surrealismo a u n m ovim iento de ideas
de una época y de u n grupo, convencidos, como estamos, de
que los problem as a los cuales los surrealistas quisieron dar una
solución se plantean ya a los jóvenes de hoy. Deseamos, n a tu ­
ralm ente, que ellos quem en sus alas en el fuego surrealista,
pero preferiríam os que ese fuego les sirviera para algo más que
para quemarse.
P artido de una búsqueda abstracta de las posibilidades del
lenguaje como instrum ento poético, el surrealismo conduce, en
prim er térm ino, a un subjetivismo total y a un lenguaje p re­
sentado como una propiedad esencialmente personal que cada
1 M arcel R aym ond: De Baudelaire au Surréalisrne. Fran^ois Cuzin: Si-
tualion du Surréalisrne. (Confluences n? 20, ju n io 1943.)

[239 ]
H I S T O R I A DE L S U R R E A L I S M O

uno puede usar a su antojo. El m undo exterior es hurtado en


beneficio dei m undo que cada uno encuentra en sí mismo y
que quiere explorar sistemáticamente. De ahí la im portancia
dada al subconsciente y a sus manifestaciones, que se traduce
en un nuevo lenguaje liberado. T om ando una conciencia agudi­
zada de su ser, el surrealista lo opone al m undo y pretende re ­
traerlo a los deseos de esta conciencia. Nace así un individuo
revolucionario por el poder único del pensam iento, que deberá
por contagio transform ar el pensam iento y luego la. vida de los
demás hom bres. Lejos de encerrarse en esoterismos de escuela,
el surrealismo procura a todos el m edio de obtener este “estado
de fu ro r”, condición prim era para u n a transform ación auténtica
de la vida, que conducirá a resolver las contradicciones dentro
de una suprarrealidad que com prende y sobrepasa lo consciente
y lo inconsciente, el hom bre y el m undo, lo natural y lo sobre­
natural. La búsqueda de este estado es regida colectivamente y
con todos los caracteres de la experiencia científica.
Pero esto lleva a un fracaso.' El m undo continúa girando
como si los surrealistas no existieran, las m aneras de pensar y
de vivir, sobre las cuales querían actuar electivamente, en nada
se m odifican por su acción. Es que la transform ación no podía
operarse más que en form a m ediata, a través de fenómenos del
m undo físico en los cuales voluntariam ente se prohíben de tener
ingerencia. La segunda etapa surrealista está condicionada a 3a
reform a objetiva de ese m undo y a sobrepasar el subjetivis­
m o prim itivo por u n m aterialism o capaz de obrar directam en-"
te sobre las cosas. Así los surrealistas- llegan id terreno p arti­
cular de los revolucionarios políticos con los que no tienen
más rem edio que colaborar. Pero no hay que confundir
sus aspiraciones, que son otras. Si la revolución económica y
social les parece u n a condición indispensable para la reno­
vación total de la vida, no es suficiente, pues está lim itada
al hom bre como ente económico. Lo que los surrealistas solicitan
no es sólo el derecho a subsistir, sino tam bién a soñar, amar,
gozar. Y prefieren particularizarse ele inm ediato en procurar las
condiciones que perm itan la satisfacción de estos deseos, a que­

[240 ]
CONCLUSIONES

darse con la promesa de ios políticos que se las ofrecen como


agregado. En el ejercicio poético, al que se entregan, encuentran
estas condiciones. Es decir, que, por u n rodeo, vuelven al tema
del que nunca-pudieron, en verdad, separarse. Esto es tan cierto,
que, en cuanto observan que el hom bre nuevo que le aseguraron
saldría de la U. R. S. S., no difiere en nada al hom bre ya
conocido, rom pen con los comunistas que pasaban por ser los
auténticos representantes de la revolución política y social.
Esta ru p tu ra engendra u n a idea más clara del papel del
surrealismo y de sus posibilidades. En contacto con lo s ' hechos,
los surrealistas comprenden su im potencia para propulsar por
sí solos ia revolución total que pretenden. Y quedan de acuerdo
en que el prim er acto debe ser representado por los políticos y
que en él no tendrán más que u n papel secundario. Su aspira­
ción se limita, desde ese m om ento, a ilum inar ei camino y a
poner constantem ente bajo los ojos de los que m archan la meta
perseguida: la resolución de las antinom ias dentro de una supra-
rrealidad, cosa que jam ás podrá presentarse con un carácter
estático y que planteará sucesivos problem as que pedirán, a su
vez, ser resueltos.
Es muy fácil h ablar del fracaso surrealista, cuando los que
hablan quieren ignorar las aspiraciones motrices del m ovimiento
y verlas corno u n impreciso deseo de fundar una nueva literatura
y una nueva pintura. ¿Por qué no un nuevo humanismo?
Esto es olvidar demasiado rápidam ente que, como los ro­
mánticos, los surrealistas llevan una profunda desesperación. No
ese empalagoso “m al del alm a" de Lam artine, ni esa “m elan­
colía” de Leopardi, ni ese “spleen” de Baudelaire, fácilmente
solubles en el am or a u n Dios recuperado, sino más bien una
desesperación con la calidad de la de Rimbaud que abandona
todo para rehacerse una vida anim al, o un pesimismo agresivo
como el de Lautréamont que se descarga en Dios, en el mundo,
en “los valores buenos y puros’’. Debemos recordar que tanto
Naviile en M ieux et M oins B ien, como Aragón en Traiié du
Style, han dicho que ante ese pesimismo vital, más amargo por
la conjunción de los términos, aparecen irrisorios los seres, el

[ 241]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

mundo, Dios, la vida y las m últiples soluciones que el hom bre


se propone para salir de su pesadilla,
Antes de los surrealistas, se había tratado de domesticar al
m onstruo, que no hizo más que m ostrar sus cuernos con Vigny
pero lo suficiente p ara hacer tem blar al espectador. Baudelaire lo
llevó a la iglesia y a los paraísos artificiales m ientras que R im
baud lo arrojó al M ar R ojo con u n serillo em pujón. Lautréam oní,
luego de dom inarlo, lo soltó en el m undo y Jarry le acariciaba el
m entón. Los surrealistas viven con el m onstruo, en u n cara a cara
cotidiano, los ojos puestos en sus ojos, pues él está acechando la
m enor distracción para devorarlos, sólo le falta h u n d ir u n poco
más sus uñas y apretar u n poco más sus dientes. Esto es seguro.
¿No es cierto Vacilé? ¿No es cierto Rigaut? ¿No es cierto Nadja?
¿No es cierto A rtaud, Crevel? Por allí se dice que su padre es el
alegre A pollinaire. ¿Qué piensas de esto? Es tu voz la que escu­
cho, R igaut: “Todos ustedes son poetas y yo estoy del lado de
la m uerte” 1. N o iué Crevel el que te ensalzó como si fuesen
necesarias las bellezas del suicidio, “la más verdaderam ente justa
y definitiva de las soluciones” 2. No fué Aragón el que quiso
contradecirte y term inó por saltar de la “im perial” 3 sobre la
cual estaba encaramado. Y estas preguntas lancinantes que p lan ­
tean los vivos: “¿Por qué escribe usted?. . . ¿El suicidio es una
solución?... ¿Qué clase de esperanza pone usted en el amor?”.
Se diría que estos hombres no hacen más que repetir: “¿Para qué
vivir y expresarse?”
Y sin embargo ellos viven y se expresan. En verdad de cu­
riosa m anera, hay que reconocerlo. ¿No han proclam ado su nega­
tiva a un porvenir y de hacer carrera en un m undo que despre­
cian? ¿Y no llegaron a m antener escrupulosam ente su palabra
m ientras pertenecieron al surrealismo? Reconocieron la desmo­
ralización como u n valor eminente, la han buscado y cultivado
sistem áticam ente por sí misma, puesto que, según lo piensan, es
l jac q u es R ig au t: Papiers posthum.es. (A u Sans Pareil.)
J’ R espuesta a la encuesta “L e suicide est-il u n e solution?”(R évolu tion
surréaliste, n<? 2.)
3 R eferencia a la o bra ele A ragón Les Voyageurs de l’Impériale. En
c a s t e l l a n o " E l siglo era j o v e n ” (N . d el T .)

[ 242 ]
CON CL USIONE S

la razón de vivir la que debe ser extirpada como la m ala hierba.


U n paseo en coche de no menos de veinticuatro horas por Asníé-
res, después del cual, llegando siempre al mismo punto de par­
tida, uno se sentirá menos presuntuoso. Visita a Saint-Juiien-Ie-
Pauvre, donde estrictam ente nada hay que ver. Eluard, de su
viaje a Nuevas Hébridas, ni siquiera trajo u n tótem.
¿Y la cultura? ¿Los seres desilusionados pero inteligentes
no encontrarán en ella un grato refugio? Encójanse de hom bros
ante toda esa suma de conocimientos acumulados desde la más
inm em orial antigüedad y que está diciendo al hombre:. “Cree y
espera”. Los surrealistas han descubierto que ese decantado enri­
quecerse de la hum anidad a través de las edades, ninguna gran­
deza ha dado al hom bre. (¿Qué dirían hoy?) Pero, en sus efectos
menos perniciosos, lo h a recubierto de una caparazón espesa y
dura, im perm eable a las comunicaciones con el m undo. Por
m edio de la anticultura los surrealistas pretenden rom per esta
caparazón y moverse en un m undo nuevo con los sentidos de
una prim era infancia. Si esto aún es p ro fu n d a . manifestación de
pesimismo, es tam bién el apuntar de una edad de oro que q u i­
sieran recuperar para todos. Si ante la Colonne Vendóme o No-
tre Dame no sienten emoción alguna, observen en la calle al
afiliador o al vendedor am bulante, cuyas chicanas están tan a la
vista que uno tiene ganas de prestarse al engaño. Frecuenten los
cafés, vayan a ver las películas idiotas, las comedias imposibles,
las ferias de viejo, los desfiles de circo. ¿No es hermosa la puerta
de Saint-Denis en su inutilidad? ¿No se estremecen al bordear
los precipicios de Buttes-C haum ont? Qué dulce es tararear Ala-
dame Tartine o Ccmrnére j’ai vien vn, Estas manifestaciones de
la existencia cotidiana son el subconsciente de un m undo y de
u n a ciudad, al que está vigorosam ente arraigado, aunque no
quieran reconocerlo, el subconsciente de los hombres.
¿H abrá que ver en esto la válvula de escape del profundo
pesimismo de los surrealistas? Sin duda, y, al mismo tiempo, una
de sus manifestaciones. Pues todos los valores defendidos por ellos
participan de esta doble característica. Tenem os el sueño, al que
se entregaron como nadie. Es indudablem ente un escape, pero

[243 ]
H I S T O R I A DEL SUR REALISMO

que no da más que una salida ilusoria: p uerta doble de la cual


nada más que la hoja falsa se abre. Bien saben los surrealistas
que detrás de ella encontrarán al enemigo im placable agazapado
a pleno día, esperando recuperar su presa. Los esfuerzos de Bretón
para arrastrar este enemigo a la realidad, nada consiguen. El
sueño no es más que un desquite pasajero, indefinidam ente reco­
menzado, y que nunca dará la victoria. Con D alí se creyeron,
por últim o, vencedores. Podían ser los modeladores de un m undo
a su m edida. ¿Qué más pedir? Pero la más bella de las alucina
ciones term ina por disiparse y deja al hom bre en la orilla, más
desesperado aún por haber entrevisto el paraíso y haberlo perd í,
do. Es dentro de la misma vida que hay que echarse, en el
terreno de las duras realidades, el destino al hom bro. Pero, aun
ahí, los surrealistas quieren usar medios distintos. Y lité con uno
de estos medios que Lautréam oot, Jarry y Vaché, triunfaron dei
m undo dom inándolo. Con el “hum or”, al que Bretón y sus cama­
radas siempre veneraron como u n dios prim erisim o y al que h i­
cieron constantes sacrificios. Lo que dió motivo para que fuesen
tenidos por alegres optimistas.
Convendría, por cierto, analizar a fondo el hum or. Se vería
entonces, por u n fenómeno de catacresis que opera sobre el m u n ­
do, el form idable desquite que perm ite tomarse al hom bre. Que
transform ó a Jarry en vencedor de la vida y de la m uerte y a
Vaché en m ortífero arcángel de todo lo consagrado. Hay tantas
clases de hum or como individuos: rosado con Lewis Carroll o
Charles Cros, verde con jarry , color del rayo con Vaché, negro
con Bretón, Péret, Queneau y Prévert. El hum or negro hace ape­
nas sonreír. Es m anifestación absurda de u n m undo demasiado
absurdo para no dejarle de ser adecuado. Esto podría ser un
recurso p ara reconciliarse con el m undo, para tom ar la puerta de
escape. Pero sería una escapada individual, y el surrealismo pre­
tende no dar un santo y seña privativo, sino conseguir un sésamo
que sirva para todos. E n el camino encuentran al amor, salida
que se traspone en pareja. U no y “el otro”, ya es el principio de
lo colectivo, prisión individual de puerta abierta para los seres
siempre que no se haga una cárcel para dos, resultado a que den-

[ 244 ]
CONCLUSIONES

de la sociedad capitalista. De ahí las críticas del surrealismo al


amor, tal como lo conciben y lo practican sus contemporáneos,
que sólo ven en él u n a hipertrofia y no u n a superación del egoís­
mo personal. Por eso su insistencia en el “am or loco, el am or ú n i­
co”. Loco, p or rom per todas las barreras con que la sociedad q u i­
so aprisionarlo y porque se perm ite todas las libertades com pati­
bles con su naturaleza, Ünico, porque hace del ser amado, “del
otro”, el resumen de un m undo viviente que, desde ahora, es lícito
poseer y donde, desde ahora, es posible extraviarse. Luego de Bre­
tón y E luard, ya no es posible am ar como se am aba antes de ellos.
La m ujer que m agnificaron como ningún poeta lo hizo, se ha con­
vertido en el pan vivo de todos los días, en el cielo- de las comar­
cas superlativas, en el alfa y el ómega de todas las búsquedas. Es
un m undo comestible y al alcance de la boca. Je mange Gala, dijo
Dalí, dando u na nueva fuerza a la expresión popular “T e quiero
tanto que te comería”, pues los surrealistas no se evaden jamás a
desconocidas metafísicas de las que se ha querido hacerlos labo­
riosos buscadores, y son, en cambio, rabdom antes inspirados de
las potencias más instintivas y más apasionadas, que no- por estar
menos a la vista dejan de percibirlas. H an querido, asimismo,
hacer del am or u n a fuerza revolucionaria, Destruyen a su paso,
con olímpico desprecio a las consecuencias, todos los obstáculos
que Ies im piden tom ar vuelo y llenar su función específica. Una
vez más tenemos que decir, que, si esto aparece en sus escritos y
en su p in tu ra, es mucho más patente en la vida particular de
cada uno. Ejemplos se nos presentan a montones, tantos que
no podernos citarlos, m ostrando que sus experiencias eran vivas,
sufridas en su carne y en su corazón. Y sí las 'confidencias que
nos h an dejado en sus obras son concesiones a un oficio artístico,
no es de lam entar que así lo hayan hecho por las extraordinarias
revelaciones que contienen.
Pero el am or no es todavía más que u n a “estrecha p u erta”
desde la que sólo se descubren horizontes filosóficos, es decir,
ilusorios, para el frenético m onstruo que los desgarra. La Revolu­
ción, ahí está la verdadera salida, la p u erta que perm itirá el pa­
so de todos juntos. Y tan cierto era esto, que por u n momento

[245 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

B retón tuvo la certeza de que ella los iba a librar para siempre
de esa famosa desesperación que los oprim ía. Ya bastante liemos
tratado en el curso ele la obra este asunto crucial, del que los
surrealistas hicieron el m otor principal de su acción. Sólo anota­
remos que fué la única solución que pudo darles función como
grupo y que, al mismo tiempo, fué el fundam ento de su unidad.
Los surrealistas nunca consideraron la poesía como u n a creación
personal sino colectiva, de participaión de toda la hum anidad, y
por lo cual propugnaban, en todo m om ento, las palabras de Lau-
tréam ont: “La poesía debe ser hecha por todos, no por uno solo”
Y su actividad colectiva no fué poca.
Fueron los primeros en hacer poemas colectivos. Esto anu
laba tanto el papel mesíánico del poeta que dicta sus leyes al
m undo desde lo alto del m onte Sinaí, como el del literato que se
siente dueño de lo que ha escrito. Cierto es que, para ellos, el
poeta es u n hom bre más en medio de los hombres, que marcha
con los demás hom bres “a pleno sol”, y que, por reciprocidad,
todos los hom bres son poetas.
Los surrealistas se dedicaron cotidianam ente a juegos colec­
tivos, que era m ucho más que u n mero pasatiem po: juego de pa-
pelitos, juego de preguntas y respuestas, “cadáveres exquisitos”,
juego de la verdad 1. Así llegaban, 110 solamente a creaciones que
en forma individual nunca hubiesen conseguido, sino al cono­
cim iento profundo de cada uno por los demás. Por esto reinaba
en sus reuniones u n a atmósfera difícil de explicar, hecha de una
com unión de espíritus tocante en la telepatía, de encuentros cris­
pantes con carnes puestas al desnudo, y, tam bién con frecuencia, a
antipatías irreductibles. Pero no es cuestión tampoco de idealizai
excesivamente estas reuniones y pensar que se desenvolvían en un
clima religioso, el juego guardaba su carácter de juego. Sin em­
bargo en estos momentos los hom bres abandonaban su soledad y
su desesperación.
Estas expresiones, de todo género, contribuían a establecer
una corriente de com unidad y creaban actividades capaces de ven­
cer al enemigo. Hemos ensayado revivir todo esto, y, sin repetir
1 Algunos de estos juegos están explicados en las Notas y Referencias.

[ 246 ]
C O N CL XJSIONE S

lo va dicho, sólo tenemos por agregar que estas actividades fueron


menos fútiles de lo que se piensa, y menos de lo que se ha creído
dadas a buscar el escándalo por el escándalo mismo. Hay que
abandonar la idea de los surrealistas en constante actitud de exhi­
bicionismo y de publicidad. Los puñetazos dados a M aurice M ar­
tin du G ard en Lévinson, de pasada insultador de Robespierre,
los sabotajes a las reuniones de Massis, a las representaciones de
M arcelle Géniat, al banquete de Saint-Pol-Roux, y algunas otras
cosas por el estilo, son actos que tienen u n profundo, u n justifi
cado sentido.
De la actuación episódica, los surrealistas, desde sus primeros
momentos, pasaron a la actuación sistemática contra la sociedad y
sus principios y al terreno de la Revolución, concebida como el
más em inente de los valores colectivos y la más capacitada para
convertir su pesimismo original en optim ism o razonado. Pudieron
entonces creer que habían encontrado la solución y felices cele­
braron el sentirse liberados. Sin embargo se equivocaban. Naville,
desde la otra orilla, trataba de ayudarlos persuadiéndolos de que
los mismos revolucionarios son unos pesimistas radicales y pidién­
doles que no se descorazonasen al 110 encontrar en la E/evolución
el optim ism o que, en su ingenuidad, creían era su esencia. Nada
consiguió. Las desilusiones llegaron y de nuevo caen en manos
de los m onstruos. Pero esto no les im pide continuar siendo solí­
citos y conscientes revolucionarios, aunque con el agobio de una
desesperación de la que 110 pudo sacarlos ni el triunfo mismo de
¡a Revolución.
H um or, amor, vida colectiva en su más alto sentido. Revo­
lución. Otras tantas tentativas para escapar a su hondo pesimismo
y otras tantas manifestaciones de ese pesimismo. .No hay salva­
ción en este m undo ni en el otro. En ninguna parte hay sal­
vación.
No obstante será grave error creer que la experiencia surrea­
lista se lim ita a esta am arga constatación. Ella le es fundam ental,
por cierto, pero si fuese lo único conseguido, nunca los surrea­
listas hubiesen dejado una obra como la realizada, conformándose,
como Jacques Vaché, con responder al absurdo de la vida con el

[247 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

absurdo de su vida, Y nada tan voluntarioso como el destino de


Bretón y su grupo, trayectoria que liemos conocido a cada instan­
te sem brada de imperiosas determinaciones, Lo que hay es que
en esta trayectoria descubrieron u n valor que podía vencer al
pesimismo que llevaban dentro de sí. Un valor que no lo fabri­
caron, sino que fué descubierto yacente bajo despojos mortales
en el corazón del hom bre y que e ta -u n patrim onio de todos: el
Deseo. El asiduo trabajo surrealista no fué otro que sacarlo a la
luz del día, darle su verdadera jerarquía, echarlo al m undo m u n i­
do con plenos poderes. ¿No era, por su esencia pro teiforme, revo­
lucionario, y capaz, en caso de necesidad, de sim ulación para ven­
cer? ¿No era la expresión fundam ental del hom bre y de su fuerza
más original? Si se encuentra lim itado, combatido, intim idado, es
por culpa de la sociedad a la que destrozará sus puertas y, por
contragolpe, el hom bre que Ira creído que siempre debía tener,
sele enfrenado. De ahí la doble determ inación revolucionaria de
los surrealistas de “transform ar el m undo” y “cam biar la vida”
p o r una objetivación del deseo, fuerza todopoderosa y capaz de
producir todos los milagros.
La solución no es nueva —nunca los surrealistas pretendieron
aportar la novedad— pero está al alcance de todos. Es suficiente
querer, y ni eso, nada más que dejarse llevar siguiendo la pen­
diente. Eí surrealismo nada tiene de tentativa religiosa. Sin em ­
bargo es el único que puede darle al hom bre lo prom etido por
todas las religiones: la libertad total del ser en un m undo libe­
rado.
Solución posible, evidente, no quiere decir solución fácil. Y
los surrealistas no consiguieron llegar a la T ie rra Prom etida. Sólo
en este sentido se puede h ablar de su fracaso. Pero deben detener­
se los que continúan alineando versos y manchando telas sin tener
en cuenta esta experiencia sin precedentes. Pues habrá siempre
más grandeza en. el águila que cae fulm inada por acercarse dem a­
siado a la torm enta que en el cauto enroscarse del gusano.

J u l i o de 1944.

[ 248 ]
'otuá uf. tej-erenciaá

Los textos a q u í publicados corres­


p o n d en a citas hechas en ei curso de
ia obra. P a ra fa cilitar su lectura
están agrupados por encabezam ientos
genéricos.
DEFINICIÓN H U M O R IST IC A DEL SURREALISMO

E L SURREA LISM O EN 1929

los objetos perturbadores,


el rom per la jeta,
la p in tu ra fantástica,
la especie m al educada,
los revolucionarios de café,
el esnobismo de la locura,
la escritura autom ática,
el anticlericalismo prim itivo,
la disciplina alemana,
el exhibicionismo,
los chistes sin gracia.

Varietés. N úm ero su rrealista (1929)


BANDERILLAS SURREALISTAS

Estos textos llevan la dirección del


“Burean de Recherches Surrealistas”,
Calle Grenelle, n? 15, París — le.,
con las horas de funcionamiento.

El presbiterio no lia perdido nada de su encanto


ni el jardín de su esplendor.

Ustedes que tienen plom o en la cabeza fúndanlo


para hacer el oro surrealista.

EL SURREA LISM O
es la escritura negada.

“No se podría esperar nada de muy grande


de la fuerza y del poder del espíritu.”
Hegel.
¡H erm ana Ariane! ¿De qué am or m atada
Moriste en la orilla donde fuiste abandonada?

[253 ]
HISTORIA DE L S U R R E A L I S M O

Si usted am a el A M O R
usted am ará
al SURREALISM O.

El paraguas del chocolate está desdorado,


M ójenlo en la p u erta y hagan trenzas.

EL SURREA LISM O
está al alcance
de todos los inconscientes.
¡PADRES!
C uenten sus sueños a sus hijos.

USTEDES LOS QUE NO VEN


Piensen en los que ven.

¿El surrealismo es
el comunismo del genio?
PROVERBIOS SU RR EALISTA S

Los elefantes son contagiosos.


Cuando un huevo rom pe otros huevos, es que no le gustan
las tortillas.
Los grandes pájaros hacen las pequeñas persianas.
Lavar el árbol.
Hay que pegarle a la m adre m ientras es joven.
Las cerezas caen donde los textos faltan.
A plastar dos adoquines con la misma mosca.
M atar no es nunca robar.
Perro mal peinado se arranca los pelos.
C ontrariar al coche fúnebre.
No rasquen el esqueleto de sus abuelos.
U n sueño sin estrellas es u n sueño olvidado.

P a u l E lu a r d y Benjam ín Péret

152 Proverbes m is au goút du jour. (1385)

[255 1
L O S J U EG O S S U R R E A L I S T A S

Hemos reunido aquí las ocupaciones de los surrealistas “entre


casa” :

Los cadáveres exquisitos, cuya técnica explica Georges H ugnet y que


P aul E lu a rd h a com entado p o r m edio de dibujos y escritos.
Juego de preguntas y respuestas.
Si, cuando (derivado del anterior) .
Conversaciones autom áticas, sobre diferentes tem as. Se h a elegido como
ejem p’o las “Investigaciones experim entales de ciertas posibilidades de em b e­
llecí:’ .ento irrac io n a l de u n a c iu d a d ” .
í_oí sueños hipnóticos.

