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SEMANA 3

Terapia Sexual y de Pareja


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INTRODUCCIÓN A LA TERAPIA SEXUAL

Introducción

La lucha por encontrar al sexo en un lugar dentro de las ciencias puede haber costado a
algunos investigadores sus carreras a lo largo del siglo XX, pero los beneficios obtenidos
por estos esfuerzos han sobrepasado los costos. Es a través de esta investigación que la
sociedad ha comenzado a corregir una multitud de mitos y concepciones erróneas sobre el
sexo y el cuerpo humano que predominaron durante la mayor parte de la historia de la
humanidad.

Las investigaciones realizadas por sexólogos a lo largo del siglo XX han permitido
reorientar las expectativas sobre lo que es “normal” cuando se trata de actitudes y
comportamientos sexuales (Lehmiller, 2014). En particular la investigación sobre la
respuesta sexual a partir de la segunda mitad del siglo XX gracias al trabajo iniciado por
William Masters y Virginia Johnson (1960, 1963) ha permitido prevenir y tratar varios
problemas relacionados con la sexualidad y las relaciones de pareja.

En este documento, se abordará la historia de la terapia sexual, así como los principales
modelos teóricos desde sus inicios. Aunque las propuestas de abordaje en terapia sexual
son variadas. En este apartado se revisarán fundamentalmente las propuestas cognitivo
conductuales, las cuales han predominado en el campo de la terapia sexual. Al finalizar, se
revisarán algunas indicaciones acerca de cómo abordar la entrevista clínica en terapia
sexual con el fin de iniciar la exploración de la disfunción sexual en la pareja (Lehmiller,
2014).

Es importante recordar que la satisfacción sexual es una percepción subjetiva (McClelland,


2010). Una persona o pareja podría no experimentar ningún problema en el funcionamiento
sexual físico y estar muy insatisfecha con sus experiencias sexuales (Basson y otros,
2003). De igual manera, un fracaso en la actividad sexual para una pareja puede ser una

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manifestación clara de un problema sexual, mientras que para otras, puede no merecer
mayor atención.

I. Historia de la Terapia Sexual


Las disfunciones sexuales pueden convertirse en un obstáculo importante para el
funcionamiento de las relaciones de pareja. Así lo describieron los primeros clínicos de
orientación psicoanalítica, desde principios del siglo hasta los años 60 (Rosen y Weinstein,
1988). Así también lo describieron Masters y Johnson (1970) pioneros en terapia sexual,
cuyo modelo de tratamiento fue incorporado por un gran grupo de profesionales de la
salud.

En términos generales, Masters y Johnson (1970) propusieron una psicoterapia breve,


directiva (no interpretativa), realizada mediante coterapia, que se caracterizaba por utilizar
técnicas conductuales y cognitivas y por abordar aspectos comunicacionales de la pareja.
También consideraron la educación como parte de la intervención sexual y se centraron en
la atención individual y de la pareja, con el fin de adquirir el insight acerca de los factores
que causan o mantienen las dificultades sexuales y de la relación en la pareja.

Masters y Johnson (1970) trajeron un renovado sentido de objetividad al estudio del sexo.
William Masters (ginecólogo) y Virginia Johnson (estudiante de psicología y aspirante a
cantante country) trataron de conducir la investigación observacional más elaborada y
científicamente fundamentada sobre el sexo hasta la fecha.

Todo su trabajo se llevó a cabo en un entorno de laboratorio con la última tecnología y con
el máximo profesionalismo. Masters y Johnson observaron miles de respuestas sexuales
completas tanto en hombres como en mujeres y publicaron varios libros influyentes
basados en sus hallazgos, siendo quizás La respuesta sexual humana (Human sexual
response) el más conocido.

A pesar de sus mejores esfuerzos para mantener las cosas en marcha, el trabajo de
Masters y Johnson (1970) no escapó a la controversia. Por ejemplo, como parte de su

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investigación, entrevistaron a prostitutas, filmaron a individuos y parejas mientras


participaban en actividades sexuales e incluso crearon un juguete sexual con una cámara
incorporada que les permitió observar los cambios físicos que ocurren dentro de la vagina
durante la excitación sexual y el orgasmo.

A la luz de esto y las actitudes negativas de la sociedad hacia el sexo en el momento, tal
vez no es sorprendente que muchos consideraran su trabajo inmoral. De hecho, parte de la
razón por la que Masters y Johnson publicaron su trabajo en formato de libro fue porque la
mayoría de las revistas académicas consideraban que su investigación era “pornográfica”.

