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Renato Prada Oropeza
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Dr. Oscar Rivera Rodas
Dr. Mario Rojas
Dra. Herminia Terrón de Bellomo
Dr. Nicasio Urbina
Dr. Alberto Vital
Dr. Benigno Zilli
Artículos ................................................................................. 7
Hipertexto literario
Rafael Sánchez Avilés ............................................................... 207
La interpretación y la referencia
Araceli Rodríguez López .......................................................... 215
Cecilia Eudave
Universidad de Guadalajara
1
Escritora nacida en Pinos, Zacatecas, México, el 21 de febrero de 1928. Ha publicado los
libros de poesía Salmos bajo la luna (1950), Meditaciones a la orilla del sueño (1954) y Perfil de
soledades (1954); y de cuento: Tiempo destrozado (1959), Música concreta (1964), Árboles
petrificados (Premio Xavier Villaurrutia 1977) y Muerte en el bosque (1985). Fue becaria del
Centro Mexicano de Escritores de 1966 a 1967.
10
Infligir y recibir dolor del otro se instauran como las únicas vías de
comunicación con el mundo. La violencia entreabre espacios que nos
revelan lo insoportable de la vida cotidiana, y, al no poderlos asumir,
éstos se mutan, simbólicamente, en lugares irreales cargados de seres
imposibles y ficticios. Monstruos nacidos de la imposibilidad de resistir
lo vivido y lo que resta por vivir. Dávila acoge esa monstruosidad y la
carga desmedidamente de violencia y caos, como en el cuento «La
celda», donde la protagonista se somete a ese «él» maligno y codicioso,
quien la toma todas las noches y la vuelve una autómata frente a los
11
[...]quiero llorar de frío, mis huesos están helados y me duelen; siempre, estoy
subida en la cama, amonigotada, cazando moscas [...] el cuarto está lleno de
cadáveres de moscas y ratones; huele a humedad [...]este castillo es oscuro y frío
como todos los castillos; yo sabía que él tenía un castillo. Qué lindo. Siempre es de
noche; él no deja que nadie me vea [...] me da miedo, se puede enojar; yo no quiero
que se enoje conmigo; [...] ayer me golpeó cruelmente y grité mucho [...] Ese ruido
en el rincón aquel: otro ratón, lo cogeré antes de que él llegue, pues cuando venga
ya no podré hacer nada [...] (57, 58).
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Tocó nuevamente el timbre. Oyó en ese momento gritar a Lilia. Gritaba desesperada
como si la estuvieran golpeando. Y la golpeaba él mismo, cruel y salvajemente,
pero él nunca tuvo valor para hacerlo, aun cuando muchas veces lo deseó [...]
Volvió a tocar el timbre, nadie respondía. Seguía oyendo gritar a Lilia. Empezó
entonces a golpear la puerta. No podía dejarla morir en sus propias manos. Tenía
que salvarla[...] La lucha fue larga, sorda y terrible. Varias veces, al caer, tocó el
cuerpo inerte de Lilia. Había muerto antes de que él llegara [...] Él continuó aquella
oscura lucha. Tenía que llegar hasta el fin, hasta que sólo quedara Durán o el otro...
(63-65)
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Si tan solamente fuera el dolor de renunciar a ella sería terrible, ¡pero magnífico!
Esta clase de sufrimiento constituye una rama del 8vo grado. Lo ejercitaría
diariamente hasta llegar a dominarlo. Pero no es sólo eso, la temo. Son más fuertes
que mis propósitos su sonrisa y su voz. Sería tan feliz viéndola ir y venir por mi
departamento mientras el sol resbala por sus cabello... ¡Eso sería mi ruina, mi
fracaso absoluto! Con ella terminarían mis ilusiones y mi ambición (16).
16
Bibliografía
Dávila, Amparo. «La celda», «El espejo», «Fragmentos de un diario», «El final de una lucha» y
«El huésped» en Tiempo destrozado. México: Fondo de Cultura Económica, 2003.
Herra, Rafael Ángel. Lo monstruoso y lo bello. San José de Costa Rica: Universidad de Costa Rica,
1987.
Heidegger, Martín. El ser y el tiempo. Trad. José Gaos. México: Fondo de Cultura Económica,
1962.
17
Consiste por encima de todo en la experiencia de que las cosas o los hechos o los
seres cambian por un instante su signo, su etiqueta, su situación en el reino de la
realidad racional. Recibir una carta con un sello rojo en el preciso momento en que
suena el teléfono y el olfato percibe un olor a café quemado puede convertirse en
un triángulo que no tiene nada que ver con la carta, la llamada o el café. Al contrario,
es a causa de ese triángulo absurdo y aparentemente casual que se introduce
furtivamente algo más, la revelación de una decepción o de la felicidad, el verdadero
significado de un acto cometido diez años antes o la certidumbre de que en un
futuro inmediato va a suceder algo determinado. No quiero en modo alguno
afirmar que en todos los casos esa coagulación de elementos heterogéneos se
traduce en un conocimiento preciso, porque entonces abandonaríamos el terreno
de lo fantástico y todo quedaría reducido a una pura verificación científica de un
sistema de leyes o principios rigurosos de los que simplemente no tenemos
conocimiento. En la mayoría de los casos, esa erupción de lo desconocido no va
más allá de una sensación terriblemente breve y fugaz de que existe un significado,
una puerta abierta hacia una realidad que se nos ofrece pero que nosotros, tristemente,
no somos capaces de aprender (98).
Esta idea cortazariana de «la experiencia de que las cosas o los hechos
o los seres cambian por un instante su signo, su etiqueta, su situación
en el reino de la realidad racional» para introducir «furtivamente algo
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[Un] grupo de obras delimitado por medio de dos parámetros: uno, los tipos de
hechos que se narran, y otro, los modos de presentar dichos hechos. En cuanto a
los tipos de hechos, llamo obras fantásticas a aquéllas que ofrecen simultáneamente
acontecimientos que se adjudican: unos, a los campos de lo normal, y otros, a los de
lo anormal, según los códigos culturales que el mismo texto elabora o da por
supuesto cuando no los explicita.
[...] El relato puede mostrar esa convivencia de hechos normales y anormales
como problemática o como no problemática: en el primer caso tendremos la literatura
fantástica, en el segundo algunas formas de lo maravilloso; por ejemplo, los cuentos
de hadas.
[...] La manera en que están presentados los hechos conflictuales sugerirá a
veces que los acontecimientos están vistos a través de las creencias del narrador, o
de uno o varios personajes, o del oyente o lector implícito o explícito en la obra.
(32, 33).
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1
Por cuestiones prácticas y para no distraer la lectura, sólo registraré la ubicación del cuento
comentado en la edición que utilicé para el presente trabajo. Evitaré, por lo tanto, la
referencia puntual de cada página de las citas de los respectivos cuentos. Anoto junto al
título del cuento el año en que lo fechó el autor, puesto que en mi estudio no sigo un orden
cronológico de su publicación, sino más bien una línea de la presencia de esta ilusión de lo
fantástico que va de las menores resonancias a las mayores. Al menos así lo creo.
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experimenta, por vez primera, una situación amorosa al lado del joven
acompañante que representa a todos los amantes ilustres de la ciudad.
Como crítico, Gianni considera a esta parte la «más riesgosa del relato;
la más audaz en cuanto a experimentación literaria». Aunque los
acontecimientos narrativos del cuento de Billie nos son dados a través
de la reseña del lector explícito, y su interpretación está dirigida por
su lectura, al lector del texto global le queda de todas formas la
impresión de una atmósfera que linda entre lo extraño y lo onírico,
donde el tiempo parece detenerse y entrar en otra dimensión. Con la
llegada del amanecer, todo vuelve a la normalidad: «Venecia se despoja
de su abigarrada historia. Las fachadas se asemejan cada vez más a
las de la primavera de 1928 [tiempo del relato enmarcado]; la máscara
del gondolero ya no existe, y el joven que viaja a su lado se deshace
del espectro de todos los hombres que esa noche ha sido».
Curiosamente, el recorrido nocturno de la pareja en góndola termina
de manera circular donde comenzó: el muelle de la casa en que se
inició la aventura de Alice. Allí, al ver en buena convivencia a los
personajes que han reñido la noche precedente, «intuye que el drama
contemplado el día anterior al final del ensayo era falso, un juego
inventado por esos tres despojos humanos para fingir que su vida es
interesante y aún la sacude la pasión», y que «la realidad no dista
mucho de ser la misma de los hermanos Riccordi del relato sobre
Casanova». Desilusionada, regresa a su cuarto de hotel, donde le
descubren una grave infección y una fuerte fiebre que al poco tiempo
la conducen a la muerte.
El discurso narrativo del supuesto relato de Billie, como señala
Gianni, ha «sido creado con toda conciencia para configurar el clima
de ambigüedad necesario a los sucesos narrados y así permitirle al
lector la posibilidad de elegir la interpretación que le fuera más afín».
Y, en tal sentido, aparece claro que la intención del autor del relato
global es conferirle a los acontecimientos vividos por Alice un aura
de misterio lindante con lo extraño y lo insólito. El hecho de que la
historia de Alice se le atribuya a Billie, y de que su relato nos sea dado
por mediación de Gianni, permite al autor del texto global jugar con
la estrategia de un relato fantástico sin que en realidad lo sea. Se tiene
la impresión de estar frente a un juego borgeano: intención que no
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narrador. Incluso ella le confiesa: «[…] más que heredera de una sangre
común éramos la misma persona con dos rostros distintos». Y,
efectivamente, él reconoce en ella la presencia de su abuela: «Hablaba
con una pasión que sólo recordaba haber conocido en otra boca, en
otros labios igualmente trémulos, en otra mirada del mismo modo
trastornada; recordé los últimos días de mi abuela». Es esta hermana,
la anciana, la que despojó a su abuela del amor de su abuelo e hizo
que éste la abandonara, por lo cual les guardaba rencor.
Después de esa identificación, la anciana lo conduce a la recámara
«donde la luz del cirio rescataba el espectro de un gran lecho nupcial;
caminábamos hacia la chimenea de cuyo friso tomó un gran copón de
bronce con el águila mexicana laboriosamente trabajado en la cima;
acercó el cirio y pude leer claramente el nombre de mi abuelo, perdido
una noche de teatro muchos años atrás, y una fecha: 26 de enero de
1913». Sus cenizas acaban de cumplir cincuenta años. Ante esta
revelación, el personaje sufre un derrumbe que no se explicita si se
trata de un simple desmayo o, incluso, de la muerte misma: «Apagó el
cirio. Sentí un dolor finísimo, agudo, taladrarme la nuca; todo me dio
vueltas; el conocimiento me alcanzó para cubrir un lapso de tiempo
en apariencia interminable en el que lentamente fui cayendo,
deslizándome sobre el cuerpo de la anciana que permanecía erguida a
mi lado; cuando mi cabeza chocó con sus pies todo dejó de existir».
