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Mérida, 2004
Personajes
Escenario
En medio del escenario, una estructura tubular. Se divide por dentro gracias a
cortinitas que corren sobre los propios tubos y hacen las veces de pared. Se crean, así,
posibles espacios. Los principales a la vista del público son la cocina con su mesita
para comer, y el baño. Todo debe reconocerse como una casita de interés social. El
baño queda a la derecha del espectador y la parte de atrás del lavabo queda frente al
espectador de modo que éste se suponga detrás del espejo. En cuanto a la estructura,
inclusive su parte superior está cruzada por tubos, de forma que con las luces todo dé
la idea de una jaulita perdida en medio de ninguna parte. Los actores abrirán y
cerrarán unas cortinas estampadas con dudoso gusto, a juicio del escenógrafo.
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PRIMER DESEO
Tras la tercera llamada, Tomás corre la cortina del baño que da al espectador, a la
derecha, de modo que queda en proscenio viendo hacia el patio de butacas como quien
se ve al espejo. Sin camisa, Tomás se rasura.
TOMAS (tras profundo suspiro). ¡Ay, Blanche Dubois, qué peluda te hizo Dios..!
(Continúa rasurándose y tararea La Varsoviana) A ver, a ver, recuerda... ¿Qué
instrucciones te dieron..? “Me dijeron que tomara un tranvía llamado deseo, que
trasbordara a otro llamado Cementerio y bajase en los Campos Elíseos.” (Tararea) Ah,
París, París. Tú, Blanche Dubois. El, Tennessee Williams... ¿Sabías Blanche, que
Tennessee se llamaba Tomás, como me llamo yo..? Porque yo soy Blanche y Tomás y
Tennessee Williams y todos los niños suicidas y las negras gordas de Nueva Orleans
sumadas a las matronas redondonas de Yucatán... Y París, sí, estamos en París... ¿Lo
ves, Blanche? ¿Ves, delante de ti la elegancia infinita de los Campos Elíseos que se van
a meter entre las piernas del Arco del Triunfo como tú y yo nos vamos a meter entre los
arcos del triunfo de cuanto hombre llega a nuestra vida, en cuanto estamos pedas... Ah,
messieurs, ¿se dice así?, ah, los campos elíseos donde habremos de vivir eternamente
las loquitas buenas como tú y yo, Blanche, y Tennesee y una que otra más que sea
amiguita nuestra, pero no demasiadas, ¿eh? Y tan peluda tú, desde tan joven...
De súbito, Estanislao abre la cortina que tapaba el resto del escenario, a la izquierda
del espectador. Aparece la cocina-comedor. Semidesnudo, Estanislao va deteniéndose
los calzones con una mano. Abre la puerta del baño, paralela al proscenio, y entra,
empujando a Tomás.
TOMAS. ¡Miar! ¡Va a miar, a miar.., aquí en París..., qué finura de modales.., enfrente
de una dama como tú, Blanche Dubois, él se mete así, nomás, y se pone a miar..! ¿Se
sentirá un apache de los que bailan tango? (Hacia el cuñado) Ni rasurar lo dejan a uno.
¿No podías esperarte un momentito?
Se limpia con la toalla y sale, tras cerrar la cortina del baño que da hacia el público.
ESTANISLAO (desde el baño). ¡No es hotel..! ¡Es mi pinche baño y ora me voy a
bañar.
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Se escuchará el ruido de la regadera.
Bebe directamente un trago largo de la botella que vuelve a esconder. Casi la descubre
Estanislao quien sale del baño y prende el radio en una música que molesta
notoriamente la jaqueca de Tomás.
ESTANISLAO (mientras entra, entre dientes). Pinche loca peluda, quién te manda...
ESTANISLAO. Yo tengo mis pelos bien puestos donde tú te mueres por verme...
Entra Estrella. Tanto Tomás como Estanislao van hacia ella para ayudarla.
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ESTANISLAO. Estuvo vomitando toda la noche...
ESTANISLAO. Bueno, pues, señoras embarazadas que vomitan mucho y otras que no
tanto. Que es cosa de suerte.
ESTRELLA. Que estoy muy bien, tranquilízate. Que estoy perfectamente en edad de
concebir. Y que me tocó ser muy vomitona. Siempre lo he sido, acuérdate.
TOMAS. Eso sí. Los dos hemos vomitado siempre a la menor provocación.
TOMAS. ¿Serás capaz de cuidarla aunque sea un ratito, cuñado, o llamo a la vecina
como siempre?
TOMAS. ¡Nunca, óyelo bien, he empuercado un baño! Pasaré por el banco para traer
dinero.
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ESTANISLAO (irónico, cuando Tomás va a salir). ¿Seguro que lo que vas a buscar es
trabajo?
TOMAS. Aunque fuera a buscar otra cosa, lo único que se encuentra a esta hora es
trabajo.
