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Sección Tercera

LA REPRODUCCIÓN Y CIRCULACIÓN DEL CAPITAL SOCIAL EN CONJUNTO


Capitulo XVIII1
INTRODUCCIÓN
Objeto de la investigación

El proceso inmediato de producción del capital es su proceso de trabajo y de valorización,


proceso que tiene como resultado el producto–mercancía y como motivo determinante la
producción de plusvalía.
El proceso de reproducción del capital abarca tanto este proceso inmediato de producción
como las dos fases del proceso de circulación en sentido estricto; es decir, el proceso
cíclico en su conjunto, el cual, considerado como proceso periódico –como un proceso que
se repite constantemente en determinados períodos–, forma la rotación del capital.
Ya consideremos el ciclo bajo la forma D... D' o bajo la forma P... P', el proceso inmediato
de producción P no es nunca más que una fase de este ciclo. Bajo la primera forma, actúa
como eslabón del proceso de circulación; bajo la segunda, es el proceso de circulación el
que le sirve de eslabón a él. Su renovación continua, la reaparición constante del capital
como capital productivo, se halla condicionada en ambos casos por las transformaciones
que experimenta en el proceso de circulación. Y, a su vez, el proceso de producción
constantemente renovado es la condición de las transformaciones que sufre constantemente
el capital en la órbita de la circulación, en las que aparece alternativamente como capital–
dinero y capital–mercancías.
Sin embargo, cada capital de por sí no es más que una fracción sustantivada, dotada, por
decirlo así, de vida individual, del capital social en conjunto, del mismo modo que cada
capitalista de por sí no es más que un elemento individual de la clase capitalista. La
dinámica del capital social se halla formada por la totalidad de los movimientos de sus
fracciones sustantivadas, de las rotaciones de los capitales individuales. Así como la
metamorfosis de cada mercancía constituye un eslabón en la cadena de metamorfosis del
mundo de las mercancías en su totalidad –de la circulación de las mercancías–, la
metamorfosis del capital individual, su rotación, es un eslabón en el ciclo del capital social.
Este proceso de conjunto encierra tanto el consumo productivo (el proceso inmediato de
producción) y las mutaciones de forma (los cambios, considerados en cuanto a la materia)
mediante las cuales se efectúa, como el consumo individual y las mutaciones de forma o
cambios que lo hacen posible. Encierra, de una parte, la inversión del capital variable en
fuerza de trabajo y, por tanto, la incorporación de ésta al proceso capitalista de producción,
en la que el obrero aparece como vendedor de su mercancía, de la fuerza de trabajo, y el
capitalista como comprador de la misma. Y, de otra parte, en la venta de las mercancías va
implícita la compra de ellas por la clase obrera y, por consiguiente, el consumo individual
de ésta. Aquí la clase obrera aparece como compradora y los capitalistas como vendedores
de mercancías a los obreros.
La circulación del capital–mercancías incluye la circulación de la plusvalía y con ella, por
tanto, las compras y las ventas en que se traduce el consumo individual de los capitalistas,
el consumo de la plusvalía.
El ciclo de los capitales individuales, englobados en el capital social, es decir, considerados
en su totalidad, abarca, por tanto, no sólo la circulación del capital, sino también la
circulación general de las mercancías. Esta, primitivamente, sólo puede hallarse formada
por dos elementos: 1º el propio ciclo del capital, y 2º el ciclo de las mercancías absorbidas
por el consumo individual; es decir, de las mercancías en que el obrero invierte su salario y
el capitalista su plusvalía (o una parte de ella). Claro está que el ciclo del capital abarca
también la circulación de la plusvalía en la medida en que ésta forma parte del capital–
mercancías, así como también la transformación del capital variable en fuerza de trabajo, el
pago de los salarios. Pero la inversión de esta plusvalía y del salario en mercancías no
constituye un eslabón de la circulación del capital, aunque la inversión del salario, por lo
menos, condicione esta circulación.
