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Jorge Monteleone: “La literatura es una forma de

comprensión, aunque nunca borrará el dolor”


El escritor, crítico y periodista cultural acaba de publicar “El
centro de la tierra (lectura e infancia)” donde plasma su
biografía como lector retomando los rituales de su infancia.
“La lectura es el perdón”, dice en esta entrevista
21 de diciembre de 2018

Jorge Monteleone (Foto: Santa Cruz


Alejandro / Télam)
El centro de la tierra (lectura e infancia) es parte de la
colección Lectores de la editorial Ampersand, en la que
autores como Alan Pauls, Sylvia Iparraguirre y Sylvia
Molloy reflexionan sobre cómo trazaron sus mapas de
lecturas. Allí, el escritor, crítico y periodista cultural Jorge
Monteleone plasma su biografía como lector retomando los
rituales de su infancia pensada como un paraíso que regresa
siempre en la lectura. En el libro editado por Ampersand,
Monteleone configura las tramas que lo llevan al lector que
fue durante su infancia, cuando los libros de Julio Verne,
Charles Dickens o Henry Rider Haggard lo hicieron
descubrir un refugio en el que la vida podía volverse más
intensa.

—¿Cómo pensó su propia biografía como lector?

—Imaginé un libro entero sobre ese tema, que no solo


reflexionara sobre la cuestión de la lectura en la primera vez,
sino que esa reflexión estuviera marcada por mi experiencia
primaria de la lectura, a través de una escena originaria de la
infancia, en parte fantaseada, previa a la adquisición del
lenguaje; luego por el momento en que aprendo a leer. Pero
ese proceso está marcado también por el retorno de la
infancia en la escritura, el relato como el retorno de lo
inolvidable: ¿cómo hablar de lo perdido? La estructura cíclica
del libro fue una respuesta que encontré en la escritura, que
me llevaba a un inesperado ejercicio de introspección, a la
encrucijada del sentimentalismo y de la distancia. Así
apareció ese personaje del pibe del suburbio, ese "Jorgito",
nieto de inmigrantes italianos pobres, hijo de padres de clase
media baja, que descubría la lectura. Ese chico es un otro yo
posible, conjetural como en toda autoficción y a la vez familiar
como en todo testimonio, del tipo que soy. Alguien atravesado
por la literatura, y que se reencontraba con eso que
Bachelard llamaba la rêverie, la "ensoñación", con la fábula y
con la escena fabulosa de aquel pibe que descubría una
especie de destino y una especie de sentido en la lectura: la
apuesta vital por lo imaginario que sería, en cierto modo, un
intento de salvación o de refugio contra la locura y contra la
violencia.

“El centro de la tierra” de Jorge Monteleone


—¿Cómo fue la decisión de incluir paréntesis que
funcionan como notas al pie?
—Cuando comencé a escribir El centro de la tierra imaginaba
un desdoblamiento entre el que escribe en el presente y el
chico que lee por primera vez. Quería que se desatara en la
inadecuación de esos dobles, en la incongruencia de una
mirada actual sobre aquellos objetos del pasado, que son
como talismanes o fetiches: los mismos libros que leí cuando
era chico, las mismas revistas ante mis ojos superpuestos al
recuerdo de la experiencia vivida. Había dos tiempos: uno
pertenecía al ideal de la lectura en la niñez y la prosa tenía
que recrear o sugerir el ambiente del chico. Pero otro tiempo
era el del presente, en el que había un cierto saber sobre
aquellos materiales, ciertos contextos materiales que aquel
chico ignoraba pero no el narrador. Entonces se me ocurrió
entrelazar ese tiempo primero como un relato de aire
novelesco con otros textos que se abrían en los paréntesis,
donde todo lo que había sido narrado tiene su correlato
cultural.

—¿Podemos decir que el eje del libro es la infancia?

—Sí, pero a través de la lectura. Pero lo que restituyo en el


libro es la idea de que ese paraíso perdido corresponde a la
escena originaria de la lectura y se confunde con una ilusión:
la de la analogía, la de la correspondencia universal, que
considera el mundo como un texto y que las cosas mismas
tienen una naturaleza lingüística. El libro conjetura que acaso
esos primeros rituales de la infancia en la lectura, ya perdido
y sepultado el paraíso de la ilusión, reaparecen
momentáneamente cada vez que leemos. Quisiera que el
libro lleve a los lectores a su propia infancia y suscite la
vivencia de lo perdido.

Jorge Monteleone (Foto: Santa Cruz Alejandro / Télam)


—¿El título surgió por su abuelo Rosario?

—Así es. Ese abuelo tan querido, Rosario Favazzi, obrero


ferroviario, militante político de izquierda, carpintero y
labrador de la tierra, de origen campesino, nacido en un
pueblito de Sicilia, inmigrante, y padrastro de mi padre, pero
que fue para mí el verdadero abuelo paterno. Me regaló en su
casa de Morón Viaje al centro de la tierra. Esa donación era
un don, que vinculo a la capacidad de supervivencia en la
vida material de mi abuelo, a su relación con el trabajo, al
aspecto materialista no exento de conciencia social y de una
conciencia de clase. Ese hombre estaba, en efecto, centrado,
estaba en el centro de la tierra. Pero al regalarme ese libro
me regalaba una historia que no solo respondía al afán
didáctico de los libros de Verne, sino también a eso que
Michel Serres decía de Julio Verne: que era un "maestro en
mitología".

—El libro termina con la frase "la lectura es el perdón".


¿Por qué?

—Todo versa sobre la gracia de la lectura pero apenas se


mencionan los hechos traumáticos de mi vida, cuando se
habla del retorno al paraíso perdido en la lectura de la
infancia, aunque hay algo ominoso que ronda los hechos, que
está presente tácitamente en la escritura. Mi abuela materna
se suicidó y también mi madre. La literatura también es un
conjuro y una forma de comprensión y un reencuentro,
aunque nunca borrará el dolor. Por eso la lectura es el
perdón: mi mamá fue la que me hizo la máxima donación,
porque fue ella la que me enseñó a leer.
Jorge Monteleone (Foto: Santa Cruz
Alejandro / Télam)
Fuente: Télam.

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