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arthur rosenberg
70
CUADERNOS
DE
PASADO Y
PRESENTE
traducción de
José aricó .
primera edición, 1977
©ediciones de pasado y presente, s.r.l.
impreso y distribuido por siglo xxi editores, s.a.
av. cerro del agua 248, méxico 20, d.f.
PREFACIO 1
2 . LA REVOLUCIÓN RUSA (d e 1 8 9 3 A 1 9 1 4 ) 20
[VII]
INTRODUCCIÓN
berg, decía que esos progresos en el plano “n acio n al” estaban sig
nados por un abandono gradual del m arxism o, además de ser acom
pañados por una incon tenible decadencia de la In tern acio n al
Com unista. D icha tesis no debía disgustar tan to en Ita lia . Hay u na
explicación. E n los años inm ediatam ente posteriores a la “gran cri
sis”, la reorganización de la econom ía italian a dentro del signo del
capitalism o m onopolista de estado y la reestructuración del fas
cismo como régim en reaccionario de masas d ejaban' todavía un es
pacio a b ie rto . para las discusiones sobre la “corporación propieta
ria ”. L a Historia de Rosenberg, en razón de su contenido y de
ciertas interpretaciones de lenguaje hechas por el traductor,2 bien
podía servir para demostrar este p rincipio: que toda “revolución”
p olítica necesariam ente debía desembocar en una econom ía carac
terizada por la intervención del estado y en u na sociedad reglada
verticalmente, en un “régim en jerárq u ico ”.3
L a H istoria del bolchevism o 4 fue reimpresa en 1945, suscitando
un interés m enor que el anterior: quienes la habían leído en otra
clave, la en con traron ‘‘superada” ; y para aquellos que llegaban a
los mismos problem as an te el em puje de nuevas realidades y en
un cuadro muy distinto de circulación de las in fo rm acio n es y de
las ideas, resultó muda. Ahora, la H istoria retorna, en sincronía
con la buena fortu na que, en el p lano internacional, le queda ase
gurada por una renovación de intereses y discusiones en torno al
núcleo originario de sus problem as.5 Se trata entonces de dirigirse
1 • . . .
8 Véase Ilia Ehrenburg, Uomini, anni, vita, Editori Riuniti, Roma, 1962,
vol. m, pp, 7-15. [Hay edic. en esp.]
x lv f X s' ROÍí V ( X t ó N
10 Véase Inprehorr, vi, n? 33, 1 de marzo de 1926, pp. 456-457; vi, n° 37, 8 de
marzo de 1926, pp. 510-511; vi, n ° 45, 19 de marzo de 1926, p. 630; vi, n*? 54,
9 de abril de 1926, p. 758.
ERNESTO RAGIONIERI
II
III
ERNESTO RAGIONIERI
Sobre ía R usia de los soviet y sobre la itr oiin ion rusa liav una
¡iimcn»r literatu ra: literatu ra estadística ~ -R pe’ i ndico, cien tífica
o E m a n o , de acusación o de elogio. Est*. nuh ¡lo ’»o quiere i oía
p ito con esos libros, sino que se propone <o luid i ana determinada
insidie iencia. H asta ahora faltaba una lu u o iL d d desarrollo de
la idea bolchevique, desde sus raíces en el m nniu M arx, a través
de cada una de las etapas de Lenin, hasta la táctica y la teoría de
Stalin en 1932. Así se exp lica por qu é en las más am plias esferas
se han difundido conceptos erróneos sobre el bolchevismo, y cómo
de él se da una op inión demasiado elevada o demasiado baja,
sin estimarlo' por lo que realm ente es.
Las ideas no vagan en el espacio vado, »im* que son los pro
ductos de circunstancias reales. P o r tal j>¿on debieron utilizarse
en este libro acontecim ientos y hechos inherentes al desarrollo
ruso e internacional, pero sólo en cuanto fueron necesarios para
la com prensión del bolchevism o: tratar de llegar, por ejem plo, a
„ un resultado acabado en la historia de la revolución rusa, o aun
en la descripción del p lan qu in qu en al, no hubiera correspondido
al propósito de la obra.
E l objetivo que me he prefijado aquí es científico, y ajeno a
todo partido político. Con la escisión de la socíaldem ocracia inde
pendiente alemana, en 1920, yo pasé al partido comunista, junto
con la mayoría de aquella agrupación. A continuación, y durante
años, participé de la presidencia de la organización berlinesa y
del comité nacional central del Partido Comunista Alem án, y
también del comité ejecutivo de la III Internacional. E n 1927, tal
como lo han hecho, antes y después, tantos comunistas de todos
los países, tuve que separarme de la Internacional Comunista. Des
de entonces, no pertenezco a partido político alguno, ni tampoco
a cualquiera de los pequeños grupos comunistas de oposición. No
he escrito este libro por amor a algún partido o grupo político,
ni tampoco necesito hacer “revelaciones” o “rendiciones de cuen
tas”. Quien busque en mi libro anécdotas sobre Stalin y sobre la
“cám ara de horrores” de la g p u , quedará muy desilusionado.
P or razones tanto científicas como políticas, se hace en absoluto
necesario elevar el juicio sobre la R usia bolchevique por encima
[1]
2 PRJ■« A tlO
ARTHUR ROSENBERG
A ios 25 año- y c-n v iaje a H olanda d do< t<>< Karl 31 <>\ cvtjfhía a
su amigo R uge, allá por marzo d ‘ 1M I A s;; ítjA mi * R * ic-
dades enajenadas del rey de Prusia, le d e iic o Cu,-lio 'u I v • -
ña 1aba: “El e-mido es u na cosa demasiado sen i " " i r o . a m-do
cirio a la condición de arlequinada. Acaso p o clin >Ha -.e -m n ' i _•*'
un buen «» -mo por el viento u n a 'n a v e lien i -l<- 1<k'>- pto> : ■
arrastra] í i h ii la m destino, porqu e justam ente lo> loco'» no lo han
ciT d o , F^te destino es la revolución, que tenemos delante de
I, Mti l'V
R ogc respondía a c-uas faníanhis con un profundo pesimismo:
[3]
4 DE M A BX A LENIN
Una vez que en el curso del desarrollo hayan desaparecido las dife
rencias de clase y se haya concentrado toda la producción en manos de
los individuos asociados, el' poder público perderá su carácter político.
El poder político, hablando propiamente, es la violencia organizada de
una clase para la opresión de otra. Si en la lucha contra la burguesía
el proletariado se constituye indefectiblemente en clase; si mediante la
revolución se convierte en clase dominante y, en cuanto clase domi
nante, suprime por la fuerza las viejas relaciones de producción, suprime
al mismo tiempo que estas relaciones de producción las condiciones para la
existencia del antagonismo de clase y de las clases en general, y, por
tanto, su propia dominación como clase. En sustitución de la antigua
sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos de clase, surgirá
una asociación en que el libre desenvolvimiento de cada uno será la
condii ion del libre desenvolvimiento de todos.5
P or prim era vez desde hace ya tiempo, nosotros tenemos por fin la
a Ibid., p. 34.
i
U *. M A RX A LENIN 15
F ) ' i carta fue escrita por Engels en la ira del exilio, luego 1 la
I >I *a 1 1 revolución y cuando M arx y Engeb se h allaban casi <rnn-
p b r i mente aislados, en medio de los emigrantes. Podemos expli
carnos algupa p alabra especialm ente \iolenta por el hum or del
m om ento; sin .embargo, el tono fundamental de la carta nos tra
duce fielm ente el m odo de ver de M arx y de Engels. Ambos
siempre se han com portado de acuerdo con este precepto, y nunca
se han sometido a su partido en las cuestiones serias. Los “com u
nistas” del M anifiesto no son entonces, en la realidad, sino los
mismos M arx y Engels.
Aquí se ve con claridad cómo por entonces el marxism o era in
troducido en la clase obrera como una cosa ajena a ella. Del sector
obrero provenía entonces, en general, sólo la crítica a la situación
existente y, sobre todo, a las lamentables condiciones en que se
desenvolvía su propia vida. Agreguemos una fe ingenua y utópica
en un futuro mejor, y, en fin, o tra fe, también ingenua, en la gran
revolución del pueblo, que destruiría toda autoridad prepotente
y opresiva. Pero en la mente de los mismos obreros, sin consejeros
extraños a ellos no se asomaba siquiera la idea de que debieran
tom ar las riendas de dicha revolución popular, para llevarla a
través de determinadas etapas hasta la llegada de la sociedad co
munista. Los obreros estaban dispuestos a luchar en las filas de
la revolución popular junto a la burguesía radical y con la di
rección de esa misma burguesía; y la desilusión de los trabajado
ió DE M A RX A :.f M N
Lenin agrega;
De las te sis del joven Lenin, M arx hubiera suscripto cada una
de las palabras: sin embargo, una parte conspicua de los socia
listas rusos de entonces se levantó contra sus doctrinas. Y así sur
gieron dos tendencias distintas: para una de ellas, la socialdemo
cracia rusa debía ser un partido obrero, con la finalidad de m ejorar
las condiciones de clase del proletariado, cooperando también —es
natural— en la lucha política contra el zarismo. Pero como la
futura revolución rusa no podía ser todavía más que una revo
lución burguesa, también el ritm o del desarrollo revolucionario
había de ser dictado por la burguesía. L a otra tendencia afirm aba
que la socialdemocracia rusa debía constituir una liga secreta de
revolucionarios profesionales, cuyo objetivo consistiría en arrastrar
a las masas a la revolución burguesa.