En el libro I hemos analizado el proceso capitalista de producción, tanto de por sí como en
cuanto proceso de reproducción: la producción de plusvalía y la producción del propio
capital. Los cambios de forma y de materia que el capital experimenta dentro de la órbita
de la circulación se daban por supuestos, sin detenerse a estudiarlos. Se daba por supuesto,
por tanto, primero, que el capitalista vende el producto por su valor y, segundo, que
encuentra a su disposición los medios materiales de producción necesarios para comenzar
de nuevo el proceso o proseguirlo ininterrumpidamente. El único acto de la órbita de la
circulación en que necesitábamos detenernos allí era la compra y la venta de la fuerza de
trabajo, como condición fundamental de la producción capitalista.
En la sección primera de este libro II, hemos examinado las diversas formas que el capital
adopta en su ciclo y las distintas formas del ciclo mismo. Al tiempo invertido en el trabajo,
que examinamos en el libro I, hay que agregar ahora el tiempo invertido en la circulación.
En la sección segunda, hemos analizado el ciclo en su forma periódica; es decir, en su
rotación. Expusimos, de una parte, cómo las diversas partes integrantes del capital (capital
fijo y capital circulante) recorren el ciclo de las formas en distintos períodos y de distintas
maneras. Y, de otra parte, investigamos las circunstancias que determinan la diversa
duración del período de trabajo y del período de circulación. Al hacerlo, vimos cómo la
duración del ciclo y la relación entre las distintas partes que lo integran influyen sobre la
extensión del mismo proceso de producción y sobre la cuota anual de la plusvalía. En
efecto, si en la sección primera se examinaron, principalmente, las formas sucesivas que el
capital adopta y abandona sucesivamente en su ciclo, en la sección segunda vimos cómo,
dentro de este flujo y sucesión de formas, un capital de una magnitud dada se divide al
mismo tiempo, aunque en volumen variable, en las diversas formas de capital productivo,
capital–dinero y capital–mercancías, de tal modo, que estas formas no sólo se suceden unas
a otras, sino que las diversas partes del valor capital global aparecen y funcionan
simultáneamente y de un modo constante bajo estas distintas modalidades. El capital–
dinero, concretamente, se presentaba bajo una forma peculiar que no se nos había revelado
en el libro I. Y descubrimos determinadas leyes con arreglo a las cuales las partes
integrantes de un capital dado, partes de magnitud distinta, necesitan ser desembolsadas, y
renovada constantemente la rotación, según las condiciones de forma de capital–dinero,
para mantener constantemente en funciones un capital productivo de determinada
magnitud.
Pero, tanto en la sección primera como en la segunda, se trataba siempre de un capital
individual, de la dinámica de una parte sustantivada del capital social.
Sin embargo, los ciclos de los capitales individuales se entrelazan unos con otros, se
presuponen y se condicionan mutuamente, y este entrelazamiento es precisamente el que
forma la dinámica del capital social en su conjunto. Del mismo modo que en la circulación
simple de mercancías, la metamorfosis global de una mercancía constituía el eslabón de la
serie de metamorfosis del mundo de las mercancías en su totalidad, aquí la metamorfosis
del capital individual es un eslabón en la cadena de metamorfosis del capital social. Pero,
mientras que la circulación simple de mercancías no incluía necesariamente, en modo
alguno, la circulación del capital –ya que puede también desarrollarse a base de un tipo de
producción no capitalista–, el ciclo del capital social en conjunto abarca asimismo, como
queda dicho, la circulación de mercancías que discurre al margen del capital individual; es
decir, la circulación de aquellas mercancías que no constituyen capital.
Nos toca ahora estudiar el proceso de circulación (forma, en su conjunto, del proceso de
reproducción) de los capitales individuales, considerados como partes integrantes del
capital global de la sociedad y, por tanto, el proceso de circulación de este capital social en
conjunto.

