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7 ^ fu n ción u tó p ic a e n su d isc u r so
tu Montaruli
uccion
Presentar a Simón Bolívar significa no sólo indagar en los momentos
Es? reportantes de la historia de Nuestra América sino, además, navegar
pv vida a la vez intensa y llena de pasión por la causa de la emancipa-
o c rre lo convirtió en un personaje único y difícil de abarcar.
¿zz :n José Antonio de la Santísima Trinidad nació en Caracas el 24 de
j^ n ie 1783, hijo de Juan Vicente Bolívar Ponte y de doña María de la
•■acepción Palacios. Pertenecían a la clase social de los mantuanos -el
proviene de las mantillas usadas por las mujeres para asistir a
eran aristócratas de raza blanca, descendientes de los conquistado-
m~. rué aspiraban a poseer el poder político de los gobernantes enviados
p r La Corona española. Simón quedó huérfano de padre y madre a corta
«La i tuvo por maestro a Simón Rodríguez, quien lo acompañaría en el
•amento de su famoso juramento de libertad a América. Viajó reiteradas
a Europa, conoció a naturahsta Alexander von Humboldt y al físico
Bonpland. En 1816 decretó la bbertad a los esclavos. Durante 1819
7t - uso la creación de la República de Colombia, que se dividió en tres
P r urtamentos: Venezuela, Cundinamarca y Quito. En 1820 la Asamblea
Exuberante acordó dar el nombre de Bolívar a las cuatro provincias altas
ae Alto Perú. Murió desilusionado de su principal objetivo, la causa indo
m ia. el 17 de diciembre 1830.
La vida de Bolívar está signada por triunfos, derrotas, dolor, amor, lu-
-u incansable por alcanzar sus metas. Sin vacilaciones al momento de
cspojarse de sus riquezas, superó las pruebas que el destino y los hombres
. uieron poniendo en cada paso.
Siguiendo el anáfisis de Sergio Guerra Villaboy (2003), el contexto his-
uinco de Bofivar puede diferenciarse en tres etapas del ciclo independen
c ia que afectó a Nuestra América: la primera tuvo lugar entre 1790 y
1:14, en la que se consobdó la revolución haitiana; la segunda entre 1808
1il5, en la que se dio la formación de juntas de gobierno autónomas en
[4o ]
46 Silvana Montaruii
I _re: rzsral emergente se hace referencia a aquellos universos axiológicos que expresan de
=? - - .mera los modos de objetivación de la vida moral del sujeto americano y que se hallan
■- z — ' r . o con la lógica moral dominante (Roig. 2002).
48 Silvana Montaruli
libertad política -lo que implica abrir paso a la reorganización de los Esta
dos y a sus formas de gobiernos, así como la sanción de Constituciones y el
establecimiento de alianzas que garanticen el proceso de independencia-
sino además porque el fundamento de todas estas acciones se encuentra en
la conciencia concreta de un sujeto social que hace explícito el reclamo por
el derecho al reconocimiento de su “propia humanidad”. Esta conciencia es
la que anima a todo el proceso independentista y a la utopía unionista
americana que tiene por uno de sus máximos exponentes a la figura de
Simón Bolívar, pero también es la conciencia que hace oír sus voces en las
luchas de todas las masas sociales americanas de esa época. Sumergimos
en las vertientes de nuestro pensamiento implica comprender la carga de
sentido implícita en las categorías que muestran el momento social y polí
tico de la época: la libertad como conciencia, la identidad como búsqueda de
sí mismo y la función utópica que cumple la categoría de integración.
Las categorías de libertad, identidad e integración constituyen los ejes
del pensamiento de Simón Bolívar. Entre las líneas de su discurso es posi
ble descubrir la presencia de un “a priori antropológico” que “recubre las
formas lógicas sobre las que se organiza el pensamiento en cuanto que la
necesaria afirmación del sujeto, su autovaloración, constituye un sistema
de códigos de origen social-histórico, que se pone de manifiesto en la estruc
tura axiológica de todo discurso posible” (Roig, 1981:14). En última instan
cia, lo que juega un papel determinante en los mismos es la autovaloración
del sujeto americano inserta en un “sistema de códigos de origen social-
histórico” determinado y que manifiesta una “estructura axiológica”, que
no es otra que el valor atribuido a la libertad de ese mismo sujeto.
