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Hölderlin
Kant
Lenin
Introducción
2
Ya que las reacciones que pueda llegar a generar son de todo menos previsi-
bles, las expectativas que lo acompañan son por ello mínimas. No por falta de con-
fianza en la calidad del texto, sino porque no está entre sus intenciones promover
determinadas reacciones, las respuestas que a diferentes niveles pueda suscitar caen
fuera de lo contenido en estas páginas. Con inducir a la reflexión pausada de los ar-
gumentos que a continuación se presentan y aportar la parte que le corresponde a un
debate serio e intelectualmente riguroso, los propósitos que empujan la redacción de
este texto quedan sobradamente cumplidos.
1
Comité por la Reconstitución, “Apuntes sobre la universalidad del comunismo”, dic. 2016,
http://www.reconstitucion.net/Documentos/LP_1/Universalidad_comunismo.html
2
MARX, K. y ENGELS, F., 2017, La ideología alemana, Madrid: Akal, p. 22
3
“El nominalismo se encuentra como un elemento principal en los materialistas ingleses y es,
en general, la primera expresión del materialismo” MARX, K. y ENGELS, F., 1981, La sagrada
familia, Madrid: Akal Editor, p. 145. Como hacen notar La ideología alemana y La sagrada
familia, el materialismo en el que Marx y Engels se inspiran se caracteriza antes por la digni-
dad que concede a la empiria que por un realismo ingenuo.
4
Ibídem, p. 16
3
observación, encontramos como primera premisa “la existencia de individuos huma-
nos vivientes”5. Estos, que comenzarán a continuación a producir sus medios mate-
riales de existencia, sirven a una construcción teórica, la de La ideología alemana,
que solo podía consistir en el despliegue acumulativo de la producción a lo largo de
la historia. La sociedad burguesa es desde esta concepción un colofón de tal desarro-
llo, que no implica ninguna distinción formal respecto a estadios anteriores: es una
sociedad de clases que, al haber intensificado al máximo sus elementos constitutivos,
presenta los mismos rasgos que las demás llevados al extremo. La LR se identifica, en
este aspecto, con esta “concepción”:
Parece justo empezar por lo real y concreto, por el supuesto efectivo; así, por
ej., en la economía, por la población, que es la base y el sujeto del acto so-
cial de la producción en su conjunto. Sin embargo, si se examina con mayor
atención, esto se revela como falso. La población es una abstracción si dejo
5
Ídem.
6
Partido Comunista Revolucionario, “La Nueva Orientación en el camino de la Reconstitución
del Partido Comunista, II. Ser y conciencia”, dic. 2005,
http://www.reconstitucion.net/Documentos/Fundamentales/Nueva_Orientacion_II.html
7
De hecho, es este recorrido por la historia en cuanto producción de los medios materiales de
existencia lo que explica que Marx sea en esta etapa de su vida un fervoroso detractor del
trabajo —que como categoría resulta ser crítica y no constitutiva—, expresión acabada de la
división de la producción en parcelas cada vez más abstractas que ha estado a la base del
desarrollo de la (pre)historia.
4
de lado, p. ej. Las clases de que se compone. Estas clases son, a su vez, una
palabra huera si desconozco los elementos sobre los cuales reposan8.
8
MARX, K., 1971, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (borra-
dor), Madrid: Siglo XXI, p. 21
9
Ibídem, p. 29
10
Ibídem, p. 21
11
Partido Comunista Revolucionario, diciembre de 2005, op.cit.
5
mología, la respuesta a todos los acertijos de la historia, y todo para entregarla a la
crítica roedora de los ratones! Sea como sea, la LR ha fijado las Tesis como base de
su cosmología. En ella destaca, como vemos, el concepto de praxis. Tal y como la LR
lo presenta queda suprimida subrepticiamente la diferencia específica entre la praxis
y la poiesis, la acción y la producción. Confundirlas, además de una imprecisión con-
ceptual, implica la identificación muda de parcelas de la realidad distintas, permi-
tiendo la absorción de todas ellas bajo el principio supremo de la praxis
revolucionaria. Los devaneos ontológicos encuentran aquí un primer indicio:
Así, las diferencias se suprimen en esta autoconsciencia del ser social (A=A)
para la que cualquier exterioridad no tendrá otra realidad que la de ser límite suyo,
una entidad meramente negativa. Como tal, la diferencia entre el Sujeto, la praxis, y
su objeto es tan solo de grado13: toda objetividad queda potencialmente diluida en la
autoidentidad constitutiva de la praxis. Una vez identificado con esta, el Sujeto mira
con desprecio lo que se le enfrenta como su particular No-Yo, es decir, como praxis
coagulada: el mundo cosificado es, en tanto negación y límite de la praxis, una apa-
riencia que desmiente sus pretensiones de verdad. Como indicio de la falsedad del
Sujeto, la apariencia cósica que perturba su autoidentidad es solo por eso carne de
exterminio. Aquel, revelándose contra todo lo estático, se determina como praxis
12
Ibídem.
13
Esta identidad de fondo que reduce las diferencias a una cuestión de magnitud está a la
base de la concepción progresiva de la historia, desarrollo incremental de su sí-mismo, como
a continuación podremos comprobar.