CADÁVERES EX Q U ISITO S

A lrededor de una mesa se sientan cinco personas. Cada una


de ellas anota, sobre una hoja de papel y a escondidas de los
demás, u n sustantivo que servirá de sujeto para una frase. Este
papel lo pasa, doblado para no dejar ver lo escrito a su vecino de
izquierda. Al mismo tiem po recibe de la persona situada a su
derecha otro papel preparado en idéntica forma. Cada papel
cum plirá, al final del juego, u n a vuelta completa. Cada uno debe
aplicar al sustantivo que ignora un adjetivo o cuerpo de frase

[257 ]
H I S T O R I A DEL SUR REALISMO

que lo califique o determ ine. Luego hace circular este otro papel
y toma otro de la misma m anera anterior. En esta form a se van
anotando el verbo, a continuación el sustantivo que servirá de
complemento directo, y por últim o el adjetivo o cuerpo de frase
que determ inará o calificará al sustantivo. No queda más que
desdoblar el papel y dar lectura al resultado, luego de haber
concordado gram aticalm ente los cuerpos de la frase.
El ejem plo que se ha dado y que sirvió para dar nom bre
a este juego, es el que se obtuvo en la prim era frase, conseguida
m edíante el sistema que se explica:
“El cadáver exquisito beberá el vino nuevo.”
Georges Hugnet.
P etite A n th o lo g ie P oélique d u Surréalism e, (1934) .
j . Bucher, editeur.

L a ostra de Senegal comerá el pan tricolor.


El ciempiés enam orado y frágil rivaliza en m aldad con el
lánguido conejo.
El cloro en pera hace hablar a los mayordomos atroces.
Las m ujeres heridas abollan la guillotina de cabellos rubios.
La palom a de las ramas contam ina la piedra lam artiniana.
La n iñ ita anémica hace enrojecer los m aniquíes barnizados.
L a R év o lu tio n Surréaliste, n9 9-10.

El embarazo en papel secante hila en una rueca roja cerca


del apóstata lustrado como u n ataúd.
El dorm itorio de las niñitas endebles rectifica el odioso in ter­
nado.
La calle M ouffetard estremecida de amor, divierte la q u i­
m era que enciende fuego sobre nosotros.
El sexo sin fin se acuesta con la lengua ortodoxa.
L e Surréalism e au Service de la R évolution, n? 4.

[ 258]
NOTAS Y REF ERE NCI AS

Varios de nosotros nos hemos reunido, a m enudo y con gusto,


para ju n ta r palabras o para dibujar por fragmentos u n perso­
naje. Cuántas noches pasadas en crear con am or todo u n m undo
de cadáveres exquisitos. Pujábam os para ver quién encontraba
m ayor encanto, más unidad, más audacia, en esta poesía consegui­
da colectivamente. Olvidados de las preocupaciones, de la pobre­
za, del aburrim iento, de lo cotidiano. Gozábamos con las imágenes
y no había perdedores. Cada uno quería que su vecino ganase,
más y más, para entregarlo al que tenía a su lado. La maravilla
se encontraba saciada. Su rostro desfigurado por la pasión se nos
aparecía infinitam ente más hermoso de todo lo que pudo pre­
sentársenos en nuestra soledad, pues, entonces, no sabíamos res­
ponderle.
P a u l E luard.
D onner á voir, (1939.)
G allim ard, editor.

JUEGO DE P R E G U N T A S Y RESPUESTAS

D IA LO G O EN I92S

¿Pregunta? Respuesta. Simple trabajo de adecuación que im ­


plica todo el optim ism o de la conversación. Los pensamientos
de ambos interlocutores se prosiguen separadam ente. La relación
incidental de estos pensamientos se im pone por u n a coincidencia,
aun en la contradicción. M uy interesante al fin de cuentas, puesto
que nada gusta tanto como preguntar o responder. El “Cadáver
exquisito” lia dado, en beneficio común, preguntas y respuestas
cuya dependencia, honradam ente imprevista, está en absoluto ga­
rantizada. No nos oponemos a que los espíritus inquietos no vean
aquí más que u n perfeccionam iento, de m ayor o m enor im por­
tancia, de las reglas del juego de “los papelítos”.
Georges H ugnet.
Petite A ntholo gie P oétique d u Surréalisme.

S. M. y A. B.

M. ¿Qué es el día?
B. U na m ujer que se baña desnuda a la caída de la tarde.

[2 61]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

B, ¿Qué es el suicidio?
Ivl. Varios campanazos ensordecedores.
B. -¿Qué es la ausencia?
M. U n agua tranquila, lím pida, un espejo móvil.

A. B. y B. P.

P. ¿Qué es u n magistrado?
B. U n grosero, un puerco y u n con 1.
B. ¿Qué es la violación?
P. El gusto por la velocidad.
B. ¿Qué es el servicio m ilitar?
P. El ruido de u n par de botas sobre una escalera.

D IA LO G O 1934

M. F. y P. E.

M. ¿Qué es la angustia?
E. U n a llam a que se alarga hum eante con ruido de espadas.

A. B. Y. T .

B. ¿Qué es la pintura?
T. U na pequeña hum areda blanca.
B. ¿Qué es la Bretaña?
T. U n a fruta comida por las avispas.
T. ¿Qué es el am or físico?
B, La m itad del placer.
Documents, n-1? 34. N úm ero Surrealista,

l E xpresión p o p u la r q u e equivale a ente, estúpido. (N, del T.)

[262]
NOTAS Y REFERENCIAS

Si, cuando

Se sientan todos alrededor de una mesa. Cada uno escribe,


sin m irar lo de su vecino, una frase hipotética comenzando por
SI o p or CUANDO, y aparte u n a proposición en condicional o
en futuro sin conexión con la frase precedente. Después los juga­
dores ponen de acuerdo de dos en dos los resultados obtenidos.

Georges Hugnet.
. Petite A nthologie Poélique du Surréalkme.

J. T. Si no hubiese guillotina
S. M. Las avispas se qu itarían su corsét.
S. M. C uando los aviadores hayan conseguido el séptimo cielo
Y. T. Las estatuas se h arán servir comidas frías.
S. M. Sí la sombra de tu som bra visitara u n a galería de espejos
A. B. La continuación pasaría indefinidam ente al próxim o
núm ero.

Varietés. N úm ero Surrealista. (1929.)

IN V E S T IG A CI O N ES E X P E R I M E N T A L E S

Sobre ciertas posibilidades de embellecimiento irracional de


una ciudad.
¿Se debe conservar, trasladar, modificar, transformar o su­
primir . . .
el Obelisco?

A. B. Debe trasladarse a la entrada de los M ataderos, donde


u n a inm ensa m ano enguantada de m ujer lo sostendrá.
P. E. Debe introducirse delicadam ente en la flecha de la Sainte
' Chapelle.
T . T . Debe redondearse y colocarse en su extrem o una plum a
de acero en proporción.

[263 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

la T o u r Saint-Jacques?

A. B. Debe conservarse tal cual, pero demoler toda la m anzana


que la rodea y prohibir pox cien años el acceso a u n
quilóm etro de los alrededores bajo pena de m uerte.
P. E. Debe inclinársela ligeramente,
B. P. Debe colocarse en el centro de París, con hermosas guar-
díanas en camisa.
T . T . Debe demolerse y luego reconstruirse en caucho y sobre
su techo poner u n a concha vacía.

el Lion de Belfort?

A. B. Debe hacérsele roer u n hueso y volverlo hacia el oeste.


P. E. Debe encaramársele sobre su lomo un buzo que sostenga
en su m ano derecha una cacerola con u n pollo.
T . T . Debe ensartarse en u n enorme asador y asarlo en llamas
de bronce.

Notre-Dame?

A. B. Deben reemplazarse sus torres por u n a gigantesca aceitera


■de vidrio con dos frascos cruzados, uno de ellos con
sangre y el otro con esperma. El edificio servirá de
escuela sexual para las vírgenes.

la estatua de Alfred de Musset?

P. E. Debe colocarse frente a ella la estatua de u n robusto exhi­


bicionista visiblemente encantado por la musa.

el Panthéont

T . T . Debe partirse por la m itad y alejarse las dos m itades unos


cincuenta centímetros.

[264]
NOTAS Y REFERENCIAS

la estatua de Camille Desmoulins?

P, E. Debe instalarse en u n a estación del Metro, Un mecanis­


mo le h aría perforar los boletos y cerrar el m olinete.
B, P. Debe reemplazarse su 'silla por u n taburete giratorio,
sobre el cual Camille Desmoulins lustraría sus zapatos.
Además debe trasladarse a la Place-de FOpera.

L e Surréalisme au Service de la R évolution. n? 6,

L O S SUEÑOS H IP N Ó T IC O S

Desnos soñando.

. .. “Diciéndonos Crevel que el acto de arañar la mesa podía


dem ostrar el deseo de escribir, se convino que para la próxim a vez
se colocaría u n lápiz en la m ano de Desnos y una. hoja de papel
delante suyo. Es así como dos días después, en las circunstancias
conocidas, Ip vemos escribir delante nuestro, sin mover la cabeza,
las palabras: 14 de julio - 14 de j u l . . ., recargadas de signos -f- y
de cruces. Fué cuando nos decidimos a interrogarlo:

—¿Qué ve?
—La m uerte.
D ibuja u na m ujer ahorcada al borde de u n camino.
Escrito: cerca del helecho se van d o s . .. (el resto se pierde
fuera del p a p e l).
Yo coloco en este m om ento la m ano sobre su m ano izquierda,
O. —Desnos, es B retón el que está ahí. Dile lo que estás viendo.
D. — El ecuador (dibuja u n círculo y u n diám etro horizontal).
Q. — ¿Es u n viaje que hará Bretón?
D. - Sí.
Q. — ¿Será u n viaje de negocios?
D. — (dice que no con la m a n o ). Escrito: Nazimova,
Q. — ¿Lo- acom pañará su m ujer en ese viaje?
D. — ?????

[2 65]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

O. — ¿Irá a encontrarse con Mazimova?


D. —No (subrayado).
Q. — ¿Estará con Mazimova?
D . —?
Q. — ¿Qué más sabes de Bretón? H abla.
D. —El barco y la nieve —hay tam bién una linda torre telegrá­
fica— sobre la linda torre hay un joven (ilegible).
Yo retiro mi mano. E luard coloca la suya en lugar de la mía.
Q. — Es Eluard.
D. — Sí. (D ib u jo ).
Q. — ¿Oué sabes sobre él?
D .- C h ir ic o .
O. — ¿Encontrará dentro de poco a Chirico?
D. — La m aravilla de ojos tiernos como los de una criaturita.
Q. — ¿Qué ves de Eluard?
D. —Es azul.
Q. — ¿Por qué es azul?
D. — Porque el cielo anida en (una palabra inacabada, indescifra­
ble, toda la frase está tachada con r a b ia ) .
La mano de Péret reem plaza a la de Eluard.
Q. — ¿Qué sabes de Péret?
D. — M orirá en u n vagón lleno de gente.
Q. — ¿M orirá asesinado?
D. — Sí.
Q. — ¿Quién lo asesinará?
D. — (D ibuja u n tren, u n hom bre que cae por la portezuela.)
U n animal.
Q. — ¿Qué animal?
D. —U n a cinta azul mi dulce vagabunda.
T erm in a el sueño de Desnos. Despertar sobresaltado precedi­
do de gestos violentos.”
A ndré B retón.
E ntré e des m édium s. (Littérature
Recogido en Les pas perdus.)

[ 266 ]
NOTAS Y REFERENCIAS

RR O SE SELAVY

Juego de palabras de Robext Desnos


en trance de sueño hipnótico h

(Se da el texto francés y su traducción literal en castellano


por tratarse ele juegos de palabras que hacen difícil una versión
exacta. N. del T.)
¿La solution d ’un sage est-elle la pollution d ’un page?
(¿La solución de u n sabio es la polución de u n paje?)
Rrose Selavy se dem ande sí la m ort des saísons fait tomber
un sort sur les maisons.
(Rrose Sélavy se pregunta si la m uerte de las estaciones hace
caer un destino sobre las casas.)
Rrose Sélavy voudrait bien savoir si l’am our, cette colle á
mouches, rend plus dures íes molles conches.
(Rrose Sélavy quisiera saber si el amor, este papel pega mos­
cas, hace más duros los muelles lechos conyugales.)
P ourquoi votre incarnat est-il devenu si terne, petite filie,
dans cet in tern at oíi votre oeil se cerna?
(¿Por qué tu rosado se volvió tan opaco, niña, en este inter­
nado en el cual tus ojos se cercaron de ojeras?)
Croyez-vous que Rrose Sélavy connaisse ces jeux de fous quí
rnettent le feu aux joues?
(¿Creen que Rrose Sélavy conoce esos juegos de locos que
ponen fuego en las mejillas?)
Rrose Sélavy propose que la pourriture des passions devienne
la n u rritu re des nations.
(Rrose Sélavy propone que la podredum bre dé las pasiones
se' convierta en el alim ento de las naciones.)
Devise de Rrose Sélavy: Plus que poli pour étre honnéte.
Plus que poéte pour étre honni.
(Divisa de Rrose Sélavy: 'Más que cortés para ser honesto.
Más que poeta para ser vil.)
Am ants tuberculeux, ayez des avantages phtisiques.

[267 ]
HISTORIA DEL SURREALISMO

(Amantes tuberculosos, tengan encantos tísicos.)


Plus f'ait violeur que doux sens.
(Más hace violador que dulces sentidos.)

Liltérature. (19 diciem bre de 1922.)

EJEMPLO DE C R Í T I C A L I T E R A R I A

Pudiendo servir de artículo necrológico

¿La Noailles? Era u n a bacante óríica, asiática, rom ántica, pa­


tética, soberbia, postrada, rica, plácida, lánguida, irreal, T o m a­
rnos estos adjetivos de sus necrólogos, quienes a veces no consi­
guen ocultar la adversión que la Noailles les inspiraba. Francois
M auriac no se anda con rodeos: “Posiblemente, entonces, ella
haya oído la palabra interior que le fué dirigida a C atalina de
Siena: “T ú eres aquella que no e s .. (Nouvelles Litteraires
,6 de m ay o ).
Esta bacante ligeram ente m unicipal y portuguesa, como diría
Dalí, se había visto' honrada con la liga de com andante de la
Legión de H onor.
¡Oh franceses, yo he sorbido el zumo de vuestra Galia!,
escribía la m uerta.
¿Quién alegrará ahora las noches oficíales de los inm undos
m inistros de la T ercera República? ¿Será Géraldy, Cocteau, Valéry
o R aoul Ponchen? ¿Quién reem plazará al abate Delille, a Béran-
ger, a Sully-Prudhom m e, a. Rostand, y a la Noailles? Francia,
u na vez más, está viuda .

L e Surréalisme au Service de
la R évoluiion. n9 5 (1933) ,

[268]
CARTAS

Carias de ruptura

De Joseph Delteil a André Bretón.


M i querido amigo:
U n periodista rum ano tiene m ucho interés en verlo para
u na entrevista. En caso de que esto le sirva de diversión ¿no quie
re concederle u na cita? Su dirección:
[T u d o r Shoimaru, calle Moni-Doré n? 5, París.]
Según creo regresa el viernes.
¿Y cómo le va a usted? Espero sea hasta pronto.
Siempre amigo.

De André■Bretón a Joseph Delteil.

Gracias por el ofrecim iento del periodista rum ano, pero ya


tengo bastante que hacer con toda especie de jorobadores. Y entre
éstos lam ento contarlo a usted,' Joseph Delteil, desde hace unos
meses. Y en confianza, su Jeanne d’Are es u n a gran porquería.
Yo me he equivocado bastante a su respecto, pero eso no tiene

[2 69]
HISTORIA DEL SURREALISMO

im portancia. Sus innum erables escritos del Intransigeant, sus in ­


fames chistes sobre el am or como los publicados en La Réuo
lulion Surréaliste, las bonitas declaraciones hechas por usted a
un tal R obert Gaby en “Aquellos que vienen” (sic), su gusto
m aniático por la vida en lo que ello tiene de más cómodo —usted
no sueña jam ás—, han term inado especialmente por hartarm e.
El dilem a está en saber si usted es u n puerco o u n cori, o al
mismo tiem po u n puerco y u n con. En la alternativa, p re­
fiero, desde luego, no verlo más y no tener ninguna otra opor­
tu n id ad de referirm e a usted. Y lim itarm e en caso de que usted
se volviese muy molesto, véalo a Cortean, a tom ar las medidas
necesarias para reducir su actuación a sus justas proporciones, lo
que, a pesar de que no lo crea lo suficiente, está en mi ca­
pacidad.
La Révolution Surréaliste, n? 4 (1925) .

C A R T A DE A D H E S IÓ N

Gérardmer, este 10 de julio de 1925.

Señores:
E n estos días un joven ha intentado suicidarse arrojándose
al lago de Gérardm er. Este joven era, hace un año, el abate
Gengenbach, que se encontraba con los jesuítas en el Externado
del Trocadero, calle Franldin, núm ero 12 . . . Por esta razón se
ha tratado de acallar el escándalo en Gérardm er, pero yo sé que
el deseo de este joven es, por el contrario, dar publicidad a este
suicidio. Este joven soy yo. Cuando ustedes reciban esta carta
habré desaparecido, pero si mis informaciones no les son suficien­
tes, los autorizo a dirigirse a mi prim a, J. M. Viry, institutriz en
R etournem er, cerca de Gérardm er.
Hace exactam ente u n año, yo era abate en el convento de los
jesuítas de París y llam ado a ocupar una envidiable situación en
el m undo eclesiástico, cuando se me presentó un conato de
aventura amorosa con una joven actriz del Odeón, luego de una
función en el teatro Athénée a la que asistí de civil. Se daba

[ 270 ]
NOTAS Y REFERENCIAS

Romanea con Soria, La pieza presentaba un idilio entre un


pastor protestante y una cantante italiana, que me emocionó
mucho. Los jesuítas conocieron el asunto. U n tiem po después
fui a cenar con mi actriz al “R om ano”, gran restaurant dancing
de la calle C aum artin. Al día siguiente los jesuítas me expulsa­
ban, dejándom e solo en las calles de París. Me vine a Plom-
biéres con m i fam ilia y llevé una vida bastante i: i. En
plena tem porada, mi obispo me prohibió usar la ... y
debí colgarla.
De esta m anera me encontré a los veintiún años desorien­
tado frente a la v id a . .. P ronto me di cuenta de que estaba
perdido. H ab ía tom ado muy en serio la vocación sacerdotal
para poder sentirm e feliz en el m undo. Por otra parte mi joven
amiga, que hubiese llegado a ser mi am ante de no dejar yo la
sotana (la que ejerce sobre ciertas m ujeres una atracción m or­
bosa) , me abandonó en cuanto no fui más que u n simple c iv il.. .
Se apoderaron de m í u n a tal neurastenia aguda y u n a tal
depresión m elancólica que me hice nihilista, perdiendo por com­
pleto la fe, aunque siempre atado a la dulce figura de Cristo,
tan p u ra e indulgente. H e m aldecido a todos los curas, frailes
y obispos, que destrozaron m i porvenir por estar obsesionado
por la m ujer y que consideran que u n sacerdote no debe pensar
en la m ujer. ¡Raza de misóginos, sepulcros blanqueados, esque*
letos am bulantes! ¡Ah, si Cristo volviese!
Pasé todo el invierno encerrado en una pieza . . . haciendo
música y leyendo. Fué entonces cuando me enteré de La Révo-
lution Sunéaliste y de su Encuesta sobre el suicidio, la cual no
hizo más que intensificar mi pesimismo y m i sombría desespe­
ración .. , A hí vi gritos de angustia expresando el deseo de la
nada, la nostalgia de u n a vida, de u n más allá en el que poi
fin podríam os, evadidos de este m undo, ser libres,
Vine aquí para suicidarm e tirándom e al lago. T ra té de
hacerlo en las cercanías de la villa K attendick . . . H e renunciado
a este propósito . . . Pero les perm ito y les pido hacer público
este acontecimiento, que se quiere silenciar por haber pertene­
cido yo al clero . . . Es, precisamente, por haber sido eclesiástico,

[ 271]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

que deseo se sepa lo que las gentes de iglesia hicieron de mí:


un desesperado, u n rebelde, u n nihilista . ..
Saludo a ustedes con m i mayor consideración,
E. Gengenbach.

La R év o lu tio n Surréalistef n? 5 (1925),.

C ARTAS IN SU L T A N T E S

De Robert Desnos a Fierre Miíle.

Estim ado señor 1,000:


Ya es tarde para escribirle, U n artículo suyo no tiene mayor
repercusión y es hacerle muy mucho favor el solo hecho de per­
cibir que usted existe.
H a escrito usted, señor 100, hace unos quince días u n artículo
en L ’ Oeuvre, en el que decía no haber encontrado nunca en las
obras de Dumas padre un sentim iento o una expresión original.
Esto significa, estimado señor 10 (ya conoce lo que quiere decir
este núm ero en a rg o t), que usted es u n con.
Dicho esto, acepte, estimado señor O, m ejor dicho, doble O,
la consideración que le tengo por su am abilidad para congeniar el
contenido de los m anuales R oret con u n agudo sentido del mez­
quino negocio y del enjuague.

L a R év o lu tio n Surréaliste, n9 7 (1926) .

Aragón a ,
Vieja podredum bre:
Acabo de leer tus canalladas del 15 y 19 de septiembre. T e
encuentro grosero, diarreico, pero más que nacía m entiroso y co­
barde. Has necesitado cuatro días para percibir que la imbécil
versión L autréam oní-orador público, que habías aceptado en tu
ignorancia de carpa, era, cuando menos, discutible. Y con refe­
rencia al mismo asunto. Has revuelto tu propia m íer . . . para
que se convierta en tu gloria. Ya teníamos el artículo sobre

[ 272 ]
NOTAS Y REFERENCIAS

Baudelaíre, donde disertabas sobre sus placas mucosas, y ahora


te metes con la psiquiatría. Poco im porta la enorme ironía que
despliegas, relee, sin embargo, tus dos artículos uno después de
otro. E ncontrarás en ellos lo que muy bien sabes, una serie de
insolencias basadas en nada, que dos o tres inform aciones tardías
h an derrum bado del todo. Además, nada que sea u n alegato espi­
ritu al y sí la im pudicia clel charlatán que quiere tener razón
a toda costa.
Por otra parte, debes darm e u n a prueba, ya que me acusas
de querer ponerm e en evidencia. ¿Será cierto que Soupault te
pidió escribir u n artículo sobre su pequeña reedición? Los dos
pueden sentirse contentos. U no venderá diez ejem plares más y
tú te has purgado. Has hecho u n a buena caga . ..
M i intención no es discutir con u n pellejo podrido. Eres
u n a de esas inm undicias cuya sola idea pudre. De tus elucu­
braciones diré, haciendo u n tropo u n poco audaz, que no son
“tapées” sino que “tap en t” 1 y que tú mismo, haciendo tu p erió d t
ca cochinada, hueles a perfum e prostibulario. Y por últim o, po­
niéndom e a la altu ra de tu ciencia médica, que eres bastante exac­
to a las fungosidades que se form an en las narices de los tubercu­
losos. Por otra parte, te conozco de dos o tres ocasiones: eres in n o ­
ble. Sorete intelectual, tienes cara de lo que eres. U na vieja cami*
sa olvidada en u n m íngitorio.
Pero ándate con cuidado, rancia hediondez, del lugar donde
tiras tus inm undicias. P odría suceder, te lo digo suavemente,
epistolarm ente, sólo a título de inform ación, que los lectores jo­
venados, esos que tú señalas desconsideradamente, encuentren por
últim o que no pueden aguantar más tu carroña, y que tom ando
la escoba d e . . . ¿me entiendes? la usen con u n a cierta violencia
contra tu fétida persona.
T engo el agrado de taparm e la nariz ante tu pera.
O tro sí digo: Con la m isma suavidad te advierto que no
tratas el asunto Lautréam ont, n i siquiera con la m ediana com­
prensión de u n periodista sin taras fisiológicas. Reflexiona. La
parálisis general avanza, últim am ente has tenido decepciones y

i juego de p a la b r a s : no son in g e n io s a s sino que chocan.

[273 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

el espejo te ha m ostrado en tu pingajo cosas. .. inquietantes. No


te digo más. U n accidente se presenta cuando menos se le
espera.
(A los que no dejarán de observarme que pierdo mi tiempo
en esta clase de asuntos, y que, al final, verdaderam ente. . . sólo
les contesto que, a quien esto escribo, es el mismo que dijo
que R im baud abandonó a E uropa despechado por no haber
podido hacer u n casamiento brillante. Ésta es una excelente
m uestra para conocerlo bien.)

A ragón. Traite d u Style (1928.) .


G allim ard, E ditor.

CARTA M A T R IM O N IA L

Desde hace cinco días ya no vivo por tu culpa, por culpa


de tus cartas estúpidas, de tus cartas dei sexo y no del espíritu,
por tus cartas llenas de reacciones del sexo y no de razonam ientos
conscientes. Ya he llegado al colmo de mis nervios, al colmo
de mi razón; en lugar de tener consideraciones conmigo, me
destrozas, me destrozas porque no 'estás en lo cierto. N unca lias
estado en lo cierto, siempre me has juzgado con la más baja
sensibilidad de m ujer. T e niegas a tener en cuenta ninguna de
mis razones. Pero yo no encuentro más razones ni disculpas que
darte, n ada tengo que discutir contigo. Conozco mi vida y esto
me basta. Y en el m om ento en que comienzo a entrar en m i vida,
más y más me la socavas, rem idas mis desesperaciones, y cuanto
más te doy razones p ara esperar, para tener paciencia, para
soportarme, más te encarnizas en arruinarm e, en hacerm e perder
todo el beneficio de lo conquistado, en ser menos indulgente
para mis infortunios. N ada sabes del espíritu, nada sabes de
la enferm edad. Juzgas todo bajo apariencias externas. Pero yo»
yo conozco ¿comprendes? mi intim idad. Y cuando te grito que
nada hay en mí, nada en lo que constituye mi ser, que no sea
producto de lo .que existió anterior a mí mismo, anterior a
mi voluntad, nada en mis más horribles reacciones que no sea

[274]
NOTAS Y REFERENCIAS

enferm edad y que no se deba a ella, tú te vuelves hacía alguno


de tus miserables raciocinios y recomienzas a presentar tus malas
razones que se agarran a mis detalles ínfimos, que me juzgan
por lo más m ezquino de mí mismo. Pero lo que haya podido
hacer de mi vida ¿comprendes? no me im pide ir penetrando
paulatinam ente en mi ser e instalarm e allí cada día un poco más.
En este ser que me sacó la enferm edad y que el reflujo de
la vida me lo restituye pedazo por pedazo. Si supieses a lo que
debí llegar para atenuar o suprim ir los dolores de esta sepa­
ración intolerable, soportarías mi desequilibrio, mis molestias,
la inestabilidad de mi carácter, este derrum bam iento de mi ser
físico, estas ausencias, estas depresiones. Im aginas mi entrega
a u na droga, cuya sola idea ocupa todos tus razonamientos, y
me abrumas, me amenazas, me em pujas hacia la locura, trastor­
nas con tus manos de cólera la m ateria misma de m i cerebro.
T ú me pones contra mí mismo. C ada u n a de tus cartas divide
en dos mi espíritu, me arroja a inconcebibles encrucijadas, me
acribilla de desesperaciones, de furores. No ' puedo más. T e
grito, ¡basta! Deja de pensar con tu sexo, absorbe por fin la
vida, toda la vida, ábrete ,.a la vida, m ira las cosas, mírame,
abdica, y deja que la vida me abandone un poco, se aquiete
ante mí. No me abrumes más. ¡Basta!