Las dos tendencias opuestas de la socialdemocracia rusa se en
frentaron abiertamente por primera vez en el congreso del partido
celebrado en 1903 en Londres. En esa época, los socialistas rusos po-
4 Ibid., p. 473.
la r e v o lu c ió n ru sa (d e 1 8 9 3 a 1 9 1 4 .) 27
R ealm ente éstos eran dos mundos distintos. P ara Trotski y para
Martov, los obreros que desarrollan una actividad política y el
partido son una misma cosa; para Lenin, en cambio, el partido
está detrás de los obreros y por sobre ellos, como fuerza secreta
que los guía. Lenin, en la polémica, hablaba en verdad no tanto
del hecho de que su fórm ula alejara a los obreros del partido.
L o im portante es que él negaba el título de honor de miembro
del partido a los intelectuales charlatanes, que no querían correr
riesgo alguno. Pero esto no cambia para nada el fondo de la
cuestión.
N o se trata de que Lenin estimara poco a los obreros: más bien,
estaba profundamente persuadido de que el futuro pertenecía al
proletariado, y acogía con buena voluntad a ex obreros de fábricas
en el círculo de los revolucionarios profesionales. Pero para L e
nin el objetivo inmediato del obrero ruso era la obtención de la
revolución burguesa por medio de la lucha: y todo el resto debía
quedar subordinado a esta finalidad política.
A pesar de todos los intentos de reconstitución de la unidad del
partido socialista ruso, el abismo entre bolchevismo y menchevismo
siguió insuperado hasta 1917, y aun más allá, hasta nuestros días.
R ealm ente, el sim ple obrero socialista se sintió en R u sia, hasta
1917, sólo socialdem ócrata, sin dar demasiada im portancia a las
diferencias entre fracciones: pero el grupo activo de dirigentes,
tanto de emigrados com o de residentes en R u sia, perm aneció di
vidido a despecho de transitorias resoluciones de acuerdo. Sin em
bargo, L en in se em peñó desde 1903 en la constitución de un
partido revolucionario, según su propia concepción. ¥ el bolche
vismo enfrentaría su prim era prueba de fuego en el año 1905.
L a revolución rusa de 1905 no comenzó por orden de un co
mité central partidario sino, contrariando el esquema leninista,
por la espontánea rebelión de las masas. Cuando la derrota za
rista en la guerra contra el Jap ó n sacudió la autoridad del go
bierno, el pueblo se levantó. Lenin tenía una idea clarísim a del
carácter de los acontecim ientos de 1905, opuesto a toda acción
planificada. Su mujer, la Krupskaia, cuenta en sus memorias que
Lenin decía en octubre de 1905: “Yo aplazaría la revuelta hasta
la primavera: pero, de todos modos, nadie vendrá a pedírnoslo.”
L a revolución comenzó con el “domingo de sangre”, cuando los
obreros de San Petersburgo, guiados por el pope Gapon, celebra
ron una manifestación ante el palacio del zar. Las tropas dispararon
y m il muertos quedaron en la plaza. Entonces la revuelta popular
se extendió por toda R u sia : durante todo el año, hasta llegar a
diciembre, se sucedieron las huelgas y las demostraciones de obre
ros y de funcionarios, los tumultos en la cam paña y las revueltas
en el ejército y en la m arina. E l zar fue obligado a conceder la
creación de un parlam ento ruso: la Duma.
E l punto culm inante de la revolución estuvo dado por la gran
sublevación de diciembre, por parte de los obreros de Moscú, que
terminó con la victoria del gobierno.
Desde ese momento, la revolución inició su camino descendente.
No bastaba el valor de los obreros revolucionarios para abatir al
zar, pues el movimiento de campesinos y soldados todavía estaba
muy aislado y no tenía coherencia. Así, el gobierno pudo reducir
a la obediencia al ejército y m antener a raya a la cam paña, qui
tando toda posibilidad de éxito a los esfuerzos de los obreros.
Lenin se ha expresado con toda claridad respecto del carácter
de la revolución rusa de 1905:
que podía alcanzar d irectam ente to n siu propias fuerzas, era la rep ú blica
d em ocrática, la jornada de 8 horas y la confiscación de los inm ensos la
tifu n d io ' d, Li n ob lt/a. medidas todas ellas que la revolu ción burguesa
de Francia lleco casi plenam en te a cabo en 1792 y 1793. L a revolu ción
rusa fue a la vez una. revolución proletaria, no sólo por ser el p ro le ta
riado su fuerza dirigente, sino tam bién porque el m edio de lucha espe
cíficam en te proletario, la huelga ju stam en te, fue el m edio p rin cip al para
p oner en. m ovim iento a las masas y el fenóm eno más característico del
sinuoso desarrollo de los acontecim ientos decisivos.6
que sus m asis trab ajad o ras (es decir, las nuevas décimas partes de su
po blació n; se eleven a u n a vida con scien te de dem ócratas y socialistas.
Nada nos duele más que vei y sen tir las violencias, la op resión y el
escarnio a que Jos vea dugos zaristas, los aristócratas y los cap italistas so-
m. u n a nue.stju herniosa patria, déos enorgullece que esas v iolencias lia
ran provocado resistencia u ¡ nuestro m edio, entre los gran ru so s,. , que
la d ase a b u r a gi an t l í u <re ai a en 19b5 un poderoso partido revolu cio
nario de l i m e -j que ;1 n iu p t aren ruso h r a empezado al m ism o tiem po
a convertirse en un demóf rata } a b a rre r si pope y ni loratc-nic-nte 1 .. .]
> stamos penetrad os del sen tim ien to de engulla n acion.il. y ju e c r a m c tt;.
por eso odiam os, en íorm a especial, nuestro pasada de esclavos . *
nuestro presente de esclavos [ . . . ] “U n pueblo q u - oprim e a otros pue
blos no puede ser líb re ”, decían los más glandes rep resentantes de la
dem ocracia cons cuente del siglo ti';. M arx y Engels, m aestro* del pio-
letsriado revolu cionario. Y nosotros, o bivios giun rusos, imbuidos de;
sentim iento de oigullo nacuu' il, .pi-n mos a te d x , esta una Gran Rusia
líb re e ind ependí m e, autón om a, J t n o c rá tica , u p u b lit-nía, orgullosa, que
base sus relación con mu vi ciño-) en el princip io hum an ) de la igual
dad. y no en el p rin cip io feudal de los pi n M cu o, q m envilece a una
v van nación .2
zar» sucedió que la gran mayoría del pueblo ruso» comptendid< ■ ■■■
proletariado» seguía todavía a los narodniki v a los m enchevi
ques, Los bolcheviques continu aban siendo una minoría» aun te
niendo ya libertad de propaganda. Sólo los cam bios políticos» ricos
de graves consecuencias» y que se sucedieron durante el año 1917»
llevaron a Lenin a la cabe/a de la mayoría del pueblo raso.
E l 11 de octubre de 1915» Zinóviev publicó un im portante in
titu lo titulado L a guerra y la crisis revolucionaria en Rusia. En
el período suizo» entre 1914 y 1917» Zinóviev es prácticam ente el
portavoz de Lenin» y nada escribe que no se adecúe al modo de ver
de este último. A quí hace un balance de los primeros quince me
ses de la guerra, y destaca el hecho de que en 1914 las victorias del
ejército ruso en Galitzia habían levantado la autoridad del zar,
sirviendo además a la idea del frente interno.
Pero en 1915 las cosas cam bian: con el gran desastre del ejército
ruso, con la pérdida de Galitzia, con la conquista de Polonia y
de W ílna por los alemanes, comienzan inm ediatamente graves es-
c idones entre los liberales y el gobierno. Hay huelgas de obreros,
insurrecciones de campesinos. Algunos jefes de la democracia, como
Kéienski o Plejánov, lanzan en medio de esas crisis la consigna:
“Revolución para la victoria.” E n aquellos tiempos, Kérenski era
uno de los hombres más notables dentro del movimiento popular
nacional. Plejánov, un famoso viejo socialdemócrata» uno de los
fundadores de la socialdemocracia rusa, antes de 1914 había con
cordado en muchas circunstancias con Lenin. Pero al estallar la
guerra se puso en favor de la defensa nacional: desde ese momento,
Lenin lo combatía de m anera implacable. Es decir: Plejánov y
Kérenski creyeron en 1915 que el zar podía ser abatido al procla
marse que él constituía el principal estorbo para una guerra
victoriosa. Y creyeron que Rusia sólo podía ser salvada por la de
m ocracia revolucionaria. Zinóviev dice al respecto:
T o d av ía está bien lejos del pensam iento de Lenin que los con
sejos de obreros se conviertan en los órganos del futuro estado de
m ocrático o, aun, socialista.
Las tesis qu in ta y sexta consideran el carácter social de la futura
revolución rusa: L en in se m antiene absolutam ente fiel a su propia
convicción de 1905. Ésta podrá ser sólo una revolución burguesa, y
no una revolución hecha con la finalidad de abolir la propiedad
privada.
Las tesis séptima y octava se proponen explicar a los compañeros
rusos del partido las razones que los han llevado a cam biar sus tesis
de 1905 sobre la alianza de los partidos:
5 Ibid., p. 407.
8 Ibid., p. 407.
LA GUERRA MUNDIAL Í1914-1917)
7 Ibid., p. 407.
la gu erra m u n d ia l (1914-1917; 53
obrero, llegamos a una tercera, etapa: allí, la chue obreia toma ion
plena conciencia y por propia iniciativa so-', determinaciones tam
b ién propias. P ero no se conform a ya con mejoi ar mj propia po
sición en la sociedad burguesa: quiere, en cam bio, tom ar el poder
m edíante la revolución. Y esta revolución no será, ya, u na revolu
ción democrático-burguesa, como en la prim era etapa, sino so ca-
lista, y convertirá la propiedad privada de la burguesía '■n parri-
m onio social. Los obreros no deben ser los órganos ejecutivos de
u na dirección de partido, sino actuar de manera, autónom a según
sus propias directivas.