6
revolucionaria y asume así su verdad definitiva; se eleva él mismo a en sí o sustancia
absoluta14, “fundamento de toda la realidad”15. Narciso irredento, tal sujeto depura-
do solo acepta aquello que es idéntico a sí mismo: todo objeto, incluso aquellos que
se afanan por reflejar su rostro, es sospechoso de no hacerlo fielmente. La crítica del
fetichismo se emprende de esta forma en nombre de un nuevo fetiche. La LR, que-
riendo desprenderse de las relaciones sociales cosificadas, demuestra seguir bajo su
yugo cuando el gesto de huida es petrificado como fundamento trascendente. En vez
de atravesar el aspecto necesario de la realidad mediante la crítica, se le opone des-
de fuera, duplicando la cosificación que querría liquidar. Se ve así inducida a una
incómoda contradicción: por un lado, se dice monista16, pues reduce la realidad en
su conjunto a un único principio, invirtiendo la figura del idealismo decimonónico.
Sin embargo, al mismo tiempo, el respaldo ontológico que permite al Sujeto renegar
del mundo de las apariencias obliga a la LR a situarlo más allá de esta cosificación,
como si la apariencia del mundo no tuviese también un aspecto de necesidad. Al con-
traponer este principio separado a la realidad del mundo, tratándolo como aparien-
cia vacía, la LR ya no es monista, sino dualista: dice defender una “ontología
trascendente”17. Si el monismo no nos satisface, ¿por qué no recurrir al gnosticismo?
Esta paradoja es un síntoma de lo que podría ser, una vez la praxis fuese liberada de
sus ropajes ontológicos, una verdadera dialéctica.
14
Lo absoluto debe ser entendido como lo excluido de toda relación, como lo incondicionado.
Este es el sentido en el que se emplea en este documento.
15
Movimiento Anti-Imperialista, “El Debate Cautivo. Carta abierta a Kimetz y al resto de la
vanguardia revolucionaria del Estado español”, jul. 2007,
http://www.reconstitucion.net/Documentos/Fundamentales/El_debate_cautivo.html
16
Este monismo queda registrado cuando la LR habla del “monismo ontológico del marxismo”
o dice que “el materialismo histórico parte del supuesto monista de la sociedad como fusión
hombre-naturaleza desde la actividad práctica productiva” Partido Comunista Revolucionario,
“Carta de respuesta a la Asociación Jose María Laso Prieto”, jul. 2006,
http://www.reconstitucion.net/Documentos/Fundamentales/Carta_JMLP.html
17
Movimiento Anti-Imperialista, julio de 2007, op.cit.
18
MARX, K., 2012, Escritos sobre materialismo histórico, Madrid: Alianza Editorial, p. 210
7
fuente exclusiva de lo real. La praxis revolucionaria que la LR eleva a principio abso-
luto no es, como implícitamente reconoce, sino la sublimación de la potencia pro-
ductiva del trabajo. Chapoteando ya en su propio elemento, la praxis se regodea en
su omnipotencia y se dispone a cometer los más disparatados excesos. Ha asumido la
posición de Dios, ser en-y-para-sí que agota las posibilidades de la realidad. Como
mediación absoluta queda eximida de estar ella misma mediada por algo otro: ni la
historia ni la naturaleza son otra cosa que momentos internos de su despliegue tota-
lizante. Sin embargo, y a pesar de todo, creyendo encarnar lo incondicionado no está
por encima de las condiciones, sino por debajo de ellas.
19
Movimiento Anti-Imperialista, “Alrededor de la ciencia y la praxis revolucionaria. Debate
con la Unión de Comunistas para la Construcción del Partido”, abr. 2013,
http://www.reconstitucion.net/Documentos/Fundamentales/Respuesta_UCCP.html
20
Íbidem.
21
Comité por la Reconstitución, “La ardua tarea de la radicalidad: en ocasión del bicentena-
rio de Karl Marx”, dic. 2018,
http://www.reconstitucion.net/Documentos/LP_3/Ardua_tarea_radicalidad.html
8
pos. El Sujeto, cuando se reconozca como la esencia que subsiste más allá de toda
apariencia terrenal, habrá realizado su verdad, los fines que se ha puesto de ante-
mano. Por eso las llamadas limitaciones de la experiencia histórica falsean la crítica
de dicha experiencia histórica: solo en la medida que las revoluciones existentes no
se corresponden con este Sujeto ideal se dice que son limitadas. A pesar de las pro-
testas contra la teleología, solo teleológicamente puede imprimírsele una verdad
velada al transcurso de la historia; solo asumiendo que ella posee una esencia trans-
versal puede hablarse de “progresividad del decurso histórico”. Las esencias y natu-
ralezas ocultas responden a la obcecación con un fin secreto en lo existente —aunque
este secreto esté instalado en la inteligencia de un Sujeto—. Recuerdan demasiado a
aquello de que la libertad no sería más que el asentimiento ante la necesidad, ante
lo que de todas formas seguiría siendo la esencia incorruptible de las cosas. Al im-
primir un telos sobre la Historia, la LR reproduce el pecado teológico de la metafísica
tradicional. El fin esencial sería lo situado más allá, elevado sobre la inmediatez del
mundo sensible. Por eso el camino de su realización se exftiende como lo que Hegel
criticaría en la figura de la mala infinitud, el desplazamiento eterno de un horizonte
que, por ser tal, nunca llega.
22
MARX, K., 1970, Los anales franco-alemanes, Barcelona: Ediciones Martínez Roca, p. 110
9
objetivas fuera de él, pues disuelve en su mismidad todo desenvolvimiento indepen-
diente de la realidad. Invierte el fetiche objetivista del progreso histórico y se cons-
truye un fetiche subjetivista. Así, afirma que en realidad era el Sujeto el que, extra-
ñado en sus figuras históricas, creaba la dimensión objetiva de la experiencia. Una
vez ha vuelto sobre sí, se sabe su libre creador: la afirmación de su autoconsciencia
es la última senda que le quedaría por recorrer. Como es una versión colérica del
espíritu universal, se conforma con el hecho de saberse la única fuente de la que
brota lo existente:
23
Movimiento Anti-Imperialista, abril de 2013, op.cit.