TOMAS. No me lo cantes tanto, porque si me estoy ahorrando lo del hotel, bien que
colaboro para los gastos de la casa, ¿o no Estrella?
ESTANISLAO. ¡Nada de guasón! Lo que no quiero es que se vaya a gastar la lana que
le queda en lo de siempre.
TOMAS. Estás como loco. Y ya se mi hizo tarde. (Besa a Estrella en la frente, ella a su
vez le acaricia la mejilla) Estrellita marineara, me tengo que ir corriendo, corriendito a
la inspección de Zona para ver por qué se está tardando lo del cambio de plaza...
TOMAS. Y de eso sabes mucho porque a eso se dedicó tu mamá toda la vida.
TOMAS. ¡No, te juro que no, si soy el único que no se ha metido con tu madre!
Estanislao le manda un gesto de mentada desde la puerta. Se hace una breve pausa.
ESTANISLAO. Nada.
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ESTRELLA. Dime qué, y de cuál negocio.
ESTRELLA. La moto, la moto, sólo sirve para que andes paseando pirujas por Montejo.
ESTRELLA. Primero, la camioneta. Ahora la moto... Piensa que vas a ser padre y tienes
obligaciones, Tani. No seas, de veras, irresponsable.
ESTRELLA. No metas a Tomás en esto. No sé por qué te levantaste con tanta rabia
contra mi pobre hermano.
ESTANISLAO. Por falso, por hipócrita borracho, por puto, por mentiroso.
ESTANISLAO. Zafo.
ESTRELLA. Ya hablamos con él de eso y ya hicimos todas las cuentas de lo que quedó
cuando murió mi papá. Fuiste tú quien se quemó lo último que me quedaba en esa
camioneta esa que nomás fue puro capricho. Dizque negocios.
ESTRELLA. No falla nada, Tani. Lo único es que tú eres bien ingenuo y dejas que tu
amigote ese, el Wilson, te vea la cara y te embarre en quién sabe qué trampas dizque
negocios. Por el Wilson pones en peligro a tu mujer y al hijo que va a nacer. No le eches
la culpa a mi pobre hermano.
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ESTRELLA. No digas mentiras. Son calumnias muy feas.
ESTRELLA. Pues claro que sí, Tani... Yo también vi esa película. Réntala cuando
quieras. Un tranvía llamado deseo.
ESTANISLAO. Ni madres. Películas de putos. Pero aunque sí haya sido Marlon Brando
un cuero, eso no quita que nadie puede andar haciendo cosas sin que al final haya unos
ojos que lo vean, y no sólo los de Dios... ¡Noo! No nada más hablo de los ojos de Dios...
Con violencia, Estanislao obliga a Estrella a un movimiento que la lastima. Ella hace
un gesto de dolor y se aprieta el vientre. Estanislao, preocupadísimo, la abraza y la
consuela.
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ESTANISLAO. No, mi niña bonita. (Le besa el vientre) Si eres una santa. La madre de
mi hijo. ¿Te lastimé?
ESTRELLA. Nomás que me levanté muy frágil. (Le besa la cabeza que él tiene en sus
piernas) Ya, mi vida, no pasó nada.
ESTRELLA. Nada, nada. Nomás con que cuides los gastos y no te pelees con Tomás.
ESTANISLAO. Sí, ya, ya... Pero es que tu hermanito me encabrona. Las cosas están
hechas de una manera por Dios y no deben cambiarse. Tú eres mi señora y yo soy tu
señor.., y viene en camino nuestro niño... ¿Te sientes mejor?
ESTRELLA (asiente con la cabeza mientras toma del vaso que le acerca Estanislao).
Siempre hemos sabido que Tomás tiene su desgracia esa. ¿Por qué hoy te levantaste tan
enojado con él? ¿Qué te hizo?
ESTANISLAO. ¡No! ¡A mí nada! ¡Puta, si fuera a mí, lo mato! Es que se metió con un
escuinclito de su escuela. Sí, de donde daba clase. Un chavo de prepa, y los pescaron
mientras se la mamaba. Así, Estrella, con todas sus letras y pa que vomites de una buena
vez: los pescaron mientras se la mamaba... Tu hermano es uno de esos de los que ahora
hablan mucho.
ESTANISLAO. Y se salvó de la cárcel porque el papá del chavito no quiso que su hijo
tuviera que ir a declarar al ministerio público, pero sí lo corrieron de la escuela, y lo
boletinaron por todo el país. Así que (hace un gesto con los dedos) ¡toma su cambio de
plaza!
ESTANISLAO. Pos pregúntale a tu hermano. ¿Por qué crees que está aquí? ¡Se tuvo
que salir del pueblo porque si no lo linchan!
ESTRELLA. Siempre le han tenido mucha envidia por inteligente y fino y delicado y
muy culto.
