Вы находитесь на странице: 1из 8

ESTRATEGIA PARA LA JUVENTUD DEL MAÑANA

ALEJANDRA CASTRO VILLAMIL

UNIVERSIDAD MINUTO DE DIOS

DIRECCIONAMIENTO ESTRATEGICO DE LAS ORGANIZACIONES

DIPLOMADO

BOGOTÁ

2019

Contenido
ESTRATEGIA PARA LA JUVENTUD DEL MAÑANA................................................................3
Conclusión.........................................................................................................................................7
Bibliografía.........................................................................................................................................8

ESTRATEGIA PARA LA JUVENTUD DEL MAÑANA


La juventud, como categoría social, es un invento bastante reciente. Podría
definirse como un periodo de la vida de una persona en la que ya no se le considera niño
o niña, pero todavía no alcanza la autonomía adulta y, por supuesto, la autonomía tiene
todo que ver con la independencia económica. Pero en la Edad Media (y aún hoy, en
muchos entornos, especialmente rurales) cuando los niños empezaban a trabajar a los
siete años y las niñas se convertían en madres apenas les llegaba la regla, no había
espacio para algo así como la juventud o la adolescencia. Pero en los años 50, en los
países industrializados, el sistema económico dio paso a que hubiese hombres entre los
14 y 24 años que trabajaban en las grandes ciudades, con tiempo libre y no
necesariamente trabajos fijos. Por supuesto, todos estos “jóvenes” eran varones, las
mujeres no tenían ese lujo y pasaban de la niñez a la adultez con solo casarse o tener
hijos. Así, a mediados del siglo XX, comenzó la idea de que estos trabajadores “ociosos
pero con dinero” podían potenciar la delincuencia, o al menos la indisciplina. Y el
prejuicio de que los jóvenes son rebeldes e irresponsables viene desde entonces.

Según Sinek la infelicidad de mi generación se debe a estrategias de crianza fallidas con


padres y madres demasiado indulgentes, que nos decían que somos “especiales” todo el
tiempo, y que se iban a las escuelas a pelear para que nos pusieran buenas notas. Dice
también que a nosotros nos han dado “medallas por todo, incluso por llegar de últimos”.
Luego, afirma que somos una generación sin autoestima y adicta a la dopamina que
generan los likes en las redes sociales. Que los jóvenes se deprimen cuando alguien los
saca de Facebook, y que no hay “restricción de edad” para usar las peligrosas y adictivas
redes sociales, que compara con el cigarrillo y el alcohol. Y más: que nuestras amistades
son superficiales, que no sabemos manejar el estrés (Sinek celebra las prácticas de otras
generaciones en las que los jóvenes se hacían alcohólicos y ludópatas para manejar el
estrés) y que no logramos manejar la frustración porque obtenemos todo, en el momento
en que lo pedimos. Todo, salvo buenos sueldos, satisfacción laboral y relaciones
interpersonales significativas. Para Sinek los millennials no nos aguantamos más de
ocho meses en nuestros trabajos, y no tenemos paciencia (no se le ocurre que los sueldos
que nos ofrecen jamás alcanzarán para comprar una casa y mucho menos para ser fieles
a una empresa). Finalmente, afirma que tenemos que dejar los teléfonos inteligentes para
poder “disfrutar el mundo” que es donde “suceden las ideas” y la innovación, como si
esos mismos teléfonos no comunicaran ideas y no fueran fruto, precisamente, de la
innovación. 

La juventud está definida por sus formas de consumo. Quienes pueden pagar las
tecnologías que les permiten modificar y transformar sus cuerpos para ser “siempre
jóvenes”, lo serán.
 
Aunque las afirmaciones de Sinek fueron genéricas, insostenibles e incoherentes, el video
se hizo viral en segundos, pues repetía el discurso gastado sobre las nuevas generaciones:
que los “jóvenes de hoy” son rebeldes, flojos, peligrosos, desorganizados, egoístas y
superficiales. Y así se habla de los y las jóvenes, desde que se inventó la categoría
“juventud”.
La juventud, como categoría social, es un invento bastante reciente. Podría definirse como
un periodo de la vida de una persona en la que ya no se le considera niño o niña, pero
todavía no alcanza la autonomía adulta y, por supuesto, la autonomía tiene todo que ver con
la independencia económica. Pero en la Edad Media (y aún hoy, en muchos entornos,
especialmente rurales) cuando los niños empezaban a trabajar a los siete años y las niñas se
convertían en madres apenas les llegaba la regla, no había espacio para algo así como la
juventud o la adolescencia. Pero en los años 50, en los países industrializados, el sistema
económico dio paso a que hubiese hombres entre los 14 y 24 años que trabajaban en las
grandes ciudades, con tiempo libre y no necesariamente trabajos fijos. Por supuesto, todos
estos “jóvenes” eran varones, las mujeres no tenían ese lujo y pasaban de la niñez a la
adultez con solo casarse o tener hijos. Así, a mediados del siglo XX, comenzó la idea de
que estos trabajadores “ociosos pero con dinero” podían potenciar la delincuencia, o al
menos la indisciplina. Y el prejuicio de que los jóvenes son rebeldes e irresponsables viene
desde entonces. 
Esta cadena de representaciones provocó un pánico moral que sigue existiendo hoy en día,
y que se evidencia cuando la gente se asusta incluso con los millenials, que bien pueden ser
la generación más zanahoria y responsable de todas. Pasamos de sociedades agrícolas a
posindustriales, y hoy, algunos dirán, digitales, aunque la verdad es que esa transición no es
lineal: en el siglo XXI las tres (y muchas más) conviven en simultáneo, y la juventud hoy,
más que de la edad, depende del sexo, de la nacionalidad, de la raza y de la clase social. En
realidad, no es cierto que las relaciones entre edades (jóvenes y adultos) generen cambio en
una sociedad. Es al contrario: los cambios en las sociedades explican las relaciones entre
una edad y otra. 

