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Evolución histórica de la Biología (I): de los griegos al Renacimiento

Manuel Gonzalo Claros

Tener un conocimiento histórico de la evolución de las ciencias es algo recomendable a todo


científico. La justificación de este conocimiento lo podemos encontrar en una cita de Jean
Rostand de su libro "Introducción a la historia de la Biología" para justificar la necesidad
de conocer, aunque sólo sea superficialmente, la historia y evolución de las ciencias: «El
acrecentamiento de nuestro saber raramente se efectúa según un orden estrictamente
racional y lógico: datos fragmentarios que tanto sugieren lo falso como lo verdadero, ideas
preconcebidas, influencias filosóficas o sociales, interacción de los descubrimientos,
repercusión mutua de las distintas disciplinas, papel de los progresos técnicos, del azar,
del genio personal, todo ello se enmaraña y se imbrica, imprimiendo su cariz más o menos
incoherente al desarrollo del progreso científico".

El origen de las ciencias podemos llevarlo hasta el Paleolítico Superior, donde las pinturas
rupestres muestran la recolección de la miel en las colmenas y su utilización para el logro
de aguamieles alcohólicas, conocidas durante milenios como "néctar de los dioses". La
palabra alcohol ya aparece recogida en escritos sumerios, y se sabe que tanto éstos como
los egipcios, dominaban las técnicas fermentativas. Pero no es hasta la llegada de Thales
de Mileto (645-545 a.C.) que se reconoce el nacimiento de lo que hoy conocemos como
Ciencia (que entonces era Filosofía). Thales fue primero en superar la tendencia espontánea
de explicar la realidad mediante formas, sentimientos y representaciones antropomórficas.
Tras él, otra serie de filósofos griegos entre los que debemos destacar Anaxímenes de Mileto
(550-475 a.C.), Anaximandro de Mileto (610-577 a.C.), Parménides de Elea (515-440 a.C.)
y Heráclito de Éfeso (550-475 a.C.), intentan explicar, de forma ingenua a nuestros ojos, la
derivación de las cosas a partir de rarefacciones y condensaciones o separaciones de la
mezcla inicial de los "principios". Dos filósofos merecen una mención aparte a finales del
siglo V a.C.: Demócrito de Abdera e Hipócrates. Demócrito, estudiando el problema de la
divisibilidad de un segmento, llega a distinguir el proceso de subdivisión matemática del
proceso de subdivisión física. Para superar racionalmente la paradoja en virtud de la cual
el ser, indefinidamente dividido, se identificaría con la nada, introduce el concepto y el
término de «átomo». El átomo es concebido por Demócrito como una exigencia de la razón
para explicar la porción mínima de materia que mantiene sus propiedades intactas. Por su
parte, Hipócrates nos propuso la primera teoría metabólica basada en la observación según
la cual la salud depende del balance de los cuatro humores: sangre, bilis amarilla, bilis
negra y flema. Esta aproximación, por muy primitiva que pueda parecernos, tiene el mérito
de ser la primera aproximación analítica prebioquímica. Es más, su importancia radica en
que los componentes fluidos (la bilis amarilla y la flema) propuestos por Hipócrates se
siguen considerando hoy bajo los nombres de suero y fibrina.

Platón (428-347 a.C.) aportó su versión idealista del metabolismo: los alimentos tienen las
sustancias necesarias para nutrir todas las partes del cuerpo; así la sangre se forma en el
vientre, sede de la parte apetitiva del alma, por la acción del fuego y de allí se distribuye a
todo el cuerpo. Los pulmones reviven el aire, para guardar el fuego interno. Las diferentes
partes del cuerpo toman de la sangre las sustancias necesarias para reparar el desgaste de
los órganos. Pero fue Aristóteles (384-322 a.C.) el que dio auténtico valor a las
observaciones, con lo que la ciencia empírica adquirió plenitud en las nacientes ciencias
de la naturaleza, iniciando un concepto de Naturaleza que mantendrá su vigencia hasta el
Renacimiento. Para Aristóteles la vida es el principio de organización o "entelequia". La
materia prima es informada por las formas vegetativa, sensitiva o racional. El proceso de
nutrición es común a todo organismo y no puede acontecer sin calor. Pensaba que el
corazón era la sede de la inteligencia y que el cerebro era un simple órgano de refrigeración.
Uno de sus más infortunados errores fue la racionalización del concepto de "generación
espontánea" que se admitió como verdadera durante tantos siglos e impidió el correcto
desarrollo de la Biología.

A excepción de Galeno (130-200) no encontramos ninguna figura relevante en la época


helenista ni en el Imperio Romano. En sus concepciones biológicas, Galeno depende de los
griegos Empédocles (cuatro elementos), Hipócrates (cuatro humores) y Aristóteles
(pneuma). Con una armonía perfecta entre elementos, humores, espíritus y facultades se
conseguirá el temperamento ideal: sanguíneo, flemático, colérico o melancólico. La visión
fisiológico-médica de Galeno dominará en Occidente hasta el Renacimiento gracias a su
asimilación y distribución por parte de los árabes.