A rtaud. T r o i s i é m e lettre de m én a g e,
A n to n in
en L e Pése -Nerfs. ( L e s C a h i e r s d u S u d . 19 2 7 .)

C A R T A A L A S ESCUELAS DE B U DA

Ustedes que no están en la carne y que saben en qué punto


de su trayectoria carnal, en su vaivén insensato, el alm a en­
cuentra el verbo absoluto, la palabra nueva, la tierra interior.
Ustedes que saben cómo uno se revuelve en su pensam iento y
cómo el espíritu puede salvarse de sí mismo. Ustedes que son
interiores dentro de sí. Ustedes cuyo espíritu no está ya sobre
el plano de la carne. A quí hay manos p ara las cuales el tomar
no lo es todo, cerebros que yen más allá de u n bosque de techos,

[275 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

de u n a floración de fachadas, de u n pueblo de calles, de una


actividad de fuego y de mármoles. Q ue avance este pueblo de
hierro, que avancen las palabras escritas con la rapidez de la
luz, que avancen los sexos uno hacía otro con fuerza de caño­
nazos. ¿Qué será lo que cambie en las rutas del alma? ¿Y en
los espasmos del corazón, en la insatisfacción del espíritu?
Es por lo que deben arrojar al agua todos esos hombres
blancos que llegan con sus pequeñas cabezas y sus espíritus tan
bien dirigidos. Es necesario que ahora nos oigan estos perros,
nosotros no hablam os del viejo mal hum ano. Son otras in d i­
gencias las que nuestro espíritu sufre que las inherentes a la
vida. Sufrimos de podredum bre, de podredum bre de la razón.
L a E uropa lógica machaca perpetuam ente el espíritu entre
los m artillos de los dos términos» abre y cierra el espíritu. Pero
hoy el estrangulam iento ha llegado a su colmo, ya hace dem a­
siado tiem po que padecemos bajo la coyunda. El E spíritu es
más grande que el espíritu, las metamorfosis de la vida son
m últiples. Como ustedes, nosotros rechazamos el progreso: ven­
gan, echen abajo nuestras casas.
Q ue nuestros escribas todavía sigan por u n tiem po escri­
biendo, nuestros periodistas desbarrando, nuestros críticos rezon­
gando, nuestros judíos deslizándose en sus moldes de rapiña,
nuestros políticos perorando y nuestros asesinos legales em po­
llando en paz sus fechorías. Nosotros sabemos, muy bien sabemos,
lo que es la vida. Nuestros escritores, nuestros pensadores, nues­
tros doctores, nuestros charlatanes entienden de esto, de hacer
frustrar la vida. Que todos estos escribas ¡babeen sobre nosotros,
que nos babeen por costum bre o m anía, que nos babeen por
castración del espíritu, por im posibilidad de com prender los
matices, los barros cristalinos, los m undos móviles donde el es­
p íritu superior del hom bre se intercam bia infinito, porque nos­
otros hemos captado nuestro m ejor pensam iento. Vengan. Sál­
vennos de estas larvas. Im agínennos nuevas casas.

L a R év o lu tio n Surréaliste, 3 (1925) .

[276]
NOTAS r REFERENCIAS

C A R T A A L O S D IR E C T O R E S DE L O S ASILO S
DE LO C O S

Señores:
Las leyes, la costumbre» les conceden el derecho para m edir
el espíritu. Esta jurisdicción soberana» tem ible, es sólo con su.
entendim iento que la ejercen. Déjennos reír. L a credulidad de
los pueblos civilizados» de los sabios, de los gobernantes» adorna
la p siquiatría de inexplicables luces sobrenaturales. El proceso
de la profesión de ustedes está hecho por anticipado. No pensa­
mos discutir aquí el valor de su ciencia, ni la dudosa realidad
de las enfermedades mentales.- Pero por cada cien patogenias
pretensiosas en las que se desencadena la confusión de la m ateria
y del espíritu» por. cada cíen clasificaciones en las que las m ayor­
m ente vagas son las más utílízabies» ¿cuántas nobles tentativas
se pueden contar para acercarse al m undo cerebral en que viven
tantos de sus prisioneros? ¿Cuántos de ustedes no consideran»
■por ejemplo» en el sueño del dem ente 'precoz, las imágenes que
son su consecuencia, nada más que u n a ensalada de palabras?
N o nos asom bra el encontrarlos inferiores a una tarea para
la cual hay muy pocos predestinados. Pero nos rebelamos contra
el derecho que se atribuye a hombres» capacitados o no» para
condenar a encarcelam iento perpetuo las revelaciones del espíritu.
Y qué encarcelamiento. Se sabe —nunca se sabrá lo suficiente—
que los asilos» lejos de ser asilos» son temibles cárceles, en las
que los recluidos proveen m ano de' obra gratu ita y cómoda y
donde la sevicia es regla. T odo esto lo toleran ustedes. El asilo
de alienados» bajo la protección de la ciencia y las leyes, es
com parable a los cuarteles» a las prisiones, a las 'mazmorras.
N o nos referiremos aquí a las internaciones arbitrarías, para
evitarles el trabajo de u n a fácil réplica. Diremos que una gran
parte de sus asilados, en absoluto locos según el fallo de la
ciencia oficial, están internados arbitrariam ente. Y no podemos
adm itir que se im pida el líbre desenvolvimiento de u n delirio
tan legítim o y lógico como cualquier otra serie de ideas y

[ 277 ]
H I S T O R IA DEL SURREALISMO

de actos hum anos. La represión de las reacciones antisociales


es tan quim érica como inaceptable en principio. T odos los
actos individuales son antisociales. Los locos son las víctimas
antisociales por excelencia de la dictadura social. Y en nom bre
de esa individualidad, que es patrim onio del hom bre, reclamamos
se libere a estos forzados de la sensibilidad, ya que no es priva­
tivo de ninguna ley encerrar a los que piensan y obran.
Sin querer insistir en el carácter verdaderam ente genial de
las manifestaciones de ciertos locos, dentro de lo que nos consi­
deramos aptos p ara apreciarlas, afirmamos la legitim idad abso­
luta de su concepción de la realidad y de todos los actos de ella
dimanados.
Esperamos que recuerden m añana esto, a la hora de la visita
médica, cuando traten de conversar sin léxico con esos hom bres
sobre los cuales, deben reconocerlo, no tienen otra superioridad -
que la que les da ¡a fuerza.
La R év o lu tio n Surréaliste. n<? 3 (1925) .

C A R T A A B I E R T A A L S E Ñ O R P A U L C LA U D E L

Embajador de Francia en el Japón.

“E n cuanto a los m ovim ientos actuales, no hay u p o so­


lo que pueda conducir a una verdadera renovación ocrea­
ción. N i el “dadaísm o”, ni el “surrealism o”, que tienen un
único sentido, el pederasta.
“M ás de uno se asom bra, no de que yo sea un 'buen
católico, sino escritor, diplom ático, em bajador de F rancia
y poeta. N o encuentro en eso nada de raro. D urante la
,
guerra fui a la A m érica del S u r a com prar trigo carnc en
conserva y tocino para los ejércitos, haciendo ganar a mi
país doscientos m illones

I I Secolo. E ntrevista a P aul C laudel reproducida


p or Comoedia el 17 de ju n io de 1925.

París, julio 1? de 1925.


Señor:
N uestra actividad no tiene de pederasta más que la con,
fusión que produce en el espíritu de quienes no la practican.

[ 278 ]
NOTAS Y REFERENCIAS

Muy poco nos im porta la creación. Deseamos con toda el


alm a que las revoluciones, las guerras y las insurrecciones colo-
niales, vengan a destruir esta civilización occidental cuya miseria
usted defiende hasta en Oriente. Y a esta destrucción la invoca.
d i o s como un estado de cosas e l . menos inaceptable para el espí­

ritu. 1
E n esto no podrá haber, para nosotros, ni equilibrio ni un
gran arte. H e aquí que la idea de belleza se encuentra desde
hace m ucho tiem po en reposo. Sólo queda en el tapete una idea
moral, como, por ejemplo, la de no poder al mismo tiem po ser
em bajador de Francia y poeta.
Aprovechamos esta oportunidad para hacer pública nuestra
falta de solidaridad con todo lo francés, tan to de palabras como
de hechos. Declaramos encontrar la traición y todo lo que, de
una m anera u otra, puede atentar contra la seguridad del Estado,
más conciliable con la Poesía, que el conseguir “grandes canti­
dades de tocino” por cuenta de un país de chanchos y de perros,
Es un singular desconocimiento de las facultades propias y
de las posibilidades del espíritu, el que hace a los pillos de su
clase buscar esporádicam ente la salvación en u n a tradición cató­
lica o grecorrom ana. P ara nosotros, la salvación no está en n in ­
guna parte. Consideramos a R im baud u n hom bre que h a des­
esperado de su salvación y cuya obra y cuya vida son testimonios
puros de perdición.
Catolicismo, clasicismo grecorromano, los abandonam os a sus
santurronerías infames. Que le sean de provecho. Engorde más
todavía y reviente entre la adm iración de sus conciudadanos. Es­
criba, rece y babee. Reclamamos para nosotros la deshonra de
haberlo tratado de una vez por todas de pedante y canalla.

M áxime Alexandre, Louic Aragón, A ntonin A rtaud, J. A.


Boiffard, Joé Bousquet, A ndré Bretón, Jean Carrive, R ené Cre-
vel, R obert Desnos, P aul Eluard, Max Ernst, T . Fraenkel, Francis
G érard, Eric de H aulleville, M ichel Leiris, Georges Lim bour,
M athias Liibeck, Georges M alkine, A ndré Masson, M ax Morise,
Marcel Noli, Benjam ín Péret, Georges R ibem ont Dessaignes,

[ 279 ]
H IS T O R IA D EL SURREALI SMO

Philippe Soupault, Dédé Sunbeam, R oland 'I nal, jacqo.es Viot,


Roger Vitrac.

L A R E V O L U C IÓ N A N T E T O D O Y SIE M P R E

El m undo es un entrecruzam iento de conflictos que, a los


ojos de todo hom bre u n poco aten to ,’ trasponen el marco de un
simple debate político o social. N uestra época en particular
carece de videntes. Pero es imposible, para quien no esté des*
provisto de toda perspicacia, no tentarse de calcular las con­
secuencias hum anas de u n estado de cosas en absoluta subversión,
Más allá del despertar del am or propio de pueblos por
largo tiem po sojuzgados y que parecen no desear otra cosa que
la conquista de su independencia, más allá del conflicto latente
de las reivindicaciones obreras y sociales dentro de situaciones
que aún se m antienen en Europa, creemos en la fatalidad de
un rescate total. Bajo los golpes cada vez más duros que le son
asestados, será im prescindible que el hom bre term ine por cambiar
sus puntos de vísta.
M uy conscientes de la naturaleza de las fuerzas que actual,
m ente p ertu rb an el m undo, queremos, antes de tenerla en cuenta
y de ponernos a la obra, proclam ar nuestro desinterés absoluto,
y en cierta forma nuestra purificación, de las ideas que son base
de la civilización europea, todavía m uy nueva, y asimismo de
toda civilización sostenida por los insoportables principios de la
necesidad y el deber.

C iertam ente somos bárbaros, puesto que ya una cierta forma


de civilización nos asquea.
E n todo lugar donde im pera la civilización occidental, los
vínculos hum anos h an cesado, excepto los que tenían por única
razón de ser el interés, el “insoportable pago al contado” . Desde
hace más de u n siglo la dignidad hum ana se encuentra rebajada
a u n intrascendente valor de cambio. Es injusto, es monstruoso,
que el que nada tiene sea esclavizado por quien tiene. Pero
cuando esta explotación pasa los límites de u n simple salario y

[ 280 ]
N O TA S Y R EFER EN C IA S

toma, p or ejemplo, la form a d e esclavitud que la alta finanza


internacional hace pesar sobre los pueblos, es u n a iniquidad que
n inguna hecatom be conseguirá expiar. Nosotros no aceptamos
las leyes de la Econom ía y del Cambio, ni aceptamos la escla­
vitud del T rab ajo , y, en un terreno aun más amplio, nos de­
claramos en insurrección contra la H istoria. L a H istoria está
regida p o r leyes que condiciona la cobardía de los individuos y
no somos ciertam ente hum anitarios en form a alguna.
Es nuestro repudio para toda ley consagrada y nuestra espe­
ranza en fuerzas nuevas, subterráneas y capaces de arrollar la
H istoria, de rom per el encadenam iento irrisorio de ios hechos,
lo que nos hace volver los ojos hacia el A s ía x. En definitiva,
tenemos necesidad de la Libertad, pero de una libertad calcada
sobre nuestras necesidades espirituales más hondas, sobre las exi­
gencias más estrictas y más hum anas de nuestra carne (en verdad,
serán siem pre los demás los que tendrán m ie d o ). La época
m oderna ya pasó. L a estereotipia de los gestos, de los actos, de
las m entiras de Europa, cum plió ya su ciclo de repugnancia 2. Es
el m om ento en que los mongoles deben acam par en nuestros
sitios. No es de tem er que la violencia, a la que nos com pro­
metemos aquí, nos tome desprevenidos y nos supere. Sin em­
bargo, p or nuestro gusto, esto no es suficiente todavía, a pesar
de lo que pueda suceder. Lo que im porta es ver en nuestra
empresa la confianza absoluta que concedemos a este sentim iento
que no es com ún y, especialmente, al sentim iento de rebeldía
sobre el que se fu ndan las únicas cosas admisibles.
Colocando sobre todas las diferencias nuestro amor por la
R evolución y nuestra decisión de eficacia, dentro del terreno aún
muy restringido que es p o r el m om ento el nuestro, nosotros,

1 H agam os justicia a esta im agen. E l O rie n te está en todas j


presenta el conflicto dela m etafísica con sus enem igos, los mismos
de la lib e rta d y de la
contemplación. E n la misma E u ro p a ¿qu
decir dónde no está el O riente? E n la calle, el h o m b re q u e se
nuestro cam ino lo llevaen él, el O rie n te está en su conciencia.
2 Spinoza, Kant, Blake, Hegel, Schelling, Proudhon, Marx, Stirner, Bau-
delaire, Lautréamont, Rimbaud, Nietzsehe. E sta sola enum eración es ci prin­
cipio del desastre.

[ 281 ]
H IS T O R IA D EL SU RREA LISM O

Ciarte^ Correspondance, Philosophies, La Révolution Surréaliste,


declaramos lo que sigue:
1) Que el magnífico ejemplo de u n desarme inm ediato, in ­
tegral y sin reservas, en 1917, dado al m undo en Brest-Litovsky
por Lenín, desarme en el cual en valor revolucionario es enorme,
no creemos a la Francia de ustedes capaz de im itarlo nunca.
2) M ientras que la mayoría, movilizables y destinados ofi­
cialmente a vestir el abyecto capote azul horizonte, considera que
rechazamos para el futuro, enérgicam ente y en cualquier forma,
la idea de u n som etim iento de este orden, nosotros consideramos
que Francia no existe,
3) Es innecesario decir que, en estas condiciones, aprobam os
plenam ente y refrendam os el m anifiesto lanzado por el Comité
de acción contra la guerra de M arruecos, y más porque sus
autores se encuentran amenazados de persecuciones judiciales.
4) Curas, médicos, profesores, literatos, poetas, filósofos, pe­
riodistas, jueces, abogados, policías, académicos y todos los demás,
a todos ustedes, firm antes de ese papel imbécil: “Los intelectuales
al lado de la P atria”, los denunciam os y los confundirem os en
toda oportunidad. Perros amaestrados para m edrar con la patria,
a quienes sólo anim a el pensam iento de roer este hueso.
5) Somos la rebelión del espíritu. Consideramos a la san­
grienta R evolución como la venganza ineludible del espíritu
hum illado p or la obra de ustedes. N o somos unos utopistas,
esta Revolución sólo la concebimos en su form a social. Los
hombres que h an visto levantarse contra ellos una confabulación
tal que ya no queda nadie que no los repruebe (traidores a
todo lo que no es la L ibertad, insumisos de toda especie, p ri­
sioneros del derecho co m ú n ), no deben olvidar que la idea de
Revolución es la m ejor y más eficaz salvaguardia del individuo.
Georges Altam an, Georges A ucouturier, je a n Bernier,
Víctor Castre, Camille Fégy, Marcel Fourrier, Paul G uitard,
G. M ontrevel.
Cam ille Gcemans, P aul Nougé.
A ndré Barsalou, G abriel Beauroy, Em ile Benvéniste,
N orbert G uterm ann, H enri Jourdan, H en ri Lefebvre, Pierre

[ 282]
N O TA S Y R EFER EN C IA S

M orhange, M aurice M uller, Georges Politzer, Paul Zimmer-


rnann.
M áxime Alexandre, Louis Aragón, A ntonin Artaud,
Georgec Bessiére, M onny de Boully, Joé Bousquet, Pierre
Brasseur, André Bretón, René Clevel, R obert Desnos, Paul
E luard, Max Ernst, T héodore Fraenkel, Michel Leiris,
Georges L im bour, M athias Lübeck, Georges M alkine, André
Masson, Douclian M atitch, M ax Morise, Georges Neveux,
Marcel Noli, B enjam in Péret, P hilippe Soupault,,. Dédé
Sunbeam, R oland T u al, Jacques Viot.
H erm ann Closson.
H en ri Jeanson.
Pierre de Massot.
R aym ond Queneau.
Georges Ribemont-Dessaignes.
L a R é v o lu tio n Surréaliste. n 1? 5 (1925) .

L A R E B E L IÓ N C O N T R A E L M A E S T R O

La muerte de un señor cualquiera.

¡Ay! ya no volveré a ver más al ilustre P alotin 1 del M undo


kcid en tal, el que me hacía reír.
D urante su vida escribió, según decía, para abreviar el tiempo
para encontrar hombres, y, cuando por azar los encontraba,
entía un m iedo atroz y haciéndoles el cuento de una amistad
lesconcertante, acechaba el m om ento de poder ensuciarlos.
U n día, creyó ver pasar en sueños un Barco Fantasm a y
intió que los galones del C apitán B ordure surgían en su cabeza.
Se m iró con seriedad al espejo y se encontró hermoso.
Y fué el acabóse. Se transform ó en u n tartam udo m ental,
onfundió todo, la desesperación con u n ataque al hígado, la
liblia con los Chants de Maldoror, Dios con Dios, la tinta con
a esperma, las barricadas con el diván de Mme. Sabatier, el
. l Paliducho, falto de color en el rostro.

[2 8 3 ]
H IS T O R IA D EL SU RREA LISM O

m arqués de Sade con Jea n Lorrain» la Revolución R usa con la


Revolución Surrealista 1,
Peón lírico, distribuyó diplomas entre los grandes enam o­
rados, días de indulgencia entre ios principiantes en trance de
desesperación, y se lam entó de la enorme piedad de ios poetas
d e ' Francia.
“¿Es cierto que las Patrias quieren cuanto antes la sangre
de sus grandes hom bres?”, se preguntaba.
Excelente músico» tocó durante algún tiem po la “iu th ” 2 de
clase bajo las ventanas del P artido Com unista, Lo apedrearon y
se fué decepcionado, am argado, a oficiar de maestro cantor en las
cortes de amor.
No podía ju g ar sin hacer tram pas, y, por otra parte, tram ­
peaba muy mal. Escondía en sus mangas las bolas del billar,
que» al caer al suelo con desagradable ruido ante sus fieles in ­
comodados, decía que era hum or.
E ra un hom bre muy honesto. Se colocaba a veces la toga
de juez sobre su quepí y predicaba m oral o h a d a crítica de arte,
pero difícilm ente ocultaba las cicatrices que le habían dejado
los negociados de la p in tu ra m oderna.
U n día vociferaba contra los curas y al siguiente se creía
obispo o P apa en Avignon. T om aba u n boleto para ir a obser­
var y regresaba unos días después más revolucionario que nunca,
peres pronto lloraba abundantes lágrim as por no encontrar el
Prim ero de Mayo un taxi para atravesar la Place Blanche.
E ra tam bién m uy sensible; por u n suelto de periódico se
quedaba en cama ocho días y escupía, escupía por todas partes,
en el piso, sobre sus amigos, sobre las m ujeres de sus amigos. Y
sus amigos casi siempre lo dejaban hacer, demasiado entregados
a él para protestar. Escupía asimismo sobre Poé y Dufayel. No
tenía seguridad de nada, escupía sobre la com ida que no encon­
traba lista a su hora, se agarraba unas rabietas horrorosas a la
vista de u n a lata de sardinas y era lúgubrem ente risible, lam en­
table de ver, pero siempre tratando de m antenerse muy digno.

1 “T odavía . . . y siem pre Ja revísta m ás escandalosa d el mundo.”


3 Juego de p alab ras con “l u th ” (lira, laúd) y “lu tte ” (lu d ia) . (N. del T ) .

[284]
NOTAS Y RE FE R EN C IA S

A veces la estupidez aparecía en su cara. Él lo sospechaba,


pues era astuto, y se recubría con las mayúsculas de Amor, Revo­
lución, Poesía, Pureza. Su acólito je a n Oenbach, su pequeño
exclaustrado, en el que h abía puesto todas sus complacencias,
agitaba la cam panilla y muchos agachaban la cabeza, pero otros
m iraban y veían, detrás del tabernáculo, al Breton-Frégoli aco­
modarse la b arba de falso Cristo.
Sirvió de gran chacota.
¡Ay!, el inspector del Palacio de las M aravillas, el fiscali-
zador de entradas, el G ran Inquisidor, el R epresentante del sueño,
ya no existe. No hablemos más de él.
Tacones Prévert. Un Gadavre. (Núm ero anti-Breton.)
(1930)

P R O T E S T A E N F A V O R DE L E Ó N T R O T S K Y

“El Planeta sin visación ’’

U n bandido especialmente peligroso, autor de tantos crí­


menes que es im posible enum erar, y, además, u n maniático, de
la reincidencia, u n ser sin hogar y sin patria, verdadera plaga,
del género hum ano, tal es, desde hace algunos días, el retrato
que la gran prensa se ingenia en com poner de León Trotsky. A u­
torizado hace u n año p ara residir en Francia, h a sido brusca­
m ente agraviado por u n decreto de expulsión.
Fué suficiente que la presencia de Trotsky se notara en ios
alrededores de París, p ara que se derivase a su persona la exci­
tación pública producida por los cuidadosam ente m anejados en­
tre telones del "asunto P rince” y la hábil puesta en tapete de una
“m affia”.
L a novela policial que languidecía en estos últim os días,
encuentra en su camino, en el episodio de “la villa de Barbizon”,
u n precioso derivativo. Los cuatro “pastores alemanes”, que
según los diarios aúllan sin cesar apoyados contra las rejas del
parque, nos hacen creer que iodos los perros no están ahí den­

[285]
H IS T O R IA DEL SU RREA LISM O

tro; el propietario, los periodistas burgueses, los chóferes rusos


blancos y las elegantes de autom óvil, pueden serlo con ventaja. EJ
equipaje de T rotsky es, según parece, voluminoso. T am bién
llam a la atención que sus secretarios, sus mensajeros, no tengan
aspecto de pillos y que él mismo no se deje ver, no se exponga
am ablem ente a u n balazo, cosa que se consideraría como u n a prue­
ba de la conciencia de sus fechorías, del tem or que padece.
Deploramos que nuestros camaradas de Hurnanité sólo q uie­
ran encontrar en esta serie de persecuciones contra u n hom bre
“publicidad interesada”, aprovechable en beneficio personal. Sin
embargo es muy atinado lo dicho, de que la expulsión de Trostky
señala la iniciación de medidas represivas contra los inm igrados
comunistas y la preparación para poner fuera de ley a las orga­
nizaciones revolucionarias. Ya se ha exhum ado una ley que no
se aplicaba desde el año 1848, con la que se podrá perseguir
a los diarios sostenedores de la revolución.
El curioso “gobierno de tregua”, im puesto por el golpe de
fuerza del 6 de febrero, se presenta corno enemigo de la clase
obrera. En el terreno económico, los decretos leyes provocan un
recrudecim iento de los paros y traen como consecuencia el arresto
y el despido de centenares de m ilitantes culpables de haber pro­
testado contra la b ru tal reducción de sus medios de subsistencia.
En el terreno político, este gobierno se pone en total evidencia
con la expulsión de León Trotsky, en torno al cual ha organizado
un verdadero estado de provocación, rom piendo así la tradición
de hospitalidad de este país.
Nosotros, que estamos lejos de com partir las actuales concep­
ciones de gobierno, nos sentimos con mayor independencia para
asociarnos a todas las protestas surgidas contra la m edida que
hace a T rotsky su víctima. Y créase, ponemos en esto toda la
indignación que sentimos.
Saludamos en esta nueva etapa de su difícil camino al viejo
com pañero de Lenin, al firm ante del tratado de paz de Brest-
Litovsk, acto ejem plar de ciencia y de intuición revolucionaria,
al organizador del ejército rojo que perm ite al proletariado conser­
var el poder a pesar de la coalición en su contra del m undo capi

[286]
N O TA S Y R E FE R EN C IA S

talista, al autor —entre tantas otras no menos lúcidas, no menos


nobles y no menos brillantes— de esta fórm ula que nos da razón
perm anente para vivir y luchar: “El socialismo significará u n salto
del reino de la necesidad al reino de la libertad; asimismo en este
sentido el hom bre de hoy, pleno de contradicciones y sin arm o­
nía, abrirá el camino para u n a nueva especie más dichosa”.

