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Introducción
La lucha por encontrar al sexo en un lugar dentro de las ciencias puede haber costado a
algunos investigadores sus carreras a lo largo del siglo XX, pero los beneficios obtenidos
por estos esfuerzos han sobrepasado los costos. Es a través de esta investigación que la
sociedad ha comenzado a corregir una multitud de mitos y concepciones erróneas sobre el
sexo y el cuerpo humano que predominaron durante la mayor parte de la historia de la
humanidad.
Las investigaciones realizadas por sexólogos a lo largo del siglo XX han permitido
reorientar las expectativas sobre lo que es “normal” cuando se trata de actitudes y
comportamientos sexuales (Lehmiller, 2014). En particular la investigación sobre la
respuesta sexual a partir de la segunda mitad del siglo XX gracias al trabajo iniciado por
William Masters y Virginia Johnson (1960, 1963) ha permitido prevenir y tratar varios
problemas relacionados con la sexualidad y las relaciones de pareja.
En este documento, se abordará la historia de la terapia sexual, así como los principales
modelos teóricos desde sus inicios. Aunque las propuestas de abordaje en terapia sexual
son variadas. En este apartado se revisarán fundamentalmente las propuestas cognitivo
conductuales, las cuales han predominado en el campo de la terapia sexual. Al finalizar, se
revisarán algunas indicaciones acerca de cómo abordar la entrevista clínica en terapia
sexual con el fin de iniciar la exploración de la disfunción sexual en la pareja (Lehmiller,
2014).
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manifestación clara de un problema sexual, mientras que para otras, puede no merecer
mayor atención.
Masters y Johnson (1970) trajeron un renovado sentido de objetividad al estudio del sexo.
William Masters (ginecólogo) y Virginia Johnson (estudiante de psicología y aspirante a
cantante country) trataron de conducir la investigación observacional más elaborada y
científicamente fundamentada sobre el sexo hasta la fecha.
Todo su trabajo se llevó a cabo en un entorno de laboratorio con la última tecnología y con
el máximo profesionalismo. Masters y Johnson observaron miles de respuestas sexuales
completas tanto en hombres como en mujeres y publicaron varios libros influyentes
basados en sus hallazgos, siendo quizás La respuesta sexual humana (Human sexual
response) el más conocido.
A pesar de sus mejores esfuerzos para mantener las cosas en marcha, el trabajo de
Masters y Johnson (1970) no escapó a la controversia. Por ejemplo, como parte de su
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A la luz de esto y las actitudes negativas de la sociedad hacia el sexo en el momento, tal
vez no es sorprendente que muchos consideraran su trabajo inmoral. De hecho, parte de la
razón por la que Masters y Johnson publicaron su trabajo en formato de libro fue porque la
mayoría de las revistas académicas consideraban que su investigación era “pornográfica”.
La popularidad de los libros de Masters y Johnson, unida a la revolución sexual de los años
60 y 70, hizo que el estudio de la sexualidad humana fuera más abierto. Desde entonces,
las actitudes de las sociedades y culturas hacia el sexo se han ido haciendo cada vez más
progresistas y la investigación sobre la sexualidad ha llegado a lograr mayores niveles de
aceptación.
Por otro lado, LoPiccolo y Lobitz (1978) y Rosen, Leiblum y Spector (1994) integran
aspectos de los modelos psicodinámicos y sistémicos, con el fin de mejorar los
procedimientos cognitivo-conductuales, que continúan siendo el tratamiento de la elección
de las disfunciones sexuales aún en la actualidad. Consideraron el contexto relacional de la
pareja y utilizaron la línea base de conducta para el control del progreso de la intervención
(Carey, 1997).
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Para lograr esto, los terapeutas sexuales deben hacer que sus pacientes dejen de
perseverar en lo que se supone que deben lograr cada vez que tienen relaciones sexuales
(es decir, el orgasmo) y, en cambio, relajarse. En otras palabras, se necesita eliminar el
miedo al fracaso en el dormitorio que con demasiada frecuencia se convierte en una
profecía autocumplida. Una manera de lograr esto es que las parejas hagan algo que
parece sin sentido: dejar de tener relaciones sexuales temporalmente.
