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Resumen
CONSULTA
Revista de la Asociación de Escribanos del Uruguay, tomo 97, jul. - dic. , 2011 — Consultas técnicas
I. Antecedentes
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Por otra parte señalan que habrían transcurrido 33 años desde que se
celebró la promesa por lo cual dicho acto no le sería oponible a los cónyuges
que no consintieron.
Asimismo, el hecho de que se escriture e inscriba la escritura en el
Registro correspondiente, no sanea el título.
El suscrito comparte en cierto modo las conclusiones a las que han
arribado tanto la oficina actuaria como los gestionantes, a los efectos de
la dilucidación de las presentes actuaciones.
II. Consulta
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b) Si el solo hecho de referir en una constancia de certificación que los
que comparecen lo hacen por sí y en representación de la parte promitente
vendedora, puede inferirse que se está representando a los cónyuges de
los representados.
c) Si la falta de consentimiento expreso de los cónyuges de los repre-
sentados en la promesa puede ser subsanada por el mero transcurso del
tiempo.
d) Si, en su defecto, puede ser subsanada dicha omisión emplazando
a todos los cónyuges o sus herederos y, en el caso de que no se pudiere
determinar alguno de ellos, realizar un emplazamiento genérico por edic-
tos con posterior designación de defensor de oficio que represente a los
incomparecientes o indeterminados.
e) En el caso de que procediera la escrituración, si el Juez puede repre-
sentar en la escritura a dichos incomparecientes.
INFORME
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un contrato no vale por sí sola sino por su interrelación con las demás
cláusulas que constituyen la integralidad final del negocio del cual son
constituyentes estructurales inescindibles y por la intervinculación con
elementos exógenos al propio acto negocial, como las conductas pre y post
convencionales que los otorgantes comportaron, las cuales se integran con
aquellos en el proceso explicatorio como medios interpretativos de por lo
menos igual jerarquía que las palabras con las que se construye la exte-
riorización volitiva y a las cuales les asignan in re ipsa su genuino valor
de significación […]. En el espectro doctrinario semiótico de vanguardia
resultan ostensibles las corrientes que establecen que el paso marcado
por la disciplina que hace del lenguaje su objeto de estudio científico ha
transcurrido desde la denominada semiótica del signo hacia la semiótica
del discurso […].12
Más adelante: “Es en esta línea de pensamiento que trasladando las
precedentes afirmaciones a un terreno contractual compuesto por varias
cláusulas, el significado de una de ellas (en la instancia: signo) solo puede
discernirse en su particular interrelacionamiento con el resto de las cláu-
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sulas que componen el contrato (extratextualidad endógena o en sentido
estricto) de lo cual emerge la perspectiva discursiva del negocio con un sen-
tido integral, diferenciable del particularmente atribuible a sus cláusulas
aisladas. Del signo al discurso; de la cláusula al sistema que ella forma con
el resto de las que constituyen el contrato que, de esta manera, es respecto
de ellas lo que el discurso es al signo particularmente analizado […]”.13
A su vez, Andrés Mariño López, expresa: “La interpretación se concep-
tualiza como la atribución de significado a un texto. Se entiende por texto
a una estructuración funcional dinámica de signos. Los estudios semióticos
modernos han dejado en claro que no es la suma de signos aislados lo que
produce el sentido sino que este devendrá del funcionamiento textual de los
mismos. Es sobre el texto y no en el signo individualmente considerado que
debe realizarse la actividad interpretativa de atribución de significado. Si
bien puede asignarse sentido a un signo, el mismo se encuentra inserto en
un proceso discursivo que le permite generar un significado, es decir, está
inmerso en un texto y vinculado con un determinado contexto. El texto es
un proceso semiótico que en su discurrir sintáctico va produciendo sentido.
El considerar este aspecto dinámico procesual evitará la búsqueda de la
significación en unidades estáticas como la palabra o la frase. El significado
global de un texto resulta superior a la suma de significaciones de las frases
que la componen, es decir, existe un suplemento de significación peculiar
del texto en cuanto estructura y no como suma de frases”.14
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Cuando se va a otorgar la promesa, en el exordio del documento se hace
referencia a que comparecen todos los adjudicatarios del bien (pero no los
respectivos cónyuges), quienes en adelante se denominarán “los promi-
tentes vendedores”.
En la cláusula de objeto de dicha promesa, se establece:
“Los promitentes vendedores prometen vender y el promitente compra-
dor se obliga a comprar un solar […]”.
Luego en cláusula aditiva establecen las partes:
“El promitente comprador renuncia al certificado de vigencia del poder
que usan los comparecientes de la parte promitente vendedora, poder cuya
vigencia aseguran, y que se citará en la certificación de firmas”.
Hasta aquí, la manifestación de voluntad de las partes.