Por el estado semiconsciente del personaje, producto de la fiebre y
el alcohol, lo percibido y el relato mismo no tienen una definición
cierta. Bien puede ser, como señala Renato Prada, que la enunciación
se dé «desde la muerte» (1996: 60)8 del narrador o, si vale tomar en
cuenta el epígrafe tomado de Gabriela Mistral («Si es que estamos soñando,/
que soñemos hasta que/ nos convenza nuestro sueño»), desde la vivencia
8
Aunque me parece discutible esta postura del crítico, es indudable cierta semejanza con el
Pedro Páramo de Rulfo. El derrumbamiento final del personaje del relato de Pitol nos
recuerda la muerte de Pedro Páramo, pero también el desvanecimiento del personaje de «La
cena» de Reyes. La tematización de la búsqueda del padre (transferida al abuelo, en la
historia de Pitol) está presente, sólo que al revés. En Pedro Páramo, Juan Preciado recibe la
orden de la madre para que busque a su padre. En el cuento de Sergio, en cambio, el
personaje recibe por parte de su abuela una afirmación de futuro, que se puede leer como
mandato: «Tú habrás de ir a Europa [...] Allá quemarás tu adolescencia»; pero seguida de una
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restricción, que también se puede interpretar como prohibición: «Irás, pero hay dos lugares
que no habrás de conocer [...] Hubo un teatro en Italia que ahora ya no existe [...] donde
sorprendí frases que no eran para mí [...] el otro sitio, el detestable entre los detestables, el de
mi nacimiento, el de ella, no necesitaré siquiera mencionarlo. No existe ya».
36
Bibliografía
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de la literatura americana. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1996, pp. 30-39.
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Pitol, Sergio. Todos los cuentos. México: Alfaguara («La pantera» [1960], pp. 95-98; «Hacia
Varsovia» [1963], pp. 141-147; «Una mano en la nuca» [1965], pp. 172-191; «Hacia occi-
dente» [1966], pp. 192-200; «Vals de Mefisto» [1979], pp. 254-267; «Nocturno de Bujara»
[1980], pp. 311-332; y «El relato veneciano de Billie Upward» [1980], pp. 268-287), 1998.
Prada Oropeza, Renato. La narrativa de Sergio Pitol: los cuentos. Xalapa: Universidad Veracruzana,
1996.
Tabucchi, Antonio. «La máscara y el rostro de Sergio Pitol», en José Eduardo Serrato (comp.),
Tiempo cerrado, tiempo abierto. Sergio Pitol ante la crítica. México: UNAM/ERA, 1994, pp. 53-58.
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Dolores Phillipps-López
Université de Genève
Aunque se mueva comúnmente dentro de lo que era típico en el siglo XIX: sueños
y fantasmagorías a lo Hoffmann, anticipaciones y cientificismos muy de la época
[...], encontramos buenos testimonios del cuento hispanoamericano. Claro que
este reconocimento no se hace muy corriente por inexplicables prejuicios de cierta
crítica. ¡Como si la fantasía rehuyera ecos en estas tierras! Por supuesto que no es a
través de este tema como se logrará lo más espectacularmente americano, pero es hora
ya de superar algunas limitaciones (y ésta es una de ellas) (II: 100-101; subrayado
nuestro).
1
Inspira nuestro título Pierre Bourdieu (29).
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Créanlo los hombres de la ciencia y sea ello cierto: todas son mentiras, queremos
confesarlo. ¡Y qué!, ¿no producen todas estas dulces mentiras, más consuelo, más
tranquilidad, más esperanza a esta humanidad desgraciada y doliente, que camina
a oscuras en un sendero bordado de abrojos y cruzado por terribles precipicios?
(vitado en Ruedas: 16).
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45
2
Jackson: «[…] traces the unsaid and the unseen of culture: that which has been silenced,
made invisible, covered over and made ‘absent’» (4). La traducción en el cuerpo del trabajo
es mía.
46
Bibliografía
Borges, Jorge Luis. «El escritor argentino y la tradición» (1932). Discusión. Madrid/Buenos
Aires: Alianza/Emecé, 1983.
Bourdieu, Pierre. «La production de la croyance: contribution à une économie des biens
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Carilla, Emilio. El romanticismo en la América hispánica. Madrid: Gredos, 1975.
Darío, Rubén. «La novela americana en España», en Novelas y novelistas (1899). Obras completas
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Gorriti, Juana Manuela. «Quien escucha su mal oye. Confidencia de una confidencia», en El
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Jackson, Rosemary. Fantasy: the literature of subversion. Londres/Nueva York: Methuen, 1981.
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Monleón. José B. A specter is haunting Europe (A sociohistorical approach to the fantastic). Princeton,
NJ: Princeton University Press, 1990.
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Joseph Tyler
Department of Foreign Languages & Literatures
State University of West Georgia
Los que fueron sus discípulos, los que lo amaron, los que odiaron, los que lo
vipulearon, los que lo ensalzaron, nunca supieron que el verdadero maestro era
una estatua inmóvil en una casa de Basilea, y que quien les brindaba tanta filosofía
sagaz, tanta inquietud astrológica, tanta magia y tanta sabiduría... era nada más y
nada menos que una estatua de cera atormentada y tal vez mortal (44, 45).
[...] quizá sea exagerado afirmar que todo cuento breve plenamente logrado, y en
especial los cuentos fantásticos, son productos neuróticos, pesadillas o alucinaciones
neutralizadas mediante la objetivación y el traslado a un medio exterior al terreno
neurótico; de todas maneras, en cualquier cuento breve memorable se percibe una
polarización, como si el autor hubiera querido desprenderse lo antes posible y de
la manera más absoluta de su criatura, exorcisándola en la única forma en que le era
dado hacerlo: escribiéndola (1969: 66).
50
Tengo que repetir versos («la luna bajó a la fragua...» [Por su epistolario, sabemos
que Cortázar admiraba a Lorca como poeta] o el sistema de buscar palabras con a,
después con a y e, con las cinco vocales, con cuatro. Con dos y una consonante (ala
ola), con tres consonantes y una vocal (tras, gris)
[...]
Así paso horas: de cuatro, de tres y dos, y más tarde palídromos. Los fáciles,
salta Lenín el atlas; amigo no gima; los más difíciles y hermosos, átale demoníaco
Caín, o me delata; Anás usó tu auto, Susana. O los preciosos anagramas: Salvador
Dalí, Avida Dollars; Alina Reyes, es la reina y... (2001: 119).
51
Cosas así para encontrar el rumbo, como ahora lo de atar a la rata, otro palíndroma
pedestre y pegajoso, Lozano ha sido siempre un maniático de esos juegos que no
parece ver como tal puesto que todo se le da a la manera de un espejo que miente
y al mismo tiempo dice la verdad, le dice la verdad a Lozano porque le muestra su
oreja derecha a la derecha, pero a la vez le miente porque Laura y cualquiera que lo
mire verá la oreja derecha como la oreja izquierda de Lozano, aunque
simultáneamente la definan como su oreja derecha, simplemente la ven a la izquierda,
cosa que ningún espejo puede hacer, incapaz de esa corrección mental, y por eso el
espejo le dice a Lozano una verdad y una mentira, y eso lo lleva desde hace mucho
a pensar como delante a un espejo, si atar a la rata no da más que eso, las variantes
merecen reflexión, y entonces Lozano mira el suelo y deja que las palabras jueguen
solas mientras él las espera como los cazadores de Calagasta esperan a las ratas
gigantes para cazarlas vivas (1983: 53).
52
«Una flor amarilla» semejante a «Las puertas del cielo» comienza con
esas coincidencias entre un personaje y otro y termina con la mentira
de tales combinaciones. El final fatídico de Luc desmiente el discurso
categórico del narrador. Como la falsa realidad expresada en «Satarsa»,
el espejo, o la reflección del otro, es a la larga ilusorio por ser decisi-
vamente equivocado. El esquema narrativo en estas dos narraciones
de Cortázar se basa en las noticias de un hallazgo o de una muerte
para obtener o establecer la inmortalidad del otro personaje pero que,
al final del proceso narrativo, se torna inaccessible. Aún cuando el
nexo de estas dos ficciones sea el tema de la inmortalidad (para una
tipología de estos temas, veáse introducción de Adolfo Bioy Casares
a la Antología de la literatura fantástica), como auténtica literatura
fantástica de terror se quedan en el umbral de lo neo-fantástico
(¡Término escurridizo!).
Encontramos relatos en Cortázar en los que el personaje, aunque
se resista, resulta identificándose con el otro, por verse involucrado
en las mismas situaciones desesperadas. Eso ocurre en las
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Las malas [noticias] son que me puse la Vespa de sombrero, para no matar a una
vieja idiota que se me cruzó en una esquina cuando yo cruzaba con todo derecho y
luces verdes; resultado, que hice una maniobra brusca para no matarla, la agarré de
costado, me hizo volar la Vespa por el aire, y los sesenta kilos de fierro me cayeron
encima, reduciéndome a un sandwich entre el asfalto y el scooter. Resultado, la cara
rota, y una doble fractura de la pierna izquierda. Esto pasó hace un mes, el 14 de
abril. La policía me llevó al Cochin, y durante 18 días mortales aguanté una sala
común, con todo lo que eso supone y que podrás imaginarte bien. Lo pasé muy
mal, con fiebres de cuarenta grados, porque tenía un derrame tan brutal que la
pierna estaba tres veces más grande que la otra. Era bastante trágico (2000: 271).
54
OP: En otro de tus cuentos, «La noche boca arriba», se da casi una inversión en el
espejo. En «El otro cielo» el personaje está radicado en lo que podríamos llamar el
presente de los años 1940 (que por otra parte también es pasado en una cronología
al relato) y viaja al pasado. En «La noche boca arriba», el personaje trata de escaparse
hacia el futuro que, también en una cronología exterior, es nuestro presente. ¿Cómo
se te ocurrió esta idea narrativa?
JC: No te puedo decir como surgió la idea—que es una hermosa idea, esa de la
inversion del tiempo—pero la situación central es exacta. Es decir, el tipo que tiene
el accidente de motociclista, que lo llevan al hospital y que entonces se hunde en
una pesadilla —la de la persecusión por los indios—hasta llegar a ese final en que
él se aferra desesperadamente a la idea de despertar y ya no despierta y descubre que
la realidad es ésa (65).
55
56
Bibliografía
Bioy Casares, Adolfo. «Prólogo» a Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares,
Antología de la literatura fantástica, 3a. ed. Buenos Aires: Sudamericana, 1967, pp. 5-15.
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Yurkievich, Saúl. Julio Cortázar: al calor de tu sombra. Buenos Aires: Legasa. 1987.
57
Malva E. Filer
City University of New York
60
61
62
63
64
65
66
67
68
Bibliografía
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Echevarría, Arturo. «Presencias y reconocimientos de América y Europa en Una familia lejana
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Texas Press, 1982, pp. 156-172.
Supervielle, Jules. Oeuvres poétiques complètes. París: Gallimard, 1996.
