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Orígenes y fundamentos del Movimiento

Auténtico. Artículo de Karin Fleischer


Movimiento Auténtico
Sus raíces en dance/movement therapy y su evolución hacia una nueva
conciencia colectiva
Karin Fleischer

Orígenes Dance/movement therapy

Danza/movimiento terapia es definida por la Asociación Americana de Danza


Terapia (ADTA) como "el uso psicoterapéutico del movimiento hacia la integración
psicológica, física y emocional del individuo" (ADTA, 1985).
Uno de sus fundamentos básicos consiste en la interrelación entre los procesos
físicos y los mentales, implicando la misma que un cambio en la actitud corporal
puede conducir a un cambio correspondiente en la psique.
A través del reconocimiento del lenguaje del cuerpo y del movimiento, y trabajando
desde la conexión entre cuerpo y psique, danza/movimiento terapia posibilita al
individuo acceder a las fuentes de sus bloqueos y conflictos emocionales, y
explorar modos más sanos de expresar sentimientos y emociones.
Con la base de este cimiento común, danza/movimiento terapia se ramifica en
diversas orientaciones, interrelacionadas con diferentes corrientes psicológicas.
En este trabajo, hablaremos de una de estas orientaciones, llamada en la
actualidad Movimiento Auténtico.

Movimiento Auténtico Mary Whitehouse

Inicialmente esta disciplina fue llamada por su creadora, Mary Whitehouse,


Movimiento en Profundidad. Bailarina contemporánea, docente y pionera en
danza/movimiento terapia, Whitehouse estaba interesada en descubrir aquello que
mueve a la persona desde adentro. Influenciada por sus estudios Junguianos en
Zurich y por su propio análisis, se basó en la técnica de Imaginación Activa,
creada por Jung para posibilitar el diálogo entre consciente e inconsciente, y
expandió la misma, al incluir la dimensión del cuerpo, el movimiento y las
sensaciones físicas.
A través del método de Imaginación Activa, Jung sugería a sus pacientes que al
abrirse a las imágenes que emergían desde su interior, crearan un diálogo con las
mismas, a través del dibujo o la escritura.
Mary Whitehouse alentaba a las personas a permanecer en silencio y en quietud,
en actitud de espera atenta y alerta, y desde este estado abrirse, no solo a las
imágenes sino también a las sensaciones físicas y a los movimientos que
pudiesen emerger desde el inconsciente. Una vez que surgía el impulso, la
persona debía seguirlo. El cuerpo guía y la personalidad acompaña, ya que como
ella decía, "uno no puede guiar y seguir al mismo tiempo". El movimiento devenía
de este modo, la manifestación visible de la dimensión invisible del ser. No era
algo dirigido mentalmente o realizado automáticamente, sino que reflejaba la
expresión genuina de un impulso originado en un plano psíquico que precede y
trasciende la mente lógica y racional.

