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Por lo tanto, cada vez que nos encontremos frente a un daño resarcible, que cumpla
con los requisitos de certeza, subsistencia, especialidad e injusticia, y concurran a su
vez los otros elementos configuradores de responsabilidad civil (hecho generador,
relación de causalidad y criterio de imputación), se activará la tutela resarcitoria,
como mecanismo de defensa frente al sufrimiento de un daño injusto, la que siempre
debe expresarse en términos económicos o patrimoniales (indemnización), sea cual
fuere la naturaleza del daño.
Nuestro código civil consigna a los daños antijurídicos en los siguientes artículos:
Artículo 1969º.- Aquel que por dolo o culpa causa un daño a otro está
obligado a indemnizarlo. El descargo por falta de dolo o culpa corresponde a
su autor.
Artículo 1978º.- También es responsable del daño aquél que incita o ayuda a
causarlo. El grado de responsabilidad será determinado por el juez de
acuerdo a las circunstancias.
Artículo 1981º.- Aquél que tenga a otro bajo sus órdenes responde por el
daño causado por éste último, si ese daño se realizó en el ejercicio del cargo
o en cumplimiento del servicio respectivo. El autor directo y el autor indirecto
están sujetos a responsabilidad solidaria.
DAÑOS PERMITIDOS
Por ello, citando a (Legis,2017) que hace referencia respecto a la clasificación de los
daños en la Responsabilidad Civil, dividiendo este de la siguiente manera.
El Artículo 1984º de nuestro Código Civil, señala que, el daño moral es indemnizado
considerando su magnitud y el menoscabo producido a la víctima o a su familia.
Por daño moral se entiende la afectación que una persona sufre en sus
sentimientos, afectos, creencias, decoro, honor, reputación, vida privada,
configuración y aspectos físicos, o bien en la consideración que de sí misma tienen
los demás. Se presumirá que hubo daño moral cuando se vulnere o menoscabe
ilegítimamente la libertad o la integridad física o psíquica de las personas.
Por otro lado, tenemos la casación N° 2673-2010 que indica que el daño moral se
expresa en sentimientos de ansiedad, angustia, sufrimiento tanto físico como
psíquico, padecidos por la víctima, que por lo general son pasajeros y no eternos.
“[…] Así el daño moral es el menoscabo del estado de ánimo que subsigue a la
comisión de un hecho antijurídico generador de responsabilidad civil; es decir es la
lesión a los sentimientos de la víctima que produce un gran dolor o aflicción o
sufrimiento […]”.
DAÑO A LA PERSONA
Podemos definir el daño a la persona como aquel que se produce en los derechos
inherentes a la persona humana, como el derecho a la vida, a la salud, a la
integridad física, etc. En suma, todos los derechos establecidos en el título II del libro
primero de nuestro Código Civil.
Se considera como el género del daño extra patrimonial, fue introducido por Carlos
Fernández Sessarego y su aparición se dio en el Código Civil de 1984. El tercer
pleno casatorio civil ha indicado lo siguiente respecto al daño a la persona:
Sessarego señala, el ser humano, para realizarse en el tiempo en tanto ser libre,
debe proyectar su vida. La vida resulta, así, un proceso continuado de quehaceres
según sucesivos proyectos. El proyecto tiene como condición la temporalidad.
Es imposible para el ser humano, en cuanto ser libre y temporal, dejar de proyectar.
El proyectar es la manera de ser del ser humano en cuanto libre y temporal.
Pero, para elegir, se requiere preferir "esto" sobre “aquello", toda decisión libre
significa, por ello, una valoración, por ende, decidir es valorar para optar por éste u
otro proyecto alternativo. De ahí que el ser humano es estimativo, en cuanto tiene la
potencialidad, inherente a su ser, de vivenciar valores. La vida es así, una sucesión
de valoraciones.
Por tanto, el proyecto de vida es aquel cumplimiento de metas, objetivos que el ser
humano se traza durante si tránsito existencial.
Diferencias entre el daño a la persona y el daño moral
Por otro lado, la concepción del daño moral se centra en el daño ocasionado al
ámbito afectivo o sentimental de la persona, lo que trae como consecuencia,
sufrimiento, dolor, perturbación espiritual.
En materia procesal es menester que todo aquel que recurre al poder judicial pueda
acreditar que sus afirmaciones son ciertas, con lo dicho tenemos que, es menester
que el demandante agraviado, pruebe por un lado que los daños se han
materializado efectivamente y, por otro, que esos daños pueden o cuantificarse o
estimarse dinerariamente.
PRUEBA DEL DAÑO EMERGENTE
Por ejemplo, si alguien choca mi auto rompiendo el parabrisas y dañando los faros,
no será prueba del daño una proforma del costo de la reparación de tales perjuicios.
