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Dr. Máximo Ravenna

¿Quién come a Quién?

MÉTODO RAVENNA

Barcelona• Bogotá• Buenos Aires• Caracas• Madrid• México D.F.• Montevideo• Quito•Santiago de
Chile
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Unas palabras
antes de
empezar...

Este libro no pretende reemplazar un tratamiento


médico. Se trata solamente de un complemento y de una
puerta de en- trada hacia nuevos conocimientos y un
camino posible.
El planteo central que surge de la lectura de esta obra es
que debemos tomarnos a nosotros mismos como un TODO,
una unidad psicológica, espiritual y filosófica, pero
principal- mente orgánica… Porque un cuerpo sano es el que
permite alber- gar un alma limpia y un pensamiento claro.
Por lo tanto, para que este libro, QUE NO ES DE AU-
TOAYUDA, tenga trascendencia en su vida, deberá
comple- mentar la lectura (si es que decide aplicar las ideas
que propo- nemos) con un concienzudo estudio de su
estado actual, aten- diendo los daños que la obesidad pueda
haberle generado.
Todo tratamiento parcial puede ocasionar
complicaciones no deseadas y evitables. Las
contraindicaciones y los beneficios deben ser siempre
evaluados por un profesional responsable.
Asimismo, quienes no tienen sobrepeso y buscan sólo
in- formación, ya sea para aprender o bien para entender a
aque- llos que padecen las consecuencias del desborde,
encontrarán en estas líneas un abordaje integral de uno de
los “grandes” te- mas del mundo actual.

Dr. Máximo Ravenna


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AGRADECIMIENTOS

Sólo han transcurrido dos años desde la publicación de


Una delgada línea, entre el exceso y la medida, obra que ya
lle- va nueve ediciones y que ha sido distribuida en el país
y en el exterior. Gracias a ella, muchas personas pudieron
conocer el método a distancia y algunos se acercaron a
Buenos Aires pa- ra tener un contacto más íntimo con la
matriz de donde sur- gió esta nueva luz terapéutica que
promete observar mejor y tratar más eficazmente la
obesidad.

Me resulta increíble que en tan poco tiempo me


encuentre escribiendo estas nuevas líneas de
agradecimiento. ¿A quiénes? A todos. A los “históricos”,
que me acompañan desde los años noventa, cuando nació
el Centro Terapéutico ubicado en la ca- lle Cuba, en el
barrio de Núñez.

Por las salas de aquella vieja casa de tan sólo cien


metros cuadrados, pasaron los primeros centenares de
pacientes. Fue a partir de 1998 que empezamos a crecer en
espacio y canti- dad de pacientes: dos mil personas
transitaron por los trescien- tos metros cuadrados del nuevo
e impactante Centro de la ca- lle Zapata y se integraron al
equipo nuevos colaboradores, que siguieron sumando en
calidad profesional y humana.

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A todos los casi ochenta integrantes del staff del


Centro Terapéutico, que trabajan día a día en los ya
mil metros

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cuadrados institucionales y a los 24.000 pacientes que


pasa- ron por él, les brindo mi reconocimiento y les
agradezco por acompañarme en este “atrevimiento”
terapéutico que se sos- tiene cada vez con mayor solidez.

Asimismo, quiero agradecer especialmente a la


Licenciada Laura Laporta y a Alejandro Laporta, quienes
me ayudaron a estructurar, ordenar, buscar y seleccionar el
material (textos, desgrabaciones, conferencias, ponencias y
entrevistas) y me acompañaron en el proceso de escritura
de esta obra.

Por último, vaya mi agradecimiento a Ediciones B, en


par- ticular a Carolina Di Bella, Gerente Editorial, y a
Mario Ro- lando, Gerente General, quienes me propusieron
e hicieron posible la publicación de La telaraña adictiva.

Sólo resta decirles que “Nadie puede hacer nada si está solo”.

Gracias a
todos. Dr. Máximo
Ravenna

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Una cuestión de actitud

La araña teje y desteje destinos posibles. Hábil


artesana y cruel hechicera, tiene sed y hambre de
desmesuras. Dispone una inmensa red y la baña de una
viscosidad que nos tienta y nos atrapa, a tal punto que
quedamos adheridos a sus hi- los sin poder salir.
Nuestra vida se transforma, entonces, en un incesante
ci- clo signado por el consumo voraz y la búsqueda
permanen- te de placeres efímeros. Entretanto, vamos
adquiriendo ex- trañas formas y quedamos enlazados en las
redes de la com- pulsión, la dependencia y la adicción.
¿Cómo escapamos de ese lugar donde habita la desdi-
cha? ¿Qué artimañas debemos urdir para aniquilar a ese
ávi- do huésped? La araña no tiene paciencia ni piedad.
Una vez que caemos en sus redes, nos acecha hasta que nos
paraliza y, finalmente, nos devora.
Sin embargo, a veces se distrae, la maraña se abre y
alcan- zamos a ver un camino en cuyo extremo se
encuentra la sa- lida. Para despegarnos y transitarlo
necesitamos estar muy atentos, quebrar nuestros hábitos y
conductas desmedidas, abrir nuestra mente y actuar con
rapidez. Sólo arribaremos a la meta cuando seamos
protagonistas de la búsqueda, des- hilvanemos la trama e
ideemos estrategias para luchar con- tra esa gran enemiga
impiadosa.
En fin, aniquilaremos a la araña cuando estemos
dispues- tos a ser artífices de nuestro propio renacer.

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PRÓLOGO

CARTA DE UN LECTOR
A OTRO LECTOR

Para comenzar, explicaré esta licencia que me he toma-


do de darle a este Prólogo la forma de una “Carta de un
lec- tor a otro lector”.
Un prólogo es un mensaje, en plural, a todos los lecto-
res. En cambio, lo que pretendo en esta ocasión es que cada
lector de La telaraña adictiva sienta que es él a quien me
es- toy dirigiendo, para contarle que en tanto colega
médico, especialista en adicciones (“master” para más
precisión), amigo desde hace muchos años de Máximo
Ravenna, y pa- ciente “inconstante”, es en esta obra y en la
forma de traba- jar del autor, donde encontré una identidad
de criterios res- pecto de las adicciones —en especial la
obesidad—. Dicha identidad nos ha hermanado con
Máximo a través de los años, aun cuando cada uno siguió
diferentes caminos, y ahora culmina con esta invitación a
prologar este “nutricio” libro, que demuestra su humanidad
y respeto hacia mi per- sona, a pesar de ser yo mismo un
asumido “caso problema” que nos preocupa a ambos, y que
la lectura de este libro me ha llevado a “re-pensar”, pues la
vida que llevamos en esta sociedad postmodernista
conspira notoriamente contra la
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libertad de pensamiento y, por el contrario, estimula todo


