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AÑO 2020
ASIGNATURA LENGUA CASTELLANA
DOCENTE JULIANA VARGAS BALLÉN
GRADO 11 PERIODO II GUÍA No. 2
FECHA DE USO 1 AL 30 DE MAYO HORAS 16
TEMA LITERATURA DE LA VIOLENCIA
ESTUDIANTE
La violencia política colombiana que tuvo lugar entre 1947 y 1965 fue, para la clase dominante, un
estigma que ha pretendido por todos los medios borrar. Esa clase propició el clima de conflicto y
desencadenó esa especie de guerra civil que se prolongó sin cuartel por espacio de casi veinte
años y produjo aproximadamente 200.000 muertes, más de 2.000.000 de exilados, cerca de
400.000 parcelas afectadas y miles de millones de pesos en pérdidas (Lemoine, citado por Oquist,
1978-84).
Por los efectos que trajo, la Violencia ha sido el hecho socio-político e histórico más impactante en
lo que va corrido del presente siglo y, quizá, también el más difícil de esclarecer en todas sus
connotaciones, en razón de los múltiples factores que intervinieron en su desarrollo. Son
numerosas las explicaciones que se han dado, sin que pueda afirmarse que tal o cual responde a
todos los interrogantes propuestos. Las tesis que la explican van desde las económicas, sociales,
históricas, hasta las psicológicas, morales, culturales y étnicas. Todas ellas revelan, de un lado, la
abundante literatura que se ha producido al respecto y, de otro, que el fenómeno de la Violencia
resulta más complejo de lo que supusieron, en su explicación, cada uno de los estudiosos de la
misma. Al margen de cuáles sean las causas, los miles de muertos de ese tiempo apocalíptico son
y siguen siendo víctimas, porque aún no han sido reivindicadas sus muertes. No se ha hecho
justicia a ese pueblo que se incitó a matarse entre sí, a esa guerra fratricida que no comenzó para
que se desarrollaran sin piedad en nombre de dos banderas que, desde 1849, poco beneficio le ha
reportado. Así lo testimonia, desde la literatura, la mayoría de las setenta y más novelas sobre la
Violencia.
Los autores de esa época cruenta siguen tan campantes desempeñando los mismos puestos de
dirección en todas las instituciones públicas y privadas como si nada hubiera sucedido. Todos
ellos, al unísono reclaman hoy, como vindicaron ayer, la "unión nacional", la "concordancia",
sabiendo de antemano que la violencia es mejor negocio que la paz. Desde la historia republicana
se confirma dicha práctica. Durante la guerra civil de 1876, una de las cincuenta y nueve que hubo
en el siglo XIX y que produjo diez mil muertos, fue notoria la tendencia de convertir el conflicto en
oportunidad para disponer en beneficio de los victoriosos los bienes de los derrotados. Desde
entonces, esta tendencia se ha acentuado y, como señalara el presidente Rafael Núñez en 1886,
"al juzgar por los varios disturbios locales, la vida corre menos riesgo que la propiedad" (1886:108).
"Se formó -sostiene Rodríguez Piñérez- una clase de gente que negoció con la guerra y a quien
aterraba la paz con todos sus horrores, puesto que acabaría con sus medios de enriquecimiento a
expensas de la sangre, sufrimiento e ignorancia de otros" (1945:194-195).