L a tercera etapa es la realización de las ideas marxistas sobre el
porvenir y corresponde a la ú ltim a perspectiva de M arx, la socie
dad sin clases, intentad a por él sólo ocasionalm ente. Para, que esta
tercera etapa pueda ser alcanzada, se hacen necesarios ante todo
un extraord inario desarrollo del capitalism o y la destrucción de
aquellas clases medias ubicadas entre la burguesía y el proletariado.
Esta circunstancia volverá superfina cualquier alianza proletaria
sobre bases democrático-nacionales, y colocará ante la ín fim a m i
n oría de los explotadores capitalistas a la enorm e m ayoría de los
proletarios explotados. L a tercera etapa exige que al proletariado
se le im parta una instrucción superior, capaz de calificarlo, gracias
a la inteligencia y a la autodisciplina, para la ed ificación de un
m undo nuevo, pero con sus propias fuerzas.
L a clase obrera europea de la generación de la guerra m undial
no había alcanzado todavía el nivel de la tercera etapa: se explica
entonces que los dirigentes teóricos y políticos representantes de
este estadio no pudieran reun ir a su alrededor más que un peque
ñísim o núcleo de secuaces. Esos dirigentes eran: en R u sia, Trotski;
en la socialdemocracia polaca y alemana, los adeptos a Rosa L u
xem burg; en H olanda, el grupo de la izquierda m arxista que ro
deaba a Gorter. Al mismo tiempo, los hombres de la segunda
etapa conducían a todos los más fuertes partidos obreros de la
E uropa central y occidental, y los hombres de la prim era etapa
realizaban en Rusia la revolución burguesa.
Pero el objetivo histórico del proletariado está en el progreso
del segundo al tercer estadio, sin que por ahora pueda decirse
cuándo y cómo ese proletariado podrá cumplir dicho objetivo. Es
justamente ése el m otivo por el cual los teóricos y los políticos de
la tercera etapa ocupan un lugar de im portancia tan especial. Efec
tivamente, a pesar de todos los errores políticos y teóricos que
puedan cometer en cada oportunidad, ellos representan, ya ahora,
el futuro del proletariado. El juicio histórico sobre Trotski aparece
por cierto complicado por el hecho de su formal ingreso al par-
56 LA c,l F.RRA MUNDIAL (1914-1917)
pero, en d eterm inada etapa, las retrasadas condiciones económ icas del
país se opondrán a su solución. En el cuadro de una revolu ción n acio
n al no h a ) salida a esta con trad icción. Desde el com ienzo, al gobierno
obrero se le presenta la tarea de u n ir todas sus propias tuerzas a las
del proletariad o socialista de E uropa o ccidental: sólo en este cam ino su
tem p oraria autoridad revolu cionaria podrá actuar com o prólogo a la dic
tadura socialista, Y así, la revolución perm anente llevará al p roletariado
ruso a exigir la defensa de su propia clase.
[60]
la tercera in te r n a c io n a l 61
nct «onal, nos presentamos con nuestra propia táctica, hacemos admitir
m u í i o de nuestras ideas en un manifiesto conjunto, participamos en la
ereacion de la isk (Comisión Socialista Internacional), que de hecho es
un nuevo Bureau Socialista Internacional, contra la voluntad del an ti
guo hureau, y sobre la base de un manifiesto que condena directam ente
la táctica de este últim o.
Los.obreros de Rusia, cuya inm ensa m ayoría ha seguido a nuestro p ar
tido y a su comité central desde los años 1912-1914, verán ahora, con
ayuda de la experiencia del m ovim iento socialista internacional, que
nuestra táctica se confirm a tam bién en una escala más amplia y que nues
tras ideas fundam entales son com partidas hoy p or un sector cada vez
más amplio y m e jo r de la In tern acion al p roletaria.3
E l hecho es que los “partidos obreros burgueses”, como fenóm eno po
lítico, ya han sido constituidos en todos los países capitalistas avanzados,
y que sin una lucha enérgica y despiadada, en toda la línea, con tra esos
partidos [ . . .] no puede ni hablarse de lucha con tra el imperidlismo, ni
de marxism o, ni de m ovim iento obrero socialista [ ... ] No tenem os n in
gún fundam ento para pensar que estos partidos puedan desaparecer antes
de la revolución social.4
6 Ib id ., p. 118.
8 V. I. Lenin, In fo rm e sobre la revolución de 1905, en Obras, vol. x x m ,
p. 255.
5. R U S IA DESDE M ARZO H A STA O C T U B R E DE 1917
4
76 RUSIA DE MARZO A OCTUBRE DE 1917
rusos de 1917- Pero este tipo de intentos nad a tiene qu e ver con
el llam ado gobierno ruso de los soviet, que se form ó luego de 1918
hasta llegar a nuestros días: el curso de esta obra tra ta rá de de
m ostrarlo en extenso.
U na organización “com u nal” o soviética de tales características
no necesita en sí misma ser socialista. Podríam os i m a g i n a r i a ao
sistema de consejos absolutam ente radical y consecuente, ptu>
petuoso de la propiedad privada, por ejem plo, en un cam ón de
campesinos. Sin embargo, esa form a extrem a de la dem ocracia cons
tituye, según M arx, la prem isa para el socialismo, que puede ser
perfeccionado sólo dentro de un alto nivel de libertad humana.
Lenin veía con claridad que aquel singular gobierno doble no
podía durar mucho tiem po en Rusia. H abía dos posibilidades: la
primera, que el gobierno provisional se mantuviera en el poder,
poniéndose entonces nuevamente en condiciones de extend er hacia
abajo los órganos de su propia autoridad. E n ese caso, el policía
hubiera reaparecido en las ciudades rusas, acaso con otro uniforme
y con otro nombre, pero idéntico en esencia al agente de seguridad
pública del zar. El pueblo estaría desarmado otra vez, y en el
ejército se reconstituiría la vieja disciplina, deponiendo los sol
dados su autoridad ante los oficiales.
Pero existía también una segunda posibilidad. Pues la evolu
ción podía seguir el cam ino opuesto, y los consejos se consolida
rían. En este caso, dichos consejos deberían encontrar aun la
fuerza para disolver los viejos ministerios y para expulsar a los
altos funcionarios y oficiales. Pero entonces, junto con las otras
autoridades depuestas, también hubiera caído en Rusia el gobierno
provisional, quedando sólo los consejos.
Así Lenin llegó a su propia consigna: “A batir al gobierno pro
visional liberal, y dar todo el poder a los consejos.” L a democracia
rusa, representada por los consejos, organizada políticamente en
los social-revolucionarios y en los socialdemócratas, quiere la paz:
el gobierno provisional no puede darla, por el hecho de ser un
gobierno imperialista de la alta burguesía, que se propone con
quistas territoriales. L a dem ocracia rusa quiere libertad: y la tiene
abundante, por el mom ento, gracias a los consejos; pero el go
bierno provisional no la quiere para nada, y más bien querría re
poner un aparato estatal de viejo estilo. Además, los campesinos
rusos quieren la tierra, y los obreros exigen pan: el gobierno pro
visional nada puede dar de todo ello. Defiende la propiedad pri
vada, aun la terrateniente, y nunca aprobará las injerencias dicta
toriales en la distribución de las provisiones, sin las cuales la escasez
y el hambre no pueden ser vencidas.
4
82 RUSIA DE MARZO A O CTUBRE DE 1 9 1 7
Dado que ir. alta bui g iu d a liberal, por fuerza, debe rechazar los
principios democráticos de “paz, libertad, pan, tierra”, es ridículo
que la dem oa acia misma tolere al gobierno provisional. L a de
m ocracia 1 u"a, es decir, los consejos, debe tom ar el poder. L en in
permanece a su propia tradición política en el hecho de no
proponer ahora exigencias de tipo socialista, sino radicalm ente
democráticas. Y así su vieja idea ele la coalición revolucionario-de
m ocrática reaparece, con un particular ropaje. Los bolcheviques no
tenían por entonces sino una exigua m inoría en los consejos. “T o d o
el poder a los consejos” significaba, en la prim avera y el verano
de 1917, el gobierno de los social-revolucionarios y mencheviques.
¿No era ésta una contradicción ante la tesis repetida a sus secuaces
por Lenin desde 1914, sobre la imposibilidad de una alianza con
los demócratas chovinistas?
Lenin distingue aquí entre los politicastros activos del partido
social-r evolucionan o y las masas de campesinos y soldados, que
adherían a los social-revolucionarios por antigua tradición. Aunque
los partidos democráticos oficiales toleraran al gobierno de la alta
burguesía, el estado de ánimo de los campesinos democráticos, que
querían la tierra, y el de los soldados democráticos, que querían
la paz, tenía que transformarse radicalmente, de m anera paula
tina. Si los consejos llegaban al poder, el gobierno no habría de
pasar a manos de la dirección del partido social-revolucionario, sino
a las de la misma masa. Y esa masa por su naturaleza era más
bien una masa revolucionaria sin partido, antes que una masa frac
cionada en partidos.