A ndré Bretón, Roger Caillois, R ené Char, René Crevel,


Paul Eluard, M aurice Heine, M aurice Henry, Georges Hug-
net, V alentine Plugo, Marcel Jean, Jean Lévy, F ernand Marc,
J. y M. L. Mayoux, J. M. M onnerot, H en ri Pastoureau,
B enjam ín Péret, Gui Rosey, Yves Tanguy, R obert Valan^ay,
P ierre Yoyotte. Sigue un buen número de firmas de cama­
radas extranjeros.

[287 ]
LOS VALORES SURREALISTAS

'LA ATM Ó SFER A SU R R EA LISTA


Su influencia sobre los individuos.

E ra entonces el tiem po en que yo pasaba la mayor parte


de mis noches en M ontm artre, recorriendo “boíles” como la
Zelli’s y con preferencia los lugares de reunión de negros. E n ­
contraba nuevos amigos con quienes beber y filosofar; la bebida,
el hum o, la música y las gentes, constituían el excitante m ental
que juzgábamos más apto para favorecer la inspiración.

U n día —a principios de julio de 1925— fui actor de u n


acontecim iento que en m í círculo se consideró como u n acto
de coraje. A la salida de u n banquete literario 1 term inado con
u n escándalo, fui m altratado por la policía y casi linchado por
haber dado gritos sediciosos desafiando a los policías y a la
m ultitud. P ara decir verdad, me había dopado previam ente con
la ayuda de dos o tres aperitivos, tanto era m i tem or de no
m ostrarm e con valor suficiente. Más o menos u n a semana debí
guardar cama, resentido por los golpes que me propinaron. Pero,
durante u n tiempo, fui u n pequeño héroe p ara los de m i círculo.

i E l de Saint-P ol R oux.

[289]
H IS T O R IA D EL SU RREA LISM O

Esto no im pidió que mi in q u ietu d continuase. Descomponía


las palabras del vocabulario reconstruyéndolas en retruécanos poé­
ticos que me parecían poner en claro su significado más p ro fu n ­
do. Soñaba todas las noches, y anotaba mis sueños» algunos de
los cuales tomé como revelaciones cuyos alcances metafísicos ne­
cesitaba descubrir y que escribía de cabo a rabo para mejor
desentrañar su sentido, encontrándom e así con una cantidad de
pequeñas novelas. El resultado' era que me despertaba dando
alaridos. Ya soñaba» que estando la palabra y la respiración inse­
parablem ente ligadas, mis investigaciones sobre el lenguaje me
habían hecho perder la palabra y para im pedir que me ahogara
—es decir para curarm e— me hacían ingerir u n terrible veneno
que me mataría en m edio de atroces dolores. Ya me im aginaba
la tierra aislada en el espacio» no bajo su m uerto aspecto de globo
terráqueo» sino de una m anera viva» sintiendo su corteza rugosa»
Ya se trataba de un perfil rom ano con casco, en tipo ele m eda­
lla (verdadera cabeza de Holofernes sin b a rb a )» que se me ap a­
recía como la im agen misma de mi sueño al mismo tiem po que
como un símbolo de la m uerte por decapitación.
La relación con u n extraño sujeto últim am ente llegado a
nuestro grupo —sem inarista exclaustrado, que era un m itóm ano
convertido en aventurero x— acabó por desequilibrarm e del todo.
H abiendo deseado siempre disolverme dentro de una especie de
locura voluntaria (como consideraba había sido la de G érard
de N e rv a l)» me sentí de pronto poseído por un agudo tem or de
volverme efectivamente loco. U n castigo por mis inhum anas ten­
taciones de perder 1a. razón y querer —levantando el velo de Isis—
forzar el misterio.
U n día iba de paseo con el ex sem inarista por el bulevar
y éste me indicó uno que nos seguía y del cual dijo que lo
había señalado llam ándolo “b ru jo ” . Por la noche sentí -tal an­
gustia pánica y fui presa de u n a desorientación tan indescripti­
ble» que llegué a pedir a mi m adre que me dejase acostar con
e l l a ...
M ichel Leiris, L ’Age d 'h o m m e (autobiografía, 1939) .

l El abate G engenbach.

[290]
EL ESCÁNDALO P O R EL ESCÁNDALO EN ' 1924

PO STER ID A D EV ID EN TE DE DADA

Yo jamás he buscado otra cosa que el escándalo y lo he


buscado nada más que por sí mismo. Sean felices los pobres
de espíritu. H e aquí una hermosa arm a salida de lo de Gastínne-
R enette, que les perm itirá despacharme al dar vuelta la esquina.
Es uno que busca el escándalo por el escándalo, y todo quedará
explicado. Vamos, m uéstrenm e su desprecio, mis preciosos; h a­
blen, se los pido desde mi nada intelectual. L a literatura, la
poesía, el arte, si los defiendo u n poco contra Dadá, antiguo
ogro legendario, no es por culto a sus santurronerías delirantes,
sino porque no veo la razón de abandonar un medio cómodo
para provocar el escándalo, m i pasión. Todos: Dadá, la guerra,
la p in tu ra, las mujeres, mis amigos, los diarios y los semanarios,
lo feo y lo bello, el crimen, E dith Cavell, A rtliur R im baud, la
n iñ a cortada en pedazos, el m arqués de Sade, Jacques Vaché, el
ejército (DIGO A LOS JÓVENES: D ESER TEN EN MASA),
París durante la guerra de Bartholom é, que tiene u n falo en la
mano, el ignaro Pasteur, el m ediocre Banville, R enán el mas tu r­
bador, y los otros pájaros de paso; Poíncaré, el doctor VaíIIant,

[291]
H IS T O R IA D EL SU RREA LISM O

Mme. Steinm ann, LOS GENERALES, las bailarinas de cabaret,


la duquesa de Uzés (no hay nom bre más vulgar que éste para
d ec ir), H ugo Stinnes, y alguien que no puedo nom brar sin pa­
lidecer pese a la distancia que nos separa, como tam bién una
heroína con ondas hertzianas p o r cabellos —Y YO LES P R O H IB O
QUE SE R ÍA N —, todo eso y una cierta facilidad que tengo para
escribir, y, además —por ejem plo—, el hecho de no llevar tirado­
res, todo, todo, no h a sido p ara m í otra cosa que ocasión de es­
cándalo. H erm osa ocasión de ojos tiernos, huidiza, yo te tomé
p or los cabellos, en el teatro, en el burdel, en el seno de m í ho-/
gar; hermosa ocasión adornada con encantos cíe placer, yo te re­
conocí siempre bajo esas luces intelectuales que brillan en el siglo
nocturno, al principio del cual paseábamos nuestros cuerpos ar­
dientes con el labio desafiante y u n poco de dinam ita en el
bolsillo.

H ubo el escándalo político: para hacer respetar las leyes, B ruto


ejecutó a sus hijos culpables. Pobre infeliz.
H ubo el escándalo m oral: Jesús y la m ujer adúltera. No
es todavía eso.
W ilde con sus sortijas. N o es todavía eso.
H u b o el escándalo social: Gracchus Baboeuf y el bolchevi­
quismo. Respetable, pero poca cosa.
H ubo el escándalo m ilitar: la guerra de 1914, sin com en­
tario.
H ubo el escándalo comercial: Rochette, Jean Galm ont.
H ubo el escándalo anarquista: el asunto B onnot (es un
poco m e jo r).
Pero, muchachos, miren, más allá de sus narices.
C uando sentados en sus cines o en sus cafés, sintiendo a su
alrededor el horm igueo de sus contem poráneos ineptos, ¿qué es
lo que hace que de pronto ustedes se ría n sarcásticamente y den
un b ru tal pisotón a su vecino?
¿Moral, comercio, amor?
Y la ira, m uy bien lo sabes, esa ira que se enciende sin
razón en cualquier m om ento y dom ina a uno durante todo el

[292]
N O TA S Y R E FE R EN C IA S

día: uno rom pería los vidrios, tocaría la corneta, se sacaría


los pantalones.
¿Amor, política o moral?
O como lo cree Gustave Lansort —h an m eado todo— ¿será
el deseo de ponerse en evidencia?
Algo ingenuo.
A ragón. L e libertinage (1924)
G allim ard, editor.

LO QUE ES EL H U M O R SU R REA LISTA

Defensa y comentario por Aragón

Diré lo que no es el hum or. El hum or no es “le poison des


cunes fortes, la calle forte des poissons” 1, n i la am arga risa
sarcástica. El hum or no es u n a linterna, no es la herencia del
más paciente, no es una filosofía. No es la obscenidad sistemá­
tica, n i el tono ligero. No tiene horror a lo fantasmagórico. No
se asom bra de u n pianista. N o conoce el nom bre de todos los
objetos usuales. No es u n a escuela literaria. N i —como se esta­
ría tentado de deducir— u n estado de espíritu. ¡Ah! y yo que
precisam ente creía eso. Pero entonces ¿qué es? N o es la pez de
lo al caso, el reloj que suena a hora, la flauta del tiem po de
M aricastaña. N i enferm edad, n i u n nunca acabar. N i u n a form a
de desquite; h abrá que ver prim ero si uno se desquita ¡hay
expresiones tan estúpidas! N o es payaso, no es golondrina, ni h a ­
blar latín, ni caerse de sueño. De esta p a la b ra 2, que nos viene de
Inglaterra como la salsa de tomates y los bizcochos, jengibre, me
dirán ustedes que sabían desde hace tiem po que no significaba
escupidera, ropero, sombrero puntiagudo, pero que les es difícil
entenderla en la form a que lo explico. Señor, señora, m ilitar,
y ustedes, mis queridos niñitos, no se inquieten en sus sillas.

1 Juego de palabras: el veneno de las almas fuertes, la fu e rte cola


de pescado. (N. del T .)
2 Hum our. Se h a considerado q u e humor traduce su sentido. N. del T .

[293]
H IS T O R IA D EL SU RREA LISM O

Además, es el ropero lo que justam ente todos utilizan cuando


no com prenden, y que, entonces, quién sabe si para ustedes,
obtusos, ropero no sería justam ente la definición perfecta del
hum or. No para mí, pues yo comprendo. Yo no digo lo que no
comprendo. Com prendo de una m anera general. Y, luego, ro­
pero es algo tonto. Sin h ablar que los sombreros puntiagudos
parecen ejercer el capricho universal. ¿Por qué los sombreros
no pueden ser puntiagudos? Yo hago evidencia de una sombra,
tal como en los tranvías se escribe en los vidrios empañados
por la lluvia. Un poco más de coraje todavía, algunas imágenes
negativas aún, y ustedes verán dibujarse los encantadores con­
tornos de la bailarina. N o es Nicodéme, no es el niño que se
o rina en la cama, no es el espíritu fam iliar, no es bebé, ni
es nenita. N i peine, ni bonito. ¡Aquí está la cosa! Cambiemos
la sierra sinfín por la espátula de m odelar para el relieve del
seno que lleva la cruz del m érito a guisa de estrella: me acuerdo
que en 1918, Jacques Vaché daba como ejem plo de hum or el
despertador. H e reflexionado muchos años bajo este mueble so­
noro. Nueve me fueron necesarios p ara encontrar otro ejemplo:
la experiencia de los vasos comunicantes. Es asimismo muy bueno.
T a n perfecto que se hace innecesario añadir más ¿no?, pero uste­
des son u n p o co . . . lentos, u n poco. . . asentaderas. Me doy cuen
ta: quieren las otras partes anatómicas del hum or. Y bien, vean la
m ano que se levanta: ¡Señor!, pidiendo autorización para hablar.
Ustedes tienen todo su cabello. Los ojos, dos olvidos para los
espejos, las orejas, pabellones de caza, el brazo derecho, llam ado
simetría, representa el palacio de justicia, el izquierdo es un
brazo de m anco del brazo derecho. Para los detalles íntim os hay
que obtener permiso de la mamá. El sexo es tricolor como la
banda del alcalde. El conjunto de esta construcción recuerda
a los más viejos la cucharada de ajenjo y el azúcar molido. A
los más jó v en es. . . pero ya es m ucho ocuparse de la juventud.
N unca se ocupa uno lo bastante del hum or.
Es lo que le falta a las sopas, a las muchachas de la vida,
a las orquestas sinfónicas. Por el contrario, no falta a los obre­
ros del afirmado, a los ascensores, a los clac. Si por una parte

[ 294]
N O TA S Y R E FE R EN C IA S

su ausencia se hace notar en las alfombras, por la otra es sen­


sacional en el uso de las estampillas. Se lo nota en las baterías
de cocina, hizo su aparición en el m al gusto, tiene sus cuarteles
de invierno en la noche. Sus costumbres, aparentem ente tran ­
quilas, podrían originar este cartel: C uidado con el perro. ¿Adon­
de va?: a buscar el efecto de óptica. ¿Su casa?: el Pequeño Santo
Tomás. ¿Sus autores preferidos?: un tal Binet-Valmer. Su debi­
lidad: los crepúsculos cuando tienen color huevo frito. N o des­
deña la nota seria. Se parece m ucho, al fin de cuentas, a la
m ira ctel fusil. Ahora, como u n dorm ido que reconstruye sus
pesadillas, retornen sobre sus pasos intelectuales. Pregunten cuál
es la actitud del hum or frente a esta lluvia de soluciones, que,
aunque nos repugna en particular .toda com paración m ilitar, me
atrevo a decir hemos pasado revista. La respuesta no se hace
esperar. El hum or opina que donde hay solución no hay hum or.
Y agrego yo, pues él es muy modesto, tam poco poesía. Así las fór­
mulas tan empleadas por los denigradores de la poesía, solución
poética o solución humorística, que se equivalen por el empleo
que se les da, son cosas sin sentido y sin gracia, calafateos, de
individuos mediocres, contradicción en los térm inos . . . Que
el hum or es la condición negativa de la poesía, se presta a equí­
vocos. Pero significa que para haber poesía es necesario que el
hum or haga prim eram ente abstracción de la antipoesía, y así, de
pronto, un carretel de hilo tom ará la vida del hum or, y, si al
mismo tiempo, uno es poeta, hará con esto una m ujer hermosa o
el m urm ullo de las olas en el coral cantante. Que el hum or es
u na condición de la poesía, he aquí lo que digo en form a in ­
directa.
A ragón, Traite d u Style (1928) . (Gallimard, editor.)

EL H U M O R N EG R O

Está en la esencia de los símbolos el ser simbólicos. (Jacques


Vaché.)
Segunda brom a: Saludo al Inm ortal Señor D audet que forma
parte de los C uarenta. Astu. (F. Nietzsche.)

f 295 ]
H IS T O R IA D EL SU RREA LISM O

Entonces m ataré a todo el m undo y me iré. (Alfred jarry.)


M oda práctica, creación de Rrose Sélavy: el traje oblongo,
diseñado especialmente para damas que sufren de hipo. (Marcel
Ducham p.)
Seguramente, se dice Alicia, esto hubiese sido u n niño te­
rriblem ente feo: pero, en el fondo, como chancho, es más bien
lindo. (L. Carrol.)
A ndré B retón, De V h u m o u r noir, (G. L. M, 1937.)

U n a p alabra severa. N? 58
a Francis Picabia
mis pequeñas calles son Todos los poetas saben
cuchillos dibujar

L a oficina de correos está ahí.


—¿Y eso' qué me im porta a mí?
-"Perdón, yo ie veía u n a carta
en la mano. Yo creía . . .
-—No se trata de creer, sino de-
saber.

El piso de los pescados


Sentarse al alba,
acostarse' en, otra parte
P a u l E lu a rd , Les conséquences des reves.

Si tuviese la gloria de P aul B ourget me exhibiría todas las


noches de taparrabo en u n a revista de “music-hall”, y les garantizo
que causaría sensación. (A. Gravan.)

La m irada no es para muchos más que u n a funda de alm ohada;


la costumbre, es el ojo, hablar, es negro,
si me consulto a mí mismo, me visto de escarabajo,
la razón iguala al miedo:

[296]
N O TA S Y R E FE R EN C IA S

el p u n títo verde que se mueve en el m ar rojo»


la sangre es una escultura.
Georges H u g n e t: La H a m p e de l'im aginaire.

E L PESIM ISMO

Valor fundamental del surrealismo,

A m enudo insiste bajo nuestra plum a la palabra desespe­


rado. N unca se ha querido com prender a qué llamábamos deses­
peración y qué condiciones im poníam os para la pérdida del hom ­
bre. Pero nada de lo nuestro podrá ser entendido sin este
designio de llevar al hom bre a su perdición y de no descuidar
cosa alguna para que esta perdición sea útil. .
Si la m ediocridad variables de las sucesivas generaciones,
puede hacernos creer que las razones de esperar han, en el curso
de los siglos, cambiado, la perfecta unidad del tedio secular no
deja dudas sobre la persistencia e invariabilidad de u n a concep­
ción pesimista. El examen de las más notables muestras respec­
tivas a estos estados de espíritu lo prueba fácilmente.
. . .Pues hay que contar con la naturaleza de los espíritus y
recordar que sólo los espíritus generosam ente y aun m aniática­
m ente aplicados a su finalidad, es decir, aquellos que funcionan
sin tem or ni obstáculos, aficionados a la perpetua diversión, a
las veleidades de la crítica, a los ím petus de la imaginación,
a los pacientes e ínfimos descubrimientos, a los juegos de ascen­
sor de la sensibilidad, están capacitados para explotar el tesoro
de un verdadero pesimismo. L a indiferencia de alma, la debili­
dad de tem peram ento, la fantasía, el despecho, están fuera de
lugar. Nosotros hablam os del sentido hum ano, y, diremos claro,
vivimos de la deserción y de la perdición . . . Vemos que este
pesimismo no es cansancio y tampoco es abandono. Lejos de
eso, la vida que él im pone debe ser ejem plar, aunque ella pueda

[ 297 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

revestir m il formas . .. Pero de todas m a n e ra s.. . hay que re­


chazar en absoluto estas dos apariencias de pesimismo, contem­
plación o escepticismo, falsa m oneda, pero m oneda corriente que,
a veces, encuentra su lam entable disculpa en la fantasía . , .
. . . Nosotros no consideramos la desesperación como u n m o­
nopolio de la pobreza, del erotismo, de la imaginación, de todas
esas grandes causas de asombro ni de. otras menores, pues, no
solamente abrió los ojos a los “m iserables” sino que a m enudo
se los ha cerrado. T am bién tom a sitio entre los sabios más
eminentes, entre los viejos que finalizan una correcta existencia
y hasta entre los sociólogos. Y ha devorado y aun devora a los
revolucionarios.
L a desesperación es una pasión virulenta. Está alim entada
por deseos prolongados y profundos. Pone a prueba la paciencia.
Usa armas brillantes.
.. . Para mí es evidente que u n pesimismo desprovisto de
consecuencias funestas para la vida, para la vida mediocre, para
la vida cotidiana, hablando claro, para la vida social, no es
pesimismo . . .
O rganizar el pesimismo, es, ciertam ente, una “palabra de
orden”, u n a de las más extrañas a que puede obedecer u n hom ­
bre consciente. Es, sin embargo, la que exigimos seguir. Este
método, si así se puede llam ar, o, más justam ente, esta tendencia,
nos perm ite y posiblem ente nos perm itirá observar todavía una
mayor parcialidad, la misma que siempre nos h a excluido del
m undo. Pero a su vez será ella la que no ha de perm itir enquis-
tarnos y destruirnos. Y, en esta forma, podremos m antenernos
firm em ente en nuestro derecho a existir en este m undo . . . Hay
que organizar, pues, el pesimismo . . .
. . . N uestra victoria no ha llegado ni llegará nunca. Por
anticipado sufrimos esta pena. Desde hace tiem po entrevista. Y
por esto creo que el tiem po no tiene sobre nosotros esa sujeción
que se le ha querido conceder.
P ierre N aville. La R év o lu tio n et ¡es Intellectuels.
M ie u x el moins bien. (1927).

[2 9 8 ]
NOTAS Y REFERENCIAS

II

Asistimos a una transferencia afectiva de toda la vida, en


beneficio de un inm undo pequeño universo ficticio, individual,
en el que cada uno se reconstruye la tierra a su legañosa imagen.
Supongan que así, de pronto, ustedes se encuentran realm ente
en una cárcel: ¡bonita comodidad! H e aquí finalizados todos los
temores y todas las preocupaciones domésticas. Ya ningún gesto
los com prom ete puesto que u n día serán libertados. T odo se
simplifica. Además, la esperanza, que se la arrojó por la esca­
lera de servicio ju n to con toda la canalla jesuítica, vuelve aho­
ra por la p u erta principal, abierta de p ar en par. Se han re­
construido u n paraíso virtual, que se anida en alguna parte de
África. A nodina transform ación de las M esopotamias. Como cual­
quier hijo de papá, el optim ism o se ha vuelto rim baudiano. ¡Sólo
esto faltaba! ¡Ah!, será lo suficientemente grande la ira, la b en ­
d ita ira, como para rom per los tím panos acolchados de cera
que regalan las pequeñas sorderas felices, ignorantes del trueno.
¿Quién h ará FIN A L M E N T E com prender que ya no hay espe­
ranza, que n ada hay que esperar, que así es, y que son avestruces,
abortos, m onstruos, nenes barbudos, monos histéricos, los que
m ientras clam an por u n cielo hipotético m am an todavía ansiosa-
m ente el pecho de su nodriza campesina? Que me den un alta­
voz, para que mí grito se oiga a lo lejos y, revelando el se­
creto de la nueva religión, disipe la infam e m entira en el m o­
m ento de ser restablecida. ¡No hay ningún paraíso!

P artir, viajar, evadirse, matarse, infinitivos tomados en su


form a de evidencia. A estos leíts-motivs se oponen los que se
conjugan en tiempos personales o derivados. T an to en u n caso
como en el otro se trata siempre del paraíso. Todas las famosas
soluciones para u n problem a jamás propuesto o reducido de
tiem po en tiem po a lam entables perogrulladas, son absoluta­
mente idénticas. Las opiniones no varían más que sobre la situa­
ción geográfica del paraíso.
Louis A ragón, Traité du Style (1928) , N. R. F., editor.

[2 9 9 ]
Escore des liiteíro

l i asm p i finé"»®
m fATS 81 1’SPfáTiW *

i 6 décosverte
Sons I ix
le sü ámssstres

Poem a surrealista com puesto con frases extraídas de periódicos.

[ 300]
NOTAS Y REFERENCIAS

L O M A R A V IL L O S O C O T ID IA N O

No quiero quedarm e ya en el error de mis dedos, en el


error de mis ojos. Sé que no son más que groseras trampas,
si que curiosos caminos hacia u n fin que nadie podrá revelarme
más que ellos. A iodo error de los sentidos corresponden extrañas
flores de la razón. Adm irables jardines de creencias absurdas,
de presentim ientos, de obsesiones y delirios. A h í tom an form a
de dioses desconocidos y cambiantes. C ontem plaré esos 'rostros
de plomo, esos cañamazos de la im aginación. E n tus castillos
de arena ¡qué belleza tienes, colum na de hum o! Mitos nuevos
nacen bajo cada uno de nuestros, pasos. A hí donde el hom bre
ha vivido comienza la leyenda, ahí donde él vive. N o ocuparé
mi m ente más que con transform aciones desdeñadas. Cada día
se m odifica el sentim iento m oderno de la existencia. U na m ito­
logía se anuda y se desanuda. Es u n a ciencia de la vida que
sólo pertenece a los que no tienen experiencia. Es u n a ciencia
viva que se engendra y se suicida. ¿Me corresponde, entonces,
con mis veintiséis años, participar en el milagro? ¿Tendré por
m ucho tiem po el sentim iento de lo m aravilloso cotidiano? Lo
veo perderse en cada hom bre, avanzando' en su propia vida
como en u n camino de más en más superado, avanzando en la
costumbre del m undo con u n a soltura creciente, desprendiéndose
progresivam ente del gusto y de la percepción de lo insólito. Eso
es lo que desesperadamente no podré saber nunca.
Metafísica de los lugares, eres quien acuna los niños, eres
q u ien puebla sus sueños. A esas playas de lo desconocido y
del escalofrío toda nuestra m ateria m ental las bordea. No hay
u n solo paso que dé hacia el pasado donde no encuentre ese
sentim iento de lo extraño, que me tom aba cuando todavía era
yo la m aravilla misma, dentro del decorado en el cual por p ri­
m era vez tuve conciencia de u n a inexplicable lógica y de sus
repercusiones en m i corazón.
T o d a la fauna de im aginaciones y su vegetación m arina,
como u n a cabellera de sombras, se pierde y se perpetúa en las

[301 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

zonas mal ilum inadas de la actividad hum ana. Es ahí donde se


presentan las grandes frases espirituales, vecinas por la form a
a los signos más puros. A la p u erta del misterio, un desfalleci­
m iento hum ano la abre, y nos encontram os en los reinos de las
sombras. U n paso en falso, u n a sílaba que tropieza, revelan el
pensam iento de u n hom bre. H ay en la turbación de los lugares
unas cuantas cerraduras que cierran m al el infinito. Allí donde
se prosigue la actividad más equívoca de los vivos, lo inanim ado
a veces tom a el reflejo de sus más secretos móviles: nuestras
ciudades están así pobladas de esfinges anónim as, que no detie­
nen al viandante soñador m ientras no vuelva hacia ellas su dis­
tracción m editativa, que no le plantean ningún dilem a m ortal.
Pero si él, sabio, sabe adivinarlo, que las interrogue y serán
sus propios abismos, gracias a esos m onstruos sin cara, los que
de nuevo sondeará. La m oderna luz de lo insólito es lo que
desde ahora ha de reternerlo.

