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ORACION EN FAMILIA

CAMINANDO CON…
Jueves, 09 Julio, 2020
XIV Semana del Tiempo ordinario

Vamos caminando con Cristo en la Iglesia. Ese caminar debe hacerse sembrando, no ideas humanas ni defendiendo
ideologías humanas, es caminar llevando la vida, mensaje, cercanía de Dios, al hombre que convive con nosotros.
Caminando con ello en su realidad concreta para exaltar su dignidad y conseguir juntos la paz, que solo unidos a Dios
se consigue. Por ello, en el caminar con Cristo en la Iglesia debemos ser cristianos que trabajan por la paz.

AL PECHO LLEVO UNA CRUZ


Yo vengo del sur y del norte
del este y oeste, de todo lugar.
Caminos y vidas recorro,
llevando socorro, queriendo ayudar.
Mensaje de paz en mi canto,
y cruzo montañas y voy hasta el fin,
el mundo no me satisface,
lo que busco es paz, lo que quiero es vivir.

/Al pecho llevo una cruz


y en mi corazón lo que dice Jesús./ (bis)

Yo se que no tengo la edad,


ni la madurez de quien ya vivió.
Más se que es de mi propiedad
buscar la verdad, gritar con mi voz.
El mundo va herido y cansado,
de un negro pasado, de guerras sin fin,
hoy teme las armas que hizo
y la fe que deshizo y espera por mí.

Yo quiero dejar mi recado,


no tengo pasado, pero tengo amor.
El mismo de un Crucificado,
que quiso dejarnos un mundo mejor.
Yo digo a los indiferentes
que soy de la gente que cree en la cruz
y creo en la fuerza del hombre
que sigue el camino de Cristo Jesús.

Animador o coordinador de la celebración: En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden: Amén.

ANTÍFONA DE ENTRADA Hb 7, 24
Juró el Señor y no ha de retractarse: "Tú eres sacerdote para siempre, como Melquisedec".

Bendigamos al Señor, que ha querido reunir en su Hijo a todos los hijos dispersos, que se ha dignado habitar en toda
casa consagrada a la oración, hacer de nosotros, con la ayuda constante de su gracia, templo suyo y morada del
Espíritu Santo, y con su acción constante santificar a la Iglesia, esposa de Cristo, representada en edificios visibles,
y, en estos tiempos de dificultades sanitarias, quiere que nuestras casas, nuestras residencias, sean templos, donde
nos invita bondadosamente a la oración y a la mesa de la Palabra, como Cuerpo de Cristo, como Iglesia, que somos y
también como familia, Iglesia doméstica, y ser resplandecientes por la santidad de vida.
TODOS: Bendito sea Dios por siempre.

INVOCACION AL ESPÍRITU SANTO


Oh Dios, que has instruido a tus fieles, iluminando sus corazones con la luz del Espíritu Santo, Amor del Padre y del
Hijo, concédenos obtener por el mismo Espíritu el gustar del bien y gozar siempre de sus consuelos.
Gloria, adoración, amor, bendición a Ti eterno divino Espíritu, que nos ha traído a la tierra al Salvador de nuestras
almas. Y gloria y honor a su adorabilísimo Corazón que nos ama con infinito amor.
Señor Jesús, envía tú Espíritu, para que con su asistencia y su luz, además, la Palabra, escrita en la Biblia,
descubramos la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de la vida y bebamos esperanza en la fuente de
vida y resurrección. Y podamos caminar contigo en medio de la realidad histórica que nos ha correspondido vivir.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las
personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de
nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz.
Oh Espíritu Santo, alma del alma nuestra, te adoramos: ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los
tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de
la Palabra y revelarnos sus más íntimos secretos, guíanos, fortifícanos, consuélanos, enséñanos lo que debemos
hacer, danos tus órdenes.
Te prometemos someternos a lo que permitas que nos suceda: haznos sólo conocer tu voluntad.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado
concebida.

