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Publicado en “PRESENCIA” el 10 y 17 de diciembre de 1978.
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febrero de 1943, y que Elizardo Pérez volvió a publicar poniéndolo como portada
de su libro; mi último trabajo, en respuesta a opiniones del grupo de
investigadores del CEBIAE, se publicó recientemente en "PRESENCIA", el 23 de
agosto de 1978; para mi asombro, este artículo despertó considerable interés, por lo
que, atendiendo a sugerencias de muchas personas, me he decidido a ampliar y
divulgar más sistemáticamente las ideas de Elizardo Pérez. Por otra parte, como
maestro rural formado en Warisata (y excluido de educación campesina, lo que me
pone en la misma situación que el ilustre maestro, que como es sabido, no tiene
cabida en ese campo), he sido consultado en los últimos años cada vez con mayor
frecuencia sobre la génesis y desarrollo de nuestra Escuela, síntoma alentador ya
que implica una revalorización de aquella obra, en especial de parte de la juventud
universitaria, siendo digno de anotarse que varias tesis de licenciatura en la
Universidad de La Paz han tomado como motivación precisamente las doctrinas
de Warisata.
De los muchos trabajos mencionados, he tomado para este artículo,
prácticamente en su totalidad, la tesis presentada al Congreso Pedagógico de 1970,
el que, como he dicho, fue editado en multicopiadora y publicado nuevamente en
el texto del CEBIAE. Se trata de una actualización y sistematización delas ideas de
Elizardo Pérez, tarea importante si se tiene en cuenta recientes anuncios en sentido
de que se dedicarán grandes sumas para la educación rural, noticia que no es para
celebrarse si se considera la naturaleza anacrónica de la actual escuela campesina,
que no solamente es uno de los vínculos más obstinados y persistentes con nuestro
pasado feudal, sino que, con las naturales excepciones, se ha constituido en un
nuevo azote que sustituye con ventaja el antiguo gamonalismo; lo que nos hace
tener que la multiplicación caótica y sinsentido de escuelas rurales no tiene otro
objeto que ocultar el engaño y aumentar su dimensión con grave peligro para
nuestro futuro como república.
Con este largo preámbulo, pasemos a la anunciada divulgación, que ojalá tenga
algún fruto.
¿Qué formas ancestrales de vida tenía el indio, cuáles eran sus instituciones y
cómo puede la escuela traducirse en ellas y revelarse como su resultado? Pues
tenemos que considerar ala escuela indígena, no como una entidad prefabricada
para el indio, como algo exterior que el Estado le ofrece paternalmente, sino como
un producto neto de la sociedad indígena, como el fruto de sus vivencias y como la
razón de su subsistencia.
Aymaras y quechuas vivieron en un ambiente hostil, ya pesar de ello,
desarrollaron una de las más grandes culturas que jamás hayan existido sobre el
planeta. ¿Qué cualidades eran necesarias para dominar la geografía inhóspita e
inclemente de la sierra y del altiplano? Ellas eran: la continuidad en el esfuerzo, la
ciencia en la organización del trabajo, la igualdad y la justicia en los derechos y
obligaciones. La primera supone la forja de una férrea energía, de una voluntad,
tenacidad y fuerza espiritual que se transmiten por generaciones, hasta convertirse
en la característica principal del indio americano. Para éste no habían obstáculos ni
dificultades y se atrevía a todo, y sus grandes obras tienen un sentido mucho más
humano que las de otros pueblos primitivos, ya que fueron realizadas por la
voluntad colectiva y no por el sistema del esclavismo; se señalaron por su
necesidad pública y no por la vanidad de un rey o de una casta.
La organización del trabajo adquirió categoría de ciencia insuperable, porque
permitía al indio vencer, sin máquinas, animales de tracción ni hierro, la ríspida
naturaleza del Ande.
Al brotar de las necesidades mismas de la población, va plasmándose en un
complejo pero a la vez sencillo sistema de obligaciones de trabajo que se acomodan
a todos los órdenes dela vida.
La igualdad en los derechos, que supone igualdad en las obligaciones, brota
asimismo de esta íntima relación del hombre con la tierra a través del trabajo. No
supone, rigurosamente, la aplicación de un sistema impuesto y legislado por el
Inka; sino que es el fluir espontáneo, natural, de una necesidad pública, que lo
mismo organiza el trabajo que distribuye la tierra y sus productos con la lógica y
justicia más admirables.
Sobre este triple andamio se alza la autoridad pública que tampoco es tiránica
ni rapaz, sino que es la representación del sentir colectivo, de la democracia,
expresada a través delos consejos de población. Si comprendemos que las
jerarquías religiosas primitivas son una reproducción exacta de las jerarquías
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sociales, veremos por qué el culto solar del Inkario carecía de prácticas groseras o
enrevesadas y era claro y evidente para todo el mundo, y si la religión era
instrumento de paz y unidad, era porque la sociedad misma, en su conjunto,
estaba cimentada en bases de justicia e igualdad. ¡Qué abismal diferencia con las
religiones del mundo antiguo —pongamos Mesopotamia, los fenicios o
cartagineses— cuyos ritos sangrientos y terroríficos representaban una sociedad
organizada en base a la fuerza la opresión y la esclavitud!
Estas consideraciones son importantes para establecer el espíritu de la escuela
campesina, y desde luego, son a menudo ignoradas por la "doctrina"' vigente en la
actualidad.
hombre y la tierra. Jamás se ha dado en la historia caso tan admirable. Así el ayllu
crecía y siempre había tierra para la nueva población, anulando las difíciles
condiciones ofrecidas u opuestas por el Ande y preservando la existencia del indio
aún en las peores épocas.
Pero no hubiera bastado este sistema de distribución de tierras sino hubiera
estado complementado por la aynocka, el sistema de rotación de cultivos, según el
cual hay siempre algunas sayañas en descanso mientras se trabaja en las otra, lo
que origina la permanente fertilidad de la tierra. El ayllu podía mantenerse sí,
indefinidamente, sin demandar mayor extensión territorial; fue lo que ocurrió
durante la Colonia y la República, cuando privado el indio de derechos sobre la
tierra, mantuvo no obstante su alta productividad.
