Вы находитесь на странице: 1из 12

Nuevas políglotas: la traducción

de la Septuaginta al español

Inmaculada Delgado Jara


Universidad Pontificia de Salamanca

Este estudio gira en torno a Septuaginta (LXX), la primera traducción


e interpretación de la Biblia hebrea al griego, llevada a cabo en primer
lugar en Alejandría, durante el reinado de Ptolomeo II Filadelfo (285-246
a. C.), y que se prolongaría hasta el s. I d. C1. La exposición abordará tres
aspectos de esta obra: en primer lugar, se presenta un Estado de la cuestión
para mostrar su uso y desigual influencia a lo largo de la historia de la
interpretación bíblica. En un segundo punto, El porqué del renacimiento de
Septuaginta, se analizarán las circunstancias que han motivado el resurgir
de los estudios en torno a esta obra y la necesidad de llevar a cabo una tra-
ducción de la misma a las lenguas modernas. Por último, nos detenemos
en las Características de la traducción al español de la Biblia griega.

1  Para un estudio general de Septuaginta, cf. N. Fernández Marcos, Septuaginta. La


Biblia griega de judíos y cristianos, Salamanca: Sígueme, 2008; Id., The Septuagint in Context:
Introduction to the Greek Version of the Bible, Leiden, 2000; K. H. Jobes – M. Silva, Invitation
to the Septuagint, Grand Rapids, MI, 2000; M. Harl – G. Dorival – O. Munnich, La Bible
grecque des Septante, Paris: Cerf, 1988; T. M. Law, Cuando Dios habló en griego. La Septuaginta
y la formación de la Biblia Cristiana, Salamanca: Sígueme, 2013; Id. – A. Salvesen, The Oxford
Handbook of the Septuagint, Oxford, 2014; M. Müller, The First Bible of the Church. A Plea for the
Septuagint, Sheffield: Sheffield Academic Press, 1996; H. B. Swete, An Introduction to the Old
Testament in Greek, Cambridge: Cambridge University Press, 1914; E. Tov, «The Septuagint»,
en M. J. Mulder (ed.), Mikra. Text, Translation, Reading and Interpretation of the Hebrew Bible in
Ancient Judaism and Early Christianity (Compendium Rerum Iudaicarum ad Novum Testa-
mentum, II.1), Maastricht: Van Gorcum – Philadelphia: Fortress Press, 1988, 161-188.
128 Inmaculada Delgado Jara

1. Estado de la cuestión
Con el hallazgo de los manuscritos del mar Muerto en el s. XX, una
de las primeras conclusiones a las que llegaron los investigadores fue que
en muchos casos los manuscritos de los libros de la Escritura encontrados
eran diferentes de la Biblia hebrea recibida y, es más, incluso coincidían
en su versión con pasajes divergentes de Septuaginta. Lo más incómodo
para muchos investigadores que habían insistido en la autoridad del texto
hebreo era reconocer que esos manuscritos reflejaban estadios más anti-
guos de los libros bíblicos2.
Hemos de retrotraernos al s. V d. C. y a la traducción latina de san
Jerónimo, que destrona a la Biblia griega en Occidente, para retomar la
historia estrepitosa de la Biblia griega judía o Septuaginta. Hasta bien
entrado el s. XX no ha resurgido su uso ni su estudio, aunque antes del
monopolio de la Hebraica veritas por parte del texto masorético a partir
del s. II d. C., la Biblia judía, históricamente y de hecho, era a la vez el
texto hebreo y el texto griego. Es más, la forma textual de LXX era más
popular y fue más utilizada que la hebrea entre los autores del NT y entre
los primeros cristianos3.
Con su traducción del texto hebreo del Antiguo Testamento al latín en
el año 405, llamada iuxta Hebraeos, para distinguirla de la Vetus latina del
s. II que había sido traducida según Septuaginta, la novedad de Jerónimo
no fue sólo una cuestión de estilo, sino que creó una nueva Biblia para
la Iglesia, motivado por una vuelta a la Hebraica veritas4. Aparte de una
pequeña población de cristianos que había usado la peshitta siriaca basa-
da en la Biblia hebrea, era la primera vez en la historia cristiana que otra
biblia no basada en Septuaginta era promovida para uso de la Iglesia.
Durante cuatrocientos años la mayoría de los cristianos habían oído y
leído Septuaginta y las traducciones nacidas de ella.
La ambigüedad de Jerónimo sobre sus motivos para el cambio de
la graeca veritas a la Hebraica veritas se comprende en el contexto político
de su tiempo. Los siglos IV y V fueron tumultuosos en el Imperio roma-
no pero también en las relaciones entre judíos y cristianos. Jerónimo en
principio no fue crítico hacia Septuginta. Se refirió incluso a la traducción
utilizada por los apóstoles como vera interpretatio (cf. Praefatio in evangelio