24
Partido Comunista Revolucionario, diciembre de 2005, op.cit.
25
“Negadas las leyes históricas (que, por supuesto, no son, ni lo defiende el marxismo, equi-
parables a las leyes físicas), es decir, la posibilidad de comprender y racionalizar el proceso
histórico como conjunto, el siguiente paso lógico es la negación del desarrollo progresivo del
decurso de la historia” Movimiento Anti-Imperialista, abril de 2013, op.cit.
10
nos informará de que “ya no habrá más traumáticos cortes como el que hoy vivimos”,
que “el actuar consecuentemente revolucionario estará asegurado” o que “todo paso
[…] será acumulación siempre creciente de capital revolucionario […] hasta que el
recorrido del sujeto abarque la materia social y se identifique con ella”26. Con seme-
jante descaro delata la LR la falsedad de su Balance. Antes de escrutar el legado que
tiene por objeto, ya está segura de sus resultados ¡Menos mal que el de teleología
era un concepto problemático!
Esta es la base de la concepción abstracta del progreso que Marx iba a recha-
zar. Abstracta, precisamente, por su unilateralidad. Una teoría de la historia, de ser
deseable, habría de incidir no solo en el aspecto positivo, no solo en aquello que pos-
teriormente iba a encontrar continuidad, sino principalmente en el negativo: en
26
Comité por la Reconstitución, “La encrucijada de la historia: la Gran Revolución Cultural
Proletaria y el sujeto revolucionario”, dic. 2016,
http://www.reconstitucion.net/Documentos/LP_0/En_la_encrucijada_de_la_historia.html
27
“La historia universal no siempre existió; la historia como historia universal es un resulta-
do” MARX, K., 1971, op.cit. p. 31
28
Ibídem, p. 27
29
Ibídem, p. 7
11
aquello que fue aplastado por el torrente de progreso y que, por no encajar en su
molde, da indicio de lo que podría haber sido, salvándonos de una retrospectiva que
mire la historia como una sucesión de pura necesidad. La simple reversión de la te-
leología repite, sin embargo, su pecado. A la mirada que solo percibe diferencias se
le escapa la verdad histórica de la unidad: el énfasis nominalista en lo diverso, lo
contingente y lo irreductible naufraga ante el imparable despliegue del Capital. La
posmodernidad solo da la vuelta a la metafísica, por lo que sigue encerrada en su
encrucijada.
30
Ibídem, p. 29
31
MARX, K., 2018, El Capital, Libro I, Tomo III, Madrid: Akal, p. 243
12
en forma crítica. Es a la vez un cuadro del sistema, y la crítica de dicho sis-
tema mediante el análisis del mismo32.
32
MARX, K., & ENGELS, F., 1983, Cartas sobre "El Capital". La Habana: Editora Política, p. 88
33
Hay que hacer notar, no obstante, que la dialéctica no puede quedar reducida a la expre-
sión que asumió en la crítica marxiana de la economía política, que aparece aquí como mode-
lo determinado por el objeto particular al que se entregaba. Fijar este modelo propiciaría
fácilmente la cosificación que venía a criticar.
34
KANT, I., 2014, Crítica de la razón pura, Barcelona: Editorial Gredos, p. 92
35
Ibídem, p. 277
13
Hegel, profundizando en la modalidad infinita del juicio kantiano, iba a entender que
la verdad exige el tenso esfuerzo en el que la relación entre sujeto y predicado tiene
que demorarse en su confrontación interna. De esta confrontación surgirá un contra-
golpe en el que el sujeto, antes simplemente negativo respecto a la cosa, se pierde
en sus predicados y se determina. Emerge en este movimiento como negación de-
terminada. Ella obliga al sujeto a involucrarse en la confrontación con su contenido
sin pasar indiferentemente por encima de él. Por eso el reencuentro del sujeto con-
sigo mismo acontecerá en un estadio en el que lo universal y lo particular se hayan
elevado a un mayor nivel de determinación, articulándose así en una figura más
concreta. En el despliegue de la sustancia espiritual la contradicción ya no es lo me-
ramente negativo, sino igualmente el impulso vivo de su producción concreta y posi-
tiva, que ha quedado de esta forma adecuadamente descrita. Con ello se da el paso
de la representación al concepto36.
36
Además de esta dimensión sistémica en la que a través del examen de las categorías persi-
gue la totalidad objetiva, la dialéctica cuenta con una dimensión más básica, la de la relación
sujeto-objeto, que apunta hacia la irreductibilidad del segundo frente al primero. Es esta
forma elemental de la dialéctica la que informa de la historicidad del conocimiento y, con
ello, impulsa la cancelación de la identidad entre la cosa y su concepto, una síntesis de la que
solo una conciencia inconsciente de sus límites podría presumir. Al desmentir el carácter de-
finitivo con el que el mundo reificado se presenta, las dimensiones sistémica e histórica de la
dialéctica convergen.