69
1
Ya Tomassini había notado, por ejemplo, que «Fragmentos de un libro invisible» es «un
texto que enhebra mediante la alusión a todos los cuentos que comprende el libro real, de
modo tal que aparezcan como otras tantas páginas del imaginario (y ficcional) ‘Libro invisible’».
Los diversos relatos están, entonces, subordinados a un cuento que elusivamente los enmarca
y de alguna manera los cita a través de «las palabras del profeta» (1995: 53).
2
Silvina Ocampo, «Autobiografía de Irene», en Espacios métricos. Poesía completa I. Buenos
Aires: Emecé, 2002). Las citas en el texto indican esta edición con la sigla PAI y el número de
página. La diferencia de fecha de publicación entre cuento y poema es poca y no nos permite
deducir cuál fue escrito primero. Noemí Ulla cree recordar que Silvina le dijo que el cuento
había sido escrito antes (2000b: 225).
3
Borges había dicho que «la magia es la coronación o la pesadillla de lo causal, no su
contradicción» (1989a: 231); Silvina parece hacer suyas estas palabras de Borges aplicándolas
de una manera particular a las relaciones causales entre el antes y el después.
4
Silvina Ocampo, «Autobiografía de Irene» en Autobiografía de Irene. Cuentos completos I.
Buenos Aires: Emecé, 1999). La citas en el texto indican el número de página de esta edición
con la sigla CAI.
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73
5
Esto se aplica perfectamente a otros cuentos de Ocampo. Por ejemplo, en «La muñeca» —de Los
días de la noche, y cuyo primer título era «Yo»—, la incertidumbre nace a partir del origen
inexplicado y oscuro de la narradora quien, antes de consagrarse al difícil arte de la adivinación
por desconocer la identidad de sus padres, juega, como una inocente pero monstruosa
esfinge, a presentar enigmas al lector, o sea variantes de su origen escuchadas, inventadas o
deseadas.
74
6
«[...] la literatura de Silvina Ocampo ofrece y sustrae, atrae y rechaza lo buscado. Propone
la existencia de un Yo central que aguarda el momento en que será conocido, pero siempre
reconocido como ausencia, como carencia radical. Seducción constante de un vacío que se
colma con fugaces simulacros de plenitud» (Penzzoni, 1986: 188).
7
De hecho, la voluntad de volver el sujeto de la enunciación (o al del mismo enunciado)
inaferrable me hace recordar una conocida foto de Silvina en la que, sentada, alza la mano
en el momento del click, y esconde, de esa forma, su rostro (se la puede ver en el video
dirigido por Lucrecia Martel, con investigación y guión de Graciela Speranza y Adriana
Mancini, Historias de vida); y también recuerdo la interrogación afirmativa, entre irónica y
recelosa, con la que responde a las preguntas de Noemí Ulla: «Vos me estás psicoanalizando»
(2000a: 13).
8
Algo que afirma Podlubne en «Juego de escondite...» (97). Por su parte, P. Nisbet
Klingenberg, una estudiosa de Ocampo seguidora de Lacan, considera que Irene, por su falta
de recuerdos, no puede constituirse en sujeto y está condenada a la inmortalidad: «As she
meets her double on a park bench, Irene realizes that she is a character trapped in
representation who cannot ‘die’ and whose story therefore cannot end» (36).
75
9
Cavarero, en su libro más reciente, recuerda que mientras que «el término semeion se refiere,
en el léxico aristotélico a la noción de signo en cuanto simple indicio ( la voz del animal . .
es semeion de dolor o placer), el término simbolon parece referirse a una idea de relación más
compleja e interesante. El símbolo en Grecia es, sobre todo, un objeto (un anillo, una
moneda) que se divide en dos partes; cada una de ellas puede servir para un reconocimiento
futuro cuando se harán coincidir los dos fragmentos […] Dicho en otras palabras, la
universalidad de lo semántico y la particularidad de lo fónico se presentan como dos partes
de una misma medalla» (70, la traducción es mía).
10
Recuérdese la fascinación que Borges tenía por esta aporía al punto que le dedica un
ensayo en Discusión (1932): «La perpetua carrera de Aquiles y la tortuga».
11
«Yo sólo veo en ella su maternal blancura, la severidad de sus ademanes y la voz: hay voces
que se ven y que siguen revelando la expresión de un rostro cuando éste ha perdido su
belleza. Gracias a esa voz puedo averiguar todavía si son azules sus ojos o si es alta su frente.»
(CAI: 154)
12
«Su madre, mi bisabuela, le había contado todos los pormenores del incendio que había
apresurado su nacimiento. Ella nos trasmitía esos relatos.» (CAI: 154)
76
13
«Conozco a mis abuelos paternos por dos fotografías amarillentas, envueltas en una
especie de bruma respetuosa. Más que esposos parecían hermanos, más que hermanos,
mellizos; tenían los mismos labios finos, las mismas manos ajenas, abandonadas sobre las
faldas, la misma docilidad afectuosa» (CAI: 154).
14
En esa tranquila repetición de lo semejante, el sintagma oximorónico «las mismas manos
ajenas» resulta inquietante.
15
«Era suave con ellas como con sus hijos, les daba remedios y agua, las cubría con lonas y en
las noches frías, les daba nombres angelicales» (CAI: 154).
16
De la relación entre una estructura ternaria y una cuaternaria ha hablado extensamente
Jung, luego de haber estudiado la alquimia y la cábala para relacionarlas con el inconsciente.
Jung considera que la dialéctica entre el tres y el cuatro aparece para expresar un deseo de
unidad (véase Psicologia e alchimia: 37).
77
Los padres de Irene llevan una vida sedentaria; pero si para Leonardo
cultivar plantas será la actividad que expresa mejor la repetición que
caracteriza a su genealogía y que armoniza con la paciencia de su carácter,
para la madre, el perseverante ejercicio del bordado está en contradicción
con su historia familiar, trágica y agitada, lo cual le había dejado «un
fondo como de agua estancada, algo turbio y a la vez tranquilo» (CAI:
154). El sosiego y la repetición inquietante de la línea paterna la hereda
la protagonista en su serena pero morbosa espera de la muerte. Y el gusto
por la narración oral de la línea materna, así como los fragmentos y la
tragedia que la caracterizan, la inducen no sólo a narrar oralmente su
propia vida a otra persona, sino también a tratar de recuperar ansiosamente
su memoria, después de haber imaginado —perversamente— su
anticipación. Judith Podlubne acierta al decir que inventando aquello
que es «imposible rescatar a través de la memoria» Silvina configura
en sus cuentos una metáfora del trabajo de la escritura (97). En efecto,
«Autobiografía de Irene» es, en este sentido, paradigmático: la protago-
nista, en su imposibilidad de rescatar los recuerdos, puede sólo trasla-
darse al futuro, en una constante tarea de adivinación. Y en esa pro-
yeccción anticipatoria, Irene encarna ejemplarmente la figura de los
primeros adivinos de la civilización, aquellos que, según W. Benjamin,
al leer los signos que veían en el cielo o en las vísceras de los animales,
inventaron, por facultad mimética, la escritura (71-74).
La adivinación, al ser una forma de pensar opuesta a la racional,
ve primero los efectos que las causas; en este sentido, pone en práctica
el mismo paradigma, según el historiador Carlo Ginzburg, que dio
origen a las narraciones de la humanidad, cuando el hombre primitivo,
para poder cazar, estaba obligado a leer una serie de signos en el
mundo que lo rodeaba. Ginzburg da la hipótesis de que, cuando el
antiguo cazador repetía oralmente la propia experiencia diurna, recons-
truía mentalmente la figura y los movimientos de los animales que
había perseguido, a partir de las huellas que habían dejado en el barro,
o de los restos de estiércol, pelos o plumas que habían quedado enre-
dados en las plantas o las piedras; y al hacerlo se apoyaba en figuras
retóricas vinculadas con el eje metonímico. Así, por medio de su relato
compartía con los que lo escuchaban un conocimiento en función de
una experiencia futura (Ginzburg, 1986: 158-209).
78
Detrás de un cortinado rojo, junto al cual se destacaba la efigie [el retrato del
abuelo], descubrí un mundo aterrador y sombrío [...] Grandes extensiones sonoras
y oscuras, como de mármol verde, rotas, heladas, furiosas, altas, en parte como
montañas, se estremecían [...] en unos corredores de madera, mujeres con el pelo
suelto, hombres afligidos, huían en actitudes inmóviles. Una mujer cubierta con
una enorme capa, un señor de quien nunca vi el rostro, llevaban de la mano a un
niño con un caballito de madera en los brazos» (CAI: 156).
17
Hay que recordar que, en el poema, la actividad anticipatoria de Irene comienza «En las
calles finales de este pueblo» (PAI: 133) con una visión alucinante de caballos vivos que
relinchan alegres, pero que de golpe están «muriéndose en la tierra dura/sin encontrar
jagüeles de agua pura», hasta que se transforman «en negras osamentas».
18
El gótico, señala Remo Ceserani, «ha fatto la comparsa nella orribile oscurità che ossessionò
la razionalità e la moralità settecentesche» (100).
79
19
«Cuando murió yo tenía preparado, desde hacía tres meses, el vestido de luto, los crespones,
ya había llorado por él, en actitudes nobles, reclinada sobre el balcón. Ya había escrito la
fecha de su muerte en una estampa; ya había visitado el cementerio. Todo esto se agravó a
causa de la indiferencia que demostré después del entierro» (CAI: 157, 158).
20
«En vano traté de postergar mi encuentro con Gabriel. Preveía ya la separación, la
ausencia, el olvido» (CAI: 160).
80
***
21
En el cuento, hablando del joven amigo, nos dice que aprende a bordar (como Irene y su
madre) y «cuando bordaba, hacía planos de jardines» (vinculando el bordado con la actividad
jardinera del padre de Irene). Y el amor de Gabriel crece «con la naturalidad de una planta»
(CAI: 160); aunque a Irene su poder adivinatorio le impide cuidarlo, como hacía su padre con
las plantas del jardín.
22
«Yo esperé este momento para verte/(este momento, el fin ya de mi historia)» (PAI: 135).
«Y es sólo acá en la muerte que hallaré/ la verdad deslumbrante del amor.» (PAI: 136)
23
Véase de Lucien Dällenbach : «[…] est mise en abyme tout miroir interne réfléchissant
l’ensemble du récit par réduplication simple, répétee ou specieuse» (52).
24
Cabe que recordar que Silvina tiene una particular visión de la primera persona en un
texto, pues separa en ella —según entiendo— el decir del pensar: el significante es de uno
mientras que el contenido semántico pertenece a otro: «A mí me gusta mucho la primera
persona, muchas cosas tienen menor responsabilidad, si algo está mal dicho, la culpa es de esa
persona, si hay cosas horribles que piensa, bueno, es otra persona» (Ulla, 1982: 53).
