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En cambio, el principio del deber está sustentado al igual que el principio del deber en
una imposición desde afuera y no de la propia conciencia del hombre, sin embargo,
este principio nace de un pacto entre los individuos (donde al final unos pocos, los
fuertes, les imponen los valores a la mayoría). Aquí se cumple el “deber por el deber”,
donde los ciudadanos deben seguir las normas impuestas por sus mismas leyes.
“No hay más que dos fuentes del poder: la naturaleza y el pacto. El poder que
procede de la naturaleza se basa en la fuerza. El poder de Dios tiene su
fundamento en la omnipotencia divina (…). Pero en el Estado civil, el poder y el
derecho soberano no provienen de Dios o de la Iglesia, ni de la naturaleza, sino
del pacto social.” (De Cive, c. 15, 5).
Hobbes formula un heteronomismo ético, donde predomina la imposición por la fuerza
(naturaleza), omnipotencia divina (Dios) y pacto social (la convención de la mayoría y
para las mayorías). Sin embargo, al sustentar la ética en el heteronomismo, es decir,
los valores morales vienen de fuera de la conciencia humana, entonces hay que
sustentarlos en el principio de autoridad (en Dios).
La ética de Hobbes le da paso al Estado civil no como un ente autónomo que responde
a la conciencia humana (los valores afirmados en el hombre) sino más bien convierte al
Estado civil en otro instrumento (como la Iglesia) para aplicar los valores divinos.
Thomas Hobbes justifica la divinidad del Estado civil, monarquías absolutistas de la
edad media o democracias autoritarias “dictaduras modernas” en la actualidad,
acomodadas en la moral divino-positiva.
La voluntad humana, parte del presupuesto de que el hombre es libre y dueño de sus
actos. En otras palabras, la libertad implica que las acciones humanas (incluyendo la
moral) tienen como fundamento (primero y último) al hombre, en cambio, la gracia
eficaz divina propone que estas acciones están regidas por Dios (la omnipotencia
divina).
Al estar las acciones humanas regidas por Dios, la voluntad del individuo no existe
como tal, porque implica libertad de acción (ser-libre) y él no la posee. Dios es quien
controla por su divina omnipotencia todos los actos del mundo inclusive los humanos,
la voluntad del hombre es condicionada, responde a los lineamientos de un factor
externo (a la voluntad de otro). Aceptar la gracia eficaz divina necesariamente lleva a
negar la voluntad humana, y por consiguiente, la gracia divina lleva a afirmar la moral
2
Ibid. p, 22.
que tiene sustento en Dios (ya que, conduce a la salvación y felicidad) y renunciar a
una impuesta desde la autoconciencia del individuo.
La moral es vista como normativa y perceptiva, por consiguiente, parte del deber.
Ahora bien, ese deber viene desde una imposición (ley humano-positiva, ley divino-
positiva) que no responde a la conciencia autónoma del hombre sino de un factor fuera
de él.
7. ¿En qué consiste la teoría finalista? ¿qué piensa Kant de la moral de fines?
– Y usted, ¿qué piensa a su vez y por qué?
La teoría finalista va a afirmar que lo decisivo no es el nexo causal (Dios) que vincula al
hombre con el resultado, sino la dirección que sigue el comportamiento del hombre
hacia un fin previamente fijado por el mismo (la autonomía ética o ética
autónoma).
Kant sostiene “el principio supremo de moral”, es decir, el hombre es su propia (se
forja) ley. Sin embargo el actuar en concordancia con una ley universal o imperativo
categórico parece conservar en el fondo el principio de autoridad divina en el pensador
alemán. Sin embargo, la afirmación de la autonomía lo que busca (a pesar de que Kant
no lo muestra claramente) es centrar los valores morales en el hombre, donde justifica
sus actos ya que estos responden a sus a sí mismo.
A pesar de que la Iglesia sostiene que Dios ha querido dejar al hombre libre, todavía se
vive entre las cadenas que nos atan a la roca del Cáucaso divino en el orden moral, ya
que, los valores siguen respondiendo a lo impuesto desde afuera y no a lo propuesto
desde adentro. Todo esto se debe, a que se sigue sosteniendo que el hombre necesita
de una ética normatista de origen divino que lo regule así él piense que vive con libre
albedrío para decidir sus propios valores. El hombre (la mayoría) vive atado en Dios (y
lo mismo sucede con su moral.
Esta premisa propone desligar las acciones morales de cualquier carga divina, es decir,
debemos entender que la moral es un asunto humano y por ende debe responder a
necesidades humanas y no divinas, esto significa dejar a Dios afuera. El hombre debe
desligarse del Ídolo a nivel moral (por lo menos) para poder construir un sistema ético
que parta de su autoconciencia. La religiosidad que lo lleva a crear el Ídolo y darle todo
el poder (ético) debe llevarlo a superarlo para elaborar la ética autónoma, aquella
centrada en el hombre y para el hombre.
10. ¿Esta Ud. de acuerdo o en desacuerdo con la Ética autonomista o Ética de
la racionalidad? ¿Por qué si o por qué no? ¿En qué condiciones la asume
o la rechaza?
Sin embargo, quiero dejar en claro, que si la ética autonomista se entiende como la
particular de cada individuo entonces caeríamos en una especie de anarquismo ético,
donde los valores morales son propios de cada individuo, por esto es necesario,
recalcar que entiendo y me adhiero a la ética autonomista, como aquella que abandona
el principio de autoridad (deja atrás la moral divino-positiva y por consiguiente al Dios
regidor de las acciones humanas) y abraza al hombre como género (la humanidad)
dando a la creación de unos valores humanos que responden al género, no a Dios ni a
lo individual.
La ética autonomista, debe ser la imposición del género (la humanidad) para los
hombres, no regresar a lo celestial ni degenerar en lo anárquico, sino elaborar unos
valores morales capaces de responder a las necesidades de la humanidad (a pesar de
considerarla casi como algo utópico).
3
Ibid. p, 23.