Y a en 1905 se había visto el aspecto que tenían los consejos re
volucionarios rusos. Si ahora se hubiera traducido a realidad la
consigna: “ ¡T od o el poder a los consejos!”, la inmensa masa po
pular revolucionaria habría sido incluida en los consejos mismos,
quedándoles a los bolcheviques la tarea de influir en los consejos
por m edio de una política bien entendida. Aun en 1917 Lenin
no renuncia al principio de la dictadura rígida y al centralismo
partidario; cuando recomienda el sistema de los consejos, no se
coloca realm ente de parte del federalismo y de la espontaneidad
de las masas. Es verdad que Lenin había construido su propia
m áquina partidaria, pero los consejos no eran obra suya: los con
sejos constituían una creación de la masa popular misma, y Lenin
quería utilizarlos para golpear de m uerte al imperialismo ruso,
pues en las condiciones de 1917 sólo ellos podían cum plir ese ob
jetivo. Y en la prim avera y el verano de 1917 tampoco lo preo
cupaba cómo más tarde, después de una plena victoria de la
democracia rusa, el bolchevismo centralizador y autocràtico se pon
ru s ia de m a rzo a octu bre de 19.17 83
una lauca ele tale'« dimensiones. Después del fracaso de los social-
i evolucionarlos,. fueron los bolcheviques quienes salvaron la revo
lución rusa. Sí tn tí otoño de 1917 aun Lenin hubiera naufragado,
R u sia habría visto no una tranquila evolución dem ocrática, sino
un espantoso caos anárquico: las masas inmensas del pueblo ruso
estaban ya lanzadas; los campesinos no querían, soportar más a los
propietarios; los soldados, a los oficiales; los obreros, a los cap i
talistas. N inguna fuerza del m undo hubiera podido frenarlos en' su
ciega rabia, una vez rota 1a. histórica autoridad de los social-revo-
lucionarios.
E l caos salvaje habría desembocado luego de cierto tiempo en el
descalabro de R u sia, en los progrom y en el terror blanco. Los
bolcheviques lian preservado al pueblo ruso de todas estas posibles
derivaciones: y así, a pesar de todos sus experimentos y de todos
sus errores, salvaron a la revolución. Pero no fueron los bolche
viques quienes hicieron la revolución rusa: Lenin y Trotski ad
virtieron, digamos, que a las doce hubiera estallado la gran revo
lución anarquista. Entonces, cinco minutos antes de las doce, ellos
proclam aron la sublevación bolchevique, creando de esa m anera
la sensación de que el inaudito acontecim iento de las doce había
sucedido en razón de sus órdenes: así fue como ganaron la auto
ridad necesaria para empezar a gobernar Rusia.
E n julio, el partido de los bolcheviques, reclam ó la atención de
las masas con su lucha encarnizada contra la ofensiva de Kérenski.
E n San Petersburgo, el partido celebraba m anifestaciones contra
el gobierno; pero Kérenski, que todavía era el más fuerte, m andó
tropas de confianza a la capital y denunció a los bolcheviques
como enemigos de la revolución rusa y como agentes de Alemania,
iniciando una dura persecución. Los periódicos bolcheviques fue
ron clausurados y los funcionarios del partido, arrestados. Trotski
fue a la cárcel, y Lenin debió ocultarse en la ilegalidad.
Pero justam ente en cuanto los otros partidos y las demás ten
dencias de Rusia perseguían encarnizadamente a los bolcheviques,
Lenin apareció pronto an te los ojos de las masas como la única
fuerza real que podía oponerse al gobierno. C uanto más Kérenski,
los social-revolucionarios, los mencheviques, faltaban a sus prome
sas, más se esparcía entre las masas la convicción de que L en in
tenía razón. Cuando Kornílov intentó su revuelta m ilitar, L enin,
sin tener en cuenta cuanto había sucedido, proclam ó la defensa
del gobierno contra los generales blancos. Los marinos de Crons-
tadt, un cuerpo escogido de tropas bolcheviques, llegaron a San
Petersburgo para proteger al gobierno de Kérenski contra K or
nílov: así, los bolcheviques aparecieron sin más como defensores
RUSIA DE MARZO A OCTUBRE DE 1917 91
5 Ib id., p. 319.
8 Ib id ., p. 320.
7 Ib id ., p. 322.
RUSIA DE MARZO A OCTUBRE DE 1917 93
J-i jumónos en la industria del p etróleo. Esta ind ustria ha sido ya “so
cializada” en escala gigantesca por el d esarrollo a n terio r del capitalism o.
Dos o tres reyes del p etró leo m an ejan m illon es y cien tos de m illon es, de
dicándose a cortar cupones y a embolsarse beneficios fabulosos de un
“negocio” que ya hoy está, de hecho, técnica y socialmente organizado en
escala nacion al y es dirigido ya por cientos y miles de empleados, inge
nieros, etc. [ . . . ] P ara h acer algo serio, hay que pasar de la burocracia
a la democracia, y hay que pasar p or procedim ientos verdaderam ente
revolucionarios, es decir, declarando la guerra a los reyes del petróleo y
a los accionistas, d ecretand o la confiscación de los bienes y el encarce
lam iento con tra todo el que postergue la nacionalización de la industria
del petróleo, oculte los ingresos o falsee los balances, sabotee la pro
ducción o no adopte las m edidas conducentes a elevarla. Hay que apelar
a la iniciativa de los obreros y los empleados, convocarlos a ellos inme
diatam ente a conferencias y congresos y poner en sus manos un a deter
minada parte de los beneficios, a condición de que se hagan cargo del
con trol en todos sus aspectos y velen p or el aum ento de la p ro d u cció n .8
Por lo tanto, hasta los “reyes del petróleo” no deben ser expro
piados por principio, sino sólo en cuanto cum plan actos de sabotaje
contra la producción y su control. Respecto de la reunión de las
industrias en cartels obligatorios, Lenin cita directam ente la admi
nistración alemana de guerra. Y dice:
Repetim os una vez más que, de por sí, esta sindicación no altera en
lo más mínimo las relaciones de propiedad ni priva de un solo kopek
a ningún propietario. H ay que subrayar con fuerza esta circunstancia,
pues la prensa burguesa no cesa de “asustar” a los pequeños y medianos
propietarios diciéndoles que los socialistas, en general, y los bolcheviques,
en particular, quieren “exp rop iarlos” ; esta afirm ación es una m entira a
sabiendas, ya que los socialistas, aun en el caso de una revolución socia
lista com pleta, no exp rop iarán a los pequeños campesinos, pues no quieren
ni pueden hacerlo. Nosotros hablam os únicam ente de las medidas inme
diatas y más urgentes, ya aplicadas en la E urop a occidental y que una
dem ocracia m edianam ente consecuente habría adoptado también en Rusia
sin demora, para con ju rar la inm inente catástrofe que nos am enaza.9
cisión qué sucede en sus fábricas, cri sus bancos, etc., im pidiendo
que los intereses colectivos resulten perjudicados. Desde arriba, el
estado debe centralizar cada una di las industrias y tam bién los
bancos, para obligar a que unas y otros cum plan un trab ajo ra
cional. U n capitalism o de estado centralizador y de esas caracte
rísticas ya sería un paso hacia el socialismo.
Además, el mismo socialismo es definido por L en in de m anera
en extrem o m oderada: “ [. ..] el socialismo no es más que el paso
siguiente al m onopolio capitalista de estado ” .10 O tam bién: “ [. . .]
el socialismo no es más que el m onopolio capitalista de estado
puesto al servicio de todo el pueblo y que, por ello, lia dejado
de ser monopolio capitalista” .
Entonces, Lenin no quería la abolición de la propiedad privada
en Rusia, no quería la expropiación del sector medio, sino sólo
la concentración de la economía nacional, para el bien del pueblo,
según un program a de capitalismo de estado. Con este program ¡
económ ico de L en in, en aquel tiempo, hubieran podido declararle
solidarios aun hombres políticos de las izquierdas burguesas de
E uropa central y occidental. Y si el programa no hubiera estado
ligado a una dem ocracia política desenfrenada y al dominio ili
m itado de la masa pobre armada, hasta en la misma Rusia esos
sectores lo hubiesen aceptado. Lenin no se diferenció de todos los
otros partidos rusos en razón del control sobre la producción y
del capitalismo de estado, sino en virtud de las consignas: “ ¡E l
poder a los consejos!” y “ ¡L a tierra para los campesinos y la in
mediata terminación de la guerra im perialista!”
Lenin se lanzó a la revolución de octubre todavía con la mejor
voluntad de realizar en Rusia sólo la revolución burguesa, aunque
de m anera radical y consecuente. Pero las masas, rápidam ente, en
el proceso de la revolución, se mostraron como las más fuertes.
Y ellas pasaron a la orden del día, superando la teoría económ ica
bolchevique, tal como Kám enev lo temía y como Trotski lo es
peraba.
10 I b id ., p. 348.
t) I \ TOMA DEL P O D E R POR LOS B O L C H E V IQ U E S Y E L
C O M U N ISM O DE G U E R R A (D E 1917 A 1922)
Avergüéncense, pues, todos los que no tienen fe, todos los que vacilan,
todos los que dudan, todos los que se han dejado intim idar p or la bur
guesía o influir p or los gritos de sus cómplices directos o indirectos.
E n tre las masas de obreros y soldados de retro g rad o , de Moscú, de otras
partes, no hay sombra de vacilación. ¡U nánim e y fírme com o un solo
hom bre, nuestro partido m o n ta guardia en torno al poder de los soviet,
en torno a los intereses de todos los .trabajadores, de los obreros y cam
pesinos pobres en p rim er térm ino! 1
quiérela. E l juego tic ce-tos dos par lides y la lucha legal de co-a-
petendu entre ambos hubiesen podido salvar la dem ocracia en d
seno de los soviet: pero tam bién los social-revolucionarios de iz
quierda sufrieron el mismo trágico destino de todo eí movimiei ¡ ¡
de los naiodniki. Ellos no, estaban en condiciones de m antener
dentro de las masas de campesinos la sólida posición que teníai
en un principio, y pronto no cum plieron otra función que 1 ;
de apéndice, de los bolcheviques. Después de la paz de Brest-Litovd
se alejaro n de la alianza y, cuando en el verano de 1917 alguno
social-i evolucionarlos de izquierda com etieron atentados, e inten
tos de revuelta contra el gobierno soviético, entonces tam bién esi
partido fue puesto fuera de la ley, y celosam ente destruido.