Pareciera que lo único que persiste en la discusión sobre los jóvenes es su representación.
Por un lado, “los jóvenes” se representan como unas amenazas (incontrolables e
inacabadas) y por eso deben ser “domesticados”. Por el otro, “los jóvenes” son “la
esperanza”, intrínsecamente buenos y vulnerables. Y esta idea legitima la intervención de
los estados en el control y la protección de los jóvenes con intervenciones que, si bien son
necesarias, no logran dejar de ser condescendientes.

Por este motivo, considero que debería ser labor de empresas, universidades y sector
público trabajar, de forma coordinada, para promover espacios en los cuales estos jóvenes
puedan tener participación para compartir con la sociedad su visión del futuro.
Sería una gran oportunidad posibilitar que su creatividad, energía, ideas, propósitos e
inspiración se unieran para crear soluciones duraderas para nuestro presente y futuro, pues
es en ellos en quienes estará el poder de transformar las realidades que actualmente
agobian.

Hay muchas maneras en las que pueden transformar el mundo que hoy conocemos;
tenemos desde emprendedores con una fuerte preocupación por la sostenibilidad, pasando
por aquellos que se dedican por completo a la filantropía, así como jóvenes investigadores
y científicos, y también están aquellos que deciden participar en política para hacerse oír.
Sin duda, hacer esto visible inspirará a que muchos quieran seguir sus pasos.

Sus intereses están dirigidos a temas que, aunque se han venido tratando desde hace años,
requieren de una participación más activa y transformadora: reducción de la pobreza,
desigualdad de género, falta de acceso a la tecnología de muchas comunidades, poco acceso
a educación y salud de calidad, contaminación de los océanos, calentamiento global,
extinción de especies, aumento del empleo informal, entre otros. Cuando lleguemos a que
los jóvenes asuman estas causas como propias, tendremos gobiernos, empresas y todo tipo
de instituciones que pondrán al ser humano y la preservación de nuestro planeta.

Alrededor del mundo, tenemos grandes ejemplos de cómo un buen líder puede sumar al
bienestar de todos; ejemplos que reflejan que lo que hace la diferencia es no esperar a que
otros lo hagan: líderes que en África caminan horas para llevar a poblaciones aisladas
computadores, y preparar a profesores y niños en el desarrollo de habilidades informáticas;
jóvenes que saben que a diario mueren niños por no poder acceder a productos básicos, y
deciden ayudar con pasión a solucionar esta problemática, llevando alimentos y medicinas
para mejorar la salud de estas comunidades

Vemos que, así como otros lo hacen en distintas latitudes, muchos jóvenes en Colombia
vienen trabajando desinteresadamente, ayudando a mejorar las realidades de muchas de
nuestras comunidades que se enfrentan a diario a diversas dificultades. Es por esta razón
que considero fundamental incentivar la creación de muchos más espacios de cooperación
entre ciudadanos que quieran dejar huella y generar un impacto importante en diversas
regiones.
Conclusión

En la situación actual de Colombia, necesitamos de esos jóvenes que, con sus


ganas de vivir, sueños, pasiones e ilusiones, construyan un mejor país. Jóvenes que
impulsen la creación de nuevas empresas, que le permitan el acceso al trabajo digno a
muchas personas, mejorando su calidad de vida y dignidad; jóvenes que con voluntad de
servicio hagan política honestamente; jóvenes interesados en proteger el medio
ambiente; jóvenes que integren a aquellos que fueron afectados por la guerra, o que
hicieron parte de ella, para que nunca más miren hacia atrás, sino que vean en el futuro
del país una fuente de innumerables oportunidades.

Bibliografía
Bradford, H. (19 de Junio de 2017). Portafolio. Obtenido de Portafolio.

1
[ CITATION Cat17 \l 9226 ] [ CITATION Hen17 \l 9226 ]
Navarro, C. R. (28 de Marzo de 2017). El Espectador. Obtenido de El Espectador:
https://www.elespectador.com/cromos/columnistas/la-juventud-ayer-hoy-y-manana-
24906

Вам также может понравиться