tipo de esclavitudes, como por ejemplo “el comer” no
salu- dable y más allá de los requerimientos “nutricionales
y emo- cionales” que como seres biológicos necesitamos.
Colega lector, cuando Ravenna nos dice: “La verdadera
fuente de la mentira de la adicción está dentro de
nosotros”, nos está indicando el camino, no sólo a los
profundos com- ponentes psicológicos de nuestra
personalidad, sino tam- bién a los biológicos, pues somos
una realidad integrada por todos estos componentes e
influenciada por lo social, pero la vulnerabilidad es de
uno, y es en donde tenemos la ma- yor chance de
encontrar soluciones.
La sociedad, o sea el afuera, nos bombardea constante-
mente con tentaciones, pero el camino a la solución perso-
nal, el cambio, debe provenir de nosotros mismos.
Ésta es la principal verdad que nos ofrece Ravenna, en
un campo de trabajo donde abundan los vendedores de
“mila- gros-mentiras” de toda clase. Me identifico
plenamente con su posición, ya que desde hace muchos
años mi forma de pensar sobre el tratamiento de las
adicciones está formulada en estos términos: “Desdrogarse,
es transformar un proyecto de muerte en un proyecto de
vida”, o sea, una invitación a “cambiar”.
Co-lector, también le cuento que me identifico con
Ravenna porque siempre hemos ido de la práctica a la
teo- ría, y en este libro encontrarán una transmisión de
experien- cias personales, teorizadas con datos científicos
que respal- dan muchos años de “aprender de la
experiencia” que brin- da el consultorio, que es
equivalente a lo que muchos llaman la “Universidad de
la calle”. Por esto, también agradecemos al autor su
generosidad al ofrecernos el producto de tantos años de
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trabajo elaborado de manera tal que estimula no só- lo a


leer este libro, sino a pensarlo y a pensar, actividad que
llega a resultar subversiva para la ideología consumista de
la

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sociedad actual que nos impone, de todas las formas y con


cualquier tipo de envoltorio, “in-corporar”
compulsivamen- te todo tipo de objetos —la comida es
uno de ellos—, inde- pendientemente de las
consecuencias que tengan para la sa- lud integral del ser
humano.
En síntesis, co-lector, con la lectura de La telaraña
adic- tiva, y si uno se anima a pensar, podrá encontrar un
estímu- lo “nutricio” para el proceso de “cambio”, y un
reencuentro con la “Vida”, así con mayúscula, pues al
igual que Raven- na, pretendemos darle un sentido mucho
más amplio que el solo hecho de existir.

Dr. Eduardo Kalina

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INTRODUCCIÓN

“En el centro puntual


de la
maraña: Dios,
la araña.”

Alejandra Pizarnik

Ya han pasado dos años desde la publicación de Una


del- gada línea, libro en el que intenté condensar mi
pensamien- to respecto de los múltiples factores que
intervienen en el de- sarrollo de la obesidad. Considero que
ahora es el momento de profundizar algunos de los
aspectos allí trabajados, ya que los logros obtenidos se han
constituido en un poderoso estí- mulo para continuar
investigando.
Hace varios años presentí que el mecanismo de la vora-
cidad se transformaría en el gran mal de nuestra era. Y aho-
ra puedo afirmar que no me equivoqué: las adicciones son
una de las principales protagonistas del siglo en que vivi-
mos. Cada vez más personas sucumben ante las maniobras
de distintos dispositivos que aseguran la obtención de pla-
cer, léase inmediato, independientemente de las consecuen-
cias que tenga para su “Vida”, así con mayúscula para darle
sentido integral más allá del hecho de existir. Tal como lo
sostuve entonces, el deseo es actualmente generado, diri-
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gido, manipulado y hasta comercializado: se juega con la

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sobreestimulación para anular todo incentivo individual y


crear nuevos deseos artificiales. Por esto, si todo está
dado, si los ideales son fantasmas del pasado, si usted se
siente per- dido ante tanta certeza impostada, es lógico
que busque pi- lares de los que sostenerse, tales como la
comida.
La adicción es, en esencia, una conducta enigmática,
un fenómeno que ha traspasado múltiples barreras y se
ha instalado entre los hombres como síntoma de que algo
an- da mal... bastante mal.
Entonces, ¿por qué la imagen de una telaraña para re-
presentar la adicción? La telaraña es un red pegajosa,
hábil- mente tejida, de fácil acceso, a la que se llega por
error, por descuido, por soberbia, “sólo para ver de qué se
trata”, pe- ro una vez en ella los caminos para deshacerse
de sus hilos finos, sutiles, fuertes y perfectamente
organizados, en lugar de abrirnos puertas de escape, nos
enredan más, internán- donos en un pozo profundo,
cíclico y, en apariencia, sin sa- lida. Así vista, la telaraña
es la reproducción de los estímu- los, las tentaciones y los
objetos del mundo, que se enredan en una tela muy
seductora. Y nosotros, ya sea por negación, distracción,
ceguera, ignorancia, angustia, compulsión o simplemente
por azar, quedamos atrapados en ella, enreda- dos entre
sus hilos imperceptibles. La red de la telaraña es la trama
adictiva, y cada hilo que la sostiene reproduce con-
ductas recurrentes. La persona que cae en ella, además de
hallarse indefensa y debilitada, debe elegir entre dos
cami- nos: cortar la red y liberarse, o ser devorado por la
araña que, agazapada, espera la señal para atacar.
A partir de la figura de la telaraña tejeré la estructura de
La telaraña adictiva. Para comenzar, hablaremos de “El
discreto encanto de la telaraña” que, como red adictiva, nos
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arrastra casi sin darnos cuenta a un lugar de dependencia en


el que quedamos atrapados y del que, si bien no es
imposible, es

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muy difícil escapar. Es decir: nos damos cuenta del


encierro no cuando entramos, sino cuando no podemos
salir.
En esta primera parte analizaremos las distintas clases
de adicción, desde aquellas vinculadas con la conducta
hasta las relacionadas con la ingesta, para luego
adentrarnos en el terre- no de la obesidad en sí misma,
tomada esta última como la ex- presión palpable de la
adicción a la comida.
En la segunda parte, veremos cómo se nos va
acercando la araña una vez que ha tendido su red. Allí
presentaré, a partir de datos actuales surgidos de la
investigación, los dis- tintos mecanismos, tanto biológicos
como conductuales, que intervienen en la conformación
de la obesidad. Habla- remos, por lo tanto, de temas tan
variados como la genéti- ca, la dinámica hormonal y
cerebral y los efectos adictivos de ciertos alimentos
procesados que generan a la vez depen- dencia inmediata
y predisposición a comer de más en el fu- turo.
Ahondaremos también en las distintas metodologías
aplicadas en el tratamiento de la obesidad, tales como fár-
macos y cirugías y, por último, nos detendremos en ciertos
entretejidos vinculados con las conductas dependientes
que llevan a las personas a comer de más.
Las distintas artimañas que deberemos desplegar para
de- fendernos de la araña, será el tema de la tercera parte.
Y aquí la acción será interdisciplinaria, es decir, el
problema se ata- cará desde varios frentes: el método del
Corte, la Medida y la Distancia, la dieta alimentaria, los
enfoques terapéuticos y la actividad física adaptada.
A esta altura nos habremos desprendido de esta red
dañina y paralizante y estaremos en condiciones de tejer
otro tipo de red, una red propia, genuina, que nos contenga
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y nos estabilice, y que al mismo tiempo funcione como una


alarma constante.
Por último, para quienes quieran profundizar en ciertos
as- pectos asociados con la obesidad y con los vínculos
adictivos,