2  Cf. N. Fernández Marcos, «The Use of the Septuagint in the Criticism of the
Hebrew Bible», en Sefarad 47/1 (1987) 66-68.
3  Cf. R. T. McLay, The Use of the Septuagint in New Testament Research, Grand Rapids,
MI – Cambridge, U.K.: Eerdmans, 2003, 13; M. Müller, The First Bible of the Church..., 122.
4  Cf. R. González Salinero, Biblia y polémica antijudía en Jerónimo, Madrid: csic, 2003,
29-41.
Nuevas políglotas: la traducción de la Septuaginta al español 129

II, 1515.19). Sin embargo, en 386, se estableció en Belén y gradualmente


fue cambiando de actitud hacia Septuaginta, aumentando su simpatía
hacia el texto bíblico hebreo5.
Por su parte, Agustín de Hipona, un contemporáneo de Jerónimo,
obispo en el norte de África, consideró la nueva traducción latina una
amenaza para la unidad de una todavía frágil iglesia. Indiferente a la
erudición de Jerónimo, Agustín mantuvo la autoridad de la Septuaginta
como la Biblia de la Iglesia. Apeló a la historia de su uso cristiano, empe-
zando por los escritores del NT, y a la utilización que de ella seguían
haciendo las iglesias de Oriente. Consideraba que cualquier cambio en la
versión del texto bíblico en Occidente podía acabar en un cisma6.
Pero los hechos discurrieron de otro modo7, pues sólo la Iglesia
ortodoxa mantendría Septuaginta como Biblia oficial hasta nuestros días.
Por otro lado, en la franja oriental del mundo cristiano pervivió también
a partir del s. IV d. C. la traducción al siríaco o pesitta, mientras que
en Occidente se impuso la Vulgata. Ésta fue utilizada casi como única
versión de la Biblia a lo largo de toda la Edad Media, hasta que el latín
se fragmentó en las lenguas romances y comenzaron a brotar múltiples
traducciones a las lenguas vernáculas8.
Aun con la llegada del Renacimiento y el regreso a las fuentes origina-
les, prevalecieron consideraciones doctrinales –como las expresadas por
el cardenal Cisneros en su prólogo al lector de la Políglota Complutense–
que tampoco favorecían a la Septuaginta. Señala el cardenal haber coloca-
do el texto de la Vulgata en el centro de la página entre los textos hebreo
y griego9, como a la Iglesia romana o latina entre la Sinagoga y la Iglesia
oriental, a la manera de Jesús entre los dos ladrones10. Y lo justifica de la
siguiente manera: «Haec enim sola supra firmam petram aedificata (reli-

5 Cf. T. M. Law, Cuando Dios habló en griego. La Septuaginta y la formación de la Biblia


cristiana, Salamanca: Sígueme, 2013, 213-223; M. Müller, «The Reception of the Septuagint
Legend into the Church», en The First Bible of the Church, 83-89.
6  Cf. T. M. Law, o.c., 223-230; M. Müller, «The Reception of the ...», 89-94.
7  Cf. M. Müller, Ibid., 68-97.
8  Cf. N. Fernández Marcos, La Biblia griega. Septuaginta. I. Pentateuco, Salamanca:
Sígueme, 2008, 23-24.
9  En ella participaron, entre otros, los conversos Alonso de Alcalá, Pablo Coronel
y Alfonso Zamora, que se encargaron de la parte hebrea y aramea; de la parte griega lo
hicieron Diego López de Zúñiga, Demetrio Ducas y Hernán Núnez de Toledo (el Pinciano).
Antonio de Nebrija intervino en la corrección de la Vulgata.
10 He aquí las palabras del prólogo que aluden a esta disposición: «mediam autem
inter has Latinam B. Hieronymi translationem velut inter Synagogam et orientalem eccle-
siam posuimus tanquam duos hinc et inde latrones, medium autem Iesum, hoc est Roma-
nam sive Latinam ecclesiam collocantes».
130 Inmaculada Delgado Jara

quis a recta Scripturae intelligentia quandoque deviantibus) inmobilis


semper in veritate permansit»11.
Aun con todo, en la Políglota de Alcalá (1514-1517) se imprime por
primera vez (editio princeps)12 en la imprenta de Arnao Guillén de Brocar
el texto completo de la biblia griega. El 10 de enero de 1514 se terminaba
de imprimir el primer volumen, con el texto griego13 y latino (Vulgata) del
Nuevo Testamento Complutense: así lo afirma el colofón. Era la primera
vez que se publicaba todo el NT griego junto con un léxico14, también el
primero, dos años antes de que lo hiciera Erasmo (Basilea 1616). Resulta
extraño, sin embargo, que hubiera que esperar más de medio siglo desde
la invención de la imprenta para la publicación del NT en griego, sobre
todo cuando la Vulgata, primer libro impreso (Mainz 1450-1456), conta-

