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Tema 2
ARQUITECTURA Y REVOLUCIÓN INDUSTRIAL. HISTORICISMO Y ECLECTICISMO.
La Revolución Industrial se inició en Inglaterra a mediados del siglo XVIII y rápidamente se propagó por el mundo
occidental. Como consecuencia, durante las primeras décadas del siglo XIX empezaron a producirse cambios que
hicieron que la vida cotidiana cambiara de manera radical.
Sin lugar a dudas, los mayores iconos de la nueva época son las
ESTACIÓNES DE FERROCARRIL. En el tren convergen tres de los
pilares fundamentales de la Revolución Industrial: el hierro, el
carbón y la máquina de vapor. A nivel urbano, estas estaciones se
convertirán en las verdaderas puertas de la ciudad, sustituyendo a
las aperturas en murallas y arcos de triunfo. La mayoría de las
estaciones de ferrocarril mostrarán en su interior la más alta
tecnología de precisión de los nuevos materiales, pero en cuanto a
su relación con la ciudad en el exterior, asume la forma
tranquilizadora de la arquitectura tradicional. Con el tiempo,
según aumenta el número de viajeros y la cantidad de mercancías transportadas irán aumentando su tamaño, hasta
convertirse en auténticos puertos dentro de la ciudad.
Estación de Liverpool (1830), por John FosterII y George Stepheson, Estación de King’s Cross, Londres(1851-1852), por
Lewis Cubitts, Estación de S. Pancras, Londres (1863-1876), por Barloty Ordish, Gare du Nord, París (1863), por Jacques
I. Hitorff, Gare d’Orsay, París (1900) por Laloux.
EXPOSICIONES UNIVERSALES
Las exposiciones universales se desarrollan a partir de la segunda mitad del siglo XIX como signo del avance industrial
y comercial y supusieron un momento verdaderamente interesante para las nuevas arquitecturas surgidas a raíz de la
Revolución Industrial. Estos eventos eran considerados todo un acontecimiento, símbolo de un mundo cada vez más
abierto, lugares donde iban los distintos países a enseñar su cultura, sus producciones y conquistas más recientes. Las
exposiciones universales se convirtieron también en el escaparate perfecto para mostrar al mundo la arquitectura más
vanguardista y atrevida de la que el país anfitrión era capaz. La ciudad elegida para montar una de estas exposiciones
creaba una nueva ciudad efímera que se plantea casi como una alternativa a la ciudad real, donde los arquitectos
tenían libertad total para ensayar nuevas tecnologías y tipos de edificios.
El máximo ejemplo lo encontramos en el CRYSTAL PALACE, edificio que albergó la primera EXPOSICIÓN UNIVERSAL
CELEBRADA EN 1851 EN LONDRES, capital de la entonces primera potencia mundial.
Siendo el edificio más moderno en aquel momento, el peso de la historia es tan fuerte que ni siquiera este puede
liberarse. A nivel de composición arquitectónica, está basado en el esquema de planta basilical: nave central con
naves laterales más bajas y crucero. El encargado de la decoración interior fue Owen Jones, arquitecto británico gran
conocedor de la Alhambra. Él estaba convencido de que en el monumento nazarí se encontraban las bases científicas
sobre cómo usar el color en arquitectura, por lo que repite en el pabellón el mismo esquema de colores de la
Alhambra.
Posteriormente, en 1854, fue desmontado y trasladado a la zona del sur de Londres conocida como Upper Norwood.
Aprovechando el traslado se modificó ligeramente el diseño original. Fue allí donde permaneció hasta su destrucción
por un incendio en 1936.
El otro símbolo de la Exposición Universal de 1889 fue la TORRE EIFFEL. Estaba pensada para simbolizar el progreso
tecnológico de Francia y ser al mismo tiempo un monumento en el sentido tradicional. Con sus 300m de altura, servía
como puerta de entrada al recinto de la feria. Incluso siendo un símbolo de progreso, no se libra de las referencias a la
arquitectura histórica con ese arco central, que no es estructural pero que le da aspecto de arco de triunfo. La
construcción de la torre fue muy polémica desde el principio y su permanencia generó un gran debate entre la
arquitectura contemporánea y la ciudad tradicional. Finalmente se salvó porque su altura era ideal para las
comunicaciones telegráficas. Ahora, ya es un icono inseparable de París.
ECLECTICISMO E HISTORICISMO
En estas grandes ciudades del siglo XIX, el revestimiento de los edificios con rasgos históricos se consideraba necesario
cuando estos tenían un carácter representativo o monumental.
Otros edificios de tipo político prefieren recurrir al neogriego porque plantean la asociación entre la democracia
moderna y la democracia griega antigua. Ejemplos de ello son el parlamento de Viena o el de Madrid.
De esta arquitectura historicista, quizás el ejemplo más conocido de todos es la ópera de París.
El neo islámico es fortísimo en Granada y cuando se construye el primer hotel moderno, el Alhambra Palace, se decide
hacer en este estilo.
Hay incluso edificios en estilo neoquattrocento como el mercado de Venecia, evocando los momentos más gloriosos
de la república.
PATRIMONIO Y RESTAURACIÓN
En este momento también surge cierta conciencia sobre el patrimonio. Se dispone de edificios antiguos y hay que
restaurarlos. En este debate hay muchas posturas que podemos simbolizar en dos personajes.
El principal inconveniente de este método de restauración es que no sólo consolida, sino que crea. Además, destruye
parte del valor del edificio, porque borra parte de la historia, y no distingue qué es original y qué no.
Frente a la idea de Viollet-le-Duc, en el extremo opuesto se encuentra JOHN RUSKIN (1819-1900). A Ruskin le
horrorizaba cualquier intento de restauración de un edificio, pues decía que era como tratar de devolver la vida a un
cadáver. Se opone por completo a la corriente restauradora de Viollet-le-Duc pues considera que al reformar se
destruye, pervierte y falsifica. Para Ruskin la única intervención legítima para la ciudad contemporánea es consolidar
lo que hay. Uno de sus libros más relevantes es "Las siete lámparas de la arquitectura".
Henri Labrouste realiza en los años centrales del siglo XIX dos edificios que son intentos de diálogo entre los mundos
de la máquina y la historia. Los dos edificios son BIBLIOTECAS, lugares culturales marcados de simbolismo. La
aparición de las primeras bibliotecas públicas estuvo motivado por el aumento progresivo del número de lectores y
personas alfabetizadas y el abaratamiento vertiginoso de los libros, consecuencia de la Revolución Industrial.