ESTANISLAO. No.., si fino y delicado, puede ser, como las putas de las esquinas. Pero,
¡con un chavito que podía ser su hijo!
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ESTRELLA. Esas son acusaciones muy serias. Yo siempre he sabido de sus amigos y
hasta algunos veinteañeros.., pero.., no.., mi hermano con sus alumnos, no.
ESTANISLAO. Y cuando nazca nuestro hijo, ¡nunca vayas a dejar que lo cargue y,
muchísimo menos, que le cambie los pañales!
ESTRELLA. ¡No digas eso..! O ¿tú crees que también con los bebés...?
ESTANISLAO. Nunca se sabe. (Tras una pausa) Lo mejor es que se largue pronto. No
quiero que esté aquí para cuando nazca el niño. No vaya a echarle el mal de ojo. Me
parece una pájara de mal agüero.
ESTRELLA. Es mi hermano.
ESTANISLAO. Matarlo no, oquéi, pero sí correrlo de aquí, luego, luego, a la de a tres.
ESTRELLA. Deja que hable con él. No voy a echar a mi hermano como si fuera un
perro.
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ESTRELLA. Ya, Tanito, voy a hablar con él y luego, te aseguro que le voy a pedir que
se vaya. Nomás dame un poquito de tiempo. Seguro no está bien de su cerebro, seguro
me va a pedir ayuda. O la de un médico.
ESTANISLAO. Eso, puede ser. Como es loca, necesita un loquero. ¡Con unas pinches
camisas de fuerza de cuero reforzado pa que no ande tocando a los machines! (Le toma
la mano y se la pone en su sexo) Mira, esto lo hizo Dios para una hembrita como eres
tú, no para pinches degenerados. Aunque ahora se diga “gay” en vez de puto.
Estanislao sale y deja a Estrella con la mano extendida. Estrella se la acerca a la nariz
y la huele con deleite. Se queda sentada a la mesa, con la mirada perdida, mientras
baja la luz y se hace el oscuro que marca el fin de la Primera Parte.
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SEGUNDO DESEO
TOMAS. Un poquito ojerosa y ya ajada por tantísimas penas. Tantas veces el corazón
partido por los distintos hombres que, al final de cuentas, vienen a resultar un solo
hombre. Un solo hombre que se llamaba.., ¿cómo? Un solo hombre con un solo nombre
que, para acabar de chingarlo todo, ya también se le ha olvidado. ¿Cuál era el nombre
de aquel hombre? ¿Cuál era el hombre de aquel nombre? ¿Cómo decía el catecismo que
enseñaban hace siglos en las escuelas pías? “Responderá su nombre, Pedro, Juan
Francisco, etcétera...”? Pues así se llamaba Pedrojuanfranciscoetcétera... Pero ella no
recuerda el rostro de ese nombre tan largo. ¿Rubio y delgadito? ¿O de piernas fuertes y
nalguísimas duras capaces de romper una nuez de castilla... ¡Ay, la nuez castellana! La
nuez de su castillo. Saca ella sus velos y se los va poniendo. Mírenla nada más cómo se
viste. Cómo se reviste para la ceremonia de sus sueños arrancados de raíz nomás por
hobby... Toda rota... Un velo, sobre un velo, sobre un velo. Y la luz velada para que
nadie note su faz surcada ya por asperezas y por larguísimos surcos de los ojos a las
mejillas. Burp. Salud. ¡Ay, ay qué pena...! Eructa y suda, mírala nomás. Es el calor,
todo el calor, cuantísimo calor... (Se abanica a sí mismo mientras habla de Blanche)
Toda sudada la pobre Blanche. Todo el sudor en sus partes pudendas. Todos sudados
sus testículos colgantes de elegante dama de Tennessee, a punto de cocerse y reventar
del calor, del sudor de dama muy polveada de la península, con el pollo duro del calor
constante... ¿Qué tienen las damas en sus pollos sudados cuando sueñan a ser
Blanquísimas del Bosque o Blanche de la Selva... Mais non, mais non... Je suis Thomas.
Ah, y los velos. Los velos cuidadito de no pasárselos nunca por debajo de los sobacos,
para no mojarlos. Todo por el calor y tanto pelo inútil tapizándome el pecho.
Pechugona, gallina ponedora de huevos blancos... Anémona y afáxica... y, ¡sobre todo!,
amnésica...
TOMAS (brinca un poquito del susto pero inmediatamente se contiene). ¡Ay Estrellita
marinera, me asustaste! Niña mala. Ven. Siéntate a mi lado. Estoy sólo un poco
borrachito como cuando nos robábamos el moscatel del ropero de mi mamá, niños
malos los dos.
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ESTRELLA. No.
TOMAS. Andale, para que seamos otra vez niños malos los dos.
TOMAS. Como entonces los dos. ¿Puedo decir las dos y no te enojas..? Niñas malas las
dos...