A ragón, Le Paysan de Parts.

Se encuentran comentarios en las siguientes obras:


A ragón, L e Paysan de Parts, (G allim ard, 1926.)
B retón, Nadja. (G allim ard, 1926.) Les vases communícants.
(Cahiers Libres, 1932.)

H ay una luz surrealista, que, a la hora en que las ciudades


se encienden, baja sobre la m uestra salm ón de las medias de
seda, flamea en los almacenes del “Bénédictine” como su h er­
m ana pálida en la perla del resto de agua m ineral, alum bra
en sordina en la Plaza Vendóme el escritorio azul de los viajes
a los campos de batalla, subsiste hasta tarde en la Avenida de
la Opera, en lo de Barclay cuando las corbatas se hacen fantas­
mas, y es la lum inosidad de la lin tern a sorda sobre los asesinados
y el amor. Hay u n a luz surrealista en los ojos de todas las mujeres.
Acaban de m atar en el bulevar de la M adelaine u n gran pe­
dazo de realidad y por esa brecha se puede espiar u n poco del
paisaje que tam bién se prosigue en las obras del M oulin Rouge,
en la “cité” Veron, en las demoliciones de la fortificación pa-

[ 302]
NOTAS Y REFERENCIAS

lisíense, en el campo de estatuas de las Tullerías, en los “Go-


belins” flam eando la noche con la palabra PE R D O N en letras
de fósforos, en las bóvedas del “M étro” donde galopan los ca­
ballos de oro del chocolate “P oulain”, en las minas de diam ante
donde los escamoteadores se exponen a laparatom ías ávidas, en
las solfataras donde m ueren los p e rrito s . . .
A ragón, Une vague de reves (1924) , en Commerce.

E L A T E ÍS M O Y E L A N T I C L E R I C A L I S M O

Dios fué, es, será siempre el Inm óvil.


Dios es el Inm óvil, porque ocupa todo el tiempo, todo
el espacio, y no tiene entonces para qué moverse ni en el tiempo
ni en el espacio.
Es el que no .se subleva y el que obliga a los más orgu­
llosos sublevados a no sublevarse.

Saber a qué atenerse, cómo, dónde estar, esto es en defi­


nitiva la fe.
L a fe, es la ocasión para todos.
En cuanto al cuerpo, lo que de él se arroja o se vacia para
recibir o esperar otros seres nada im porta.
La carne no es más que el florero del principio eterno
que es el Alma.
R en é Crevel, Le Clavecín de Didsrot (1932) .
(E ditions Surréalistes.)

II

H ab lar de Dios, pensar en Dios, es, bajo cualquier con­


cepto, dar su m edida. Y cuando digo esto, es muy cierto que
no hago m ía esta idea ni aun para com batirla. H e apostado
siem pre contra Dios y lo poco que llevo ganado en la existen-

[ 303 ]
HISTORIA DEL SURREALISMO

cía no es, p ara mí, más que el resultado de esta apuesta y


por irrisoria que haya, sido la apuesta (mi vida) tengo con­
ciencia de una positiva ganancia.

Dios. Todos lian visto una mariposa, un racim o de uvas, una


de esas escamas de hierro blanco en form a de rectángulo cur­
vilíneo, que el caos de las calles m al pavim entadas hace caer a. la
noche de algunos camiones y que sem ejan hostias dadas vuelta
sobre sí mismas. H an visto tam bién los óvalos de B raque y
páginas como las que yo escribo y que no son condenatorias ni
para él ni para mí, de eso se puede estar seguro.
Alguien se -propuso últim am ente describir a Dios como u n
árbol, y yo, u na vez más, veía el gusano sin ver el árbol. Pasaba
entre las raíces del árbol sin percibir nada, como p o r u n ca­
m ino ele los alrededores de Ceylán.

Á n d ré B retón.
(Citado p o r lle n é Crevel en
L e Clavecín de Diderot.)

111

El domingo 4 de septiem bre de 1927, se podía leer en la


tercera página del Intransigeant;

Robaba en las iglesias

M elun, septiem bre 3 (de nuestro corresponsal). —L a gen­


darm ería acaba de arrestar a u n sujeto llamado ■Louis Aragón,
sin profesión conocida, domiciliado en Chailly-en-Biére, en mo­
mentos en que h u rtab a los floreros de la iglesia de Moisenay.
Es el mismo que hace unos quince días robó objetos sagra­
dos en la iglesia de Bom bon y que en enero últim o realizó
igual acto en la de M orm ant.
E l citado sujeto niega el robo de que se le acusa, m anifes­
tando que entró en las iglesias para hacer sus oraciones y porque
se interesa en los m onum entos y obras de arte.

[ 304]
NOTAS Y REFERENCIAS

El Paris-Soir decía sobre el mismo asunto:

Es arrestado un saqueador ele iglesias

Últimamente la iglesia de B om ban (Seine-et-Marne) fué


robada. Dos floreros y u n a m aceta de porcelana antigua desapa­
recieron.
El autor del robo, u n tal Louis Aragón, dom iciliado en
Chailly-en-Biére, acaba de ser arrestado y prontuariado en la cár­
cel de M elun.
Se cree que es tam bién el autor de los robos en las iglesias
de M orm ant y Moisenay.
L ouis A ragón: Traité d u Style (1928) ,

LA LOCURA

Ensayo de simulación de. la parálisis general

Mi gran adorada más bella que todo lo del munido y de


las más bellas estrellas del m undo que adoro, m i gran m ujer
adorada p or todas las fuerzas de las estrellas, bella con la belle­
za de m illares de reinas que adornan el m undo, la adoración
que tengo por tu belleza me pone de rodillas suplicándote pienses
en mí, me pongo en tus rodillas, adoro tu belleza, piensa en mí,
m í belleza adorable, mi gran belleza que adoro, yo ruedo día-
m antés en el musgo más alto que los bosques cuyos tus cabellos
más altos piensan en mí —no me olvides mujer cita mía, cuando
estás en mis rodillas, ju n to al fuego, sobre la arena esm eralda—,
m írate en m i m ano que sirve para apoyarm e sobre todo en el
m undo para que tú me reconocieses por lo que soy, mi m ujer
m orena —rubia, mi bella y mi bestia, piensa en mí en los paraísos,
la cabeza entre mis manos—.
N o tenía bastante con los ciento cincuenta castillos donde
nos amaríamos, me construirán m añana otros cien mil, yo he
cazado pavos reales, en los bosques de baobabs de tus ojos, pan­
teras y pájaros liras, los encerré en mis castillos fortificados e

[ 305]
H I S T O R I A DEL SUR REALISMO

iremos a pasear nosotros dos por los bosques de Asia, de Europa,


de África, de América, que rodean nuestros castillos en los bosques
adm irables de tus ojos habituados a mi' esplendor.
No tienes que esperar la sorpresa que quiero darte para tu
aniversario que es hoy, el día mismo del mío —te la daré ahora
puesto que esperé quince veces el año mil antes de sorprenderte
con el pedido de que pensaras en mí en las escondidas— yo
quiero que pienses en mí, m i m ujer eternam ente joven, riendo.
H e contado, antes clel sueño, nubes y nubes de carros repletos
de remolachas para el sol y quiero conducirte en la noche por
sobre la región de astracán que van a construir con dos horizontes
por tus ojos de petróleo para hacer la guerra, hasta alli te condu­
ciré por caminos de diam antes pavim entados .de primaveras, de
esmeraldas, y el tapado de arm iño con el cual quiero cubrirte es
u n ave de presa y los diam antes que tus pies hollarán los hice
tallar en m ariposa. Piensa en mí que no pienso más que en
tu fulgor, en el que se duerm e el lujo asoleado de u n a tierra
y de todos los astros que conquisté para ti, yo te adoro y adoro
tus ojos y he abierto tus ojos abiertos a todo lo que ellos vieron
y daré a todos los seres que tus ojos h an m irado vestidos de oro
y cristal, que arrojarán cuando tus ojos los hayan con su des­
precio desteñido. Sangra mi corazón sólo con las iniciales de tu
nom bre, que son todas las letras en la que la Z es la prim era
en lo infinito de alfabetos y civilizaciones donde te amaré aún,
ya que tu quieres ser mi m ujer y pensar en mí en los países donde
no existe el térm ino medio. M í corazón sangra sobre tu boca y
se cierra sobre tu boca, sobre todos los. castaños rosados que es
la avenida de tu boca por donde vamos, en el polvo brillante,
para acostarnos entre los meteoros de tu belleza que adoro, mí
gran criatura tan bella que soy dichoso adornando mis tesoros
con tu presencia, con tu pensam iento y con tu nom bre que m u lti­
plica las facetas del éxtasis de mis tesoros, de tu nom bre que adoro
porque encuentra su eco en todos los espejos de belleza de mi es­
plendor, mi m ujer original, mi andam iaje en palo de rosa, tú eres
la culpa de mi culpa, de mi grandísim a culpa como Cristo es la
m ujer de mi cruz. Y yo te amé doce veces doce m il ciento cuarenta

[ 306 ]
NOTAS ¥ REFERENCIAS

y nueve veces: en el camino y fui crucificado al norte, al este, al


oeste y al norte por tu beso de rádium y te deseo y eres en mi
espejo de perlas el aliento del hom bre que no te llevará a la su­
perficie y el que te ama en adoración m ujer m ía acostada de pie
cuando estás sentada peinándote.
T ú vendrás, tú piensas en mí, tú vendrás, tu acudirás sobre
tus trece piernas llenas y sobre tus piernas vacías que golpean el
aire en el balanceo de tus brazos, u n a m ultiplicación de brazos
que quieren enlazarme, a mí, de rodillas entre tus piernas y tus
brazos para enlazarte sin miedo de que mis locomociones te im pi­
dan venir hasta mí y estoy delante de ti para detenerte, para darte
todas las estrellas del cielo en u n beso en tus ojos todos los besos
del m undo en u na estrella sobre la boca.
T uyo en llamas.
P. S. Yo quisiera una bota para la misa, una bota con cuerda
de nudos para m arcar las páginas. T ú me traerás una bandera
franco-alem ana que plantaré en e l ' terreno baldío. Y u n a libra
de chocolate M enier con la n iñ ita que pega afiches (creo que es
a s í). Y además nueve de esas chicas con sus abogados y sus jueces
y tú te vienes en el tren expreso con la rapidez de la luz y con
los bandidos del Far-W est que me darán u n m om ento de dis­
tracción que aquí, por desgracia, salta como corcho de champaña,
y u n patín. M i tirante izquierdo acaba de romperse, es que levanté
el m undo como una plum a. ¿Quieres hacerm e un favor? Compra
u n tanque de guerra. Q uiero verte llegar como las hadas.
André B retón y P a u l Eluard.
L ’Tm m aculée-C onception (1930) .
(Editions Surréalistes.)

"L A BE L LE ZA ES C O N V U L SIV A O N O E X I S T E ”
A ndré B retón

La palabra “convulsiva”, em pleada por mí para calificar la


belleza, única que, opino, debe ser senada, pierde todo sentido
a mis ojos si es concebida en el m ovim iento y no en la expi­
ración exacta de ese m ovimiento en sí. No puede haber, por lo
que pienso, belleza —belleza convulsiva— más que a costa de

[ 307 ]
H I S T O R I A DEL SUR REALISMO

afirm ar u n a recíproca vinculación del objeto considerado en su


m ovim iento y en su reposo. Siento no poder ciar, como com ple­
m ento p ara ilustración del texto, la fotografía de u n a locomo­
tora de gran p o rte que hubiese sido abandonada durante años
al delirio del bosque virgen. Además del deseo cíe ver eso, se
agrega desde hace tiem po en. m í u n a particular exaltación, que
me presenta esa apariencia, indudablem ente mágica, de m onu­
m ento a la victoria y al desastre, como lo m ejor hallado para
fijar las id e a s. . . Pasando de la fuerza a la fragilidad, me
vuelvo a ver ahora en la gruta de Vaucluse contem plando una
p equeña construcción calcárea asentada sobre u n suelo muy
sombrío y que im ita, hasta la realidad, un huevo en una h u e­
vera. Gotas que caen del techo de la gruta vienen a chocar
contra su fina parte superior de una blancura deslum brante.
E n esto me parece residir la apoteosis de las adorables “lágrimas
holandesas”. In q u ieta casi asistir a la continua formación de
esta m aravilla. Siempre en u n a gruta, en la G ruta de las Hadas,
cerca de M ontpellier, donde uno circula entre paredes de cuarzo,
el corazón se detiene unos m inutos en su ritm o ante el espectácu­
lo. de este m anto m ineral gigantesco, el “m anto im perial”, cuyo
drapeado desafiará por siempre a la estatuaria y que la luz de
u n proyector cubre de rosas, como para que nada envidie, en
este sentido, al sin embargo espléndido y convulsivo m anto, h e­
cho de la repetición al infinito de la única pequeña plum a roja
de u n raro pájaro, que llevaban los antiguos jefes hawaianos.
Pero es absolutam ente aparte de estas figuraciones acciden­
tales, lo que me lleva para hacer aquí el elogio del cristal.
N inguna enseñanza artística me parece superior a la que se
puede recibir del cristal. La obra de arte, de igual modo, por otra
parte, que ese fragm ento en la vida hum ana considerada en su
significación más honda, se me aparece desprovista de valor
si no presenta la dureza, 1a. rigidez, la regularidad, el brillo en
todas sus facetas, exteriores e in terio res,' del cristal. Entiéndase
bien que esta afirm ación se opone p ara mí, en m anera categó­
rica, constante, a todo lo. que se proponga, tanto estética como
m oralm ente, fundar la belleza, formal sobre u n trabajo de per­

f 308 j
NOTAS Y REFERENCIAS

feccionam iento voluntario que responda al esfuerzo del hom ­


bre. Al contrarío, no ceso de inclinarm e a la apología de la
creación, de la acción espontánea, y esto en m anera del cristal
que, por definición, 110 es m ejorable y representa, para el
caso, la expresión perfecta. La casa que habito, mi vida y lo
que escribo, sueño en que de lejos parezcan lo que de cerca
parecen los cubos de la sal g e m a , . .
. . . A. estas dos prim ordiales condiciones, a las cuales debe
responder la belleza convulsiva, en el sentido profundo del
térm ino, juzgo necesario agregar u n a tercera, que salva toda
laguna. U n a tal belleza sólo puede desprenderse del sentim iento
agudo de la cosa revelada, de la certeza integral procurada por
el irru m p ir de u n a solución que, en. m érito de su naturaleza mis­
ma, no podría llegarnos más que por los lógicos caminos ordi­
narios. Se trata, en caso semejante, de u n a solución rigurosa­
m ente adaptada, y sin embargo muy superior a la necesidad. La
imagen, tal como ella se produce en la escritura autom ática, siem­
pre ha constituido para m í u n ejem plo p erfec to . . .
. . . La belleza convulsiva será erótica-velada, explosiva-fija,
mágica-circunstancial o no existirá.
A n d ré B retón. L ’A m o u r fon.
(G allim ard, editor.)

E L A M O R LOGO, EL A M O R Ü N IC O

N o hay sofisma más tem ible que el que consiste en pre­


sentar la consumación del acto sexual como acom pañado de u n a
inevitable caída, del potencial amoroso entre dos seres, caída
cuya repetición arrastraría progresivam ente a no soportarse más.
Así el am or se expone a fracasar en la m edida que persigue
su propia realización. U na som bra que desciende más densa so­
bre la vida p o r bloques proporcionados a cada nueva explosión
dé luz. El ser, aquí, será im pulsado a perder por otro poco a poto

[509]
H I S T O R I A DEL SUR REALISMO

su carácter electivo, llevando contra su voluntad a la esencia,


Y se extinguirá un día, víctima de su propio fuego. El gran
vuelo nupcial provocará la com bustión más o menos lenta de
uno a los ojos del otro. Y a cuyo térm ino nuevas criaturas se
adornarán, p ara cada uno de ellos, de m isterio y encanto, y»
devueltos a su estado de realidad, serán libres para una nueva
elección. N ada más insensible, más desolador que esta concep­
ción. N o conozco nada más divulgado y, por lo tanto, nada más
capaz de dar idea de la gran lástim a que nos causa el m undo
actual. Quiere afirm ar esto: que si Julieta siguiese viviendo, ya
no sería Ju lieta para Romeo. Es necesario discrim inar los dos
errores fundam entales que propician u n a tal m anera de ver: uno
de origen social, el otro de origen m oral. El error social, que no
podría ser rem ediado sino por la destrucción de las mismas bases
económicas de la sociedad vigente, se debe al hecho de que la
elección inicial en amor, no perm itida realmente más que den­
tro de su tendencia excepcional a imponerse, se desarrolla en
u n a atmósfera de no elección, com pletam ente hostil a su triunfo.
Las sórdidas consideraciones que se le oponen, la guerra insi­
diosa que se le hace, todavía más las figuraciones violentam ente
antagónicas siempre dispuestas a su asalto y que abundan en
torno suyo, son, debe confesarse, demasiado a m enudo de efi­
cacia para confundirlo. Pero a este amor, portador de las más
grandes esperanzas traducidas en arte desde hace siglos, no veo
que ha de im pedirle vencer en condiciones de vida renovadas. El
error m oral, que, conjuntam ente con el anterior, conducen a re­
presentar al amor, en su vivencia, como u n fenómeno de decli­
nación, reside en la incapacidad que tiene u n gran núm ero
de hombres p ara libertarse en el am or de toda preocupación ex­
trañ a al mismo, de todo recelo como de toda duda, del m iedo
de exponerse sin defensa a la m irada fulm inante del dios.
T a n to la experiencia artística como la científica son en el caso de
gran utilidad, porque m uestran que todo lo que se edifica y
perm anece ha exigido, como condición prim ordial para ser, este
abandono. A nada m ejor se puede u n o dedicar que a la tarea de
salvar al am or de este resabio, que no lo tiene, por ejemplo, la poe­

[31 0]
NOTAS ¥ REFERENCIAS

sía. U n tal propósito no podrá ser cum plido por entero, m ientras
en el concepto universal no se haya condenado la enorme idea
cristiana del pecado. N unca existió el fruto prohibido. La
tentación es por sí divina. Sentir la necesidad de cambiar el
objeto de esta tentación, de reem plazarlo por otros, es cenfesar
que se desmerece, que ya se ha desmerecido la inocencia. La ino­
cencia en. el sentido de no culpabilidad absoluta. Si verdaderam en­
te la elección lia sido libre, no se puede, bajo ningún pretexto,
concebir de quien la hizo el renunciarla. La culpabilidad está ahí
y no en otra parte. Rechazo el argum ento de hábito, de hastío.
El amor recíproco, tal como yo lo considero, es un dispositivo de
espejos que me devuelve en m il ángulos lo desconocido que
puede presentarse a mí, - la im agen fiel de la amada, siempre
más asombrosa en la adivinación de mi propio deseo y más ilu­
m inada de vida.
A iidré B retón, L ’A rnour fou.
(Gallimard, 1937.)

II

La idoneidad perfecta que tiende a conseguir el amor entre


dos seres, no encuentra ya ahora ningún obstáculo. El sociólogo
tendrá que andarse con cuidado, él, que, bajo el cielo de Europa,
se conform a con pasear sus ojos velados por las fauces hum ean­
tes y ruidosas de las fábricas sobre la espantosa paz reacia de los
campos. N unca cesó de producirse esta idoneidad y, como nunca
es oportuno recordarlo, es uno de los fines de la actividad
del hom bre, y que además la especulación económica y la p si­
cológica, tan contrarias una a la otra según se m anifiestan en
nuestra época, se unen especialmente para oprim irla. Engels,
en “El Origen de la Fam ilia”, no titubea en hacer del amor se.
xaal individual, nacido de esta forma superior de las relaciones
sexuales> que es la monogamia, el más grande progreso moral
realizado por el hom bre en los tiempos m odernos. Sea cual fuese
la alteración que se busque hoy im poner al pensam iento m arxista
en este punto, como en tantos otros, es innegable que los autores

[311]
HISTORIA DEL SURREALISMO

de! “M anifiesto C om unista” se rebelaron contra las esperanzas


de un retorno a las relaciones sexuales “desordenadas” que m ar­
caron la aurora, de la historia hum ana. Asegura Engels que u n a
vez abolida la propiedad privada, lejos de desaparecer la m ono-
gamia, será por primera vez realizada. E n la misma obra, insiste
en m uchas ocasiones sobre el carácter exclusivo de este amor,
que al precio de no sé cuántos extravíos —conozco algunos mise­
rables y otros grandiosos— se encontró al fin. Este p u n to de
vista sobre lo que puede ser de m ás inquietante en la consi­
deración del porvenir hum ano, será corroborado con toda exac­
titu d p or Freud, para quien el am or sexual, tal como fué dado,
rompe los lazos colectivos creados por la raza, se eleva .sobre las
diferencias nativas y las jerarquías sociales y, en esta forma,
contribuye en una gran medida al progreso de la cultura. Estas
dos concepciones, que hacen u n a concepción cada vez más seria
cíel am or como principio fundam ental del progreso tanto m oral
como cultural, me parecerían por sí solas capacitadas para entre­
gar su m ejor fruto a la actividad poética, corno m edio experi­
m entado para fijar el m undo sensible y, moviéndose en u n solo
ser, como fuerza perm anente de anticipación,
A ndré B retón, L ’A m o u r fou.
(G allim ard, 1937.)

LA C O N C EP C IÓ N DE "L I B E R T A D S E X U A L ”
DE LO S S U R R E A L I S T A S

En el mes de mayo últim o, sobre el trayecto de Cam bronne-


Glaciére, un hom bre de unos treinta años, sentado frente a una
preciosa muchacha, separó con habilidad u n a revísta que sim u­
laba leer y dejó a descubierto y a la vista de ésta su sexo. . .
Un. cretino, que se clió cuenta de este acto exhibicionista, acto
que producía en la m uchacha u n a enorm e y deliciosa p ertu r­
bación sentida, sin ningún repudio, m otivó que el público gol­
pease y expulsara al exhibicionista. N o pudim os menos que
m ostrar nuestra indignación, y nuestro desprecio por esta tan
abom inable m anera de reaccionar contra uno de los actos más

[312]
NOTAS Y REFERENCIAS

puros y más desinteresados que un hom bre sea capaz de realizar


en nuestra época envilecida y degradada m oralm ente.
Salvador D alí, L e Surréalisrns au
Service de la R é v o lu lio n , 2.

L A C A S U A L ID A D O B J E T IV A , L A A D I V IN A C I O N

Nadja.
6 de octubre,

P ara no tener que andar vagando m ucho por las calles., salí
a las cuatro con intención de ir a píe hasta la “Nouvelle France”,
donde N ad ja debía encontrarse a las cinco y media. El tiempo
p ara dar una vuelta por los bulevares. No lejos de la O pera re ­
tiraría mi estilográfica de u n taller de reparaciones. C ontraria­
m ente a lo habitual, preferí seguir por la acera derecha de la
Chausée d ’ A ntin, y u n a de las prim eras personas con quienes me
cruzo es Nadja, con todo el aspecto del prim er encuentro. Ella se
acerca como sí no quisiera verme. Y, como en aquel prim er en­
cuentro, yo me pongo a su lado. N adja m uestra bastante dificul­
tad para explicar su presencia en esta calle, y me dice, dejando de
lado u n a serie de preguntas, que está buscando caramelos holan­
deses. Sin pensarlo hemos tom ado otro cam ino y entram os en el
prim er café a m ano . ..
Al llegar al postre, N adja comienza a m irar a su alrededor.
Está segura que bajo nuestros pies pasa u n subterráneo que
viene del Palacio de Justicia (me señala de qué lugar del P a­
lacio, un poco a la derecha de la escalinata blanca) y contornea
el “H otel H en ri IV ”. A ella le p ertu rb a la idea de lo que ya
sucedió en este sitio y de lo que podrá ocurrir. En el lugar donde
n ada más que dos o tres parejas se pierden entre las sombras,
cree ver u n a m u ltitu d y “ ¡los muertos, los m uertos!” U n borracho
brom ea lúgubrem ente. La m irada de N adja recorre ahora las
casas. “¿Ves allá esa ventana? Está tan oscura como las otras. Mira
bien. D entro de u n instante se ilum inará. Se volverá roja.” El
instante pasa. La ventana se ilum ina. T iene, efecti.vameH.te, unas

[313]
HISTORI A D E L S U R R E A L I S M O

cortinas rojas, (Lo lam ento, pero nada puedo hacer si esto pasa
los límites de lo creíble. Sin embargo, me parecía m al tom ar
partido: me circunscribo a certificar que de oscura esta ventana
se volvió roja, y esto es todo.) Confieso que sentí miedo, el
miedo que tam bién se apoderó de N adja. “ ¡Qué horror! ¿Has
visto lo que pasó entre los árboles? El azul y el viento, el viento
azul. N ada más que una vez vi pasar p o r estos mismos árboles este
viento azul. Fué desde allí, desde u n a de las ventanas del H otel
H enri IV, cuando mi amigo, ese segundo amigo que te dije,
se despedía. U na voz me advirtió: M orirás, morirás. No quería
m orir, pero sentía u n v értigo. . . Si no me sostienen hubiese caído
al suelo.” Pensé que ya era tiem po de irnos. A lo largo de los
muelles la siento que tiem bla. N adja quiso volver hacia la Con­
serjería. Se abandona com pletam ente a mí. Pero algo busca, desea
que entremos, y lo desea en form a absoluta, en algún patio, el
patio de una comisaría cualquiera, que exam ina rápidam ente.
“No es ahí. Pero, dime, ¿por qué tienen que encerrarm e en la
cárcel? ¿Qué harías tú? Ya estuve en u n a cárcel. Yo, ¿quién fui?
Hace siglos. Y tú, entonces, ¿quién eras?” Bordeábamos de nuevo
la reja, cuando, de pronto, N adja se niega a seguir, A la derecha
está una ventana baja que da al foso y de la cual N adja no puede
ap artar su vista. Es ante esta ventana, condenada según toda
la apariencia, donde hay que esperar, y ella lo sabe. De ahí puede
venir todo. De ahí todo comienza. N ad ja se aferra a la reja para
que yo no la arrastre conmigo. Casi no contesta a mis preguntas.
Cansado, term ino por aguardar que por propia iniciativa con­
tinúe su camino. La idea del subterráneo la persigue todavía, y
sin duda se cree en una de sus salidas. Se pregunta qu ién ha
podido ser en el séquito de M aría A ntoníeta. Los pasos de los
transeúntes la dejan estremecida por u n tiempo. Estoy preocu­
pado y, desprendiéndole las manos de la reja, la obligo a seguirme.
André Bretón. Nadj a. (Galümard, editor.)

