En opinión de Nietzsche el origen de la religión es el miedo. Es decir, los sentimientos de angustia e impotencia que el ser humano desarrolla a lo largo de su vida. La religión nunca ha pretendido decir la verdad; de hecho, ha caído en el mismo error de la metafísica, reivindicando para sí la trascendencia y el mundo sobrenatural —Dios, el más allá, etc. —. Así, Nietzsche arremete contra la tradición judeocristiana, contra el budismo y, en general, contra las religiones. Efectivamente, el cristianismo rechazó los valores dionisíacos de la antigüedad clásica, inventando un mundo ideal, inexistente, alejado de todo contacto con el mundo real. Al aceptar la inmortalidad, esta vida se convertía de hecho en mera transición hacia otra vida. Lo cierto es que para Nietzsche el cristianismo sería un simple platonismo de naturaleza popular, una filosofía y una moral vulgares para personas débiles y esclavos. Por otro lado, se asegura que la religión propone valores exclusivamente decadentes, propios de un rebaño, aptos solo para esclavos: humildad, mansedumbre, obediencia, sacrificio. Valores todos ellos contrarios a los impulsos vitales más elementales. Así pues, valiéndose de conceptos como el pecado, culpa o arrepentimiento, ataca una y otra vez a la vida. En El Anticristo se hallan, probablemente, las más duras críticas de Nietzsche contra el cristianismo. La religión, se dice en esa obra, no es otra cosa sino la revuelta del pueblo llano contra los señores; para la religión sólo cuentan los valores del pueblo llano alzado contra el poderoso. Todo ello no significa que la religión no presente también aspectos positivos; el ascetismo y la educación son, sin duda, valiosos para Nietzsche. Ahora bien, en general, todas las religiones, y en particular, el cristianismo y el budismo, en la medida en que en torno a ellas se han aglutinado personas débiles y enfermas, han impedido desarrollar a los seres humanos las herramientas necesarias para su proceso de superación personal. Frente a una vida plena, la religión ha promulgado una vida débil y una moral mansa, las propias de los esclavos, en las que, en vez de ensalzar valores como la fuerza y la valentía, el individuo actúa desde el miedo. Lo que, en definitiva, criticó Nietzsche al cristianismo fue que éste despreciara todo aquello que el cuerpo desea y anhela: pasiones, impulsos, instintos, valores estéticos, etc. Según Nietzsche, el mayor acontecimiento de la historia consiste en la proclamación de la muerte de Dios, abriendo así las puertas al desarrollo pleno del ser humano y a la liberación de su fuerza creadora, de manera que el dios cristiano quede arrinconado junto a sus mandamientos y prohibiciones. El ser humano que abandone definitivamente la quimera de un más allá, abandonando la imagen de ese mundo falso y mezquino, se concentrará al fin en el mundo real. De todas formas, el Cristo de Nietzsche y el de la Iglesia Católica poco tienen que ver. Según Nietzsche, Jesús no fue el hijo de Dios, ni siquiera el fundador de ninguna iglesia, sino un hombre humilde, bondadoso y sensible. Jesús despreció toda forma de organización; su mensaje hablaba de paz y de mansedumbre. En realidad, fue Pablo de Tarso el verdadero fundador de la Iglesia. Allí donde sólo encontrábamos la buena nueva de Cristo, Pablo impuso la férrea estructura de la Iglesia junto con sus componentes más característicos: milagros, sacerdotes, premios, castigos, jerarquía… La religión inventó a su voluntad la vida más allá de la muerte, el juicio final o la resurrección, de tal forma al bienaventurado se le pudiera premiar su mansedumbre en una vida que nada tuviera que ver con la real. De este modo, la Iglesia erigió una enorme estructura con el único fin de reducir a sus miembros al estrecho ámbito del rebaño, para lo cual generó en ellos miedo y temor. Pieza clave para ello ha sido, según Nietzsche, el pecado, que ha acabado emponzoñado toda idea de belleza, salud y valentía. Cuando Nietzsche ataca al cristianismo está atacando, en realidad, a toda la tradición metafísica de Occidente, única responsable del rechazo a todo lo real, lo terreno, lo corpóreo, a los que ha considerado mera apariencia. Para Nietzsche, sin embargo, sólo lo que se nos aparece a la vista es real, siendo, por tanto, la eternidad una idea, no solo vaga, sino falsa.1 DIOS HA MUERTO La muerte de Dios significaba para Nietzsche que no era preciso suponer la existencia de Dios para dar fundamento a la religión, la moral y la metafísica. Por eso, la muerte de Dios significó ante todo, una crítica a la civilización occidental. Liberado de la obsesión del más allá, el hombre destruirá una visión del mundo y de sí mismo, única y eterna. Desde ahora, se verá sometido a la contingencia de la vida y al surgimiento de múltiples interpretaciones de la realidad humana. En un mundo sin dioses, el hombre es realmente libre. Con ello será posible la transvaloración de todos los valores y el lugar de Dios lo ocupará ahora el súper hombre, creador del verdadero mundo, su mundo. TALLER DE PENSAMIENTO 1. ¿Cuál es el origen de la religión de acuerdo con Nietzsche? ¿Estás de acuerdo con este planteamiento? Sustenta tu posición. 2. ¿Porque afirma Nietzsche que el cristianismo no es más que platonismo popular? 3. ¿A qué se refiere Nietzsche cuando habla de moral de débiles y esclavos? 4. ¿Piensas que el cristianismo aparta y prohíbe al ser humano todo lo que su cuerpo desea? Explica mediante un ejemplo. 5. ¿Qué piensa Nietzsche con respecto a Jesús y a Pablo de Tarso? 6. ¿Cuál es el significado de la idea de la muerte de Dios?
1 Tomado de: http://eukeniacebal.net/historia-de-la-filosofa/2015/3/31/nietzsche-crtica-al-cristianismo.