Desd? el verano de 1918 hasta hoy, el partido bolchevique de
tem a en Rihin el mormoolio de la vida p olítica y, con ello, aun
ia dem ociada de los t oncejos está condenada a m uerte. Efecti
vamente. en lea eleo 'f'-nt-y para los consejos sólo vale el voto dad«
por bole iií\iqsH s o |;o> hombres extrapartidarios pero fíeles a
gobierno, 1 S1' al elector no se le deja posibilidad de opción, ;
cae en lm manos Je l partido dom inante. Además, todo m iem bro
bolchevique de cada uno de los soviet e s tá ' obligado a actuar es
trictam ente según las órdenes d e.su propio partido. Los bolchevi
ques de cada soviet constituyen la “fra c c ió n . bolchevique”, y esta
fracción debe votar siempre según las órdenes im partidas en cada
oportunidad por la correspondiente subdirección del partido.
Así, en Rusia se produce una doble superposición paralela de
abajo arriba: un gobierno apaienm, constituido por los consejos,
y uno verdadero, es decir, el partido bolchevique. Las organiza
ciones locales de partido eligen la asamblea partidaria, y ésta es
tablece la línea de conducta del partido mismo, eligiendo también
su dirección central. Luego, además, dicha dirección dispone dic
tatorialm ente de todo el aparato del x a x u lo : para abatirlo se
necesitaría una especie de revolución Ilasta ahora, nunca la
asamblea del partido lia podido derrotar al comité central, que
sin embargo se halla bajo su control.
El com ité central del partido bolchevique es el verdadero go
bierno de Rusia: él toma las decisiones importantes, y el consejo
de los com isarios'del pueblo no es sino su órgano técnico ejecu
tivo. Así, el partido bolchevique, desde los primeros meses de la
toma del poder, ha logrado que los consejos se vuelvan inofensi
vos. Éstos, como órganos de la voluntad espontánea de las masas,
en realidad eran desde un principio algo como cuerpos extraños en
la doctrina bolchevique del partido: Lenin, en 1917, los había uti
lizado únicam ente para derrotar al aparato estatal imperialista.
TC>MA DEL PODER Y COMUNISMO DE GUERRA 111
la r e t o b a ión b u rg u e sa , j u s t a m e n t e la hLtoi i a de la i cu o h in ó n
alemana demuestra que la forma de los consejos en sí m ism a nada
tiene que ver con el socialismo. Los obreros radicales in ten taron
em pujar la revolución alem ana del estado burgués al socialista; ese
intento llevó a la derrota ele enero de 1919 y al asesinato de Rosa
Luxem burg y Karl Liebknecht. Y sin em bargo, era com prensible
que- desde Rusia, el g obierno Ebert-Scheidemann fuera conside
rado como un gobierno Kérenski alem án y que se le pred ijera la
misma suerte. Sobrevinieron la grave crisis social italian a, el fer
mento en todos los estados sobrevivientes de Austria-Hungría, en
los Balcanes y en los estados periféricos, la m anifiesta radicalización
del proletariado francés e inglés. E n la prim avera de 1919, por
breve tiem po, surgieron tam bién las ' dos repúblicas de consejos
obreros de H u ngría y de Baviera. Así, el terreno maduró para lle
var a la I I I In tern acio n al de la idea a la organización.
En marzo de 1919, se celebró el prim er congreso de la I I I In ter
nacional: M oscú vio su fund ación form al. D ebido a las dificultades
que todavía había que superar p ara todo viaje a Rusia, sólo pocos
delegados'extranjeros pu d ieron tom ar parte del ■congreso. 'Ese pri
mer congreso m u n d ia l'n o era más que el comienzo. Sólo el segun
do, realizado" en julio y agosto de 1920, fue una verdadera y repre
sentativa reunión de la m ayoría de los obreros europeos, ju n to a
im portantes delegaciones de los otros lugares del mundo. Sólo a
partir de esa asamblea, la Internacional Comunista empezó a te
ner un program a claro y una determinada fisonomía política.
Desde el principio, el partido socialista italiano, orgulloso de su
fidelidad a los principios conservada durante la. guerra, entró a
formar parte colectivam ente de la III Internacional. L a mayoría
del partido socialista francés estaba lista para cumplir el mismo
paso.
En Alemania, la Liga Espartaco se había sumado a la III In
ternacional: la liga, desde fines de 1918, se llam aba P artido Comu
nista de Alemania ( k p d ). E n la liga, ya desde tiempos de la gue
rra, el pequeño grupo m arxista dirigente agrupado alrededor de
Rosa Luxem burg se oponía a una base formada por radicales uto
pistas. El partido, debido al estado de ánimo de sus miembros, se
había dejado envolver en los infelices combates de enero de 1919,
contra la voluntad de R osa Luxem burg. Cuando m urieron Liebk
necht y la Luxem burg, la dirección del k p d fue asumida por Paul
Levi. En la asamblea del partido realizada en Heidelberg, Levi
cumplió con decisión el alejam iento de los obreros radicales uto
pistas. Asi, el partido de Levi se debilitó aún más, y los obreros ex
cluidos de él fundaron, junto con algunos teóricos de tendencias
120 U LM l.\ ACIÓN P ' i- M O W M IE M O K£ \ OLCCION'ARÍO
para perder: se liad a necesario crear íapidam ente en los más im
portantes países europeos partidos comunistas combativos y. luego,
lanzarlos a la lu d ia. E n cuanto L en ín se propuso seriam ente el
objetivo de preparar la revolución obrera en Europa, se desvane
cieron para él todas las fórm ulas de agitación, que dieion pam a i i
(da valoiación de los actos. La prim era condición para la \ictnii t
toroioj'a cu que ei partid o 1 0111 imista revolucionario logiai i i n . u -
se a todo o a casi Lodo el pjoietuilado dt -u propio pan; li n o m
de la aristocracia obrera contrarrevolucionaria no oo ha iutic ■ •
dar con. esta exigencia. Lenin, en realidad, nunca abandonó t xpl -
citam ente dicha teoría, concebida en tiempos de la guerra p o j
la dejó de lado en cuanto a toda consecuencia práctica que pu
diera tener.
Escribía L en in en 1920:
El capitalism o lega in ev itab lem en te al -ocv u sar , por una parte, las
viejas diferencias p rofesionales y corporativas entre los obreros, formadas
en el transcurso de los siglos, y por otra los sindicatos, que sólo muy len
tamente, a lo largo de los años, pueden transformarse y se transformarán
con el tiem po en sindicatos de ind ustrias más ".mplinp m enos corpora
tivos (que eng loban a ind ustrias enteras y no mó ,> .t u»t pora n o n e s, o l i d o
y profesio n es). Después, a través de estos s in d u a tjs de ind ustria, se pa
sará a suprim ir la división del tra b a jo en tre lo . h .robres, a ed u car i is-
truir y form ar hombres universalm ente desas m óLoo y universaln« m e
preparados, hom bres que lo sabrán hact r todo. H aiia eso m arch a, ,ic.,>e
m archar y llegará el comunism o, mas sólo ckntru de muchos años- In
ten tar hoy anticiparse en la p ráctica a í se iv m ltfó o futuro de un <oiau-
nismo llegado al térm ino de su completo desarrollo, solidez y form ación,
d. su íntegra realización y de su m adurez, es lo mismo que qu-.ver ense
b a ' m atem áticas superiores a un niño de cuatro años. Podemos (y debe
mos) em prender la construcción del socialismo, no con un m aterial hu
mano fantástico ni especialm ente cread o p or nosotros, sino con el que
nos ha dejado com o herencia el capitalism o. Ni qué decir tiene que esto
es muy “difícil” pero cualquier otro m edio de abordar el problem a es
tan poco serio que no m erece la pena h ablar de ello.1
einit|uetido durante la guerra, se llega a doscientos cincu enta ■. ;- „ahía tenido que íeconocer el tratad o de Brest-Liunsk: la Alema
llones de hombres. L en in no com prendía a Ita lia y a Fran ck u nia soviética, ah, hubiera debido uaim una pausa en benedeio de
-■¡i propia reconstrucción. L o s obieros italianos, para llegar a l po-
la categoría de los verdaderos vencedores, porque una y otr -u
h abían endeudado fuertem ente por entonces con el cap ital a r.... .¡er, tenían que aliarse con las masas de campesinos y de anendu
rarlos. £ 1 1 el caso de una victoria de la revolución de los obic-ios
sajón. E n el con junto, L en in veía así al m undo: m il quinientos
m illones de hombres explotados y reducidos a la desesperación porf v cam p esin o s italianos, Lenin preveía el bloqueo por Francia c
Inglaterra: sin embargo, pensaba que Rusia, seguramente a m v a
doscientos cincuenta m illones. |
Peí o tam poco esos doscientos cincuenta m illones form an un., de un ataque del ejército rojo por Hungría hasta el M ar AtliiaL
mí podría llevar cierta ayuda a una Italia soviética.
todo homogéneo: también en estos países un pequeño núm ero de
grandes magnates de la finanza se opone a la gran masa de la po j .enin no esperaba por un tiempo ninguna revolución ■comunis-
blación. Dado el inaudito empobrecimiento y dadas las deudas i:i en In g laterra: en cam bio, preveía una victoria electoral socia
que afligen a todas las regiones del mundo, los países vencedores lista y la conquista del poder por vías parlamentarias de parte del
no pueden vender sus propias mercancías y, así, aun entre ellos se partido de los trabajadores. Los distintos y pequeños grupos co
extienden la carestía y la desocupación. Las deudas y la deprecia munistas de Inglaterra debían reunirse en un partid o unitario y
ción de las monedas han arruinado por com pleto el m ecanism o sostener, en prim er lugar, dentro de la lucha parlam m t iria, al
partido laborista. N aturalm ente, contra lo1- pan idos burgueses. So
de la econom ía m undial im perialista.
