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Sylvia Schmelkes2
Introducción
Esta realidad de México se refleja, sin duda, con sus más y sus menos, en los otros
países con población indígena en América Latina. Los indígenas, sobre todo los
mayores, y sobre todo las mujeres, tienen altos índices de analfabetismo, mucho
mayores que la población no indígena de edades y sexo igual.
Las causas son complejas. Las hay históricas y estructurales, que dicen relación con
los siglos de explotación y dominio de los pueblos indígenas por parte de la población
dominante en cada país y la realidad de pobreza consecuente que ha conducido a
igualar, en el imaginario colectivo no indígena de nuestros países, indígena con
pobre. Esta misma situación explica la tardía expansión del sistema educativo básico a
las localidades donde viven los pueblos indígenas, a lo que tendríamos que agregar su
lenta apropiación por parte de los propios indígenas y su deficiente calidad y
desadecuación lingüística y cultural. Sin duda estas son las más importantes.
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Participación en el seminario “La Alfabetización en el Siglo XXI”, organizado por la Fundación Santillana,
en Buenos Aires, Argentina, el 7 de septiembre de 2007.
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Directora del Departamento de Educación, Universidad Iberoamericana Ciudad de México.
Pero también hay causas lingüísticas y culturales. Las lenguas indígenas son,
prácticamente todas ellas, ágrafas. Muchas de ellas no cuentan con alfabetos ni con
gramáticas, sobre todo las que son habladas por números no muy grandes de
personas. Otras que sí cuentan con alfabetos y gramáticas, que han sido estudiadas,
cuentan muchas veces con poca producción escrita y una consecuente baja demanda
por la aplicación de los conocimientos de la lengua escrita en lengua propia cuando los
hay. El otro problema lingüístico es el monolingüismo, en México ya prácticamente
inexistente (el 5% de la población indígena es monolingüe), pero en otros países
todavía muy presente, que obviamente no permite la alfabetización en español.
Las causas culturales están relacionadas con las características propias de una cultura
oral, que transmite sus conocimientos y reproduce la cultura mediante mecanismos
que no precisan de la lengua escrita, pero que frente al embate de la urbanización y el
influjo de los medios de comunicación van perdiendo eficacia. También tienen que ver
con la tradicional vida de las indígenas en zonas rurales donde la demanda sobre la
práctica social de la lengua escrita es reducida. Esta realidad está cambiando
rápidamente, y los indígenas deben relacionarse cada vez más con el gobierno, con
los mercados de trabajo, de insumos y de productos, y con la sociedad en general. De
la misma manera, han ampliado su contacto con los medios de comunicación que,
salvo el Internet, aunque enfatizan lo visual y auditivo, y son en sí mismos más propios
de la cultura oral, introducen también importantes elementos de cultura escrita.
También se han multiplicado las migraciones a las ciudades, a zonas rurales
desarrolladas, e incluso a otros países. Muchos indígenas han migrado, otros son
migrantes temporales o pendulares, y la inmensa mayoría de ellos tiene parientes y
amigos fuera de la comunidad, con quienes la comunicación, y la escrita entre otras,
cobran importancia.
Por lo que corresponde a alfabetizar o no las y en las lenguas ágrafas. Quien esto
escribe sostiene que ello es conveniente, necesario y virtuoso. Alfabetizar las lenguas
ágrafas las ayudará a sobrevivir como lenguas. Impedirá, como lo hizo la escritura con
las lenguas dominantes, que estas lenguas sigan alejándose dialectalmente. Permitirá
obtener un elemento adicional de conservación y transmisión de su cultura. Hará
posible hacer que su cultura se conozca en otras latitudes y que la humanidad se
enriquezca con el conocimiento de su cultura. Añadirá medios de comunicación en un
medio, incluso el indígena, cada vez más globalizado. Impedirá que con la pérdida de
las lenguas se pierdan esas visiones diferentes del mundo, esas soluciones diferentes
a los problemas que cada vez más son problemas de todos.