ESTRELLA. Andale, pues, niñas malas tú y yo y no nos enojamos la una con la otra.
Pero nos tenemos que poner un poquito serias las dos para hablar de cosas...
ESTRELLA. ¿Qué?
ESTANISLAO. Le prestaba mi voz a otra niña mala como tú y yo. Una bella mujer,
como tú y yo, que se hizo vieja...
TOMAS. No. Tú no. Yo, un poquitito, sí.., pero tú, no. Tú vas a ser mamá porque eres
joven y fecunda... Y yo no, yo voy a ser la tía.., ¿verdad?
ESTRELLA. Verdad.
TOMAS. Pero esa bella mujer que se hizo vieja ella sí, pobrecita, pues fíjate nada más
que vino a convertirse en tapete de la entrada de ninguna casa para que se limpiaran los
pies en ella Pedro, Juan, Francisco, Etcétera y Estanislao.
TOMAS. No. Es-ta-nis-la-o. Ese pobre imbécil de tu marido lo único medio elegante
que tiene es llamarse Estanislao, ¡no le digas Tani!
ESTRELLA. Es más tierno que Estanislao, que suena como a la guerra, a la guerra
europea
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TOMAS. ¿Te suena a guerra? Pero si San Estanislao de Kotska era más bien loquita, y
si el súpermacho lo supiera, se pondría Marcelino Caca... (Suelta una carcajada) ¿Te
sabes el chiste de Juan Caca que, como no le gustaba su nombre se puso Marcelino
Caca..? Burp. Ay, perdón, Estrellita.
ESTRELLA. Tomás, párale ya que vas a ponerte mal, y quiero que me oigas.
TOMAS. Pero si te oigo. Si hablamos las dos... Sólo que tu hermanito, mi hermanita,
está un poquito, digamos, nada más achispadito, pero nada serio. Borrachita. Je je.
Lástima que por el bebé, ¿verdad?, no puedas brindar conmigo con este moscatel... ¿Me
dejas que te cuente?
TOMAS. ¿Tú has oído hablar de Madame Bovary? (Ella niega brevemente) ¿De Ana
Karenina? (Id) Pero sí de Blanche Dubois. (Id) ¡Si yo te llevé a ver la película! Y
lloraste mucho. La vimos por lo menos setecientas cincuenta veces. Era de una casa
como ésta y de un arcón con tules de una borrachita que no...
TOMAS. Y de eso también. De que Estanislao cuenta todo. (Se pone serio) Pero, ¿todo,
todo?
TOMAS. ¡Ah! Ya se supo también eso. (Hacia el lugar donde había ubicado a
Blanche) No puedes tener vida privada, Blanche Dubois, ni en Nueva Orleans, ni aquí,
ni en los cuernos plateados de la luna de donde cuelga la mandolina de aquel Pierrot.
¿Te acuerdas de Pierrot, Estrellita marinera?
TOMAS. Sí. Y sigo creyendo, como todos en nuestra familia, pero también a todos en
la familia, pues nos gustan los chavitos.
ESTRELLA. No enredes, Tomás, la acusación es muy muy seria. Deja de beber por un
momento.
TOMAS. No te enredo, no, no. Y la acusación, ¿de qué? ¿De que en nuestra familia
todos creemos en Dios? Bueno, creo que casi todos. La cosa de verdad importante es
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que Dios crea en nuestra familia, hermanita, Estrellita, Estrellita marinera. Y yo creo
que sí. Dios cree en ti y en mí, y hasta en el pendejazo de Estanislao, Tani, Tani pa ti...
TOMAS. Ssshhtt. Espérate y óyeme. Si ni tú ni yo hemos dejado de ser las niñas que le
robábamos el moscatel a mi mamá, ¿por qué te enojas de que me guste jugar con los
muchachos? ¿Los niños no son para eso, para jugar con niñas como tú y como yo?
ESTRELLA. Tomás, vas a hacer que me enoje de verdad si dices esas cosas.
TOMAS. No, mi Estrellita, no. Lo que pasa es que sí, ya bebí de más. Perdón. A ver,
¿qué quieres preguntarme? Vuelve a empezar.
ESTRELLA. Tani...
TOMAS. Ah, claro, Estanislao. ¿Qué le picó y en dónde, y te contó qué cosa?
ESTRELLA. Me contó que te habías metido con un alumno tuyo, como Michael
Jackson, y que por eso te habían corrido de la escuela.
TOMAS. Y tú quieres que te conteste a acusaciones tan serias y tan feas. A ver. ¿Que
me metí con un alumno como Michael Jackson..? No. Estaba más bonito que Michael
Jackson. Y no me metí con él. El se metió conmigo. O bueno, pues, los dos nos
metimos juntos. Y el muchacho no gateaba, Eh. Ya tenía bien puestas sus cositas en sus
sitios respectivos. Tres por acá, uno por allá, en medio de sus nalguitas como duraznos,
dos...