Si la escuela se propone convertirse en el instituto modernizador del ayllu; si
quiere ser la esencia virtual de la sociedad indígena, gobernarla, dirigirla,
enriquecerla y defenderla; si aspira a realizar la función integral que le es
inherente; en fin, si no quiere ser un mero parche colocado a sil pobreza, no puede
marginar ni ignorar estas instituciones; antes bien, ha de afirmarlas y sostenerlas a
todo trance.
Pero no solamente ha de preservar tales instituciones la escuela india, sino que
ha de experimentar por cuenta propia lo que es el tupu, la sayaña y la aynocka, a
cuyo efecto no habrá, no puede haber, escuela sin tierras de cultivo. Pues no se
trata de escuela pura simple, sino de escuela indigenal, campesina, esto es, escuela
productiva, capaz de mantenerse a sí misma, capaz de enriquecer a la colectividad,
como lo hacía el "ayllu" y sus tres instituciones; escuela de trabajo, activa por
excelencia, no trasladando al campo un trozo de una sociedad ideal, sino la
sociedad misma; no una copia o remedo de la realidad sino la realidad misma; no
el trabajo como una mera imitación, como experimento para escolares, sino el
trabajo social por excelencia. De suerte que el concepto de "escuela" sobrepasa al
del mero recinto escolar para integrarse al ayllu y hacer partícipe de sus
actividades a hombres, mujeres y niños por medio de aynis aplicados a toda
actividad o de minckas en empresas formidables, usufructuando de los tupus
entregados a los diferentes cursos, de sayañas según la zona, y de aynockas para el
uso adecuado y el descanso de la tierra, hasta que se pueda llevar los modernos
elementos de productividad. Aquí el concepto clásico: "escuela para la vida" cobra
una variante, pues no es una preparación para la vida, sino que es la vida misma,
no se segrega en compartimientos o secciones, sino que engloba la totalidad de
actividades, de problemas, de aspiraciones, en fin, de todo lo que es propio de una
sociedad. Tal la escuela brotada de tales instituciones, tal aquella Warisata de otros
tiempos, y cuyo recuerdo hace más patente el desastre que hoy se denomina
"educación rural".
6. — EL PARLAMENTO AMAUTA
Pero ni aún la marca define por entero la poderosa integración secular del indio
con la tierra. Es la ulaka, el consejo, el cabildo, la representación popular por
excelencia. Cada ayllu poseía su propia ulaka, su gobierno propio, que es el que
realmente hacía marchar al imperio. La autoridad del inka, en cierto modo, no era
sino la centralización de las ulakas, resulta su expresión prístina, la manifestación
de sus posibilidades nacionales, de expansión y desarrollo. La ulaka o
"parlamento" es también síntesis de las demás instituciones, las traduce en práctica,
en planificación, en proyección futura, en justicia, en hermandad. Si pudiera
interrogarse cuál era la más excelente institución del indio, podría tal vez señalarse
a la ulaka como a la suprema. ¿Y cómo puede la escuela indigenal proscribir ala
ulaka? ¿Cómo no ha de adoptarla para su propio gobierno, que no es sino el
gobierno de la comunidad toda? pues la ulaka, a la que en Warisata llamábamos
"Parlamento Amauta", integrado por campesinos, maestros y alumnos, trae
consigo la solución de todos los problemas, en todos los órdenes, tanto en el
trabajo como en la administración de justicia, tanto en la educación como en el
reparto de bienes. La ulaka es adecuada al desarrollo, no se estratifica ni se
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estanca; al contrario, se ve que era apto para la faena: el pastoreo, la recolección, los
menudos trabajos domésticos. No se suministraba la educación como un complejo
teórico, en un recinto aislado, ajeno al ambiente; el niño indio era educado en
forma directa, por la diaria experiencia de la lucha por la vida. La escuela indigenal
puede y debe proceder del mismo modo, y pues la sabiduría inka dispuso que las
vocaciones se establecieran desde la más tierna edad, así la escuela moderna debe
descubrirlas y desarrollarlas desde que los niños ingresan a los jardines infantiles,
dotándoles de aptitudes cada vez mayores en relación a su medio, esto es, el agro,
para que en cualquier instante en que se vieran obligados al ausentismo,
estuvieran provistos de alguna habilidad o de alguna técnica que les permitiera
sobrevivir en la lucha diaria. De no hacerlo, la escuela no cumpliría su misión, que
es la de defender al hombre en todas las situaciones, y no únicamente cuando está
en la condición de escolar. Y así como el inka exigía la prueba del huaracu para
medir la aptitud del adolescente, su hombría, su fortaleza, lealtad y bravura, así la
escuela indigenal debe exigir para el muchacho indio aptitudes para el ma
chchamaki, o sea para el "esfuerzo máximo" de una sola vez de principio a fin; las
de la voluntad tesorera e infatigable, la intrepidez ante las dificultades, la
honestidad, la lealtad y el heroísmo. Pues lo que el inka quería, debe quererlo la
escuela, a saber, formar un tipo de ciudadano que pudiese, calificadamente, servir
a la comunidad, a la patria, con disposiciones homogéneas y claras, con aptitudes
ciertas y eficaces, encuadradas todas ellas en la entelequia del ama súa, ama llulla
y ama kella.
Véase que todo esto no brota al acaso, sino que es resultado de la estructura
económica del imperio. Pues si educación es la transmisión de la herencia cultural,
en un sentido filosófica y además, el instrumento de conservación del orden de
cosas imperante, en un sentido político, nada más" cierto quela educación en el
inkario tendía a ambas finalidades y las cumplía a plena cabalidad, la primera en
un amplio sentido humanista, la segunda en el plano más restringido pero no por
ello menos necesario de preservar la existencia de un Estado que llenaba las
aspiraciones colectivas de justicia y bienestar como nunca se dio en la historia; de
donde se concluye que la escuela no solamente ha de ser, ahora, igual instrumento
de transmisión de la herencia cultural, sino que, dada la naturaleza del actual
Estado, representativo de la opresión, ha de buscar restablecer ese ordenamiento
equitativo y justiciero, luchando contra la injusticia, ya que las formas
superestructurales no son reflejos pasivos de la estructura económica sino que
pueden influir sobre ésta y variarla en sus fundamentos, lo que| a su vez define y
justifica la posición revolucionaria que había adoptado la Escuela de Warisata.
