Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Mi primer trabajo, emprendido para resolver las dudas que me asaltaban, fue una
revisión crítica de la filosofía hegeliana del derecho... El resultado general a que llegué y que,
una vez obtenido, sirvió de hilo conductor a mis estudios puede resumirse así: en la
producción social de la existencia, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e
independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una determinada
fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de
producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se eleva un
edificio [Uberbau] jurídico y político y a la que corresponden determinadas formas de
conciencia social. El modo de producción de la vida material determina [bedingen] el proceso
de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que
determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia...
Marx K., Prólogo a Contribución a la crítica de la economía política, en: MARX K., Introducción
general a la crítica de la economía política/ 1857, 1973, Buenos Aires, Cuadernos de Pasado y
Presente, 35.
“Pero la esencia humana -decía Marx en su VI tesis sobre Feuerbach- no es una
abstracción inherente al individuo aislado. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones
sociales”...
Marx da a sus convicciones un punto de partida lógico; precisamente, la convicción de
que el hombre, como especie y como individuo que representa un ejemplar de esta especie, es
el producto del desarrollo histórico, vale decir, un producto social...
Marx no sólo afirma que el hombre está ligado al mundo y a la sociedad, sino además
que está constituido, creado por este mundo,..
Si admitimos que no es la conciencia de los hombres la que determina su condición,
sino que es su condición lo que determina su conciencia; que las opiniones, las actitudes, las
evaluaciones, etc., son un producto histórico determinado por la acción recíproca de la base y
la superestructura (...) entonces debemos admitir que es la estructura de las relaciones
sociales, en primer término, de las relaciones de producción, la que determina qué es el
hombre en condiciones determinadas. Estas relaciones están en la base de la conciencia
humana; ellas son las que crean a éstas, aunque el proceso de esa creación sea complejo en
extremo. Lo que los filósofos llaman la “naturaleza humana”, o bien la “esencia del hombre”, se
reduce, por lo tanto, al papel de un producto, o, en otros términos, al papel de una función de
las relaciones sociales.
El hombre nace en una sociedad definida, dentro de condiciones y relaciones sociales y
humanas determinadas que él no escoge, sino que le son dadas como resultado de la actividad
de las generaciones precedentes. Y es sobre una base determinada por relaciones sociales que
son lo que son porque se fundan sobre relaciones de producción, que se levanta todo un
edificio complejo de opiniones, de sistemas de valores y de instituciones. La capacidad de
juzgar lo que está bien y lo que está mal, lo que es digno y lo que no lo es, vale decir, en una
palabra, el sistema definido de los valores, es socialmente dado, del mismo modo que el
conocimiento del mudo, que es determinado por el desarrollo histórico de la sociedad. En este
sentido, las relaciones sociales introducen la conciencia social predominante, forman al
individuo que nace y vive dentro de una sociedad dada. En este sentido, las relaciones sociales
crean al individuo.
Schaff A., La concepción marxista del individuo, en: Moral y sociedad, 1967,Córdoba, Editorial
Universitaria de Córdoba.
LIBRO I
Pues el buey hace las veces de criado para los pobres. Por
tanto, la comunidad constituida naturalmente para la vida
de cada día 11 es la casa n,
a cuyos miembros Carondas
llama «de la misma panera», y Epiménides de Creta «del
mismo comedero» 13, Y la primera comunidad formada de
varias casas a causa de las necesidades no cotidianas es
la aldea.
6 Precisamente la aldea en su forma natural parece ser
una colonia 14 de la casa, y algunos llaman a sus miembros
«hermanos de leche», «hijos
e hijos de hijos». Por eso
también al principio las ciudades estaban gobernadas por
reyes, como todavía hoy los bárbaros 15: resultaron de la
11 En este pasaje la familia parece tener un fin algo diferente del indi
cado en 1252a2ó-34.
12 El término griego oikía lo traducimos en el sentido amplio de «ca
sa» como unidad familiar, constituida por el hombre, la mujer, los hijos,
los esclavos y los bienes.
13 Para mostrar que la familia tiene su origen en la satisfacción de
las necesidades de la vida de cada día, Aristóteles nos da los nombres
que los antiguos aplican a sus miembros. — Carondas fue legislador de
Catania, cf. Política II 12, 1274a 23. Era un aristócrata y vivió probable
mente en el s. vi a. C. — De Epiménides de Festos (Creta) no se conoce
con seguridad la cronología. Pasa, según algunos testimonios, por ser
el último de los Siete Sabios de Grecia. Plutarco, en Solón, 12, dice de
‘ él «que era amado de los dioses, inteligente en las cosas divinas y posee
dor de la sabiduría profètica y misteriosa».