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planteo en la quinta parte el tema de los trastornos de la ali-


mentación, tales como la bulimia y la anorexia.
Pero antes de que usted, estimado lector, se sumerja en
las redes de La telaraña adictiva, quiero aclararle, yo, el
autor, en primera persona, que el sistema que se esboza en
ella surge fundamentalmente de la observación del
paciente y de las distintas estrategias que implementamos
(desde nuestro tra- bajo diario) para ayudarlo a recuperar, o
bien, a encontrar el camino de la delgadez. Por este motivo
prefiero reproducir en la obra el estilo de la confrontación,
la contención, la in- formación y el seguimiento que
aplicamos día a día y que ge- nera una dinámica muy
singular y positiva de intercambio. Por lo tanto, el
tratamiento directo que le daré al lector tie- ne como
objeto transmitir el mecanismo que subyace en di- cha
dinámica. Yo, Máximo Ravenna, le cuento a usted, lec- tor
individual y colectivo a la vez, los resultados de una filo-
sofía y un método que lo ayudará, como me ayuda a mí, a
comprender mejor su relación consigo mismo y con el
medio que lo rodea, y sólo a partir de esta comprensión,
que con- lleva esfuerzo, constancia y convicción, podrá
usted y podré yo, mejorar nuestra calidad de vida y
vincularnos saludable- mente con nuestro mundo interno y
externo.
Los temas que se tratarán en La telaraña adictiva
provie- nen en gran medida de la riqueza propia y
asombrosa del tra- bajo grupal. Nuestra idea es, en
definitiva, captar, desde la singularidad, la pluralidad.
Asimismo, hemos tratado de incorporar en las páginas
de este libro nuestra idea respecto de hacia dónde debe
orientar- se el rol de los profesionales de la salud. ¿Por
qué? Porque con- sideramos que hoy en día los
especialistas no saben que, ade- más de conocer los
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mejores métodos y poseer una perfecta cul- tura intelectual,


necesitan también de esa elocuencia que sabe adaptarse a
cada individuo y permite reforzar la voluntad de

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los pacientes, fortalecer el ánimo y disipar la timidez. En


pala- bras de Nietzsche, deben recurrir a “una cierta
flexibilidad di- plomática en las relaciones con los que
necesitan alegría para curarse y los que deben (y pueden)
hallar un goce en las cau- sas de salud; toda la ingeniosidad
de un agente de policía y de un procurador, para averiguar
los secretos de un alma sin reve- larlos; en suma: el médico
perfecto necesita hoy utilizar todos los procedimientos y
todas las artes de las demás profesiones”,* para no caer en
el facilismo.
Ésta es mi intención, mi espíritu, mi desafío. Espero que
estas páginas lo demuestren.

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* Aforismos, Santiago Rueda Editor, Buenos Aires, 1978.

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PRIMERA PARTE

EL DISCRETO ENCANTO
DE LA TELARAÑA
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CAPÍTULO 1

¿ATRAPADOS SIN SALIDA?

“La araña es artesana de la tela


del mundo y dueña del destino,
al que teje y conoce.”

Siguiendo con la idea esbozada en la Introducción, se


pue- de establecer un singular paralelismo entre la figura
de la ara- ña —su telaraña y las distintas maniobras que
este insecto uti- liza— y las conductas adictivas de los
seres humanos. La ana- logía no es en absoluto forzada
sino, por el contrario, más que ilustrativa con respecto al
fenómeno que nos ocupa.
Si bien es obvio que el estudio de las arañas no es para
na- da el objetivo de este libro, indagar en algunas de las
caracte- rísticas de su comportamiento permitirá enriquecer
la analogía entre estos insectos y las distintas conductas
adictivas de las personas y, a la vez, descubrir datos muy
llamativos y útiles.
Para empezar, hay que aclarar que más allá del halo
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enigmático y hasta repugnante que las arañas revisten en la

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percepción popular, dicho insecto posee presencia intensa y


hasta categoría fundante dentro del conjunto de las
creencias humanas primitivas. A lo largo de todos los
continentes y du- rante un período que comprende miles de
años, la araña ha si- do vinculada con importantes
divinidades en las que residen a la vez tanto poderes
creadores como destructores. Por un lado, es símbolo de
vida (creación, fertilidad, sexo), dada su capaci- dad para la
construcción de telas a partir de sí misma; y por otro, es
signo de muerte (guerra y destrucción) por su actitud
predadora y la toxicidad de su veneno.
La tradición islámica sintetiza lo favorable y nefasto de
su significación para otras religiones y culturas. Así, la
araña blan- ca es capaz de salvar la vida del Profeta con sus
hilos, pero la araña negra podrá inflamar el ojo de un
durmiente si pasa por encima de él. Asimismo en África se
le atribuye a la araña mí- gala el poder de la adivinación y
existe, en consecuencia, una técnica que sirve para
descifrar los signos marcados en la tela.1 La araña, por lo
tanto, se conecta de este modo con el sim- bolismo del
tejer, en tanto representa la posibilidad de crear al hacer
surgir formas nuevas de su propia sustancia, simbolismo
que también alude al laberinto, la introversión y el
narcisismo. Pasemos ahora a la presencia de la araña en la
mitología. Si realizamos un recorrido a través de los
distintos mitos vincula- dos con las arañas y sus
quehaceres, no podemos dejar de re- cordar el mito griego
de Aracné. La siguiente es una adapta- ción de dicho
relato y su inclusión en este texto tiene como objetivo
establecer “lazos” entre la historia de Aracné y la sen-
sación de estar “atrapado sin salida” que tiene quien queda
en-
redado en los sutiles y enigmáticos hilos de la red adictiva:
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1. Chevalier, Jean y Gheerbrandt, Alain, Diccionario de símbolos, Herder,


Bar- celona, 1991.

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“Existió en la antigua Grecia, una bella


mucha- cha nacida en Lidia llamada Aracné,
famosa por su habilidad en el arte del tejido.
Artífice sin par, Aracné se exhibía como la más
diestra tejedora de la Tierra y del Cielo. Sus
veloces manos recorrían la trama urdiendo
tejidos de una belleza incompara- ble, a tal
punto que su habilidad le valió la fama de ser
discípula de Palas Atenea, diosa de la sabidu-
ría y patrona de las artesanas. Sin embargo, la
jo- ven desdeñó airosa todo vínculo con la diosa
y más aún, desafió a Atenea a que compitiera
con ella por el puesto de mejor tejedora.
Atenea compareció ante Aracné disfrazada
de anciana e intentó persuadirla para que cesara
en su propósito de competir con las deidades, pero
la joven, mirándola ferozmente, le advirtió que
no pensaba cambiar de opinión y que si la diosa
se presentaba en persona, no dudaría en
desafiarla. La anciana se transfiguró, entonces,
en la resplandeciente Atenea y comenzó la
competencia.
Enfrentadas en distintos telares, fueron
tensándose las finas urdimbres y se entretejieron la
púrpura, los oros y los delicados matices de la
transición de los co- lores. Palas Atenea creó un
tejido en que los dioses aparecían soberbios y
centrales en su augusta majestad y bordeó la tela
con ramas de olivo de la paz. Por su parte,
Aracné dibujó un friso donde se representaban las
desmesuras, las intemperancias y las pasiones de los
dioses, en un trabajo tan brillante y delicado,
que la diosa, fuera de sí, rompió el tejido y
golpeó a su rival. No resistió la muchacha el
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espectáculo de su obra destruida e intentó


ahorcarse con un lazo. Pa- las la sostuvo e
impidió el suicidio pero, rociándola

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con los jugos de una hierba del Hécate, la


sometió a una cruel transformación: su cabeza se
tornó dimi- nuta, sus dedos se alargaron y se
poblaron de leve pelusa y su vientre se tornó
inmenso.
Cuando la metamorfosis en araña terminó,
Ate- nea sentenció a la artista y a todos sus
descendientes a tejer durante toda la eternidad.2