81
25
Macedonio dice: «Mi autobiografiador y yo no hemos aclarado cómo se firma esto. Nos
hallamos confusos, en tanto que admiramos la desenvoltura con que se desempeñan los
periodistas en el más usual de los reportajes: el reportaje sin reporteado; trataremos de
aprender la lección» (150n).
26
Para la asimetría de la voz respecto de la escritura, véase a A. Cavarero. Además, el hecho
de que Irene esté leyendo en voz alta su autobiografía me recuerda estas palabras de J.
Podlubne a propósito de la importancia de la oralidad en la obra de la Ocampo: «En la
lectura colectiva, el texto funciona casi como un guión al que ni la voz ni la memoria del que
relata terminan de subordinarse completamente. Se interpreta lo que se lee, traduciéndolo a
la experiencia propia y actuándolo en relación con el espectador. Si algo manifiesta el
recuerdo de S. Ocampo, si algo justifica la actualidad de su retorno, es precisamente la
perdurable gravitación que poseen para la imaginación infantil las voces que cuentan en el
relato» (2002: 33).
27
Ulla afirma que: «Las segundas versiones —como en el uso de la repetición, figura a la que
Silvina dio preferencia— organizan en el estereoscopio la mirada del duplicado, dando relieve
y perspectiva al proceso de reformulación. El entrecruzamiento ocular provoca la fascinación
[...], y actúa casi como un quiasmo, figura retórica en la que la imagen doble e invertida logra
los fastuosos relieves de la plástica, donde Silvina, pintora y dibujante, trata de recuperar
aquellas artes en la intermitencia del mismo motivo: la escritura del estereoscopio. Este
instrumento que tanto placer producía en la infancia, puesta en escena de imágenes
82
83
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Starobinsky, Jean. La relación crítica: psicoanálisis y literatura. Trad. Carlos Rodríguez Sanz.
84
85
1
El novelista argentino renunció a la tilde de su apellido hace ya bastantes años y publica
actualmente sus obras como Ernesto Sabato. La decisión es sin duda respetable pero contribu-
ye a crear cierta confusión onomástica entre la crítica, sobre todo si tenemos en cuenta la
presencia del personaje Sabato en Abaddón el exterminador. Creo que lo más clarificador puede
ser, al menos en este artículo, mantener la tilde para el nombre del autor empírico, lo que
evitaría la proliferación de notas y paréntesis a la hora de estudiar Abaddón.
2
Los límites de esta investigación impiden una definición extensa y rigurosa del marco teórico
sobre el género fantástico. Con todo, quizá valga la pena señalar brevemente que la base
teórica parte del esquema todoroviano, aunque desde una perspectiva flexible que reconozca
la condición aún problemática del género y la complementariedad de otras aportaciones
teóricas.
3
En El escritor y sus fantasmas, Sábato critica la superficial intriga del género fantástico, al que
«se opone el apasionado interés que suscita la complicación problemática del ser humano, ese
ser que se debate en medio de una tremenda crisis», por lo que «el trivial misterio de la novela
policial o del relato fantástico es reemplazado aquí por el misterio esencial de la existencia, por
la dualidad del espíritu y por la opacidad que inevitablemente tienen los seres vivientes»
(1996: 274).
4
Véase «Los dos Borges» en El escritor y sus fantasmas.
5
Tal vez no está de más reproducir la lectura que el propio Sábato ha hecho de su texto: «Con
respecto al ‘Informe sobre ciegos’, infinitamente me han preguntado qué quise decir. No lo sé,
si le damos a este verbo su sentido estricto, porque surgió de mi inconsciencia de modo
irresistible y, como ya dije, a estos mensajes hay que obedecerlos ciegamente, ya que tiene la
verdad de un sueño, pues de un sueño se puede decir cualquier cosa menos que sea falso. Inútil
repetir, sin embargo, que es absurdo y primario darle a ese monólogo un sentido literal sobre
la vida de los hombres incapaces de ver, ya que nadie en su sano juicio puede suponer que
viven en las cloacas de Buenos Aires. El relato comienza en forma naturalista —con mención
de calles conocidas, de personajes públicos y notorios, con cafés y parques perfectamente
identificables— para ir derivando paulatinamente hacia lo sobrenatural» (1983: 230).
88
6
El propio Sábato ha repetido mecánicamente la historia de su ruptura con el mundo
científico, que le costó incomprensiones y desprecios. El profesor Guido Beck trató de
convencerle de que terminara la investigación que estaba desarrollando y ése ha sido el
legado de Sábato a la ciencia. Apuntaremos brevemente la importancia que el novelista
atribuye a este legado. El planteamiento teórico («en el que creía seriamente», dice) consistía
en demostrar que la fundamentación de la termodinámica era equivocada, que «es imposible
enunciar el Segundo Principio después del Primero, pues, en rigor, el Segundo Principio es
el primordial». El Primer Principio al que se refiere Sábato es el Principio de Conservación
de la Energía; el Segundo «nos dice que la Energía total del universo es cada vez más incapaz
de producir transformaciones»; es decir, «nos dice, en otras palabras, que el Universo marcha
hacia su muerte térmica [...] Estaremos, finalmente, en un vasto y formidable Cementerio
Cósmico». No es gratuito pensar en las implicaciones artísticas de esta investigación; el
89
propio Sábato las destaca: «es fácil ver lo que esta teoría tiene de fascinante para las mentes
literarias», al tiempo que recuerda la fascinación que Poe sintió por la termodinámica
(visible en Eureka). La etapa científica de Sábato ofrece esta última curiosidad que, hasta
cierto punto, denota cómo la fuerza «nocturna» de la inquietud metafísica está ya en tensión
con el positivismo. Las palabras de Sábato vienen recogidas en Neyra (43 y 105-107).
7
Para una ampliación de estas cuestiones, remito a mi trabajo «Hombres y engranajes: la crítica
del racionalismo en Ernesto Sabato».
90
ser ellos y no esos individuos duales como Leonardo? Si hasta los más grandes de
esos pensadores tuvieron que recurrir al mito cuando trataron de alcanzar el
Absoluto; Platón, al describir el movimiento dialéctico que lleva hasta las Ideas;
Hegel, en el momento en que quiere hacer intuible el drama de la conciencia
desdichada. Para no mencionar a los filósofos existencialistas, que se vieron forzados
a completar sus tratados con dramas y novelas (1996: 412).8
8
«El desconocido da Vinci», en Apologías y rechazos (Obra completa).
9
Tampoco podemos detenernos en la valoración, siquiera resumida, de la polisemia de este
texto. La bibliografía sobre el «Informe...» es extensa y los enfoques han sido muy variados.
Algunos trabajos destacables son los de Gálvez, Holzapfel, Petrea, Souza, Stephens y Vázquez-
Bigi, y Wainerman, citados en la bibliografía.
91
10
Según Holzapfel, «la metamorfosis de Fernando representa un desandar del tiempo por el
hombre moderno, angustiado y anhelante del infinito para encontrarse con su destino y
descubrir en un pasado misterioso y lejano un crimen que lo ha alienado permanentemente
de Dios» (115).
92
[…] a partir de ese instante ya no sé discernir entre lo que sucedió y lo que soñé o
me hicieron soñar, hasta el punto que de nada estoy seguro; ni siquiera de lo que
creo que pasó en los años y hasta en los días precedentes. Y hasta dudaría hoy del
episodio de Iglesias si no me constase que perdió la vista en un accidente al que yo
asistí (1990: 390).
93
94
Qué fuerzas obraron sobre mí, no se lo puedo explicar con exactitud; pero sin
duda provenientes de ese territorio que gobiernan los Ciegos, y que durante estos
diez años convirtieron mi existencia en un infierno, al que tuve que entregarme
atado de pies y manos, cada día, al despertar, como en una pesadilla al revés,
sentida y aguantada con la lucidez del que está plenamente despierto y con la
desesperación del que sabe que nada puede hacer para evitarlo (1992: 19).
11
Publicado originalmente en el volumen de diversos autores Las ciencias ocultas. Buenos
Aires: Merlín, 1967, y reproducido en Obras: ensayos (1970).
95
los años del surrealismo, del pintor Víctor Brauner (accidente que tanto
interesó también a Juan Larrea),12 Sábato elabora una teoría sobre la
separación entre cuerpo y alma y las posibilidades de la precognición.
Sábato confiesa en el inicio del artículo que es una cuestión que
desde unos años antes le preocupa de forma creciente, aunque se
remonta a experiencias personales incluso de la infancia. El autor
empieza planteando la existencia de «fenómenos auténticamente
prescientes» y escoge el accidente de Brauner, cuando Óscar Domín-
guez le arrancó un ojo al arrojar un vaso a otra persona que se apartó
en el momento preciso. La curiosidad de la anécdota estriba en que
Brauner estaba obsesionado por la ceguera e incluso había pintado
un autorretrato en el que aparecía con un ojo pinchado. La historia se
ha convertido en una obsesión para Sábato: aparece mencionada en
el «Informe sobre ciegos» y en Abaddón..., y se ha convertido, para él,
en una prueba parapsicológica. Atribuir esos hechos «a un conjunto
de coincidencias es sólo deseo de negar la auténtica explicación: el
instinto premonitorio del artista, la visión profética que suele darse
en instantes excepcionales» (893). Su apoyo a esta teoría son otros
casos de premonición, «claramente documentados»: uno se refiere al
hundimiento del Titanic, otro es una predicción realizada en 1874,
otro es el asesinato de un primer ministro británico, a principios del
siglo XIX, que había sido soñado nueve días antes por un tal John
Williams. De estos casos, Sábato extrae una teoría parapsicológica
sobre la precognición, basada en la hipótesis de que en los sueños el
alma podría separarse de la «prisión corporal» y desprenderse de las
categorías de la materia que rigen el cuerpo: «y al colocarse en esa
especie de cielo intemporal, donde no hay ni antes ni después, puede
contemplar en un puro presente los hechos que más tarde acontecerán
12
Para Larrea, el accidente de Brauner «rinde tributo al afán superador del surrealismo,
simbolizando el logro de la Videncia por resolución de la vetusta antinomia Dios y hombre»
y «descorre los velos en torno a la formación y significado de los mitos y su naturalidad
histórica, proporcionando una clave para revolucionar el estado de conciencia del gran
período anterior aboliendo sus barreras represivas» (73, 74).
96
13
La presencia de Eichmann en Argentina provocó en 1961 un artículo de Sábato («Soberanía
para carniceros») en el que defendía el deseo de justicia del pueblo judío, aunque supusiera
la violación de la soberanía argentina: «[…] aquí está en juego otra soberanía, y es la del ser
humano, el supremo derecho a la justicia cuando hay de por medio la masacre y la tortura de
un pueblo» (1996: 649).
14
París: Gallimard, 1960. La traducción española, El retorno de los brujos, aparece en 1962.
Barcelona: Plaza y Janés. Citamos por la décima edición de 1980.
15
Otra casualidad significativa: dos fragmentos de Le matin des magiciens son citados en
Rayuela, y su lectura es atribuida a Morelli (capítulo 86).
