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1. Explique una por una las fuentes formales del derecho en Colombia y explique también
qué quiere decir la expresión “criterios auxiliares” contenida en el artículo 230 de la
Constitución Nacional.
Dado lo mencionado, entonces, se puede decir que el sistema normativo de Colombia, contendrá,
para efectos de su interpretación, tanto las fuentes formales como los criterios auxiliares, los
cuales no serán restrictivos a los cuatro enunciados en el art. 230 CP, sino que más bien estos
pueden ser integrados por formas adicionales y diversas herramientas como lo son: la analogía,
la costumbre, y otras.
2. ¿Cuáles son los tres sistemas normativos existentes en Colombia? y ¿Cuál debería ser la
relación entre los tres a juicio de Edgar Hernán Fuentes?
El sistema internacional. Está conformado por su propio orden y normativas y que se observa
como un sistema diferente al local pero que se interrelaciona ya que el sistema colombiano
definido como un monismo moderado permite aceptar las normas internacionales, a través de
normas internas que lo inserten al ámbito local.
El sistema nacional o local transicional. Esta dado en época de posconflicto, que integra
límites del sistema permanente y del internacional.
Preguntas 4 y 5.
Con base en el texto que se les entrega a continuación, sírvase responder las preguntas 4 y 5
“El plebiscito no era necesario para legitimar la paz, y menos para deslegitimarla”
Por Mauricio Martínez*
El jurista italiano Luigi Ferrajoli, considerado por muchos el Papa del derecho penal, habla de las
implicaciones jurídicas del triunfo del No y de cuál podría ser la salida a este limbo.
Luigi Ferrajoli. Foto: León Darío Peláez /
Semana.com: Usted siempre ha dicho que derechos como la paz no pueden llevarse a plebiscito.
¿Por qué?
Luigi Ferrajoli: La paz es un principio contra mayoritario. Por esto, como lo he sostenido tantas
veces, el Acuerdo para lograr la paz no tenía por qué ser sometido a un referéndum popular. El
referéndum no era y no es necesario para legitimar la paz, y mucho menos era y es suficiente
para deslegitimarla.
Semana.com: ¿A su juicio, qué significan entonces los resultados del plebiscito en Colombia?
L.F.: Los resultados negativos del plebiscito del 2 de octubre (sobre todo por pocos miles de
votos) no pueden comprometer el proceso de paz. El principio de la paz –al igual o mucho más
que otros principios fundamentales como la dignidad de la persona, la igualdad, la libertad y
otros derechos humanos- representa, en efecto, una precondición de la convivencia civil. Es el
valor político supremo, precedente de cualquier otro, pues representa el presupuesto necesario de
todos los demás. Su naturaleza reside en su carácter supremo y fundamental, en el sentido de que
la paz no necesita el consenso de la mayoría, ni mucho menos puede ser derogado por la
voluntad de cualquier mayoría.
Semana.com: ¿Qué quiere decir con que “la paz es el valor político supremo”?
L.F.: Quiero decir que en Colombia, además, el carácter contra mayoritario de la paz, como
fundamento de la convivencia nacional ha sido constitucionalizado: “La paz es un derecho y un
deber de obligatorio cumplimiento” consagra el artículo 22 de la Constitución colombiana. A
diferencia de otras Constituciones, como la italiana, que también consagran el rechazo a la
guerra, la Constitución colombiana consagra, entonces, la paz como un derecho fundamental de
la persona, y conjunta y correlativamente, como un deber de la esfera pública, cuya
implementación es tarea prioritaria del Estado.
L.F.: Que ahí se fundamenta el carácter absoluto e incondicionado de tal derecho, así como la
inderogabilidad de la obligación, a cargo del Estado, de garantizarlo aun contra la voluntad de
cualquier mayoría. Por esto la impertinencia de la consulta popular sobre la paz. En efecto, sobre
la paz –en ninguno de sus ámbitos- no se vota ni se decide por mayorías, ni sobre la dignidad o la
igualdad de las personas o sobre otros valores supremos como el derecho a la vida y a las
libertades fundamentales. En resumen, el resultado del plebiscito no reduce la obligación
constitucional del Estado de garantizar la paz.