14
dad del mundo empírico, el espíritu se engaña instituyéndose como entidad constitu-
tiva de la realidad: las cosas singulares serían así su mero ejemplo. El espíritu abs-
tracto, separado, además de responder a la división social del trabajo, la apuntala en
la medida en que oculta el fundamento productivo y material sobre el que se sostie-
ne. A este ocultamiento, en cualquier caso real para los sujetos inmersos bajo su
manto, se refería Marx cuando hablaba de mistificación37. Por eso la dialéctica, en su
forma mistificada, consiste meramente en el despliegue totalizante de un espíritu
que ha olvidado su dependencia del trabajo manual y, por extensión, de la materia
natural con la que este se relaciona. Liberada de sus ataduras materiales, el movi-
miento dialéctico del concepto posee una fuerza formal-sobrenatural que se preten-
de por encima de toda condición. Cree no tener límites. Por ende, justifica la reali-
dad tal cual se presenta por encarnar un momento interno de su desarrollo macroló-
gico. Como brota del trabajo intelectual que, en virtud de su separación respecto del
trabajo manual, mira el mundo desde su particular parcela, la Idea se permite ser
ella misma el punto de partida y de llegada, inmortalizando en el pensamiento el
fruto de unas relaciones sociales que por supuesto también querría eternizar. En re-
sumidas cuentas, esta dialéctica es idealista porque produce una totalidad indestruc-
tible, inmunizada por adelantado ante una crítica que solo podría redundar en su
verdad.
Por eso dice Marx que “la forma dialéctica de la exposición solo es correcta
cuando conoce sus límites”38. Estos límites no son otros que los del sistema que la
dialéctica reproduce en su exposición39. Si el modo de producción capitalista confor-
ma una totalidad históricamente específica, la dialéctica que expone su despliegue
37
“En general, la reflexión acerca de las formas de la vida humana, y, por tanto, también su
análisis científico, toma un camino opuesto al desarrollo real. Empieza post festum y, por
consiguiente, con los resultados acabados del proceso de desarrollo. […] Pero es precisamente
esta forma acabada —la forma dinero— del mundo de las mercancías la que encubre objeti-
vamente el carácter social de los trabajos privados” MARX, K.; El Capital, Tomo I, Libro I, p.
107
38
MARX, K., 1971, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, Tomo III,
Madrid: Siglo XXI, p. 216
39
Si bien Hegel entendía que una vez el límite es experimentado por la conciencia esta pasa
por ello a estar inmediatamente más allá de aquel, el materialismo debe evitar leer esta ma-
niobra en términos idealistas. La intención subjetiva de Marx cuando señala los límites de la
totalidad capitalista no consiste en mostrar el punto en el que esta totalidad podría suprimir
su finitud y extender sus tentáculos allí donde aún no había clavado su bandera, a pesar de
que objetivamente sea este su proceder. Tampoco es su intención, empero, señalar otra en-
tidad positiva allí donde el capital naufraga. Buscar tierra firme bajo estas circunstancias solo
puede estar al servicio del náufrago, pues le informa del espacio en el que podría encontrar
auxilio tras este angustioso encontronazo con sus propios límites. En parte, la ideología del
Trabajo vino en este sentido a socorrer a un Capital en apuros. La realidad es que el vacío
que Marx señala está cubierto por la historia, que no es para él ni una sustancia ni un dato
positivo: es una potencia de la que brota la indeterminación y subjetividad que alimentan el
cambio social.
15
será en la misma medida limitada. La dialéctica, en su forma materialista, se revuel-
ve contra la totalidad, aunque deba seguir sus pasos. Ella es la consciencia de que lo
universal que subsume lo particular —los dos extremos de la figura concreta— produ-
ce siempre al mismo tiempo un exceso inaprensible. De la subsunción de lo particular
en lo universal nace inmediatamente lo excluido de tal identificación, la posibilidad
que necesariamente se le escapa. Aquello que irrumpe para poner en evidencia los
límites del sistema es la subjetividad, ese esfuerzo que no es una extensión de la
forma que moldea la sociedad, sino la potencia que se afana por transfigurarla. Es
historia. Como en las páginas más brillantes de Las luchas de clases en Francia, el
análisis de la realidad en su viva inmediatez —aunque esta sea una inmediatez pasa-
da— adquiere un carácter más empírico que teorético; más político que metafísico.
Marx ve en la dimensión histórica una fuerza que no nace como fría continuación de
cierta ley de movimiento, sino como exterioridad más o menos arbitraria sin la que el
sistema sería causa sui e ilimitado. De ahí su carácter motor y creador. El capítulo
sobre la acumulación primitiva es la muestra: el pecado original de la economía polí-
tica nos informa de los supuestos que marcan el punto de partida del sujeto automá-
tico capitalista, que resulta ser así relativo y no absoluto.
40
A los indicios ya presentados en favor de este argumento, pueden añadirse las siguientes
palabras: “[Mi crítico] se ve obligado a transformar mi esbozo histórico del surgimiento del
capitalismo en Europa Occidental en una teoría histórico-filosófica de la evolución general
que se impone fatídicamente a todos los pueblos […]. Si se estudian cada uno de estos desa-
rrollos por sí mismos y después se comparan entre sí, se encontrará fácilmente la clave para
este fenómeno, pero eso jamás se conseguirá con la pauta universal de una teoría histórico-
filosófica general cuya mayor virtud consiste en ser suprahistórica” MARX, K., 2012, op.cit. p.
245
16
rados de la concepción según la cual el curso de los acontecimientos siempre siguió
un cauce necesario podría hoy pensarse un futuro de libertad.