La educación campesina en la actualidad, no practica este ideario, ni tiene
noción de sus conceptos, y de ahí la tremenda pobreza espiritual en que se debate.
¿Qué es todo esto? ¿Con qué nombre puede designarse toda esta actividad y
esta organización, incluidas sus connotaciones culturales? Para Warisata el nombre
apropiado fue el de "escuela ayllu", denominación exacta y correspondiente a su
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Debo este capítulo a la gentileza del Prof. D. Vicente Lema, uno de los divulgadores de la obra de Warisata
en el exterior. Lo transcribo casi sin modificaciones.
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que podíamos haberle ayudado pues que poseemos una rica documentación como
actores que fuimos de esa empresa.
El libro resulta así muy desigual, y a tal punto, que movió nuestra curiosidad
para averiguar sus orígenes. Evidenciamos de esa manera que la primera parte,
correspondiente a la investigación, y que es bastante ponderada en cuanto a
contenido y lenguaje, es en realidad material que corresponde al Centro Boliviano
de Investigación y Acción Educativa (CEBIAE), con el cual Lora y su equipo
trabajaron un tiempo, aunque ignoramos en qué términos ha podido producirse
esta singular transferencia. En cambio, la segunda parte, relativa a Warisata, es de
indudable propiedad de Lora: lo revela su falta de ponderación y su desaprensivo
lenguaje.
Lo que parece molestar a Lora es que la ideología forjada en Warisata no
corresponda a sus propias opiniones revolucionarias. Este prejuicio anula de raíz
toda posibilidad de investigación: para Lora solamente son revolucionarios
quienes comparten su línea. Los demás, sino son enemigos al servicio del régimen
imperante, son "utopistas" o cuanto más, "marxistas discursivos".
Así, en unas cuantas líneas, Lora pone "patas arriba"(son términos que usa) una
de las gestas libertarias más heroicas que se hayan producido en América Latina, y
demuestra, cuarenta años después de concluida, que sus actores (¡ilusos de
nosotros!) no fuimos sino sirvientes del régimen y "domesticadores del indio".
Para responder a Lora, no vamos a incurrir en el prejuicio mesiánico de
creernos infalibles en materia de ideología. No. Confesamos muchos errores, como
que, iniciando un proceso, abrimos sendas no siempre bien orientadas, en medio
de dudas, tanteos, avances excesivos, retrasos, derroche de fuerzas, sacrificios
estériles. Pero finalmente brotó de Warisata una conciencia nacional en torno al
problema del indio y comenzó un movimiento que sacudió a las masas indígenas
de todo el país sin que por ello nos hayamos considerado, como dice Lora, "el
ombligo del mundo", antes bien, subestimando muchas veces la trascendencia de
nuestras tareas. Toda lucha social comienza así. Nunca se produce con un
programa definido que haya que cumplir al pie de la letra. Nunca un plan
revolucionario puede predecir todos los aspectos que asumirá la gesta. Infinitas
variaciones, soluciones sobre la marcha, fracasos y éxitos, "incoherencias" (término
que nos aplica Lora), retrocesos, rectificaciones, todo esto, en el caso de Warisata,
debe ser tomado en cuenta si se trata de una investigación histórica.
Pero he aquí que viene el pretendido cirujano para hacernos la autopsia. En la
montaña de documentos, encuentra algún, gazapo, alguna cosa que se deslizó,
alguna frase. Y entonces salta con un "¡Eureka"! escandalizado para manifestar que
ha encontrado la prueba que nos condena y nos sepulta.
¡Fraudulenta manera de hacer historia!
Algunos de sus argumentos para demostrar que estábamos al servicio del
régimen, son sacados de un periodiquillo escolar que editábamos en Warisata,
escrito por profesores y alumnos. Ciertamente que el periodiquillo valía, como que
animaba nuestras tareas, les daba sentido y cohesión. Los indios compraban sus
ediciones, lo llevaban a sus casas y lo hacían traducir por sus hijos, y además,
circulaba en todos los núcleos de la República. No se trataba del clásico periódico
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anual que editan colegios urbanos, tan vacío de ideas y tan lleno de tonterías. Pero
con todo, no era sino un periodiquillo escolar y es natural que tuviera sus
deficiencias, y mal hace Lora en tomar alguna afirmación casual, producto de
urgencias del momento, o acaso dictadas por un enfoque errado, como pruebas de
una posición de servilismo político, como documento demostrativo de que
estábamos al servicio de la feudal-burguesía, ignorando por otra parte que el
"Boletín de Warisata", , que así se llamaba, estaba impregnado totalmente del
espíritu de la rebelión y estaba creando una conciencia entre alumnos, profesores y
campesinos.
Por esas pautas camina la "autopsia", y bastaría para refutarla mencionar el
hecho conocido por todos: que Warisata fue abatida por las fuerzas de la reacción.
Pues si la Escuela hubiera sido "el más eficaz instrumento de conservación del
régimen", éste la hubiera mantenido en lugar de destruirla. Esto se sigue de la
lógica más elemental.
Pero vayamos ordenadamente en nuestra respuesta.
"Es una abstracción decir que el problema del indio es un problema económico
social". La participación de los padres de familia no era ninguna novedad. Etc. etc.
Como se ve, los temas propuestos son extensos y nos dan motivo para aclarar
multitud de aspectos no conocidos de Warisata; pero fuera de la oportunidad que
en tal sentido senos da, tenemos que lamentar la completa superficialidad conque
Lora los plantea, la desnaturalización de los hechos y en no pocas oportunidades
su total falseamiento. El lector habrá apreciado ya que algunas afirmaciones de
Lora se caen de su peso, tan absurdas son y tan alejadas de la verdad, a tal punto
que no requieren refutación. Pero lo haremos: los enemigos de Warisata siempre
nos han encontrado en nuestro puesto. Lo que ignorábamos era que Lora estuviera
alineado entre ellos.
3. — ESTRUCTURA Y SUPERESTRUCTURA
Nadie niega que la superestructura refleja "de una manera general" las
condiciones de la estructura. Así, la educación, forma superestructural, responde a
las necesidades de conservación del orden imperante.