II. Papel del capital–dinero

(Aunque lo que sigue, a saber: el capital–dinero considerado como parte integrante del
capital social en conjunto, debería exponerse más adelante, dentro de esta sección,
queremos entrar a investigarlo inmediatamente.)
Estudiando la rotación del capital individual, hemos visto que el capital–dinero se
presentaba en dos aspectos.
En el primero, constituye la forma en que todo capital individual aparece en escena para
iniciar su proceso como capital. Es la forma bajo la que actúa como primus motor,
poniendo en marcha todo el proceso.
En el segundo, con arreglo a la diversa duración del período de rotación y la diversa
proporción en que se combinan sus partes integrantes –período de trabajo y período de
circulación–, la parte integrante del valor–capital desembolsado que tiene que invertirse y
renovarse constantemente en forma de dinero varía en proporción al capital productivo que
pone en movimiento; es decir, en proporción a la escala continua de producción. Pero,
cualquiera que esta proporción sea, la parte del valor–capital en acción que puede funcionar
constantemente como capital productivo se halla en todo caso limitada por la parte del
valor–capital desembolsado que tiene necesariamente que existir de continuo junto al
capital productivo, en forma de dinero. Al decir esto, nos referimos solamente a la rotación
normal; es decir, a un promedio abstracto. Y prescindimos también, aquí, del capital–
dinero adicional utilizado para contrarrestar las interrupciones de la circulación.
Sobre el primer punto. La producción de mercancías presupone su circulación y ésta, a su
vez, la representación de la mercancía como dinero, la circulación de dinero; el
desdoblamiento de la mercancía en mercancía y dinero es una ley de representación del
producto como mercancía. Del mismo modo, la producción capitalista de mercancías
presupone –ya se considere en su aspecto social o en su aspecto individual– el capital en
forma de dinero o capital–dinero como primus motor de todo negocio nuevo que comienza
y como motor constante. El capital circulante en especial presupone como motor la
aparición constantemente repetida y en cortos plazos del capital–dinero. Todo el valor–
capital desembolsado, es decir, todos los elementos del capital consistentes en mercancías,
la fuerza de trabajo, los medios de trabajo y las materias de producción, han de comprarse,
constantemente y sin interrupción, con dinero. Y lo que decimos del capital individual es
también aplicable al capital social, que no es sino la suma de muchos capitales individuales.
Sin embargo, como ya dijimos en el libro I, de aquí no se deduce, ni mucho menos, que el
campo de acción del capital, la escala de la producción, dependa en términos absolutos, ni
siquiera sobre bases capitalistas, del volumen del capital–dinero en funciones.
Al capital se incorporan elementos de producción cuya extensión es, dentro de ciertos
límites, independiente de la magnitud del capital–dinero desembolsado. Con la misma
retribución, la fuerza de trabajo puede ser explotada más extensiva o intensivamente. Y si
esta mayor explotación aumenta el capital–dinero (es decir, eleva el salario), no lo
aumentará, ni mucho menos, proporcionalmente, es decir, pro tanto
Las materias naturales explotadas productivamente –que no constituyen ningún elemento
de valor del capital–, la tierra, el mar, los minerales, los bosques, etc., pueden explotarse en
mayor proporción, intensiva o extensivamente, haciendo que el mismo número de obreros
trabaje más, sin aumentar por ello el desembolso de capital–dinero. De este modo, sin
necesidad de un desembolso adicional de capital–dinero, aumentan los elementos reales del
capital productivo. En los casos en que este desembolso adicional es necesario para la
adquisición de nuevas materias auxiliares, el capital–dinero en que se desembolsa el valor–
capital no aumentará, ni mucho menos, proporcionalmente, es decir, pro tanto, en relación
con el aumento de la eficacia del capital productivo.
Los mismos medios de trabajo y, por tanto, el mismo capital fijo pueden emplearse con
mayor eficacia, ya sea prolongando el tiempo diario durante el cual se usan o dándoles un
empleo más intensivo, sin necesidad de una inversión adicional de dinero en concepto de
capital fijo. En estos casos, la rotación del capital fijo se operará más rápidamente y se
movilizarán también con mayor rapidez los elementos de su reproducción.
