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Pero antes debe evaluar los impactos ambientales y socioeconómicos de esta actividad,
alertan expertos y activistas.
Una ley promulgada en abril de 2008 exige que desde 2010 por lo menos cinco por ciento
del suministro eléctrico provenga de fuentes no convencionales, incluida la biomasa.
Desde 2015 esa proporción aumentará 0,5 por ciento anual hasta llegar a 10 por ciento en
2024.
La Agencia Internacional de Energía estima que los costos de producción del bioetanol y el
biodiésel de segunda generación están hoy entre 80 centavos de dólar y un dólar por litro.
Esto equivale a un precio del petróleo de entre 100 y 130 dólares el barril de 159 litros,
aseveró Schuetz, caro para la cotización actual del crudo. "Sin embargo, se estima que estos
costos se reducirán a la mitad hacia 2030, si los biocombustibles de segunda generación
se producen comercialmente", añadió.
Según el VII Censo Nacional Agropecuario y Forestal 2006-2007, en Chile hay 15,8
millones de hectáreas destinadas a la producción agropecuaria y 15,9 millones de hectáreas
forestales: 2,7 millones de plantaciones y 13,2 millones de bosque nativo.
También poseen alto valor calórico y son más aptas para el uso energético.
Los agrocombustibles de segunda generación "sólo traen buenas noticias" para un país con
una industria forestal consolidada, dijo a Tierramérica Aldo Cerda, gerente del área
forestal de la Fundación Chile, una institución público-privada dedicada a la innovación y
al desarrollo del capital humano del país.
"Tendremos más demanda de fibra de madera, con beneficios para todos los propietarios, y
más demanda de manejo del bosque nativo", y recuperaremos terrenos degradados, planteó
Cerda, para quien esta industria tendrá "actores sofisticados", que trabajarán con predios
certificados para no exponerse a críticas ambientales.
Fundación Chile participa en Bioenercel, uno de los dos consorcios impulsados por el
gobierno, junto a las principales empresas forestales del país --Masisa, CMPC y Arauco-- y
dos universidades estatales.
"Con respecto al bosque nativo, es muy importante que la legislación sólo permita utilizar
los desechos lignocelulósicos que se obtienen de su manutención", recalcó.
El país requiere "sopesar con cuidado todos los pros y los contras" de esta actividad, como
"el balance de dióxido de carbono de todo el ciclo, las repercusiones sobre la biodiversidad,
el ciclo de nutrientes de los suelos y el ciclo hidrológico", además de sus impactos
socioeconómicos, resumió Schuetz.