Lora olvida que la educación no es un reflejo mecánico sino qua revela también
"las contradicciones internas de la sociedad", y de esa manera, puede influir a su
vez para conseguir la modificación de la estructura que la origina.
Cuando las fuerzas productivas de la sociedad entran en conflicto con las
relaciones de producción, se abre un período revolucionario. Esta verdad
fundamental del marxismo implica que las formas políticas, jurídicas y culturales
pueden volverse contra la estructura económica que les sirve de base, "entran en
conflicto" con ella.
Lora es muy mecanicista cuando dice que la "escuela nueva” no puede crecer
en el seno de una sociedad caduca, sin que previamente se modifique la estructura
económica de ésta" (263) (los números entre paréntesis corresponden a las páginas
del libro de Lora).
Lora debe ponerse a pesar un momento en lo que escribe: si una sociedad es
caduca, es justamente porque la estructura económica ya no corresponde a la
superestructura, debido a que las relaciones de producción entraron en conflicto
con las relaciones de propiedad; esas relaciones, que en otro tiempo constituían las
formas de desarrollo de las fuerzas productivas, se convierten en obstáculos para
éstas.
La escuela "nueva" es una de las formas que adquieren las relaciones de
producción. Warisata, colocada en el epicentro del conflicto, puesto que fue
plantada en el seno de comunidades que combatían a muerte con el gamonalismo,
se rebeló, se desprendió de la estructura económica, se puso en contra de ésta y
expresó así la naciente conciencia revolucionaria del pueblo. Se convirtió de ese
modo en causa de transformaciones revolucionarias. Esta es una concepción
dialéctica muy opuesta a la sucesión mecánica de causas y efectos: Warisata fue un
efecto de la vieja sociedad, pero a la vez fue una causa de la nueva, y por
consiguiente, influye también sobre la vieja.
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A Lora le es difícil concebir que una modestísima escuela como fue Warisata
hubiera logrado hacerlo, por el hecho de que "no funcionaba al margen del control
de las autoridades" ya que trabajaba "dentro del marco de la ley" (167).
Siendo así, la Universidad, pongamos por caso, tampoco podría adoptar «una
posición- revolucionaria, puesto que también depende del Presupuesto Nacional, a
pesar de su autonomía. Forzando las cosas, tampoco en las fábricas podría
adquirirse ninguna conciencia revolucionaria, puesto que no solamente están
controladas por sus propietarios capitalistas, sino que funcionan también "dentro
del marco de la ley", pues, que se sepa, no hay ninguna fábrica que trabaje al
margen de éstas, y lo propio ocurre con los partidos políticos, incluido el de Lora.
Warisata supo darse modos para mantenerse en su concepción revolucionaria,
y uno de ellos fue precisamente su autonomía de acción, ya que no dependía de
esa entidad que oficialmente expresaba "las necesidades de conservación del orden
existente", como era el Consejo Nacional de Educación. De ahí la furia con que este
organismo la atacó desde el comienzo: porque Warisata escapaba a su control y, en
la práctica, no era objeto de control alguno, porque la oficina de la cual dependía,
esto es, la Dirección General de Educación Indigenal, era una entidad burocrática
que poco o nada se interesaba delo que pasaba en Warisata. Esto nos dejaba un
margen de acción donde no diré que hacíamos bonitamente lo que nos viniera en
gana, pero sí, que podíamos mantener una relativa independencia.
Es natural que todo esto debíamos hacerlo "dentro del marco de la ley", primero
porque las nuevas concepciones estaban en el proceso de su nacimiento y no se
habían plasmado en un programa de acción, siendo falso que gran parte delo que
hicimos se haya "referido al pasado inmediato, tan rico en enseñanzas y fracasos"
(262). Justamente ocurrió lo contrario: comprendimos la hipocresía de todo cuanto
se había dicho y hecho por el indio, y Elizardo Pérez se propuso hacer algo
enteramente nuevo. Lora, aparte de transcribir innumerables, opiniones casuales
sobre el problema del indio, no cita ninguna "rica experiencia" que pudiese ser
tomada en cuenta, salvo que para él tales "ricas experiencias" fuesen los intentos de
la feudal-burguesía para educar mejor al siervo de la gleba sin sacarlo de su
situación de servidumbre.
En segundo lugar, es lógico que las concepciones que se iban formando
tuviesen que evitar cuidadosamente una fraseología revolucionaria, cuyo único
efecto hubiera sido atraer prematuramente al enemigo para que nos liquidase
cuanto antes. Por otra parte, no era una pura cuestión de propaganda: téngase en
cuenta que la mentalidad campesina es esencialmente conservadora y se requiere
de un largo proceso de preparación para convertirla en mentalidad revolucionaria.
Lora no advierte que ese proceso de preparación no es sino un proceso de
educación mediante el cual la "clase en sí" se convierte en "clase para sí", según el
esquema clásico.
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5. — EL PROBLEMA DE LA TIERRA
de 1934), al decir que "la escuela de Warisata cree que el problema del indio es
sobre todo un problema económico". Y con visión porvenirista, Pérez continuaba:
"(Warisata) cree también, que "mientras se realicen las conmociones históricas que
se producen siempre en los momentos necesarios, la escuela tiene la misión de
actuar sobre la conciencia del hombre...para que llegado el caso de su acción,
responda en forma ventajosa a sus intereses”.