97
Podemos considerar que existe una sintonía entre las propuestas fanta-
siosas de Pauwels y Bergier y la evolución de Sábato, especialmente
en sus aproximaciones al ocultismo. No hay pruebas de que Sábato
suscriba todas las especulaciones (a menudo insensatas) de los autores
de El retorno de los brujos, pero sí es indiscutible que incorpora esa
imagen del mundo a la confluencia de discursos que tenemos en
Abaddón el exterminador. No de otro modo se puede explicar que Sábato
copie a Pauwels y Bergier16 en la cuestión del nazismo. Estos autores
habían insistido en que el nazismo sólo era explicable de acuerdo con
factores misteriosos, porque supuso el enfrentamiento entre la
civilización humanista europea y otra civilización luciferina y mágica,
en la que Hitler creía (Pauwels y Bergier: 406 y ss.). El poema, que
Sábato reproduce en Abaddón (70), del hijo de Haushofer también
16
Compárese Abaddón (71) con este fragmento de Pauwels y Bergier: «El ocultismo enseña
que, después de haber atraído las fuerzas ocultas por medio de un pacto, los miembros del
grupo no pueden evocar estas fuerzas más que por mediación de un mago, el cual no puede
actuar sin un médium. Todo ocurre como si Hitler hubiese sido el médium y Haushoffer el
mago» (428).
98
99
100
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Sánchez López, Pablo. «Hombres y engranajes: la crítica del racionalismo en Ernesto Sabato», en
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101
Thomas Stauder
Universität Erlangen-Nürnberg
Introducción
Homero Aridjis, nacido en Contepec (Michoacán) en 1940, es uno de
los autores mexicanos contemporáneos más importantes;1 ha recibido
un gran número de premios literarios por su obra poética2 y nove-
lística.3 Ha sido profesor visitante en varias universidades de los
Estados Unidos y además embajador de México en los Países Bajos y
en Suiza. Es uno de los ambientalistas más destacados de su país
desde la fundación del Grupo de los Cien en 1985. En 1997, fue
elegido presidente del Pen Club Internacional.
En muchas de sus obras, la mitología mexicana de la época preco-
lonial desempeña un papel decisivo; con frecuencia, Aridjis combina
su preocupación ecológica, por la contaminación del planeta, con la
1
Ya antes de este congreso sobre literatura fantástica he tratado de explicar algunos aspectos
de la obra de Aridjis en mis ensayos «Adiós, mamá Carlota de Homero Aridjis: Una visión
apocalíptica de la historia mexicana» e «Hibridez cultural en la obra del autor mexicano
Homero Aridjis» (ver bibliografía al final).
2
Aridjis publicó los siguientes libros de poesía: Los ojos desdoblados (1960), Antes del reino
(1963), Los espacios azules (1969), Ajedrez-Navegaciones (1969), El poeta niño (1971), Quemar
las naves (1975), Vivir para ver (1977), Construir la muerte (1982), Imágenes para el fin del
milenio (1990), Nueva expulsión del paraíso (1990), El poeta en peligro de extinción (1992),
Arzobispo haciendo fuego (1993), Tiempo de ángeles (1994), Ojos de otro mirar (1998), El ojo de la
ballena (2001).
3
Las novelas más importantes de Aridjis son: 1492, Vida y tiempos de Juán Cabezón de Castilla
(1985), El último Adán (1986), Memorias del nuevo mundo (1988), La leyenda de los soles (1993),
El señor de los últimos días: Visiones del año mil (1994), ¿En quién piensas cuando haces el amor?
(1996), La montaña de las mariposas (2000), La zona del silencio (2002).
I. ¿Antiutopía o ciencia-ficción?
4
Fray Bernardino de Sahagún, 1499-1590; estuvo en México como misionario español a
partir de 1529, donde estudió el náhuatl para una mejor comprensión de la cultura de los
indígenas. En su Historia General de las Cosas de la Nueva España, publicada en náhuatl en
1564/65 y en castellano en 1575, Sahagún dio un cuadro bastante completo de las costumbres
y creencias de los aztecas.
104
105
Bosque de Chapultepec la vegetación muerta se tiraba cada día a la basura como las
prendas harapientas de un fantasma verde (Aridjis, 1993:16-17),5
En las páginas interiores del diario halló información sobre cosas extrañas que
estaban sucediendo en la Tierra. Sobre guerras ecológicas entre países del Cuarto
Mundo, sobre hambrunas en el desierto más grande del planeta, el de la Amazonia;
sobre las exequias simbólicas del mar Mediterráneo, sobre ríos biológicamente
muertos, sobre emergencias ambientales en El Cairo, Atenas y Santiago, sobre
terremotos y erupciones volcánicas en Colombia, Perú, Estados Unidos, China,
Japón, Irán, Grecia, Turquía, Italia y Portugal (85).
5
Primera de muchas citas de La leyenda de los soles; para economizar espacio, de aquí en
adelante daré siempre sólo el número de la página.
106
La Zona Rosa se había vuelto roja y en los últimos años se había convertido en la
carnicería humana más grande del país. Competía con las ciudades fronterizas con
sus variados productos carnales procedentes de las tres Américas. Pues en el mundo
se había establecido un nuevo mercado de esclavos, el de las hembras para la
prostitución. Cientos de foquillos de diversos colores alumbraban la entrada de
los centros nocturnos, los cabaretes, las casas de citas, los bares, los cafés, las sex-
shops, los salones de baile y otros antros dedicados al comercio venéreo. —Apetitosas
jovencitas para viejos vergadinosos— anunciaba un hombre de patillas largas
junto a jóvenes caribeñas en exhibición, como en jaulas de vidrio (77).
La cultura del pasado reciente ha sido olvidada, ninguno lee las obras
de los grandes escritores del siglo anterior:
Entró en una biblioteca repleta de autores del siglo XX: Marcel Proust, Franz Kafka,
James Joyce, Jorge Luis Borges, Fernando Pessoa... Los volúmenes (en libreros,
en cartones y en desorden) cubrían el suelo, las paredes, subían hasta el techo. Pero,
desgraciadamente, se veían abandonados, que no habían sido abiertos en muchos
años (86).
6
Para un resumen reciente de la historia de México, ver: Klaus-Jörg Ruhl y Laura Ibarra
García, Kleine Geschichte Mexikos, von der Frühzeit bis zur Gegenwart.
107
7
Según el modelo de Bernard Marx, Helmholtz Watson y «Mr. Savage» en Brave New World
o Winston Smith y Julia en Nineteen-Eighty-Four.
108
Por eso, Juan simpatiza con «los movimientos humanos que liberarán
a los vegetales y a los animales de nuestra opresión y agresión» (64,
65). Es un rebelde frente a las malas costumbres de la mayoría de sus
contemporáneos: «A Juan de Góngora le costaba trabajo [...] acostum-
brarse a la vasta geografía que era el espacio de la extinción biológica.
Prisionero de un mundo que él no había hecho, él no entendía, se
negaba a aceptar el paisaje a su alrededor» (123). Pero Juan nunca
llega a ser un hombre de acción; su compromiso para el medio
ambiente se manifiesta sólo enviando dibujos «a una revista ecológica
para su publicación» (132).
Con la figura de Natalia, llamada «ecoguerrillera» (12) por su medio
hermano, Aridjis nos ofrece un personaje mucho más activo en ese
sentido: «Desde niña se preparó para conservar a los animales en
peligro de extinción. Sin apoyo de nadie y con poco dinero, logró
reproducir monos aulladores, jaguares, guacamayas, teporingos,
quetzales, zopilotes y chachalacas. Ha dedicado quince años de su
vida a la labor secreta, subversiva, de constituir un santuario con las
sobras del paraíso» (69). Por su enérgico idealismo, Natalia se dejará
incluso matar en defensa de sus animales (71, 72).
Todos los rasgos de la novela analizados hasta aquí justifican su
clasificación como antiutopía; pero tenemos que preguntarnos si La
leyenda de los soles podría pertenecer además al género de la ciencia-
ficción. Desde el punto de vista de la teoría literaria, no habría incon-
veniente en llegar a esta conclusión, ya que no existe ninguna
demarcación estricta entre estos dos géneros (Broich: 90). Para poder
etiquetar la novela de Aridjis con el término de ciencia-ficción, sería
109
8
Por ejemplo: Walter Bruno Berg, Lateinamerika: Literatur, Geschichte, Kultur (Teil III, Kapitel
4: ««Lo real maravilloso» und/oder der lateinamerikanische Barock»: 211-225).
110
9
«Juan de Góngora, acallando sus ayes, padeció enseguida a la rata en la pared, la que
comenzó a mordisquearle el dedo gordo del pie sin calcetín» (91).
111
Giró una llave en la puerta. Juan de Góngora, desvestido y torpe, se quedó parado
en medio de la habitación. Rebeca Villa lo aventó hacia la pared, lo apretó entre dos
roperos, tratando de aplastarlo, de desaparecerlo. Juan de Góngora desapareció.
Justo en el momento en que un hombre fortachón y violento se apersonaba en el
vestíbulo del apartamento. [...] Entonces, como si los separara un abismo, Juan de
Góngora vio su camisa y su saco tirados en el suelo. El hombretón se dirigió a la
cocina tras de Rebeca Villa. Aprovechando el mutis, Juan de Góngora estiró un
brazo para alcanzar su ropa [...]. Rebeca Villa volvió de la cocina. Con horror
descubrió que su amante emparedado aventuraba el pie desnudo cinco centímetros
en el piso de la recámara, exponiéndose a ser visto. [...] Dándose cuenta de su
imprudencia, Rebeca Villa le pisoteó los dedos del pie (90, 91).
Juan de Góngora sentía su cuerpo muy ligero, muy aéreo y muy ajeno. Sus ojos se
posaban sobre las cosas como si fuesen intangibles, y, por la calle, los peatones lo
atravesaban sin verlo, igual que si fuese imaginario. Esa noche del lunes, para
cerciorarse de que él mismo era cierto, se pellizcó las manos (allí estaban), se tocó
los pies (allí andaban), se miró de arriba abajo en un espejo (él era) (127).
112
10
Para la mitología mexicana han sido consultadas las obras siguientes: Norman Bancroft
Hunt, Götter und Mythen der Azteken e Irene Nicholson, Mexikanische Mythologie; Karl Taube,
Aztekische und Maya-Mythen (ver bibliografía al final).
113
—Mira —corrió ella para mostrarle las fotos de la carpeta—. Quiero enseñarte lo
que nunca has visto. Juan de Góngora las examinó una por una. Criaturas
desconocidas habían sido retratadas por Bernarda Ramírez en diferentes partes de
la Zona Metropolitana. Aleteando, paradas de cabeza, como híbridos de reptiles y
aves (122).
114
Conclusión
Bibliografía
Aridjis, Homero. La leyenda de los soles. México: Fondo de Cultura Económica, 1993.