La obra de Marx demuestra que la totalidad es, stricto sensu, imposible. Ahí
precisamente el carácter crítico de su teoría: solo ideológicamente puede un régi-
men social atribuirse una existencia total. Como subsunción del contenido particular
bajo la identidad de lo universal su plenitud es tan aparente como la del contenido
que niega desde fuera. La suya es una mala universalidad, idealista y cómplice de la
opresión. Quien tome esta apariencia simplemente como lo en sí, se habrá rendido a
su poder mistificador. Es, no obstante, una apariencia acompañada de necesidad:
solo la crítica inmanente permite destruir su pérfida alianza. La LR, frente a la nece-
sidad con la que opera el modo de producción capitalista, quiere imponer otra desde
fuera, sucumbiendo así ante su hechizo; elude la crítica de aquella necesidad porque
toma su propia apariencia por la verdadera. ¡Quién no querría encarnar la omnipo-
tencia del Sujeto! Sin embargo, con esta sobredimensión de una apariencia, la suya
propia, se sitúa por su actitud fuera del curso de los acontecimientos, enfrentando a
la totalidad capitalista otra totalidad que, de existir, solo podrá hacerlo como conti-
nuación de la primera: reproduciendo la mala universalidad de la praxis.
17
Por otro lado, el trabajo en su aspecto sustantivo era el en-sí que la valorización del
valor ponía como su contraparte necesaria. Cargando sobre sus espaldas con esta
doble determinación, el Trabajo era al mismo tiempo el adentro y el afuera: la parte
del sistema cuya potencia subjetiva —histórica— excedía los estrechos márgenes de
este.
41
MARX, K., 2013, La comuna de París, Madrid: Akal, p. 42
42
Partido Comunista Revolucionario, diciembre de 2005, op.cit.
43
Comité por la Reconstitución, “Apuntes sobre la universalidad del comunismo”, dic. 2016,
op.cit
18
dad con la que efectivamente se medía, la subjetividad pasa a tenerse a sí misma por
fundamento, sustancializándose como entidad supraterrena. Así, elige a la carta su
omnipotencia formal para compensar con ello su impotencia material. Con más difi-
cultades que el sujeto trascendental kantiano para salvar su dependencia de los suje-
tos empíricos reales, la Revolución, a partir de aquí, pasará por encima de las coor-
denadas históricas objetivas como por una nadería inesencial. Es más, las coordena-
das objetivas de la experiencia histórica, al ser referidas a un Sujeto impostado de
antemano, no podrán significar nada ante Él. Siendo causa sui, solo se relaciona con-
sigo mismo, viciando de partida la lúcida idea de Balance, que deviene en solipsismo.
Este, como “operación teórica que se ocupa del estado del sujeto”44, no se ocupa del
objeto de este último porque anticipadamente ha sido subsumido como su mero
momento interno. El espejo de la Madrastra ocupa el lugar de la genuina crítica.
Una actitud consecuente frente al fin del Ciclo de Octubre, un Balance radi-
cal, debería en primer lugar reconocerse sobre este nuevo suelo histórico. Declarar
que la realidad hoy es otra para a continuación volver a la seguridad de un meta-
sujeto impasible ante sus derrotas es recaer de lleno en la religión: su Dios es uno
44
Movimiento Anti-Imperialista, abril de 2013, op.cit.
19
que sigue siéndolo incluso cuando es crucificado. Pero Dios ha muerto, y buscar con-
suelo en sus espectros transforma la idea de Balance en renegación fetichista. No
contamos con ningún respaldo ontológico que asegure un soporte incondicional a la
experiencia porque, objetivamente, el proceso de secularización indisociable de la
ilustración capitalista ha consumido el terreno en el que podría florecer.
La reflexión crítica está instalada en una realidad que parece haber agotado
la historia en el sistema. Toda subjetividad aparece hoy como vehículo de su mala
universalidad. Por eso la teoría es por sí misma un ejercicio de libertad que no se
pliega servicial ante lo dado. Su programa es la crítica inmanente; su arma predilec-
ta, la negación determinada. Se abre por este camino un espacio que oxigena la ago-
biante presión de las circunstancias. La reflexión no debe apartar los ojos de esta
realidad petrificada, sino, como decía Marx, forzarla a bailar cantándole su propia
melodía.
20
“presenta más un perfil político que puramente teórico”45. Sin embargo, es la distan-
cia que permite la conciencia de lo que no sería una repetición de lo mismo la que
nos protege del curso de unos acontecimientos que no juegan a nuestro favor. Siendo
resultado de la división social del trabajo, la teoría, igual que la praxis, reviste un
momento de falsedad que podría descarriarse en complicidad con la sociedad de cla-
ses. Aun así, la teoría que se sabe precedida por relaciones sociales más profundas no
está legitimada para hacerse pasar por estas relaciones mismas, buscando con ello,
quizá, la profundidad que por su propia perspectiva ve negada desde un principio. La
LR, sabiendo que el ser social determina la conciencia, regala a su saber una capaci-
dad constitutiva que no tiene, la de ser el epicentro desde la que la realidad social
pasará a desplegarse como un todo.
45
Partido Comunista Revolucionario, “La nueva orientación en el camino de la Reconstitución
del Partido Comunista. I. Balance y rectificación”, mar. 2005,
http://www.reconstitucion.net/Documentos/Fu ndamentales/Nueva_Orientacion_I.html
21
como lo verdadero46. El trabajo conceptual se rebaja en esta medida a estética, una
apariencia que embelesa con su sola presencia.
Sobre esta jerga encantada, escolta del Sujeto, recae la tarea de cerrar la
brecha en la experiencia histórica. El lenguaje de la revolución se convierte en un
lenguaje atemporal: su gramática oxidada desmiente la idea de Balance nada más
enunciarla. Cerrar la brecha con la sola fuerza de la palabra escrita no puede, por
supuesto, aspirar a nada más que a ignorarla. Allí donde la nigromancia se sabe im-
potente, niega la realidad de la defunción: el Sujeto, se nos dice, está vivo y a la
espera. Cuentan que, una vez muerto, sus aliados colocaron el cadáver del Cid sobre
Babieca. El lenguaje de la LR pretende obrar una gesta semejante: un espectral Suje-
to, reavivado por una prosa entusiasta, confía en seguir infundiendo temor a sus
enemigos.