Y en la certificación de firmas manifiesta el escribano actuante que las
firmas fueron puestas por H (comprador) y B y C, estos en representación
—y por sí— de la parte promitente vendedora, de acuerdo al poder que
los integrantes de esta parte se otorgaron recíprocamente el 23 de octubre
de 1972, poder cuya vigencia total me lo aseguran los mandatarios. Los
otorgantes son personas de mi conocimiento y sus datos filiatorios son
los consignados en la promesa, así como de las personas representadas,
habiendo votado en las últimas elecciones nacionales.
Se deduce claramente que esa cláusula aditiva está rectificando el exor-
dio del contrato, ya que finalmente no comparecieron los allí mencionados,
sino que comparecen solo B y C.
Estos comparecieron por sí y en representación de la parte promitente
vendedora de acuerdo a un poder que fue otorgado no solo por las personas
que erróneamente figuraban como comparecientes, sino también otorgado
por los cónyuges omitidos en esa comparecencia.
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15 Gamarra, Jorge: Tratado de Derecho Civil Uruguayo, tomo XV, 2.a ed., p. 137.
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decir, persigue alcanzar determinados fines u objetivos”.17
Los otorgantes (B, C y el promitente comprador), manifiestan que “con-
vienen en celebrar este contrato de promesa de enajenación a plazo del
inmueble a describirse conforme a las cláusulas siguientes, a las de la Ley
8.733 de junio de 1931, sus modificativas y demás legislación aplicable”.
De manera que las partes, de manera expresa, insertan a su discurso por
remisión, a la Ley 8.733, sus modificativas y demás legislación aplicable.
Normas que deberán ser analizadas, e interrelacionadas con las cláu-
sulas del contrato, para comprender el significado global del discurso.
De acuerdo a la Ley 8.733, entre las obligaciones principales del pro-
mitente enajenante, se encuentra la de transferir el dominio dentro de un
determinado plazo. Correlativamente la otra parte se obliga a adquirir el
dominio.
Otorgada la promesa, el promitente adquirente deviene titular de un
derecho personal a que le transfieran el dominio del inmueble. Pero dicho
inmueble continúa en el patrimonio del promitente enajenante.
Es así, que al decir del Esc. Jorge Machado: “Por lo expuesto, y dado
que la finalidad de la ley es proteger al promitente adquirente, se regula
en sentido de otorgar preferencia al derecho del adquirente, consagrando
un derecho cuya función es proteger la efectividad del derecho personal
referido; asegurar que al promitente comprador se le va a cumplir o que
en su defecto tendrá acción de ejecución forzada en especie, situándolo
además como preferente, incluso contra derechos reales posteriores a la
inscripción de la promesa.
A tales efectos, la Ley 8.733 establece en su artículo 15 que a partir de
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18 Machado Giachero, Jorge: Promesas, conciliando la teoría con la práctica, 1.a ed.,
p. 115.
19 Ob. cit., p. 116.
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Si entendemos que B y C están representando a todos excepto a los
mencionados cónyuges, se produce la siguiente incoherencia:
Por un lado, que las partes manifiestan celebrar un negocio jurídico y
por lo tanto perseguir alcanzar determinados resultados; entre esos resul-
tados, se encuentra asegurar una futura transferencia de dominio de todo
el bien, mediante la constitución del derecho real a que refiere el art. 15
de la Ley 8.733; a su vez, para que nazca ese derecho real, es necesario el
consentimiento de todos los adjudicatarios y sus cónyuges.
A lo que se debe agregar el marco de referencia, que consiste en que los
otorgantes han sido facultados para actuar en nombre y representación
de todas las personas necesarias para lograr ese resultado; poder que fue
otorgado en una misma escritura.
Y por otro lado, que los otorgantes al momento de celebrar uno de esos
negocios, al invocar ese poder, lo hacen solo en relación a algunos de los
poderdantes, y no respecto a todos, no pudiendo de esa manera, obtener
algunos de los resultados queridos, como ser el derecho real sobre todo el
bien mediante la inscripción de la promesa, que garantice la transferencia
del dominio ya sea en forma voluntaria o forzada.
Dicha interpretación, conduce a entender que las partes, por un lado
buscan determinados resultados y por otro, teniendo la posibilidad de
lograrlo, optan por no conseguirlo. Esa contradicción no es admisible si
buscamos la coherencia global del discurso.
Y esa contradicción es superada, entendiendo que si las partes buscan
determinados resultados, y tienen la posibilidad de lograrlo, optan por sí
conseguirlo.