La estructura básica Movedor y Testigo

La estructura básica que contiene la experiencia y el proceso de cada individuo


está dada por la relación entre una persona que se mueve con los ojos cerrados, a
quien llamamos movedor, y paciente en un contexto terapéutico, y una persona
que mira, el testigo o terapeuta.
El movedor trabaja con los ojos cerrados, escuchando internamente, a la espera
de imágenes, sensaciones, impulsos que puedan surgir desde su mundo interno.
A medida que la mente se aquieta, experiencias originadas en diferentes niveles
del inconsciente comienzan a manifestarse. Aspectos desconocidos, latentes
bloqueados de uno mismo buscan salir a la luz del día, recuperar la propia voz,
comunicar su presencia.
Mientras el/la testigo mira los movimientos, sonidos, silencios, quietud y escucha
como los mismos resuenan en su cuerpo/mente. Al escuchar su propia
experiencia, presta atención a los recuerdos, fantasías, pensamientos,
sentimientos, imágenes, emociones evocados a partir de la acción o no-acción del
movedor.
Janet Adler, discípula de Mary Whitehouse fue quien desarrolló más
profundamente el rol de testigo. Adler (1987) expresa que "en un contexto
terapéutico, el testigo es esencial. La presencia de otro cuando se está explorando
lo desconocido es una respuesta a la necesidad humana de seguridad,
contención, balance y/o mente objetiva".
Luego de este momento de escucha y exploración interior, el movedor puede
trabajar con diversos medios expresivos: arcilla, dibujo, pintura, escritura, crear
una danza, con la intención de dar una forma simbólica a la experiencia antes de
continuar con el diálogo verbal. La posibilidad de dar forma al material emergente
que aún no la tiene, es un aspecto importante de la práctica que ayuda a la
integración del inconsciente y la conciencia.
Finalmente movedor y testigo comparten verbalmente sus experiencias. En esta
disciplina, siempre el movedor habla primero si así lo desea, y a posteriori escucha
la respuesta del testigo. El testigo habla a partir de su propia experiencia. El
testigo puede experimentar fusión, diferenciación y complementariedad o unión
con el movedor durante el trabajo. De este modo la respuesta puede tanto
complementar la experiencia del movedor, como profundizar u ampliarla, pero
nunca la invalida. El respeto por la experiencia del otro es esencial a esta nueva
manera de comunicar.

Pasajes y Evolución

Los pasajes y la evolución de esta disciplina suceden a través de dos aspectos de


la misma que están íntimamente ligados. Un aspecto implica la evolución desde
una forma de trabajo individual hacia una forma de trabajo grupal. El otro aspecto
se relaciona con el pasaje desde la experiencia como movedor hacia la
experiencia como testigo, proceso que comprende a su vez el desarrollo del
testigo interno.
Inicialmente el trabajo es individual. Una o varias personas se mueven en
presencia de un testigo / coordinador / maestro / terapeuta.
Esta exploración del material proveniente del inconsciente, la posibilidad de
descender en las profundidades y no profundidades de uno mismo constituye el
inicio del proceso de individuación, definido por C. G. Jung como un proceso que
permite ampliar la conciencia hacia la totalidad del ser.
Esta primera búsqueda o intención inicial puede originarse como respuesta a una
pregunta básica y esencial que en algún momento de nuestras vidas, muchos de
nosotros hacemos: ¿Quién soy?...
Preguntarme ¿quién soy? Abre la puerta a la posibilidad de des-cubrir viejas
heridas, antiguas suposiciones, hábitos creados y es una oportunidad para
sanarlos y transformarlos.
A través de esta autoindagación, el individuo va despertando a las diversas partes
adormecidas de sí mismo y al ser mirado por otro con aceptación, sin juicios ni
interpretación alguna, empieza a internalizar esta mirada de aceptación,
encontrando en las antiguas heridas la fuente de nuevos aprendizajes.
De este modo comienza a desarrollarse internamente la presencia de un testigo
interno, que refleja aquella voz que en un principio tiende a inhibir, a censurar, a
exigir y lenta y paulatinamente aprende a recibir, a comprender y a amar.
Con el desarrollo y emerger del testigo interno, quien fue movedor puede ahora
ser testigo de otro.
En la práctica esto se desarrolla a través del trabajo en díadas y tríadas. Implica el
aprendizaje de un nuevo lenguaje, una nueva manera de comunicar, que reconoce
el valor de la experiencia del otro y la propia necesidad de mirar cada vez con
mayor claridad.
Janet Adler expresa que este momento significa una nueva vuelta de espiral,
"del mismo modo que originariamente el ser mirada/o por otra/o me permitió
mirarme a mí misma/o como soy ... mirar a otra/o como es, me permite mirarme a
mí misma/o como soy. Este es un mirarme diferente al anterior ya que no ha sido
dado a luz por otro... este mirarme a mí misma/o nace de mí misma/o... de alguna
milagrosa manera evoluciona desde el amar a otro, en lugar que desde el ser
amado" (1987).