La popularidad de los libros de Masters y Johnson, unida a la revolución sexual de los años
60 y 70, hizo que el estudio de la sexualidad humana fuera más abierto. Desde entonces,
las actitudes de las sociedades y culturas hacia el sexo se han ido haciendo cada vez más
progresistas y la investigación sobre la sexualidad ha llegado a lograr mayores niveles de
aceptación.

Posteriormente, Helen Kaplan (1974), psicoanalista estadounidense, concilia el


psicoanálisis y el análisis transaccional y de la conducta en la terapia sexual. Tiene en
cuenta la importancia de las emociones y el vínculo entre ambos miembros de la pareja
para el entendimiento del funcionamiento de la respuesta sexual, reelaborando la
propuesta de Masters y Johnson (1970) e incorporando la fase del deseo (Wiederman,
1998).

Por otro lado, LoPiccolo y Lobitz (1978) y Rosen, Leiblum y Spector (1994) integran
aspectos de los modelos psicodinámicos y sistémicos, con el fin de mejorar los
procedimientos cognitivo-conductuales, que continúan siendo el tratamiento de la elección
de las disfunciones sexuales aún en la actualidad. Consideraron el contexto relacional de la
pareja y utilizaron la línea base de conducta para el control del progreso de la intervención
(Carey, 1997).

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Desde la década de 1980, la investigación y la práctica de la terapia sexual se han


centrado cada vez más en el papel de los factores orgánicos y biomédicos en la explicación
de las disfunciones sexuales. En las últimas décadas los terapeutas sexuales han sido
testigos de la “medicalización” del tratamiento de las disfunciones sexuales. A su vez, se ha
avanzado en la comprensión de los factores neuroendocrinos y vasculares en la respuesta
sexual (Rosen y Leiblum, 1995).

II. Modelos de Terapia Sexual

La propuesta de abordaje terapéutico para las disfunciones sexuales de Masters y Johnson


(1970) se basaba en un enfoque cognitivo conductual. Posteriormente, diversos autores
han ido enriqueciendo la propuesta de los autores iniciales derivando en un modelo
cognitivo-conductual para el tratamiento de las disfunciones sexuales.

Este modelo se centra en cómo los sentimientos y pensamientos acerca de la sexualidad y


las cuestiones sexuales afectan directamente a cómo se va a experimentar (o no
experimentar) la excitación su la respuesta. Enfatiza en los eventos de desarrollo en la
vida, pero no necesariamente en todas las experiencias pasadas. Su objetico es la
naturaleza del problema y las sugerencias inmediatas para disminuir la gravedad de sus
síntomas o para eliminarlos por completo (Westheimer y Lopater, 2005).

El terapeuta no preguntará al paciente sobre los sueños o la vida familiar temprana a


menos que esta información tenga una influencia directa e inmediata sobre una disfunción
sexual. La perspectiva cognitivo-conductual sugiere que si se eliminan los comportamientos
problemáticos, entonces se elimina el problema.

Por supuesto, no todos los terapeutas sexuales toman la perspectiva cognitivo-conductual,


pero muchos lo hacen. Este enfoque no plantea que una mejor comprensión de su pasado
es inútil, solo que el tiempo y la energía se utilizan mejor mirando el problema de hoy y
trabajando para resolver sus manifestaciones actuales. El supuesto aquí es que si los

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comportamientos sexuales cambian, los pensamientos y emociones asociados con esos


comportamientos también cambiarán (Westheimer y Lopater, 2005).

a. La Propuesta de abordaje Conductual


La primera propuesta para el abordaje conductual de los problemas sexuales fue el
enfoque de Masters y Johnson (1970). Su opinión era que la disfunción sexual a menudo
puede ser explicada por los principios básicos de la teoría del aprendizaje psicológico, a
saber: el castigo y el refuerzo. Si el movimiento del conductismo ha enseñado algo, es que
a menudo se pueden aprender nuevas asociaciones para reemplazar aquellas que son
maladaptadas. Así, la meta de la terapia de Masters y Johnson fue cambiar la forma en que
la gente se aproxima al sexo y reacondicionar al paciente para sentir placer en lugar de
estrés en situaciones sexuales.