Aracné ya no es más esa soberbia tejedora, creadora de


un arte sin igual. Sus hilos son sólo sombras de aquel
dorado es- plendor porque están teñidos de rencor. Así
como por arrogan- cia cayó en la trampa de la diosa, ahora
ella misma teje tram- pas, irradia en su tela pegajosa todo
su arte y su venganza. Aho- ra es una araña y teje puentes
de seda en su memoria. Proba- blemente ella se pregunte,
como muchos de nosotros: “¿Quién soy? ¿En qué me he
transformado?”, mientras sus patas no ce- san de dar forma
a su condena. Y vuelve a urdir desmesuras, in-
temperancias y pasiones, pero ya no se atreve con los
dioses, si- no que arremete contra los hombres. De su hilo
apenas percep- tible penden piezas que reproducen la
vulnerabilidad y la ines- tabilidad a las que se ve sometido
el hombre de este tiempo, sig- nado por los valores
efímeros y el obsesivo consumo.
En fin, Aracné teje hoy una obra también soberbia y
deli- cada, aunque portadora de un halo siniestro: teje una
red que genera dependencia y cuyos hilos pueden verse
como metáfo- ras de concretas conductas humanas. Urde
una red y la baña (sí, como Atenea hizo con ella) de una
hierba llamada viscosi- dad. Engaña y seduce a sus presas
hasta que, por fin, quedan adheridas a los hilos tramposos
de su telaraña.

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2. Grimal, Pierre, Diccionario de Mitología Griega y Romana, Paidós,


Buenos Ai- res, 1989, pp. 43 y ss.

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1.1. CONSTRUCCIÓN DE LA RED ADICTIVA

La confección de su tela constituye una verdadera obra


de in- geniería que a veces obliga a la araña a desplegar
infinidad de as- tucias similares, tal vez, a las que usted
implemente para sortear los obstáculos que le presenta la
vida, o para no sucumbir ante el sinnúmero de tentaciones
que el mundo le ofrece. O al revés, as- tucias para justificar
el hecho de estar pegado a una pizza, un ci- garrillo, una
bebida o una actividad reiterativa y sin control.
¿Cómo construye la araña la trama básica de la red?
Primero, elige el lugar apropiado para preparar su
trampa. Luego, fija el extremo de los hilos que
constituyen el arma-
zón externo de la red.
Después que comprueba la resistencia del armazón,
dispo- ne una serie de radios que inicia cruzando las líneas
transversas. Acto seguido, y para dar mayor firmeza a la
obra empren- dida, llena el hueco desde el centro hacia la
periferia, trazando
una amplia espiral.
Por último, y para que las víctimas no puedan
despegarse de la red, segrega un hilo pegajoso con el que
forma una se- gunda espiral más apretada que la primera,
para que el incau- to que caiga en la trampa difícilmente
pueda escapar.
Concluida su labor, la araña se retira al escondite que ha
preparado y desde allí permanece en vigilancia y en
contacto con la red, mediante un hilo que la une al centro
de aquélla y que le permite velocidad para trasladarse si
una nueva presa ha caído en la trampa, para rápidamente
capturarla.3

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Ahora bien, la araña ya está agazapada, esperando que


el hilo se tense para atacar. Y es en ese momento, cuando
ella

3. Bas Peired, Carlos, La vida maravillosa de los animales, Instituto Gallach


de Li- brería y Ediciones, S.L., Barcelona, 1971, t. II, Invertebrados.

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está expectante, que entramos nosotros en escena. ¿Cómo?


Sin darnos cuenta, atraídos por el encanto de la red, esa
red que reproduce (como lo hacía la tela de Aracné)
nuestras de- bilidades, que ostenta un sinnúmero de
situaciones y obje- tos con los cuales muchas veces
quedamos enredados. Pero,
¿por qué? ¿Qué es lo que sucede para que esos hilos nos
atra- pen y nuestra existencia se transforme en un
despliegue de mecanismos tendientes a buscar placeres
momentáneos y dolores permanentes? La respuesta es
simple: hemos caído en las trampas de la adicción. Sin
embargo, muchas veces lo negamos o preferimos no
darnos cuenta. Como le pasó a uno de mis pacientes, que
notó que algo raro le sucedía cuando, en el primer
cumpleaños de su hijo, sólo pensaba en beber y comer;
más que vinculado con el festejo, sólo se relacionaba con
el vino, los chizitos y los sándwiches. Y cuando llegó la
hora de la torta, ¡la quería toda para él! Esta actitud es la
de un adicto: se trata de obsesionarse con algo y
descuidar absolutamente todo lo demás.
Los que trabajamos en el terreno de las adicciones y de
las dependencias, sabemos que un paciente con dependen-
cia extrema es alguien que se ha rendido o que ha
sucumbi- do ante la realización de alguna actividad o al
consumo no- civo de alguna sustancia, no siempre nociva
per se. Pero, fundamentalmente, lo que buscamos explicar,
para poder concebir estrategias de lucha, es cómo y por
qué algunas personas se vuelven adictas y otras no.
Vivimos inmersos en una maraña que es el síntoma de
un mundo donde nada nos alcanza, donde nada nos resulta
sufi- ciente, y permanecemos atrapados en una red donde el
impe- rativo dominante parece ser: “Quiero más, de lo que
sea ¡y ahora!”. La sociedad es una de las principales
— 32 —
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constructoras de la red adictiva. A esta altura casi todos


somos adictos, voraces, en alguna u otra área, y es
importante reconocerlo, más allá de

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si “nos hicieron” o de si “somos” adictos. Sin embargo, hay


quienes aún permanecen lejos de la red y es en ellos en
quie- nes tenemos que focalizar nuestra mirada, porque
son las ex- presiones palpables de que es posible hallar una
solución.
La red adictiva es compleja y simple a la vez, sus
protago- nistas tienen nombre y su intención es muy clara:
atrapar. Y así como una incipiente estrella de Hollywood
tiene varios disfraces y dobles, la adicción se nos presenta
igualmente huidiza. Aprovecha los momentos “débiles”,
las distraccio- nes, tiene aliados indiscutidos como las
presiones sociales, las necesidades físicas, genéticas y
biológicas y, sobre todo, un vacío espiritual característico
de la sociedad actual. Para bien o para mal, hoy en día la
adicción, en potencia o realizada, atraviesa todas las áreas
de la vida.
Este “nada me alcanza” se vuelve real y concreto
cuando nuestro cuerpo siente carencias en los niveles de
glucosa de la sangre, se torna real en tanto pide a gritos los
niveles de nico- tina acostumbrados, es real en tanto se nos
compara social- mente y nuestra autoestima está bajo un
ataque impiadoso y constante, y adquiere concreta realidad
en tanto la angustia que sentimos a diario debe ser
apaciguada por algún método que nos reubique en la
sensación de algún placer... ¿Usted nunca tuvo una
sensación de angustia indescriptible, un vacío, una
insatisfacción constante que lo llevó casi mecánicamente a
buscar algún tipo de placer que compense este estado?
Aquí está el problema: esa búsqueda de placer, muchas
ve- ces prefabricada, nos conduce discretamente a una red
adictiva altamente peligrosa, nos hace formar parte de ella
y nos obliga a satisfacer sus pedidos desmedidos como
fieles súbditos. Cree- mos que vamos en busca de placer y

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01 cap 1 23/11/06 14:39 Page 34

alivio, pero sólo nos da- mos cuenta de lo artificial de este


entramado cuando las conse- cuencias indeseadas nos
tocan el cuerpo y el alma. Es decir: la red le proveerá tanto
la solución inmediata a su malestar como

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la sensación de vacío y angustia posterior que lo


reconducirá a la red inevitablemente en busca de una nueva
dosis de alivio. Y así, sucumbimos en el discreto encanto
de la telaraña.