Luego, las parejas lentamente trabajarán su camino de vuelta a las relaciones sexuales a
través de una serie de técnicas de focalización sensorial. La focalización sensorial puede
ser pensada como un proceso gradual de reacondicionamiento en el cual los individuos
finalmente llegan a asociar la excitación y la actividad sexual con la relajación y el placer en
lugar de la ansiedad. La forma en que esto funciona es que los compañeros comienzan la
estimulación erótica con lentitud, sin exigencias colocadas sobre sí y progresivamente
acumulan intensidad sexual mientras aprenden a dejar ir los miedos y las distracciones
sexuales (Lehmiller, 2014).
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sobre el cuerpo humano (propio y/o de la pareja). Uno de estos enfoques combinados es el
modelo PLISSIT de terapia sexual, desarrollado por el psicólogo Jack Annon (1976).
PLISSIT (permission, limited information, specific suggestions and intensive therapy) es una
sigla que significa “permisos, información limitada, sugerencias específicas y terapia
intensiva”. La idea detrás de este modelo es que la mayoría de las personas que
experimentan disfunción sexual no necesitan terapia intensiva. En su lugar, la mayoría de
las personas solo necesitan un poco de tranquilidad (permiso), una lección de anatomía
(información limitada) o algunas nuevas estrategias sexuales o consejos como la
focalización sensorial (sugerencias específicas). La mayoría de los casos no requieren el
paso final de la terapia intensiva (Lehmiller, 2014).
Masters y Johnson (1970) reportaron una tasa de fracaso del 20% en general, que muchas
personas interpretaron como que sus métodos fueron exitosos el 80% del tiempo. Sin
embargo, parece que el 80% de los no fracasos representó una mezcla de éxitos parciales
y completos, por lo que no se puede inferir necesariamente que el 80% de los problemas
fueron completamente resueltos (Zilbergeld y Evans, 1980).
No hay duda de que la terapia conductual puede generar mejoría para una variedad de
disfunciones sexuales. Vale la pena mencionar que mientras la investigación de la terapia
sexual de Masters y Johnson fue originalmente validada en pacientes heterosexuales, los
investigadores encontraron que administrar el mismo tipo de terapia sexual a parejas del
mismo sexo fue casi igual de efectivo (Masters y Johnson, 1979).
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En última instancia, la meta es remodelar los patrones de pensamiento para hacerlos más
positivos. Este enfoque sería más aplicable a los pacientes que tienen problemas con
focalizarse en cómo son vistos por el espectador o que tienen pensamientos angustiantes
que aparecen en sus mentes durante la actividad sexual. La CBST es razonablemente
eficaz, sin embargo, nuevamente, las tasas de éxito varían según los trastornos y las
definiciones de “éxito” (McCabe, 2001).
c. La Propuesta Farmacológica
La farmacoterapia implica el tratamiento de las dificultades sexuales con medicamentos. El
número de medicamentos con un efecto terapéutico demostrado sobre la disfunción sexual
está creciendo rápidamente. Esta lista incluye la terapia hormonal (suplemento de
testosterona para el deseo disminuido en hombres y mujeres, así como el reemplazo de
estrógeno en mujeres posmenopáusicas con problemas de excitación), Viagra (para el
tratamiento de la disfunción eréctil), ISRS (para el orgasmo prematuro) y bótox (para el
vaginismo) (Lehmiller, 2014).
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1. Los datos demográficos básicos como la edad, la composición del hogar actual, el
trabajo, la duración del tiempo implicado en la relación y el nivel educativo.
2. Breve descripción de la naturaleza del problema.
3. Antecedentes médicos y psiquiátricos.
4. Experiencias psicosexuales de desarrollo, incluyendo la historia de la infancia
sexual, primeras experiencias de coito, mensajes significativos o actitudes sobre el
sexo de los padres y la cronología de la relación sexual actual o más reciente.
5. Relación con la pareja actual, incluyendo sentimientos hacia su pareja actual, y los
problemas no sexuales con su pareja actual (si existen).
6. Descripción detallada del problema sexual, incluyendo: la frecuencia del problema,
las circunstancias en que se produce el problema (por ejemplo, “con mi esposa, pero
no con mi amante”, “en casa, pero no de vacaciones”) y la historia del problema.