11  «Pues únicamente ésta, edificada sobre una piedra firme, permaneció siempre fija
en la verdad (mientras que las restantes a veces se desvían de la recta comprensión de la
Escritura)».
12 El primer volumen que vio la luz constituye la primera edición impresa del
Nuevo Testamento griego. Sin embargo, no fue publicada hasta unos años más tarde, a
la espera de completar todos los volúmenes de la Políglota (terminados el 10 de Julio de
1517) –el 2º con los diccionarios y complementos y los otros cuatro con todo el Antiguo Tes-
tamento–. Esto es lo que posibilitó que la edición del Nuevo Testamento griego de Erasmo
de Rotterdam, Novum Instrumentum, publicada en 1516, se llevara el título de  editio prin-
ceps, consiguiendo, además, un privilegio exclusivo de 4 años de publicación de parte del
emperador Maximiliano I de Habsburgo y del Papa León X. La edición de Erasmo, basada
en manuscritos de baja calidad, se convirtió desde entonces, y por más de dos siglos, en el
textus receptus. La Políglota de Alcalá no consiguió el placet de Roma hasta 1520 y, de hecho,
sólo en 1522 comienza su distribución efectiva. También antes, 1518-19, vio la luz la Biblia
Aldina, con el texto de la versión griega de la Biblia, la Septuaginta. Cf. Á. Sáenz-Badillos,
«La Biblia Políglota Complutense», en L. Jiménez Moreno (coord.), La Universidad Com-
plutense Cisneriana. Impulso filosófico, científico y literario. Siglos XVI-XVII, Madrid, Editorial
Complutense, 1996, 137-153.
13  Cf. J. A. L. Lee, «The Complutensian Polyglot, the Text of Sirach, and a Lost Greek
Word», en Bulletin of the International Organization for Septuagint and Cognate Studies 42 (2009)
95; N. Fernández Marcos, «Sources Greek of the Complutensian Polyglot», en Id., Filología
bíblica y humanismo, Madrid: csic, 2012, 261; N. Fernández Marcos, «El texto griego de Sep-
tuaginta en la Políglota Complutense», en Estudios Bíblicos 72/1 (2014) 103-104.
El texto septuaginal de la complutense es la fuente más importante de que se dis-
pone para conocer LXX en su recensión de Luciano, que es la principalmente reflejada por
aquél, aunque entrecruzada con otras, fuera del cual sólo existen manuscritos con restos
o huellas de dicha recensión y citas en los Padres de la Iglesia. Cf. N. Fernández Marcos,
«The Use of the Septuagint in the Criticism of the Hebrew Bible», en Sefarad 47.1 (1987)
59-72, 60.
14  Cf. J. A. L. Lee, «The Complutensian Polyglot, the Text of Sirach, and a Lost Greek
Word», Bulletin of the International Organization for Septuagint and Cognate Studies 42 (2009)
95-108; Id., A History of New Testament Lexicography, New York, 2002.
Nuevas políglotas: la traducción de la Septuaginta al español 131

ba ya a fines del s. XV con más de cien ediciones. Junto a la dificultad y


costo que suponía la fundición de los tipos griegos15, la principal causa
del retraso en la impresión del NT fue sin duda el prestigio de la Vulgata
y la posibilidad que ofrecía a los estudiosos de criticar y corregir la Biblia
usada por la Iglesia16. Las Biblias Políglotas, con la presentación sinóptica
de las lenguas originales, se convertían en un gran desafío exegético: Cuál
era el auténtico texto bíblico17.
A su vez, las políglotas de los siglos XVI y XVII sólo le concedieron
a Septuaginta un puesto subsidiario frente a la Vulgata y al original
hebreo18: la Biblia Regia o Políglota de Amberes, de Arias Montano, en
ocho volúmenes (1569-1572) y también la Políglota de París, en diez volú-
menes (1629-1645), siguieron el texto griego de la Complutense, en el que
Cisneros puso tanto empeño en seleccionar y procurarse los manuscritos
base de su edición –en general, la recensión antioquena o de Luciano–19.
La Políglota de Londres (1654-1657), editada por Brian Walton, en seis
tomos, sigue el texto de la Biblia Sixtina o Vaticana, en la que se utilizó por
primera vez el códice B, el Codex Vaticanus, al que añade variantes del
Codex Alexandrinus, además de versiones orientales20.