[314]
NOTAS Y REFERENCIAS

L A R E V O L U C IO N

Me lia parecido y me parece todavía, cosa de la que este-


libro da fe, qué al exam inar de cerca el contenido de las activi­
dad más irreflexiva del espíritu, si se pasa más allá del extra­
ordinario y poco tranquilizador vértice de la superficie, es po­
sible poner a la vista u n tejido capilar sin cuyo conocimiento
sería en vano ingeniarse para concebir la circulación m ental. El
papel de este tejido es, se ha visto, asegurar el intercam bio cons­
tante que debe producirse de continuo entre el m undo exterior
y el m undo interior, intercam bio que necesita la perpetua inter­
penetración de la actividad en vigilia y en sueño. Mí propósito
es dar aquí una idea de su estructura. C ualesquiera sean las
pretensiones comunes de la conciencia integral y los m enudos
delirios de práctica, no se puede negar que este tejido cubre
u n a vasta e im portante región. Es allí donde se produce para
el hom bre el intercam bio perm anente de sus necesidades satis­
fechas e insastifechas, donde se exalta la sed espiritual, que, des­
de el nacim iento a la m uerte, es indispensable calmar sin extin­
guirla. No me cansaré de oponer a la imperiosa necesidad actual,
de cam biar las bases sociales demasiado tam baleantes y carcomi­
das del viejo m undo, esta otra, no menos imperiosa, la de no ver
en la R evolución por venir un térm ino, que, evidentemente,
sería el de la historia. El término no podría ser para mí más
que el conocim iento del destino eterno del hom bre, del hom bre
en general, que únicam ente la R evolución podrá devolver ple­
nam ente a este destino. C ualquier otra m anera de juzgar, que
prevalezca sobre preocupaciones de la realidad política, me parece
falsa, paralizadora y, desde el estricto pu n to de vista revoluciona­
rio, derrotista. Es muy sencillo, según pienso, querer reducir la ne­
cesidad que tiene el hom bre de amoldarse a la vida a u n penoso
reflejo, que tendría la probabilidad de ceder a la simple supre­
sión de las clases. Por eso esta necesidad será com pletam ente inubi-

[ 31 5]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

cable en el tiem po y por eso tam bién, no temo decilio, quiero


verla im ponerse sin. trabas en el hom bre, ya que soy u n revolu­
cionario. Creo, es cierto, que no se im pondrá sin obstáculos en
el hom bre sino cuando pueda im ponerse en todo hom bre, y
siempre que la precariedad artificial de la condición social de
éste, no le esconda la precariedad real de su condición hum ana.
André B retón, Les vases cam m unicants (1932).

II

Antibes, 2 de septiem bre de 192,5.


Mi querido amigo:
Algunos hom bres considerarnos que la vida, tal como la
civilización occidental la h a construido, no tiene ninguna razón
de existir y que es hora de sumergirse en la noche interior para
encontrar u n nuevo y profundo motivo ele ser, pero, asimismo,
estamos convencidos de que se debe participar en la lucha de
clases.
Entonces, ¿será necesario seguir preguntándose por más tiem ­
po cómo concebir esta lucha?
Creo que para el hom bre que quiere la revolución viva,
toda form a antigua de insurrección, como por ejem plo la Revo­
lución Francesa, no puede en m anera alguna conform arlo, y que
el único cambio social legítim o en estos tiempos es la D ictadura
del P roletariado tal como la concibieron, y practicaron Garlos
M arx y Lenin,
De una vez por todas me aparto de la “bohem ia revolucio­
n aria”, en lo externo y en lo íntim o.
A ndré Masson. La R evolu tion Surréaliste , n? 5 (1925).
NOTAS Y REFERENCIAS

L A I R R A C I O N A L I D A D C O N C R E T A DE
SALVADOR DALÍ

PO R LA PA R A NO IA -C R IT IC A

Se sabe que el progreso' sensacional y brillante de las cien­


cias particulares, gloria y honor del “espado” y de la época en
la cual vivimos, com porta por u n a parte la crisis y el descré­
dito agobiante “de la intuición lógica” y p o r la otra la con­
sideración de los factores y jerarq u ía irracionales como nuevos
valores positivos y específicamente productivos.
. . . Pues, en efecto, el ham bre irracional de nuestros con­
tem poráneos se encuentra ante una cultural mesa servida, sobre
la que hay, en un laclo, únicam ente frías e insustanciales sobras
de arte y literatura, y, en otro, quem antes precisiones analíticas
de las ciencias particulares inaccesibles, por el m om ento, a una
síntesis nutritiva, a causa de su desm esurada extensión y especia-
lización, y, de cualquier m anera, no asimilables, fuera de cani­
balismos especulativos.
Es de ahí que nace la colosal responsabilidad nutritiva y
cultural del surrealismo, responsabilidad que se hace de más en
más objetiva, invasora y exclusivista a cada nuevo cataclismo
de las ham bres colectivas, a cada nuevo em puje glotón, pegajoso,
ignom inioso y sublim e de la terrible m andíbula de las masas
en la costeleta congestionada, jugosa, que es por excelencia la
política.
. . . Pues nosotros los surrealistas. . . no somos exactamente
artistas, ni somos tampoco exactam ente hom bres de ciencia; so­
mos caviar, y el caviar, créanme, es la extravagancia y la inteligen­
cia misma del gusto. . . Puesto que el.caviar es la experiencia vital
del esturión, tam bién es la de los surrealistas, porque, como él,
nosotros somos pescados carnívoros q u e . , . nadam os entre dos
aguas, el agua fría del arte, el agua caliente de la ciencia, y es,
precisamente, en esa tem peratura y nadando en contra de la co­
rriente, que la experiencia de nuestra vida y de nuestra fecun­

[317]
HISTORIA D E L S U R R E A L I S M O

dación consigue esa profundidad turbia, esa hiperlucidez irracio­


nal y m oral que no podría producirse más que en ese am biente
de osmosis n eroniania . . .

. , . Cómo quieren que los demás com prendan (mis cuadros)


cuando yo mismo, que soy quien los hace, tampoco los com­
prendo. El hecho de que yo mismo, -en el m om ento ele p in ­
tarlos, no com prenda la significación de mis cuadros, 110 quiere
decir que estos cuadros no tengan ninguna significación. Por el
contrario, su significado es de tal m anera profundo, complejo,
coherente, involuntario, que escapa al simple análisis de la in ­
tuición ló g ic a ... T o d a m i am bición en el plano pictórico con­
siste en m aterializar, con toda u n a rabia de precisión im perialista
las imágenes de la irracionalidad concreta.
. . . Sí los griegos. . . m aterializaron su psicología y sus sen­
timientos euclidianos en la nostálgica claridad m uscular y di­
vina de sus esculturas, Salvador Dalí, en 1935, hace de este
angustioso interrogante que es el del espacio-tiempo einsteiniano,
no un antropoform ism o, no u n a aritm ética libidinosa, y no, lo
tepito, carnes, sino queso, pues, persuádanse, los famosos relojes
blandos de S. D. no son otra cosa que el cam em bert paranaico-
crítico, tierno, extravagante, solitaiiio en el tiem po y en el
espacio.
S a lv a d o r D a lí, L a c o n q u e t e de V ir ra tio n n e l.
(E ditions Surréalistes, 1935.)

UN T E X T O SU R R E A LISTA

Obtenido por la escritura automática

Cañones de nieve bom bardean los valles del desastre p er­


m anente. Cadáveres proscriptos, los perím etros del azul no son
ya posadas para el amor y la peste de sonrisa de plata cerca las
ventanas con arcos de platino. Los metales en fusión están fil­
trados en gigantescos pichones de papel secante; después son tri­
turados y expelidos hacia los volcanes y las minas. Regueros

[318]
A /0'fe:5 Y REFERENCIAS

de plomo, regueros de m árm ol, m inerales y carbones, m undo


subterráneo donde nadie viaja, ¿no son ustedes el espíritu caído
a los píes de la m uerte? Barro rojo de los océanos, lagos m etá­
licos, pescados ciegos, algas blanquecinas, misterios de la p ro ­
fundidad, insolubles reflejos del cielo. A quí está la periferia de
los meteoros y las órbitas de los cometas que se desvanecen en
la gloría de u na encina más vieja que la luna. Los asteroides se
dispersan sobre todas las naciones. Las m ujeres recogen los so­
nidos de su piano, los hom bres tienden su sombrero, los niños
gritan y ios perros m ean las paredes m anchadas de sesos.
Las uvas no m adurarán este año, las flores m orirán sin
frutos a los prim eros clamores de la sublevación de los campos.
A la tierra laborable, a la m arga y el calcáreo, al hum us y el
estiércol, los proyectarán los hom bres en la atmósfera donde el
orgullo del trabajo hum ano se dispersa jubilosam ente. A los
minerales que destrozan tan agradablem ente las manos, a los
fósiles, al granito y al feldespato, a los cristales, a la mica, a las
arenas auríferas, los hom bres los m oldearán con dedos ensan­
grentados, los pisotearán para que tam bién sus pies com partan
su placer; cavan sin fin, los túneles se vuelven pistas, el ardor
de este m undo sin vida conquista la hum anidad a las prim eras
evidencias de u n nuevo ascetismo . . .
R aym ond Q ueneau, La R é v o lu tio n Surréalisie, n<? 5, (1925) .

R E L A T O DE SUEÑOS

M uy por debajo de mí se extiende 'ana planicie entera­


m ente cubierta por u n inm enso rebaño de ovejas negras que se
entrechocan. Los perros escalan el horizonte y em pujan los flan­
cos del rebaño, haciéndole tom ar la form a de u n rectángulo
cada vez menos oblongo. Estoy ahora sobre u n bosque de álamos
blancos cuyas copas algodonosas se fustigan entre sí m architándo­
se rápidam ente, m ientras sus troncos, despojándose por sí mismos
de su blanca corteza, construyen una gran caja cuadrada, único
accidente en la desnuda planicie.
E n el centro de la caja, como m edalla en su estuche, reposa

[ 319 ]
H I S T O R I A DEL, S U R R E A L I S M O

la más fina tajada del últim o tronco y veo claramente' su corazón,


su corteza y su blancura.
El disco de m adera, en el cual los haces m edulares aparecen
en filigrana, no es más que un tragaluz de vidrio, el orificio
de u n cono que recorta en la espesa pared que me envuelve la
única ventana de m i existencia.
E n el hem isferio de la noche, no percibo más que las blancas
y sólidas piernas del ídolo, pero sé que más arriba, en los hielos
eternos, su busto es u n agujero negro como la n ad a de la subs­
tancia desnuda y sin atributos.
E n m edio de la m uchedum bre apiñada en torno de su pe­
destal, u n hom bre repite incansablem ente: “L a tapa del sepul­
cro solar b lanquea las tum bas . . . La tapa del sepulcro ..
E ntre el sueño de las voces y el reino de las estatuas, una
rosa enriquece la sangre donde se b añ a el azul corporal asimi­
lable por fragmentos. El sabor de las coronas que descienden al
nivel de las cerradas bocas, sugiere u n cálculo más rápido que
el de los gestos instantáneos. Las lam inarias h an trazado círculos
p ara h erir nuestras fre n te s. . . Pienso en el guerrero rom ano que
vela mis sueños: levanta su escudo a la altura de mis ojos y
me hace leer dos palabras:

attol y sépulcrons

Si la apuesta de Pascal puede representarse por la cruz for­


m ada por los dados, ¿quién podrá decirme el significado del
escudo?
Desde hace tiem po ya, arranco fibra a fibra la faz del gue­
rrero: prim ero obtuve el perfil de u n a medalla, después u n a su­
perficie herbosa y u n pantano, sin límites casi, de donde emergen
lanzas rotas. Hoy he llegado a poner nom bres a cada parcela del
cuerpo. El blanco de los ojos se llam a coraje, el rosa de las m e­
jillas se escribe adiós y las volutas del casco tom an u n a tan exacta
form a de hum o que no puedo menos que llam arlas somníferos.
Pero el vientre del escudo representa u n a gárgola horrible
cuyos cabellos son las cifras 3 y 5 entrelazadas. El 8 de la suma
se vuelve atrás y llego al Infinito, serpiente del sexo que se

[ 3 20]
NOTAS Y REFERENCIAS

m uerde a sí misma. Es entonces que la turba, de líneas se acuesta


bajo el látigo de la m ateria. No me queda más que realizar el
crim en ante una arquitectura sin fin. R om pería estatuas y di­
b u jaría cruces en el suelo con mí cuchillo. Los tragaluces se
ensancharán y los astros h an de salir silenciosos de sus cuevas.
Frutos de las esferas y de las estatuas y racimos de globos lum ino­
sos suben, como pom pas transparentes de u n fum ador de jabón,
a través de los pigm entos de la m uerte y el bulbo rojo del car­
bón de la lá m p a ra . . .
M icliel Leiris. L e Pays de mes reves.
(La R é v o lu tio n Surréaliste, n? 2, 1925).

Estoy en Londres, en una ele las calles más miserables de la


ciudad. Cam ino rápidam ente preguntándom e cómo se dice m in-
gítorío en argot. Paso delante de una estación que me parece
ser sin ninguna duda la de B rom pton E^oad. En la calle una
m ujer canta en francés, C’est jeune. En seguida atravieso un
puente sobre el Támesis, que se hacía excesivamente pequeño y
por el cual, sin embargo, navegaban u n a cantidad de navios de
gran tonelaje. Dos m arineros de la M artinica subían u n bote
sobre el puente. L a anim ación era extraordinaria. Me encuentro
entonces con tres amigos, J. B. P., L. P. y V. T . Este últim o, pre­
tendiendo no estar todavía bastante “en seco”, da a cada uno de
nosotros u n billete de cinco francos y u n a pieza de cinco cén­
timos. Pasamos ante u n a tienda en la que están expuestas anti­
güedades orientales y fetiches negros. J. B„ P. hace pases m agné­
ticos delante de la vidriera diciendo: “N o hay época terciaria”.
Luego nos encontram os en la feria de Batignolles, que es, por
otra parte, la avenida de Clichy. Pretendem os entrar en un
museo anatómico, pero nada podemos ver, tal cantidad de gente
hay allí. Q uiero com prar caramelos, mas lo que yo creía pastillas
de eucaliptos resu ltaran cristales de u n m etal últim am ente des­
cubierto. En este m om ento P. me reprocha que ya no le escribo;
y, a continuación, me encuentro solo en una calle donde el tu­
m ulto de los vehículos es m uy grande. La m u ltitu d grita: “Son
los curas los que obstaculizan las calles”. N o obstante no veo a

[321]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

ninguno de ellos. T ra to en vano de cruzar la calle; u n a m ujer


me toma el brazo y me dice; “M atriz liipercom pleja”,
R aym ond Q ueneau, L a R é v o lu tio n S u r r é a l i s t e 11° 3, (1925) .

LA POESIA S U R R E A L I S T A

F U N C IO N D E L P O E T A

E! poeta del porvenir superará la idea deprim ente del d i­


vorcio irreparable entre la acción y el- sueño. T en d rá el fruto
magnifico del árbol de las raíces enm arañadas y sabrá persuadir
a quienes lo prueben que no tiene nada de amargo. Llevado
p or la m area de su tiem po, asumirá, por la prim era vez sin pena,
la recepción y la transm isión de los llam ados que se precipitan
hasta él desde el fondo de las almas. A toda costa h a de m an­
tener en presencia los dos térm inos de la hum ana relación,
ya que destruida, serían de inm ediato letra m uerta las más pre­
ciadas conquistas: la conciencia objetiva de las realidades y su
desenvolvimiento interno en lo que por ahora contiene de m á­
gico, sin olvidar, por una parte, el sentim iento individual y, poi
la otra, el sentim iento universal. Y esta relación puede pasar por
mágica siendo acción inconsciente, inm ediata, de lo interno sobre
lo externo, y tam bién cuando insinúa sin dificultad, en el aná­
lisis sum ario de tal conocimiento, la idea de u n a m ediación tras-
cendental, que, aparte, sería más la de u n dem onio que la de un
dios. Pero contra esta interpretación tan sim plista del fenómeno,
el poeta se rebelará: en el proceso inm em orialm ente intentado
por el conocim iento racional al conocim iento intuitivo, le corres­
ponde p roducir la pieza definitiva que ponga punto final al
debate. Desde este m omento, la operación poética será conducida
con evidencia. Se renunciará discutir a ciertos hom bres que aspi.
ran a convertirse en todos los hombres, m anipulación por mucho
tiem po sospechosa a los demás, por m ucho tiem po equívoca pan*
ellos mismos, y cuyo m anejo perm ite retener la eternidad en el
instante, retener lo general en lo particular. Ellos mismos ya no

[ 322 ]
NOTAS Y dS

se extasiarán, puesto que, por la 5 o menos involuntaria­


m ente dosificada de esas dos sustancias incoloras que son la
existencia som etida a la conexión objetiva de los seres y la
existencia escapándose concretam ente a esta conexión, se lia con­
seguido obtener u n precipitado de u n bello color perm anente. Y
se estará fuera, ju n to a los otros, cara al sol, y sin tener una
m irada ni más cómplice ni más íntim a que los demás, cuando
llegue la verdad a sacudir su cabellera chorreante de luz frente a
sus oscuras ventanas.
Ándré B retó n . L e s vases c o m m u n i c a n t s (1932) .

N A T U R A L E Z A D E L A P O ES ÍA

L a alucinación, el candor, el furor, la memoria, este Proteo


lunático, las antiguas leyendas, la mesa y el tintero, los paisajes
desconocidos, la noche al revés, los recuerdos inopinados, las p ro ­
fecías de la pasión, las conflagraciones de las ideas, de los senti­
mientos, de los objetos, la desnudez ciega, las empresas sistemá­
ticas para fines inútiles que resultan de prim era necesidad, el
desquiciam iento de la lógica hasta lo absurdo, el uso de lo absur­
do hasta la indom able razón, es eso —y no la conjunción más
o menos sabia, más o menos feliz de las vocales, de las consonan­
tes, de las sílabas, de las palabras— lo que contribuye a la ar­
m onía de un poema. H ay que h ablar u n pensam iento musical
que nada tenga que hacer con tambores, violines, ritm os y rim as
del terrible concierto para orejas de asnos.
H e conocido una cantante que era bizca, y u n a m uda cuyos
ojos decían “ te am o" en tocias las lenguas conocidas y en al­
gunas otras creadas por ella.
Yo no invento las palabras. Pero invento objetos, seres,
acontecimientos, y mis sentidos son capaces de percibirlos. Me
creo sentimientos. Sufro con esto o soy feliz con esto. La indi­
ferencia puede seguirlos. T engo el recuerdo de todo ello. A veces
me ocurre que los preveo. Si tuviese que dudar de esta realidad,
ya nada para mí sería cierto. N i la vida, ni el amor, ni la muerte.

[323]
HISTORIA DEL SURREALISMO

T odo se me volvería extraño. M i razón se niega a negar el tes­


tim onio de mis sentidos. El objeto de mis deseos es siempre real,
sensible.
N o se toma el relato de u n sueño por u n poema. Los dos son
realidades vivientes, pero el prim ero es recuerdo, gastado de
inm ediato, transform ado, u n a aventura, m ientras que del se­
gundo nada se pierde ni cambia. El .poema desensibiliza el u n i­
verso para el solo beneficio de las facultades hum anas, perm ite a]
hom bre ver de m anera distinta, ver otras cosas. Su anterior visión
está m uerta o es falsa. Descubre u n nuevo m undo, se convierte
en u n nuevo hom bre.
Se lia podido pensar que la escritura autom ática volvía in ú ti­
les los poemas. No: aum enta, desarrolla únicam ente el campo
de examen de la conciencia poética enriqueciéndola. Si la con­
ciencia es perfecta, los elementos que la escritura autom ática
extrae del m undo interior se equilibran con los del m undo exte­
rior. Reducidos entonces a u n a igualdad, se entremezclan, se
confunden, para form ar 3a un id ad poética.
P a u l E lu a rd , D onner a vo ir (1939).

N O T A S S O B R E L A P O E SI A

U n poem a debe ser u n a “clebacle” del intelecto. No puede


ser otra cosa.
“Debacle” : u n sálvese quien pueda, pero solemne, pero evi­
dente; im agen de lo que se debería ser, clel estado donde los
esfuerzos ya no cuentan más.
E n el poeta:
el oído ríe,
la boca jura;
Es la inteligencia, el despertar que mata;
Es el dorm ir que sueña y ve claro;
Es la imagen y el fantasm a que cierran los ojos;
Es la carencia y la laguna que se h an creado.

L a poesía es lo contrario de la literatura. R eina sobre los

[324]
NOTAS Y REFERENCIAS

ídolos de toda especie y las ilusiones realistas; m antiene con fe­


licidad el equívoco entre el lenguaje de “la verdad” y el len­
guaje “de la creación”.

El lirismo es el desarrollo de una protesta.

Qué orgullo escribir sin saber lo que son lengua, verbo, com­
paración, cambios de ideas, de tonos; ni concebir la estructura de
la duración de la obra, ni las condiciones de su fin; nada de por
qué, n ad a de cómo. Enverdecerse, azularse, blanquearse ele ser un
p ap ag ay o . . .

Somos siempre, a u n . en prosa, llevados, y consentimos en


escribir lo que no Iremos querido y no quiere, quizás, ni siquiera
lo que nosotros queríamos.
Perfección
es pereza,
André B retón, P a u l E lu a rd , N o ies sur la poesie.
(La R é v o lu tio n Surréaliste, to9 12, 15
de diciem bre de 1929.)

L A POESÍA IN S E P A R A B L E DE L A R E V O L U C I Ó N

T odo, en la sociedad actual, se alza a nuestro paso para h u ­


m illarnos, para hacernos retroceder. Pero nosotros no dejamos
de com prender que es porque somos el mal, u. ^ sentido
que lo entendía Engels, y porque, con todos nuestros semejantes,
contribuim os a la ru in a de la burguesía, a la ru in a de su p atri­
monio y de su excelencia.
De ese patrim onio y de esa excelencia, puestos al servicio de
las ideas de propiedad, de familia, de religión, de patria, que
combatimos juntos.
Los poetas dignos dé este nom bre se niegan como los prole­
tarios a ser explotados, La verdadera poesía está con todo lo
que no se conform a con esta m o ra l. . . La verdadera poesía está
con todo lo que exime al hom bre de este patrim onio horrible

[ 325 ]
H IS T O R IA D EL SU RREA LISM O

que tiene el rostro de la m u e rte , . , Desde hace más de cien


años los poetas h an descendido de la cum bre donde creían, estar.
H an salido a la calle, han insultado a sus maestros, no tienen
más dioses, osan besar a la belleza y al am or en la boca, aprendie­
ron los cantos de rebeldía de la masa desgraciada y, sin im pacien­
cias, tratan de enseñarle los suyos.
Paul E lu a r d , F r a g m e n í s d ’u n e c on fér en ce
pronuncée a L ondres en 1936.

LA UNIÓN LIBRE

Mi m ujer son. sus cabellos el fuego de leños


Sus pensam ientos son relám pagos de estío
Es su talle reloj de arena
Mi m ujer es su talle el de la n u tria en las fauces del tigre
M í m ujer es su boca escarapela y ram illete de estrellas de
[prim era m agnitud
Sus dientes es huella de ratones blancos sobre la tierra blanca
Su lengua es de ám bar y de vidrio frotado
M i m ujer su lengua es hostia apuñaleada
Su lengua de m uñeca que abre y cierra los ojos
Su lengua es de piedra increíble
Mi m ujer son sus pestañas trazo de lápiz infantil
Sus cejas borde de nido de golondrinas
Mí m ujer son sus sienes del apizarrado de techo de
[invernáculo
Y del em pañado de los vidrios
Mi m ujer son sus hom bros de cham paña
Y fuente con cabezas de delfines bajo la escarcha
Mi m ujer son sus muñecas de fósforos
M i m ujer son sus dedos de casualidad yde as de corazón
Sus dedos son heno segado
M i m ujer son sus axilas de m arta y de hayuco
De noche de San Ju an
De ligustros y de nido de gaviotas
Sus brazos son de espuma de m ar y de represa

[ 326]
NOTAS Y R EFER EN C IA S

Sus brazos son trigo y son molino


Mi m ujer son sus piernas de huso devanado
Sus movimientos son de relojería y desesperación
Sus pantorrillas de m édula de saúco,
Mi m ujer son sus pies de iniciales
Sus pies son un llavero a los pies de calafates ebrios
Mi m ujer es su cuello cebada sin per lar
Mi m ujer es su cuello Valle de oro
Es cita en el lecho mismo del torrente
Sus senos de noche
Mi m ujer son sus senos cueva m arina
M i muj er son sus senos crisol de rubíes
Sus senos espectro de la rosa bajo el rocío
Mi m ujer es su vientre el abrirse del abanico de los días
Su vientre es garra gigante
Mi m ujer es su espalda hu id a de pájaro en vertical
Su espalda es plata viva
Su espalda de luz
Su nuca es canto rodado y tiza hum edecida
Y caída de copa en que se acaba de beber
Mi m ujer son sus caderas u n a pequeña nave
Sus caderas son de lustro y de plum as de flecha
Y canutos de plum as del pavo real blanco
De insensible balanceo
Mi m ujer son sus nalgas de arenisca y de am ianto
M i m ujer son sus nalgas de lomo de cisne
M i m ujer son sus nalgas una prim avera
Su sexo es gladíolo
Mi m ujer es su sexo de placer y de ornitorrinco
Mi m ujer es su sexo de alga y de bom bones antiguos
M í m ujer es su sexo de espejo
M i m ujer sus ojos llenos de lágrimas
Sus ojos son panoplia violeta y aguja im antada
Mi m ujer son sus ojos de llanura
Mi m ujer son sus ojos de agua para beber en la prisión
M i m ujer son sus ojos de anim al siempre bajo el cuchillo

[ 327 ]
H IS T O R IA D EL SU RREA LISM O

Sus ojos de nivel de agua de nivel de aíre de tierra


[y de fuego.
A n d ré B retón, L ’U nion L íbre (1931) .