ACTO PENITENCIAL
Animador o coordinador de la celebración: invita a los participantes al arrepentimiento:
Hermanos: El Señor Jesús, que nos invita a la mesa de la Palabra, nos llama ahora a la conversión. Reconozcamos,
pues, que somos pecadores e invoquemos con esperanza la misericordia de Dios.
Después de unos momentos de silencio, prosigue:
- Tú, que quieres que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad: Señor, ten piedad.
- Tú, que enviaste a tus apóstoles a anunciar el mensaje del Evangelio a todo el mundo: Cristo, ten piedad.
- Tú, que haces de nosotros testigos de tu amor: Señor, ten piedad.
Animador o coordinador de la celebración dice la siguiente plegaria Dios es un Padre misericordioso que, a pesar
de que nosotros nos alejamos de Él, siempre nos espera para darnos el abrazo del perdón, perdone nuestros pecados
y nos lleva a la vida eterna.
TODOS: Amén
ORACIÓN COLECTA
Dios y Padre nuestro, que para gloria tuya y salvación del género humano constituiste a Cristo sumo y eterno
sacerdote, y por medio de la humillación de tu Hijo levantaste a la humanidad caída, nos conceda al pueblo redimido
con su sangre, por la participación en el memorial de la redención, experimentar el poder de la cruz y la resurrección
de tu Hijo, y la verdadera alegría, para que, quienes han sido librados de la esclavitud del pecado, alcancemos
también la felicidad eterna. Tú nos envías a todos en misión; la misión formidable de dar a conocer tu reino por la
forma cómo vivimos el evangelio de Jesucristo tu Hijo, y a través de tu Palabra nos invitas a descubrir el mensaje, el
contenido de la misión. Haz que descubramos vivencialmente que “el reino de Dios está cerca”. Tan cerca que está
dentro de cada uno de tus fieles y, sin embargo, no le reconocemos. Haz que percibamos lo bonito que es vivir a tu
lado, sentir como Juan los latidos de tu corazón, y descubrir ahí mismo la ternura y la bondad hacia todos los
hombres y mujeres de este mundo. También te rogamos que nos des un profundo sentido de misión y no permitas
que los afanes de cada día o el peso pegajoso de nuestras posesiones nos alejen de dar testimonio de que tú eres
nuestro Dios y de que Jesús es el Señor que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

DIOS NOS HABLA


PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de Oseas 11, 1-4. 8c-9
Así habla el Señor:
Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. Pero cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí;
ofrecían sacrificios a los Baales y quemaban incienso a los ídolos.
¡Y yo había enseñado a caminar a Efraím, lo tomaba por los brazos! Pero ellos no reconocieron que yo los cuidaba. Yo
los atraía con lazos humanos, con ataduras de amor; era para ellos como los que alzan a una criatura contra sus
mejillas, me inclinaba hacia él y le daba de comer.
Mi corazón se subleva contra mí y se enciende toda mi ternura: no daré libre curso al ardor de mi ira, no destruiré
otra vez a Efraím. Porque yo soy Dios, no un hombre: soy el Santo en medio de ti, y no vendré con furor. Palabra de
Dios.

SALMO 79, 2ac y 3b. 15-16 (R.: 4ab)

R. Que brille tu rostro Señor y seremos salvados.

Escucha, Pastor de Israel,


Tú que tienes el trono sobre los querubines, resplandece;
reafirma tu poder y ven a salvarnos. R.

Vuélvete, Señor de los ejércitos,


observa desde el cielo y mira:
ven a visitar tu vid,
la cepa que plantó tu mano,
el retoño que tú hiciste vigoroso. R.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Mc 1, 15.


Aleluya, aleluya. Está cerca el reino de Dios; convertíos y creed en el Evangelio. Aleluya, aleluya.

EVANGELIO
Escuchemos la lectura del santo Evangelio según san Mateo 10, 7-15
Jesús dijo a sus apóstoles:
Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos,
purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.
No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque
el que trabaja merece su sustento.
Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el
momento de partir. Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz
descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes.
Y si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de
sus pies. Les aseguro que, en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas menos rigurosamente que esa
ciudad. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

REFLEXIÓN
Terminadas las lecturas el Animador o coordinador de la celebración entabla un diálogo con reflexión y respuesta a
esa Palabra proclamada y meditada para provecho de todos. Para ello, leamos personalmente los textos que se nos
proclamado. Y preguntarnos ¿Qué dice el texto? ¿Qué nos motiva hacer?