1.2. LA TRAMA VISCOSA

Probablemente usted esté en un punto en el que sus pro-


pios pensamientos lo envuelven, las colaciones se cuelan
por su boca sin permiso, la comida le gana… Es
inexplicable, el sufrimiento es enorme… Y la telaraña que
lo envuelve es in- mensa. ¿De dónde se teje? ¿Quién la
teje? ¿Será posible des- tejerla? ¿Será posible salir de esta
maraña? No lo sabe, no tie- ne respuestas; aunque, en
realidad, tal vez no sea una cues- tión de respuestas, sino
de formular las preguntas correctas para acceder a las
claves de lo que le sucede.
Y ¿qué es lo que le sucede? Está gordo y no puede parar
de comer. Si bien adelgaza de lunes a viernes, engorda de
viernes a lunes; se siente inseguro, resentido y escéptico, a
fuerza de no saber cómo vestirse, se tapa con mantos
negros o grises; conoce todas las dietas pero nunca
adelgaza; vive es- peculando y calculando en vano, porque
cae en actitudes desmesuradas que lo llevan a perder su
talle y a no poder sa- lir a la calle. En fin, vive fluctuando
entre el control y la des- mesura, entre la responsabilidad y
la impunidad.
¿No está agotado? Usted mismo ha tejido esta red,
como la araña, para que la presa, que es la comida, no se le
esca- pe. Primero tejió el entramado básico, dispuso todas
las si- tuaciones en pos de comer más; luego empezó a
tender las redes transversales a partir de distintas excusas,
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permisos ta- les como “un pedacito de chocolate no me


hará nada” y así fue sumando pedacito tras pedacito, hasta
comer una barra entera; por último, trazó una espiral
desde el centro hacia la

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periferia y la bañó de actos compulsivos, irreflexivos e


incon- trolables y entonces, sentado en el tamaño de su
propia obra, se dispuso a esperar el próximo bocado.
Se conocen las consecuencias de todo proceso adictivo
en el largo plazo, pero no quiero detenerme en ellas, sino
desta- car las similitudes de unas adicciones con otras. Por
otra par- te, la experiencia y el estudio demuestran que el
miedo no es efectivo para combatir la adicción. Si bien es
cierto que toda adicción puede matar alterando la química
cerebral y los es- quemas de pensamiento, lo importante
para poder despegar- nos de la red es centrarnos en la
esencia del vínculo nocivo y buscar estrategias que nos
fortalezcan para poder decir: “¡Basta! ¡Hasta acá llegué!”.
No sólo en las consecuencias de la adicción
encontramos semejanzas sino también en sus causas.
Preguntarse qué tienen en común un alcohólico, un
fumador, un jugador compulsivo, un obeso, un sexópata, un
adicto al trabajo o al deporte es el primer paso para
comprobarlo. El lugar común, el punto de encuentro entre
las diversas adicciones, parece ser la fuga de una realidad
“dolorosa” y estresante y, en contrapartida, la bús- queda
del placer inmediato. Será este “falso placer”, esta eufo- ria
efímera, la gran protagonista, como la araña que, con su red
y sus múltiples formas, nos tienta y nos guía, nuevamente,
por el falso camino hacia la satisfacción inmediata, es
decir, por un camino que no nos deje salirnos nunca de su
propia senda o, lo que es peor, un camino que nos obligue a
girar cíclica y cró- nicamente hacia el mismo punto de
partida.
Cuando comencé mi actividad en los grupos Gama,
hace ya muchos años, practiqué una metodología de
tratamiento día a día y cara a cara con el paciente excedido
de peso. Ya en ese entonces me llamaba la atención lo

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parecido que era el comportamiento de una persona obesa


con las conductas ca- racterísticas de los adictos a distintas
sustancias o actividades.

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Observé que los pacientes desplegaban casi sin darse


cuenta dos estrategias opuestas ya que, por un lado,
querían bajar de peso pero, por otro, no podían dejar de
pensar en la co- mida y estaban muy ansiosos, sin saber
dónde descargar la energía que habían puesto siempre en
el comer. Ellos sabían que pocas veces comían porque
tenían hambre, que vivían de atracón en atracón porque la
comida se había transfor- mado en sus vidas en una suerte
de cable a tierra. Si embar- go, seguían sin poder dominar
ese impulso y sólo intentaban parar cuando el cuerpo les
daba señales de alarma, cuando les costaba moverse o no
tenían qué ponerse y ya no había más lugar para el
autoengaño.
La gordura es progresiva, permanece agazapada y va
apare- ciendo de a poco. No llegamos a pesar cien kilos de
un día pa- ra otro, pero vamos creciendo en centímetros día
a día. Y en- tonces un día nos miramos al espejo y no nos
reconocemos en esa imagen; los números de la balanza han
llegado al máximo y ya no podemos decir que el espejo
engorda o que la balanza funciona mal. Ya no podemos
echarle la culpa al puchero de la noche anterior, sino a
todos los pucheros, asados y facturas que fuimos metiendo
en ese cuerpo que ahora dice “¡Basta!”, por- que está a
punto de explotar. En esta instancia descubrimos que la
obesidad no es un síntoma aislado o un desborde físico,
sino que obedece a una conducta de base que la sostiene,
ligada con el descontrol, con el autoengaño, con la falta de
límites y la de- pendencia, es decir, con todos los
mecanismos que también subyacen en cualquier otra
adicción. Este factor común que preexiste en toda
conducta adictiva desemboca en una idea cla- ve: asumir
que la obesidad es el síntoma de una adicción y que ésta es
una parte importantísima de la gran red de adicciones que
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nos bombardea desde el mundo exterior en el que vivimos.