El concepto de dignidad aparece en el discurso bolivariano como “prin
cipio ordenador y de sentido”, tanto de las necesidades como de sus modos
de satisfacción. La dignidad humana es, desde la contingencia, “el univer
sal impulso que nos mueve a todos hacia la autoconstrucción de nuestra
humanidad” (Roig, 2001: IX). El compromiso con la libertad, que Bolívar
asume, no hace sino expresar un grado de madurez en cuanto a la concien
cia de la dignidad del sujeto americano. El fundamento práctico de la ac
ción es ese a priori que plasma en las letras de sus discursos la necesidad
de afirmación de un sujeto colectivo, social, histórico.
En los textos bolivarianos, las categorías libertad, identidad e integra
ción traducen la denuncia de la situación concreta de su contexto histórico,
el reclamo que plantea la necesidad de transformación de esa realidad, la
acción que busca satisfacer el reclamo y se plasma en la gesta independen
tista, la utopía que supone la tensión entre lo real y la búsqueda de satis
facción, a través de la integración latinoamericana. En lo que sigue busca
remos mostrar estas categorías a fin de rescatar aquellos aportes que a
nuestro juicio deben ser considerados como legados para nuestra filosofía.
Scnón Bolívar: las categorías de su pensamiento 49
pensamiento de Bolívar
Desde lo discursivo, en el pensamiento de Bolívar podemos diferenciar
es temáticos relativos a los problemas que tuvo que enfrentar en su ac-
r. :-n libertaria. En primer lugar, se plantea el hecho mismo de la emaneipa-
- hn; como consecuencia inmediata, la pregunta por la identidad que se
c :nvierte en un dilema por resolver debido a las diferencias raciales, socia
les y culturales que conviven en Nuestra América; por último, la idea de
una integración americana que se manifiesta como una estrategia, pero
que paradójicamente se convierte en la “utopía americana”.
El concepto de libertad
La América, al estremecerse al principio de
siglo desde las entrañas hasta las cumbres, se hizo
hombre, y fue Bolívar. No es que los hombres ha
cen los pueblos, sino que los pueblos, con su hora
de génesis, suelen ponerse, vibrantes y triunfan
tes, en un hombre. A veces está el hombre listo y
no lo está su pueblo. A veces está listo el pueblo
y no aparece el hombre.
José Martí, “Nuestra América”
Conclusiones
Reconocer que Bolívar significa para Nuestra América el quiebre con los
universales discursivos totalitarios nos permite afirmar que la historia de
la filosofía se convierte en una crítica del futuro sido a partir del cual se ha
de programar el futuro que será. Por esto Bolívar representa una oposición
a la filosofía de la historia europea que alcanza su expresión más acabada
en Hegel, para quien la historia de la filosofía es un saber que justifica el
futuro desde el pasado. La relación pasado-futuro del hecho revolucionario
hispanoamericano implica un sujeto que se apoya en su propio pasado para
abrirse hacia un mundo de lo posible (Roig, 1989). La presentación analíti
ca de la función utópica en sus tres determinantes requiere tener a la vista
el referente utópico con relación al cual se cumple la anticipación del futu
ro. Este referente queda expresado en el pensamiento bolivariano en la
proyección de una Patria Grande. Apropósito de lo que pueden ser conside
rados “aportes” del discurso bolivariano al pensamiento sobre nuestro pre
sente, cabe señalar que marcó un quiebre con los universales ideológicos de
la Europa conquistadora. Desde su praxis, marcó la génesis de los pueblos
americanos como naciones libres. Desde lo axiológico, fue expresión de la
conciencia y de la moral del hombre naciente. Desde lo utópico, dejó abierto
el camino para las generaciones futuras: la realización de la integración
americana.