14 Se encuentra una expresión semejante en P latón , Leyes VI 776a.
En griego hay un cierto juego de palabras entre apoikía, colonia, y oikía,
casa, que no se puede recoger en la traducción. Aristóteles parece tener
presente en todo este capítulo segundo, Leyes III 680 y ss., donde Platón
se refiere también al pasaje de Homero para probar que en otro tiempo
predominaba la realeza patriarcal.
15 Los bárbaros por oposición a los griegos. El término griego que
lo expresa es éthnos-, indica un grupo de hombres de la misma raza, el
conjunto de una tribu o un pueblo que se opone generalmente a lo que
se define con el término pòlis.
LIBRO I 7
unión de personas sometidas a reyes, ya que toda casa está
regida por el más anciano, y, por lo tanto, también las
colonias a causa de su parentesco. Y eso es lo que dice
Homero 16:
Cada uno es legislador de sus hijos y esposas,
pues antiguamente vivían dispersos. Y todos los hombres
dicen que por eso los dioses se gobiernan monárquicamen
te, porque también ellos al principio, y algunos aún ahora,
así se gobernaban; de la
misma manera que
los hombres
los representan a su imagen 17s así también asemejan a la
suya la vida de los dioses.
La comunidad perfecta de
varias aldeas es la ciudad,
que tiene ya, por así decirlo, el nivel más
alto de autosufi
ciencia 18, que nació a causa de las necesidades de la vida,
pero subsiste para el vivir bien 19. De
aquí que toda ciudad
es por naturaleza, si también lo son las comunidades pri
meras. La ciudad es
el fin de aquéllas, y la naturaleza es
fin. En efecto, lo que cada cosa es, un vez cumplido su
desarrollo, decimos que es su naturaleza, así de un hom-
Sobre la adminis-
Una vez que está claro de qué partes 3 1253
•. . , ,,
consta la cmdad' es ne« s arl° hablar, en
1
troció* doméstica.
Elementos que la primer lugar, de la administración de la
constituyen. casa, pues toda ciudad se compone de ca-
de ¡^esclavitudsas' Las Paríes de la administración do
méstica corresponden a aquéllas de que
consta a su vez la casa, y la casa perfecta la
integran escla
vos y libres. Ahora bien, como cada cosa ha de ser exami
nadaante todo menores elementos,
en sus y las pripartes
meras y mínimas de la casa son el amo y el esclavo, el
marido y esposa, el
la y hijos, estas tres rela
padre los de
ciones será necesario investigar qué es y cómo debe ser
cada una. Son, pues, la heril, la conyugal (la unión del 2
hombre y la mujer carece de nombre)31, y en tercer lugar
la procreadora, que tampoco tiene un nombre específico.
Sean así estas tres relaciones que hemos mencionado. 3
Hay otra parte que a unos les parece que es idéntica
a la administración doméstica y a otros la parte más im
portante de ella 32. Como sea, habrá que examinarlo. Me
refiero a la llamada crematística.
Hablemos, en primer lugar, del amo y del esclavo, para
que veamos lo relativo a ese servicio necesario, por si po
demos llegar a tener un conocimiento mejor de esa rela-
FRANCISCO DE VITORIA, De la Potestad Civil, en: VITORIA F., Derecho natural y de gentes,
1946, Buenos Aires, Emecé Editores, pág. 118/119.
John Locke
Ensayo sobre el Entendimiento Humano
Libro II
Capítulo XX
De los modos de placer y de dolor
Capítulo XXI
Acerca de la potencia
56. Todos los hombres aspiran a la felicidad, pero no a la misma clase de felicidad.
La mente tiene gustos diversos del mismo modo que los tiene el paladar; y tan vanamente
intentaría agradar a todos los hombres con la riqueza o con la gloria (en lo cual algunos hombres
hacen recaer su felicidad), como inútil sería tratar de satisfacer el apetito de todos los hombres
con queso o con langosta, manjares que, aunque sean muy agradables y apetitosos para muchos,
son para otros desagradables y ofensivos, hasta tal punto que muchas personas llegarían a elegir
una situación de hambre a satisfacer la misma con unos platos que, para otros, constituyen un
banquete. Creo que así se explica la razón por la que los filósofos antiguos preguntaban en vano
si el summun bonum consistía en la riqueza o en los deleites corporales o estribaba en la virtud o
en la contemplación. Tan poco razonable habría sido el que disputaran sobre cuál era el sabor
más atractivo al paladar, si el de las manzanas, el de las ciruelas, o el de las nueces, y que por ese
motivo se hubieran dividido en distintas escuelas como lo fue esa disputa. Porque, así como el
sabor agradable no depende de las cosas en sí mismas, sino de lo gratas que resulten para un
paladar determinado, dentro de una gran verdad, así también la mayor felicidad consiste en tener
aquellas cosas que producen el mayor placer, y en la ausencia de aquellas otras que producen
alguna molestia o dolor. Ahora bien, para hombres diferentes, esas cosas son cosas diferentes. Si,
por tanto, los hombres solamente hacen recaer sus esperanzas en esta vida; si solamente
pretenden encontrar en ella el placer, no es extraño, ni carece de fundamento, el que busquen la
felicidad evitando todo lo que pueda provocarles molestias, y procurando todo aquello que les dé
un placer, sin que deba asombramos que a este respecto exista una gran variedad de gustos.