_____. «Hacia el fin del milenio», en Encuentros 11 (septiembre 1995).
_____. Apocalipsis con figuras. México: Taurus, 1997.
Berg, Walter Bruno. «‘Lo real maravilloso’ und/oder der lateinamerikanische Barock», en
Lateinamerika: Literatur, Geschichte, Kultur. Darmstadt: Wissenschaftliche Buchgesellschaft,
1995.
115
El arte de este texto, es el aire que hace circular entre sus mamparas.
Los encadenamientos son invisibles, todo parece improvisado o
yuxtapuesto, induce aglutinando más que demostrando, pegando y
despegando más que exhibiendo la necesidad continua y analógica,
enseñante, sofocante, de una retórica discursiva.
Jaques Derrida2
2
Jacques Derrida (1974: 88).
3
Fredric Jameson (1984: 52-92).
4
Fernando Ortiz (2000: 60).
5
En Murneau (1881): proponer, poner por delante, colocar. (Término extendido
posteriormente al contenido lógico de un juicio y asumido aquí no en sentido gramatical ni
psicologista.)
6
José Luis Fariñas (El Cerro, La Habana, 1972), miembro de la Unión de Escritores y
Artistas de Cuba. Artista plástico.
120
7
De la serie Tránsitos liminares, pincel y acuarela, pequeño formato, 2001.
121
8
Blade Runner. Dir. Ridley Scott, 1982.
122
9
Óleo sobre lienzo que será exhibido en el Convento de San Francisco de Asís, en una
próxima muestra auspiciada por el Dr. Eusebio Leal Spengler y su Oficina del Historiador
de La Ciudad.
123
124
125
10
Diakritikós: que distingue, que establece la diferencia en espacios de crisis donde algún
criterio establece la diferencia.
126
127
11
http://www.lajiribilla.cu/2001/n30_diciembre/mirada.html
128
129
Portadoras de un sólido rigor constructivo, sus piezas son reflejo de una vivencia
onírica, de viajes interiores que luego traduce con una línea sutil, un trazo vigoroso
y transparencias de suaves tonalidades que se acomodan entre las formas. Fariñas
crea un cuadro «biológicamente terminado», cuya topografía, dirigida no sólo al
ojo que ve, sino también al ojo que sabe, se presenta como una constelación de
pequeñas unidades, ‘átomos dibujados’», que conforman un tejido pictórico sin fisuras
ni vacío (Piñera, 1999: 4).
12
Colección de George y Ana Hyman, presidente y vicepresidenta de la Society of
Advancement for Latinamerican Art, SALA.
13
http://berluette.free.fr/images/jose_apropiacionesVI.jpg
132
133
14
Francesco Salinas. «El filme como epistema». Universidad de Roma. En el curso, Salinas
utilizó el término con «desvío» hacia «momentos» dentro de cada cuadro y hacia el conjunto
de las obras como epistema, además de abordar como epistema en sí misma cada una de las
obras en particular.
134
135
136
15
www.cubaliteraria.com/esp/autores/nuestros_autores/lezama_lima/obras_novela_01.html
137
la prótesis puede ser, una vez más, el injerto pero como subproducto
de una clonación del miembro castrado. ¿Para-deconstrucción? Pos-
posmodernidad. La imagen de las torres vueltas hedor y polvo gluti-
noso dieron el golpe de gracia a los paralogismos proféticos de la
posmodernidad como fenómeno que «asimilaría» lo diverso. Lyotard
advierte de la falacia: instauraría una verticalidad terrorista del poder.
Se presiente la catástrofe que se asimila y reencauza hacia una solución
que importe una para-dimensionalidad: ¿alienada?, ¿virtual —ciberes-
pacial?, ¿incivil?, ¿mística? Entropía creciente, galaxias con el espín
invertido, materia oscura, horizontes de eventos. Incertidumbre. Este
es uno de los epistemas que genera Nacimiento de las paradojas (11).
El fundamento de la propuesta poética de Fariñas es la figura de
un cosmos como prótesis de sí mismo. Un cosmos colapsado en el
espacio del exilio de sí —a que tanto se alude de manera trópica en el
discurso del Sefer Yetzirah (11)— que se advierte mejor en las dramá-
ticas formaciones agredidas por el mismo blancor que las sustenta
con sugerentes veladuras y con planos invasores y amorfos, abstractos,
solucionados con pinceladas secas pero cargadas de un denso blanco
de cinc que irrumpen quebrando la delicadeza de ciertas líneas,
matices, y regiones —¿imágenes?, ¿objetos?— cuidadosamente texturi-
zadas en las obras de gran formato. En el propio acto de velar —que
invierte su finalidad por la propia condición humana, tan lúdica— se
nos revela con más intensidad lo oculto que con la franca y polivalente
línea o con aquellas expuestas texturas que nos evidencian, sin
ocultamientos, cómo sucede la metamorfosis durante la derrota o la
victoria de un injerto aparentemente degenerativo, putrefacto,
corruptivo, contaminado, estéril o, según otra incisión del compás y
su prótesis: lozano, puro, seminal, generador.
Con esos enjuiciamientos sucesivos, aparentemente contradictorios;
desconcertantes al provenir de nosotros mismos, vamos conformando
desde nuestra propia percepción las dicotomías plurivalentes que organizan
la expresión artística. Aquí el ejemplo redime la mimesis aristotélica
cuando, como en el arte de vanguardia (instalaciones, performances...) la
eleva a epistema. Fariñas conmina a participar activamente en la
terminación y determinación de lo que sólo ha sugerido, pero que provoca
un proceso de modelación y re-modelación de nuestra actitud —¿sensual,
138
139
específica de aprehensión estética del arte: la dimensión del tiempo propia del
símbolo (Scholem, 1996: 34, 35), pero esa dimensión del tiempo
específica del arte, aunque propia del símbolo, el arte puede encontrarla
en espacios miméticos y hasta hipo-icónicos, entre otros, en los que
esa dimensión no es la específica, ni la propia, pero en las que muchas
veces se edifica como fenómeno.
Disfraz de totalidad, toda disquisición es metafísica en un sentido
absoluto. El resto es ilusión; son los artilugios de un entorno cuya
elusión refiere el exilio del observador ante un objeto que habrá sido
inevitablemente aislado de su cósmica circunstancia. Y la obra de
este artista se redime a sí misma en su diferencia, relevando las apropia-
ciones de aroma aún posmoderno que son asimiladas y trascendidas,
con el sacrificio de sumirse en el flujo indiferente de lo universal.
Pero aún el espectador idóneo que tras su enfrentamiento con la obra
logra una reconversión artística de algunos de sus interpretantes a
nuevos referentes, nos transmite otra prótesis: otro discurso, otro
misterio a desvelar:
...arcas al aire seminal en ascendente giro/ o en perenne fluir hacia otras riberas/en
las que han de iniciar sus manos, derroteros/ que sin cesar conducen al trazo de sus
líneas./En ese cuerpo blanco, incalculable, / que sólo al irradiar esparce lumbre, /
crear lo opuesto, ilimitadas gamas/ en especies, grupos y oficios, es inducir a
desafío/ y combate por la sobrevivencia/ en el arca que ofrenda luz perpetua.16
16
Pablo Armando Fernández en De la doble corona, poema dedicado a José L. Fariñas. Leído
por el autor en la apertura de una exposición personal del pintor organizada por José Luis
Brito en 1999.
142
143
144
145
17
En el NEC Research Institute de Princeton y en el Consejo Nacional de Investigaciones de
Italia. «Sciences Times». The New York Times (mayo 30 de 2000).
18
Los escritos sobre este proyecto pueden ser consultados en: xxx.lanl.gov/abs/hep-ph/
0106219 y xxx.lanl.gov/abs/hep-ph/0106295.
19
(Hay que leer la hilarante nota del editor —una vez más el capítulo VIII—, donde asevera
muy preocupado que «el poema a que se refiere el texto falta en el manuscrito original»...).
146
20
Imágenes en la página web http://www.lajiribilla.cu/2001/n30_diciembre/mirada.html
21
www.cubaliteraria.com/esp/autores/nuestros_autores/lezama_lima/obras_novela_01.html
147
148
149
152
La escritura del caos (óleo sobre lienzo, 2001) viene a ser uno más de los tantos
laberintos donde su línea fluida, suave y a la vez enérgica se torna fuente
engendradora e infinita de sus criaturas vitales, unidas por un organicismo
indivisible capaz de fusionar los actos de estos seres y conducirlos hacia ese agujero
negro: un mundo insólito donde lo inverosímil es quizá el embrión originario.
Mas este inicio es sólo aparente. Y aunque sólo distinguimos un final en estos
dibujos, lo aleatorio de las apariciones, cual las fantasías medievales, nos sugiere
esa infinitud que sólo puede preverse en la más suprema de las teorías (Pino-
Santos, 2002).
153
154
155
en los temas que hasta los tempranos noventa fueron el centro de las
obras del arte cubano abriendo nuevas perspectivas a sus contem-
poráneos. Ávido lector de filosofía, Fariñas tuvo la capacidad de
definir sus propias metas en una muy temprana fase de su carrera».22
Sitra Ahra, cuyo título significa «la otra parte» y funge sólo de modo
aparencial como proyección mística, pues pretende referir, a manera
de síntesis, los fenómenos cuánticos y las dimensiones simultáneas,
muestra una técnica depurada que, en una configuración compleja y
asaltada por blancos invasores, diversos grises de amarillo y variados
sienas articulados por una paleta básicamente ocre —donde asoma
algunos matices fríos, lo umbrío del sepia y breves colores cálidos en
los que destaca pinceladas de oro «renacentista» con alguna que otra
veladura de magenta permanente— mantiene siempre, como básica,
una amplia banda de variaciones de matices y tonos al centro de la
gama del amarillo de óxido de hierro. En La otra parte, los esbozos
fueron realizados de acuerdo al tratamiento previo de la superficie,
pues sobre el lienzo casi crudo siempre necesitó una mezcla menos
glutinosa de los pigmentos, logrado con una relación más efectiva,
entre el aceite y los diluyentes, para la mejor ejecución de las líneas
más finas, trazadas con pinceles números uno y cero. En el caso de
las acuarelas, con el pincel doble cero, además, utilizará más o menos
agua, y más o menos pigmento con goma arábiga, según el grado de
humedad alcanzado por la cartulina durante el proceso creativo, el
tipo de absorción específica del soporte y, en ambas técnicas, con
soluciones siempre en dependencia del equilibrio de las características
del material y la morfología propia de la imagen que pretenda pintar.
Así, en Sitra Ahra, antes del trazo con los pocos cabellos de marta
cebellina cargados de pigmento, rozó algún paño generoso que los
aligeró antes de descargarlos sobre la cartulina o la tela, sin olvidar
que la presión y la velocidad del trazo, la humedad, la temperatura
del ambiente y las corrientes —entre otros muchos elementos a tener
en cuenta: relaciones entre colores, clases de pigmentos, texturas y
22
Carlos M. Luis, Catálogo del Mizel Museum of Judaica y el Museo de Las Américas,
Denver, 1998.