Basten estas razones para argumentar a favor de mi postura al respecto. No letrar las
lenguas equivale a condenarlas a librar una batalla contra la lengua dominante y
contra las nuevas formas de comunicar que prácticamente está perdida desde el inicio.
No letrarlas impedirá revertir el proceso de extinción que sufren todas las lenguas
indígenas de América con excepción del guaraní3. No letrarlas significa entonces
poner en riesgo seguro la diversidad lingüística del planeta. Y al poner en riesgo las
lenguas, se ponen también en riesgo las culturas, pues la lengua es el vehículo por
excelencia de expresión de una cultura, y cuando ésta se pierde, una parte de la
cultura se deja de poder nombrar, y esta parte de la cultura se pierde con ella.
En relación al debate sobre en qué lengua alfabetizar, yo sostengo que hay que
alfabetizar en la lengua que domina el alfabetizando. Todos los estudios demuestran
que la alfabetización afianza la lengua propia por su poder de provocar la
metacognición o la metalingüística – la reflexión sobre la propia lengua --. Eso
fortalece la capacidad de transferencia de las habilidades adquiridas de una lengua a
otra, y el proceso de alfabetización debe proponerse facilitarla. Cuando la persona a
alfabetizarse es bilingüe, él o ella son quienes deben decidir la lengua en que desean
ser alfabetizados. Pero el proceso alfabetizador se debe hacer cargo de facilitar la
transferencia de las habilidades a la otra lengua. El proceso debe ser bilateral: si un
indígena bilingüe se alfabetiza en castellano o en la lengua dominante del país de que
se trate, deberá transferir estas habilidades a la lengua propia. Y obviamente
viceversa. Si el sujeto es monolingüe en lengua indígena, es conveniente aprovechar
lo que la alfabetización en lengua propia le añade a la facilidad para acceder al
castellano o a la lengua dominante correspondiente. Pero hay que castellanizarlo. La
castellanización (o el aprendizaje de la lengua dominante), entendida no como
desplazamiento de la lengua propia, sino como adquisición de una herramienta más
para comprender y moverse en el mundo, debe ser considerada también como un
derecho educativo de los pueblos indígenas.
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Una lengua en extinción es aquella que es hablada por menos personas de la generación actual que de
la anterior.
o sea la indígena. Desde la escuela también hay que letrar la cultura y revertir el papel
que la escuela ha jugado en los medios indígenas en el siglo XX, como causa –
principal o no, eso es debatible – del desplazamiento lingüístico de las lenguas
indígenas y del debilitamiento consecuente de sus culturas. Hacer todo esto es
indispensable. Es parte de la estrategia alfabetizadora. Pero también hay que
alfabetizar, y seguir apoyando los procesos educativos, de los adultos indígenas.
Estas posturas apuestan por probar que son mitos los que señalan que las culturas
ágrafas jamás llegarán a ser letradas – hay obviamente ejemplos históricos de que no
tiene que ser así, en algún momento de la historia los orígenes de nuestras propias
lenguas fue ágrafo --; o el que supone que los adultos y los viejos indígenas ya no
aprenden o que resulta inútil alfabetizarlos porque de todos modos no van a usar lo
que aprenden; o el que sostiene que un adulto desmotivado no es capaz de letrarse; o
peor aún el que dice que hay que dejar a los adultos indígenas en paz, que viven más
felices así.
Hay que traducir escritos de otros – literatura sobre todo --. Porque
entonces leer adquiere la función de abrir una ventana al mundo y de
permitir el diálogo intercultural.
Hay que propiciar la comunicación con familiares y amigos que están fuera:
animarlos a que escriban cartas, leerlas. Si hubiera acceso a una
computadora, propiciar la lectura de correos electrónicos. Tan pronto se
pueda, hay que propiciar que los alfabetizados escriban para otros: se
comuniquen con sus parientes y amigos que están fuera, escriban para los
hijos y los nietos, lleven sus escritos a la escuela, hagan periódicos
murales… Hay que leer las comunicaciones oficiales, los periódicos de
localidades cercanas, los documentos que están en el archivo de la agencia
municipal o de la iglesia.
