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LA MASACRE DE LAS BANANERAS Y LA EXPLOTACION PETROLERA.

VALENTINA ANGARITA PRASCA.


9.

COLEGIO DE LAS AMERICAS.


DIOS ES AMOR.
BARRANCABERMEJA.
2018.
LA MASACRE DE LAS BANANERAS Y LA EXPLOTACION PETROLERA.

VALENTINA ANGARITA PRASCA.


9.

DOC: RAOMIT ROBLES ROBLES.


SOCIALES.

COLEGIO DE LAS AMÉRICAS.


DIOS ES AMOR.
BARRANCABERMEJA.
2018.
1. LA MASACRE DE LAS BANANERAS.

El 28 de noviembre de 1928 estalló una gran huelga en la zona bananera de


Ciénaga, una huelga masiva jamás vista en el mundo. Más de 25 000 trabajadores
de las plantaciones se negaron a cortar los bananos producidos por la United
Fruit Company y por productores nacionales bajo contrato con la compañía. A
pesar de tal presión, la compañía y sus trabajadores no lograron un acuerdo
colectivo, la huelga terminó con un baño de sangre: en la noche del 5 de
diciembre, soldados colombianos dispararon sobre una reunión pacífica de miles
de huelguistas, matando e hiriendo a muchos. La noche ha sido grabada en la
conciencia de los colombianos por los novelistas Gabriel García Márquez, en su
obra Cien años de soledad, quien nació en la zona bananera un año antes de la
huelga; Álvaro Cepeda Samudio, en su novela La casa grande; y el dramaturgo
Carlos José Reyes, quien cuenta la historia a través de los ojos de un soldado
recluta.
El estímulo inicial para la exportación de banano vino de las prominentes familias
de Santa Marta. Con el desarrollo de la agricultura de exportación en otros lugares
del país, trataron de romper su aislamiento. La llegada de una compañía francesa
les ayudó.
En 1881 un grupo de notables samarios obtuvo autorización para construir un
ferrocarril de Santa Marta al río Magdalena, y en 1887 iniciar un plan para mejorar
el puerto. Por el mismo tiempo se fundó la primera Sociedad de Agricultores y sus
miembros comenzaron a experimentar con un nuevo producto, el banano Gros
Michel, una variedad desconocida hasta alrededor de 1885, cuando José Manuel
González importó las semillas de Panamá. Don José Manuel y un grupo de
empresarios samarios establecieron la primera plantación de banano de Colombia,
en Ciénaga. Los experimentos mostraban un potencial interesante: en 1889 Santa
Marta exportó 5000 racimos, y tres años más tarde esta cifra subió a 45 000.
En 1892 Minor Cooper Keith adquirió 6100 hectáreas de terreno en Riofrío, con
las cuales fundó la Colombian Land Company; al mismo tiempo compró la
concesión del nuevo ferrocarril que se convirtió en la Compañía del Ferrocarril de
Santa Marta (Santa Marta Railroad Company). En 1899 se unió con otros dos
estadounidenses para crear la United Fruit Company, una empresa cuya sede
comercial estaba situada en Boston, Massachusetts, Estados Unidos de América.
Al tiempo de su creación, la compañía controlaba el ochenta por ciento de la
industria bananera internacional. En el año de 1900, las exportaciones
de Jamaica, Cuba, República Dominicana, Costa Rica, Panamá y Colombia
sumaban doce millones de racimos.
Al lado del ferrocarril se crearon nuevas plantaciones de banano, llegando a tener