¿Cómo asumir en el presente el legado de Bolívar y de otros que como él
emprendieron la travesía utópica de construir repúblicas libres? Nuestro
presente es testigo de diversas expresiones de “emergencia moral”. Se tra
ta entonces de que, tal como sucedió en el siglo XIX, la dignidad del hombre
americano sea el principio ordenador y de sentido de toda praxis transfor
madora, pero, además, se trata de poder superar las limitaciones que impi
dieron la realización de la integración de nuestros pueblos. Para ello, esas
praxis deben necesariamente estar orientadas a recuperar la igualdad y la
justicia social en el interior de cada una de nuestras naciones, teniendo en
cuenta que la integración como fenómeno es resultado de los comporta
mientos que contribuyen a la consolidación de múltiples interrelaciones
que van estableciendo un patrón socioeconómico y político donde los resul
tados van a estar determinados por las simetrías o asimetrías que se den
entre las partes que participan. Ello explica el hecho de que todo proceso
integracionista presenta sus contradicciones, que deben ser atendidas y
resueltas en favor del bien común. En este sentido, la Patria Grande con la
que soñaron los pensadores del siglo XIX sólo es posible desde una posición
Simón Bolívar: las categorías de su pensamiento 57
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58 Silvana Montaruli
¿Con que éste es el pueblo de Rómulo y Numa, de los Gracos y los Horacios, de
Augusto y de Nerón, de César y de Bruto, de Tiberio y de Trajano? Aquí todas las
grandezas han tenido su tipo y todas las miserias su cuna. [...]
Este pueblo ha dado para todo, severidad para los viejos tiempos, austeridad
para la República, depravación para los emperadores, catacumbas para los cristia
nos, valor para conquistar el mundo entero; ambición para convertir todos los Esta
dos de la tierra en arrabales tributarios, mujeres para hacer pasar las ruedas sacri
legas de su carruaje sobre el tronco destrozado de sus padres, oradores para conmo
ver, como Cicerón; poetas para seducir con su canto, como Virgilio; satíricos, como
Juvenal y Lucrecio; filósofos débiles, como Séneca; y ciudadanos enteros, como Ca
tón. [...]
Este pueblo ha dado para todo, menos para la causa de la humanidad: Mesali-
nas corrompidas, Agripinas sin entrañas, grandes historiadores, naturalistas in
signes, guerreros ilustres, procónsules rapaces, sibaritas desenfrenados, aquilata
das virtudes y crímenes groseros; pero para la emancipación del espíritu, para la
extirpación de las preocupaciones, para el enaltecimiento del hombre y para la per
fectibilidad definitiva de su razón, bien poco, por no decir nada.
¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi
honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma,
hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!
y jamás serían creídas por los críticos modernos, si constantes y repetidos docu
mentos no testificasen estas infaustas verdades. El filantrópico obispo de Chiapas,
el apóstol de la América, Las Casas, ha dejado a la posteridad una breve relación de
ellas, extractadas de las sumarias que siguieron en Sevilla a los conquistadores,
conel testimonio de cuantas personas respetables había entonces en el Nuevo Mundo,
y con los procesos mismos que los tiranos se hicieron entre sí, como consta por los
más sublimes historiadores de aquel tiempo. Todos los imparciales han hecho justi
cia al celo, verdad y virtudes de aquel amigo de la humanidad, que con tanto fervor
y firmeza denunció ante su gobierno y contemporáneos los actos más horrorosos de
un frenesí sanguinario.
¡Con cuánta emoción de gratitud leo el pasaje de la carta de usted en que me
dice “que espera que los sucesos que siguieron entonces a las armas españolas acom
pañen ahora a las de sus contrarios, los muy oprimidos americanos meridionales”!
