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La pesadilla del Doctor.

Había una vez un hombre muy inteligente que quería cambiar el mundo, el hombre
estudió medicina, pero una rama muy rara; él estudió genética. Ya como doctor pudo crear
una innumerable cantidad de curas para diversas enfermedades. Un día un importante
hombre de negocios lo citó a una reunión y le dijo:

- Quiero que crees un virus, mortífero pero sencillo, capaz de diezmar la


población mundial.
- Y ¿por qué tendría yo que hacer eso? Le contestó el doctor.
- Yo te daré lo que me pidas, te pagaré mucho dinero y te haré famoso, -repuso el
empresario- Tranquilo, es solo para fines educativos.
- Está bien, contestó el doctor. Crearé el virus.

Volviendo a su laboratorio el doctor, puso en marcha su empresa. Dedicó día y


noche por varias semanas, incluso dejó de dormir, y cuando lograba hacerlo tenía pesadillas
horrendas al pensar en el mal que podría desatar en el mudo su terrible creación. Al cabo de
dos meses de arduo trabajo consiguió desencriptar el código genético del virus de la gripe
común. La primera vez que vio su creación a través de un microscopio electrónico se le
erizaron los pelos al pensar que su obra maestra estaba creada.

Lo llamó coronavirus pues los vértices y aristas que poseía el microbio se


asemejaban a la corona de un Rey. Perfeccionó aquella cepa inicial otorgándole el poder de
solo asesinar a las personas mayores de 50 años, pues ellas tendrían menos resistencia a uno
de los alelos que contenía dicho virus. Ultimados los detalles, concretó una nueva cita con
su empleador.

- Buenos días -dijo el doctor al entrar en la oficina del empresario-

- ¿Ya tienes el encargo? –Increpó este a su vez-

- Si, ya está listo. Precisamente para eso venía, quería ultimar los detalles de su
contención. Es peligroso que se libere.

- Tranquilo doctor, confíe en mi, ya tengo todo eso arreglado.

Dicho esto el empresario tomo el cilindro de bioseguridad que cargaba el doctor en


sus manos. Acto seguido ordeno a sus guardaespaldas que escoltaran al doctor a afuera.
Realmente las intenciones del empresario nunca fueron rectas. Él tenía la idea de que la
sobrepoblación mundial en pocos años generaría un colapso de los recursos que extinguiría
la raza humana como la conocemos; por eso necesitaba un cuello de botella evolutivo, que
diezmara la población mundial, para evitar o retrasar el colapso. Ya tenía un plan de acción,
liberaría el biotubo en el mercado de una ciudad china. Eligió la ciudad Wuhan, por su
tráfico de personas, que, diariamente caminan por sus calles, entran y salen de sus negocios.
El virus fue liberado a finales del año, consternando a los médicos locales pues sus
síntomas se asemejaban a los de una gripe normal, que evoluciona convirtiéndose en una
neumonía mortal. Por su diseño genético el virus solo puede contraerse por el contacto con
las mucosas del cuerpo, como la nariz, la boca, los ojos o cualquier herida expuesta. Al
cabo de 3 meses la OMS declaró una pandemia a nivel mundial. Se registraban casos en
todos los países del mundo.

El doctor, vivió con horror como sus peores pesadillas se hacían realidad, como las
televisoras representaban las dantescas escenas de difuntos tirados en las calles, los
gobiernos colapsados. El mundo cayendo en anarquía. Le dieron ganas de no seguir
viviendo, hubiera preferido nunca haber nacido. Estando ensimismado en estas lóbregas
maquinaciones entró en su despacho su mejor confidente, su novia y le dijo:

-Deja de echarte la culpa, amor; ¿no deberías más bien utilizar tu ingenio en crear la
vacuna y salvar a las personas que todavía no están infectadas?

-Tienes razón; voy a ponerme manos a la obra…

Continuará…

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