DARSE C O N TR A UN MURO

No son más que algunos


En toda la tierra
Cada cual se creía solo
Y cantaban y tenían razón.
De cantar
Pero cantaban como quien destruye
Como quien m ata

H úm eda noche roída


Vamos a soportarte
M ucho más tiem po
No vamos a sacudirnos
T u evidencia de cloaca
Ho esperaremos u n a m añana
li'eeha a m edida.

Queremos ver claro en los otros ojos


Sus agotadas noches de amor
No sueñan ellos más que en m orir
Sus bellas carnes ya sin m em oria
Pavanas al to m a corazón
Abejas apresadas en su miel
Ellos ignoran la. vida
Y sentimos pena en todas partes

Techos rojos fúndanse bajo la lengua


Canícula en los lechos repletos
Ven a vaciar tus bolsas de sangre fresca
H ay todavía u n a som bra aquí
U n pedazo de imbécil allá

[ 328 ]
N O TA S y R EFER EN C IA S

A l viento sus máscaras sus piltrafas


En ru in a sus acechos sus cadenas
Y sus gestos prudentes de ciego
H ay fuego bajo la roca
P ara q u ien apaga el fuego
T o m en con eso cuidado tenemos
A pesar de la noche que él encubre
Más fuerza que el vientre
De vuestras herm anas cié vuestras mujeres
Y nos reproducirem os
Sin ellas pero a golpes de hacha
E n sus prisiones.

T orrentes de piedra y labores de espuma


E n donde flotan ojos sin rencor
Ojos justos sin esperanzas
Que los conocen
Y que debieron ser reventados
Antes que ignorarlos
Con una artim aña más hábil que sus poderes
Hemos de tom ar nuestro Bien de donde queremos
[que esté
P a u l E lu a rd , L es Y e u x fértiles.
(G. L. M „ 1936.)

LA M U E R T E

U n m uaré campesino esconde en su tram a u n hervidero de


insectos. De unos a otros, el hurón, transformado' en alacrán
pasa entre la tram pa de la m aldad. Ven, florcita intraducibie, por
aquí (ella se oculta). ¡Oiga, chófer! (baja de su asiento y huye).
Esperen, yo recuerdo sin embargo u n n o m b re . . . ¡Una pala de
diam antes p ara el que me traiga ese perro que yo fui!
Y no olvido nada. Hay además una botella de sangre para
el que se com prom eta a vivir con las imágenes que deseché.
Me siento m uchísimo mejor. Las palabras vanas que pusieron

[ 329 ]
H IS T O R IA D E L SU RREA LISM O

en mí boca comienzan a surtir su efecto. Mis semejantes me


abandonan. Puesta la m ano en las melenas ele los leones, veo
el horizonte engañoso que me m entirá una vez más. Aprovecho
todo, hasta sus m entiras como desperdicio, y de ese paseíto que
■siempre hace pasando por mí casa. Nada me es de tanto provecho
como cuando él me encuentra.
¡Y qué examen estúpido! Hubiese 'salido bien, con seguridad,
sin esa insignificante pregunta de historia. Por suerte, no me
presenté.
Los viajes siempre me h an llevado excesivamente lejos. La
certidum bre de llegar, nunca fué más que u n centésimo cam-
panillazo ante la p u erta que no se abre.
El mismo sufrim iento era obsesivo. C uando esta m ujer con
cuerpo de persiana vino abanicándose sobre mi lecho, com prendí
que yo debía sentir frío. T uve frío. Pero la juventud velaba: yo
apenas había sufrido. Confieso que retuve su cabeza sobre mi
pecho. Está ahí esa claridad, es su form a nocturna que no podría
desaparecer porque sostiene la noche cavando la luz donde yo
no estoy. i
Por otra parte el pozo es todo superficie. La cinta del verano
en los cabellos de la prim avera, me ha explicado largam ente lo
que es la promesa. La lluvia bestial llevaba en sus antenas el
progreso que cojea en el musgo. C anta siempre el capricho taci­
turno y am enazante que todo deja perecer. Es u n a cicatriz el sonar
de su voz.
A quí tenemos el gran sitio tartam udo. Las ovejas llegan ve­
loces sobre zancos.
A. B retón y P. E lu a rd .
L ’lm m a culée-C onceplion (1930) .

¡H O L A!

Mi avión en llamas mi castillo inundado de vino del R hin


mí ghetto de iris negros mi oído de cristal
m i roca cayendo por el acantilado para aplastar el guarda
[campestre

[ 330]
H IS T O R IA DEL SU RREA LISM O

mi caracol ele ópalo mi m osquito de aire


mi edredón de gorriones mi cabellera de espum a negra
mi tum ba reventada mi lluvia de rojas langostas
mi isla volante mi uvas de turquesa
mí colisión de autos locos y prudentes
mi platabanda salvaje
mi pistilo de diente de león proyectado en mí ojo
mi bulbo de tulipán en el cerebro
mi gacela perdida en u n cine de los bulevares
mi tesoro de sol mi fruto de volcán
mi risa de estanque escondido en el que se ahogan los profetas
[distraídos
mí inundación de grosellas m i m ariposa de setas
mi cascada azul como lám ina de fondo hecha por la primavera
mi revólver de coral cuya boca me atrae como elojo de un pozo
[centelleante
bruñido como el espejo en el espejo donde tú contem plas la huida
[de los picaflores de tu m irada
perdido en una exposición de blanco encuadrada de momias
[yo te amo.
B e n ja m ín P éret, Je sublim e (1936) .

O J E A D A

Los vuelos de los papagayos atraviesan mi cabeza cuando te veo


de perfil
y el cielo de grasa se estría de relám pagos azules
que trazan tu nom bre en todo sentido
Rosa peinada como una tribu negra escalonada en una escalera
donde los senos agudos de las m ujeres m iran por los ojos
de los hombres
H oy m iro p or tus cabellos
Rosa ópalo de la m añana
y yo me despierto por tus ojos
Rosa arm adura
y yo pienso por tus senos de explosión

[331]
NO TA S Y R EFER EN C IA S

Rosa estanque verdoso de ranas


y yo duerm o en tu ombligo de m ar Caspio
Rosa eglaníina du ran te la huelga general
y yo me pierdo entre tus espaldas de vía láctea fecundada
por cometas
Rosa jazm ín en la noche ele lejía :
Rosa casa con fantasmas
Rosa selva negra inundada de estampillas azules y verdes
Rosa barrilete sobre u n terreno baldío donde pelean los m ucha­
chos
Rosa hum o de cigarrillo
Rosa espuma de m ar hecha cristal
Rosa
B en jam ín Péret. Je S ublim e (1936),

S E Ñ O R A A E L A N T IF IL Ó S O F O

¡Capitán!
los bólidos, las fuerzas abiertas de las cascadas nos amenazan:
el nudo de las serpientes, el látigo de cadenas avanzan triu n fal­
m ente en ios países contam inados de furor perpetuo;
¡Capitán!
todas las acusaciones de las bestias m altratadas, m ordidas sobre
el lecho, bostezan en florones de sangre, la lluvia de dientes de
p iedra y las manchas de excrementos en la jau la nos entierran
en m antos interm inables como la nieve;
¡Capitán!
las claridades del carbón convirtiéndose en focas, en rayos, insecto
bajo tus ojos, los escuadrones de alucinados, los m onstruos a
rueda, los gritos de los sonámbulos mecánicos, los estómagos lí­
quidos sobre tabletas de plata, las crueldades de las flores carní­
voras invadirán el día simple y ru ral y el cine de tu sueño;
¡Capitán!
ten cuidado con los ojos azules.
T r is t a a T zara, U A n tiiéte.
( Cahiers Libres, 1933).

[332 ]
P or considerar que presen tan inte­
resantes aspectos del m ovim iento
su rrealista, el trad u c to r agrega, en
este apéndice, algunas de .las con­
testaciones a la ‘‘E ncuesta sobre el
A m o r” realizada por La R év o lu tio n
S’u rréaliste, y fragm entos de ‘‘Notas
sobre ía Poesía” de B retón y E luard.
ENCUESTA SOBRE EL A M O R

“Si u na idea parece hasta hoy haber escapado a todo empeño


de sujeción, y que, lejos de caer vencida a sus furores, hizo frente
a los más grandes pesimistas, esta es la idea del amor, única capaz
de reconciliar todo ser, m om entáneam ente o no, con la idea de
vida.
.. es de los que tienen verdadera conciencia del drama
amor (no en el sentido puerilm ente doloroso» y sí en el sentido
patético de la palabra) que esperamos u n a respuesta a estas pre­
guntas de nuestra encuesta:

I. ¿Qué clase de esperanza pone usted en el amor?


II. ¿Cómo considera el tránsito de la idea de am or al hecho
de amar? ¿H aría al amor, voluntariam ente o no, el sacri­
ficio de su libertad? ¿Lo hizo ya? ¿Le h aría el sacrificio
de u n a causa que hasta ahora se h a creído en la obli­
gación de defender, si, en su concepto, fuese necesario
para merecer el amor? ¿Consentiría en ello? ¿Aceptaría
dejar de ser el que hubiese podido ser, si a este precio

[ 335 ]
H I S T O R I A DEL SURREALISMO

consiguiera la plena certidum bre del amor? ¿Cómo juzgaría


a un hom bre que traicionara sus convicciones para con­
quistar a la m ujer que ama? ¿Una semejante prueba de
am or puede ser pedida, conseguida?
“ III. ¿Se consideraría usted con derecho para privarse por algún
tiem po de la presencia - del ser que am a sabiendo hasta
qué punto la ausencia exalta el amor, pero reconociendo
asimismo lo m ediocre ele este cálculo?
“ IV. ¿Cree en la victoria del amor adm irable sobre la vida-
sórdida o de la vida sórdida sobre el am or admirable?

Respuesta- de A n dré Bretón:


“ I. L a esperanza de nunca reconocerme ninguna razón de
ser fuera de él.
“ II. ¿El tránsito de la idea de am or ai hecho de amar? Se
trata de descubrir u n objeto, el único que considero indispensa­
ble. Asscc oojeto esta escondacio. como en íd juego infantil se
comienza por “frío, frío" y se acaba por “se quem ó”. Hay un
gran misterio en el hecho de hallarlo. N ada es com parable al
hecho de amar, la idea del amor es débil y sus representaciones
arrastran a errores. A m ar es estar seguro de uno- mismo. No. puedo
aceptar que el am or no sea recíproco, y, por lo tanto, que dos
seres amándose piensen contradictoriam ente sobre u n asunto tan
serio como es el amor. No deseo ser líbre, lo que no representa
para mí n ingún .sacrificio. El amor, como yo lo concibo, no tiene
b arrera alguna que franquear n i causa que traicionar.
“ III. Sí llegase a calcular, sentiría m ucha inquietud para
asegurar que amo.
“ IV. Vivo. Creo en la victoria del am or adm irable.
Suzanne M uzard.”

“N in g u n a otra respuesta distinta a ésta podrá ser tenida


como mía. A ndré B retón.”

de Louis Aragón:
“Me siento capaz de amar, no me creo capaz de esperar. Sin

[336]
APÉNDICE

embargo, p ara evitar u n equívoco que daría gusto a los m alpen­


sados, diré que en el pu n to en el cual la esperanza es una ídea-
lím ite y en el punto, el lím ite, en el cual la idea del am or se
confunde con la del Bien filosófico, es donde coloco toda mi
esperanza en el am or tanto como en la revolución, que, en este
m undo-límite, donde todo se confunde, ya no es de m anera al­
guna cognoscible.
“No me creo calificado para describir el tránsito de las ideas
a los hechos, esa integración de lo abstracto en lo concreto, que,
en todos los terrenos, es m ecanismo propio al acaecer. Y, por
otra parte, desconfío de los recuerdos personales. Este tránsito es,
p ara mí, u n hecho realizado.
“El amor es la única pérdida de la libertad que nos da fuerza,
frase que, recibida de qu ien más estimo en el m undo, resume
todo lo que sé del amor. Si el am or exige el sacrificio de algo
de lo que form a la dignidad hum ana, niego que eso sea amor.
“No puedo en absoluto privarm e de la presencia del ser
am ado. Posiblem ente eso sea una debilidad.
“Creo en la victoria de todo lo que es sórdido sobre todo
lo que es adm irable y vivo lo m ejor que puedo con esta idea
ante m í.”

de Robert Desnos:
“¿Qué es idea del amor? Conozco el am or pero no la idea
con este nom bre. Sin duda carencia de cultura filosófica.

“T a n to en el am or como en otras cosas, nada se calcula.


“En definitiva, amo, soporto, hago el amor. No lo discuto.”

de Paul Eluard:
“ I. L a esperanza de am ar siempre, suceda lo que suceda
al ser que amo.
“ II. L a idea del amor está, para mí, demasiado u n id a a l .
hecho de am ar p ara que pueda concebir el tránsito del uno al
otro. Y amo desde mi juventud.
“Por largo tiem po he creído hacer al am or el doloroso sacri-

[ 337 ]
H I S T O R I A DEL SUR REALISMO

íitío de mí libertad, pero ahora todo ha cambiado: la m ujer que


amo no siente n i in q u ietu d ni celos, Me deja líbre y yo tengo
el valor de serlo.
“L a causa q u e defiendo' es asimismo la del amor.
“U na p ru eb a sem ejante exigida a un hom bre de bien, no
puede menos que destruir su am or o llevarlo a la m uerte.
“ III. La vida, en lo que tiene de fatal, condiciona siempre
la ausencia del ser amado, el delirio, la desesperación.
“ IV. El am or adm irable m ata.”

de R e n e Crevel:

“En el am or pongo, pues, no ya la esperanza sino la convic­


ción, la certidum bre alegre, de que recoge las sobras, las migajas
de u n a vida dilapidada.

“E n amor, que exalta la libertad y aun lo inconsciente, no


veo cómo puede hablarse de sacrificar la libertad al amor.
“Considero tam bién que, a p artir del amor, un hom bre no
p o d ría sentir el placer de la certidum bre de amar, si no estuviese
seguro de parecer a la criatura am ada el que está por ser, y, más
plenam ente, el que puede y, por lo tanto, el que debe ser.
“Amarse es, ante todo, sentir orgullo uno del otro. Digo
orgullo y no vanidad. Por eso no encuentro razón para que un
hom bre traicione sus convicciones por agradar a una m ujer.

“Si el am or adm irable h a ilum inado u n a existencia, aun


cuando fuese por u n segundo, me es 'suficiente para declarar
su victoria sobre la vida sórdida.”
de L u c Durtain:
“ I. ¿El amor? Acercarse a u n ser por un ángulo novedoso.
“ II. H ay más convicciones m ujeres que mujeres. H ay m u­
jeres m ucho más estériles que u n sistema para personas “bien
intencionadas”.
“ III. ¡Qué pregunta de enamorado! ¡Cómo envidio al que
la planteó!

[ 838 ]
APÉNDICE

“ IV. P regunta h e d ía por quien, en el “vivir” , no sabe otra


cosa que “am ar”. En este caso cómo compadezco al que la planteó.

de Blaise Cendran:
“Pongo en el am or u n a sola esperanza: la esperanza de la
desesperación. T odo lo demás es lite ratu ra .”

de Roger Vi trac:

“Creo en la victoria de la vida adm irable sobre el am or sór­


dido. ¡Ah! ¡perdón!

“ ¡Stendhal! ¡tu ram a de pino!”

de Jacques Barón:
“Esto no me interesa. Ya estoy harto de todos esos cuentos.”

de Luis Buñuel:
“ 1, Sí amo, toda la esperanza. Si no amo, ninguna.
“ II. 1) Sólo existe para m í el hecho de amar. 2) Haría,
con gusto al am or el sacrificio de mi libertad. Ya lo hice. 3) H aría
al am or el sacrificio de u n a causa, pero eso es cosa de verlo
en su oportunidad. 4) Sí. 5) Lo consideraría m uy bien. Mas,
a pesar de todo, pediría a ese hom bre que no traicionase sus
convicciones. H asta se lo exigiría.
“ III. No quisiera separarm e del ser amado. A ningún
precio.
“ IV . No lo sé.”
(de L a R é v o lu tio n Surréaliste, n9 12» V año.
15 de diciem bre de 1929.)

N O T A S S O B R E L A POESÍA
por André Bretón y Paul Eluard,

Los libros tienen los mismos amigos que el hom bre: el fuego,
la hum edad, los animales, el tiem po y su contenido.

[339]
HISTORIA DEL SURREALISMO

Las emociones y los pensam ientos com pletam ente desnudos


son tan fuertes como las m ujeres desnudas.
Es necesario, pues, desvestirlos.
El pensam iento no tiene sexo: no se reproduce.
Algunos hom bres tienen de la poesía u n a idea tan vaga,
que la misma vaguedad de esta idea en los demás es para ellos
la definición de la poesía.
Y el papel creador, real del lenguaje (de origen m ineral
éste), está dado con toda evidencia por la no-necesidad a prion
del tema.
El tema de u n poem a le es tan propio y le im porta tan poco
como a u n hom bre su nombre.
U nos ven en la poesía u n a ocupación muy provechosa, una
industria fútil que no puede menos que prosperar. P odría ser
aum entado el núm ero de fabricantes de autom óviles y de obuses.
Otros ven en ella u n fenómeno de u n a particularidad o
de u n a actividad muy secundaria, en n ad a referida a la sitúa,
ción del ser íntim o colocado en m edio del conocimiento, la,
vivencia, las relaciones sexuales, el sueño, etc.
Poesía, en u n a época de complicación del lenguaje, de con­
servación de las formas, de sensibilidad respecto a ellas, de
espíritu entrom etido, es u n a cosa explicada. Se quiere decir que
hoy m uy bien se pueden inventar versos. E igualm ente los más
diversos ritos.
El lirismo es un género de poesía que im plica la voz inac­
tiva —la voz volviendo indirectam ente a, provocando—, eso que
uno no ve y del cual se experim enta la ausencia.
R esulta que el espíritu niega la poesía sin continuidad de
fuente o divinidad visible.
Pero el oído no quiere ese sonido, en tanto que el espíritu
quiere esa p alabra cuyo sonido no está de acuerdo al deseo
del oído.
N unca, nunca, nunca la voz hum ana fué base y condición
de la literatura. L a carencia de voz no condiciona la literatura
prim itiva, de la cual la clásica tomó form a y ese triste tempera.

[ 340]
APÉNDICB

mentó. Nada bajo la voz humana, zona de minas, estado de-


em briaguez de la idea.
D ía llegó en que se pudo leer con los ojos, sin deletrear,
sin escuchar, y con esto la lite ratu ra se reanim ó.
M aniobras del pequeño m aniático en el parque de Artes
y Oficios.
Las cualidades que se pueden enunciar de la voz hum ana
son todo lo contrario de aquellas que se deben, sin estudiarlas,
recibir en poesía.
Y el “m agnetism o” de la voz no debe transponer la alianza
sin misterio, justa o injusta, de las ideas o de las palabras.
La discontinuidad del bello sonido es esencial.
A la m enor corrección, el principio de inspiración total está
perdido. La im becilidad borra lo que la alm ohada creó pru d en te­
m ente. Es necesario, pues, no hacerle ninguna concesión, bajo
pena de producir monstruos. N ada de com partir. L a im becilidad
no puede ser reina.
L a rim a tiene su gran éxito en regocijar a las gentes que
cándidam ente creen, que nada hay bajo el sol de m ayor im por­
tancia que lo convencional. T ien e n la creencia elem ental de que
una convención cualquiera puede ser más profunda, más d u ra­
dera . . . que cualquier pensam iento . . .
Esto no es lo menos desagradable de la rim a, ni por lo
que choca más violentam ente al oído.
C onstruir u n a poesía que no sea nada más que poem a es
imposible.
Si u n a producción no contiene más que poesía, está cons­
truida; es u n poema. N o es poesía.
L a im provisación no se concierta, la im provisación siempre
es la improvisación, pues n ad a perdura, n ad a se' hace duradero
ni atraviesa el instante, nada se produce con lo que perm ite la
adición de los instantes.
Si u n o previera todas las búsquedas que supone la creación
o la adopción de u n fondo, nunca se opondría tontam ente a la
forma.
U no se aleja de la forma por la preocupación en dejar al

[341]
HISTORI A DE L S U R R E A L I S M O

lector la mayor participación posible. Y aun en dejarse para sí


misino lo más ele certidum bre y de arbitrariedad.
U na m ala form a es u n a form a que no sentimos la necesidad
de variar y no variamos; una form a es igualm ente m ala si soporta
que se la rep íta o se la imite.
L a m ala form a está esencialmente ligada a la repetición.
L a idea de lo nuevo está, por lo. tanto, conforme a la p re ­
ocupación del fondo,
(de La R év o lu íio n Surréaliste, 1929-)

[342]
. AS DE LOS ESCRITORES SURREALISTAS 1

A lex a n d re, M áxim e.-“ Les Desseins de la liberté (1927).


L e Corsage (Ediciones Surrealistas, 1931). Mes Respects
(1931). Secrets (1932). Mythologie personnelle (Cahiers li­
bres, 1933).
A r a g ó n , Louis. —Feu de Joie (Au Sans Pareil, 1920). Anicet
ou le P anoram a (N. R. F., 1921). Les Avenures de Télém a-
que (N. R, F., 1923). Les Plaisirs de la C apitale (Berlín, sin
fe ch a). L e Libertinage (N. R. F., 1924). Une vague de re­
ves (fuera de com ercio). L e M ouvem ent perpétuel (N. R. F.,
1925). L e Paysan de Paris (N. R. F., 1926). La Peinture au
défi (Galería Surrealista, 1926). Traite d u Style (N. R. F.,
1928). La Grande Gaieté (N. R. F., 1929). Pérsecuié per-
séecuteur (Ediciones Surrealistas, 1930). Les Clotfa.es de Bale
(Denoél, 1934), Pour un réalism e socialiste (Denoél, 1935).
Les Beaux O uartiers (Denoél, 1936). H ourra l’Oural! (De­
noel, 1936). Le Créve-Cceur (N. R. F., 1940). Les Voyageurs
de l’Im périale (N. R . F., 1941). C antique á Elsa (Fontaine,
1941). Les yeux d ’Elsa (Cahiers d u R hóne, 1943). Brocé-

1 Las obras en b astard illa corresponden al p erío d o en que el autor p e rte ­


neció al grupo surrealista.

[ 345 ]
H I S T O R I A DEL SU RR EAL IS M O

liande (Cahiers de R hóne, 1945). Le Musée Grévin (Edi-


tions de M inuit, 1943), A urélien (N, R. F., 1944). La Diane
francaise (Seghers, 1945).
Artaud_, A ntonio. — L ’ombilic des limbes (N. R. F., 1924)..
L ’opium pen du (1925). L e Pése-nerfs (1927). Correspon-
dance avec Jacques Riviére (N. R. F.» 1927). Heliogabale
ou l ’anarchiste couronné (Denoél et Steele, 1934). Le T héá-
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B a ró n , Jacques. —L ’allure poétique (N, R . F., 1925).
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[346 ]
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Salvador Dalí ou Vantiobscurantisme (Ediciones Surrealistas,
1931). L e Clavecín de Diderot (Ediciones Surrealistas,
1932) . Les pieds dans le plat (Sagittaire, 1933) .
D a l í , Salvador. —La femm e vísíblé (ilustrado por el autor)
(Ediciones Surrealistas, 1930). L ’A m o u r et la Mémoire (Edi­
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gó d’une Histoire critique du cinema y seguido de Guillan-
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morphoses de, Narcisse (Corti, 1936). H idden Faces (Nueva
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D esnos , R obert. — Deuil pour deuil (K ra). C’est les bolles de
sepi lieues cette phrase; “Je m e vois” (ilustrado por A ndré
Masson) (Galerie S im ó n ). L a liberté ou Vamour (Kra,
1927). T h e N ig h t of Loveless N ights (A nveres). Corps el
biens (N. R . P., 1930). Fortunes (N. R . F., 1942). Le vin
est tiré (N. R. P., 1942}.
E luard , P aul. — L e Devoir et, l’In q uiétu de (Gonon, 1917).