Para lograr esto, los terapeutas sexuales deben hacer que sus pacientes dejen de
perseverar en lo que se supone que deben lograr cada vez que tienen relaciones sexuales
(es decir, el orgasmo) y, en cambio, relajarse. En otras palabras, se necesita eliminar el
miedo al fracaso en el dormitorio que con demasiada frecuencia se convierte en una
profecía autocumplida. Una manera de lograr esto es que las parejas hagan algo que
parece sin sentido: dejar de tener relaciones sexuales temporalmente.

Luego, las parejas lentamente trabajarán su camino de vuelta a las relaciones sexuales a
través de una serie de técnicas de focalización sensorial. La focalización sensorial puede
ser pensada como un proceso gradual de reacondicionamiento en el cual los individuos
finalmente llegan a asociar la excitación y la actividad sexual con la relajación y el placer en
lugar de la ansiedad. La forma en que esto funciona es que los compañeros comienzan la
estimulación erótica con lentitud, sin exigencias colocadas sobre sí y progresivamente
acumulan intensidad sexual mientras aprenden a dejar ir los miedos y las distracciones
sexuales (Lehmiller, 2014).

Las técnicas de focalización sensorial se combinan a menudo con la educación sexual,


porque muchos casos de disfunción sexual pueden atribuirse a la falta de conocimiento

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sobre el cuerpo humano (propio y/o de la pareja). Uno de estos enfoques combinados es el
modelo PLISSIT de terapia sexual, desarrollado por el psicólogo Jack Annon (1976).
PLISSIT (permission, limited information, specific suggestions and intensive therapy) es una
sigla que significa “permisos, información limitada, sugerencias específicas y terapia
intensiva”. La idea detrás de este modelo es que la mayoría de las personas que
experimentan disfunción sexual no necesitan terapia intensiva. En su lugar, la mayoría de
las personas solo necesitan un poco de tranquilidad (permiso), una lección de anatomía
(información limitada) o algunas nuevas estrategias sexuales o consejos como la
focalización sensorial (sugerencias específicas). La mayoría de los casos no requieren el
paso final de la terapia intensiva (Lehmiller, 2014).

Masters y Johnson (1970) reportaron una tasa de fracaso del 20% en general, que muchas
personas interpretaron como que sus métodos fueron exitosos el 80% del tiempo. Sin
embargo, parece que el 80% de los no fracasos representó una mezcla de éxitos parciales
y completos, por lo que no se puede inferir necesariamente que el 80% de los problemas
fueron completamente resueltos (Zilbergeld y Evans, 1980).

No hay duda de que la terapia conductual puede generar mejoría para una variedad de
disfunciones sexuales. Vale la pena mencionar que mientras la investigación de la terapia
sexual de Masters y Johnson fue originalmente validada en pacientes heterosexuales, los
investigadores encontraron que administrar el mismo tipo de terapia sexual a parejas del
mismo sexo fue casi igual de efectivo (Masters y Johnson, 1979).

b. La Propuesta de Abordaje Cognitivo-Conductual


La terapia sexual cognitivo-conductual (cognitive-behavioral sex therapy, CBST) se basa en
el enfoque conductual combinado con teorías de la cognición. En lugar de simplemente
instruir a los pacientes a alterar sus comportamientos, la CBST va más allá, teniendo
presentes los pensamientos y sentimientos que subyacen a los comportamientos. Así, en la
CBST, un paciente estará involucrado en algún tipo de “terapia de conversación” en la que
un psicólogo tratará de identificar los pensamientos que generan ansiedad que, a su vez,
crean problemas sexuales (Lehmiller, 2014).

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En última instancia, la meta es remodelar los patrones de pensamiento para hacerlos más
positivos. Este enfoque sería más aplicable a los pacientes que tienen problemas con
focalizarse en cómo son vistos por el espectador o que tienen pensamientos angustiantes
que aparecen en sus mentes durante la actividad sexual. La CBST es razonablemente
eficaz, sin embargo, nuevamente, las tasas de éxito varían según los trastornos y las
definiciones de “éxito” (McCabe, 2001).

c. La Propuesta Farmacológica
La farmacoterapia implica el tratamiento de las dificultades sexuales con medicamentos. El
número de medicamentos con un efecto terapéutico demostrado sobre la disfunción sexual
está creciendo rápidamente. Esta lista incluye la terapia hormonal (suplemento de
testosterona para el deseo disminuido en hombres y mujeres, así como el reemplazo de
estrógeno en mujeres posmenopáusicas con problemas de excitación), Viagra (para el
tratamiento de la disfunción eréctil), ISRS (para el orgasmo prematuro) y bótox (para el
vaginismo) (Lehmiller, 2014).