ESTRELLA. ¡Tomás!
TOMAS. Oquéi, oquéi, perdón. Sí. Estuvo muy mal hecho. El mucacho ya se rasuraba
pero todavía no llegaba a la edad del consentimiento. Le faltaban unos meses para
cumplir dieciocho. Unos pinches meses, nada más, y entonces nada sería muy serio y
muy feo. Pero, oquéi, sí, me porté mal, muy mal, y lo estoy pagando. Porque ahí está la
pendeja dejándose agarrar con el muchacho...
ESTRELLA. ¡Tomás!
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TOMAS. Perdón, perdón. Pero, ¿qué cosa me estabas preguntando? De lo que te dijo
“Tani...”, ya sé, ya sé... (Solloza, bebe, hace que Estrella lo acaricie) ¿Sabes..? Entre
copa y copa me pongo yo a pensar en nuestros padres, mi Estrellita marinera, que ya se
fueron, y me doy cuenta de que salimos, tú y yo, completamente distintos a lo que ellos
hubieran podido, siquiera, pensar.., siquiera, imaginar, los pobrecitos, que en paz de
Dios estén... Además, no creo que ni siquiera tú y yo nos hubiéramos siquiera podido
imaginar así como somos los dos.
TOMAS. Tú, nacida para reinar en el Palacio de Buckingham, casada con un naco,
vulgar, mantenido, pobretón, borrachales y que, no creas que no me doy cuenta, que a
veces hasta te pega... No. Nuestros papis y tú también, apuntaban hacia el cielo de los
grandes cruzamientos entre familias de salir en los periódicos, pero no en la nota roja
sino en la de sociales.
ESTRELLA. Yo estoy muy contenta de haber conocido a Tani, aunque sea un poco
menor que yo, pero tengo derecho...
TOMAS. Claro que tienes derecho.., a su piel en la tuya y a su olor en el tuyo, y hasta a
olerle, con perdón, sus vientos nocturnos que yo conozco tan bien porque retumban
hasta la sala.
TOMAS. Amas a tu marido aunque se tire pedos junto a ti en la cama y tengas que
olerle sus hedores...
ESTRELLA. Por eso es mi marido y por eso somos el uno para el otro.
TOMAS. También es tu derecho creer en esas cosas, porque tú sabes muy bien, mi
Estrellita marinera, que muchas veces Tani te huele a otra...
TOMAS. Ah, entonces Tani sí puede meterse en mi vida y contártelo todo y tu venir a
preguntarme muy seria y muy detectivesca y yo no... Pues fíjate que yo defiendo tu
derecho a que te huela a otra y que ese olor sea también tu deseo.
TOMAS. Yo oigo... Yo oigo desde la sala. Te enojas, pero, luego, hasta te excitas un
poquito de imaginártelo semejante garañón... A ver confiesa....
TOMAS. Si somos las niñas malas que se roban el moscatel de su mamá. Si ya te dije
que estuvo mal lo del chavito, porque no me cuentas tú que ese olor es también tu
deseo...
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ESTRELLA. No.
TOMAS. ¿Ni un poquitito? (Juguetea con ella para contentarla) ¿Alguito, alguito de
prohibido..?
ESTRELLA. Oh, pues, de hermana a hermana y con la condición de que me hagas caso
en lo que voy a pedirte, sí... Hay un olor que trae cuando lo excitan... Ese me gusta. No
el olor de la otra, el suyo... Algo se le despierta como a las hierbas en el campo y
empieza a oler y eso me prende...
TOMAS. Es el deseo.
TOMAS. Porque lo amas. No sé si él te ama igual que tú, pero también tienes derecho a
amar sin ser bien correspondida. Faltaba más. Es tu deseo, mi Estrella marinera y madre
de mi próximo sobrino, y tu deseo también es tu derecho...
ESTRELLA. No quieras llegar tan lejos. Tani es mi marido, pero no siempre pasa así...
No siempre los deseos...
TOMAS. Tienes razón, no siempre. Pero en tu caso, sí. Y digamos que casi casi en el
mío, si él hubiera llegado a la pinche edad del consentimiento..,
TOMAS. Pero lo estoy pagando. De verdad que siempre lo he estado pagando. Hasta lo
que no debía lo he estado pagando. Y desde antes de nacer. Desde allá en Nueva
Orleans.., porque habrás de saber que yo creo en aquello de la metempsicosis.., que es la
reencarnación...
TOMAS. Pues entonces ya sabes que tu hermano mayor no se llama Tomás, se llama
Blanche Dubois.
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TOMAS. No puedo arrepentirme porque no tenemos la culpa ni Blanche ni yo.