Cincuenta años después, durante la Violencia, se conforma cómo el conflicto no afecta el capital ni
disminuye los beneficios económicos de las clases dominantes, por el contrario, se produce una
sensible concentración de capitales. Las sociedades anónimas, tanto nacionales como extranjeras,
reportan grandes utilidades, y algunas, el capital se multiplica por tres. Los grandes capitales
declaran enormes beneficios. Las utilidades de las sociedades anónimas extranjeras llegan a
161.89%
Durante veinte años de violencia se instaura el imperio del terror en los campos y poblados, se
despoja al campesino de la tierra y de sus bienes, o se le amenaza para que venda a menos
precio. Se asesina selectivamente o de una manera masiva, la sevicia o la tortura contra las
víctimas no tiene límite, se amedrenta a los trabajadores descontentos. Se produce un éxodo
masivo hacia las ciudades, refugio temporal de los desheredados que pronto engrosan la
marginalidad y se convierten en problema social por el abandono en el que se los deja. ¿Por qué,
se pregunta el protagonista de El Cristo de espaldas, tanto ensañamiento contra un pueblo que no
generó tal estado de cosas?:
¿Qué les va ni les viene a los miserables...con que en las ciudades manden unos y
gobiernen otros? ¿Para qué buscarlos y perseguirlos como a bestias feroces? ¿Por qué
quieren los ricos resolver sus problemas a expensas de los pobres, y los fuertes a costa de
los débiles, y los que mandan, con mengua y para escarnio de los que obedecen?
(Caballero, 149-150).
CONSECUENCIAS:
La sociedad colombiana ha sido por tradición -impuesta-una sociedad olvidadiza: no se sabe
si es por falta de perspectiva histórica, de coraje, o por la incapacidad para asumir la verdad
(Zalamea,88). El olvido ha sido el mecanismo de defensa utilizado por la clase dominante para
negar una historia de explotación y atropellos. El olvido, la desmemoria, hacen parte de la
filosofía con la que se monta el Frente nacional (1958) para relegar al silencio el funesto
pasado. Hay que "vigilar el ruido del corazón", decía, ante el temor de que renaciera de nuevo
la pugna partidista. Sin embargo, ese silencio forzado no puso fin a la violencia; apenas logró
desenfocarla de la atención nacional. De fenómeno político pasó a ser considerado como un
caso de policía, sin que, paradójicamente, nada sustancial hubiera cambiado en la situación de
guerra civil interna, diseminada, entre campesinos liberales y conservadores. Se aplicó una
asepsia, más no se extrajo el tumor. Pero esa violencia abierta, como lo señalara en 1964 uno
de los autores de La violencia en Colombia, cuyo retroceso puede quedar registrado en las
estadísticas oficiales, va dando paso a otra más sutil y peligrosa, por ser subterránea. En
muchas regiones donde parece muerta, la violencia sigue viva en forma latente, lista a
expresarse por cualquier motivo, como las brasas que al revolverse llegan a encenderse. Esta
modalidad es peligrosa, por sus imprevisibles expresiones... y sobre todo en la certeza
parecida a la espada colgante de Damocles de que cualquier acto imprudente o muerte de
personas estratégicas en el pueblo, podría desencadenar de nuevo toda la tragedia nacional
(Fals-Borda, t.II, pág.10).
- Hasta que nos resuciten los muertos que nos mataron (...)
- Este era un pueblo decente antes de que vinieran ustedes...No esperó el café.
¿FENÒMENO DE LA VIOLENCIA?
Hasta ahora se ha llamado "literatura de la violencia" a toda la literatura que se ha escrito con
relación a dicho fenómeno sin establecer diferencia alguna en cuanto a la calidad estética ni a
la manera de tratar dicha temática en las novelas que se escribieron antes y después del
Plebiscito Nacional en 1958. La mayoría de las novelas que se publicaron antes de 1958, que
coinciden de manera peculiar con la aparición de El coronel no tiene quien le escriba de García
Márquez en la revista "Mito", no van más allá de la mera clasificación de novelas testimonio,
llamadas "de la violencia". Una buena parte de las que se editan luego abordan ese tema de
una manera más crítica y reflexiva. Una y otra novelística muestran, por medio literarios o
paraliterarios, el testimonio vivo, la cosmovisión de una comunidad desgarrada y la historia de
sus protagonistas. Cuando decimos que es una literatura de la violencia y otra que hace una
reflexión literaria sobre ella, lo hacemos para distinguir su doble carácter:
Cuando se dice "novela de la violencia" se pone de manifiesto de dónde viene esa literatura, su
pertenencia, es decir, que se desprende directamente del hecho histórico. Entre la historia y la
literatura se produce una relación de causa-efecto. Por eso la trama se estructura en un
sentido lineal, en secuencias encadenadas por continuidad, que conducen ordenadamente de
la situación inicial a las peripecias y de éstas al desenlace, sin alteraciones, coincidiendo
artificialmente la extensión del relato con la extensión temporal de los hechos, es decir, el
tiempo de la historia es igual al tiempo de la enunciación.