El crecimiento de la farmacoterapia ha sido controvertido y algunos argumentan que los


fabricantes de fármacos y los médicos ignoran cada vez más la naturaleza biopsicosocial
de la disfunción sexual y están valorando los tratamientos físicos por sobre la psicoterapia
(por ejemplo, Bancroft, 2002).

La preocupación es que debido a que los tratamientos farmacológicos pueden


administrarse con rapidez, son altamente rentables y son preferidos por algunos pacientes
que buscan conveniencia, por lo que se convierten en la primera línea de defensa, incluso
en los casos en que los tratamientos psicológicos o la terapia de pareja serían más
apropiados (Lehmiller, 2014).

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II. La Entrevista Clínica en Terapia Sexual


La evaluación del problema sexual debe incluir las siguientes áreas de exploración (Wincze
y Carey, 2001):

1. Los datos demográficos básicos como la edad, la composición del hogar actual, el
trabajo, la duración del tiempo implicado en la relación y el nivel educativo.
2. Breve descripción de la naturaleza del problema.
3. Antecedentes médicos y psiquiátricos.
4. Experiencias psicosexuales de desarrollo, incluyendo la historia de la infancia
sexual, primeras experiencias de coito, mensajes significativos o actitudes sobre el
sexo de los padres y la cronología de la relación sexual actual o más reciente.
5. Relación con la pareja actual, incluyendo sentimientos hacia su pareja actual, y los
problemas no sexuales con su pareja actual (si existen).
6. Descripción detallada del problema sexual, incluyendo: la frecuencia del problema,
las circunstancias en que se produce el problema (por ejemplo, “con mi esposa, pero
no con mi amante”, “en casa, pero no de vacaciones”) y la historia del problema.

Al momento de realizar la entrevista deben tenerse en cuenta los siguientes aspectos


(Levine, Risen y Althoft, 2003):

1. Toda persona tiene pensamientos, sentimientos y experiencias sexuales que son


parte integral de su sentido de quiénes son y cómo se relacionan con el mundo.
2. Los pacientes son tímidos acerca de revelar sus preocupaciones sexuales. Sienten
que es muy privado, incómodo y potencialmente embarazoso.
3. Temen que se les pregunte, pero esperan que se haga. Ellos saben con seguridad
qué se necesita preguntar.

Para conducir una entrevista de manera adecuada se deben tomar en cuenta las siguientes
recomendaciones (Levine, Risen y Althoft, 2003):

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1. Usar las palabras correctas: incluso cuando los clínicos están convencidos de la
bondad de preguntar acerca de cuestiones sexuales y están dispuestos a hacerlo, a
menudo tropiezan con el vocabulario.
2. Permitir que la historia sea contada: aunque ayuda tener un enfoque organizado
para el interrogatorio, no debe convertirse en un interrogador que está casado con
una agenda o un esquema predeterminado.
3. La conceptualización más útil para hablar de sexualidad es ayudar a la gente a
contar su historia sexual. Las historias sexuales, al igual que con cualquier historia,
tienen un patrón de flujo y una combinación de tramas y subtramas, personajes y
significado.
4. Algunas historias se desarrollan cronológicamente de principio a fin; otras
comienzan al final y vuelven hacia atrás para ilustrar y destacar los factores
determinantes significativos para el final.
5. Ser flexible: las preguntas abiertas que animan a los clientes a contar sus historias
sexuales utilizando su propio lenguaje son ideales, pero muchos clientes se sienten
demasiado inhibidos o no están seguros de qué decir. Ellos requieren más dirección.

La evaluación del problema sexual en pareja debe considerar los siguientes aspectos
(Wincze y Carey, 2001):

1. Ambos miembros de la pareja deben saber que la confidencialidad está asegurada.


Se les debe pedir que informen en sus entrevistas por separado si hay información
que no se va a compartir con su pareja.
2. Si se entera de información a través de un miembro de la pareja que podría interferir
con el progreso de la terapia, este problema tiene que ser resuelto en forma
confidencial con esa persona. Por ejemplo, una persona puede revelar que está
teniendo una aventura y puede sentir que está enamorado de esa persona. Tal
situación no es automáticamente motivo para interrumpir el curso normal de la
terapia. Debe permanecer fuera del juicio moral o personal y revisarse todos los pros
y los contras de la revelación del paciente

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3. Después de esta revisión, debe tomarse una decisión si es adecuado o no para


continuar la terapia.