Durante la Edad Media, la Química, en gran parte a través de la Alquimia, es la más directa
heredera del pensamiento científico helénico. El término alquimia proviene de "chemeia"
que fue transformado en "al-kimiya" por los árabes. Para ellos, aquel etéreo quinto elemento
de Aristóteles era la «quintaesencia», y según algunos autores, a menudo se confunde con
la misma «piedra filosofal». En esta época de oscurantismo, puede asegurarse que los
árabes fueron los que permitieron su mantenimiento e incluso desarrollo, puesto que se
caracterizaron por ser más experimentales que los griegos. Los árabes desarrollaron la
alquimia y nos dejaron mucha terminología como nafta, alcohol, alambique o al-iksir
(elixir). De los árabes adquirieron cristianos como Ramón Llull o Roger Bacon casi todo el
conocimiento científico que en la Baja Edad Media se poseía. Cabe destacar la obra "De
Natura Rerum" del español Isidoro de Sevilla como una de las primeras compilaciones
estructuradas con metodología propia, anterior al famoso «Libellus De Alchimia» atribuido
a Alberto Magno y considerado por muchos como la primera obra metodológica y
estructurada. Quizá por eso, aunque ambos sean santos, es Alberto Magno el patrono de
los científicos y no Isidoro de Sevilla.

Durante el Renacimiento (siglos XV y XVI) se desarrolla un nuevo modo de concebir la


naturaleza. Este modo puede ser considerado como un momento de transición entre la
visión medieval del mundo físico y la futura investigación precisa del mismo. Es lo que se
ha llamado la "Filosofía de la Naturaleza": la Naturaleza es concebida como un todo orgánico
en el que cada parte está conectada a las demás. Los estudiosos evitan la influencia de la
tradición, atribuyendo a la experiencia sensible (observable) la tarea de deslindar lo
verdadero de lo falso. Cada vez resulta más obvio que los sentidos proporcionan
conocimientos particulares y desconectados entre sí, mientras que la Filosofía de la
Naturaleza exige una visión unitaria derivada de la idea orgánica de la Naturaleza. Toma
auge en antiguo concepto de generación espontánea, y el estudio de las propiedades de los
seres vivos exige la intervención directa de las fuerzas que rigen el mundo. La más
perceptible de todas es el calor: la putrefacción transforma y convierte un pedazo de carne
en moscas es debido al calor que ésta desprende. Análogamente, cuando los alquimistas
ensayan combinaciones de mercurio, azufre u otras sustancias lo hacen al calor que
proporcionan los hornos o suministran los alambiques. El célebre médico Teophrastus
Bombastus von Hohenheim (más conocido como Paracelso, 1493-1541) extiende su visión
del Cosmos a los seres vivos: el orden establecido en un ser vivo no ha de diferenciarse en
absoluto del que rige en el Universo. Paracelso, rompiendo con la medicina tradicional,
puso todo su esfuerzo en la preparación de fármacos a partir de sustancias minerales. A él
se debe el concepto de dosis: la dosis acertada es la diferencia entre un veneno y un arcano.

A finales del siglo XVI comienzan a aparecer libros en los que se proporciona extensa
documentación sobre el arte de la Alquimia, eliminando toda referencia mística o visionaria.
Los nuevos textos alquimistas aparecen rigurosamente organizados, definen lo que hoy
denominamos "protocolos" y que ellos denominaban "artes", describen instrumentos,
discuten operaciones básicas y dan fórmulas magistrales de preparación de sustancias.
Las operaciones descritas no son autoatribuidas sino que se presentan avaladas por otros
alquimistas.

El fin del pensamiento renacentista y el comienzo de la época moderna se asocia a la vida


y obra del filósofo Francis Bacon (1561-1626). Aun no siendo un científico, Bacon sabe
poner fin a una actitud contemplativa ante los fenómenos naturales para introducir la
exigencia de que el estudio de dichos fenómenos debe ser guiado, moderado y sistematizado
por la intervención del hombre. Por otra parte Bacon dio a la Alquimia el justo tratamiento
que merece al no considerarla, como hasta entonces, una obra de charlatanes y visionarios.

Desde Grecia hasta Francis Bacon hemos visto evolucionar el método científico desde el
"método deductivo" propuesto por Aristóteles (basado en el establecimiento de premisas
generales a partir de las cuales se va descendiendo a niveles particulares mediante una
serie de inferencias lógicas; hoy utilizado por las ciencias formales: Matemáticas y
Geometría), hasta el "método inductivo" de Bacon (a partir de observaciones de casos
particulares se obtiene, mediante el principio de inducción, una ley general que es válida
para interpretar casos no observados). También podemos encontrar, de forma embrionaria,
la forma de describir un experimento y la repetitividad de un experimento como aval que
justifique su realización.

Manuel Gonzalo Claros es Profesor Titular en el Departamento de Biología Molecular y


Bioquímica de la UMA

http://www.encuentros.uma.es/encuentros76/historia.htm

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