15 No se puede dejar de señalar que el Nuevo Testamento de la Complutense consti-


tuye la mayor aportación española a la historia de la tipografía por la belleza de los caracte-
res griegos inspirados en los manuscritos de los siglos XII y XIII. Cf. N. Fernández Marcos,
«Políglotas y versiones. Luces y sombras del biblismo español en el siglo XVI», en Filología
bíblica y humanismo, Madrid: csic, 2012, 250.
16  Cf. A. García-Moreno, «La Biblia en el entorno de Trento», en Scripta Theologica 15
(1983) 567-585 y 574-575.
17  Cf. N. Fernández Marcos, «Políglotas y versiones. Luces y sombras del biblismo
español en el siglo XVI», en Filología bíblica y Humanismo, Madrid: csic, 2012, 251-252.
18  V.gr. la nueva Biblia Políglota de Arias Montano, llamada la Biblia Políglota
Regia, encargada por Felipe II, preparada en Amberes en las prensas de Plantino, y que vio
la luz entre 1569 y 1572, con evidente afán de superación. En el s. XVII el oratoriano francés
Morin emprende la tarea de una nueva Biblia políglota, conocida como la Políglota de París,
elaborada de 1629 a 1645, en diez tomos. Poco tiempo después, entre 1654 y 1657 ve la luz
en Londres la más completa de las Biblias políglotas de esa época: la de Brian Walton, cono-
cida también como Políglota Londinense, en seis tomos, acompañada de un útil Lexicon hep-
taglottum en apéndice, y de la que en 1958 apareció en Graz una reproducción fotomecánica.
19  Cf. Á. Sáenz-Badillos, La Filología Bíblica en los helenistas de Alcalá, Estella: Verbo
Divino, 2000; M. Á. Tabet, Introducción general a la Biblia, Madrid: Palabra, 2004, 268-269.
20 Cf. N. Fernández Marcos, «Los estudios de Septuaginta. Visión retrospectiva y
problemática más reciente», en Cuadernos de Filología clásica 11 (1976) 413-468, pp. 417-420;
Id., «Greek Sources of he Complutensian Polyglot», en Filología bíblica y humanismo, 261;
Scott Mandelbrotte, «English Scholarship and the Greek Text of the Old Testament: The
Impact of Codex Alexandrinus», en A. Hessayon – N. Keene (eds.), Scripture and Scholarship
in Early Modern England, Aldershot, 2006, 74-93.
132 Inmaculada Delgado Jara

No le fue mejor a Septuaginta con la Reforma en el mundo protes-


tante. Los reformados, siguiendo a Jerónimo, se adhirieron al canon de
la Biblia hebrea y relegaron a la categoría de apócrifos los libros propios
de Septuaginta. Lutero los tradujo al alemán en un apéndice indicando
que los consideraba «útiles y buenos para ser leídos», pero no los incluyó
en su versión de la Biblia alemana publicada en 1534, basada en el texto
hebreo21.
Hoy día, gracias a los descubrimientos de Qumrán22, sabemos algo
que, al parecer, ni Orígenes ni Jerónimo pudieron sospechar, porque pen-
saban que el texto hebreo por ellos conocido había permanecido inalte-
rado desde el tiempo de los traductores: que la Septuaginta es portadora
de variantes reales del hebreo, tanto textuales como literarias, y que, al
menos en algunos libros, es un testigo de una tradición diferente de la del
texto masorético23.
El hallazgo de los manuscritos del mar Muerto –hemos dicho– puso
de manifiesto la existencia de versiones diferentes de algunos libros de
la Biblia hebrea recibida. Por tanto, se abrió así la posibilidad de que los
traductores de Septuaginta no fueran los responsables de las diferencias
del texto bíblico; quizá estaban traduciendo otros textos hebreos en esta-
dios más antiguos. Este dato echó por tierra la afirmación aceptada en
muchos círculos de exégetas que explicaban las divergencias en el texto
de la Septuaginta de manera sencilla: o los traductores eran muy creativos
o no entendían el texto hebreo que tenían delante24. Por tanto, el descu-
brimiento de estos manuscritos y la nueva apreciación de la Septuaginta
no sólo ha revolucionado el estudio del AT y de la Biblia hebrea, sino
también el del NT y el cristianismo primitivo. Aparte de las numerosas
citas del AT en el NT25, que son casi enteramente del griego, el lenguaje