once kilómetros a cada lado de la vía. Algunos ramales conectaron cada
plantación con la línea principal, y de ahí al muelle en Santa Marta y al mar. En la
década de 1920 la zona bananera cubría buena parte de los municipios de Santa
Marta, Ciénaga, Aracataca, Fundación y Pivijay. Las exportaciones de banano
desde Santa Marta crecieron de 275 000 racimos en 1900 hasta 6,5 millones en
1915, y de ahí a 10,3 millones en 1929. En este año, Colombia era el tercer
abastecedor mundial de banano, y este producto constituía el siete por ciento de
las exportaciones colombianas. Durante las primeras tres décadas del siglo veinte,
miles de personas llegaron a Santa Marta. Algunos de los primeros fueron
soldados liberales de la guerra de los Mil Días, junto con sus generales, que se
establecieron en la zona una vez terminada la guerra. Indígenas de La Guajira y
de la Sierra Nevada de Santa Marta se sumaron a la fuerza obrera de las
plantaciones. Más gente llegó del occidente, de los departamentos del Atlántico, y
de Bolívar. Aunque la mayoría de los trabajadores eran de la Costa Atlántica
Colombiana, una porción alta de mestizos del interior, en particular de
los Santanderes. La United Fruit Company, se dice, mandó contratistas a reclutar
este personal. Cultural y racialmente, los trabajadores de las bananeras
constituían un grupo heterogéneo.
La United Fruit Company estipulaba
Todos los detalles del trabajo serán de cargo del contratista, ni el contratista
ni sus empleados son empleados de la United Fruit Company.
Durante la primera semana de diciembre, Alejandro Valbuena, el general Cortés y
algunos cultivadores colombianos enviaron cantidades de telegramas a las
autoridades en La Esperanza describiendo la situación como de violencia
inminente, de peligro y destrucción originados en masas incontrolables. Las
confrontaciones entre la United Fruit Company y el ejército, de un lado, y los
trabajadores, del otro, por el rompimiento de la huelga el 3 y 4 de diciembre,
dieron al general Cortés Vargas una justificación más para la represión. En sus
memorias de la huelga, dice que se convenció de que si el orden público no era
restaurado de forma inmediata, el gobierno de los Estados Unidos enviaría
marines. Los rumores sobre barcos de guerra de los Estados Unidos eran
abundantes. Los obreros veían su huelga como un acto nacionalista: querían
obligar a la United Fruit Company a reconocer la ley colombiana y los derechos
laborales colombianos. Cortés Vargas, en cambio, vio la represión de la huelga en
términos nacionalistas: creía que su deber era acallar a los trabajadores para
asegurar que el suelo colombiano no fuera profanado por soldados extranjeros.
Así, la iniciativa de la Oficina General de Trabajo del 3 y 4 de diciembre para
romper la huelga y evitar la violencia fracasó: fue el factor final que precipitó la
masacre en la noche del 5 a 6 de diciembre. A raíz del incidente Botero, el general
Cortés Vargas le envió un telegrama a los doctores Hoyos Becerra y Velandia:
HE ORDENADO CONCENTRAR TODA LA FUERZA Y SIGO INMEDIATAMENTE A BATIR POR
EL FUEGO AMOTINADOS.