Es común la experiencia de profunda gratitud sentida por el testigo cuando


comienza a indagar esta nueva forma de mirar y recibir la experiencia de otro.
Así, uno a uno, los diferentes miembros del grupo experimentan tanto el moverse
como el mirar a otro en su experiencia.
Un nuevo pasaje refleja ahora el salto desde lo individual hacia lo colectivo.
En la práctica sucede a través de una forma denominada "gran círculo".
Siendo la esencia siempre la misma, la relación entre movedor y testigo, ahora
todos los miembros del grupo comienzan como testigos sentados en un círculo,
contemplando el centro vacío. Cada uno, según su tiempo y necesidad cierra los
ojos cuando así lo desea y entra al centro a moverse. Y luego cuando así lo desea
nuevamente abre los ojos y vuelve a ser testigo. A lo largo del trabajo, las
personas entrar al centro y vuelven a la circunferencia del círculo cuantas veces
quieran alternando en sí mismas la experiencia y el lugar de movedor y testigo.
Rituales individuales y colectivos empiezan a emerger indicando una nueva
instancia en el desarrollo de la conciencia individual y grupal.
A partir del contacto de cada una/o con su totalidad, una nueva totalidad es
creada, aquella que nos comprende desde nuestra más genuina individualidad. La
participación en esta totalidad no es inconsciente, la presencia de un testigo
interno desarrollado a través de las etapas anteriores del trabajo, nos permite
incluirnos en el grupo sin perder de vista nuestra necesidad esencial.
El proceso de individuación iniciado al comienzo de la práctica adquiere aquí un
nuevo significado, la concepción de uno mismo se vuelve, una vez más, a
resignificar ante la presencia de los demás. Sin embargo, la individuación es
indispensable para poder descubrir, aceptar y respetar nuestro lugar en el
colectivo grupal.
Janet Adler expresa que ahora nuestra tarea consiste en "integrar
conscientemente a la totalidad lo recibido a través del proceso de individuación,
encontrar el modo de ser únicamente nosotros mismos dentro de un círculo
consciente, sagrado" (1996)

En Síntesis ...

Movimiento Auténtico como disciplina de autoindagación, es un camino posible


hacia el encuentro de nuestras voces adormecidas, de nuestro potencial aún no
descubierto, de nuestras heridas, nuestra fuerza, nuestra belleza, nuestro amor.
A su vez también nos señala que el encuentro con uno mismo, en nuestro
presente no es suficiente, es necesario dar un paso más, un salto de conciencia
hacia el aprendizaje de otra manera de relacionarnos, hacia la creación de una
forma de pertenencia consciente, que nos devuelva un nuevo significado respecto
a nuestro estar aquí, en la tierra, con otros.

"...estoy completamente de acuerdo con Thich Nhat Hanh cuando dice que el
próximo Buda será la Sangha la comunidad de practicantes. Debemos
volvernos responsables de nuestra propia luz, nuestra propia sombra y dejar
de proyectarla en otros. No necesitamos más dioses. Necesitamos ancianos
y guías, maestras/os, terapeutas y testigos, rabinos y sacerdotes que nos
ayuden a encontrar a los dioses dentro de nosotros mismos mientras
transitamos el pasaje hacia una participación consciente en el cuerpo
colectivo"
..............................................................Janet Adler, 1998

Bibliografía
Adler, J. 1987 Who is the Witness?. Contact Quarterly, Winter 1987
---------. 1996 The Collective Body American Journal of Dance Therapy Vol. 18,
n°2. American Dance Movement Association. Presented as a keynote speech at
the First International Dance/ Movement Therapy Conference 'Language of
movement', Nervenklinik Spandau, Berlín, Alemania, 1994.
Geissinger, A. 1998 Interview with Janet Adler. A Moving Journal: Ongoing
Expressions of Authentic Movement. Fall-Winter 1998.

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