Semana.com: Al Acuerdo final suscrito entre el Gobierno y las FARC se le ha dado el carácter
de “especial” a la luz de los Convenios de Ginebra. ¿Usted cree que esto lo hace vinculante?
L.F.: Efectivamente, eso hace vinculantes todos los Acuerdos. Por esto es vinculante para ambas
partes negociadoras. Pero más allá de la cuestión puramente jurídica, es evidente que, realmente,
la ejecución del imperativo de la paz no puede suceder sino con base en aquellos Acuerdos,
alcanzados con esfuerzo en la larga negociación de La Habana: el desarme de los combatientes,
su reinserción en la vida civil y política y, sobre todo, las normas sobre la llamada Justicia
Transicional, destinada a los excombatientes y acordada por virtud del Marco Jurídico para la
Paz aprobado en el Congreso colombiano el 14 de junio del 2012 y del Acto Legislativo no. 1 del
31 de julio del 2012.
Semana.com: ¿Y qué pasaría entonces con los pactos de justicia que se hicieron en La Habana?
L.F.: Entre los Acuerdos pactados existe en particular la obvia condición de la paz, que
representa la renuncia del Estado a someter a los insurgentes a la justicia penal ordinaria y la
estipulación, para ellos, de un modelo de justicia diferente, precisamente, la Justicia
Transicional, llamada así por el carácter transitorio de las normas que la regulan, o sea para el
período de transición del estado de guerra al estado de paz.
Semana.com: Hay muchas críticas a ese sistema de justicia, en especial que esta lleva a la
impunidad. ¿Usted qué piensa?
4. ¿Qué críticas y riesgos acarrea el criterio formal de democracia que supone que la
legitimidad del sistema democrático descansa en el sometimiento de las decisiones de
gobierno al voto popular?
R// Al someter cada decisión tomada por el gobierno al voto popular se está renunciando a las
facultades que le brinda la Constitución para ejercer sus funciones, o no las está asumiendo. Al
Estado se le reconoce su carácter de legitimidad y legalidad, esto significa que sus actuaciones
están dentro de un ordenamiento jurídico que incluye a todos los ciudadanos, así como al mismo
Estado y son vinculantes. El Estado cumple sus obligaciones enmarcadas dentro de la
Constitución Política, que lo faculta para ello y por eso se consideran legítimas. Las decisiones
de un gobierno, como representante del Estado y facultado constitucionalmente para hacerlo,
deben estar acordes al ordenamiento jurídico y no traspasar sus competencias, y existen los
recursos que facultan al ciudadano para actuar cuando no lo hace así. Por lo tanto, no es
necesario someter cada decisión, o decisiones sobre tema coyunturales, al voto popular. Sobre
todo, si se trata de temas como derechos fundamentales que le corresponde garantizar (Ejemplo:
la paz). Esto implica poner en riesgo los principios consagrados constitucionalmente y la
renuncia tácita a sus obligaciones.
5. ¿Qué se entiende por principio contra mayoritario y qué papel juega la paz en esta
categoría?
R// Por principio contra mayoritario se entiende que, es una precondición de la convivencia civil
como lo son: la paz, la dignidad de la persona, la igualdad, la libertad y otros derechos humanos.
Estos son el valor político supremo, precedente de cualquier otro, pues representa el presupuesto
necesario de todos los demás. Estos, no necesitan legitimarse legalmente por mayorías a través
de mecanismos democráticos de participación porque se entiende su carácter pre existente y se
trata de derechos que tienen un carácter supremo y fundamental que se deben garantizar aún en
contra de cualquier mayoría.
En cuanto al papel que juega la Paz en la categoría de principio contra mayoritario, se puede
decir que, la paz tiene la categoría de principio contra mayoritario, es decir que es un valor
político supremo que debe garantizarse, porque es un fundamento de la convivencia nacional. En
el caso de Colombia, también es un derecho fundamental consagrado en la Constitución Política
en el Artículo 22, lo que implica que existe una obligación inderogable del Estado, de
garantizarlo sin importar la oposición de cualquier mayoría y sin la necesidad de someterlo a
consultas populares a través de mecanismos de participación, como un plebiscito o un
referéndum.