Cuando grupos de huelguistas comenzaron a congregarse en Ciénaga en la tarde


del 5 de diciembre, el general Cortés Vargas y 300 soldados ya estaban allí. El
general describió la escena en los siguientes términos:

Toda la ciudad era patrullada por grupos amotinados que infunden el terror
entre los habitantes. La ciudad estaba prácticamente en manos de
un soviet de gente irresponsable.
Tanto el general como sus superiores interpretaron claramente la reunión en
Ciénaga como un movimiento de huelguistas armados para atacar al ejército.
Durante el transcurso de la tarde del 5 de diciembre, Cortés Vargas fue incapaz de
aprovisionar a sus tropas o de mantener funcionando los trenes.
Finalmente, a las once y treinta de la noche, la noticia que había estado
esperando llegó. El decreto legislativo número 1 de 1928 declaraba la ley marcial
en la provincia de Santa Marta y nombraba como jefe civil y militar al general. A la
una y treinta de la mañana, marchó con sus tropas, sobre todo antioqueñas, a la
plaza cercana al ferrocarril, donde estaban congregados entre 2.000 y  4.000
huelguistas durmiendo, comiendo, charlando, esperando a que llegaran más
compañeros, esperando al gobernador, esperando la mañana para marchar hacia
Santa Marta. Sonaron los tambores. Trescientos soldados se apostaron al costado
norte de la plaza. En voz alta un capitán leyó el decreto de estado de sitio, que
prohibía asambleas de más de tres personas. Los huelguistas y sus familias
debían dispersarse en forma inmediata, concluyó, o los soldados dispararían.
Siguieron tres toques de corneta a intervalos de un minuto. Casi nadie se movió.
Más tarde algunos de los que estaban presentes dijeron que estaban seguros de
que los soldados no dispararon: los huelguistas eran demasiados y habían tratado
bien a los soldados. Se oyeron unos pocos gritos de la multitud: «¡Viva Colombia
libre! ¡Viva el ejército!» El general Cortés Vargas ordenó a sus soldados disparar…
Lo que no creían los trabajadores que pasaría, sucedió. En las horas que
siguieron, las gentes de Ciénaga, encerradas en sus casas, oyeron pasar un
camión de la basura, un tren con dirección al mar y el pito de un barco a la
distancia. A las seis de la mañana el personero de Ciénaga, llamado para practicar
el levantamiento de los cadáveres, encontró nueve muertos tendidos en la plaza.
El general Cortés Vargas informó a sus superiores que estos nueve, más cuatro
más que murieron por sus heridas, fueron los únicos huelguistas muertos en la
noche del 5 de diciembre. La gente de la zona, sin embargo, cree que fueron
decenas, sino cientos los muertos. Mientras huía de Ciénaga Raúl Eduardo
Mahecha le contó a otros que sesenta personas habían sido asesinadas; Alberto
Castrillón los estima en cuatrocientos. Muchos cuerpos, dicen, fueron rápidamente
cargados en los trenes y arrojados al mar, y otros enterrados en fosas comunes en
una finca bananera vecina.
El general dejó intencionalmente nueve cadáveres en la plaza —decían— para
que los trabajadores supieran que los nueve puntos de su pliego habían muerto.

2. LA EXPLOTACÓN PETROLERA.

El 29 de abril de 1918, el descubrimiento del pozo Infantas 2 por parte de la


Tropical Oil Company, más conocida como la 'Troco',  en el corregimiento El
Centro, a 22 kilómetros de Barrancabermeja (Santander), dio inicio a la historia de
la industria petrolera en Colombia, debido a que, un tiempo después, con él se
originó en esa zona al campo La Cira-Infantas.
El campo petrolero, hoy propiedad de Ecopetrol, cumple su primer siglo de
explotación, acumulando durante ese tiempo una producción de 858 millones de
barriles, que lo convirtieron en uno de los tres campos más importantes del
país en materia de extracción de hidrocarburos, junto a Caño Limón, en Arauca, y
Cusiana-Cupiagua, en Casanare.
Cien años después de la extracción de los primeros barriles de crudo, La Cira -
Infantas de la mano de tecnología de punta y un equipo humano interdisciplinario
de alto desempeño,  vive un renacimiento en su producción luego de una etapa de
declinación.

En el 2005 llegó un segundo aire para el campo cuando se firmó un contrato de


colaboración empresarial entre Ecopetrol y Occidental Andina (Oxy), que marcó el
inició de la era del resurgimiento de su operación que ha llevado a un aumento la
producción de hasta 45.000 barriles diarios en diciembre de 2017, lo que significó
un incremento de nueve veces en tan sólo 12 años.
"Alrededor de La Cira -Infantas, se han cimentado procesos colectivos de
programas de formación, mejoramiento de servicios públicos e infraestructura,
desarrollo económico y gestión social, entre otros, gracias a un trabajo
colaborativo con autoridades locales, instituciones del Estado, comunidades e
industria", indicó Ecopetrol.

La estatal petrolera asegura que el campo también privilegia la contratación de los


trabajadores y contratistas de la región. En promedio el proyecto genera una
contratación anual de 3.043 personas.

De acuerdo con Ecopetrol, se espera que este 2018 La Cira, que tiene un área
aproximada de 160 kilómetros cuadrados, cuenta con 1.074 pozos productores
activos, una planta deshidratadora de crudo, dos plantas de tratamiento de agua y
una estación de bombeo de crudo, produzca 51.000 barriles de crudo, 6.000 más
que en el 2017.
Empresas petroleras, comprometidas con programas productivos
Actividad exploratoria pasa por buen momento en el país
Modernización tecnológica, ahora en la actividad petrolera
Para lograr la meta que se planteó para este año, la empresa contará con siete
equipos de subsuelo, cuatro de perforación, con los cuales se piensa perforar 164
pozos nuevos. 

