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Esta es la semana del amor llevado hasta el extremo.

Son días para acompañar a Nuestro Señor, para meditar en sus


sufrimientos, que expían el pecado de cada uno; para recordar que sólo podemos vencer el mal con el bien; es la
oportunidad para comprender que el amor es entregarse a sí mismo, como Jesús.
Contemplemos los dolores que nuestro Redentor tuvo que soportar en su Pasión. Volvamos la mirada a la prueba de
amor que es la cruz. Fijemos la vista en los brazos de Cristo que se abren para recibirnos. Acerquémonos a su costado
traspasado, para llenar nuestro corazón sediento de amor. ¿Podemos permanecer indiferentes ante la muerte de un
Dios? ¿Es posible seguir siendo los mismos? Dejemos que nos interpele la agonía de Cristo en la cruz. Abrámosle, de
una vez por todas, el corazón.
Es un buen momento para pensar, meditar y reflexionar sobre el pasado, presente y el futuro de nuestra vida, los
hijos/as, esposas/os, en fin, nuestra familia, nuestra sociedad. Es hora de renovar nuestra fe y nos conduzca hacia el
camino de la reconciliación con todos nuestros hermanos, en la búsqueda de un porvenir mejor, olvidando la guerra, la
discordia, las confrontaciones, Dios nos dice en su palabra que El es el principio y el fin.
En esta fecha en que se celebra la muerte, crucifixión y resurrección del Señor Jesucristo, es propicia también para
olvidar desavenencias, y que todos, como hermanos cristianos, dedicarse a la
meditación para buscar soluciones.
La Cuaresma es tu tiempo con Dios. Tiempo para desnudarte de tus afanes, de
revisar tu vida, de adquirir el equilibrio cristiano, de rehabilitarte con fuerza y
el optimismo de Dios. Es el camino a la Pascua de Liberación con Cristo. La
Cuaresma es tu tiempo con tu Dios. Aprovecha en estos momentos en que el
fuerte llama a la guerra, tu rezar por la paz.
La vida del materialismo consumista nos ha llevado a menospreciar los valores
del Reino, a disociar la fe de la vida, a olvidar que e l hombre no vive solo de
pan sino también de la palabra de Dios. En el fondo es la lucha del “ser”
SOBRE EL “TENER”.
EL “tener” nos lleva a la insolidaridad que se niega a compartir, nos convierte
en limosneros en lugar de ser promotores del reparto de bienes y
desarrolladores de dones y carisma.
La cuaresma es tu tiempo para conocer el proyecto de Dios Padre quien en
Cristo “trasforma nuestra condición humilde según el modelo de su condición
divina” por eso la cuaresma es tiempo de gracia para hacer un alto en el
camino y preguntarse a donde voy y con quien camino. La oración es tu fuerza
liberadora. Ahí escucharás las palabras del Señor, “si alguno quiere venir en
pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y que me siga… Quien
pierde su vida por mí, la salvará’ (Lc.9, 23).
Los apóstoles, antes de la pasión del Señor, seguían a Jesús, por su fe, creencia, solidaridad y compañerismo. Tu
oración ha de ser un encuentro Pascual con tu Padre. Orar no es hablar de Dios sino hablar con Dios. Alábalo y
glorifícalo y pídele que sepamos recibir sus bendiciones. Tu oración principal será el participar en la Santa Misa.
Escucha la palabra y luego comulga con la palabra.
Para poder orar con confianza, confiesa tus pecados en el sacramento de la Reconciliación o confesión. Si reconoces
tu pecado y pides perdón, habrás abierto la puerta de la sanación interior y, por ende, sanación física. Tras tu
confesión vive reconciliado con tu hermano. Purificado de tu pecado crecerán en ti los sentimientos de fraternidad,
paz, amor, alegría y generosidad.
Leamos en estos días, con particular fervor el Evangelio, démonos tiempo para el silencio y la reflexión personal, para
visitar a Cristo en la Sagrario, y hablar con Él personalmente ahí. Pidámosle luz al Espíritu Santo para aprender todas
las lecciones que Jesús nos quiere dar. Invitemos a otros a las celebraciones litúrgicas. Arrastremos a muchos hacia
Jesús, persuadidos de que conocerlo es el mejor regalo.

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