Estos párrafos son ricos en contenido: Pérez no solamente no reduce el
problema a su fase pedagógica, puesto que incide en lo económico; sino que
anuncia una "conmoción histórica", que por otra parte, no se la deja al azar, sino
condicionada "siempre" a "los momentos necesarios", lo que es, ni más ni menos,
anunciar la revolución en los términos del más exigente esquema clásico, lo que es
realmente sorprendente dada la época. Además, Pérez define la misión a la
Escuela, que es "actuar sobre la conciencia de los hombres, para que, llegado el
caso, o sea, planteada la revolución, actúen como corresponda a sus intereses. Si
Pérez hubiera dicho "intereses de clase", la cosa estaría completa. Pero lo dijo en
1934, doce años antes de que Lora saliera de su clandestinidad de marmota, y en
época tal no se habían formulado en Bolivia los programas revolucionarios, no
existía ningún partido de izquierda, no estaba aclarada la ideología y poco se sabía
de la revolución rusa. Aparte de todo esto, ni siquiera existía un movimiento
proletario, pues que los trabajadores estaban en la fase artesanal de su desarrollo,
sus federaciones estaban conducidas por mecánicos, carpinteros, sastres,
peluqueros y chóferes. Pero Lora, en sus abstracciones metafísicas, acusa a
Warisata de que "no se le ocurrió" coordinar su acción "con la acción cotidiana de
las masas", (275) como si ya hubieran existido movimientos rurales y urbanos
conducentes a una revolución que en ese tiempo nadie había planteado. Lora se
sustrae de las condiciones de tiempo y de evolución del movimiento obrero para
afirmar que "los maestros revolucionarios se suman al movimiento
revolucionario...del proletariado...!!!" (268) olvidando que en esa época no existía
un proletariado que hubiera podido colocarse "a la cabeza de la nación oprimida".
Lora no ha comprendido lo que fue el proceso que se gestaba en Warisata. Por
eso encuentra que el planteamiento básico de la Escuela era "una regresión" con
referencia a la conclusión de que el problema del indio era el problema dela tierra
(263). Y no es que le haya faltado documentación, pues en varios artículos he
mencionado las conferencias que Elizardo Pérez dictó en la Universidad de La Paz,
especialmente la del 24 de agosto de 1937.
En mi artículo sobre "Las Concepciones Pedagógicas de Elizardo Pérez",
incluido en esta antología, he aclarado la posición de Pérez respecto al asunto de la
reforma agraria. Pérez, adelantándose en mucho a su tiempo (1937), declaraba que
la posición de los intelectuales socialistas en torno a ese problema era falsa, pues
que pedían una reforma de tipo liberal, consistente en el reparto del latifundio;
siendo así que. según Pérez, la forma de trabajo colectivista, cuya organización era
preciso mantener, y que subsistió a través de la Colonia y la República, residía en
la hacienda y no en la comunidad, de donde la reforma agraria consistiría en
sustituir al patrón feudal devolviendo la tierra al indio.
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6. — PEDAGOGÍA Y REVOLUCIÓN
Tampoco hemos dicho jamás que "la pedagogía puede reemplazar a la clase
revolucionaria", despropósito que Lora nos endilga con admirable sangre fría
(275). Supone que queríamos hacer la revolución mediante la pedagogía,
afirmación que está al mismo nivel que aquella que dice que "queríamos modificar
la estructura económica mediante la escuela" (275).
Repito una vez más: Warisata comenzó como una experiencia pedagógica, cuyo
primer resultado teórico fue comprender que no se podía educar al indio sin
plantear un condicionamiento libertario. Reencontramos así la tesis de Mariátegui,
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7. — SUBLEVACIÓN Y REVOLUCIÓN
Para Lora, Warisata no fue ni podía ser una escuela revolucionaria porque
"había abandonado el camino de la violencia" (265), o sea, el de la sublevación.
¿Qué es la sublevación? Para Lora, es nada menos que "el método propio y
fundamental de los campesinos" (269).
Es verdad que el gran telón de fondo de la historia patria lo constituyen las
sublevaciones indígenas. Pero estas fueron siempre movimientos esporádicos,
desconectados entre sí, producto de la desesperación y del impulso del momento.
Jamás constituyeron un movimiento organizado, "cotidiano" como dice Lora. No
obedecieron a ninguna ideología, no tuvieron un programa, no se forjaron
finalidades (salvo la de Tupac Katari, que se propuso abatir el dominio español). Y
esto no ocurrió únicamente en nuestro país, es la tónica de toda sublevación
campesina, y eco es debido al carácter pequeño burgués de sus objetivos
inmediatos, que no buscaban la transformación de la sociedad sino una
reivindicación parcial, localista, punitiva, contra el señor feudal.
¿Cómo puede decirse que tales estallidos de violencia sin control sean un
"método"? Será tal vez las "maneras" cómo se expresan los anhelos de los
campesinos. Pero hablar de método, y sostener que una acción como la de
Warisata "debía conectarse" con ellos, es llegar al colmo de la hueca fraseología
revolucionaria que con tanta pedantería como irresponsabilidad ha manejado
siempre Lora.
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Jamás dijimos que la escuela fuera la solución del problema indígena (263) y
toda vez que Elizardo Pérez se refirió al asunto, lo hizo condicionando esa solución
al "desarrollo histórico" del problema, términos que están dirigidos a sus lectores
socialistas en el supuesto de que sobreentienden que ese condicionamiento
encubre la solución revolucionaria. La frase que Lora cita en la página 263 de su
libro tiene esa doble finalidad; aclarar la posición en su aspecto teórico,
evidentemente mediante una obligada sutileza, por una parte; y por otra,
responder a constantes ataques del sector más grueso, proveniente de las filas de la
burguesía, que acusaba a Warisata de todo género de crímenes contra el país. Lora
debe comprender que en esa época no nos era dable escribir libremente y no pocas
veces nuestras respuestas debían hacerse con renuncias formales a una expresión
más categórica. Quienes apoyaban nuestra acción lo comprendían así y nunca una
concesión de esa índole les indujo a pensar en desviaciones teóricas o prácticas.
Pero sí, sostuvimos a todo trance que la escuela podía convertirse en un
"instrumento de liberación", es decir, que podía asumir una posición
revolucionaria Asimismo confesábamos que la educación —lo dijimos más
arriba— en su sentido general, es una de las formas de dominio de las clases
privilegiadas, pero, al reflejar también las contradicciones reales de la sociedad,
puede expresar los intereses revolucionarios de las clases oprimidas. Por eso
afirmamos que "la educación del campesino sometido a la servidumbre, implica
necesariamente una condición de libertad" —lo que Lora cita en la página 265
como prueba de nuestras "incoherencias". Quiere decir que no concedíamos a la
pedagogía un papel liberador, puesto que la supeditábamos a la "condición de
libertad", de donde surgía la posición warisateña, a saber: que para educar al indio,
no se puede eludir el problema de su libertad. Lora, supuesto "dialéctico", no
comprende la íntima coherencia de estas posiciones y nos adjudica tranquilamente
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Los confunde adrede los sistemas pedagógicos implantados en Warisata con las
finalidades revolucionarias que nos trazamos. Por eso habla con menosprecio de
aquellos y de éstas.