Paradójicamente, a La Cira-Infantas, una vez comenzó su producción en 1918, no


le daban una vida útil más allá de 30 años de actividad.
INTRODUCCION.

El 5 y 6 de diciembre de 1928, el Ejército colombiano asesinó a miles de mujeres,


hombres y niños en Ciénega, Magdalena, en lo que se conoció como la masacre
de las bananeras. La matanza de los militares buscó proteger los intereses de la
multinacional extranjera United Fruit Company.En la década de 1920, en el
departamento del Magdalena, región del caribe colombiano fue el epicentro de la
producción bananera que lideró la multinacional extrajera United Fruit Company.
Esta multinacional controló el mercado del banano en varios países de centro
América y el caribe.De hecho la United Fruit Company se apoderó de extensiones
de tierras en la región para garantizar la producción de banano. Igualmente, se
aseguró de traer a miles de personas de diferentes regiones del país para que
trabajaran como obreros en las plantaciones bananeras.

El gran desarrollo en USA de la industria automotriz y en general de las industrias


consumidoras de recursos derivados del petróleo a comienzos del siglo XX, movió
a los gobiernos y empresas tanto de Estados Unidos como de Inglaterra a buscar,
explotar y controlar los principales yacimientos petrolíferos a nivel mundial.
Es así como Colombia, poseedora de importantes recursos petroleros, fue blanco
de dicho interés, por lo cual empresas americanas promovieron actividades de
exploración en nuestro país, principalmente de manera encubierta, asociándose
principalmente con empresarios potenciales, que debido a si cercanía con los
gobiernos de turno, habían obtenido licencias de explotación de grandes áreas
territoriales, que ya tenían determinada su vocación de grandes productoras de
petróleo.
CONCLUSIÓN.

La historia muchas veces se mueve en forma contradictoria. Si la represión de la


huelga significó la culminación de la reacción del gobierno conservador a la
germinación de la (cuestión social) de la década de 1920, también generó una
respuesta contraria. Esta respuesta no vino de los trabajadores mismos, que
habían sido salvajemente reprimidos, sino de un nuevo tipo de gobierno liberal. A
comienzos de 1929, un joven abogado, Jorge Eliécer Gaitán, fue elegido para su
primer periodo en la Cámara de Representantes. Varios meses después realizó
una gira de información por la zona bananera y en septiembre de 1929 se lanzó
en una de las series oratorias más impresionantes y populares jamás realizadas
en el Congreso. En lenguaje conmovedor y elocuente, Gaitán denunció al general
Cortés Vargas y al gobierno conservador que lo había apoyado. El gobierno
arbitrariamente había encarcelado y asesinado a su propia gente para proteger a
una compañía extranjera, a una compañía que había corrompido a las autoridades
colombianas y había establecido un estado dentro del Estado. Los huelguistas de
la zona bananera no eran revolucionarios comunistas ni criminales, insistía, sino
ciudadanos colombianos a quienes se les habían negado sus esperanzas y sus
derechos. En estos discursos, Gaitán encontró su público y su estilo retórico.
Fusionó el sentimiento nacionalista y el populismo, mezcla sobre la cual
construiría su formidable atractivo político en los años siguientes. La reacción del
gobierno conservador a la huelga bananera y la fogosa denuncia de Gaitán sobre
la misma, fueron los factores primordiales que contribuyeron en 1930 a la caída
del poder de los conservadores después de casi cincuenta años de gobierno. En
el período de hegemonía liberal que le siguió, los sindicatos y las huelgas fueron
legalizados, y los trabajadores se convirtieron en una base importante para el
partido liberal. El modelo populista de organización laboral, en el que una fuerza
obrera relativamente débil buscaba defensores en el gobierno para reforzar su
posición, se impuso. El movimiento independiente sindical presagiado por los
obreros de las bananeras en 1928 no llegó a fructificar.
¿Y qué sucedió con la United Fruit Company y con los trabajadores de las
bananeras? Aunque algunos de los obreros originales habían muerto o habían
abandonado la región, la United Fruit Company pronto encontró reemplazos entre
los cientos de desempleados que, con la depresión de 1929, inundaron la región
desde otras partes del país. En 1930, muy lentamente, comenzaron a aparecer
comités de trabajadores en las plantaciones de la zona. José Garibaldi Russo, que
tuvo un papel importante en la huelga de 1928, ayudó a impulsar estas
actividades. Muchas personas de la región asociadas con el partido comunista
recientemente formado, también hicieron su parte. En 1934 ocurrió una huelga —
la primera desde 1928— y todos temían que terminaría otra vez con sangre. Esto,
sin embargo, no sucedió. El gobierno de Alfonso López Pumarejo intervino para
obligar a la United Fruit Company a negociar, y el primer pacto entre la compañía
y sus obreros, el Pacto Auli-Garcés Navas, se firmó. El reconocimiento legal
reforzó la organización laboral en la zona por algún tiempo, y se estableció el
primer sindicato regional de alguna efectividad. La posición obrera se erosionó en
los años siguientes, sin embargo, ante el deterioro gradual de la economía
bananera. Debido a la gran huelga de 1929 y a la depresión mundial que la siguió,
la United Fruit Company recortó su producción bananera en Colombia. El período
de prosperidad de los años veinte se había ido para siempre. Plagas, deterioro del
suelo, problemas laborales y el incremento de la intervención del gobierno hicieron
que la United Fruit Company concentrará sus esfuerzos en otros países del
mundo. Un aumento en la producción bananera a finales de los años treinta fue
seguido por otra recesión a principio de los años cuarenta, cuando las condiciones
impuestas por la guerra obligaron a la compañía a suspender totalmente las
exportaciones de banano desde Colombia, por cinco años. Después de
la Segunda Guerra Mundial, la United Fruit Company perdió su monopolio en la
región de Ciénaga y se retiró de la producción, vendiendo o alquilando muchos de
sus terrenos a cultivadores colombianos. La decisión de la United Fruit Company
de no volver a involucrarse directamente en la producción socavó la unidad del
movimiento obrero. Los sindicatos se fraccionaron, sus miembros mermaron y las
condiciones de vida de los obreros declinaron. A principio de los años setenta, la
United Fruit Company abandonó totalmente la zona de Ciénaga.