Similarmente, Levine, Risen y Althoft (2003) sostienen que es necesario tener en cuenta los
siguientes aspectos al momento de trabajar con parejas en terapia sexual:

1. Invitar a la pareja a describir la vida sexual en común puede producir vergüenza e


inhibición que pueden no estar presentes si alguno está hablando con usted a solas.

2. Hablar con la pareja sobre sexualidad requiere un respeto por los sentimientos,
deseos y comportamientos privada de cada persona. Estos deberán ser discutidos
solo en una sesión individual.

3. Muchos terapeutas prefieren empezar con una entrevista conjunta en lugar de con
cada uno por separado, para tener una idea de la calidad de la relación entre las dos
personas y para establecer su papel como responsables de esta.

4. Sin embargo, es aconsejable programar, al menos, una sesión individual con cada
persona a principios de la evaluación de manera que los dos sepan desde el
principio que van a tener un momento de intimidad en discutirán sentimientos o
experiencias de vida que nunca han sido compartidos con su pareja o que no se
pueden discutir con la mayor sinceridad delante de su compañero.

Hablando con la pareja sobre sexualidad requiere una sensibilidad en tres cuestiones que
no aparecen al hablar con un paciente de forma individual (Levine, Risen y Althoft, 2003):

1. La ausencia de comunicación acerca de la sexualidad en la mayoría de las parejas.


2. La distorsión de los hechos que se puede producir a la hora de contar la historia
sexual.
3. La presencia de pensamientos y experiencias sexuales privados y secretos. Muchas
parejas, incluso aquellas que disfrutan de una vida sexual activa y rica en conjunto,

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no necesariamente se sienten cómodas hablando de sus deseos sexuales,


necesidades, fantasías y temores.

Al momento de formular la estrategia de tratamiento debe tenerse en cuenta lo siguiente


(Wincze y Carey, 2001):

1. Después de que se ha completado una evaluación de ambos miembros de la pareja,


una estrategia de tratamiento puede ser formulada.
2. Estabilización médica, terapia individual o tratamiento de abuso de sustancias puede
ser requerido primero.
3. La terapia de pareja también puede ser necesaria para resolver los problemas de
relación antes de comenzar la terapia sexual.
4. Si los problemas individuales o de relación de pareja son mínimos, pueden
abordarse conjuntamente con la terapia sexual.

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Conclusión

La terapia sexual surge a mediados del siglo XX como una forma de dar una respuesta
terapéutica eficaz a los problemas sexuales. Antes las disfunciones sexuales eran
abordadas predominantemente desde una perspectiva psicoanalítica. Con el trabajo de
Masters y Johnson se inicia una nueva era en el abordaje de las disfunciones sexuales
caracterizada por la utilización de estrategias cognitivas y conductuales. Las principales
propuestas de Masters y Johnson fueron su modelo explicativo de la respuesta sexual y de
las disfunciones sexuales asociadas a cada etapa de este ciclo.

Estos autores propusieron una técnica altamente eficaz que continúa siendo la piedra
angular de la terapia sexual en la actualidad: la focalización sensorial. Esta técnica consiste
en reacondicionar a la pareja con el fin de que puedan asociar la excitación y la conducta
sexual con el placer y la relajación en lugar de la ansiedad que puede aparecer durante el
transcurso de la actividad sexual. A partir de esta propuesta inicial, varios autores han ido
enriqueciendo la comprensión de la respuesta sexual y han propuesto nuevas técnicas
para el abordaje de la disfunción sexual sobre la base de una perspectiva cognitivo-
conductual.

También se han incorporado elementos de la perspectiva psicoanalítica y sistémica al


asistir los problemas sexuales en la pareja, de modo que la terapia sexual en la actualidad
es un modelo integral que incorpora los aportes de distintas disciplinas, aunque algunos
terapeutas mantienen su preferencia por uno u otro enfoque teórico.

El trabajo y la experiencia clínica de terapeutas sexuales a lo largo de las últimas décadas


han permitido elaborar una serie de consideraciones que son importantes de tener en
cuenta al momento de realizar la entrevista clínica en terapia sexual, ya sea de manera
individual o en pareja. Aspectos esenciales a considerar son la privacidad de ambos
miembros de la pareja, la escasa comunicación acerca de temas sexuales y las dificultades
para abordar algunos aspectos relacionados con la intimidad sexual.

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Si usted desea referenciar este documento, considere:

Figueroa, V. (2017). Introducción a la terapia sexual. Terapia Sexual y de Parejas. Lea esto

primero (Semana 3).

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