Aun prescindiendo de las materias naturales, puede ocurrir que se incorporen también al
proceso de producción, como agentes, con mayor o menor eficacia, fuerzas naturales que
no cuesten nada. El grado de eficacia de estos agentes dependerá de los métodos y
progresos de la ciencia, que no suponen ningún desembolso para el capitalista.
Otro tanto acontece con la combinación social de la fuerza de trabajo en el proceso de
producción y con la pericia acumulada de los obreros individuales. Carey llega en sus
cálculos a la conclusión de que el terrateniente no recibe nunca bastante, porque no se le
paga todo el capital y todo el trabajo invertido en la tierra desde tiempo inmemorial para
infundirle su actual capacidad de producción. (De la capacidad de producción que se le
arrebata no se habla, naturalmente.) Según esto, habría que pagar a cada obrero teniendo en
cuenta el trabajo empleado por el género humano en su totalidad para hacer de un salvaje
un mecánico moderno. Más lógico sería decir lo contrario, a saber: que, si se calculase todo
el trabajo no retribuido, pero convertido en dinero por terratenientes y capitalistas, metido
en la tierra, habría razones para pensar que el capital invertido en ella ha sido saldado ya
con creces y con intereses usurarios y que, por tanto, la propiedad de la tierra se halla ya
redimida desde hace mucho tiempo, espléndidamente, por la sociedad.
Es cierto que la potenciación de las fuerzas productivas del trabajo, cuando no supone una
inversión adicional de valores de capital, sólo acrecienta primordialmente la masa del
producto, no su valor, Pero crea, al mismo tiempo, nueva materia de capital, y con ella la
base para incrementar la acumulación de éste.
En la medida en que la organización del mismo trabajo social, y por tanto el aumento de la
fuerza productiva social del trabajo, exige que se produzca en mayor escala y, por
consiguiente, que los capitalistas desembolsen capital–dinero en grandes masas, ya
expusimos en el libro I que esto se consigue, en parte, mediante la centralización de los
capitales en pocas manos, sin necesidad de que aumente en términos absolutos el volumen
de los capitales en funciones ni, por tanto, el volumen del capital–dinero. La magnitud de
los capitales individuales puede aumentar mediante su centralización en pocas manos, sin
que su suma social aumente. Lo único que cambia es la división de los distintos capitales.
Finalmente, en la sección anterior hemos visto que, acortando el período de rotación, cabe
poner en movimiento el mismo capital productivo con menos capital–dinero o poner en
acción con el mismo capital–dinero un capital productivo mayor.
Todo esto, indudablemente, no guarda la menor relación con el verdadero problema del
capital–dinero. Indica únicamente que el capital productivo –una suma determinada de
valor, compuesta en su forma libre, en su forma de valor, por una cierta suma de dinero–,
después de convertirse en capital productivo, encierra potencias productivas cuyos límites
no se contienen dentro de los límites de su valor, sino que pueden, hasta cierto punto,
actuar con efectos diversos, ya sea intensiva o extensivamente. Partiendo de los precios de
los elementos de producción –medios de producción y fuerza de trabajo–, podemos
establecer la magnitud del capital–dinero necesario para comprar una determinada cantidad
de estos elementos de producción disponibles como mercancías. O, lo que es lo mismo,
podemos establecer la magnitud de valor del capital que ha de desembolsarse. Pero, el
volumen en que este capital funciona como fuerza creadora de valor y de productos es
siempre elástico y variable.