A esta altura quizás usted piense que se equivocó de libro.
Porque probablemente buscaba un libro más para adelgazar
y

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se encontró con la novedad de que ahora, además de ser


gordo, también se lo acusa de ¡adicto! No se asuste. No todas
las per- sonas con problemas de peso son adictas. Tampoco
se asuste si se lo compara con un alcohólico o con un
jugador compulsivo. La cuestión adictiva surge cuando llega
el momento en que us- ted quiere sacarse el problema de
encima y no puede. Y si refle- xiona un instante, verá que
lo único que ha hecho hasta ese momento es desplegar un
conjunto de artimañas al servicio de seguir comiendo, muy
parecidas a las utilizadas por un adicto cuando no puede
abandonar la droga, o el alcohol o el tabaco. Es frecuente
que las personas nieguen o ignoren sus carac- terísticas
adictivas y no reconozcan las señales de alarma. En lí- neas
generales, la esencia adictiva se revela a partir de actitudes
tales como frustrarse fácilmente, volverse inconstantes,
ansio- sos, impulsivos e intolerantes y disponer y adaptar el
entorno en pos de una búsqueda irrefrenable de placer
inmediato. ¿A usted le pasa algo parecido? ¿Siente que
quiere adelgazar pero no lo consigue más allá de toda la
fuerza de voluntad que em- plea en ello? ¿Da vueltas y
siempre se encuentra en el mismo punto de partida: gordo,
siempre a dieta, frustrado y con años de impotencia frente a
un problema que se instaló en su vida para quedarse y que
le impide renovar las esperanzas e imagi-
nar estar mejor, bastante mejor?
Es lógico que ya no crea en nada, que esté desanimado.
Sin embargo, yo le pido tranquilidad, porque sé que usted
quiere todo ya. Su ansiedad es tal que probablemente
ahora haya trasladado su frecuencia masticatoria a la
lectura de es- te libro y quiera devorarlo, conocer ya
mismo el final. En- tonces le pido calma, bajar los
decibeles, comenzar a contro- lar la ansiedad, la
impulsividad, aunque más no sea, por ahora, para leer

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01 cap 1 23/11/06 14:39 Page 38

atentamente este libro.


El mundo está inundado de teorías y bases científicas
res- pecto de la adicción. Pero, más allá de la adicción
biológica,

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lo que sí existe en todos los casos es una actitud-conducta-


adictiva de uno hacia un objeto-calmante. Porque si empe-
zamos a tomar distancia de lo que nos desborda y luego de
un tiempo tenemos ante el mismo objeto una sensación in-
terna de indiferencia, ésta no es producto de una estructu-
ra elaborada. Esto indica que existe un problema con el
vínculo. Es decir que más allá de una determinada sustan-
cia existe un comportamiento adictivo, una conducta, que
puede extrapolarse o trasladarse a otros vínculos, ya sea
con personas o con objetos.
Cabe ahora preguntarnos cómo puede quedar atrapado
en la red adictiva alguien como usted o como cualquier
otra persona común. En principio, no es necesario reunir
mu- chas de las características de una personalidad
adictiva o es- tar perturbado emocionalmente para quedar
anclado en es- te lugar. Lo que sucede es que la memoria
imprime en su ce- rebro una experiencia enmarcada por
una actividad o sus- tancia que le resultó placentera o
confortable. Luego, cuan- do usted experimenta una alta
carga de stress, se dirige a buscar esa actividad o sustancia
que le brindó satisfacción. Surge la idea (casi
obsesivamente) del alivio, muleta o cable a tierra, que no
resuelve pero calma. Y así se cierra el círcu- lo vicioso,
porque dichos elementos se convierten paulatina- mente
en sus enemigos, propiciando su caída.
Seguramente creerá que los adictos son aquellos que es-
tán consumiendo desesperadamente las veinticuatro horas
del día, pero la realidad nos revela que su característica es
no poder salir una vez que entra en contacto con la sustan-
cia, o recaer frente a situaciones frustrantes. De hecho, la
mayoría de los adictos no consumen diariamente, sino es-
porádicamente, alternando el uso diario con períodos de
abstinencia o de uso controlado. Y ésta es una de las cla-
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ves para los que son adictos se asuman como tales, dado

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que la mayoría niega su adicción diciéndose: “Si yo no to-


mo todos los días, ¿cómo voy a tener un problema?”, o
bien, “Yo sólo uso cocaína los fines de semana, si fuera
adicto la usaría todo el tiempo”.4
Sin embargo, no importa tanto la frecuencia del consu-
mo sino cómo el consumo afecta la vida. En rigor, una dro-
ga o actividad es una adicción si causa problemas en su vi-
da y, si a pesar de ellos, usted continúa tomándola o
hacién- dola de todas formas.
El otro factor a considerar es para qué se usa esa droga
o se realiza esa actividad. Básicamente, si una persona
utiliza una sustancia o reitera un comportamiento con el fin
de cambiar su estado de ánimo es porque su propio humor
es intolerable, y es en ese punto cuando podemos decir que
es- tá gravitando en dirección a la adicción.
¿Dónde reside, entonces, la fuente de la adicción?
¿Qué lo lleva a sucumbir repetidamente en las redes de la
telara- ña? Muchas veces ingresamos en la red detrás de
diferentes máscaras: nuestro espectro adictivo se amplía
hasta trans- formarnos en poliadictos. De hecho, hay
adicciones que parecen ir de la mano. Por ejemplo, la
adicción al sexo fre- cuentemente se asocia con el abuso
de alcohol y drogas. De forma similar, muchos
anoréxicos y bulímicos son gimnas- tas compulsivos, o
los jugadores son, en general, fervientes fumadores.
Muchos obesos son también alcohólicos… Nuevamente,
la realidad de las adicciones combinadas o
interadicciones, revela que la manifestación de la
conducta adictiva si bien adquiere forma singular, propia
y personal
—tabaco, alcohol, comida, droga, sexo, trabajo—, nace de

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4. Washton, A. y Boundy, D., Willpower’s Not Enough. Recovering from


Addictions of Every Kind, Harper Collins, New York, 1989.

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un mismo y común origen: la insatisfacción y la búsque-


da del placer inmediato que diluya rápida y vorazmente
aquello que me lastima, me angustia, me enfurece o me
ata. Curiosamente, intentamos frenar el dolor con un do-
lor nuevo, desatarnos de alguien atándonos a otro, apaci-
guar los kilos abrumantes con un poco más de kilos dis-
frazados de alivio. Quizá sólo se trate de no masticar los
dolores, ni las angustias, ni los desamores… Quizá la
lla- ve, la primera llave hacia uno mismo, sea hacer
circular los problemas por el carril que les toca sin
descarrilarlos hacia la compulsión y la desmesura…
Es así que una adicción se alimenta de otra y por ende se
produce un mecanismo muy complejo porque, cuando se
logra frenar una adicción, en general se crea una nueva, o
brota algu- na otra que subyacía disimulada por la anterior.
Ésta resulta ser una de las claves para la comprensión del
comportamiento com- pulsivo, porque si bien durante años
se ha culpado a las drogas por la adicción que generan,
observamos que eliminando la dro- ga el problema no se
resuelve, ya que lo más probable será que nos hagamos
adictos a actividades que no involucran químicos como las
compras compulsivas, el trabajo, la televisión, internet,
etcétera, es decir: una “transferencia de adicciones”.
Por lo tanto, para recuperarnos de una adicción, frenar
un determinado comportamiento es sólo una parte del
proceso, hay mucho más por hacer que la eliminación de la
sustancia o la supresión de la actividad. El cambio
necesario para la autén- tica recuperación debe realizarse
sobre nuestro sistema de creencias, sobre nuestros
pensamientos, sobre nuestras ideas, lo que en definitiva
cambiará nuestro estilo de vida y nuestras actitudes,
nuestro modo de enfrentar los problemas, y redun- dará en
un conocimiento profundo de nuestras necesidades fí-
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sicas, emocionales, sociales y espirituales. En otras


palabras: si no cambiamos el modo en que vivimos y las
creencias que lo

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respalda, cuando dejemos una adicción lo más probable


