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José Carlos: Sí, es cierto, aunque también podría decirle que nací en el
Tahuantinsuyo, particularmente sobre el Collasuyo, pero a los fines prácticos de la
temporalidad imperante, si, nací en el sur geográfico de Perú, en la ciudad de
Moquegua, allá por el año 1894 ¿usted Albert, nació en la República de Weimar?
Albert: Mi apertura a la vida fue en el año 1879, el lugar circunstancial fue Ulm, allí
donde los ríos Ller y Blau se fusionan para dar origen al gran Danubio. El país, me
resultaría largo explicárselo con detalle. En ese momento Reino de Wurtemberg; hoy
República de Weimar, no lo sé en el porvenir, porque, como decía mi amigo Niels
Bohr, es difícil predecir, sobre todo si se trata del futuro.
José Carlos: (Risa leve) Créame que entiendo de que me habla, estuve en Berlín
caminando por Unter den Linden. Me hospedó amablemente un gran amigo, el artista
plástico Emilio Pettoruti. Quien me ha hecho un retrato, creo que aún no lo ha
terminado. He leído, además, mucho al respecto, y escrito otro tanto. Llegué a Europa
forzado por un exilio encubierto. El Presidente de Perú, Leguía, por fundar y expresar
ideas en el periódico La Razón, me consiguió una beca forzosa para estudiar allí.
Paradójicamente para su suerte, durante mi recorrido aprendí idiomas y profundicé mi
acercamiento al Marxismo. Volví en el 23’, con esposa e hijo. También perdí una
pierna producto de una enfermedad que arrastraba de mi niñez. Luego de ese viaje
dejé atrás mi edad de piedra para comenzar una etapa de docencia popular, de análisis
de la crisis internacional, la cuestión indígena y los problemas profundos del Perú,
entre otros temas con las cuales temo aburrirlo, porque sinceramente, no me gusta ser
autobiográfico. Cuénteme algo de usted, estimado Albert.
Albert: Algunos contaron que empecé a hablar a los tres años de vida, dudo bastante
de esa anécdota, fundamentalmente porque no recuerdo que haya sucedido, aunque
asumo que ese razonamiento colisiona flagrantemente con mi forma de ver el mundo,
mi campo de estudio frecuenta hechos de los que tal vez jamás seamos testigos. Mi
infancia y adolescencia no requiere mucho reparo. Allá por 1905 formulé mientras era
empleado de la oficina de correos de Berna una teoría muy rupturista, la Teoría de la
Relatividad, había visto por ahí la fórmula E=mc², conclusión popularizada de la
misma.
José Carlos: Si, Albert, la conozco, ha usted verdaderamente hecho temblar hasta
hacer caer en ruinas dogmas del imperio de la ciencia.
José Carlos: Pienso que usted, Albert, aunque esté consagrado a otras disciplinas
intelectuales, y no milite en los rangos del marxismo, colabora en cambio
abiertamente con los revolucionarios en la lucha contra el imperialismo. La línea
doctrinal es función de partido. Los intelectuales, en cuanto intelectuales, no pueden
asociarse para establecerla. Su misión, a este respecto, debe contentarse con la
aportación de elementos de crítica, de investigación y debate.
Albert: Muy cierto, estimado José Carlos, también pienso que sí, permitiéndome
primero considerar la cuestión desde el punto de vista del conocimiento científico.
Puede parecer que no hay diferencias metodológicas esenciales entre la astronomía y
la economía: los científicos en ambos campos procuran descubrir leyes de
aceptabilidad general para un grupo circunscrito de fenómenos para hacer la
interconexión de éstos, tan claramente comprensible como sea posible. Pero en
realidad estas diferencias metodológicas existen.
José Carlos: Ha sido muy claro, creo también que la función de la inteligencia es
creadora. No debe, por ende, conformarse con la subsistencia de una forma social que
su crítica ha atacado y corroído tan enérgicamente.
Albert: Claramente, en ese sentido, estoy convencido de que hay solamente un camino
para eliminar estos graves males, el establecimiento de una economía socialista,
acompañado por un sistema educativo orientado hacia metas sociales.
(Las páginas que siguen parecen continuar el debate, ciertas cuestiones sugieren
divergencias, pero ambos insinúan estar de acuerdo en cuestiones básicas, Continua
la parte legible con un diálogo en el cual se los observa visiblemente en desacuerdo,
lamentablemente, no hay registro en la transcripción de cómo terminó esa charla)
José Carlos: Marx decía: “La manera como se presentan las cosas no es la manera
como son; y si las cosas fueran como se presentan la ciencia entera sobraría” ¿cuál
cree usted que es la cuarta dimensión?
José Carlos: Buen punto, profesor, Wilde afirmaba que la bruma de Londres había
sido inventada por la pintura. No es cierto, decía, que el arte copia a la Naturaleza. Es
la Naturaleza la que copia al arte.
(A partir de este momento todo se vuelve difuso. El papiro termina en una hoja rota,
partiendo a la mitad cada uno de los textos, impidiendo dotar de sentido a cada
exposición. Nuestra tarea no termina aquí, seguiremos esperando más páginas
cuando el azaroso universo decida soltárnosla en el futuro, si es que tal cosa existe)
No hay conclusiones en, ni sobre éstos intercambios, solo dos pasiones expresadas.
Tal vez el universo los haya vinculado, enredándolos en un tejido invisible, sin
quererlo, que es la única manera en la que el cosmos sabe hacer las cosas. Cada uno
expresó la belleza en su forma de quehacer científico, cada uno dejó a su manera una
obra para andar y desandar continuamente. Dos visiones de la realidad que se
intersectan paradójicamente perteneciendo a planos diferentes. Nos parapetaron frente
a los horizontes, porque como decía Cortázar “con los horizontes hay que hacer algo
más que mirarlos desde lejos; hay que caminar y conquistarlos”.
El Uno, se resignifica en estos momentos en los que el tiempo a la manera burguesa
parece deformarse, retorciéndose sobre sí mismo por la masividad del peso de su
propia coyuntura. El capitalismo, ese agujero negro voraz del que nada escapa, ni
siquiera un mísero rayo de luz, que mientras más absorbe, más crece, y más fuerte,
ominoso y aparentemente indestructible se vuelve. Pero para ambos el futuro no es tan
oscuro, hasta los más potentes hoyos negros se esfumarán lentamente.
El otro, el Amauta, él que en ésta ocasión nos convoca en su recuerdo. Sabemos,
empero, que no nos dejó, sino que nos fue despojado con mucho por ofrecer. Pero nos
fue arrebatado tan solo en una arista de sus múltiples dimensiones, nos dejó un legado,
tan inspirador como complejo, tan pedagógico como crítico. Su obra, tal vez
inconclusa, la construimos y deconstruimos a diario, quienes la interpretaron,
interpretan y difunden, junto con quienes la descubren y se apasionan con ella, aun lxs
que lo hacen tardíamente. Nos entusiasma pensar en ésta brevísima y humilde
experiencia de surrealismo existencialista, que, como podría insinuarnxs cierto tipo de
cosmogonía, los posibles multiversos nos haga sentipensar al Amauta, transitando por
otro continuo espacio-tiempo analogo, con nosotrxs, como brújula, pero irá por ahí,
silbando bajito, gambeteando baldosas flojas, mirándonos paralela y separadamente,
pero de cerca, junto con otrxs tantos que hoy nos inspiran, muy a su par. Y lo hará solo
para recordarnos a cada paso que no tenemos que hacer ni calco ni copia de su obra,
sino, creación heroica de nuestra historia.