ACTIVIDAD 1:
1. HAZ un análisis desde lo que vislumbra el video base y la lectura, comprensión e interpretación
de la base teórica dicha
2. Crees en la manifestación de la ficción en la literatura de la Violencia, por qué?
3. Desde las cuestiones del qué, cómo y por qué, expresa con argumentos el génesis del
siguiente fragmento:
¡Déjame huir, oh, selva, de tus enfermizas penumbras, formadas con el hálito de los seres
que agonizaron en el abandono de tu majestad! ¡Tú misma pareces un cementerio enorme
donde te pudres y resucitas! ¡Quiero volver a las regiones donde el secreto no aterra a
nadie, donde es imposible la esclavitud, donde la vista no tiene obstáculo y se encumbra el
espíritu en la luz libre! (…) ¡Déjame tomar a la tierra de donde vine para desandar esa ruta
de lágrimas y sangre que recorrí en nefando día, cuando tras la huella de una mujer me
arrastré por montes y desiertos, en busca de la Venganza, diosa implacable que sólo
sonríe tras las tumbas!” (Rivera, J. 1924)
Ya en 1924 se publicó La Vorágine de Jorge Eustácio Rivera, considerada por muchos una de
las dos obras más importantes de la literatura colombiana junto a Cien años de soledad de
García Márquez. La Vorágine enmarca su trama amorosa con las difíciles condiciones que
enfrentaban los indígenas y campesinos en la región cauchera colombiana, en las fronteras
con Ecuador y Perú. Estas dificultades estaban estrechamente relacionadas con la violencia,
en este caso, entre patrones y trabajadores. Cien años de Soledad, por su parte, hace
referencia a otro evento trágico de la historia colombiana llamada La matanza de las
bananeras, ocurrido a principios del siglo XX y en el cual la intervención de empresas
norteamericanas en la región del Urabá, produjo huelgas por parte de los cultivadores, que
fueron acalladas con las armas del mismo ejército nacional.
Sobre la violencia generada a partir del Bogotazo y la influencia que tuvo en la sociedad (sobre
todo rural), escribió Gustavo Alvarez Gardeazabal en su libro Cóndores no entierran todos los
días (1971). En esta obra se cuenta la historia de León María Valencia, un sicario al servicio de
los conservadores que estaban en el poder hacía 1950, que se hizo famoso por su mano dura
y por la violencia de los asesinatos que cometía.
Por otro lado, aparece la literatura “sicarista”, cuyo eje narrativo principal son los sicarios
(asesinos en motocicleta, usualmente hombres jóvenes de bajos recursos), y por ende, el
narcotrafico que generó dicho fenómeno. La característica principal de este periodo de
violencia y, por ende, de la literatura que lo trata, es la aparición del aspecto urbano. Hasta ese
momento, la guerra era vista como un problema rural; la guerrilla solía esconderse y combatir
en las montañas. El narcotráfico y su violencia eran propios de los barrios pobres de las
ciudades. Al ser un negocio, era importante para los narcotraficantes estar cerca de sus
clientes y así mismo de los centros de negocios. Por tal razón, mucha de esta literatura se
detiene en describir el barrio, la importancia del mismo, así como de la ciudad y de las formas
de habla. Es el caso de No nacimos pa´ semilla (1990), obra cumbre del “sicarismo”, donde
destaca, entre otras cosas, un glosario al final del libro a manera de apéndice, de términos
usados por los sicarios. Dentro de este género aparece también la famosa novela La virgen de
los sicarios (1994) de Fernando Vallejo, con temáticas muy similares a las tratadas por
Salazar, estudiando la vida de los sicarios y del narcotráfico.