Para conducir una entrevista de manera adecuada se deben tomar en cuenta las siguientes
recomendaciones (Levine, Risen y Althoft, 2003):
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1. Usar las palabras correctas: incluso cuando los clínicos están convencidos de la
bondad de preguntar acerca de cuestiones sexuales y están dispuestos a hacerlo, a
menudo tropiezan con el vocabulario.
2. Permitir que la historia sea contada: aunque ayuda tener un enfoque organizado
para el interrogatorio, no debe convertirse en un interrogador que está casado con
una agenda o un esquema predeterminado.
3. La conceptualización más útil para hablar de sexualidad es ayudar a la gente a
contar su historia sexual. Las historias sexuales, al igual que con cualquier historia,
tienen un patrón de flujo y una combinación de tramas y subtramas, personajes y
significado.
4. Algunas historias se desarrollan cronológicamente de principio a fin; otras
comienzan al final y vuelven hacia atrás para ilustrar y destacar los factores
determinantes significativos para el final.
5. Ser flexible: las preguntas abiertas que animan a los clientes a contar sus historias
sexuales utilizando su propio lenguaje son ideales, pero muchos clientes se sienten
demasiado inhibidos o no están seguros de qué decir. Ellos requieren más dirección.
La evaluación del problema sexual en pareja debe considerar los siguientes aspectos
(Wincze y Carey, 2001):
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Similarmente, Levine, Risen y Althoft (2003) sostienen que es necesario tener en cuenta los
siguientes aspectos al momento de trabajar con parejas en terapia sexual:
2. Hablar con la pareja sobre sexualidad requiere un respeto por los sentimientos,
deseos y comportamientos privada de cada persona. Estos deberán ser discutidos
solo en una sesión individual.
3. Muchos terapeutas prefieren empezar con una entrevista conjunta en lugar de con
cada uno por separado, para tener una idea de la calidad de la relación entre las dos
personas y para establecer su papel como responsables de esta.
4. Sin embargo, es aconsejable programar, al menos, una sesión individual con cada
persona a principios de la evaluación de manera que los dos sepan desde el
principio que van a tener un momento de intimidad en discutirán sentimientos o
experiencias de vida que nunca han sido compartidos con su pareja o que no se
pueden discutir con la mayor sinceridad delante de su compañero.
Hablando con la pareja sobre sexualidad requiere una sensibilidad en tres cuestiones que
no aparecen al hablar con un paciente de forma individual (Levine, Risen y Althoft, 2003):
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Conclusión
La terapia sexual surge a mediados del siglo XX como una forma de dar una respuesta
terapéutica eficaz a los problemas sexuales. Antes las disfunciones sexuales eran
abordadas predominantemente desde una perspectiva psicoanalítica. Con el trabajo de
Masters y Johnson se inicia una nueva era en el abordaje de las disfunciones sexuales
caracterizada por la utilización de estrategias cognitivas y conductuales. Las principales
propuestas de Masters y Johnson fueron su modelo explicativo de la respuesta sexual y de
las disfunciones sexuales asociadas a cada etapa de este ciclo.
Estos autores propusieron una técnica altamente eficaz que continúa siendo la piedra
angular de la terapia sexual en la actualidad: la focalización sensorial. Esta técnica consiste
en reacondicionar a la pareja con el fin de que puedan asociar la excitación y la conducta
sexual con el placer y la relajación en lugar de la ansiedad que puede aparecer durante el
transcurso de la actividad sexual. A partir de esta propuesta inicial, varios autores han ido
enriqueciendo la comprensión de la respuesta sexual y han propuesto nuevas técnicas
para el abordaje de la disfunción sexual sobre la base de una perspectiva cognitivo-
conductual.
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Referencias Bibliográficas
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Basson, R.; Leiblum, S.; Brotto, L.; Derogatis, L.; Fourcroy, J. Fugl-Meyer, K.; Graziottin, A.;
Heiman, J. R.; Laan, E.; Meston, C.; Schover, L.; Lankveld, J. y Schultz W. W.
Levine, S. B.; Risen, C. B. y Althof, S. E. (2003). Handbook of clinical sexuality for mental
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Masters, W. y Johnson, V. (1963). The sexual response of the human male. I. Gross
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McCabe, M. P. (2001). Evaluation of a cognitive behavior therapy program for people with
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Wiederman, M. W. (1998). The state of theory in sex therapy. The Journal of Sex Research,
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