Pero la realidad es que, en lo pedagógico, Warisata había llegado a auténticas
creaciones, y no es del caso subestimar lo que hicimos. Uno de esos aciertos fue
haber revitalizado algunas tradiciones colectivistas del indio.
Lora dice que "es incorrecto llamar a Warisata escuela socialista sólo porque
buscó revivir ancestrales costumbres de trabajo colectivo". La verdad es que las
antiguas instituciones aymaro-quechuas resurgieron en Warisata porque
correspondían a las necesidades de la nueva vivencia que se inauguraba en la
Escuela, y en esa forma demostraban su actualidad, o más bien, se actualizaban.
Tal es el caso del Parlamento Amauta, que al comienzo no fue sino la charla
semanal con los padres de familia, la que poco a poco se convirtió en un consejo
permanente y organizado, viéndose finalmente que no era sino la resurrección de
la "ulaka", o sea, el consejo de ancianos. Así también con la concepción del "ayllu",
institución viva, que no pudieron destruir ni españoles ni republicanos, y que
persistía con gran fuerza, sobre todo dentro de la hacienda feudal. Lo que pasó fue
que los campesinos empezaron a contribuir a la escuela con su trabajo personal, lo
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que no era sino el viejo "ayni", que para trabajos de mayor envergadura (como la
restauración del acueducto de veinticinco kilómetros que bajaba del Illampu) se
convertía en la "mincka". La contribución del indio se amplió, de su ambiente local,
a la zona de su influencia geografía: fue necesario responder con la creación de
escuelas elementales (33 en 1940). ¿Qué era esto? La resurrección de la "marca",
origen del concepto del "Núcleo Escolar", que responde totalmente a las exigencias
del medio, como en el Inkario. Aquí lo admirable no fue la creación misma del
sistema, sino el hecho de que Elizardo Pérez hubiera sabido comprenderlo y
convertirlo en eje de la escuela campesina. Y estas formas sociales tienen una base,
elemental sí se quiere, de orden socialista.
Lora dice que Warisata se había "limitado" a "un modesto programa de
reformas" (275), tales como el uso del jabón, la creación de mercados, fijar el precio
de transportes. Asombra la superficialidad de Lora. Ignora que no se trataba de
esas aplicaciones, por otra parte indispensables, sino del hecho de que Warisata era
nada menos que el despertar del indio, despertar que implicaba la revitalización de
sus viejas instituciones junto a los elementos de la vida moderna. Y esto no es un
"modesto programa de reforma", sino la presencia de la vida misma, el retorno de
las concepciones de tiempo y espacio que forman la base de las culturas y de que el
indio había sido privado en cuatrocientos años de esclavitud. Warisata era para el
indio, al mismo tiempo, la rememoración de la pasada grandeza y la convicción de
un porvenir asimismo grandioso. ¿No es importante todo esto? ¿No es justificar
todo un sistema pedagógico, aunque Lora se burle de ello?
Si afirmamos que Warisata era una escuela socialista, es porque tanto en su
organización interna como en sus proyecciones sobre el medio circunde, usaba de
procedimientos socialistas, que se referían al trabajo colectivo, a la igualdad en
derecho y obligaciones, tanto en la producción de bienes como en su consumo. Mal
que le pese a Lora, Warisata era una diminuta sociedad socialista, igualitaria, justa
y libre.
Pero al hablar de "socialismo" nosotros nos estamos refiriendo a la organización
socialista de la Escuela, y no porque creyéramos que por imitación o por
reglamento, se pudiera establecer iguales modalidades en el resto del país, papel
que le está reservado a la revolución. No estábamos proponiendo una reforma en
tal sentido, porque sabíamos que al socialismo se llega mediante la revolución y no
mediante las reformas. Pero tal convicción de ninguna manera desmiente que, en
la práctica, Warisata y algunas de sus gemelas, se hubieran organizado
internamente a la manera socialista, y no por imposiciones centrípetas, sino por
imperiosa necesidad del medio. No estábamos ensayando "en probeta" un modelo
socialista, sino que su práctica brotaba naturalmente como la más óptima
modalidad de trabajo.
Comentemos aquí un franco dislate lorista: "En los hechos —dice (276)—
Warisata fue una escuela reformista y no socialista". Se puede ver que las
oposiciones no tienen sentido: podía oponer el término "reformista" al término
"revolucionario" y decir con más propiedad: "Warisata fue una escuela reformista y
no revolucionaria". O también: "Warisata fue una escuela burguesa y no socialista".
En su desaprensivo modo de escribir, en este caso Lora opone el método
133
máximo y sostenido. ¡Todo esto, para Lora, tiene "un acentuado tinte
folklórico!"(267). Pedagogía tal trascendía a la sociedad en su conjunto, y por
consiguiente, no era mera pedagogía: era la creación de una conciencia nueva en el
campo, base para la conciencia social, para la acción combativa en busca de la
libertad y la justicia. Así se enlazaba la pedagogía con la revolución. Por tanto, no
era que creyéramos que la pedagogía reemplazaba a la acción revolucionaria, sino
que la complementaba, se integraban la una a la otra. La conciencia social ya no se
dirigía al alzamiento, sino a la revolución misma, que supone clarificación de
objetivos, entrenamiento mental, organización, canalización de energías, llamado
multitudinario.
Entre los visitantes, no podían faltar estadistas. Tejada Sorzano lo hizo tres
veces, una como Vicepresidente y dos como Presidente. Estuvieron también Toro y
Busch, y a este último la experiencia le sirvió para convertirse en gran defensor
nuestro.
El hecho de que Tejada Sorzano hubiera aprobado la obra de Pérez es, para
Lora, la comprobación de que la "escuela-ayllu" era "un instrumento en manos del
Estado para la formación de los campesinos dentro del esquema impuesto por los
intereses de la clase dominante" (267); probaba que Warisata se había incluido
"dentro de la línea de la domesticación del indio" (261).
