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Toda la ciudad era patrullada por grupos amotinados que infunden el terror
entre los habitantes. La ciudad estaba prácticamente en manos de
un soviet de gente irresponsable.
Tanto el general como sus superiores interpretaron claramente la reunión en
Ciénaga como un movimiento de huelguistas armados para atacar al ejército.
Durante el transcurso de la tarde del 5 de diciembre, Cortés Vargas fue incapaz de
aprovisionar a sus tropas o de mantener funcionando los trenes.
Finalmente, a las once y treinta de la noche, la noticia que había estado
esperando llegó. El decreto legislativo número 1 de 1928 declaraba la ley marcial
en la provincia de Santa Marta y nombraba como jefe civil y militar al general. A la
una y treinta de la mañana, marchó con sus tropas, sobre todo antioqueñas, a la
plaza cercana al ferrocarril, donde estaban congregados entre 2.000 y 4.000
huelguistas durmiendo, comiendo, charlando, esperando a que llegaran más
compañeros, esperando al gobernador, esperando la mañana para marchar hacia
Santa Marta. Sonaron los tambores. Trescientos soldados se apostaron al costado
norte de la plaza. En voz alta un capitán leyó el decreto de estado de sitio, que
prohibía asambleas de más de tres personas. Los huelguistas y sus familias
debían dispersarse en forma inmediata, concluyó, o los soldados dispararían.
Siguieron tres toques de corneta a intervalos de un minuto. Casi nadie se movió.
Más tarde algunos de los que estaban presentes dijeron que estaban seguros de
que los soldados no dispararon: los huelguistas eran demasiados y habían tratado
bien a los soldados. Se oyeron unos pocos gritos de la multitud: «¡Viva Colombia
libre! ¡Viva el ejército!» El general Cortés Vargas ordenó a sus soldados disparar…
Lo que no creían los trabajadores que pasaría, sucedió. En las horas que
siguieron, las gentes de Ciénaga, encerradas en sus casas, oyeron pasar un
camión de la basura, un tren con dirección al mar y el pito de un barco a la
distancia. A las seis de la mañana el personero de Ciénaga, llamado para practicar
el levantamiento de los cadáveres, encontró nueve muertos tendidos en la plaza.
El general Cortés Vargas informó a sus superiores que estos nueve, más cuatro
más que murieron por sus heridas, fueron los únicos huelguistas muertos en la
noche del 5 de diciembre. La gente de la zona, sin embargo, cree que fueron
decenas, sino cientos los muertos. Mientras huía de Ciénaga Raúl Eduardo
Mahecha le contó a otros que sesenta personas habían sido asesinadas; Alberto
Castrillón los estima en cuatrocientos. Muchos cuerpos, dicen, fueron rápidamente
cargados en los trenes y arrojados al mar, y otros enterrados en fosas comunes en
una finca bananera vecina.
El general dejó intencionalmente nueve cadáveres en la plaza —decían— para
que los trabajadores supieran que los nueve puntos de su pliego habían muerto.
2. LA EXPLOTACÓN PETROLERA.
De acuerdo con Ecopetrol, se espera que este 2018 La Cira, que tiene un área
aproximada de 160 kilómetros cuadrados, cuenta con 1.074 pozos productores
activos, una planta deshidratadora de crudo, dos plantas de tratamiento de agua y
una estación de bombeo de crudo, produzca 51.000 barriles de crudo, 6.000 más
que en el 2017.
Empresas petroleras, comprometidas con programas productivos
Actividad exploratoria pasa por buen momento en el país
Modernización tecnológica, ahora en la actividad petrolera
Para lograr la meta que se planteó para este año, la empresa contará con siete
equipos de subsuelo, cuatro de perforación, con los cuales se piensa perforar 164
pozos nuevos.
La industria petrolera, sin embargo, sufrió a lo largo del siglo XX una serie de
dificultades, las unas propias del arduo trabajo para encontrar petróleo y otras
muchas de carácter jurídico, político, económico e incluso de orden público: no
puede olvidarse que desde 1985 a la fecha la industria de hidrocarburos en su
fase de transporte ha sufrido numerosos ataques, los que sin embargo no han
desanimado a los buscadores de ese precioso elemento, cuyos más remotos
registros históricos nos llevan al siglo XVI, momento durante el cual la hueste
comandada por Gonzalo Jiménez de Quesada llegó al lugar conocido con el
nombre de La Tora, sobre el río Magdalena, donde habitaba la comunidad de los
Yariguíes. En este sitio, en donde se encuentran hoy Barrancabermeja y las
instalaciones industriales más importantes de Ecopetrol, la expedición española
encontró un líquido negruzco que brotaba de la tierra y que los indígenas usaban a
manera de ungüento corporal, con propósitos medicinales.
Del petróleo hubo también vestigios en otros sitios de nuestro territorio, como en la
Guajira, en Orito, la región del Catatumbo y las cercanías de Lorica, regiones
éstas, muy especialmente la última, que se vinculan a los orígenes de la industria
petrolera gracias a la extraordinaria visión de personajes como Manuel Armella,
Diego Martínez, Juan de Dios Pasos, Carlos Vellojín y Prisciliano Cabrales,
quienes realizaron los primeros trabajos de la industria petrolera en Colombia en
territorios que habían pertenecido a comunidades indígenas, de los actuales
departamentos de Córdoba, Bolivar y Atlántico.