46
La weltanschauung —cuya traducción más fiel es la de intuición del mundo— apela a una
disposición preteórica de la conciencia donde la subjetividad se inscribe en el horizonte de
sentido que Hegel denomina religión —que ya en él da un paso gigantesco de cara a su apro-
piación racional por la conciencia— y que Marx criticará por su lastre místico —misticismo, por
cierto, vinculado tradicionalmente a la intuición o experiencia inmediata de lo absoluto—. La
comprensión racional de las relaciones sociales deseada por Marx encuentra en Hegel un pre-
cedente directo. Él dirá de la religión que, adentrándose en el terreno del espíritu absoluto,
lo traspone en un horizonte objetivo enfrentado a la subjetividad. Esta última, una vez so-
brepuja esta representación, cancela aquel marco de sentido objetivado como el horizonte
que necesariamente remite a un más allá y asume consecuentemente su verdad en el conte-
nido que le ofrece el recorrido ya transitado de su propia experiencia: “El espíritu de la reli-
gión manifiesta todavía no ha su conciencia en cuanto tal, o lo que es lo mismo, su autocon-
ciencia efectiva no es el objeto de su conciencia; él mismo, como tal, y los momentos que
dentro de él se diferencian, caen en el representar y en la forma de la objetualidad. El con-
tenido del representar es el espíritu absoluto; y ya únicamente se trata de asumir esta mera
forma o, mejor dicho: puesto que la forma pertenece a la conciencia como tal, su verdad
tiene que haberse dado ya en las figuras de la conciencia” HEGEL, G.W.F, 2010, Fenomenolo-
gía del espíritu, Madrid: Editorial Gredos, p. 503
47
“Este demorarse es la fuerza mágica que torna lo negativo en el ser.—Tal fuerza es lo mis-
mo que antes se ha llamado sujeto” Ibídem., p. 23
48
Ibídem., p. 24
22
ja sus discursos y, por consiguiente, que su túnica solo puede vestirse hoy como dis-
fraz.
49
Partido Comunista Revolucionario, “Una vez más, sobre la camarilla derechista”, s. f.,
http://pcree.net/LRPC/Camarilla%20derechista1.html
50
Ibídem.
51
Comité por la Reconstitución, “Ciencia, positivismo y marxismo: notas sobre la historia de
la conciencia moderna”, dic. 2018,
http://www.reconstitucion.net/Documentos/LP_3/Ciencia_positivismo_marxismo.html
23
Una actitud consecuente con el marxismo trataría de purgar su lastre metafí-
sico, no estirarlo hasta el extremo. Bajo su influjo, la forma sistemática de la teoría
es ineluctable. La base de un recipiente fijo que todo lo soporta permite la acumula-
ción positiva de contenidos en un engranaje separado desde el que troquelar la reali-
dad. Entre esta última y el sujeto de conocimiento, que ha interpuesto entre ambos
una lámina ideológica impenetrable, dista ya un abismo. Ante el hecho de que el
punto de vista es un accidente necesario de la teoría no habría que ceder cínicamen-
te, sino sobrepujarlo mediante la crítica de su parcialidad. La verdad siempre exigió
ir más allá del punto de vista, el cual es solo por eso inmediatamente falso52. Pero el
sistema anticipa su verdad antes de haberse aproximado al contenido. Como forma
impostada sobre este, se mide con él desde la arbitrariedad de su punto de vista,
atribuyéndose inmediatamente sin derecho la universalidad a la que cualquier saber
aspira. Sin embargo, la verdad no es un punto de partida, sino un resultado del pro-
ceder conceptual. Pero el Sujeto no puede permitirse la posibilidad de no estar en lo
cierto, pues antes de todo conocimiento se ha elevado ya a esencia de la realidad.
Como cualquier resultado que nos depare el examen de la realidad se corresponderá
siempre con su esencia —¡sus presupuestos ontológicos lo permiten!—, se puede decir
que el Sujeto siempre gana. Este y no otro es el indicio de su falsedad.
52
“Esto que se llama una proposición fundamental o principio de la filosofía, si es verdadero,
es también ya falso” HEGEL, G. W. F., 2010, op.cit., p. 16
24
ser crítica y muta en exaltación ideológica de la praxis, mero registro conceptual de
estructuras ontológicamente fijadas y, por ende, inamovibles. Inmovilizada por sus
ataduras metafísicas, la teoría queda devaluada por completo y se rebaja a sierva
condescendiente del Sujeto. Pretendiendo hacer Balance del leninismo, ha recaído
en la escolástica: como en Santo Tomás, la filosofía deviene ancilla theologiae.
53
Partido Comunista Revolucionario, marzo de 2005, ibídem
54
Ibíd.
55
“Cierto, el modo de exposición tiene que distinguirse formalmente del de investigación.