21  Cf. M. Brecht, Martin Luther, Minneápolis: Fortress Press, 1985-1993, t. III, 98:
«Apócrifos: Estos Libros no se consideran iguales a las Escrituras, pero son útiles y buenos
de leer».
22 La Biblia griega era conocida en Qumrán, como lo demuestran los fragmentos
griegos de las cuevas 4 y 7, los fragmentos griegos de los Doce Profetas hallados en Nahal
Hever y los fragmentos de Masada. Cf. E. Ulrich, The Dead Sea Scrolls and the Origins of the
Bible, Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1999, 165-183; E. Tov, «The Greek Biblical Texts from the
Judean Desert», en S. McKendrick – O’Sullivan (eds.), The Bible as Book. The Transmision of the
Greek Text, London: The British Library & Oak Knoll Press, 2003, 97-122.
23  Cf. N. Fernández Marcos, Scribes & Translators. Septuagint & Old Latin in the Books of
Kings, Leiden-NewYork-Köln, 1994, 10 y 14; M. Müller, The First Bible of the Church, 99.
24  Cf. E. Ulrich, The Dead Sea Scrolls and the Origins of the Bible, Grand Rapids, MI:
Eerdmans, 1999, 17.
25 Cf. R. T. McLay, The Use of the Septuagint in New Testament Research, Grand Rapids,
MI – Cambridge, U.K.: Eerdmans, 2003.
Nuevas políglotas: la traducción de la Septuaginta al español 133

y la teología de los escritores del NT están en deuda mucho más con la


Biblia griega que con la hebrea26.
Coincidimos con T. Law al subrayar cuatro razones de la importancia
crucial de LXX:
1. Arroja luz en el desarrollo del pensamiento judío entre el s. III
a. C. y el s. I d. C. El NT no se puede leer separadamente de su
contexto en el judaísmo helenístico, y por ello nos acercamos más
a la comprensión de su contexto con la lectura de Septuaginta.
2. La traducción del AT en casi todas las versiones modernas de la
Biblia se basa en la Biblia hebrea, pero la forma de escritura usada
por los autores del NT se aproxima más a Septuaginta. Las escri-
turas judías griegas permitieron a los primeros cristianos reivin-
dicar una tradición histórica. El potencial para la expansión de la
Iglesia aumentó exponencialmente cuando tuvieron esta tradición
disponible en la lengua del mundo mediterráneo, la koiné.
3. No sólo la mayor parte de los primeros cristianos usaron LXX,
sino que también su teología fue explícitamente conformada por
ella y no por la Biblia hebrea27.
4. En muchos lugares, Septuaginta contiene un mensaje diferente al
del texto masorético. Esto no se debe sólo a que los traductores
crearan nuevos significados. En muchos casos, provee el único
acceso que tenemos a las formas más antiguas. Las ediciones
modernas de la Biblia hebrea contienen un texto que fue más o
menos establecido en el s. II d. C., y mientras que las tradiciones
textuales de algunos de los libros se retrotraen al s. III e incluso
al s. V a. C., sus textos se diferencian de las tradiciones conocidas
y usadas por los lectores de la Escritura en tiempos antiguos.
Los autores del NT, conscientes o no, transmitieron un mensaje
basado en la lectura teológica de las escrituras judías aportada
por LXX, que a menudo era diferente del mensaje de la Biblia
hebrea en la versión masorética. Se pueden observar ejemplos en
los Evangelios, en el apóstol Pablo, en el escritor de Hebreos, en
el de Apocalipsis, que demuestran que la Biblia griega tuvo un
profundo impacto en el desarrollo del pensamiento del NT.

26  T. M. Law, Cuando Dios habló en griego. La Septuaginta…, 9-10.


27  Para una introducción a la interpretación teológica en los LXX, cf. D. A. Hagner,
«The Old Testament in the New Testament», en S. J. Schultz – M. A. Inch (eds.), Interpreting
the Word of God. Festschift in Honor of Steven Barabas, Chicago: Moody Press, 1976, 95-98; K.
H. Jobes – M. Silva, Invitation to the Septuagint, Grand Rapids: Baker, 2000, 288-307.
134 Inmaculada Delgado Jara