Nosotros somos dos en uno como la trinidad, nomás que sin el Padre Eterno. Siempre
me han dado miedo las barbas blancas del Padre Eterno. Dos. El que entiende y la que
no entiende nada pero sabe danzar. La hermosa Blanche Dubois, ya ajada y ya marchita
porque los años pasan, y tu hermano mayor, el profesor aburrido de literatura, ya
marchito también. Los dos borrachitos, pedísimos, beodos, porque el alcohol conserva
en los laboratorios de biología. Puro cristal. Animalitos de cristal. Niñas con polio que
juegan con sus animalitos como yo juego con mis recuerdos de cristal que se me
quiebran. Todo se quiebra, Estrella, o se nubla de pronto... (Señala hacia proscenio)
Fíjate en Blanche Dubois. Baila entre tules, mientras yo trato de recordar algún poema
(hace un esfuerzo para recordar), el que sea, ¿Rubén Darío..? “La princesa está triste /
¿qué tendrá la princesa..?”
ESTRELLA. Ya párale Tomás, ya estás mucho muy borracho. Y quiero que sepas que
decidí llevarte con un doctor.
ESTRELLA. Pues entonces, por lo menos, vamos a hablar con el padre Jacinto. El te
conoció de niño...
TOMAS. Ay, Estrellita marinera. El me fajó de niño, cuando me vestía con mis falditas
rojas de monaguillo.
TOMAS. ¿Te vas a acostar ahorita? ¿Cuando apenas empiezo a decir las verdades..?
ESTRELLA. ¡Cuáles verdades, Tomás! Como dice Tani, ¡nomás estás diciendo
mariconadas!
TOMAS. Estas mariconadas, como Estanislao tan finamente las designa, son el prólogo,
el proemio, el prolegómeno a lo que te quiero decir. No me quedo en los tules,
Estrellita. No. Quiero que sepas que, así como tú apostaste por ti y por tu Tanito
(¡carajo, pinche apodo más espantosísimo que le pusiste!) así yo aposté por mí que soy
dos. Y no me pienso suicidar. ¡Te lo digo de una buena vez, pa que te lo sepas!
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TOMAS. Todos quieren. Pero nomás detenme unos días a tu Tanito, nomás mientras
encuentro una pinche chamba y puedo volar. Un par de días, y ya después...
TOMAS. Que somos Madame Bovary y somos Ana Karenina... ¡Pero ya no, ni madres!
Aunque me he tenido que ir campechaneando el acabamiento del hígado con pedas de
ron malo, con coca y sin limón, el suicidio, lo que se llama suicidio, ¡eso sí no!
Karenina, Bovary: ustedes ya se mataron muchas veces por nosotras. Tú crees,
Estrellita, que Bovary era la tía abuela de mi papá que se tragó el arsénico y Karenina la
madrina de mi mamá que se aventó a los rieles de un ferrocarril. ¡Ni siquiera de un
tranvía! ¡No qué va! ¡De un pinche ferrocarril transiberiano que, de Campeche, cruzaba
derechito por el Estrecho de Behring..!
TOMAS (la detiene con un gesto de súplica). Blanche Dubois, la del tranvía, no yo,
tuvo un novio, ése sí como yo. Un noviecito mariconcito. (Lentamente Estrella vuelve a
sentarse mientras lo mira con ternura) De esos muchachos a los que nos gusta soñar
con la piel de otros muchachos y que sólo entendemos el olor de los muchachos junto a
nuestro propio olor. ¿Te acuerdas en la película del noviecito de Blanche Dubois?
TOMAS. Pues ahí tienes que el chavito, en edad ya del consentimiento, se pega un
balazo cuando lo descubren chupándole sus cositas a otro como él. Fíjate nada más,
¿qué te parece?
ESTRELLA. Muy mal, me parece muy mal. No es como para darse un balazo por eso...
TOMAS. No, ¿verdad? A lo mejor es como para cortarme un brazo, sí, o sacarme un
ojo... Pues fíjate que yo, mi Estrellita marinera, cuando tuve la pistola entre las manos
dije que no, ¡ni madres!, ¡que se maten ellos!, ¡que se maten los que van arriba de los
trenes, los que borraron mis rutas del tranvía! Y ¡ni pinche ojo ni pinche brazo! Y ahí
me di cuenta que mi noviecito por el que me boletinaron en todas las escuelas y yo, y el
noviecito de Blanche Dubois y ella en sus tules, y Tennessee Williams y el que esto
escribe y tantísimos miles de suicidados, manteados o jodidos, somos la misma persona,
con los mismos velos y los mismos tragos de mal ron y los mismos sueños de que es
champán... ¿Sabes un secreto, Estrellita marinera? Yo soy una loca cuerda. (Pausa en
que ella lo ve atónita) Estrellita, Estrellita, ¿entiendes algo de lo que digo, ahorita que
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hablo de verdad porque estoy poseído por Dionisios, el dios que muere y resucita como
Cristo en cada vendimia..? ¡Ay, Estrellita, si tú no sabes ni qué es vendimia!