Es innegable que el petróleo constituye hoy en día el motor de la economía


colombiana, por ser el principal generador de renta externa por encima incluso del
café, nuestro producto tradicional de exportación, y por ser la fuente principal de
rentas para las regiones, bien a título de regalías por su explotación o por
contribuciones fiscales en las distintas fases de su proceso.

La industria petrolera, sin embargo, sufrió a lo largo del siglo XX una serie de
dificultades, las unas propias del arduo trabajo para encontrar petróleo y otras
muchas de carácter jurídico, político, económico e incluso de orden público: no
puede olvidarse que desde 1985 a la fecha la industria de hidrocarburos en su
fase de transporte ha sufrido numerosos ataques, los que sin embargo no han
desanimado a los buscadores de ese precioso elemento, cuyos más remotos
registros históricos nos llevan al siglo XVI, momento durante el cual la hueste
comandada por Gonzalo Jiménez de Quesada llegó al lugar conocido con el
nombre de La Tora, sobre el río Magdalena, donde habitaba la comunidad de los
Yariguíes. En este sitio, en donde se encuentran hoy Barrancabermeja y las
instalaciones industriales más importantes de Ecopetrol, la expedición española
encontró un líquido negruzco que brotaba de la tierra y que los indígenas usaban a
manera de ungüento corporal, con propósitos medicinales.
Del petróleo hubo también vestigios en otros sitios de nuestro territorio, como en la
Guajira, en Orito, la región del Catatumbo y las cercanías de Lorica, regiones
éstas, muy especialmente la última, que se vinculan a los orígenes de la industria
petrolera gracias a la extraordinaria visión de personajes como Manuel Armella,
Diego Martínez, Juan de Dios Pasos, Carlos Vellojín y Prisciliano Cabrales,
quienes realizaron los primeros trabajos de la industria petrolera en Colombia en
territorios que habían pertenecido a comunidades indígenas, de los actuales
departamentos de Córdoba, Bolivar y Atlántico.

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