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CENTRO UNIVERSITARIO

MEXICO

MAESTRIA EN CIENCIAS DE LA
EDUCACION

Alumno: VICTOR MANUEL VAZQUEZ GUILLEN

ACAPULCO, GRO
Salir de la caverna.

El mito de las cavernas es tan conocido como el mismo Platón. El autor, en su libro La República,
hace una alegoría para explicar cómo actuamos ante el conocimiento y lo desconocido.

¿Es posible salir de la caverna?, ¿nos alejamos de una para pasar a otra?, ¿puedo convertirme en
mi propia caverna?, ¿puede qué, si me aferro a una idea, signifique que esté también en una
especie de gruta?, ¿aferrarme a un pensador o pensadora, es también estar encerrado?

Estas son interrogantes que surgen después de comprender lo que pasaba en la caverna, hay que
entrar en la idea de un filósofo pero también hay que ver la forma de escapar del mismo.

Huir de las sombras y el reflejo requiere de sacrificio, trae angustia y, a veces, hasta tristeza,
porque nos enfrenta a lo desconocido, pero una vez entras percibes la existencia de manera
distinta, nunca nada será igual.

Platón con esta alegoría nos invita a escapar de nuestras creencias, de dejar de aceptar que las
cosas son así porque sí. Urge comenzar a salir de la de la caverna, por ejemplo, del mal ejercicio
político para empezar a exigir una nueva forma de gobierno, sin corrupción, donde las autoridades
estén comprometidas con el bienestar general.

Salir de la caverna del machismo, del totalitarismo, del racismo, de la homofobia. Hay que huir de
la queja, de la mediocridad, de la envidia. De desear que los otros hagan lo que les compete, pero
no hacemos nada para cambiar las cosas.

¿Una nueva educación?


El mundo es el que nos impulsa a movernos, a romper paradigmas y a probar diferentes caminos.

Todo cambio en la humanidad viene acompañado- condicionando y siendo condicionado a la vez-


por un cambio cultural. Cualquier cambio cultural tiene dos vertientes: la vertiente social, en la
medida en que caracteriza a un grupo humano y aun a la humanidad entera en un tiempo
determinado, y la vertiente personal, en tanto que modificación de las características, propias de
cada ser humano. En la medida en que la voluntad libre del hombre interviene en el cambio
personal, estamos hablando de educación

El mundo que hoy se vive es complejo y altamente interconectado, y por tanto, cada vez más
desafiante que se transforma a una velocidad exponencial. En muchos sentidos, nos encontramos
frente a un cambio de era que pone de manifiesto la necesidad de una evolución profunda en
muchos campos, y en especial en el área de la educación para así, poder dar respuesta a los
desafíos a los que se enfrenta en la actualidad la humanidad.

Los sistemas educativos tradicionales tanto a nivel nacional, latinoamericano y mundial, tienen
una antigüedad de más de 200 años, y de alguna manera reflejan en su estructura, la lógica y las
necesidades del mundo industrial, racional, organizado y predecible de esa época. El surgimiento
de aquel método está aparejado con los albores de la Revolución Industrial en donde se requería
que la gente acudiera a las fábricas para realizar actividades mecánicas, monótonas y no así en
desarrollar habilidades que generarán un pensamiento crítico, en aprender a tomar decisiones o
ser innovadores en el procedimiento.

Enseñar a filosofar una tarea urgente


Enseñar a filosofar, significa obedecer, desentrañar, ejecutar, deducir las teorías que el
conocimiento y la sensibilidad que cada individuo guardan, ya que la transición de la dialéctica
asume el poderío de la transformación, el raciocinio está siempre alerta a todos los movimientos
de la realidad y la abstracción.

Hay que recalcar que enseñar a filosofar no es transmitir información sobre los filósofos y sus tesis,
sino poner al estudiante en el camino de pensar, lo cual implica hacer propicias la reforma del
entendimiento y de la vida. La primera requiere de un esfuerzo del docente orientado a favorecer
el despertar de la razón, la crítica racional a la razón misma que necesita del ejercicio de precisar
los conceptos, de aportar y demandar razones para fundamentar las creencias y de afinarla
capacidad adquisitiva; la segunda consiste en estimular la actividad reflexiva que lleva al
estudiante a optar de manera libre, consciente e informada por la forma de vida que considere
preferible por encima de cualquier otra, y que servirá de criterio para orientar sus acciones,
modificar sus actitudes y, participar en la reforma a la comunidad.

La enseñanza de la filosofía que debiera ser, en rigor, enseñar a filosofar, se convierte así en
indoctrinamiento e ideologización. Por ello enseñar a filosofar no es poner al estudiante en
situación de contemplación desinteresada del saber, sino ponerlo en situación de hacer una
lectura y que enseñar a filosofar implica el reconocimiento de la diversidad y la necesaria toma de
posición.

El reconocimiento de la carga ideológica de la filosofía contribuye a fijar el espacio que en ella


ocupa la parte teórica, a delimitar la línea de la demarcación entre lo ideológico y lo teórico. Tanto
la crítica como la validación hacen necesaria, la fundamentación, la argumentación. Por tanto la
enseñanza de la filosofía incluye inevitablemente la enseñanza del argumentar y del buscar
razones.

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