Pero, sin embargo, L en in insiste en su convicción: no es posible lamente más tarde los comunistas podrían .la rn ir en Inglaterra
fundar esperanzas sobre una caída autom ática del capitalism o. el lugar del partido laborista. Lenin pensaba, y con ju sticia, que
Siempre los im perialistas podrán encontrar una vía de salida, m ien un gobierno socialista de trabajadores en Inglaterra m ejoraría la
posición internacional de la R u sia de los soviet.
tras no sean abatidos por la revolución consciente y preparada de
los oprimidos. Y a tal revolución deben concurrir los proletarios Ya hemos mostrado cóm o en 1919 y i 920 bu obreros europeos,
desde los más diversos campos, convergían leuda la III Internacio
y los pueblos coloniales.
nal. Estos obreros estaban convencidos ahora de la necesidad de
L a unión de proletarios revolucionarios de los países capitalistas avan una expresa revolución con la guía y según el espíritu de los bol
zados con las masas revolucionarias de los países donde no hay, o casi cheviques. Ju n to a ellos aparecían los radicales utopistas, tan ru
no hay proletariado, con las masas oprim idas de los países coloniales de damente atacados por Lenin. Pero además de la desviación de iz
O riente, esta unión se convierte en realidad en el presente congreso.3 quierda, que le hubiera podido arru in ar la revolución, había tam
bién un peligro de derecha, al que Lenin consideraba todavía como
Los indios y los chinos también se levantarían contra el impe algo peor.
rialismo: se trataba de llevar el movimiento soviético aun a los paí L a guerra había destruido el viejo radicalism o de la II In tern a
ses no capitalistas. “No serán (soviet) obreros, pero serán soviet cional: la actitud de los radicales no obligaba a acciones verdade
campesinos o de trabajadores.” Ahora como antes, para Lenin la ramente revolucionarías, y ya no eran posibles en esos partidos (pie
revolución mundial no es una cuestión típica del proletariado, sino habían votado los créditos de guerra. En general, tampoco era po
la revuelta dem ocrática de la hum anidad contra el imperialismo. sible en esa Internacional, que podía alim entar un “reforrnismo”
N aturalm ente, no debían esperarse grandes revoluciones a breve tal. Muchos obreros europeos, aun muchos funcionarios y dirigen
plazo en Asia o en África, capaces de llevar un alivio a la Rusia tes del movimiento obrero, no querían renunciar a la vieja actitud
de los soviet: sólo la propagación de la revolución en E uropa cen radical de intransigencia y de oposición a todo compromiso, ni
tral podría acarrear un solícito socorro. Lenin, en 1920, recomendó adaptarse a la necesidad de no pensar en el objetivo final, de no
a los obreros alemanes que por u n tiempo, y en el bien de su futu hablar del objetivo final. Todavía estaban muy lejos de querer
ra victoria, reconocieran el tratado de Versalles, así como Rusia realizar el socialismo con la rebelión: pero en los años 1919 y 1920,
buscaban un nuevo apoyo espiritual, y creían encontrarlo en el
3 V. I. Lenin, II Congreso de la Internacional Comunista. Inform e sobre la bolchevismo.
situación internacional y las tareas fundamentales de la Internacional Comu * Aquí estaba la heroica acción revolucionaria, la realización del
nista, en Obras, vol. xxxi, pp. 222-223.
126 CULMINACIÓN DEL MOVIMIENTO REVOLUCION \RI0 CULMINACIÓN DEL M O VIM IEN TO REVOLUCIONARIO 127
socialismo, la ruptura decisiva con el capitalism o. Q uien entrara a da¡ a disgregado. Prefería salir del partido él mismo con sus pro
form ar p an e de la I I I In tern acio n al tendría algo de estas conquis pios secuaces.
tas, lavaría la “vergüenza” de 1914. T a m b ié n se podría, con refe Lenin escribió frases sumamente significativas sobre la situación
rencia al período radical prehélico, desarrollar la vida de las orga italiana:
nizaciones. E l desarrollo típico de esta concepción tuvo lugar en
Italia. Serrati no ha com prendido la peculiaridad del m om ento de transición
Ya se ha mostrado en qué circunstancias absolutam ente exte por que atraviesa Italia, donde, según opinión general, son inm inentes ba
riores y accidentales el partido socialista italian o íntegro había tallas decisivas del p roletariado con tra la burguesía p o r la tom a del poder
llegado a rechazar los créditos de guerra. Ese partido h ab ía evitad ! estatal. En tales m omentos, no sólo es absolutam ente im prescindible sepa
así el pecado original de 1914, y podía en trar sin escisiones en ly rar del partido a los mencheviques, reformistas y partidarios de T u rati,
sino que inclusive puede resu ltar ú til separar de algunos puestos respon
I I I In tern acio n al, continuando sin interrupciones la tradición arr
sable;-. a excelentes comunistas, capaces de vacilar y que revelan su vacila
terior de la guerra. En Italia, entonces, se constituyó una sor! a en ción en buscar la unidad con los reform istas.4
denté situación: no sólo los radicales de antes de la guerra, en sy
conjunto (26) form aban parte de la III Internacional, sino tana L enin continúa diciendo que quiere aportar un ejemplo tangi
bién los reformistas (2a). i; ble. Y cuenta que inm ediatam ente antes de la revolución rusa de
E n tre los secuaces europeos de la III Internacional h ab ía poi octubre, y rápidam ente luego de la misma, un grupo de óptimos
lo tanto una m ulticolor mezcla de tendencias y de convicciones! comunistas rusos había caído en un error, “que actualm ente se re
Ju n to con los reformistas y con los radicales oficiales del tipo di cuerda de m ala gana entre nosotros”. L en in describe aquí las vaci
preguerra, encontramos allí revolucionarios activos, decididos i laciones del grupo de Zinóviev y Kámenev en tiempos de la revo
im itar el m odelo bolchevique y, además, radicales utopistas, slri lución de octubre. R ecu erd a cómo esos hombres, en el momento
dicalistas y viejos seguidores de Rosa Luxem burg. Los jóvenes par decisivo, renunciaron a la dirección del partido, sin que ello fuera
tidos comunistas europeos hubieran podido alcanzar gradualmentf para nada una desgracia. Efectivam ente:
una unidad de todos estos elementos, mediante la autocrítica y laf
experiencias propias de las masas. Pero no h a b ía tiempo para ut En v ísp era de u n a revolución y en los momentos de la m ás encarniza
desarrollo orgánico tal: era necesario constituir rápidam ente ei da lucha por la victoria, las m enores vacilaciones dentro del p artid o son
las principales naciones europeas partidos comunistas aptos par: capaces de m alograrlo todo, de h acer fracasar la revolución, de arrancar
el combate, capaces de pasar sin retrasos a la revolución. el poder de las m anos del proletariado, pues este poder no es firme to
Pero el presupuesto de un partido combativo, de acuerdo con 1| davía, ya que los ataques que se lanzan contra él so n aún demasiado
concepción bolchevique, era una fuerte y com bativa dirección pal fuertes. Si e n tales m o m e n to s los líderes vacilantes se alejan, eso no debi
tidaria, y p ara que ella se pudiera constituir se hacía indispensg lita. sino que refuerza, tan to al partido como al movim iento obrero y a
la revolución. Italia a tra v ie sa ahora p o r tales m om entos.5
ble alejar sin miramientos de las posiciones directivas del partid!
a todas aquellas personas sospechosas de la m enor vacilación di!
Según Lenin, el Partido Socialista Italiano no solamente debía
rante la revolución. excluir al grupo de T u ra ti; también debía perm itir que se fueran
Justam ente ése fue el motivo por el cual Lenin pretendió dé
Serrati y sus amigos. E l partido, como consecuencia de estas decisio
partido socialista italiano el alejam iento del viejo grupo revisid
nes, habría de vigorizarse en el m om ento de la revuelta. Luego de
nista, dirigido por T u rati. Ante esta exigencia, el partido socialisf
la victoria de la revolución, los elementos sinceros que se habían
italiano se dividió en tres sectores: el ala derecha, con el mism
alejado en el m om ento de la revolución reconocerían sus propios
T u ra ti; el ala izquierda, que adoptó la concepción leninista y, e errores, y volverían. Dice Lenin al respecto:
fin, una vasta corriente de centro, correspondiente más o menos
la de los radicales de la preguerra, y conducida por Serrad. 1 Incluso es probable que p arte de los mencheviques italianos, partida-
grupo de Serrati desaprobaba en el fondo, con decisión, la aci
4 V. I. Lenin, A propósito de la lucha en el seno del Partido Socialista Ita
tud del ala derecha, pero el mismo Serrati temía que, con la expi: liano, en Obras, vol. xxxi, p. 370.
sión de los secuaces de T u rati, el movimiento obrero italiano qu 5 Jbid., p. 370.
CXLM irs \ c ;ó \ I*U \ !0 ' IM ÍE N ' O KEVOLUCION.
6 Ibid.j p. 372.
CULMINACIÓN del m o v im ie n t o r e v o l u c io n a r io 129
afiliad O' t ilim itada autoridad sobre las masas. Ese directorio con
duciría la revolución.
En R usia, el dichoso país de los revolucionarios profesionales,
era posible erigir un directorio tal, pero Cn - E uropa no había
hombres capaces de cu m p lir la tarea. Aun adm itiendo que un re
volucionario de esa laya se ocu ltara tras las apariencias de algún
redactor de periódicos obreros o de algún fideicomisario ale fáb ri
ca, ¿con qué método hubiera sido posible descubrirlo tan ráp i
damente? E n la misma R usia, el directorio central bolchevique con
ducido por L en in no h ab ía conquistado la confianza de las masas
sino paulatinam ente, con una evolución que duró años y años. E n
tonces ¿cómo podía arrastrar consigo a la m ayoría del pueblo una
dirección improvisada del partido en A lem ania o en Italia?