En esta novelística la experiencia vivida o contada por otros, el drama histórico depende de la
reflexión y mirada crítica sobre la violencia que actúa como reguladora y a la vez como factor
dinámico. Aquí no importa tanto lo narrado como la manera de narrar, Interesa el personaje
como "estructura redonda", en su estatuto semiológico. Lo espacio-temporal, instancias en que
se desarrolla el texto narrativo, está regulado por leyes específicas, algunas veces por el
proceso mental de quien proyecta uno o varios puntos de vista sobre el acontecer. Es el ritmo
interno del texto lo que interesa, que se virtualiza gracias al lenguaje; son las estructuras
sintáctico-gramaticales y narrativas las que determinan el carácter plurisémico y dialógico de
esos discursos de ficción. Es lo que se puede comprobar en novelas tales como: La mala hora
(1960), El coronel no tiene quien le escriba (1958) y Cien años de soledad (1967), de Gabriel
García Márquez; Marea de ratas (1960) y Bajo Cauca (1964), de Arturo Echeverri Mejía; El día
señalado (1964), de Manuel Mejía Vallejo; El gran Burundún-Burundá ha muerto (1952), de
Jorge Zalamea; La casa grande, de Alvaro Cepeda Samudio.
Es una literatura que se interesa por la violencia no como hecho único, excluyente, sino como
fenómeno complejo y diverso; no cuenta como acto sino como efecto desencadenante;
trasciende el marco de lo regional, explora todos los niveles posibles de la realidad. No se
funda en la explicación evidente, sino en la certeza de que aquello (mundo, personajes,
sociedad) que esté mediado por el conflicto, por lo social, no podrá ser más que la
representación de un mundo ambivalente, problematizado. Gracias a mediaciones de tipo
discursivo se dan en esas novelas espacios de contradicción que impiden la aprehensión del
texto en su primera lectura y obligan al lector a la relectura y a una contextualización obligada
con la historia y con el fenómeno de sociedad de la época que refleja. La ambigüedad y la
sugerencia invade el texto invitando al lector a su recreación.
Ante una narrativa carente de tradición y sin condiciones adecuadas para fundar una, y ante
una crítica reducida al comentario periodístico, al amiguismo, "el primer drama nacional de que
éramos conscientes, el de la violencia, nos sorprendía desarmados", afirmaba García Márquez
en 1959. La hecatombe social dela Violencia adquiere tal relieve y sacude de tal manera que
impide agarrarla en su justa medida. Resulta demasiado grande y compleja para poder
asimilarla literariamente y darle cierto alcance universal. En algo más de medio centenar de
"testimonios crudos, dimos -expresa Daniel Caicedo en 1960- lo que podíamos dar: una
profusión de obras inmaduras", obras donde se vuelca toda pasión posible, donde se
testimonia el dolor de un pueblo (Caicedo, 1970:71). Es la primera vez que los escritores
colombianos se ponen a par con la realidad y con los conflictos y la angustia del hombre
colombiano.
La mayoría de los escritores que viven la Violencia no tienen la suficiente experiencia para
testimoniarla con una cierta validez. El acontecimiento los seduce. Se quedan en el exhaustivo
inventario de radiografías de las víctimas apaleadas o en la descripción sado minuciosa de
propiciar la muerte. Otros -García Márquez lo indica- se sienten más escritores de lo que son y
sus terribles experiencias sucumben a la "retórica de la máquina de escribir. Confundidos con
el material de que disponen, se los traga la tierra en descripciones de masacres sin
preguntarse si lo más importante, humana y por lo tanto materialmente, eran lo muertos o los
vivos que debieron sudar hielo en sus escondites, sabiendo que a cada latido del corazón
corrían el riesgo de que les sacaran las tripas" (García Márquez, 1959). El drama está en la
atmósfera de terror que genera tantos crímenes, en el alma de las víctimas como en la de los
victimarios; en las vivencias de los perseguidos como en las de los perseguidores.