ESTRELLA. ¡Lo que sé es que sí estás loco y que mi niño adentro de mí te va a oír y se
va a asustar!
TOMAS. Mejor al padre Jacinto. Y voy a ser como él. ¡Casta! Una monjita, de hoy en
adelante. Tú nomás detenme unos días a Estanislao. ¿Me lo prometes?
TOMAS. No. Los perros dejan ser. Hablo de él como lo que es, un hombre.
ESTRELLA. Sí.
TOMAS (la besa en la frente). Pues, entonces, me voy a mi ala del palacio, y corro mi
cortina, y maga maga que soy, desaparezco....
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TERCER DESEO
Tomás aparece frente a su maleta abierta. Busca entre la ropa una botella.
TOMAS. Hay nubes otra vez en tu tristísimo horizonte. ¡Ay, niña, niña, niñita tan
tontita! (Encuentra la botella) Un traguito, nomás, no te la empines. Mantente sobrio
para cuando lleguen por ti. Recuerda, Tomás, que tú no puedes depender de ningún
extraño. Además no hay tranvías ya, no, en ninguna calle... Creo que sigue habiendo
calles pero ya se olvidaron los tranvías. ¿O es al revés? Sobria, para cuando empiecen
las patadas y te revienten los ojos y los güevos. (Bebe) Eso. Un traguito nomás, para
agarrar valor y apretar las mandíbulas. Y ya. No llegará el extraño generoso, ni tú,
Blanche Dubois, mirarás un poquito de ladito, de soslayo como dicen las princesas en
las novelas rosas. Serio, Tomás, ay, Blanche, enormemente digna. Otro traguito y ya.
Detente Satanás. Sí. Para verlo llegar, al muchacho hermoso del baile inacabable. Un
traguito y lo verás llegar. Con sus ojos sonrientes me abrirá sus brazos y yo,
tímidamente, me recogeré los vuelos del vestido que no uso, porque tú nunca, Blanche,
has usado un vestido, pero con esos vuelos que no existen recogidos saldré hacia él.
Controlaré mis pasos para que nadie note que me excito. Al encontrarnos, él me dará tan
sólo su antebrazo derecho para que yo lo tome con mis manitas blancas como si fuera
yo un canario agarrado a una ramita en algún árbol grande. Amarilla, Blanche Dubois,
picotearé un poquito los labios del extraño y, luego, vuelta otra vez yo mismo, cruzaré
los brazos por encima de sus hombros para que él me tome la cintura con sus manazas
fuertes pero siempre gentiles. Llegará a tocar apenas el principio de mis nalgas. Luego
nos besaremos tres veces exactas los piquitos así muy paraditos de pajaritos limpios y
nerviosos. Nos acariciáremos los labios con los labios del otro. Y luego, abriendo las
bocas suavemente con las lenguas entraremos el uno en el otro muchas veces sin
separarnos nunca, conociéndonos a fondo la saliva.
ESTANISLAO. ¿Tú también estás pedo? (Tomás se yergue muy serio) Que si ¿estás
pedo?
ESTANISLAO. No escondas la botella, pinche loca borracha. Bien sé que entre todas
esas mierdas de vieja que traes en tus maletas, escondes la botella. ¡Y no sólo una!
¡Traes para cruzar cualquier desierto, dromedaria!
TOMAS. No te permito que esculces mis cosas. Eso sí que no. Aquí el único borracho
eres tú.
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Estanislao toma una guirnalda de florecitas y se la acerca a la cabeza a Tomás.
Estanislao.
TOMAS. ¿Sabes lo que estás diciendo? ¿Sabes de dónde sacaste las palabras que estás
diciendo?
TOMAS. ¿Me ves loca ridícula? ¿Me ves ahí, la Blanche Dubois enrollada en sus tules
y con una guirnalda que le acabas de arrancar de la cabeza? Pues ésa soy yo. Pero tú no,
mi vida. Tú no eres Marlon Brando.
TOMAS (quita la mano con decisión). ¿Por qué todos los machines se sentirán entre
Brad Pitt y estrella porno? Cualquiera piensa que todos los putitos vamos a caernos de
rodillas al verles sus porquerías que más bien dan pena. No, mi vida, si algo tenemos
nosotros es buen gusto. Apítidos y análguidos.
TOMAS. Si nada más es eso lo que quieres, ándale, bébetela toda. Pobrecita de Estrella
con un marido tan esmirriado como tú que se cree Marlo Brando. Nada más falta que te
arranques la camiseta.
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ESTANISLAO. Estrella es la mía. Y óyelo bien, es mía. No tuya, ni de toda esa pinche
familia encopetada que tú te has inventado. Estrella es vulgar y grasosa como yo.
TOMAS. Fue a visitar a la vecina porque se sentía con dolor de espalda, mi pobre niña.