será que se despierte en nosotros otra que reemplace a la
anterior.
¿Cuál es el denominador común en todas las instancias
de la adicción? No es un químico particular, o lo que la
sustancia produzca en nuestro ánimo o nuestro cerebro; eso
dependerá y variará de acuerdo con una adicción u otra. Lo
que está pre- sente en todos los casos de adicción es el
adicto. Es nuestro de- sequilibrio interior lo que nos hace
tan vulnerables y no la sus- tancia o las actividades en sí
mismas. Es decir: la verdadera fuente de la mentira de la
adicción está dentro de nosotros.
Entonces, la red nos seducirá con sus falsas imágenes
de estados inigualables, con sus maravillas entretejidas a
partir de la alteración de los sentidos. Pero lo que no nos
mostrará es lo que esconde, lo que hay detrás de ella; no
nos indicará que más allá de ese fugaz paraíso se eleva un
desierto feroz en el que los hilos ilusorios de los cuales
sostenerse se han esfu- mado, y en el que sólo se encuentra
la araña con su avidez desmesurada, lista para devorarnos.
“La adicción se apodera de hombres y mujeres cuya
vida cotidiana se parece a un vagabundeo por el desierto,
despoja- da de todo placer y de todo alimento espiritual.
Cuando algo transporta a las personas a una realidad
completamente dife- rente, la mayoría acepta la oferta
sencillamente porque ningu- na otra cosa le promete nada.
Pero tal como ocurre por ejem- plo con el alcohol, lo que
comienza como una búsqueda de placer, pronto se
convierte en una lucha constante para evitar el dolor. En la
mayoría de las adicciones a drogas, en estado avanzado, los
efectos debilitantes de la abstinencia son más du- raderos
que cualquier vuelo eufórico y, en todo caso, el vuelo se
vuelve casi imposible de lograr a medida que el cuerpo de-
sarrolla tolerancia a la sustancia adictiva. Pronto el hábito

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de drogarse persiste sólo para mantener a raya el síndrome


de abs- tinencia, y no quedan dudas: eso que parecía la
entrada al pa- raíso se ha abierto sobre un desierto
diferente”, afirma Deepak

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Chopra.5 Y ese desierto diferente es la nada, el sinsentido, la


desprotección. Es, en definitiva, el preámbulo del fin.

1.3. ¿QUÉ ES LA ADICCIÓN?

El diccionario de la Real Academia Española define la


palabra adicción como: “El hábito de quienes se dejan
dominar por el uso de alguna o varias drogas tóxicas”. Por su
parte, la Organización Mundial de la Salud sostiene que la
adicción es: “Un estado de intoxicación crónica y periódica
originada por el consumo repe- tido de una droga, natural o
sintética, caracterizada por: a) una compulsión a continuar
consumiendo por cualquier medio; b) una tendencia al
aumento de la dosis; c) una dependencia psíqui- ca y
generalmente física de los efectos; y d) una conducta con
consecuencias perjudiciales para el individuo y la sociedad”.
Asimismo, etimológicamente la palabra adicción proviene del
verbo latino addicere, que significa “entregarse o rendirse” y,
a su vez, adicto proviene del término addictus que significa
“esclavo por deudas” y también “sin palabras” o “el que se
queda sin palabras”. Resulta interesante analizar estas
definiciones para entender, por un lado, una de las
creencias más erróneas que existen en torno de las
adicciones y para explicar, por otro, cómo concibo, desde mi
tratamiento, la dependencia. Tal como la definición
expuesta en el diccionario de la Real Academia Española lo
ma- nifiesta, la sociedad persiste en cultivar ciertas creencias
falsas so- bre la adicción. Así, es bastante frecuente asociar
la adicción con una falla moral o con una personalidad
defectuosa: el adicto es, por lo tanto, inmoral, débil, “malo”
y defectuoso; es alguien que se entregó, que se rindió.
Frente a esta sanción social, es normal que la negación de la
adicción sea la reacción primera y que nos
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5. Chopra, Deepak, Vencer las adicciones, Ediciones B, Buenos Aires, 2006.

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cueste o moleste pensar en nuestro problema de


dependencia desde la perspectiva de las adicciones.
Por su parte, la etimología de la palabra es bastante elo-
cuente al respecto: un adicto es quien se entrega o se rinde,
quien se torna esclavo de sus propias tendencias
compulsivas, quien se queda sin palabras para comunicarse
con su entorno se aísla. ¿No le resulta familiar esa
sensación de esclavitud?
Asimismo, la definición de la OMS refiere más a una
“in- toxicación” que deviene de una compulsión, una
tendencia, una dependencia, las cuales, a su vez, generan
conductas per- judiciales. En realidad, lo que subyace, lo
que es previo a la in- toxicación, es también una conducta
perjudicial.
Es por eso que la adicción es en sí enigmática, porque
para al- gunos es consecuencia de un desborde y, para otros,
es el desbor- de mismo. En realidad, son distintas formas de
designar un esta- do que, aunque se presente en actividad,
deviene de una gran pa- rálisis, similar a la que produce el
veneno de la araña cuando ata- ca a su víctima. Ahora bien,
dicha actividad-parálisis presenta una serie de rasgos que
conforman la base del entramado adicti- vo. Son la
compulsión, la dependencia, la regularidad y el dete- rioro.
Sin embargo, un elemento esencial a rescatar en este con-
junto de atributos que hacen al comportamiento adictivo es
el hecho de que la adicción no es una cuestión de todo o
nada… En términos generales, llegar a ser adicto es un
proceso gradual medido por la intensidad y la regularidad de
la compulsión, la profundidad de la dependencia y el grado
de deterioro.

1.3.1. La personalidad adictiva

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En los últimos tiempos hemos escuchado hablar mucho


so- bre la personalidad adictiva, y es verdad que ésta existe,
como también es cierto que se incrementaron las
posibilidades de padecer una adicción a algo.

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Es fácil pensar que la característica de la personalidad


cau- sa la adicción, pero el problema hoy día va mucho más
allá. Existe un sistema de creencias instalado que
contribuye a la adicción, y quizá se sienta identificado con
alguna de ellas. El siguiente esquema refleja, en líneas
generales, los distintos ele- mentos que conforman la
personalidad adictiva, cómo es uti- lizada la droga para
bloquearlos, potenciarlos, disimularlos, o bien olvidarlos, y
cómo esta personalidad se ve favorecida por un entorno
tóxico que le ofrece QUIETUD, STRESS, CON- SUMO e
INMEDIATEZ:

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1.3.2. Sustancias versus Actividades

¿Se puede hablar de adicción o de dependencia


psicológica cuando no hay sustancia nociva involucrada
(como es el caso de los alimentos) o cuando no hay ni
siquiera sustancia sino una conducta (como es el caso del
trabajo, el deporte o la televisión)? Existe cierta controversia
en la literatura específica para des- cribir como adicción
actividades que no implican sustancias químicas
intrínsecamente nocivas o drogas (i)legales que no re- sultan
necesarias para la supervivencia (cocaína, heroína; alco-
hol; tabaco; abuso de fármacos). Ahora bien, la adicción
produ- ce un cambio en la química cerebral; el abuso de las
sustancias que hemos mencionado lo realiza de una manera
intensa y evi- dente. Hay estudios que demuestran que
determinados compor- tamientos afectan la química del
cerebro del mismo modo que la dependencia a una sustancia,
es decir que desde una cierta con- ducta con motivación
psico-social (y con características precisas) se puede
producir una alteración de la química de su cerebro del
mismo modo que se produce en las adicciones clásicas.
Considerando esta premisa, veamos qué adicciones se
reco- nocen en un inventario básico. Empecemos por hablar
de Sín- drome Adictivo como para evitar ciertos rótulos que
nos hagan perder de vista la gradualidad y complejidad del
fenómeno que buscamos comprender. Este síndrome (cuyas
cuatro caracterís- ticas fundamentales hemos listado
previamente) puede manifes- tarse en Adicciones de Conducta
y Adicciones de Ingesta. Ambos tipos de adicciones se
relacionan con una Patología Vincular. No se trata tanto de
la cosa, la actividad o la sustancia, sino de la re- lación de
las personas con estos elementos. Quizá las sustancias no
son ni adictivas per se ni son las “causantes” de la relación
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adictiva; quizá se trate tan sólo de “idiotas útiles”


manipulados por todos aquellos que sentimos en algún
momento la necesi- dad de “más” (de “mucho, más, ¡y
ya!”).