De manera que esa contradicción es superada, entendiendo que:
— las partes buscan determinados resultados para lo cual es necesario
el consentimiento de todos los poderdantes,
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IV. En conclusión
Y en nota al pie dice: “Cfme. Mosco, Luigi, ob. cit, n.° 35, p. 108. Seña-
la el doctrinario que el comportamiento posterior, para poder valer a los
fines de la interpretación, debe consistir en actos relevantes, capaces
de servir de verdadero índice de la orientación de la voluntad de
las partes, conducta que puede también ser negativa en cuanto se
manifieste con omisiones.20 En ese sentido cita como particular especie
de comportamiento omisivo considerado por la jurisprudencia a la toleran-
cia, en cuanto puede significar un reconocimiento de la falta de derecho,
solo si se manifiesta con circunstancias incompatibles con la existencia de
un deber (obbligo) […]. Especial relevancia tienen los actos de ejecución
de las obligaciones contractuales, sobre todo si la misma se ha prolongado
por un considerable período de tiempo”.21
El comportamiento omisivo que han tenido los cónyuges supuestamente
no incluidos en la promesa, desde el año 1974 hasta la fecha, no iniciando
ningún tipo de acción que refiera al inmueble, a nuestro entender, es un
elemento extratextual de interpretación, que puede ser calificado como un
acto relevante, capaz de servir de verdadero índice de la orientación de la
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voluntad de las partes,
Dicho comportamiento confirma la interpretación de que la voluntad
contractual consistió en que la parte promitente vendedora estuviera
formada por los dos comparecientes y todos los poderdantes, incluidos los
cónyuges de los adjudicatarios.
B) Y si aún persistiera la duda, luego de aplicadas las reglas de inter-
pretación subjetiva, se aplicarán las normas de interpretación objetiva,
entre ellas el art. 1300 del C. Civil:
“Las cláusulas susceptibles de dos sentidos, de uno de los cuales re-
sultare la validez y del otro la nulidad del acto, deben entenderse en el
primero.
Si ambos dieren igualmente validez al acto, deben tomarse en el sen-
tido que más convenga a la naturaleza del contrato y a las reglas de la
equidad”.
Dicho artículo consagra el llamado principio de conservación del con-
trato.
Manifiesta Jorge Rodríguez Russo: “A nuestro juicio la denominada
interpretación objetiva es interpretación. Pero algunas de las normas que
la disciplinan no son estrictamente normas de interpretación sino normas
interpretativas, pues es el propio legislador el que asigna anticipadamente
un significado constante capaz de eliminar la ambigüedad existente. Tal lo
que sucede, por ejemplo, con la norma que prescribe el deber de optar por
el sentido de la validez del negocio jurídico contrato (artículo 1300)”. 22
Y en la página 216, dice: “Por otra parte, si bien la norma literalmente
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VI. Conclusión
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ta el consentimiento para el contrato que va a realizar el representante,
consiente solo en que los actos que realice el representante se refieran
directamente a su esfera jurídica; el apoderamiento, escribe Hupka, “es
consentimiento para que otro, por su declaración contractual, cree para
mí derechos y obligaciones”.
De manera que la voluntad contractual se forma con la voluntad del
representante y no con la voluntad del representado. El apoderado no
expresa la voluntad del poderdante, sino su propia voluntad que, en caso
de actuar en nombre del poderdante, produce efectos en el patrimonio de
este último.
Cuando los cónyuges otorgaron el poder, no manifestaron su consenti-
miento para este contrato, sino que consintieron expresamente, que los ac-
tos que realizaran los representantes respecto a esos bienes, y lógicamente
actuando en su nombre, produzcan efectos en su esfera jurídica.
Por lo cual, lo que hay que analizar en el caso, no es si de este contrato
surge la conformidad expresa de los cónyuges, ya que directamente, este
negocio no se forma con su voluntad y en consecuencia no encontraremos
en él la voluntad de ellos: ni expresa ni tácitamente.
Lo que se debe analizar es, si el representante, que es el sujeto que
forma la voluntad contractual, finalmente obró o no a nombre de esos
cónyuges.
Al respecto, consideramos que si bien es conveniente que el nombre
del representado se establezca de manera expresa en el documento para
eliminar toda duda al respecto, no es un requisito indispensable, ya que
el nombre del representado puede surgir, por ejemplo, per relationem al
negocio de apoderamiento del cual surge el poder.
23 Jorge Gamarra, Tratado ..., tomo XV, 2.a ed., pp. 159 y 160.
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Fátima Izaguirre, Jorge Machado, M.a del Rosario Marchese, María Alejan-
dra Portillo, Mildred Secondo y Adriana Silva Fierro aprueba por mayoría
el informe que antecede elaborado por el Esc. Juan Pablo Villar.
El Esc. Roque Molla comparte las conclusiones de ese informe, toman-
do en consideración que el negocio de promesa de compraventa refirió a
la totalidad del inmueble con obligación de transferir el dominio a título
compraventa.
Discordes: Escs. Enrique Arezo, Margarita Puertollano y María Beatriz
Vázquez de León.
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