Porque si no esperamos nada más allá de la tumba, lo que se puede deducir, correctamente es lo
siguiente: “comamos y bebamos, disfrutemos de lo que más no deleita, pues mañana
moriremos”. Esto, creo, servirá para mostramos el motivo por el que, aun cuando todos los
deseos de los hombres tienden a la felicidad, no todos se mueven con el mismo objeto. Los
hombres podrán elegir cosas diferentes, y, sin embargo, elegir todos correctamente, suponiendo
que, a semejanza de unos pobres insectos, algunos como las abejas amasen a las flores y a su
miel mientras que otros, como los escarabajos, prefiriesen otros tipos de alimentos que, después
de haberles deleitado durante algún tiempo, dejarían de existir para no volver a existir nunca
más.
61. Nuestros juicios erróneos tienen como causa un bien y un mal futuros solamente.
Pero como nuestras acciones voluntarias no llevan consigo toda la felicidad y toda la
miseria que depende de ellas, en el tiempo de su ejecución, sino que son las causas precedentes
del bien y del mal, que traen tras de sí sobre nuestras cabezas cuando dichas acciones ya han
dejado de existir por sí mismas, por esa razón, nuestros deseos van más allá de nuestros datos
presentes, y llevan a la mente hacia un bien ausente, según la necesidad que creemos tener de ese
bien para procuramos una felicidad o para aumentarla...
JOHN L ocke, Ensayo sobre el entendimiento humano, 1980, Madrid, Editora Nacional.
DEL ORIGEN DE LA JUSTICIA Y LA PROPIEDAD
La justicia nace de las convenciones humanas y que éstas se proponen remediar algunos
inconvenientes que proceden de la concurrencia de ciertas propiedades del espíritu humano y de
la situación de los objetos externos. Las propiedades del espíritu son el egoísmo y la generosidad
limitada, y la situación de los objetos externos es su fácil cambio y la escasez en comparación
con las exigencias del hombre (...) los poetas (...) vieron claramente que si todo hombre
experimentase cariño por los otros y si la naturaleza satisficiese abundantemente nuestras
exigencias y necesidades no hubiera podido existir la lucha de intereses que supone la justicia y
no hubiera habido ocasión para las distinciones y límites de la propiedad y posesión que en el
presente son usuales entre el género humano. Si aumentase en un grado suficiente la
benevolencia de los hombres o la liberalidad de la naturaleza la justicia se haría inútil.
No hubiéramos tenido que recurrir a las ficciones de los poetas para aprender esto, sino
que, aparte de lo razonable del asunto, podríamos descubrir la misma verdad por la experiencia y
observación común. Es fácil de notar que una afección cordial hace todas las cosas comunes
entre amigos y que las gentes casadas, especialmente, pierden su propiedad y no conocen el mío
y tuyo, que son tan necesarios y causan tanta perturbación en la sociedad humana. El mismo
efecto surge de una alteración en las circunstancias del género humano; cuando existe una
cantidad tal de alguna cosa que satisfaga todos los deseos del hombre se pierde la distinción de
propiedad enteramente y todo queda siendo común. Es esto lo que podemos observar con
respecto al aire y al agua...
Es, pues, una proposición que me parece puede ser considerada como cierta que sólo por
el egoísmo y limitada generosidad de los hombres, justamente con los escasos medios que la
naturaleza nos proporciona para nuestras necesidades, se produce la justicia (...).
Nuestro propósito en este libro es deducir una teoría preliminar de la elección colectiva
que es en algunos aspectos análoga a la ortodoxa teoría económica de mercados. Esta es útil
para propósitos de predicción sólo en tanto en cuanto el individuo participante en las relaciones
de mercado, se guía por el interés económico...
El hombre que entre en las relaciones de mercado como consumidor, trabajador,
vendedor de productos, o comprador de servicios, puede hacerlo por cualquier número de
razones. La teoría del mercado postula solamente para que la relación sea económica. que el
interés de la otra parte en el intercambio no se tenga en consideración.