Como queda en claro la prueba del daño se hará a través de fotografías o
filmaciones, declaraciones de testigos que precisen el daño visible en el auto, un
atestado policial donde se señalen los menoscabos del automóvil, etc. En cambio, la
proforma será medio de prueba de cuánto cuesta reparar esos daños. Así, si voy
donde un mecánico y le pido una proforma de cuánto costará reparar el parabrisas y
los faros, eso será prueba de cuánto cuesta resarcir el daño, pero jamás de que
hubo daño.
Por tanto, si en un proceso judicial se anexa una proforma, no se está acreditando el
daño, por lo que la demanda debiera ser infundada en esta parte. Por el contrario, si
se anexan fotos o videos o se solicita una inspección, ello corroboraría el daño, pero
no ayuda mucho en lo referente al quantum indemnizatorio.
Elisa fue víctima de un accidente de tránsito saliendo de su universidad, ella, era una
estudiante que cursa el décimo ciclo de la carrera de derecho con altas
calificaciones en todos sus cursos, cuyos padres (y algunos familiares) son
abogados y cuentan con un estudio jurídico, el cual es dirigido por el padre de Elisa,
asimismo, ella cuenta con una fundación de labor social, la cual consiste en llevar
alimentos de primera necesidad a los sitios más vulnerables de su región, ella se
había propuesto culminar su carrera y ejercerla en el estudio jurídico de su padre,
continuar brindando apoyo social, entre otras cosas muy relevantes para ella.
Ahora bien, este accidente de tránsito repercute mucho en la ejecución de todas sus
metas trazadas, afectando de esta manera su Proyecto de Vida, el cual debe ser
indemnizable, demostrando a la autoridad jurisdiccional, que Eliza era una joven con
sus metas ya trazadas, con poco tiempo de convertirse en una gran abogada, con
calificaciones muy buenas, y con vista a ayudar a las personas mediante su
fundación.
La norma que contiene este articulo 351 de nuestro código, plantea el resarcimiento
del daño moral que hubiera sufrido el cónyuge inocente como consecuencia de la
conducta asumida quien es determinado judicialmente como el cónyuge culpable en
el proceso de divorcio. Debiéndose entender que se le ha causado daño moral al
afectarse al cónyuge inocente en sus bienes extrapatrimoniales como el honor,
prestigio, consideración social, etc., particularmente, si los hechos que han
determinado el divorcio comprometen gravemente el interés personal de aquel
cónyuge.
LLambias ha definido el daño moral como el género que comprende a toda lesión en
los sentimientos, por el sufrimiento o dolor que alguien padece. Aplicado al divorcio
puede decirse que el daño moral es del derivado de los hechos constitutivos de las
causales de divorcio, los que han sido causados por la conducta del cónyuge
declarado culpable en dicho proceso, y que han perjudicado de forma directa en el
honor, en la reputación social, en suma, en el interés personal del cónyuge inocente.
Ahora bien, un criterio importante en la valorización de la indemnización que debe
fijar el juez cuando se invoque el articulo 351 será tener en cuenta la incidencia del
mismo daño moral en la persona del cónyuge inocente y su familia. En ese sentido,
el art. 1984 del Código Civil prescribe que el daño moral es indemnizado
considerando su magnitud y el menoscabo producido a la víctima o a su familia.
Acerca de los daños que se infligen al cónyuge inocente, están las lesiones de los
derechos subjetivos o intereses legítimos del inocente, como por ejemplo, en el
adulterio se lesiona el derecho a la fidelidad; y la asistencia mutua; en la injuria
grave, el derecho al honor.
Es interesante, la ampliación de la determinación del daño moral que refiere Zannoni
cuando refiere que en algunos casos, se lesionarán derechos subjetivos inherentes
a la persona anteriores al matrimonio como el derecho a la vida, lo cual puede
ocurrir por ejemplo en el caso de tentativa de homicidio.
Con respecto a la determinación de la indemnización por daño moral, será necesario
aplicar de forma sistemática lo dispuesto en el artículo 1985 de nuestro Código Civil
en cuanto regula el contenido de la indemnización, el nexo de causalidad adecuada
que debe existir entre el hecho y el daño producido, así como la mora aplicable al
autor del daño establecida en que el monto fijado como indemnización devenga
intereses legales desde la fecha en que se produjo el daño.
En todo caso, las conductas del cónyuge que propició la causal son cuestiones de
hechos, sujetos a probanza y a la apreciación del juez. Entonces, caso por caso
deberán analizarse los hechos que determinaron el divorcio y que puedan ser
considerados como causa de daño resarcible al haber afectado gravemente el
legítimo interés personal del cónyuge inocente, entonces tales hechos serán
fuente de resarcimiento en la medida en que hayan constituido lesión o menoscabo
de derechos personalísimos
Artículo 1322.