Esta ha de apropiarse la materia en detalle, analizar sus distintas formas de desarrollo y des-
cubrir sus vínculos internos. Una vez cumplida esa tarea, puede exponerse el movimiento real
de modo conveniente. Si se consigue y si la vida del material se refleja ahora idealmente,
puede parecer que uno tiene que habérselas con una construcción a priori” MARX, K., 2018,
El Capital, Libro I, Tomo I, p. 29
56
Comité por la Reconstitución, dic. 2018, op.cit
57
Tras citar un fragmento en el que Marx reconoce que el capital sigue en su curso histórico
efectivo el mismo proceso de desarrollo que su reproducción intelectual —va de lo abstracto a
lo concreto—, el MAI dice lo siguiente: “Efectivamente, esta relación que indica Marx es apli-
cable al actual proceso de (re)constitución del Partido Comunista. Y es que la existencia abs-
tracta de la ideología proletaria, en reconstitución, expresa la ‘relación dominante de un
todo no desarrollado’, el Partido, y, a su vez, una vez que éste exista, expresará la ‘relación
subordinada de un todo más desarrollado’, que no es sino el movimiento proletario revolucio-
nario desarrollando praxis revolucionaria” Movimiento Anti-Imperialista, abril de 2013, op.cit.
25
presentarlo como algo distinto del Capital. El viejo principio de identidad de los
indiscernibles nos dice que el venerado Sujeto, que comparte sus rasgos
característicos con el Capital, no demuestra que se trata de otra cosa. No obstante,
la LR podría hacer notar el atributo que en definitiva distingue su Sujeto del Capital:
la consciencia. ¡Touché! Mientras el Capital traduce la emergencia histórica del nexo
social en una pétrea objetividad de valor enfrentada a los seres humanos, el Sujeto
se adueña para el elemento consciente de este mismo escenario. Y, sin embargo, con
ello no se haría más que confirmar la perfecta afinidad de ambos: uno es la forma
ideológica en que, al menos hasta su metamorfosis posmoderna, se necesitó articular
el otro. Como mímesis inconsciente del Capital, el Sujeto cree ser todo lo contrario
de este cuando, en realidad, o precisamente por ello, se limita a dar rienda suelta a
sus atributos. Registra subjetivamente lo que el Capital ya es y no le añade sino la
consciencia de sí que parecía faltarle. Proyecta una imagen de la totalidad
efectivamente existente haciendo de este reflejo un duplicado con pretensiones. Se
convierte así en vehículo de esa objetividad cosificada que dice detestar, falsa
conciencia en el sentido exacto en el que Marx y Engels entendían este término58. Al
identificarse ciegamente con las imágenes que la sociedad burguesa produce, no sin
cierta ironía, la sentencia de la LR resulta ser inesperadamente precisa. El Sujeto es
el Capital desaherrojado; es, efectivamente, su contrario idéntico: nada menos que
su afable e ilusoria contrapartida.
58
“La ideología es un proceso que se opera por el llamado pensador conscientemente, en
efecto, pero con una conciencia falsa. Las verdaderas fuerzas propulsoras que lo mueven,
permanecen ignoradas para él; de otro modo, no sería tal proceso ideológico. Se imaginan,
pues, fuerzas propulsoras falsas o aparentes. Como se trata de un proceso discursivo, deduce
su contenido y su forma del pensar puro, sea el suyo propio o el de sus predecesores. Trabaja
exclusivamente con material discursivo, que acepta sin mirarlo, como creación, sin buscar
otra fuente más alejada e independiente del pensamiento; para él, esto es la evidencia mis-
ma, puesto que para él todos los actos, en cuanto les sirva de mediador el pensamiento, tie-
nen también en este su fundamento último” MARX, K. & ENGELS, F., Correspondencia, Edi-
ciones Política, La Habana, s. f.
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nita que los teólogos con algo más de rubor habrían atribuido a Dios. Como prima
philosophia hace pasar su absoluto por la noche en la que todos los gatos son rojos.
Una sociedad que ha terminado de diluir los resortes objetivos que garantizan
la estabilidad de la experiencia empuja a los sujetos asfixiados a buscar un asidero
que no encuentran en su día a día. La sustancia valor que preside la totalidad capita-
lista aparece ante los individuos como devenir caótico. En un contexto de plena fun-
cionalización de los sujetos, de reconversión de todo en un puro ser-para-otro, la
religión parece dejar su sitio a la más vacía religiosidad. La subjetividad avasallada
por el flujo omnipotente de las circunstancias no ve otra salida que adaptarse a ellas
con una fe cínica que se conforma con esto o con lo otro. Quienes no sucumben a
este cinismo, quienes no asumen que lo que aparece es verdadero por el simple he-
cho de aparecer, no pueden retrotraerse a la posición cómplice de quien señala la
verdadera esencia tras la gris y poco seductora realidad de las cosas. En un momento
en el que el único Sujeto posible, el Capital, ha diluido su lograda unidad en la mul-
tiplicidad nominalista de la sociedad posmoderna, refundar la religión como vacuna
frente a la pueril religiosidad es dar un paso hacia atrás, no hacia adelante.
27
En cuanto doctrina del ser, la ontología tiene por objeto la entidad o sustan-
cia. Por definición, la sustancia es aquello que, a la vista de sus atributos, existe por
sí mismo; es en sí y no en virtud de algo otro. La forma sistemática de la teoría, una
vez la praxis se ha elevado a fundamento, anticipa una ontología: “[la doctrina mar-
xista] es preciso contemplarla, al mismo tiempo, como concepción del mundo, como
sistema del mundo, como cosmología, como ontología de la totalidad”59. La LR pre-
senta la sustancia de su ontología bajo diferentes nombres: Sujeto, praxis revolucio-
naria, revolución… Bajo cada una de sus máscaras el primer principio inamovible se
pavonea de su proteica capacidad para mantenerse siempre idéntico. En el momento
en que la LR tiene que justificar la sustancia primera, esta suma identidad, repite el
gesto teológico de la metafísica tradicional: a lo que existe por sí mismo se le exime
de rendir cuentas.
59
Partido Comunista Revolucionario, julio de 2006, op.cit.