Sabemos que los libros bíblicos se formaron después de un largo


proceso de acumulación, combinación y reformulación de otras
fuentes28. Desde esta perspectiva, la Septuaginta ilumina una parte
perdida de la historia de la formación del AT: muestra diferentes
estadios del texto hebreo mucho antes de que éste alcanzara su forma
final en el s. II d.C. ¿Por qué, entonces, el papel de la Septuaginta ha
sido tan reducido en el pensamiento cristiano moderno?29.
Ante este estado de la cuestión, muchos estudiosos se preguntan, a
veces con argumentos extremos pero no faltos de razón, por qué los cris-
tianos han de utilizar traducciones de un texto hebreo medieval y no tra-
ducciones de la Septuaginta que fue la Biblia de la Iglesia primitiva30. En
una perspectiva histórica, es la verdadera Biblia de la Iglesia y debería ser
la base para las traducciones y comentarios del AT como parte de la Biblia
cristiana31. E. Ulrich, afirma en uno de sus artículos32: «Como ahora ya
no se ve necesariamente el texto masorético como la mejor forma textual
de cada libro, y como parece que el canon no estaba fijado en la primera
centuria cristiana, los traductores cristianos de la Biblia podían cuestionar
con mayor atención la base textual de su obra (…). Uno puede preguntar
respetuosamente por qué los cristianos habrían de usar un texto fijado
por escribas judíos en los siglos VIII-IX d. C. (…) cuando hasta los judíos
de la época del nacimiento del cristianismo no consideraban estos textos
superiores, y cuando tenemos manuscritos alternativos y traducciones
que conservan lecturas superiores»33.
La pregunta está en el aire, y otros estudiosos también se pregun-
tan, como el gran humanista D. Barthélemy34, secundado por Natalio
Fernández Marcos35:

28  Cf. T. M. Law, Cuando Dios habló en griego. La Septuaginta…, 10.


29  Ibid., 13-16.
30  Cf. W. Kraus, «Hebräische Wahrheit und Griechische Übersetzung. Überlegungen
zum Übersetzungsprojekt Septuaginta-deutsch (LXX.De)», en Theologische Literaturzeitung
129 (2004) 990-1007.
31  M. Müller, The First Bible of the Church..., 121.
32  «Our Sharper Focus on the Bible and Theology Thanks to the Dead Sea Scrolls»,
en Catholic Biblical Quarterly 66 (2004) 1-24, 15-16.
33  Hay que tener en cuenta, además, que la Iglesia católica no ha leído el texto
masorético hasta mediados del siglo XX en que aparecen las primeras traducciones hechas
sobre «los textos originales». Cf. H. Tremblay, «Autonomie de la Septante», en R. David – M.
Jinbachiam (eds.), Traduire la Bible hébraïque. De la Septante à la Nouuevelle Bible Segond, Mon-
treal: Médiaspaul, 2005, 63.
34  «La place de la Septante dans l’Église», en D. Barthélemy, Études d’histoire du texte
de l’Ancien Testament (OBO 21), Fribourg – Göttingen: Éditions Universitaires – Vanden-
hoeck & Rupprecht, 1967, 126.
35  Septuaginta. La Biblia griega de judíos y cristianos, Salamanca: Sígueme, 2008, 49.
Nuevas políglotas: la traducción de la Septuaginta al español 135

«Me basta con proponer, como san Agustín, como forma original del Anti-
guo Testamento cristiano una Biblia en dos columnas: una contendría la Septua-
ginta de los primeros siglos de nuestra era, la otra el texto hebreo tal como lo han
canonizado los escribas de Israel»36.

2. El porqué del renacimiento de Septuaginta

Todas estas circunstancias confluyen en la explicación del porqué


del renacimiento de los estudios de la Biblia griega y de la necesidad de
traducciones a lenguas modernas del texto griego37: en inglés (Oxford
University Press, Oxford 2000-2007), alemán (Deutsche Bibelgesellschaft,
Stuttgart 200938), francés (Éditions du Cerf, Paris 1986-2011), italiano
(Edizioni Dehoniane, Roma 1999-)39, japonés (Kawa-de Shobo Shinsha,
Tokio 2002-), portugués, español40 (Sígueme, Salamanca 2008-), entre
otras41. En esta última es Natalio Fernández Marcos junto a Mª Victoria
Spottorno Díaz-Caro quienes coordinan la empresa, apoyados institucio-
nalmente por el csic y la editorial salmantina Sígueme. Han aparecido
los volúmenes I (Pentateuco), II (Libros históricos) y III (Libros poéticos o
sapienciales). Únicamente falta el último volumen, IV. Libros proféticos.
Como apunta el gran especialista español en Septuaginta, Fernández
Marcos, «si los judíos de Alejandría tuvieron la audacia de traducir sus
Escrituras a la lengua común de su tiempo, el griego helenístico, tenemos
en cierto sentido la responsabilidad de verter este legado a nuestra len-