El daño moral, cuando él se hubiera irrogado, también es susceptible de
resarcimiento.
Respecto de este artículo,
Max Arias-Schreiber sostiene que si bien es difícil mensurar el daño moral, ello
tendrá que someterse en definitiva al criterio de conciencia del juzgador. En ese
sentido, las normas de justicia imponen la obligación de indemnizar siempre el
detrimento irrogado, sea que se trate de daños exclusivamente patrimoniales, o de
daños morales que engendren o no perjuicios patrimoniales.
El artículo bajo comentario establece de manera escueta que el daño moral, cuando
se hubiese irrogado, es susceptible de resarcimiento, adicionalmente a los daños
indicados en el artículo 1321. La sistemática del Código no es, precisamente, la más
adecuada, al separar, en dos artículos, los daños, susceptibles de resarcimiento,
generados a partir de la inejecución de la obligación o del incumplimiento de los
deberes conexos de conocimiento, información o seguridad que se tiene.
Doctrinarios que siguen la teoría del daño a la persona han manifestado en más de
una oportunidad que la redacción de este artículo es peligrosa debido a que estaría
excluyendo gran parte de los daños extrapatrimoniales.
Por su parte Zannoni menciona que el hecho de que los daños extrapatrimoniales,
por propia definición, no puedan ser valorados en dinero (ni directa ni
indirectamente) no significa que no puedan ser susceptibles de una indemnización.
Por supuesto, no se puede reparar la pérdida de una parte del cuerpo o, en muchos
casos, incluso la salud mental, por lo que la indemnización no podría cumplir una
función compensatoria. Sin embargo, ciertamente, no es su objeto en estos casos
regresar las cosas a como estaban antes. Más bien, la indemnización cumple un
papel satisfactorio, dado que, si bien no se puede eliminar totalmente el daño, por lo
menos se busca que la víctima obtenga mecanismos para paliarlo (disminuir el
dolor)
Artículo 1984.
El daño moral es indemnizado considerando su magnitud y el menoscabo producido
a la víctima o a su familia.
La norma bajo comentario establece que corresponde indemnizar el daño
moral considerando su magnitud y el menoscabo producido a la víctima o a su
familia.
Resulta manifiesto el carácter genérico de la referencia normativa que, naturalmente, no
puede dar una solución certera al problema de la cuantificación del daño moral.
La evaluación de este, en todo caso, remite a apreciar la naturaleza del interés
lesionado a propósito de la extrapatrimonialidad del bien jurídico.
Ghersi menciona que la estimación del monto indemnizatorio queda finalmente a la libre
apreciación judicial basada en las circunstancias particulares de cada caso.
Los criterios antes mencionados, son una muestra de la búsqueda por hacer objetivos
los parámetros para cuantificar el daño moral. En todo caso, devienen en una muestra
de lo difícil que resulta la cuantificación.
Por su parte, la norma establece que es indemnizable el menoscabo producido tanto a
la víctima como a su familia. Vienen a la mente los casos de sufrimiento y dolor de los
familiares que son susceptibles de ser resarcidos.
Artículo 1985.
La indemnización comprende las consecuencias que deriven de la acción u omisión
generadora del daño, incluyendo el lucro cesante, el daño a la persona y el daño
moral, debiendo existir una relación de causalidad adecuada entre el hecho y el
daño producido. El monto de la indemnización devenga intereses legales desde la
fecha en que se produjo el daño.
De lo expuesto se aprecia que el legislador peruano ha optado por admitir la
aplicación de la reparación en cualquier acto ilícito y en el incumplimiento
contractual. Así, en la exposición de motivos del Código Civil de 1984 el maestro
José León Barandiarán señala que compete al juez fijar el monto de la reparación
por el daño moral, actuando con un criterio discrecional; esto se debe a que la
reparación ha de hacerse por un determinado quantum pecuniario, o sea, el daño
moral sufre una especie de metástasis o trasmutación para el efecto de que él,
siendo extrapatrimonial, solo puede repararse mediante una indemnización de
carácter patrimonial; de otro modo, el daño moral no podría ser reparable, salvo los
casos muy singulares en que cupiese la reparación in natura;
Aunque el daño moral no debería ser resarcido físicamente, hasta el momento el
dinero es el único medio idóneo con el cual realizarlo. Dicho instrumento otorgará a
la víctima ciertas satisfacciones que podrán compensar el daño causado, mas nunca
eliminará el perjuicio sufrido. Se trata entonces de buscar la manera de balancear la
situación del perjudicado, proponiéndole ciertos beneficios a cambio de su malestar.