TOMAS (intenta levantarse de la silla). Bueno, cuñado, qué bueno que estamos
platicando pero ya me están esperando.
Se levanta, lentamente, y comienza a acercarse a él, para abrirle la camisa y jalarle los
vellos del pecho.
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ESTANISLAO. ¡Oh, que te esperes! (Le abre por completo la camisa y le pone la mano
en el vientre) Si lo que quiero es que entiendas que eres bien macho. Si así te hizo Dios,
como a mí. Si para eso nos dio güevos. ¡Salud por nuestros güevos! Ya estamos bien
pedos, ¿no? Pero ¡salud por nuestros güevos! ¡Andale, brinda..!
TOMAS (da por primea vez un trago largo). Bueno, pues, ¡salud por nuestros güevos!
ESTANISLAO. Mira nomás, cabrón, si tienes bien parado el pito, cabrón. ¿No te da
pinche vergüenza? ¿Eh? ¿No sabes que eso nomás se para cuando se siente mano de
vieja.., no la mano de otro machín como tú... Yo te voy a enseñar, cuñado. ¡Salud!
TOMAS. Salud.
ESTANISLAO. Olor a vieja es lo que te para el pito, güey, no el pinche aliento fétido
de otro cabrón pedo. (Le acerca la boca casi hasta la suya) ¿A poco te gusta mi pinche
boca de pinche macho? (Casi a punto de juntar las bocas, se retira y ordena) ¡Pásame
el pomo! (Bebe) ¡Y bebe tú también, güey, no me dejes solo!
ESTANISLAO (grita). ¡El! ¡Este pinche cabrón es brujo! ¡El puto me embrujó!
(Estrella no habla del asombro) Tu pinche hermano el puto me echó veneno en el trago
y me embrujó! (Empuja a Estrella y se lanza contra Tomás. Tomás lo esquiva. Luego,
sin saber bien a bien dónde se encuentra, señala a Estrella) ¡Y tú..! ¡Tú también eres
bruja..! ¡Y hasta le pinche hijo mío que traes en la barriga..! (Tomás impide que se
acerque a Estrella) ¡Semilla del demonio..! ¡Que los quemen..! ¡Que los maten..! ¡Y
todo lo que digan ustedes es mentira..! ¡ No vaya nadie a hablar con ellos porque se
embruja... ¡Nadie los oiga..! ¿Y si alguien les hace caso a sus mentiras, ¡que se muera
también..! ¡Pinche bola de brujas..! (Va corriendo a otro espacio y cierra la cortina)
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ESTRELLA (con energía). Esto no puede ser.
TOMAS (interrumpe con gran voz). Sí puede ser porque fui yo. Yo lo embrujé.
TOMAS. Hay amnesia, también... ¿Me entiendes? Te embrujé... Todo ha sido un mal
sueño. Mañana ni quien se acuerde...
TOMAS (interrumpe). No quiero niños muertos ni señoras abajo de los trenes... ¡Tú no
has visto nada!
ESTRELLA. ¡Espérame, Tanito..! ¡Sí, es él! ¡Es el zopilote y ya lo estoy corriendo! (Da
un beso rápido a su hermano en la mejilla) Yo no soy bruja... Y yo no he visto nada...
TOMAS (se acaricia la mejilla donde lo besó Estrella). Ay, Blanche Dubois, ¡qué
melodramáticos son los que te quieren ver melodramática..! Tú, Blanche Tomás, la
hermano loca, no eres Blanche Dubois.., ningún extraño vendrá a ofrecerte el brazo, ni a
sonreír siquiera... ¡Escápate mientras te quede tiempo..! Las hogueras se prenden
cuando menos se espera... No eres la primera, ni serás la última... Ni ellos los primeros,
ni tampoco los últimos... Y tu pinche telenovela ni aplausos va a ganarse de su público
porque nadie la ve, porque nadie te ha visto... Ríete, Blanche-Tomás, como se reiría de
ti tu público si lo tuvieras.., como de un payaso de circo.., como de una mujer barbada
de la feria.., como de una zopilotona, sí, que ronda y ronda...¡Ay, Blanche Dubois..!
(Toma una de las cortinas y con una mano en alto toma la parte de arriba, mientras
con mano por lo bajo toma lo inferior, y dice, como si estuviera recargándose en ella, a
la manera de las divas antiguas) Niñita de otro tiempo, da las gracias... No habrá bis,
bis... Despídete del vacío donde debió haber gente que viniera a aplaudirte. Pero, ¿qué
importa, si tú siempre, Blanca del Bosque, te has despedido sola, borrachita, pedísima,
de todos tus espejos en hoteles de paso... Despídete también del enorme telón de
terciopelo rojo que hoy te sirve de apoyo para tu penúltima representación. Y ya.
Vámonos al carajo de una vez. A terminar de nuevo en cualquier otra parte.
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