De la lectura de las novelas escritas entre 1949 y 1967 que abordan la violencia de
diversas maneras, podemos sacar ciertas conclusiones estadísticas susceptibles de
mayor precisión. De las setenta novelas conocidas que tratan de la Violencia: 54 (77%)
implican a la Iglesia católica colombiana como una de las instituciones responsables del auge
de la violencia; 62 (90%) comprometen a la policía y a los grupos parapolíticos (chulavitas,
pájaros, guerillas de la paz, policía rural) del caos, destrucción y muertes habidas; 49 (70%)
defienden el punto de vista liberal y se atribuye la Violencia a los conservadores, 7 (10%)
novelas reflejan la opinión conservadora y endilgan la Violencia a los liberales; 14 (20%) hacen
una reflexión crítica sobre la Violencia, superando de cierta manera el enfoque partidista. De
los 57 escritores, 19 (33%) habían escrito por lo menos una obra antes de su primera novela
sobre la Violencia, 38 (67%) se inician escribiendo sobre ella.
Es la primera vez que se da una respuesta unánime y masiva de parte de los escritores por
plasmar, casi de inmediato, dicho fenómeno. Se produce un número considerable de novelas
sobre una misma problemática: la Violencia. Entre 1949 y 1967 se publican setenta novelas y
centenares de cuentos. Incluidas las novelas que se han publicado hasta el presente, éstas
pasan del centenar. En un corto lapso, menos de veinte años, cincuenta y siete escritores se
dedican a escribir sobre un tema común que los afecta de alguna manera, contribuyendo así,
consciente o inconscientemente, a despertar al país del aletargamiento cultural en el que había
vivido por siglos, liberándolo, en algo, de un pesado sentimiento de frustración cultural. Nunca
antes un motivo socio-cultural. Nunca antes un motivo socio-histórico estimula a tantos
escritores a recrearlo, escritores de todos los sectores de la sociedad (políticos, militares,
médicos, sacerdotes, periodistas, guerrilleros, intelectuales y otros que se comprometen en
una misma labor: escribir sobre la historia política contemporánea, desde su propia óptica del
mundo y con las herramientas literarias de que disponen.
También por primera vez la literatura colombiana se integra plenamente a la realidad que la
circunda; se toma conciencia de lo que implica el oficio literario y la necesidad de ahondar
sobre la realidad histórica en la que se vive; urge acercarse a la corriente universal de la
cultura sin relegar la propia, por el contrario, se la incorpora y profundiza; se estudian e
internalizan los problemas inherentes al lenguaje y el manejo de las diversas técnicas
narrativas. Se reconoce el oficio del escritor como una actividad exigente y exclusiva.
ACTIVIDAD 2:
ACTIVIDAD 3:
ACTIVIDAD 4:
ACTIVIDAD 5:
ACTIVIDAD 6:
ACTIVIDAD 7:
ACTIVIDAD 8:
1. A partir de la lectura de los cuentos señalados con anterioridad, los estudiantes deberán
escoger un cuento, sacar las ideas principales de la narración y tomar citas de la base teórica
del documento y relacionarlas a tal punto de evidenciar un proceso escritor de argumentos con
bases y categorías concretas.
ACTIVIDAD 9:
ACTIVIDAD 10:
1. Desarrollar desde el libro: Ruta Del Saber 11 el Taller 2 desde las preguntas 1 a 16, en la
medida que se analiza cada cuestionamiento.