Pero es el mismo Lora quien, en las páginas 203 y 204 de su libro, hace el elogio
de Tejada Sorzano al decir que era "un liberal excepcional porque luchó para evitar
que las grandes empresas mineras se convirtiesen en un superestado". Si Tejada
Sorzano fue capaz de adoptar, tal actitud respecto al más importante problema
económico del país, como es el de la industria minera, no tiene nada de raro que
adoptara postura similar respecto al problema del indio. Y la realidad es que
efectivamente, Tejada Sorzano era un "liberal excepcional" capaz, como dice Pérez
"de superar sus intereses de clase" sustrayéndose a las sórdidas equivalencias de su
formación burguesa para confesar con sinceridad que Warisata estaba forjando el
porvenir de Bolivia. ¡Pérez cuenta que una vez, recordando a Warisata, encontró al
Presidente dirigiendo el Parlamento Amauta! Debemos tener la honestidad de
reconocer a quienes fueron nuestros amigos, aunque perteneciesen a la clase
enemiga. Tejada Sorzano fue uno ellos, como le fue Busch, y no lo hizo porque se
llamase a engaño sobre las verdaderas finalidades, de la Escuela; lo hizo a
conciencia plena, percibiendo su espíritu libertario, aprendiendo a respetar al indio
como lo respetábamos nosotros. Todo esto no prueba que Warisata hubiera sido un
instrumento de dominio que Tejada Sorzano pretendiese manejar al servicio del
régimen imperante; prueba precisamente lo contrario: que la potencia del verbo
warisateño era tal, que podía gestar conciencias amigas aún en el seno del régimen
gobernante.
1
En el momento en que escribía esta página (septiembre de Í980) ignoraba que Elizardo Pérez había
fallecido en Buenos Aires. Quede lo escrito' como una reivindicación a su memoria frente al injusto
tratamiento de Lora.
2
Época de una dictadura militar.
136
Heinrich, los hermanos Daza Rojas y otros. Para entonces la obra de Elizardo Pérez
ya fulguraba en el ámbito nacional. No resulta extraño que se estableciese
prontamente amistad entre ellos, y que la casa de este otro Viejo (de mayor edad
que Navarro) sirviese también de punto de reunión. Allá, a tiempo de delinear los
contornos del nuevo partido, las tareas de Elizardo fueron unánimemente
admiradas, aplaudidas e incorporadas al ideario naciente. Tampoco resultaba
extraño que el grupo principal hubiera visitado Warisata en 1936 y 1937. Esto debe
recordarlo el escritor Raúl Botelho, por entonces profesor de la Escuela, y que era
entre nosotros el espíritu más cultivado, y que se enfrascó en una larga charla con
José Aguirre Gainsborg.
En 1940 Elizardo Pérez viajó a México en representación de Bolivia ante el
Primer Congreso Indigenista Interamericano reunido en Pátzcuaro. Sus
compañeros de delegación fueron Arze y Valencia, quienes regresaron portadores
(aunque sin demasiada ostentación, dadas las circunstancias) de una fotografía
donde el león de Coyoacán aparece entre ambos. A los pocos meses quedaba
fundado el Partido Socialista Obrero, el que por consiguiente posee un aval de
primer orden. Todo esto ha de sorprender a Lora, que presume de "historiador" y
que ha fabricado una leyenda en torno a las supuestas divergencias entre el Viejo y
Aguirre Gainsborg, y que ahora pretende adjudicarle a Elizardo Pérez una filiación
reaccionaria, sin averiguarlo bien. Por otra parte, la aclaración ya ha sido hecha por
el escritor y poeta rumano Stefan Baciu, en un reportaje que le hizo a Gustavo
Navarro, publicado en "PRESENCIA" el 27 de septiembre de 1970, donde el Viejo
hace saber que entre los fundadores de su partido, aparte del creador de las
escuelas indigenales, estaban —y esto es novedad— el poeta Guillermo Vizcara
Fabre y el pintor Cecilio Guzmán de Rojas. La lealtad de Elizardo Pérez hacia esas
antiguas posiciones se establece en el hecho de que ese mismo año (1970) me
escribiese pidiéndome incluir su nombre en las listas de la Liga Socialista
Revolucionaria, que como se sabe, es una fracción brotada del viejo PSOB.
En 1947 Elizardo fue llevado a la diputación por los campesinos de la provincia
Nor Lípez. Su candidatura fue independiente y le permitió volver a las tareas de
las que había sido expulsado. Como es natural, poco pudo hacer, ya el régimen
conservador estaba en el procero de su caída y no daba paso fácilmente a ideas
consideradas como peligrosas. Por lo menos, Pérez pudo fundar la Provincia
Daniel Campos, a petición de los campesinos de Llica, asiento de uno de los
principales Núcleos Escolares creado por el maestro. Pudo asimismo impedir la
demolición de los edificios de Warisata. En1949 el gobierno del Presidente Hertzog
tuvo que ceder ante fuertes presiones populares para designar a Elizardo Pérez
Ministro de Educación. Este compromiso de circunstancias solo duró tres meses, al
cabo de los cuales Pérez renunció convencido de que no se podía lograr la
resurrección de su obra. En tal ocasión Elizardo Pérez no vendió su conciencia ni se
entregó al sórdido ambiente de la política altoperuana. El mismo sentido tuvo su
compromiso con el Presidente Paz Estenssoro, quien en 1963 lo designó Primer
Director del Instituto Superior de Educación Rural.
Tenemos que ponernos en la situación de Elizardo Pérez: hombre de inmensa
proyección, acaso el más extraordinario que haya producido Bolivia en este siglo,
137
era completamente feudal". Lora afirma que "hay que concluir que en el medio
feudal no podía estructurarse una escuela socialista"; evidente: a los diez años, el
medio feudal se impuso y destruyó la Escuela. Pero no te hagas el tonto, amiguito:
esos diez años fueron de lucha sin cuartel, diez años que abrieron las sendas
revolucionarias por las cuales camina el indio boliviano, diez años que sacudieron
la conciencia nacional para que después se pudiera formular la suprema posición
teórica, a saber: que la liberación del indio no puede lograrla ni una ni mil
sublevaciones, ni tampoco la pedagogía: que tal liberación solamente es posible
mediante la alianza revolucionaría del campesino con la clase obrera.