Yotomo esta esperanza por una predicción, si la justicia decide las contiendas de los
hombres. El suceso coronará nuestros esfuerzos porque el destino de la América se
ha fijado irrevocablemente; el lazo que la unía a España está cortado; la opinión era
toda su fuerza; por ella se estrechaban mutuamente las partes de aquella inmensa
monarquía; lo que antes las enlazaba, ya las divide; más grande es el odio que nos
ha inspirado la península, que el mar que nos separa de ella; menos difícil es unir
los dos continentes, que reconciliar los espíritus de ambos países. El hábito a la
obediencia; un comercio de intereses, de luces, de religión; una recíproca benevolen
cia; una tierna solicitud por la cima y la gloria de nuestros padres; en fin, todo lo
que formaba nuestra esperanza, nos venía de España. De aquí nacía un principio
de adhesión que parecía eterno, no obstante que la conducta de nuestros dominado
res relajaba esta simpatía, o, por mejor decir, este apego forzado por el imperio de la
dominación. Al presente sucede lo contrario: la muerte, el deshonor, cuanto es noci
vo, nos amenaza y tememos; todo lo sufrimos de esa desnaturalizada madrastra. El
velo se ha rasgado, ya hemos visto la luz, y se nos quiere volver a las tinieblas; se
han roto las cadenas; ya hemos sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo
esclavizarnos. Por lo tanto, la América combate con despecho; y rara vez la desespe
ración no ha arrastrado tras sí la victoria. [...]
¿Y la Europa civilizada, comerciante y amante de la libertad, permite que una
vieja serpiente, por sólo satisfacer su saña envenenada, devore la más bella parte
de nuestro globo? ¡Qué! ¿Está la Europa sorda al clamor de su propio interés? ¿No
tiene ya ojos para ver la justicia? ¿Tanto se ha endurecido, para ser de este modo
insensible? Estas cuestiones, cuanto más las medito, más me confunden: llego a
pensar que se aspira a que desaparezca la América; pero es imposible, porque toda
la Europa no es España. [...]
[...] No sólo los europeos, pero hasta nuestros hermanos del norte se han mante
nido inmóviles espectadores de esta contienda, que por su esencia es la más justa, y
por sus resultados la más bella e importante de cuantas se han suscitado en los
siglos antiguos y modernos [...].
Yo considero el estado actual de la América como cuando, desplomado el Imperio
Romano, cada desmembración formó un sistema político, conforme a sus intereses
y situación o siguiendo la ambición particular de algunos jefes, familias o corpora
ciones; con esta notable diferencia, que aquellos miembros dispersos volvían a res
tablecer sus antiguas naciones con las alteraciones que exigían las cosas o los suce-
60 Silvana Montaruli
sos; mas nosotros, que apenas conservamos vestigios de lo que en otros tiempo fue,
y que por otra parte no somos indios ni europeos, sino una especie media entre los
legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles: en suma, siendo noso
tros americanos por nacimiento y nuestros derechos los de Europa, tenemos que
disputar éstos a los del país y que mantenemos en él contra la invasión de los
invasores; así nos hallamos en el caso más extraordinario y complicado; no obstante
que es una especie de adivinación indicar cuál será el resultado de la línea de polí
tica que la América siga, me atrevo a aventurar algunas conjeturas, que, desde
luego, caracterizo de arbitrarias, dictadas por un deseo racional, y no por un racio
cinio probable.
La posición de los moradores del hemisferio americano ha sido por siglos pura
mente pasiva: su existencia política era nula. Nosotros estábamos en un grado to
davía más abajo de la servidumbre, y por lo mismo con más dificultad para elevar
nos al goce de la libertad. Permítame.usted estas consideraciones para establecer la
cuestión. Los Estados son esclavos por la naturaleza de su Constitución o por el
abuso de ella. Luego un pueblo es esclavo cuando el gobierno, por su esencia o por
sus vicios, holla y usurpa los derechos del ciudadano o súbdito. Aplicando estos
principios, hallaremos que la América no sólo estaba privada de su libertad sino
también de la tiranía activa y dominante. [...]