36  «Pour clore cet exposé, qu’il me suffise de proposer avec saint Augustin comme
forme originale de l’Ancien Testament chrétien une Bible en deux colonnes: l’une contien-
drait la Septante des premiers siècles de notre ère, et l’autre le texte hébraique tel que les
scribes d’Israel l’ont canonisé».
37  Cf. W. Kraus, «Contemporary Translations of the Septuagint: Problems and Per-
spectives», en W. Kraus – R. Glenn Wooden, Septuagint Research: Issues and Challenges in the
Study of the Greek Jewish Scriptures, United States of America: Society of Biblical Literature
Septuagint, 2006, 63-83.
38  Además de la edición de Göttingen = Septuaginta: Vetus Testamentum graece aucto-
ritate Societatis Göttingensis editum, Göttingen 1931, la más grande de los LXX. Además del
texto griego, cita las familias o grupos del texto, tratando de reconstruir el texto crítico más
cercano al original.
39 Se inició con la presentación de la traducción del Pentateuco en 1999 y desde
entonces no se ha publicado ningún otro volumen.
40  Cf. N. Fernández Marcos, «The First Spanish Translation of the Septuagint», en
Estudios Bíblicos 68/4 (2010) 419-428.
41  En otras lenguas se ha anunciado su inmediata traducción, v.gr. en ruso. Cf. A.
S. Desnitsky, «The Septuagint as a Base Text for Bible Translations in Russia», en The Bible
Translator 56 (2005) 245-252.
136 Inmaculada Delgado Jara

gua común, el español, y transmitirlo a la posteridad»42. Si en el siglo XVI


Cisneros aspiró a lograr una Biblia políglota, plurilingüe, que contara con
el mejor texto hebreo, griego y latín, hoy urge una Biblia español-griego
de los LXX.

3. Características de la traducción al español43

La traducción que se mantiene en todo el proyecto es literal, res-


petuosa con el original, pues sólo así quedan reflejadas las novedades
de la Biblia griega. Pero a la vez intenta ser un español legible, es decir,
intenta ser una traducción literaria e incluso estilística. En caso de con-
flicto hemos preferido optar por la traducción literal, aunque a veces
reproduzca un estilo hierático o un deje propio de los textos religiosos de
la Antigüedad. En la medida de lo posible se mantiene ese aura propia de
los textos sagrados que se percibe en la misma traducción de Septuaginta.
Pero traducir no es transliterar sino encontrar las equivalencias ade-
cuadas y restaurar de la mejor manera posible en la lengua término lo que
está formulado en la lengua origen. El sentido no reside en las palabras
sino en las combinaciones y red de relaciones con las que éstas se arti-
culan. Teniendo en cuenta que algunos de los libros de la Biblia griega
son versiones muy literales del texto hebreo, pero no mecánicas, ya que
el traductor empleó no sólo equivalencias formales, sino también fun-
cionales entre la lengua del original y la lengua término, v.gr. en el caso
de Eclesiastés44 o de 2 Esdras45, a veces es difícil encontrar una solución.
Incluso más que en las equivalencias léxicas, es en las estructuras morfo-
sintácticas donde el traductor más manifiestamente intenta equiparar el
griego y el hebreo, y también donde los resultados son difíciles de resol-
ver o incluso absurdos.
Se traduce directamente del griego de Septuaginta como obra lite-
raria que tiene valor por sí misma. Aunque se trate de una traducción,
ésta suplantó desde el principio a la Biblia hebrea en el judaísmo de la

42  Cf. N. Fernández Marcos, La Biblia griega. Septuaginta. I. Pentateuco, Salamanca:


Sígueme, 2008, 27.
43  Exponemos las normas seguidas por el equipo de traducción y que se pueden ver
en la introducción a La Biblia griega. Septuaginta. I. Pentateuco, 27-30. Cf. también Id., «The
First Spanish Translation of the Septuagint», en Estudios Bíblicos 68/4 (2010) 422-425.
44  Cf. I. Delgado Jara, «Eclesiastés», en N. Fernández Marcos – Mª V. Spottorno
Díaz-Caro, La Biblia griega. Septuaginta III. Libros poéticos y sapienciales, Salamanca: Sígueme,
2013, 351-353 y 356-357.
45  Cf. I. Delgado Jara, «Esdras», en N. Fernández Marcos – Mª V. Spottorno Díaz-
Caro, La Biblia griega. Septuaginta II. Libros históricos, Salamanca: Sígueme, 2011, 594-599.
Nuevas políglotas: la traducción de la Septuaginta al español 137