156
157
23
De la serie Tránsitos liminares, pincel y acuarela, pequeño formato, 2001.
158
24
Dianne Zuckerman, Denver Post, 16/12/98.
159
Como todo intento cosmogónico, su plástica trata de expresar la totalidad del ser.
Es como si estuviera representándonos la historia de los comienzos partiendo del
símil del universo como un hombre cósmico, aquel que sacrifican como sustancia
primigenia y generadora de toda la creación y resucita en cada criatura nacida de su
cuerpo y de cada una de sus extremidades. Estos seres, cuya esencia cósmica hace
que reverbere en ellos la infinita posibilidad fecundante, parecen ser un ingenuo
instrumento de aborto de otras criaturas. Son engendros que tienen un carácter
híbrido y embrionario. En una misma forma se unen elementos animales, vegetales
y humanos que apenas se reconocen en el conjunto, con lo que quiere significar la
unidad dentro del caos natural (Pérez, 1996: 34-36).
En los más recientes dibujos a pincel, así como en las plumillas, las
acuarelas y los óleos de Fariñas hay un cambio, un salto: la mano que
produce la línea logra ya domar los pinceles a un punto casi límite.
Desde temprano copió a los maestros japoneses —Utamaro,
Hiroshigue y Hokusai— directamente de grabados originales impresos
con motivo de una celebración nacional y traídos de Japón por Sarah
Ysalgué y Salvador Massip, sus abuelos políticos, como regalo imperial
en uno de sus viajes. Domina la técnica y luego la varía: comienza a
trabajar la acuarela por las zonas húmedas con una técnica de fundido
además de las capas secas superpuestas. Luego, en los dibujos a pincel,
la caligrafía japonesa en sus variantes más libres, influye en la
realización de trazos con gran aproximación a lo que propiamente
llamamos rasgos. También aprende a preparar sus propias tintas a
partir de materiales naturales tradicionales del arte japonés. Los dibujos
presentan desde entonces un trabajo más delicado en las tonalidades
a lo largo y ancho de las propias líneas, y aparecen los grises ausentes
en las plumillas, —a menos que se acuda a soluciones referidas a la
sombra como la convencional de los espacios sables de la blasonería
o a las soluciones sutilísimas resueltas por entrecruzamientos de líneas,
con parecido valor tonal y condiciones de grosor, de los grabados y
plumillas de Rembrandt, técnica que en las plumillas asimila el artista.
Fariñas logra dominar el grosor y tono en la emisión de las líneas
controlando la carga de humedad en la acuarela, la condición grasa o
de liquidez de la carga de los pinceles, la velocidad de la pincelada y
hasta la presión que ejerce sobre el pincel de acuerdo al tamaño del
cabo y el largo de la brocha y, todas esas particularidades, siempre en
dependencia del grosor y valor expectativos a que aspira el artista
160
25
En las colecciones de Dulce María Loynaz, Alicia Alonso y George D. Hyman, entre otras.
161
162
Puerta cerrada y abierta, / umbral: tú, que no mueres, / permite que yo vuelva al molino/ y
al velo del inicio, / al caldero entre los romerillos, / a la luz en la caída que engendra; / déjame
otra vez sin lugar y sin medida, / perdona mis pasos, que no me pertenecen; / cumple la
ascensión, cuya clave ignoro; bórrame sin mirar atrás (Fariñas, 2001).
163
Bibliografía
Aryeh Kaplan, Rabby. Meditation and Kabbalah. Maine: Samuel Weiser, 1985.
_____. Sefer Yetzirah. Maine: Samuel Weiser, 1997.
Blanchot, Maurice. La escritura del desastre. Caracas: Monte Ávila, 1990.
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Criterios 25-28 (1-1989-XII-1990): 105.
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2001).
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sitaria de Zaragoza (1999): 139-140.
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García Abás, Juana. Circunloquio. Valencia: Mediavaca, 1994.
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de Juana García Abás. New Left Review 146 (July-August 1984): 53-92.
Lacan, J. The four principal concepts of the Psychanalysis. Trad. Alan Sherridan. Nueva York:
Norton, 1977.
Lezama Lima, José. Oppiano Licario. México: Era, 1985.
Lyotard, Jean François. La Posmodernidad (explicada a los niños). Barcelona: Gedisa, 1987.
McLuhan.Understanding Media. Nueva York: McGraw Hill, 1964.
Marré, Luis. «Infierno, Canto XXVII». A quien conmigo va. La Habana: Unión, 2001.
26
Dedicado a José Luis Fariñas y Juana García Abás.
164
165
Osmar Sánchez
Instituto Tecnológico de Estudios Superiores
de Monterrey-Ciudad de México
1
Otras aristas de interés acerca de la sociabi lidad de la lírica discute y propone Theodor
Adorno en su «Discurso sobre lírica y sociedad» (1962).
168
169
2
Ante una circunstancia similar, sólo que a propósito de la poesía cubana correspondiente a
1902-1959, Alfred Melon sostenía, en lo que pareciera una invariante de esa tradición,
cuando menos durante el siglo XX, que «il ne fait pas de doute que c’est pendant les périodes
les plus troublées de son histoire qu’elle [la poesía] a été la plus ardente et la plus inquiéte»
(Melon, 1992: 11).
170
171
3
La constatación de esos rasgos en otras producciones literarias y artísticas en general de este
mismo período permite hablar de la emergencia de una nueva sensibilidad en Cuba, que, si
bien resalta más en el campo correspondiente a esas producciones, muy lejos está de agotarse
en él. Sensibilidad post o de signo post la he llamado en otras ocasiones (véase Otros
pensamientos en la Habana, Ciudad de la Habana: Letras Cubanas, 1994).
172
[…] los acontecimientos económicos, sociales, sólo pueden afectar una parte cualquiera
de este campo, individuo o institución, según una lógica específica, porque al mismo
tiempo que se reconstituye bajo su influencia, el campo intelectual les hace sufrir una
conversión de sentido y de valor al transmutarlos en objetos de reflexión o de imaginación
(Pouillon, 1971: 182).4
4
Recomendable, por abarcadora y sintética de la propuesta teórico-metodológica de Pierre
Bourdieu, es la revisión que practica Carmen Virginia Carrillo en su artículo «Acerca de la
propuesta de Pierre Bourdieu para el análisis sociológico de la literatura» (2003).
173
5
De manera bastante concentrada, si bien elusiva, esto lo ha hecho objeto central de
reflexión C. A. Aguilera en dos cuadernos suyos que, puestos a circular como poesía, se
orientan más bien a revisar, a problematizar y aun a negar no pocas de las distinciones de la
poesía, tanto por el lado más apegado al lenguaje (/pensamiento) como por el de la red
institucional que la ha sostenido en la reciente tradición cubana: Retrato de A. Hooper y su
esposa (Premio David, de la UNEAC, 1995) y Das Kapital (Ciudad de la Habana, 1997). La
sola publicación de ambos cuadernos (y no se diga ya de los premios con que fueron
distinguidos) indica la transición crítica (o crisis de la transición) y el desplazamiento hacia
otra norma que está viviendo la tradición correspondiente. «En la Literatura Cubana apenas
hay: Problemas. Quiero decir: apenas existe la Literatura como Problema», se proclama en
el «Prólogo» a Retrato (9), poema-poemario donde, además, se relaciona «el / valor / político
/ de / su / libro» con una ‘máquina (evidente/discreta) de capital’. Mientras que en la
«Nota» que cierra Das Kapital se enuncia que «El público, con-vertido en instrumento, en-
tumoroso-animal-de-laboratorio, no podrá trans/gredir el espacio biológico de su propia
presentación; el espacio, biológico, de su obligada asfixia» (33).
174
175
6
Otro ejemplo a considerar, por curioso, en esa misma tradición, es el poema de Nicolás
Guillén «Tengo» (1964), el cual, si funcionó al principio como capitalizador del imaginario
social correspondiente a los sectores (más) favorecidos por el proceso revolucionario, generó
muy otra percepción en la década de 1980 cuando se le intentó usar para prolongar o
reavivar ecos de aquel imaginario en medio de un trasfondo socioeconómico ya muy cambiado.
176
177
178
7
Así, por ejemplo, lo ha resumido Haroldo Dilla Alfonso: «Las formas más visibles [del
cambio que tiene lugar en Cuba desde entonces] ocurren en la economía: apertura a la
inversión extranjera, creación de espacios legales a la actividad privada individual [...],
descentralización de la toma de decisiones económicas en beneficio de organizaciones
empresariales vinculadas al mercado mundial, etc., o se expresan en remodelaciones
institucionales, administrativas y políticas, a niveles local y central. Tales cambios, sin
embargo, son sólo leves fracturas en la corteza de un cuerpo societal que se transforma
aceleradamente, cuyos actores se modifican, cambian sus roles y varían sus perspectivas. En
el epicentro de estas transformaciones opera una nueva dinámica económica que implica la
inserción del país en el orden capitalista mundial y la ruptura no sólo de un modelo económico
[...], sino de toda la economía política y de un orden de concertación y relaciones políticas,
ideológicas y culturales que primó en las décadas anteriores« (1995: 94, 95).
179
8
Esa pugna entre modelos de ser humano/ciudadano se corresponde con la ficcionalizada en
el cuento «Infórmese, por favor», con la peculiaridad de que el joven en trámites no se
reconoce en el modelo del «hombre nuevo» que ha sido diseñado para él. Según Velia Cecilia
Bobes, «de lo que se trata [a propósito del «hombre nuevo»] es de crear un hombre que, más
que individuo, se sienta parte de una colectividad. La conciencia del hombre nuevo debe ser
profundamente colectivista y solidaria» (1994). En ese modelo, el deber (/deber ser),
homogeneizador y represivo, cuenta más que el deseo (/deseo de ser).
180
181
182
Conciencia del paso de una edad compartida (cuasi mítica) hacia otra
regida por la constitución de la individualidad es la que preside «Los
golpes», de Emilio García Montiel. Sobresaliente es en ese texto la
contraposición entre «antes» y «ahora»:
183
9
Según Luisa Guido Williamson «el principal [símbolo constitutivo de la imagen de la
revolución cubana] es la idea de la revolución como parteaguas : todo es antes y después de
ella, en una suerte de radicalización nítida de formas de vida, de producción, de acción y
pensamiento. El «antes» […] está compuesto de fantasmas tristes […]» (1993: 26).
184
185
Quién
le va a apagar la luz bajo la cama y le pintará los senos con que
sueña
quién le pintará las alas a este mal ángel hecho para las
burlas
si sus alas las condenó el viento y gimen
[...] (UNEAC, 1994: 42; Sánchez: 30; y Arcos: 593).
Habría que hilar fino en el recorrido de ese texto para reconstruir las
huellas de aquel trasfondo. En lugar de los temores y cuidados de que
suele acompañarse ese tema en producciones debidas a los poetas,
ahí el punto de contacto con ese trasfondo viene insinuado princi-
palmente por la actitud de choque abierto con los valores prescritos
10
Ese poema procede de Los amores del mal, un cuaderno de Damaris del que ella me facilitó
una copia mecanuscrita hace casi diez años, la última vez que coincidimos en La Habana.