Los americanos, en el sistema español que está en vigor, y quizá con mayor
fuerza que nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para
el trabajo, y cuando más, el de simples consumidores, [...] ¿quiere usted saber cuál
era nuestro destino? Los campos para cultivar el añil, la grana, el café, la caña, el
cacao y el algodón, las llanuras solitarias para criar ganados, los desiertos para
cazar las bestias feroces, las entrañas de la tierra para excavar el oro que no puede
saciar a esa nación avarienta [...].
“Es más difícil”, dice Montesquieu, “sacar un pueblo de la servidumbre, que
subyugar uno libre”. Esta verdad está comprobada por los anales de todos los tiem
pos, que nos muestran, las más de las naciones libres, sometidas al yugo, y muy
pocas de las esclavas recobrar su libertad. A pesar de este convencimiento, los me
ridionales de este continente han manifestado el conato de conseguir instituciones
liberales y aun perfectas, sin duda, por efecto del instinto que tienen todos los hom
bres de aspirar a su mejor felicidad posible; la que se alcanza, infaliblemente, en las
sociedades civiles, cuando ellas están fundadas sobre las bases de la justicia, de la
libertad y de la igualdad [...].
Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del
mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria. Aunque
aspiro a la perfección del gobierno de mi patria, no puedo persuadirme que el Nuevo
Mundo sea por el momento regido por una gran república; como es imposible, no me
atrevo a desearlo, y menos deseo una monarquía universal de América, porque este
proyecto, sin ser útil, es también imposible. Los abusos que actualmente existen no
se reformarían y nuestra regeneración sería infructuosa. Los Estados americanos
han menester de los cuidados de gobiernos paternales que curen las llagas y las
heridas del despotismo y la guerra [...1.
Seguramente la unión es la que nos falta para completar la obra de nuestra
regeneración. Sin embargo, nuestra división no es extraña, porque tal es el distinti
vo de las guerras civiles formadas generalmente entre dos partidos: conservadores
Simón Bolívar: las categorías de su pensamiento 61
y reformadores. Los primeros son, por lo común, más numerosos, porque el imperio
de la costumbre produce el efecto de la obediencia a las potestades establecidas; los
últimos son siempre menos numerosos aunque más vehementes e ilustrados. De
este modo la masa física se equilibra con la fuerza moral, y la contienda se prolonga
siendo sus resultados muy inciertos. Por fortuna, entre nosotros, la masa ha segui
do a la inteligencia.
no lo son; todos deben poseer talentos, y todos no lo poseen. De aquí viene la distin
ción efectiva que se observa entre los individuos de la sociedad más liberalmente
establecida. Si el principio de la igualdad política es generalmente reconocido, no lo
es menos el de la desigualdad física y moral. La naturaleza hace a los hombres
desiguales, en genio, temperamento, fuerzas y caracteres. Las leyes corrigen esta
diferencia porque colocan al individuo en la sociedad para que la educación, la in
dustria, las artes, los servicios, las virtudes, le den una igualdad ficticia, propia
mente llamada política y social [...].
Un gobierno republicano ha sido, es y debe ser el de Venezuela; sus bases deben
ser la soberanía del pueblo, la división de los poderes, la libertad civil, la proscrip
ción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios. Necesitamos
de la igualdad para refundir, digámoslo así, en un todo, la especie de los hombres,
las opiniones políticas y las costumbres públicas. Luego, extendiendo la vista sobre
el vasto campo que nos falta por recorrer, fijemos la atención sobre los peligros que
debemos evitar. Que la historia nos sirva de guía en esta carrera.
La reunión de Nueva Granada y Venezuela en un grande Estado ha sido el voto
uniforme de los pueblos y gobiernos de estas repúblicas. [...]. Ya la veo sentada
sobre el trono de la libertad, empuñando el cetro de la justicia, coronada por la
gloria, mostrar al mundo antiguo la majestad del mundo moderno. [...].
Un gobierno que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz. Un gobierno
que haga triunfar bajo el imperio de leyes inexorables, la igualdad y la libertad.
Señor, empezad vuestras funciones; yo he terminado las mías.