Hay que comenzar a escribir aquello que se necesita para solicitar
servicios, tramitar apoyos, resolver dudas, promover visitas – los oficios son
también parte de la vida cotidiana, y no manejarlos puede y de hecho se
convierte en causa de exclusión.
Todo lo anterior hay que hacerlo de común acuerdo con la escuela, los
alumnos y los maestros. Porque mucho de lo que sirve ahí sirve fuera, y
viceversa. Y porque los procesos de alfabetización de niños y adultos, si se
saben trabajar, pueden resultar en importantes sinergias que fortalezcan los
procesos de ambos.
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De ahí la importancia de vincular la alfabetización con el aprendizaje de la persona a lo largo de su vida.
población que en ellos participa tiene la oportunidad de afectar su rumbo.
La alfabetización en sentido amplio puede ayudar enormemente a que esto
suceda.
3. Hay que sentar las bases para que la alfabetización en la lengua materna
sigue siendo posible. Para ello, es necesario formar docentes capaces de
conocer a fondo su lengua y su cultura y de enseñarla y producir en ella.
Una experiencia reciente con el pueblo tseltal es ilustrativa (Maurer y Ruiz
Galindo. 2006) Un antropólogo tseltalista connotado de la región, a
instancias de la Coordinación General de Educación Intercultural y Bilingüe,
diseñó y ha impartido ya en tres ocasiones un diplomado de 180 horas en
lengua y cultura tseltal a jóvenes egresados de bachillerato y a maestros de
diversos niveles educativos de la región, todos ellos tseltales. El enfoque
es el siguiente: La lengua se estudia a propósito de la cultura. Se
introducen temas clave de la cultura tseltal: las fiestas, el matrimonio, los
mitos originarios, el saludo, el maiz… Mediante el método mayéutico, con
muchas preguntas, después de la introducción los alumnos se van a sus
comunidades a investigar con sus parientes y sus ancianos y/o a
sistematizar lo que ellos ya saben de la cultura. Escriben sus respuestas:
unos en tseltal, otros en español. En la siguiente ocasión se revierten los
grupos. Presentan los resultados en forma oral y escrita ante el grupo
completo. Y ahí el uso de la lengua – oral y escrita, tseltal y español – se
corrige, y se explica por qué se dice así y no de la otra manera, o por qué
se escribe así y no de otra forma. En este proceso se logran muchas
cosas: los alumnos profundizan en el conocimiento de su cultura y en el
aprecio por la misma – en el orgullo de su propia identidad --, aprenden a
hablar y a escribir su lengua correctamente, aprenden a hablar y a escribir
correctamente el español. Esta parte del diplomado se complementa con el
estudio – también participativo – de su propia historia en el contexto de la
nacional, y de diseño curricular y de estrategias pedagógicas para que
tengan mayores elementos para enseñar su lengua. Han pasado por ahí
60 tseltales. Todos ellos están aplicando sus conocimientos, enseñando a
otros, multiplicando el potencial de una lengua letrada. El tseltal es una
lengua letrada debido a la presencia de los jesuitas en la misión de
Bachajón durante 50 años. Ellos han producido escritos pastorales y
litúrgicos en tseltal, y el pueblo ha aprendido a leerlos y a usarlos. Ha
cumplido esta función. Este diplomado conduce a diversificar el uso de la
lengua escrita, y a fortalecer el carácter letrado de esta lengua – la única
que yo conozco en México que tiene esta característica, pero ejemplo para
todas las demás.
Es extraño incluso que tengamos que decir que esto debe hacerse. En
cualquier país bilingüe, los letreros son bilingües. ¿Por qué en las regiones
bilingües de países plurilingües no debiera ser así?
Colofón
Schmelkes, S. y J. Kalman. 1996. Educación de Adultos: Estado del Arte. Hacia una
Estrategia Alfabetizadora para México. México: Instituto Nacional para la Educación
de los Adultos.