No he tenido noticias de que se haya publicado.
186
187
11
Ramón Fernández Larrea, «Ametralladoras». No he encontrado este poema en ninguna de
las antologías o compilaciones de poesía cubana que he tenido a la mano. Aunque esta
aclaración pueda deslizar algún hálito de ficción, es lo cierto que tuve acceso a una copia
mecanuscrita del poema en un lejano encuentro de talleres literarios en alguna provincia
cubana, donde coincidí con Larrea.
188
12
Compárese esa negación o problematización semántico-simbólica del motivo «cielo» con la
afirmación y el candor que éste llegó a tener en alguna otra estación de la trayectoria de
Larrea: «aquellos días memorables en que el cielo era el cielo / sin rendición y sin apuro / no
sé dónde han ido a parar.» («El último día del verano», en Cicero, 1992: 18).
189
13
Me refiero a «Poesía en claro. Cuba, años 80 (Long play / variaciones)», estudio introductorio
de la antología Poesía cubana de los años 80, donde analizo con alguna amplitud ese motivo
que tanto me sorprendió por entonces en mis lecturas de la nueva poesía cubana. Además de
los textos aludidos o citados, ahora tendría que considerar otros, entre los que recuerdo
algunos de Teresa Melo (El vino del error, Ciudad de la Habana, 1998), de Odette Alonso
(Insomnios en la noche del espejo, México, 2000), de Agustín Labrada (La vasta lejanía, México,
2000)…
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El verso «sueño rojo y azul que acaba en puntapié» me ha hecho recordar otro: «el libro
blanco, rojo y azul se me perdió», de la citada «Plegaria» de Pablo Milanés.
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No condeno yo las palabras, que son como vasos escogidos y preciosos, sino el
vino del error que maestros ebrios nos propinaban en ellos, y aun si no lo bebíamos
nos azotaban, sin que nos fuera dado apelar a un juez sobrio.
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Para la escritura del mismo sería muy provechoso revisar los sugestivos comentarios de
Althusser a preguntas como: «¿qué se aprende en la escuela?» y «¿por qué el AIE [Aparato
Ideológico de Estado] escolar es, de hecho, el aparato dominante en las formaciones sociales
capitalistas y cómo funciona?» Sus observaciones, ceñidas al caso de las sociedades capitalistas,
conservan valor también para las socialistas. La lectura de algunos estudios de Bourdieu y de
algunos ensayos de Bertrand Russell allanaría bastante el camino hacia esa meta.
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En páginas posteriores retomo reflexiones alcanzadas ahí mismo, o, acaso más bien, ecos
de ellas, sin la indicación de comillas.
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Esta es una «Glosa a Luis de Góngora» por Antonio José Ponte (en
Cabezas: 287), en la que no escasean otras reminiscencias librescas,
como la de Eliseo Diego, por ejemplo. En la concisa producción del
también agudo ensayista Ponte, títulos como «A la manera de Brecht»
o «Confesiones de San Agustín, Libro ix, capítulo x» ilustran
igualmente esa dependencia. Su caso al respecto es paradigmático:
textos de Rolando Sánchez Mejías, de Damaris Calderón, de Víctor
Fowler o de Juan Antonio Molina, entre los de muchísimos otros,
mostrarían que muy lejos está el suyo de ser una excepción. No por
casualidad es tan frecuente en esas producciones la presencia de la
intertextualidad, recurso insociable del intenso y muy generalizado
proceso de relectura a que ha estado siendo sometida la nación desde
finales de la década de 198017.
Es ése otro rasgo que constituye una inflexión de estos poetas
respecto de sus predecesores, pues si bien mucha de la poesía (más)
memorable de este siglo en Occidente, y ya no sólo alguna cubana de
las década previas, ha trasuntado similar dependencia, en el caso
específico de Cuba sucedió, sin embargo, que la poesía predominante
en las primeras décadas posteriores al triunfo revolucionario, en su
legítimo afán comunicativo/vehiculizador hacia «las grandes
mayorías» de determinado ideario compartido (o a compartir) con
ellas, y como parte del «espíritu de época», tendió a participar del
privilegio concedido al Acto —cuyo emblema tal vez mayor fue el
héroe: gestor protagónico de la nueva realidad— por sobre la Palabra
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Ejemplo concentrado de ese empleo puede leerse en el cuaderno de Juan Antonio Molina
4 remakes (Islas Canarias, 1993), el cual, como adelanta su título, basa su principal estrategia
generadora de sentidos en la «re-escritura» de cuatro textos representativos —esto es,
beneficiarios en alguna medida de la política editorial cubana— de la década de 1970. Se
trata de variaciones problematizadoras sobre las propuestas ideotemáticas de cada uno de
ellos. Si bien los «remakes» admiten ser leídos con independencia de sus correspondientes
«versiones originales», es evidente que potencian su volumen de sentidos en la contigüidad
de ellos.
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Bibliografía
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Milanés, Pablo. «Plegaria», de su disco homónimo. México: Spartacus, 1995.
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Hipertexto literario*
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[...] Lo que Morelli busca es quebrar los hábitos mentales del lector. Como ves,
algo muy modesto, nada comparable al cruce de los Alpes por Aníbal [...] Morelli
es un artista que tiene una idea especial del arte consistente más que nada en echar
abajo las formas usuales, cosa corriente en todo buen artista. Por ejemplo le revienta
la novela rollo chino. El libro que se lee del principio al final como un niño bueno.
Ya te habrás fijado que cada vez le preocupa menos la ligazón de las partes, aquello
de que una palabra trae la otra [...] Morelli parece convencido de que si el escritor
sigue sometido al lenguaje junto con la ropa que lleva puesta y el nombre y el
bautismo y la nacionalidad, su obra no tendrá otro valor que el estético, valor que
el viejo parece despreciar cada vez más [...] Y por eso el escritor tiene que incendiar
el lenguaje, acabar con las formas coaguladas e ir todavía más allá, poner en duda la
posibilidad de que este lenguaje esté todavía en contacto con lo que pretende
mentar. No ya las palabras en sí, porque eso importa menos, sino la estructura
total de una lengua, de un discurso [...] Morelli no cree en los sistemas
onomatopéyicos ni en los letrismos. No se trata de sustituir la sintaxis por la
escritura automática o cualquier otro truco al uso. Lo que el quiere es transgredir el
hecho literario total, el libro sí querés. Y Rayuela como hipertexto es ya una trasgresión
del libro, en cuanto que su escritura por capítulos no ordinales produce una
multiplicación de las posibilidades combinatorias de los capítulos, es una implosión
de la producción textual y una diversificación de los itinerarios de la escritura en el
autor, hasta ahora concebida como lineal y secuencial, haciendo así más densos y
modificables los mapas lingüísticos de conocimiento de la realidad, así como las
formas de circulación y acceso al saber.
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Bibliografía
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[...] dice algo acerca de la relación entre el lenguaje y la condición ontológica del ser
en el mundo. El lenguaje no es un mundo propio. No es ni siquiera un mundo.
Pero porque estamos en el mundo, porque nos vemos afectados por situaciones,
y porque nos orientamos comprensivamente en esas situaciones, tenemos algo
que decir, tenemos experiencia que traer al lenguaje (Ricoeur, 1998: 34),
Afirma Ricoeur (1998: 35) que incluso Frege daba a entender que la
existencia era el fundamento de la identificación cuando indicaba que
no se está satisfecho con el significado, sino que se presupone una
referencia. Al decir esto se reconoce la existencia, algo que es y que
puede ser identificado.
Ricoeur enfatiza el hecho de que es muy diferente el caso del
diálogo al del texto. La inscripción se vuelve sinónimo de autonomía
semántica: ya no se traslapan la intención subjetiva del hablante y el
sentido del discurso. Lo que el autor quiso decir deja de ser relevante
e importa lo que el texto dice.
Ricoeur rechaza lo que considera dos falacias: la intencional, que
señala que para entender el texto se debe conocer la intención del
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«Considero que El luto humano es, más bien, una exigencia a replantearse conceptos
fundamentales y que su densidad puede llegar a ocasionar conflictos con el lector
pues lo lleva del texto y del interior de los personajes a su propio interior; si
podemos decir, el lector, al aceptar el juego, puede revelarse a sí mismo sus propias
cadenas» (222).
Asunción Rangel
Universidad Veracruzana
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Resúmenes / Abstracts
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Situated on narrative level of the short stories joined in the book Tiempo
destrozado of Amparo Dávila, the author of this article marks the problems
of the double as a way of self-destruction for the characters, whose human
frailty leads them to a state of violence against the other one, included their own
identity that they can’t recognize except for distance of everyday reality opened by
the presence of fantastic elements.
A group of seven short stories allows José Luis Martínez Morales to argue in
favor of existence of fantastic characteristics in writing of Sergio Pitol. Taking
Cortázar as model of fantastic, the article runs over the short stories in order to
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To read Cortázar from Cortázar in order to discover once again his fantastic
literature is the objective of Joseph Tyler. The theme is the numerous motives
and elements that defines literature of Cortázar. The author put fist the theme
of the double, which is analyzed in accordance with its reflective character and
its condition of reflection. This aspects allow putting the Argentinean writer
between unreal fantasy of fantastic and the harsh and suffocating everyday
reality, and above all, converts him into an always relevant writer.
Through this essay, the author shows how the fantastic characteristics of Una
familia lejana, by Carlos Fuentes, however they doesn’t have an experimental
intention of enjoyment, appear in the discourse for inserting into the world of
the ideas and worries about the history, contemporary society and Mexicanism.
The fantastic in the work of Fuentes, as argue the author, join in integral vision
of the Mexican writer, in which converge present, past, destiny and ancestral
historic forces.
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In the narrative work or Ernesto Sábato, as the author of this essay says, is
evident an interest to present an inusual fiction reality, complex and not always
comprehensible by logical or scientific discernments, tendency that dissolves as the
Argentinean writer is aware of the unity of his literary project. In accordance
with Pablo Sánchez, the narrative trilogy of Sábato accentuates, in gradual
way, a transgression to aesthetic assumptions of realism and objective and rational
understanding of the real world. The narrative of Sábato grants a vital
importance to supernatural elements as part of this discredit of realism.
El artista plástico José Luis Fariñas nos presenta su visión del mundo
pos-posmoderno: una totalidad exiliada en sí misma, intento de
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The plastic artist José Luis Fariñas presents his vision of the post-postmodernist
world: a whole that is exiled in it self, attempt of expression of being, composed
of oppositions, by means of anthropomorphic figures, based on a white fire
that is no light but energy that moves this fragmentary world. In this essay,
Juana García Abás analyses the pictorial work of this author, his techniques
and subject matters, explaining what makes him to be «the poet of white, the
line and chaos».