diáspora. Al ser adoptada mayoritariamente como Biblia del cristianismo


adquirió para éste el valor de original y fundacional. Hay que tener en
cuenta que Septuaginta es la primera traducción y por consiguiente la
primera interpretación de la Biblia hebrea46, es decir, de un texto conso-
nántico con una tradición de lectura pero todavía no vocalizado, y por lo
tanto susceptible de varias lecturas y sentidos diversos, aspecto que se ha
considerado en las notas aclaratorias de la traducción. Si toda traducción
es interpretación, en el caso de la Biblia griega esto es todavía más cierto,
puesto que la versión se puede comparar a la ejecución de una partitura
musical a partir de las consonantes del texto hebreo47.
Hay traductores de la Septuaginta a lenguas modernas que señalan
en cursiva las divergencias con el hebreo (añadidos, omisiones, trans-
posiciones, etc.). Nuestro proyecto no sigue ese camino, pues pensamos
que las peculiaridades de la Biblia griega se manifiestan en una serie de
matices difíciles de reflejar gráficamente como son las reelaboraciones,
los distintos aspectos verbales, los tiempos y modos escogidos, el léxico y
la nueva red de significados que desencadena dentro del sistema griego,
los desplazamientos de los campos semánticos, etc. No hay que olvidar
que el traductor no es un simple copista. Al traducir tiene que buscar el
sentido en la lengua término y, como buen escriba, produce a la vez, de
ordinario de forma inconsciente, una obra literaria propia.
Tanto por el lenguaje como por el contenido, la traducción es nueva
e innovadora, sin seguir las huellas trilladas del lenguaje bíblico que pro-
ceden del uso secular de la Vulgata en Occidente o de las más recientes
versiones españolas a partir del hebreo. Se traduce el texto griego que se
tiene delante, no el texto hebreo que está detrás; lo que dice el griego, no
lo que dice el hebreo. Es decir, el sentido que tiene el texto griego en su
contexto judeo-helenístico en el que fue traducido y para unos destinata-
rios grecoparlantes.
Frente a la traducción inglesa (NETS) que pone el énfasis en la
Septuaginta en cuanto producida, como traducción interlineal del hebreo al
servicio de la lengua fuente48, y que considera el hebreo como árbitro del

46  M. Müller, The First Bible of the Church. A Plea for the Septuagint (JSOTS 206),
Sheffield: Sheffield Academic Press, 1996, 107-110.
47  Cf. N. Fernández Marcos, Septuaginta versus Biblia hebrea: la Biblia de los cristianos,
Madrid: Publicaciones San Dámaso, 2010, 1-27, 2.
48 Según Natalio Fernández Marcos, Septuaginta versus Biblia hebrea: la Biblia de los
cristianos, 11, no está convencido de la reciente teoría sobre el paradigma de la interlineri-
dad: el paradigma interlineal y la práctica escolar podría ser válido para la traducción de
Áquila y se practicaría en las Hexapla y más tarde en las modernas biblias Políglotas, pero
138 Inmaculada Delgado Jara

significado49; y frente a la traducción francesa de la Biblia de Alejandría,


que considera la Septuaginta como obra literaria autónoma en cuanto
recibida, y que pone el énfasis en la historia de la recepción, la traducción
española se acerca a la Septuaginta como a una obra literaria que suplantó
a la Biblia hebrea en el ámbito del judaísmo helenístico. En consecuen-
cia, pone el énfasis en el sentido de esta traducción para los lectores
judeo-helenísticos, y busca el significado dentro de la red de relaciones
del sistema griego. El hecho de que sea una traducción, matiz que no se
puede pasar por alto, forma parte de este contexto en el que se genera el
significado.
Frente al proyecto francés de La Biblia de Alejandría, prima el contexto
judeo-helenístico en el que nace Septuaginta, no la historia de la recepción,
ni la nueva lectura de la Biblia griega que se hace desde los acontecimien-
tos narrados en el Nuevo Testamento, o desde la lectura cristiana de los
Padres de la Iglesia. Se ha de buscar el sentido de las palabras en el con-
texto judeo-helenístico y a la luz de los papiros de la época, no el sentido
que dichas palabras asumen siglos más tarde cuando se redacta el Nuevo
Testamento. Traducir la Septuaginta con los significados de las palabras
griegas del Nuevo Testamento sería un anacronismo patente. Nuestros
principios de traducción están más próximos a los de la traducción al
alemán de la Septuaginta (LXX-De).
Termino con unas palabras del prólogo al Nuevo Testamento de la
Biblia Políglota:
«Nada queda ya que pueda impediros el acceso a la Sagrada Escritura. Ni los
códices llenos de errores, ni las traducciones sospechosas, ni la carencia de textos
originales: sólo falta por vuestra parte que tengáis ánimo e inclinación por esta
tarea. Si no faltan éstos, no hay duda de que al gustar la suavidad de las letras
sagradas despreciaréis todos los demás estudios» (f. 3r).

no es el medio más adecuado para explicar la traducción del Pentateuco y de la mayor parte
de la Biblia griega.
49  Cf. R. T. McLay, The Use of the Septuagint in New Testament Research, Grand Rapids,
MI – Cambridge, U.K.: Eerdmans, 2003, 44-99.

Вам также может понравиться