Sobre el segundo punto. Es evidente que la parte del trabajo social y de los medios sociales
de producción que ha de invertirse anualmente en producir o comprar oro, para reponer las
monedas desgastadas, viene a mermar pro tanto en la misma medida el volumen de la
producción social. Pero, en lo que se refiere al valor–dinero que funciona en parte como
medio de circulación y en parte como tesoro, éste existe, como algo adquirido, al lado de la
fuerza de trabajo, de los medios de producción producidos y de las fuentes naturales de la
riqueza. No puede ser considerado como límite de éstos. Al convertirse en medios de
producción, mediante el cambio con otros pueblos, podría aumentar la escala de la
producción. Pero esto presupone que el dinero siga desempeñando igual que antes su papel
de dinero universal.
Según la menor o mayor duración del período de rotación, será necesario contar con una
masa mayor o menor de capital–dinero para poner en movimiento el capital productivo.
Hemos visto también que la división del período de rotación en período de trabajo y
período de circulación determina un aumento del capital latente o en suspenso en forma de
dinero.
En la medida en que el período de rotación es determinado por la duración del período de
trabajo, se halla determinado también, siempre y cuando que las condiciones no varíen, por
el carácter material del proceso de producción y, por consiguiente, no por el carácter
específicamente social de este proceso. Sin embargo, sobre la base de la producción
capitalista, operaciones más extensas o de más larga duración exigen desembolsos mayores
de capital–dinero y por mayor tiempo. La producción, en estos terrenos, depende, pues, de
los límites dentro de los cuales el capitalista individual disponga de capital–dinero. Este
inconveniente se salva, no obstante, por medio del crédito y las combinaciones sociales
relacionadas con él, las sociedades anónimas, por ejemplo. Por eso las perturbaciones
producidas en el mercado de dinero paralizan este tipo de negocios, y éstos, a su vez,
provocan perturbaciones en el mercado de dinero.
Sobre la base de la producción social, hay que determinar la medida en que estas
operaciones, que sustraen fuerza de trabajo y medios de producción durante largo período
de tiempo sin aportar durante este tiempo un producto ni un efecto útil, pueden realizarse
sin dañar a las ramas de producción que, continuamente o varias veces al año, absorben
fuerza de trabajo y medios de producción, pero suministrando a cambio de ello medios de
producción y medios de vida. Lo mismo en la producción social que en la producción
capitalista, los obreros que trabajan en ramas de producción con períodos cortos de trabajo
sustraen durante poco tiempo productos sin reponer otros a cambio de ellos, mientras que
las ramas en que el período de trabajo sea largo estarán durante largo tiempo sustrayendo
constantemente, antes de poder restituir. Esta circunstancia depende, por tanto, de las
condiciones materiales del proceso de trabajo correspondiente, no de su forma social. En la
producción social, el capital–dinero desaparece. La sociedad se encarga de distribuir entre
las diversas ramas la fuerza de trabajo y los medios de producción. Por mí, no hay ningún
inconveniente en que los productores reciban bonos a cambio de los cuales puedan retirar
de los fondos sociales de consumo cantidades proporcionales al tiempo de trabajo aportado
por ellos. Estos bonos no constituyen dinero. No entran en la circulación.
Como vemos, en la medida en que la necesidad de capital–dinero nace de la duración del
período de trabajo, esta necesidad se halla determinada por dos circunstancias. Primera,
que el dinero sea la forma que deba revestir todo capital individual (prescindiendo del
crédito) para convertirse en capital productivo, como así lo exige la esencia misma de la
producción capitalista y de la producción de mercancías, en general. Segunda, la cuantía
del desembolso de dinero necesario nace del hecho de que durante largo tiempo se sustraen
constantemente a la sociedad fuerza de trabajo y medios de producción sin restituirle
durante este tiempo un producto reversible a dinero. La primera circunstancia, la de que el
capital que ha de desembolsarse tiene que desembolsarse necesariamente en dinero, se
mantiene en pie cualquiera que sea la forma de éste, ya se trate de dinero metálico, de
dinero certifico, de signos de valor, etc. A la segunda circunstancia le es indiferente de todo
punto el medio monetario o la forma en que se sustraigan a la producción trabajo, medios
de producción y medios de vida sin restituir a la circulación un equivalente.

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