Por lo tanto, la dirección central comunista europea podía ser
constituida sólo con medios mecánicos de autoridad. E l hecho de
ser o no revolucionario se podía reconocer por ahora solam ente en
cuanto uno aceptara o no de buena gana las resoluciones emana
das de los rusos. Por eso se establecieron 21 condiciones que to'do
partido debería aceptar si quería entrar en la III Internacional.
El tenor de la séptima de esas condiciones es el que sigue:
Los partidos que deseen pertenecer a la Intern acion al Com unista de
ben adm itir la necesidad de rom p er com pleta y absolutam ente con el re-
formismo y la política “centrista”, y h acer la propaganda de esta ruptura
entre los más amplios círculos de sus afiliados. De lo contrario no es po
sible una política com unista consecuente. L a In tern acion al Comunista
exige incuestionable y p eren toriam ente que esta ru p tu ra se efectúe en el
plazo más breve. L a In tern acion al Com unista no puede acep tar que los
reformistas declarados, com o por ejem plo T u ra ti, M odigliani y otros
tengan el derecho de ser considerados miembros de la III In tern acion al.
T a l estado de cosas llevaría a la II I In tern acion al a parecerse en mucho
a la difunta II In tern acio n al.7
Los partidos que deseen ingresar ahora en la I I I In tern acion al, pero
que todavía no m odificaron radicalm ente su táctica, deben h acer lo ne
cesario, antes del ingreso, p ara que su com ité central y los más im portan
tes organismos centrales de su partido estén compuestos, p or lo menos
en dos terceras partes, de cam aradas que ya antes del II Congreso de la
Intern acion al Com unista se hayan m anifestado públicam ente, con toda
8 I b i d ., p . 2 0 3 .
CÜLMfN ACIÓN DHL M O V IM IE N T O R E V O L U C IO N A R IO 131
9 Ibid., p. 199.
132 CULMINACIÓN D L L M O L IM IE N T O R E V O L U C IO N A R IO
2 V. I. Lenin, I I I C on greso ... Tesis del informe sobre la táctica del P.C.i'.,
en Obras, vol. xxxn , p. 452.
3 V. I. Lenin, Sobre la cooperación, en Obras, vol. xxxm , pp. 433-437.
EL GRAN CAMBIO D E RU TA DE 1921
5 Tesis sobre la táctica, en Los cuatro primeros congresos, cit., pp. 43-44 y 46.
8 Resolución sobre el papel del partido comunista en la revolución proleta
ria, en Los cuatro primero, ion t os, cit., primera parte, Cuadernos de Pa
sado y Presente, n? 43, p. 131.
el gran c a m b io de ru ta de 1921
147
paña tenían la mayoría de los obreros, tam bién rom pieron sos
laciones con la I I I Internacion al, y lo mismo lñzo en Alemania 1
pequeño P artid o Com unista O brero ( k a p d ). Fuera de E u r c .
y por todas partes, el in flu jo com unista era muy débil.
E n tales circunstancias, y d urante los años posteriores a 19zi,
hubiera sido posible una reconstrucción de la In tern acio n al Socia
lista capaz de abrazar nuevamente a la mayoría de los obreros. En
el conjunto de las naciones, los comunistas se habían reducido a
una m inoría: pero durante un gran movimiento revolucionario,
una m inoría activa puede transformarse en la m ayoría del pueblo:
el ejemplo de los bolcheviques rusos en 1917 lo demuestra. Pero
ahora, el III congreso m undial confiaba a los partidos comunistas
la tarea de reconquistar en todo lugar la m ayoría de la clase obrera,
a través de la conducción hábil y exitosa del proletariado en su
lucha cotidiana. Y esta tarea era irrealizable. E l hecho era que la
socíaldemocracia gozaba de una larga y afortunada tradición en la
conducción de la lucha económica, sobre todo en los sindicatos.
Los comunistas, a lo sumo podían derrotarla en el cam po de la
revolución, jamás en el de la lucha por los salar'm los comunistas
habían conquistado vastas masas de obreros europ os por el hecho
de haberlas arrancado a las luchas pacíficas de cada día para lan
zarlas a la gran lucha política, a la decisiva lucha política. E n cam
bio, ahora, los mismos comunistas tendrían que llevar de nuevo
a los obreros a las luchas particulares, es decir, a ese terreno donde
los organizadores socialdemócrátas, instruidos por la experiencia,
eran imbatibles.
P or otro lado, podía suceder que así se hubiera llegado a un es
tado de cosas duradero. En Europa, una m inoría de obreros comu
nistas estaría contra una mayoría socialdemócrata, ele manera tal
que ambas, mayoría y m inoría, concurrieran a un mismo objetivo,
es decir, a los éxitos particulares. Y ambas querrían trabajar ju n
tas en los sindicatos, Pero entonces, en ese caso, nuevamente debe
ría adquirir valor de actualidad esta cuestión: ¿para qué servía to
davía la existencia del partido comunista? H asta el I I I congreso,
la diferencia entre los comunistas y los socialdemócratas había
sido clara e inequívoca: los comunistas sostenían la necesidad de
la revolución obrera inm ediata y violenta, mientras los socialde
mócratas negaban la posibilidad de esa revolución inm ediata. Pero
ahora, también los comunistas aplazaban el objetivo final para un
futuro tan lejano que no se podía contar con él. Ellos aseguraban
a los obreros, es verdad, que más tarde harían la revolución, y que
entonces los socialdemócratas los traicionarían nuevamente: pero
EL GRAN C A M B IO D E RUTA D I JIM i
151
2 M arx y Engels, Prefacio a la edición rusa del Manifiesto del Partido Co
m unista, 1882, en Obras escogidas en dos tomos, Moscú, Ediciones en Lenguas
E xtranjeras, 1955, t. I, p. 16.
EL LEGADO DE LENIN 161
política exterior rusa sería aigo muy ú til'q u e un partido com unista
dependiente de R u sia dom inara-■a un país europeo Im p ortante:
pero, desde 1921, los com unistas no han logrado conquistar el po
der en país alguno fuera ele R usia. Además, no tem an la m enor es
peranza de que ello sucediera, v tam poco han podido ejercer nin
gún in flu jo serio sobre dos gobierno1' en el poder.
L a política exterior rusa, si quieie tener éxito, debe hacer Lis
cuentas con los gobernantes, los partidos y los gobiernos existentes:
y las relaciones rusas con Mussolini, con Kemal Pashá, con la
república alemana, con Inglaterra, no están facilitadas por la exis
tencia de los respectivos partidos comunistas: más bien, están en
torpecidas. L a diplomacia rusa trab ajaría m ejo r y con m ayor éxito
si no estuviera com prom etida por la existencia de la I I I In tern a
cional. L a organización de la diplom acia rusa, como tam bién la
del com ercio exterior, es absolutam ente independiente de la orga
nización de la I I I Intern acion al. Es verdad que las dos se conectan
al mismo punto, a la dirección central del partido comunista ruso.
Pero quien tiene el poder en R u sia sabe muy bien que, si pretende
el éxito de su propia política exterior, no debe m ezclarla con la
In tern acio n al Com unista.
Además, la R u sia de los soviet tendría un fuerte interés en que
los obreros de todo el mundo la viesen con buenos ojos. F u 'a
mayoría del proletariado internacional, desde 1921, está de u a
junto a la socialdemocracia, y los continuos ataques com m ras
contra los funcionarios socialdemócratas, por cierto, no pueden na
cer avanzar la amistad con Rusia. U n socialdemócrata no puede ser
amigo de Rusia gracias al partido comunista sino, solamente, a
pesar del partido mismo. L a actividad de la Internacional Comu
nista, en lugar de abrir, cierra el camino para que la R u sia de los
soviet alcance a la mayoría de las clases obreras europeas y ame
ricanas. Más adelante demostraremos cómo la existencia de la III
Internacional incluso ha dañado las relaciones de ía Rusia de los
soviet con los pueblos asiáticos que luchan contra el imperialismo.
Entonces, los partidos comunistas extranjeros no pueden aportar
ninguna ayuda real a la reconstrucción rusa } , por otro lado, cons
tituyen un grave perjuicio para las relaciones lusas con el exterior.
Resulta ampliamente extraño que el gobierno soviético no se haya
alejado de la III Internacional ya desde un buen tiempo atrás. En
realidad, los gobernantes bolcheviques, en los últimos diez años, han
intentado dos veces la liquidación de la Internacional Comunista:
con la táctica del frente único en los años de 1921 a 1923 y con la
acción por la unión de los sindicatos, de 1925 a 1927. Pero ambas
EL LEGADO DE LENIN 163
munista.
10. S T A L IN C O N T R A T R O T S K I (DE 1921 A 1927;
[174]
s-¡ AJAN CONTRA TROTSKI 175
Pero en diciem bre del mismo año» Stalin exp licaba que sus pro
posiciones de abril eran falsas: se hacía necesario reverlas. Ahora
dividía la cuestión en dos interrogantes. Prim er interrogante: ¿exis
te en R usia una absoluta garantía contra una restauración del or
denamiento burgués? U na garantía tal significaría la exclusión
absoluta de toda posibilidad de intervención m ilitar ex tran jera en
R usia: y para ello, como lo admite todavía el mismo Stalin, hubie
ra sido necesaria la victoria de la revolución obrera por l o 'menos
en algunos países avanzados.
En segundo lugar, se trata de la posibilidad de establecer una
sociedad íntegramente socialista en un solo país: Stalin contesta
el interrogante con una decidida afirmación. El cam ino que lleva
al socialismo no es sino el que ya Lenin mostrara en 1923: una
acentuada industrialización de Rusia, a la par de una reunión de
los campesinos en cooperativas. Con una audaz política de parti
do, el sector preponderante de los campesinos rusos podría ser ab
sorbido en la sociedad socialista.