Para que se pueda resarcir el daño moral se deben cumplir ciertos requisitos. Al
tratarse, como un daño no patrimonial, no se puede saber a ciencia cierta quiénes
son aquellos que han padecido dicho agravio, debido a la naturaleza extra
patrimonial del mismo que dificulta su probanza. Resulta entonces necesario
establecer quienes podrían ser titulares del derecho de exigir la reparación
monetaria.
Así, se debe presentar una relación de causalidad entre el daño y el acto ilícito.
Quien vaya a efectuar la reparación deberá hacerlo por los efectos de sus actos y
por nada más. No se puede hacer responsable a una persona por daños que no
deriven de sus acciones.
En segundo lugar, el daño debe ser cierto. Esto no quiere decir que el daño tenga
que probarse; basta simplemente que la víctima acredite la acción antijurídica y la
titularidad del accionante.
Además, el daño debe ser personal al accionante, es decir, solo quien lo sufre
puede reclamarlo; debido a que el daño moral es de carácter personalísimo, nadie
puede alegar un sufrimiento que no ha padecido. La reparación no tiene por objeto
restablecer un valor económico menoscabado, sino ofrecer una satisfacción a quien
ha sufrido de manera íntima.
Finalmente, se necesita que quien lo invoque pueda ser considerado como un
“damnificado” en sentido jurídico. De esto se desprende que se debe establecer
quiénes resultan titulares de la acción de indemnización, puesto que de ser todos
aquellos los que sufren el agravio, la multiplicidad de damnificados (familiares,
pareja, amigos, etc.) perjudicaría devastadoramente al responsable, desvirtuando el
sentido de justicia destinado a la indemnización.
Respecto a esto último, ello representa un peligro para el responsable, ya que la
relación de personas que se puedan ver afectadas moralmente por un hecho puede
resultar inmensa, perjudicando económicamente de manera exagerada a quien deba
efectuar la reparación
El dilema de la cuantificación del daño moral
“La impugnada emite una errada apreciación conceptual del daño moral al
señalar que este, no teniendo contenido patrimonial, no puede ser expresado
en términos económicos, toda vez que el daño material no ha sido probado; por
lo que, de esta manera, se desconoce la autonomía del daño moral como
auténtico instrumento reparador del perjuicio ocasionado en la víctima cuando
dicho daño efectivamente se ha irrogado”.
En relación a la cuantificación del daño moral el mismo que por definición no puede
medirse en dinero ni consecuentemente repararse por aquel.
Por su parte el extinto profesor Taboada L. (2003), sobre el daño moral nos decía
que: “Por daño moral se entiende la lesión a los sentimientos de la víctima y que
produce un gran dolor o aflicción o sufrimiento en la víctima. Así, por ejemplo, se
entiende que en los casos de la muerte de una persona, los familiares sufren un
daño moral por la pérdida del ser querido, bien se trate del cónyuge, hijos, padres y
familiares en general”.
Al respecto, MEDINA C. (2017), citando al profesor León sostiene que “el daño
moral, en el ordenamiento jurídico peruano, abarca a todas las consecuencias del
evento dañoso que, por sus peculiares características, por su ligazón con la
individualidad de la víctima, no sean traducibles directamente en dinero, incluida la
lesión de los derechos fundamentales.
Por otro lado, Cabe precisar que este problema no solo se presenta en la
especialidad civil, sino en otras como la laboral, por ejemplo en esta última nuestra
Corte Suprema se ha pronunciado en la casación N° 139-2014-La Libertad
(publicada en el Diario oficial El Peruano el 30 de julio del 2015), señalando que si
se puede solicitar un pago adicional indemnizatorio por daño moral a raíz de un
despido, lo cual se condice con la casación 5008-2010-Lima, sin embargo, la misma
sentencia ha establecido que para que se le reconozca el derecho a la
indemnización por daño moral a un trabajador como consecuencia de un despido,
deberá acreditar el daño sufrido.
El resarcimiento del daño moral no tiene que guardar relación con el monto
indemnizatorio del daño emergente o lucro cesante. Es evidente el ser de la
naturaleza de cada daño y su modalidad ya que cada uno afecta diferentes
bienes jurídicos por lo que no cabría una relación lógica en la cuantificación.
“La indemnización del daño tiene por naturaleza no solo el ser punitiva, sino también
contiene un propósito de resarcimiento o compensación para la víctima.
Simultáneamente, se debe analizar cada caso en particular, debido a que no todas
las personas sufren los mismos malestares derivados de las mismas acciones.