[ 347 ]
HISTORIA DEL SURREALISMO

Poémes p our la paix (fuera de comercio, 1918) Les aníniaux


et leurs liommes (Au Sans Pareil, 1920). Les Necessités de
la vie et les Conséquences des reves, précédé d ’exemples (Au
Sans Pareil, 1921). R épétitions (Au Sans Pareil, 1922). Les
M alheurs des Im m ortels (en colaboración con M ax Ernest)
(Librairie Six, 1922). Mourir de ne pas mourir (N. R. F.,
1924) . 152 Proverbes mis au goüt du jour (en colaboración
con B enjam ín Péret) (Ediciones Surrealistas, 1925). Capitale
de la Douleur (N. R. F., 1926). Les Dessous d’une vie ou la
pyramide humaine (Cahiers du Sud, 1926). Defense de sa-
voir (Ediciones Surrealistas, 1928). L ’A m o u r de la poésie
(N. R. F., 1929). Ralentir Travaux (en colaboración con
Bretón y Char) (Ediciones Surrealistas, 1930). A toute
épreuve (Ediciones Surrealistas, 1930). L ’Immaculée-Con-
ception (en colaboración con Bretón) (Ediciones Surrealis­
tas, 1930). Dors (fuera de comercio, 1931). L a Vie Im m é-
diate (Cahiers Libres, 1932). Comine deux Gouttes d’eau
(Ediciones Surrealistas, 1933). La Rose publique (N. R, F.
1934). N uits partagées (ilustrado por Dalí) (G. L. M., 1935).
Facile. (ilustrado con fotografías de M an Ray) (G. L, M,,
1935). Les Yeux fertiles (ilustrado por Picasso) (G. L. M.,
1936), Les animaux et leurs hommes (nueva edición ilustra­
da por V alentine Hugo) (N. R. F., 1936). L ’Evidence poéti-
que (G. L. M., 1937). Les Mains libres (ilustrado por Main
Ray) (J. Bucher, 1937). Quelques-uns des rnots qui jusqu’ici
m ’étaient mystérieusement interdits (G. L, M., 1938). Gours
naturel (Sagittaire, 1938). Chanson complete (N. R. F.,
1939). D onner a voir (N. R. F., 1939). Le libre ouvert (pri­
m era parte) (Cahiers d A rt, 1940). Cíioix de poémes (N. R.F.,
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A Pablo Picasso (Trois Collines, G inebra 1945). Doubles
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Onan (Ediciones Surrealistas, 1934). Petite Anthologie poé-
iique du Surréalisme (J. Bucher, 1934). La Septiéme face du­
dé (J. Bucher, 1936). La H a m pe de l’Imaginaire (G. L. M.
1937). Une écriture Visible (1938). N on vouloir (1940). La
Sphére de sable (J. Bucher, 1943). La Chévre-Feuille (ilus­
trado por Picasso) (R. J. Godet, 1943).
L autreamont, Conde de. — O bras completas. ' Introducción de
A ndré Bretón. Ilustraciones de Victor B rauner, Oscar D o­
mínguez, M ax Ernst, Espinoza, R ené M agritte, A ndré M a­
són, M atta E chaurren, Jo an Miró, Paalen, M an Ray, Selig-
m ann, T anguy (G. L. M., 1938) .
L e i r i s , Michel. — Simulacre (en colaboración con A ndré Masson)
(Galerie Simón, 1925). L e Point cardinal (Kra, 1927). La
N éréide de la M er Rouge (fuera de com ercio). L ’Afrique
£antóme (N. R. F., 1934). T aurom achies (G. L. M., 1937).
M iroir de la T aurom achie (G. L. M., 1938). Abanica para
los toros (fuera de com ercio). Glossaire, j ’y serre mes gloses
(Galerie Simón, 1938). L ’Age d ’homxne (N. R. F., 1939).
H a u t M al (N. R. F., 1943).
L e l y , G ilbert. —A rden (Librairie du Luxem bourg, 1933). Je ne
veux pas q u ’on tue cette fem m e (j. Bucher, 1936).
L im b o u r , Georges. -- L ’enfant polaire (1922). Soleils bas (Galerie
Simón, 1925). L ’illustre cheval blanc (N. R. F .) , Histoire
de famille (1929) Les V anilliers (N. R. F., 1938). L a Pie
voleuse (N. R. F., 1939).
M a l e t , Léo. — N e pas voir plus loin que le bout de son sexe (Edi-

[ 349]
H I S T O R I A B E L SURREALI SMO

d ones Surrealistas, 1936). j ’arbre comme cadavre (Feuillets


de Sagesse, 1937). H urle á la vie (1939). Le tom beau de Léo
Davidovitch (París, 1945).
M ayoux, jelian , — Mais (Corti, 1937). M a tete a couper (G. L. M.)
N a v ille , Pierre. — Les Reines de la M ain gauche (1924) .La Ré~
volution et les Intellectuels (París, 1926) . L a Révolution el
les Intellectuels (N. R. F., 1927) . La Psychologie, scíence du
com portem ent (N. R. F., 1942) D ’H olbach (N. R. F., 1943).
P a s to u re a u , H enri. — Cri de la Méduse (J. B udier, 1937). La
rose n ’est pas une rose (1939).
P éret, Benjamín. — Le passager du transatlantique (Au Sans Pa­
reil, 1921). Au 125 du boulevard Saint-Germ ain (Littérature,
1923) Jm m o rte l Maladie (Littérature, 1924). 152 Proverbes
mis au goüt du jour (en colaboración con Eluard) (Edicio­
nes Surrealistas, 1925). II était une boulangére (Kra, 1925).
D orm ir, dormir dans les pierres (Ediciones Surrealistas,
1925) . Le Granel Jeu (N. R. F., 1928). Et Ies seins rnouraiení
(Cahiers du Sud, 1928). De derriére les fagots (Ediciones Su­
rrealistas, 1934). Je sublime (Ediciones Surrealistas, 1936),
Je ne man ge pas de ce pain-lá (Ediciones Surrealistas, 1936).
Trois cerises et une sardine (G. L. M., 1937) -
P icasso , Pablo. —Le désir atrappé par la queue (N. R. F., 1945).
Prassinos, Giséle. — Quand le bruit travaille (G. L. M., 1937).
La sauterelle arthritique (G. L. M., 1935). Sondue (G, L. M.)
Le feu m aniaque (1939).
P r e v e r ^ Jac q u es.— De Jacques Prévert no hay obra reunida en
volumen. D istribuidas en revistas se encuentran: Tentative
de desenption d’un diner de tetes a Paris-France. (Commerce,
1931). Souvenirs de famille ou l’Ange garde-chiourrne (Bi-
fur n? 7, 1931). L e temps des noyaux (Soutes, 1936). La
Crosse en l’air (Soutes, 1936).
Q ueneau, Raym ond. —L e C hiedent rom án (N. R. F., 1933). Les
Derniers Jours (N. R. F., 1935). O dile (N. R. F., 1937). Che-
ne et C hien (Denoel, 1937). Les Enfants du Lim ón (N. R. F,,
1938). G ueule de Pierre (N. R . F.) U n ru d e hiver (N. R . F.,
1939). Les T em ps mélés (N. R. F., 1941). P ierrot m on ami

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(N. R. F,, 1943). Les Ziaux (N .R. F., 1343). Foutaises (fuera
ele comercio, 1944). L oin de R ueíl (N. R. F., 1945).
R e v e r d y , Fierre, — Les Épaves du ciel (N. R . F., 1924) . La Peau
de l’homme (N. R . F., 1926). F erraille (Cahiers des Poetes,
B ruselas). Flaques de verre (N. R . F., 1929). Le G ant de crin
(Plon, 1936). P lu p art du temps (N, R . F., 1945).
R ig a u t , Jacques, — Papiers posthum es (Au Sans Pareil, 1934).
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(Poema épico, 1934).
S o u p a u l t , Philippe. — Les Champs magnétiques (en colaboración
con Bretón) (Au Sans Pareil, 1921). Chansons des buts el
des rois (1925), Georgia (1925). Diversas novelas editadas
p o r Grasset, Kra y Calmann-Lévy. Poésies Completes (G. L.
M., 1939). Eugéne Labiche (Sagittaire, 1945).
T z a ra , T rístan. — L a prim iére aventure céleste de M. A ntipyrine
(Dada, 1916), V ingt-cinq poémes (Dada, 1918), Cinem a ca-
lendrier du coeur abstrait maisons (Au Sans Pareil, 1920).
Sept M anifesíes dada (J. Budry, 1920). M ouchoir de nuages
(Galerie Simón, 1925). Indicateur des chem in du coeur (J.
Bucher, 1928). De nos oiseaux (Kra, 1929). L ’A rbre des
voyageurs (La M ontagne, 1930). L ’H o m m e approximatif
(Fourcade, 1930). Ou boivent les loups (Cahiers Libres, 1932).
L ’A ntitéte (Cahiers Libres, 1933). Grains et Issues (Dénoel
et Steele, 1935). La M ain passe (G .L. M,, 1935). Le Coeur
á gaz ( G.L. M,, 1938). MÍdis gagnés (ilustrado por Matisse)
(Denoél, 1939).
V it r a c , Roger. — Les Mystéres de l’amour (N . R . F., 1925).
Cruautés de la nuit (Cahiers du S u d ). Connaissance de la
m ort (N. R. F., 1926). Humoristiques (N, R. F., 1926).
Georges de Chirico (N. R . F., 1927).

[ 351 ]
HISTORIA DEL SURREALISMO

LAS REVISTAS SURREALISTAS

L a r é v o l u t i o n s u r r é a l i s t e . —Directores: Pierre Naville y Ben-


jam in Péret.

N? 1. de diciem bre de 1924. ■,


C a r á t u l a : “ E s necesario lle g a r a u n a d e c la ra c ió n d e lo s d e ­
rec h o s del hom bre”.
S u m a r io : T extos de Boiffard, E luard, Vitrac, C hineo, Bretón,
G authier, Noli, Desnos, Péret, M alkine, Aragón, Gérard,
Reverdy, Soupault, Morise, Delteil.
Ilustraciones de M an Ray, Morise, Chirico, Ernst, Masson, P i­
casso, Naville, Desnos.

No 2. 15 de enero de 192*5.
C a r á t u l a representando u n espantapájaros: “Arte francés de p r in ­
cipios del siglo X X ,”
S u m a r io : Bretón, Bessiére, Naville, E luard, A rtaud, Vacilé, Des­
nos, Aragón, Crevel, Gérard, Leiris. T ra e una encuesta sobre
el suicidio.
Ilustraciones de M an Ray, Picasso, Chirico, Desnos, Naville,
Masson, Ernst, Vaché, Bessiére, Sunbeam.

m 3. 15 de abril de 1925.
C a r á t u l a : M ontaje: “ 1925: fin de la era cristiana”.
S u m a r io : Lessing, Desnos, Barón, Leiris, Morise, A rtaud, Eluard.
Naville, Q ueneau, Boiffard, Péret, Béchet. P ara el Papa. Para
el Dalai-Lama. C arta a las Escuelas de Buda. C arta a los
médicos directores de los asilos de locos. C arta a los Recto­
res de las Universidades europeas.
Ilustraciones de Chirico, Klee, Masson, M an Ray, Sunbeam.

N9 4. 15 de julio de 1925. D irector: A ndré Bretón.


C a r á tu la : M aniquí subiendo u n a escalera: “ ¡Y guerra al tra ­
bajo!”
S u m a r io : Bretón, Aragón, Eluard, Morise. Leiris, Soupault, Noli,
M alkine, Péret, Desnos, Boiffard.

[ 35 2 ]
BIBLIOGRAFIA

Ilustraciones de Cfairico, Ernst, Masson, M iró, Picasso, M an


Ray, Roy.

N<? 5. 15 de octubre de 1925.


C a r á t u l a ; M ontaje representando las publicaciones surrealistas
del pasado, que rem em ora este núm ero: “El Pasado”.
S u m a r io : Gengenbach, Brasseur, Q ueneau, Eluard, Sunbeam, Bou-
lly, C hineo, Leiris, Desnos, Ristich, Morise, Barón, Bretón,
A rtaud, Péret, Aragón.
Ilustraciones de Ghirico, Ernst, Masson, Miró, Picasso.

N<? 6, 19 de marzo de 1926.


C a r á t u l a : Formas veladas: “F rancia”
S u m a r io : E luard, Bretón, Soupaulí, Aragón, Péret, Desnos, Leirís,
Viot, Barón, Unik, Crevel, Crastre, Masson.
Ilustraciones de Arp, Braque, C hineo, Ernst, Masson, Picas­
so, M an Ray.

N 1? 7. 15 de ju nio de 1926.
C a r á t u l a : M u ltitu d con la m irada en el aire: “Las últim as con­
versiones”.
S u m a r io : A rtaud, Bretón, Noli, Leiris, Desnos, Soupault, Eluard,
Aragón, Arp, Massot, Péret, Crevel, Fourrier, Alexandre.
Ilustraciones: Arp. C hineo, MalJdne, Masson, Picasso, Man
Ray, Roy, Sunbeam, Tanguy.

N? 8. 1? de diciem bre de 1926.


C a r á t u l a : M ontaje representando diversos objetos y personas en
una cabeza de h o m b re :' “Lo que falta a estos señores es la
dialéctica. (Engels)
S u m a r io : E luard, Péret, U nik, Puget, Aragón, Morise, Bretón,
Leiris, Massot, A rtaud, Brasseur, Desnos, Ribemont-Dessaig-
nes, Noli, Gengenbach.
Ilustraciones: Ernst, M alkine, Masson, M iró, M an Ray, T a n ­
guy, Ucello.

N<? 9-10. 1? de octubre de 1927.


C a r á t u l a : M uchacha sentada en u n pupitre: “La escritura au­
tom ática”.

[3 5 3 ]
HISTORIA DEL SUR REALISMO

S u m a r io :Ernst, Aragón, Naville, Desnos, Fornerel, Nougé,


E luard, Q ueneau, Barón, Desnos, U nik, Freud, Péret, B re­
tón, Fenelon, Leiris.
Ilustraciones: Arp, “Exquisito cadáver”, Chirico, Ernst,.M as-
son, Picasso, M an Ray, Tanguy, Vaché.

N<? 11. 15 de marzo de 1928.


C a r á t u l a : Dos o b r ero s in c lin a d o s sobre u n a b o c a d e desagüe:
“La próxim a H abitación”.
S u m a r io : Morise, Aragón, Bretón, A rtaud, Queneau, Vitrac, For-
neret, Barón, Péret, Desnos, Gengenbach, Investigaciones so­
bre la sexualidad.
Ilustraciones: Arp, Chirico, Ernst, M alkine, Masson, Picabia,
Picasso, M an Ray, Tanguy.

N 1? 12. 15 de diciem bre de 1929.


C a r á tu la : Relám pago en el campo: “¿Qué clase de esperanza
pone usted en el amor?”
S u m a r io : Second M anifesté de Surréalism e (B re tó n ), Tzara,
Char, Goemans, Eluard, T h irio n , Koppen, M agritte, Aragón,
Buñuel, Dalí, Fourrier, Crevel, Frois-W ittm ann, Sadoul, Pi-
cabia, Alexandre, Péret.
Ilustraciones: A rp, Chirico, Dalí, Ernst, M agritte, Miró,
Tanguy.

■Le Su r r éa lism e a u Service d e l a R é v o l u t i o n . — Director: André


Bretón.
N úm ero 1. Ju lio 1930. N úm ero 2. O ctubre 1930. Números
3-4. Diciem bre 1931. Núm eros 5-6. Mayo 1933.
E n los sumarios figuran textos de: Bretón, Sade, Heine,
C har, Sadoul, E luard, Aragón, Valentín, Ducham p, Crevel,
Péret, Frois-W ittm ann, T h irio n , Alexandre, Dalí, Yoyotte,
Nougé, Caillois, Savinio, M onnerot, Lély, Bousquet, Giaco-
m etti, H enry, Knutson, Lero, S. M onnerot, Moro, Unik,
T zara, M ayoux, Alquié, Freud, H arfaux, Reích, B uñuel, T a n ­
guy, Ernst, Bellon, Arp, H ugnet, Rosey. Ilustraciones de:
Giacometti, M agritte, Ernst, Bretón, E luard, Dalí, Valentine
Hugo, T anguy, D ucham p, M an Ray.

[ 354]
BIBLIOGRAFÍA

M in o t a u r e . — Director: E. T éríade. Editor: A. Skira.


N? 1-2, 1° de ju n io de 1933, N*? 3-4, Mayo 1934. M*? 5, Mayo
1934. N? 6, Diciem bre 1934, N? ?, ju n io 1935. N? 8, ju n io
1936. N<? 9, O ctubre 1936.
N? 10, Diciem bre 1937. D irector A. Skira. Com ité de R edac­
ción: Bretón, D ucham p, E luard, Heine, M abille, N? 11, M a­
yo 1938. m 12, O ctubre 1938.
A p a rtir del núm ero 10 figuran en los sumarios: M uller, Bre­
tón, Forneret, Kafka, Posada, Péret, M abille, Lévy, Ubac,
M an Ray, H eine, E luard, D ucham p, G, H. Lichtenberg,
C ourthion, Landsberg, Seligmann, K. M uller, M enard, Cor-
cuff Giono, y otros. Hay reproducciones de Arp, Bellmer,
B rauner, B rignoni, Cornell, Dalí, Delvaux, Domínguez, Du-
champ, Espinoza, Ernst, Hu'gnet, M agritte, M iró, H. Moore,
Nash, Paalen, Penrose, Remedios, Seligmann, Styrsky, T an-
guy, Masson, Rivera, Chirico, O. Ford, F. K. de Rivera,
Francés, M atta, Ubac, Géricault, Friedrich, A. Bravo.

REVISTAS SURREALISTAS E N EL E X T R A N JE R O

S u rrea lism o s . (P rag a).


N ad rea liza m D añas I O v d e . (Yugoeslavia).
G a ceta de A r t e . (E spaña).
K o n k r e t ío n . (D inam arca).
L ’É c h a n g e S u r r é a l i s t e . (Ja p ó n ).

M ANIFIESTOS, FO LLETO S, CATALO G O S Y PROSPECTOS


SURREALISTAS

(Fuera de las obras y de las revistas del m o v i m i e n t o )

U n C adavre . (O ctubre de 192*4).


D é c l a r a t i o n du 27 j a n v i e r 1925.
E x p o s it io n J o a n M ir ó . Prefacio de B enjam ín Péret, (junio 12
de 1 9 2 5 ).
L e t t r e o u v e r t e a M . P a u l C l a u b e l . (1? de julio de 1 9 2 5 ).

[355 ]
HISTORIA DEL SURREALISMO

S u m a r io :Ernst, Aragón, N aville, Desnos, Forneret, Nougé,


E luard, Q ueneau, Barón, Desnos» Unik, Freud, Péret, B re­
tón, Fenelon, Leiris.
Ilustraciones: Arp, “Exquisito cadáver”, C hineo, Ernst,.M as-
son, Picasso, M an Ray, T anguy, Vaché.

N*? 11. 15 de marzo de 1928.


C a r á t u l a : D o s obreros in c lin a d o s sobre u n a b o c a de desagüe:
“ L a próxim a H a b ita c ió n ” .
S u m a r io : Morise, Aragón, Bretón, A rtaud, Q ueneau, Vitrac, For­
neret, Barón, Péret, Desnos, Gengenbach, Investigaciones so­
bre la sexualidad.
Ilustraciones: Arp, Chirico, Ernst, M alláne, Masson, Picabia,
Picasso, M an Ray, Tanguy.

N*? 12. 15 de diciem bre de 1929.


C a r á t u l a : Relám pago en el campo: “ ¿Qué cíase de esperanza
pone usted en el amor?”
S u m a r io : Second M anifesté de Surréalism e (B re tó n ). Tzara,
Char, Goemans, Eluard, T h irio n , E oppen, M agritte, Aragón,
B uñuel, Dalí, F ourríer, Crevel» Frois-W ittm ann, Sadoul, Pi-
cabia, Alexanclre, Péret.
Ilustraciones: Arp, Chirico, Dalí» Ernst, M agritte, Miró,
Tanguy.

L e S u r r éa lism e a u S e r v ic e de l a R é v o l u t i o n . — Director: André


Bretón.
N úm ero 1. Julio 1930. N úm ero 2. O ctubre 1930. Números
3-4. Diciem bre 1931. Núm eros 5-6. Mayo 1933.
E n los sumarios figuran textos de: Bretón, Sade, Heine,
Char, Sadoul, Eluard, Aragón, V alentín, Ducham p, Crevel,
Péret, Frois-W ittm ann, T h irio n , Alexandre, Dalí, Yoyotte,
Nougé, Caillois, Savinio, M onnerot, Lély, Bousquet, Giaco-
m etti, Henry, Knutson, Lero, S. M onnerot, Moro, Unik,
T zara, Mayoux, Alquié, Freud, H arfaux, Reich, Buñuel, T a n ­
guy, Ernst, Bellon, Arp, H ugnet, Rosey. Ilustraciones de:
Giacometti, M agritte, Ernst, Bretón, Eluard, Dali» Valentine
Hugo, T anguy, Ducham p, M an Ray.

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Miimotaure, —Director: E. T ériade. Editor: A. Sidra.


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1934. N 1? 6, Diciem bre 1934, N? 7, Ju n io 1935. N*? 8, Junio
1936. N*? 9, O ctubre 1936.
N9 10, Diciem bre 1937. D irector A. Skira. Comité de R edac­
ción: Bretón, D ucham p, E luard, H eine, M abille, N? 11, M a­
yo 1938. N ? 12, O ctubre 1938.
A p artir deí núm ero 10 figuran en los sumarios: M uller, Bre­
tón, Forneret, Kafka, Posada, Péret, M abille, Lévy, Ubac,
M an Ray, Heine, E luard, D ucham p, G. H , Lichtenberg,
C ourthion, Landsberg, Seligmann, K. M uller, M enard, Cor-
cuff Giono, y otros. H ay reproducciones de Arp, Bellmer,
B rauner, B rignoni, Cornell,. Dalí, Delvaux, Domínguez, Du-
cliamp, Espinoza, Ernst, H ugnet, M agritte, M iró, H . Moore,
Nash, Paalen, P airóse, Remedios, Seligmann, Styrsky, T a n ­
guy, Masson, Rivera, Chirico, O, Ford, F. K. de Rivera,
Francés, M atta, Ubac, Géricault, Friedrich, A. Bravo.

REVISTAS SURREALISTAS E N EL E X TR A N JE R O

S u rrea lism o s . (P ra g a).


N a d r e a liz a m D añas I O v d e . (Yugoeslavia).
G a ceta de A r t e . (E spaña).
K o n k r e t io n . (D inam arca).
L ’É c h a n g e S u r r é a l i s t e . ( j a p ó n ) .

M ANIFIESTOS, FOLLETOS, CATALO G O S Y PROSPECTOS


SURREALISTAS

(Fuera de las obras y de las revistas del m o v i m i e n t o )

U n C adavre. (O ctubre de 1924).


D é c l a r a t i o n d u 27 j a n v i e r 1925.
E x p o s it io n J o a n M ir ó . Prefacio de B enjam ín Péret, (junio 12
de 1925).
L e t t r e o u v e r t e á M. P a u l C l a u d e l . (1? d e ju lio d e 1925).

[ 355 ]
HISTORIA DEL SUR REALISMO

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Desnos. (14 de noviem bre de 1925).
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1927).
E x p o s it io n C h ir ic o . Prefacio de Aragón. (15 de febrero de 1928),
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E x p o s it io n M a x E r n s t . Prefacio de R ené Crevel. (1? de diciem­
bre 1928).
E x p o s it io n E m il e S a v it r y . Prefacio de Aragón. (5 de m arzo de
1929).
E x po sit io n D e l b r o u c k e t M. D e f i z e . Prefacio de Bretón. (Abril
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nio 1929).
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M a in te n n a n t, Director: A rtliur Gravan. De aparición irregular
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Sic. Director: P. Albert-Birot. Prim er núm ero en enero de 1916;
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Nord-Sud. Director: Pierre Reverdy. Año 1917.
391. D irector: Francis Picabia. Del año 1920 al 21.
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C a n n ib a l e . Director: Francis Picabia. A parecieron dos números»
el 25 de abril y el 25 de mayo de 1920.
L ’I w v e n t io n e t P r o v e r b e . Director: P aul E luard. U n solo núm e­
ro, el 1? de julio de 1921.
L it t é r a t u r e . P rim era serie: de marzo de 1919 a agosto de 1921.
Directores: L. Aragón, A. B retón y Ph. Soupault. Segunda
serie: de marzo de 1922’ a junio de 1924. D irector: A ndré
Bretón.
L ’CEuf d u r . Años 1921, 22 y 23. D irector: Gérarcl R osenthal.
L e G r a n d J e u . Año 1928. Directores: R. G ilbert-Lecom te, R.
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ju n io -ju lio 1945.)
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[ 360 ]
PAG.

PR O L O G O 9
A d v e r t e n c ia 15
A M A N E R A DE IN T R O D U C C IÓ N 19
La e l a b o r a c ió n » 23
I. L a guerra 25
II. Los poetas en la guerra 35
III. D adá 48
IV. Los “instigadores" del surrealism o 57
El p e rio d o h e ro ic o d e l s u rre a lis m o 67
I. L a época de los sueños 69
II. L a creación del m ovim iento 77
III. Prim eras armas 95
IV. L a guerra de M arruecos 117
El p e rio d o re n o v a d o r d e l s u rre a lis m o 127
I. L a crisis N aville 129
II. “En claro” 135
III. El año de las realizaciones 147
IV. La crisis de 1929 16Í
V. “Al servicio de la R evolución” 175
A u t o n o m ía del s u r r e a l is m o 185
I. El asunto Aragón 187
II. D alí y la. paranoia-crítica 197
III. L a política surrealista 207
IV. H acia u n “arte surrealista” 217
V. O tra vez la guerra 227
PÁ C .

P o sd a ta 233

C o n c l u s io n e s 239
N o ta s y re fe re n c ia s 249
U na definición del surrealism o 251
Banderillas surrealistas 253
Proverbios surrealistas 255
Los juegos surrealistas 257
Juego de preguntas y respuestas ■ 261
Ejem plo ele critica literaria 268
Cartas 269
Los valores surrealistas ' 289
La poesía surrealista ' 322
A p é n d ic e 883
Encuesta sobre el Am or 535
Notas sobre la Poesía 339
B ib l io g r a f ía 348'
E ste l ib r o
SE T E R M IN Ó DE IM P R IM IR

E N A R TES G R Á FIC A S

BARTOLOM É U. C H IE S 1N O

A M E G H IN O 838 - A V E L L A N E D A
B U E N O S A IR E S

e l d ía ? de O c tu b re
de 1948

IMPRESO EN LA ARGENTINA
QUEDA HECHO EL DEPÓSITO QUE MARCA LA LET 11.TO
RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS
COPYRIGHT BY SANTIAGO RUEDA - FLORIDA 371
BUENOS AIRES

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