Para Stalin, los campesinos rusos no son la misma cosa que los
campesinos de los países europeos. En estos últimos, ellos han reci
bido su propia tierra de la burguesía liberal, cuando esa burgue
sía combatía contra el feudalismo; así, los campesinos se han con
vertido allí en reserva de la burguesía. Por el contrario, los campe
sinos rusos han recibido la tierra y la paz del proletariado, trans
formándose por lo tanto en una reserva del proletariado mismo.
Además, en Europa la economía rural sigue su propio desarrollo
con la égida del capitalismo, y con todas sus crisis. Tam bién, con
el emp obreci m ien to progresivo de estratos cada vez más amplios
de la población rural. En Rusia, en cambio, el poder de los soviet
impide el ascenso del capitalismo y, por lo tanto, el desarrollo del
sector agrícola está dirigido hacia el socialismo.
Si la economía rusa se encuentra en el camino del socialismo
lum bre oratoria de la In tern acio n al Com unista, lo> jetes de los
sindicatos ingleses, que habían in teirom p id o la huelga general,
fueron llamados “crumiros, traidoies a la dase y agente^ de la bu r
guesía*’.
Los dirigentes de la oposición rusa, T ro tsk i y Zinóviev, tam bién
utilizaron esas benévolas expresiones para los jefes del m ovim iento
obrero inglés. L a oposición reprochó a Stalin haber puesto un velo
sobre “la traición de clase” de los “reform istas ingleses” por mez
quinas razones políticas. Y agregaba que todas las críticas dirigidas
por los comunistas ingleses a la socialdem ocracia de su país no
tenían valor alguno y que todo el trabajo del partido com unista
inglés era un trab ajo sin esperanzas. E llo en cuanto los jefes social-
demócratas ingleses, en cualquier circunstancia, podrían apelar a
la aprobación de la R usia de los soviet y de los bolcheviques.
E n realidad, los hechos ingleses de 1926-1927 h abían desnudado
de m anera irrem ediable la am bigüedad de la p olítica oficial bolche
vique. O los bolcheviques daban la razón a los socialistas ingleses,
y entonces debían disolver la. Internacional C om unista, o en caso
contrario se proponían seguir siendo comunistas, y entonces debían
hacer tam bién una p olítica com unista independiente, y rom per con
los socialistas ingleses. Así, en 1927, Stalin se h allab a en la encru
cijada, no menos para la política exterior que para la interior.
Todas las contradicciones en que se debatía la p olítica de los
bolcheviques hacia Inglaterra se repitieron, empeoradas y con trá
gicas consecuencias, durante la revolución china. E n los años de la
posguerra, los progresos de la Rusia de los soviet habían encontrado
entusiastas ecos en todos los países asiáticos, y los patriotas que lu
chaban contra el dominio extranjero y contra el imperialismo eu
ropeo y norteam ericano en las posesiones asiáticas vieron en los
bolcheviques a sus aliados naturales. L a Rusia de los soviet había
renunciado a todos los pactos opresores impuestos por el zar a los
pueblos asiáticos sujetos a él. Sólo los derechos sobre los ferrocarri
les de M anchuria septentrional fueron conservados por el soviet,
abriendo así, hasta hoy, el camino para un posible litigio.
L a solidaridad con la revolución rusa era en China aun más fuer
te que en los otros países asiáticos. Allí, el movimiento de libera
ción nacional se había corporizado en el partido del Kuom intang,
fundado por el doctor Sun Yat-sen. L a dirección espiritual del par
tido estaba en manos de los jóvenes intelectuales, y especialmente
de los estudiantes de cultura europea. En la lucha contra el impe
rialismo extranjero, el Kuom intang reunió a su alrededor la masa
de los obreros y de los campesinos chinos, pero también pertenecían
a él comerciantes y propietarios de tierras. En la cuestión social, la
STALIN CONTRA TROTSKI 193
[198]
“ s o c ia l is m o en un so lo p a ís ’1 199
3 Ibid., pp. 3 2 1 -3 2 2 .
200 “ s o c ia l is m o EN UN so l o PA ÍS"
Los aparatos ucl estado v del partido colaboran con todos los
medios en el aum ento de la producción industrial. Inclusive con
la ayuda de los sindicatos, se lleva la capacidad de tra b a jo de los
obreros hasta lím ites m áxim os: ello, en cuanto desarrollar la in
dustrialización significa, para la teoría oficial del partido, entrar
directam ente en el socialismo. E l partido y el gobierno hacen a las
fábricas exigencias tan enormes que resulta im posible satisfacerlas.
Pero el p orcen taje en que la producción de 1931 ha perm anecido
por debajo del program a prestablecido es significativo. D ebían
producirse 83 millones y medio de toneladas de carbón, y sólo se
llegó a las 58. Para el acero se preveían 8 800 000 toneladas, pero
se produjeron 5 300 000. L a industria del petróleo se desarrollaba
rápida y exitosamente: sin embargo, apenas alcanzó 22 300 000 to
neladas, contra las 25 500 000 programadas. Tam bién para el año
1932 se han asignado a las distintas ramas de la industria metas
sumamente altas, y las cifras, en su conjunto, son todavía más eleva
das que las de 1931, por otro lado no alcanzadas. Y se ve claro que,
con un trabajo tan difícil, la calidad de las mercaderías debe re
sentirse. . .
P or ahora, el plan de industrialización ruso da más im portancia
a la industria pesada y al aumento de la producción de las m ate
rias primas y de las maquinarias. Esto resulta absolutamente ju sto
desde el punto de vista de la economía nacional: sólo este camino
llevará a Rusia al desarrollo de una industria m oderna e indepen
diente. Pero, con ello, la industria de los productos m anufactura
dos y de aquellos bienes directamente necesarios para la vida por
el m om ento queda descuidada. Así, el poderoso ascenso de la pro
ducción industrial rusa en los últimos años no ha resuelto aún de
m anera alguna la escasez de mercaderías que afecta a la población.
Debido al extraordinario aumento de fuerzas obreras necesarias
para sus industrias, sus transportes, etc., Rusia ha logrado vencer
la desocupación. Se trata de un éxito del gobierno de los soviet, de
significado mayúsculo en el contexto de la actual crisis mundial.
El gobierno soviético puede jactarse con razón en este aspecto:
desde un punto de vista psicológico, es un logro notable para la
clase obrera rusa, porque si en la Rusia soviética existiera todavía
un ejército de un millón de desocupados, el abismo entre la m ito
logía socialista oficial y la realidad seguiría siendo especialmente
doloroso.
Los objetivos de la política agraria de Stalin en 1928 eran: el
paulatino sometimiento de la clase de los kulaks y el aceleramien
to de la constitución de cooperativas agrícolas. Stalin quería evitar
resoluciones dramáticas, porque temía posibles consecuencias desas
“ s o c ia l is m o en ün s o lo p a ís ” 203
nueva vida al com ercio inlei medio privado, pero las instituciones
pueden establecer su* propios despachos de venta.
Hay «los circunstancias que vuelven imponible un eficaz control
de la econom ía agrícola por el estado: la inm ensa extensión del
territorio ruso y el gran núm ero de las fam ilias de colonos. Los
consorcios agrícolas podrían constituir al fin un cómodo biom bo
para nuevas tendencias de los kulaks. Si los miembros de las coope
rativas agrícolas soviéticas estuvieran animados por sentimiento*
unitarios socialistas, y no por un egoísmo agrario, Rusia ya no co
nocería las dificultades del abastecimiento alimentario. El ejerci
cio de la venta por las cooperativas prósperas anim ará nuevamen
te en ellas el espíritu del negocio. Al mismo tiempo, se presenta
un serio problema: ¿qué sucederá con aquellas fam ilias de colo
nos pobres, que no pueden hacer pie ni en una cooperativa que
trab aja bien, ni en una industria? Ya desde ahora se vislumbran
ciertos signos de la formación de una nueva clase de miserables.
L a nueva ruta de la política de los soviet, inaugurada por Stalin
en diciembre de 1927, cambió sus relaciones con cada una de las
tendencias existentes en el partido comunista ruso. El llam ado vira
je a la izquierda hecho por Stalin desbandó a la oposición: los vie
jos bolcheviques, conducidos por Zinóviev y Kámenev, hicieron las
paces con el gobierno, pero, naturalm ente, ya no se les asignó nin
gún cargo de confianza. Trotski se quedó de nuevo solo, con sus
amigos más cercanos, pero no lo espantó que el grupo de Zinóviev
lo abandonara. T an to , que se lanzó a atacar a Stalin y a su ten
dencia con violencia aún mayor, hasta que, en 1929, fue expulsado
de Rusia por la fuerza. Trotski, consignado al gobierno turco ami
go de los rusos, debió fijar su domicilio en una isla cercana a
Constantinopla. Allí, en los últimos años, ha desarrollado una po
derosa actividad como escritor, luchando sin tregua contra la teo
ría del socialismo en un solo país, criticando los errores de la buro
cracia dom inante en Rusia, exigiendo el derecho de los obreros
rusos a la autodecisión y una política resuelta, internacional, pro
letaria.
Desde 1928, la gran m ayoría de los obreros rusos y de los miem
bros del partido están nuevamente jun to a Stalin y a la dirección
central. E n la cam paña, en cambio, las usurpaciones radicales del
gobierno de los soviet llevaron a la ru ptu ra con la fracción dere
chista del partido comunista ruso, amiga de los campesinos. Pero
Stalin, sin demasiado esfuerzo, también ha sometido a esa fracción,
y Ríkov, B ujarin y Tom ski han sido eliminados de sus puestos de
responsabilidad. Puede sorprender que estos dirigentes no hayan
demostrado más fuerza en la lucha contra Stalin: la tendencia na
“ s o c ia l is m o en un so lo p a ís ’1 207