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1.3.2.1. Clasificación de las adicciones

ADICCIONES DE CONDUCTA
Adicción a comer Adicción al juego Adicción al sexo Adicción a las relaciones
- A los otros
A los romances
Co-Dependencia Adicción a la religión6
- A las sectas Adicción al trabajo
Adicción a las compras
Adicción a la televisión, a Internet, a la telefonía celular

ADICCIONES DE INGESTA
A la comida (en general, a ciertos alimentos) Al alcohol
A la cocaína Al tabaco
A los sedantes e hipnóticos A las anfetaminas
Al éxtasis A la heroína
Al opio

¿Todas las gorduras son hijas de la adicción: a la


comida, al exceso, al comer…? Hay distintos grados de
adicción en la

6. Nota del Autor: Quiero dejar en claro que cuando hablo de Adicción a la
reli- gión no me estoy refiriendo a los creyentes. Pienso en aquellas personas
que usan de la religión como un método de autocontrol sumamente rígido, de
suspensión de la vida; un vehículo que justifique cualquier prejuicio y un
signo inequívoco de culpa y vergüenza autodestructiva.
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obesidad que no existen en las drogas. Si la adicción


provo- ca mucha gordura puede tener un nivel de
gravedad clínica. Si la adicción no genera mucha gordura,
y se sostiene en el tiempo, puede generar gravedad
psicológica: querer y no poder. Si el cuerpo además
responde susceptiblemente al ex- ceso, la adicción es más
peligrosa porque provoca daños co- laterales (acá
intervienen los genes: gordos “sanos”). No dra- matice su
gordura. Usted quiere salir y no puede. Así que, o bien
dice “Basta, se terminó”, o bien acude a un trata- miento
para encontrar en su interior los recursos y las he-
rramientas para poder salir.

1.3.2.2. El circuito adictivo

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Si, como dice Marilyn Manson (ícono andrógino de


nues- tro tiempo): “Hay un hoyo en nuestras almas que
llenamos con droga y nos sentimos bien”, entonces
podemos preguntar- nos: ¿de dónde proviene ese hoyo? Tal
vez tenga que ver con el escaso tiempo destinado a
reflexionar, por lo que todo el pla- cer se encuentra sólo a
través de intermediarios: un cigarrillo, la heladera o un
golpe de descarga. Tengo una dinámica de ac- ción, pero no
una filosofía de vida. Sé cómo ir, pero no adónde voy. En el
fondo, con tanto exceso, finalmente todo es ausen- cia,
porque lo que falta es lo más importante: lo que falta es
conocer mi alma, mi espíritu. Lo que falta es, en definitiva,
aprender a crear desde adentro. No sólo ser osados y
enfrentar los riesgos, tal como hizo Aracné con Atenea,
sino también po- der, al igual que ella antes de su
metamorfosis, tejer desde nuestro interior una obra
delicada, llena de redes sabias y de palabras que nos
permitan salir de ese hoyo, escapar del capu- llo, construir
un nuevo universo.
El destino de Aracné fue determinado por la voluntad
di- vina. Nada pudo hacer ella más que aceptar el castigo.
Sin em- bargo, quien cae en la red adictiva tiene una salida,
no está condenado, puede aún sufrir una metamorfosis y
despegarse definitivamente de esa trama nociva.
En el siguiente capítulo nos detendremos en ciertos
víncu- los adictivos que hemos denominado “Relaciones
pegajosas”. Nos referiremos a los distintos mecanismos que
llevan a una persona a convertirse en adicta a actividades
tales como el jue- go, el ejercicio, el sexo, el trabajo, la
televisión o a la web, y analizaremos las características de
cada tipo de adicción.

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RESPUESTAS CONCRETAS A PREGUNTAS POSIBLES

• ¿Es común la adicción?

La adicción es más común de lo que uno cree y lo


más probable es que también usted sea adicto. Diría
más, hoy en día todos somos voraces, invasivos u
obsesivos de algu- na actividad, sustancia o relación.
Poseemos una predis- posición que parte tanto de
nuestro entorno, como de las sustancias que ingerimos
habitualmente para gravitar ha- cia algún tipo de
desborde. La adicción es hija de la canti- dad y madre
del vacío, es consuelo para la soledad y arqueti- po del
consumo. También tiene sus raíces químicas y gené-
ticas. Se rige por una velocidad vertiginosa, tanto en la
in- fluencia aleatoria que posee en nuestros estados de
áni- mo, como en su capacidad de atraparnos casi
inmediata- mente en sus redes. Muchas veces es tan
común como in- visible, enigmática, huidiza y
polifacética. También es un darle vuelta al sentido de las
cosas, y nos afecta tanto vin- cular como
espiritualmente.

• ¿Soy gordo o soy adicto?

La adicción consiste, básicamente, en querer y no


po- der. El tema radica en identificar el problema.
Porque pa- recería ser que si se es gordo pero feliz, no
se es adicto; si se es alcohólico y feliz, no se es adicto.
¿Pero se puede ser obeso mórbido y ser feliz, o ser
adicto a la heroína y ser feliz? Creo que la falta de la
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propia autonomía en nuestra vida es clave para darnos


cuenta de las limitaciones que

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nos impone un desborde. Hay determinadas actividades


que ya no se pueden realizar y proyectos que quedan
fuera de nuestra agenda.
No es peyorativo ser adicto a algo; es un estado, no
una concepción del ser. Es decir, es una enfermedad,
mayor- mente social, y que nos está afectando tan
gravemente que nos lleva a un lugar donde habita el
sufrimiento.
Recientes estudios con imágenes tomadas del cerebro
de individuos obesos evidencian, igual que como ocurre
con un droga-dependiente, alteraciones similares en la
producción en exceso o deficiencia en varios agentes
químicos metabóli- cos y neuronales que regulan el
sistema de recompensa.

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Testimonios
LA PECERA

Estoy en un inmenso océano,


pero adentro de una pecera.
Curioseando me di cuenta
de que la pecera no tiene tapa.

Empecé a mover un poco


mis aletas, que hacía mucho no movía.
Sabía que al principio dolerían,
pero luego disfrutaría…
Quiero descubrir ese océano,
el océano de mi vida.

Un inmenso océano desconocido,


una pecera muy conocida.

Prefiero ser el
aprendiz más lento de
las olas, a ser el
ignorante
más sabio de la pecera.

Un inmenso océano desconocido,


Una pecera muy conocida.

Juanchi Quaranta
Sobre una idea de Héctor Shwartz

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