Lora dice que Warisata había desconocido "de una plumada" el problema
nacional (125) y para probarlo, transcribe las siguientes opiniones de Elizardo
Pérez: "No hay razas en la tierra... no queremos formar repúblicas idiomáticas de
aymaras y quechuas, sino la república de Bolivia, fundada en la unidad de la
cultura terrígena heredada de nuestros antepasados. Lo ideal sería que todos los
bolivianos hablemos español, quechua y aymara, porque tales son, en realidad, los
idiomas nacionales...No hacemos, pues... diferencia de raza ni de idiomas.
Tratamos de crear un tipo boliviano..." (265).
Lora se empeña en comprender las cosas precisamente al revés. Lo que él
mismo transcribe es la prueba de que Elizardo Pérez había comprendido el
problema de la nacionalidad no solamente con gran acierto, sino con muchísima
anticipación a todo cuanto se escribiría posteriormente al respecto.
La posición internacionalista del socialismo no supone la destrucción de las
nacionalidades. Por el contrario, establece el derecho indiscutible de éstas de
mantenerse como tales, conservando aquello que se ha llamado "la identidad
nacional" en base a sus culturas tradicionales o indígenas. ¿Qué es, sino, el
"derecho de autodeterminación" por el que lucharon incansablemente Lenin y
Trotsky? Ahora bien, Bolivia es un país multinacional y multilingüe, lo que para el
socialismo, significa que han de mantenerse, conservarse y desarrollarse tales
nacionalidades en términos de justicia, igualdad y libertad, dentro del territorio
nacional, dentro de lo que es la gran patria boliviana, aspiración que no está en
contradicción con la lucha de clases, sino que, precisamente, está condicionada a
ésta; pues lo que priva a las nacionalidades indígenas de su derecho a la
sobrevivencia, es la actual división de la sociedad en clase antagónicas, una de las
cuales ejerce su dominio sobre las otras. El ideal supremo del socialismo es la
sociedad sin clases, lo que ciertamente no supone la destrucción de las
nacionalidades, sino su desarrollo como legítimo derecho de los pueblos que las
forman. Así el mantenimiento de nuestras nacionalidades internas nos permitirá, a
su vez, conservar nuestra identidad nacional frente a los demás países, no
solamente en la actual época capitalista, sino también bajo el socialismo.
Elizardo Pérez dice asimismo que... "no hay razas…”. Posición justísima por
demás, puesto que, si no hay razas, qué es lo que hay? La respuesta debería
haberla encontrado el propio Lora: si no hay razas, hay clases. Una vez más,
139
habíamos destacado tanto Elizardo Pérez como yo: que el fruto más notable de
Warisata era el Parlamento Amauta. ¿Por qué lo decíamos? Porque en esa
institución colectivista el indio iniciaba la discusión acerca de su papel histórico, lo
que en otros términos significa que SE PONÍA EN MARCHA; así en mayúsculas. Y
cualquiera que hubiera sido la suerte de Warisata, aunque toda su obra hubiera
sido destruida, ninguna fuerza sería capaz de detener el proceso iniciado. Y eso es
más importante que cualquiera otra dimensión que hubiera adquirido la Escuela.
BIOGRAFÍA DE WARISATA
Dedicatoria
Warisatt Escuela
senos núbiles
hija del lago y del Illampu
prometida de varones fuertes
yo cantaré tu rebeldía.
II
III
No más borrachera
no más guerra intestina
los indios celebraron la reconciliación
noche a noche el Parlamento Amauta
escudriñaba el porvenir
el verbo de Elizardo
había entrado en sus corazones.
Confiaron en el maestro
el pan que daba no era limosna
la misma choza del indio su vivienda
los gamonales temblaban ante él
143
Ante el hecho
escalofríos recorrieron el espinazo de los injustos
porque iba a concluir el imperio del latigazo.
Emboscadas, denuestos,
cárceles, difamación
pedestal de su epopeya fueron.
IV
El aliento de Elizardo
se hundió hasta nuestras arterias
desafiamos el filo de la nieve
pusimos una muralla al viento
en la madrugada las herramientas
quemaban nuestras manos. Diez y seis horas
en el taller, el aula o el sembrío
caíamos en el jergón
y a las cinco de la mañana
nuevas canciones saludaban al Inti.
144
Los alkamaris
se hicieron compañeros de nuestra siembra.
Después
los lekelekes de Warisata viajaron
a los valles y la selva;
nuevas atalayas brotaron
en Caiza, Casarabe y el Parapetí
y flota aún la leyenda
de Raúl Pérez, Sofía Criales
Carlos Loayza Beltrán
Enrique Quintela y su esposa.
VI
VII
Pero entretanto el odio
acumulaba cólera
Pablo Poma espaldas flageladas,
Apolinar Rojas encarcelado
Cruz Rojas su hogar destruido
Pascual Quispe en manos del corregidor
Alfonso Gutiérrez asesinado
Celestino baleado en Jotijoti
la madre de Esteban muerta a palos.
Marejadas de odio
sangre de maestros y de indios a la Pachamama
ojos famélicos vieron podrirse sus cosechas
en las trojes del patrón
la cárcel de Achacachi siempre llena de compañeros.
Entonces,
Caiza Escuela, vicuña del sud, hermana
herida fue de la ponzoña
Volvimos a Warisata
donde Raúl era indómito wanacu
los lacayos de Quintanilla
invasión de ratas fueron sobre su pecho.
Fuiste, Raúl, digno defensor de Elizardo ausente
te escarnecieron, te echaron
pero has quedado en mi corazón
y en los corazones indios.
IX
XI
Warisata desmoronada
Clemente ya no ríe, Wañuico no hace versos
Pedro vio a su madre
arrastrada de los cabellos por el gamonal Castro
Juanito Añawaya hace castillos,
de venganzas venideras
murieron Bonifacio, Domingo, Pascual Rojas.
Toribio, Serapio y veinte camaradas
se fueron a los cuarteles
Silverio y Mariano lloran por el perdido anhelo
149
ya no se edita el Boletín
los indios de nuevo riñen
la bandera del Club Ollanta profanada por Max Byron.
El cósmico lenguaje
convertido ahora en mestizo idioma.
XII