60
“La vocación del marxismo como teoría consiste en construir una concepción del mundo
revolucionaria, es decir, una visión que incluya a la revolución como fundamento de toda la
realidad, como principio absoluto que lo mueve todo, principio que no necesita ser explicado
por una causa, por otro principio anterior” Movimiento Anti-Imperialista, julio de 2007, op.cit
61
“Sin embargo, es de gran ayuda para mostrar la raíz última de esa tendencia, a saber, una
ontología revolucionaria de carácter inmanente, alejada de la ontología trascendente del
marxismo. […] Por eso, sólo adoptando este punto de vista trascendente es como adquiere
importancia el problema de la conciencia y el de su papel en la revolución”. Ibídem.
28
Para no desmerecer la dignidad de su teología, la LR ofrece su particular
prueba ontológica de la existencia del Supremo: “La razón de la revolución es la re-
volución”62. Hasta el Altísimo palidece ante semejante capacidad de autopropulsión.
El marxismo de nuestra época debe, al parecer, conformarse con fundamentar su
desarrollo teórico sobre este grosero juicio analítico que, queriendo decirlo todo, en
realidad no ha dicho nada. Las pretensiones del párrafo que acompaña esta afirma-
ción solo pueden compararse con la absoluta vaciedad del mismo. Sin referencia al
sustrato material con el que se mide, todo predicado deviene flatus vocis, una posi-
bilidad lógica que no aporta indicios que avalen su realidad. Es la conciencia reifica-
da que emite este juicio la que se toma a sí misma por el objeto de sus enunciados.
La LR es el Sujeto, la encarnación sensible del fundamento absoluto y, como tal, en
el sentido tradicional del término, una verdadera hipóstasis. Ofuscada con sus pre-
tensiones ontológicas, una afirmación que podría encontrar acomodo en los dominios
de la política se extralimita hasta caer en el ridículo. Como huera tautología (A=A),
la revolución se postula como un infinito inaprehensible e inexpresable en cuanto tal.
Solo el hechizo obrado por el lenguaje puede hacer pasar por alto que semejante
afirmación está más cerca de Mariano Rajoy que de Karl Marx.
62
Ibídem.
63
“Como la concepción materialista de la historia enseña, el puntal básico y fundamental de
cualquier poder, de cualquier Estado, es la fuerza, la guerra. La ultima ratio regis es en
realidad, en términos materialistas, la primera razón política, el fundamento nodular que
articula políticamente cualquier estructura clasista y su más elemental y descarnada partí-
cula” Comité por la Reconstitución, “Había que tomar las armas: sobre los fundamentos ma-
teriales de Octubre”, dic. 2017,
http://www.reconstitucion.net/Documentos/LP_2/Fundamentos_materiales_Octubre.html
29
que “la violencia no es solo una necesidad instrumental, sino que, más bien al con-
trario, es una necesidad ontológica de la revolución proletaria”64. Ya que el Sujeto
quiere sacudirse el carácter ilusorio de su independencia, necesita deshacerse de una
objetividad con la que, sin embargo, ha firmado un contrato inquebrantable: solo en
la medida en que violente la rígida complexión del mundo podrá hacer acto de pre-
sencia. La violencia, que para la LR es lo contrario (¡!) de un medio, pasa a ser, lisa y
llanamente, un fin en sí misma: la Historia elevada a su verdad. Como necesidad on-
tológica de la revolución, teniendo en cuenta que se habla de esta “como fundamen-
to de toda la realidad, como principio absoluto que lo mueve todo, principio que no
necesita ser explicado por una causa, por otro principio anterior”65, la LR, lo sepa o
no, ha llegado a la conclusión de que el cosmos apresado en su incipiente sistema se
reduce al principio único de la violencia. A=A.
La autofagia a la que en última instancia llevaría esta razón solo puede con-
templarse con estremecimiento. Al categorizar el marco de inmanencia de la reali-
dad social como una pura nada, se abre la puerta de par en par a una actitud ante la
objetividad igualmente vacía, la de su simple destrucción —cuya necesaria contrapar-
tida, empero, es la aniquilación de la subjetividad—. Así, la LR mira la Historia, que
existe en virtud de su invariante barbarie, y se identifica con ella. Es pulsión de
muerte. Rememorando la figura hegeliana de la libertad absoluta, la Historia se re-
sume en Revolución y esta, a su vez, en violencia. El Sujeto se revuelve con rabia
infinita contra todo aquello no-idéntico que le recuerde su falsedad. Por eso su abso-
lutismo es perfectamente compatible con su contrario directo, el más absoluto rela-
tivismo. Como el hombre para el sofista Protágoras, la Revolución se convierte en la
medida de todas las cosas: mientras la Revolución lo es todo, las cosas no son nada.
Definitivamente, lo que aquel juicio analítico propone desde su vaciedad teórica es
la vaciedad de una práctica que, al no encontrar otro fin que perseverar en el único
horizonte de su sí-mismo, se trueca en nihilismo destructivo. Tanto en la teoría, que
desea la verdad, como en la praxis que niega el sufrimiento, hay un clamor que pide
algo más.
A. & M.
64
Ibídem.
65
Movimiento Anti-Imperialista, julio de 2007, op.cit.
30
Bibliografía
― Comité por la Reconstitución. “Había que tomar las armas: sobre los fundamentos
materiales de Octubre”, (2017),
http://www.reconstitucion.net/Documentos/LP_2/Fundamentos_materiales_Octubr
e.html
31
― MARX, K. y ENGELS, F. (2017). La ideología alemana, Madrid: Akal
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