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Crítica de una masculinidad feminista, a un feminismo

Por Cristian Cerón Prieto

Un amigo activista, que al igual que yo se autoseñala con una identidad


lésbica siendo biohombre, me comentaba que se sentía aveces muy incómodo
cuando veía en sus grupos humanos, afectivamente más cercanos, por cierto
feministas, un posicionamiento del sujeto varón en un lugar sospechoso. Sospecha
de que tal varón, institucionalmente ubicado en un lugar privilegiado respecto de
la mujer por la cultura, pudiera, aunque definiérase feminista, no renunciar a los
privilegios patriarcales. Agregaba a esto un ejemplo, diciendo que un grupo de
biomujeres feministas reunidas no era nunca machista, pero sin embargo, a un
biohombre como él entre biomujeres feministas, se le podría ubicar en un lugar de
sospecha, a razón de que pudiera constituir una referencia hegemónica desde su
lugar de biohombre en relación a las biomujeres. Y tal posición, pudiendo ser vista
con una suerte machista, irreconciliablemente quedaría atrapado por esta
vigilancia.
Creo que no es menor el temor que me causó esta reflexión, tratando de
emerger con el feminismo una reivindicación de las biomujeres como sujetas
legítimas en su pensar, actuar y devenir, impulsado por una profunda convicción
sobre que, al reivindicar lo femenino, los biohombres pudiéramos, legítima y
libremente llorar por ejemplo, o que nunca más que por lo femeninos que pudieran
resultar los ademanes de algún varón, fuera éste inferiorizado, utilizando como
pretexto para ello el convencimiento irracional de que el varón no pudiera
feminizarse, porque eso sería ubicarse en el lugar de las mujeres que son puestas
hegemónicamente en un lugar de inferioridad en relación al hombre, de modo
institucional por la cultura. No puede ser esto baladí.
El varón feminista que siente esta incomodidad, claramente tiene mucho
que aprender en cuanto a la renuncia simbólica y pragmática de los privilegios
patriarcales, lucha de cada día en contra del ajeno lugar en el que fue situado,
batalla de cada día por la reivindicación femenina. Sin embargo, ese feminismo que
siembra ciegamente la sospecha sobre él, se vuelve en su contra. Se vuelve en su
contra cuando, utilizando un análogo discurso que utiliza Simón de Beauvoir en El
Segundo Sexo, sin intención, genera lo siguiente: “Ese feminismo” aún promueve
en ese varón la lucha por las mujeres y una sistemática renuncia de los privilegios
patriarcales más que propician su propia lucha feminista, y este varón ve en ello
tantas ventajas por el apoyo y sensación de comunidad que enfrenta, aunque
tantas dificultades, que llega a desearlo con gran entusiasmo y también a frustrarse
por cada tropiezo que tiene en esta renuncia; resulta así que, a menudo, está
menos especializado, menos sólidamente formado en su feminismo que “estas
feministas”; de ese modo se condena a permanecer en la sospecha del lugar
privilegiado que le ha otorgado gratuitamente la cultura; y el círculo vicioso se
cierra: esa constante frustración y ubicación desde la sospecha que apelan “estas
feministas” refuerzan su sensación de frustración y su lugar sospechoso.
No sería atrevido pensar que entonces se le encontrara más cercano a
grupos de varones antipatriarcales o grupos de varones gays, donde pudiera
encontrar refugio de estas frustraciones, donde nuevamente reforzaría su posición
privilegiada y lo condenaría al machismo.

23 de Octubre de 2010
www.cristianceron.blogspot.com

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