Después de compartir, leer la siguiente reflexión:


Les propongo unas pautas para interiorizar la Palabra de Dios, y como María, meditarla en nuestro corazón, bajarla
de nuestra mente al centro de nuestra existencia, a nuestra intimidad, y entrando en nuestra existencia, caminar
con Cristo, la Iglesia, la familia, en la situación histórica.
En el mundo actual, se siente el peso del ambiente secularizado y a menudo hostil a la fe cristiana. Hay un creciente
hedonismo, la tendencia a la búsqueda del placer sensorial e inmediato y el bienestar en todos los ámbitos de la vida,
que ha ayudado a penetrar la crisis de valores en la vida cotidiana, en la estructura familiar, de la misma manera que
interpreta el significado de la existencia.
Síntoma de un grave malestar social es también la propagación de cosas tales como la pornografía y la prostitución.
Esto no debe desalentarles, sino más bien que sea una ocasión para renovar el compromiso y la esperanza, la
esperanza que proviene de saber que la noche está avanzada, el día está cerca, porque Cristo resucitado está
siempre con nosotros.
Tengamos presente lo que el profeta Oseas describe, de qué modo ama Dios a su hijo Israel, incluso cuando tiene
que reprender a su pueblo, Dios será misericordioso, porque todavía lo ama, aunque el pueblo sea rebelde. Él es Dios,
no un mero ser humano.
La lectura de Oseas sigue siendo el hermoso canto al amor que Dios tiene a su pueblo.
Si este amor antes se había comparado al amor conyugal, ahora se lo describe con los rasgos bien tiernos del amor
de un padre o de una madre por el hijo que lleva en brazos, al que acaricia y besa, al que le enseña a andar. Ese al
que atrae “con lazos de amor” ahora le es infiel. El pueblo ha roto la alianza que había prometido guardar. Pero Dios
lo va a perdonar una vez más.
Lo propio de Dios no es castigar, sino amar y perdonar. Dios no es un enemigo que está esperando la caída del
pecador, sino el salvador que está en medio de su pueblo.
Y esto es lo primero que debemos proclamar, según Jesús, Dios está cerca, que el amor del Padre se ha desbordado
y quiere darse a conocer; que se acabó ya para siempre la religión de la distancia, de la lejanía, del miedo a Dios.
Que Dios prefiere hijos que le amen, antes que siervos que le sirvan y le teman.
Todos los cristianos debemos hacer un esfuerzo por meternos cada día en esa esfera de intimidad que se metía
Jesús cuando “de madrugada, cuando todavía no había salido el sol, se marchó a un lugar solitario y se puso a orar”.
(Mc. 1,15).
La oración en Jesús no es fruto de una obligación, de una exigencia ascética, sino de una gozosa necesidad de estar
con el Padre y recibir con los primeros rayos del sol mañanero, el primer beso del nuevo día.
El trabajo de la jornada con su esfuerzo y su fatiga, queda suavizado y gratificado con el recuerdo de esa primera y
refrescante caricia del Padre en la alborada.
Por otra parte, el trabajo de Jesús es excelente: quitar sufrimiento a la gente, aliviar sus penas, hacer a cada uno la
vida un poco más agradable. Y todo para decirnos que “el reino ya ha llegado” y que Dios está empeñado en que
seamos felices.
Cuando el Señor Jesús da instrucciones a sus discípulos que marchan a curar y predicar, los alecciona sobre la
oferta de paz que habrán de proponer a sus oyentes, que se hace presente en el reino de los cielos que deben
anunciar.
Deben compartir la paz en comunidad. Los discípulos no deben andar de casa en casa, sino que deben procurar ir a
donde hay personas de Paz y permanecer en esta casa. Esto es, deben convivir de forma estable. Así por medio de
esta nueva práctica, critican la cultura de la acumulación que marca la política de la sociedad y anuncian un nuevo
modelo de convivencia. Del caso de haber respondido a todas estas exigencias, los discípulos podían gritar: ¡El Reino
ha llegado! Anunciar el Reino no consiste, en primer lugar, en verdades y doctrinas, sino en tratar de vivir de forma
nueva y fraterna, y compartir la Buena Nueva que Jesús nos trajo: Dios es Padre, y nosotros somos todos hermanos
y hermanas.
Los predicadores salen como portadores de un mensaje de paz y justicia, desprendidos de posesiones, e incluso de
gente, de sus propios familiares, desprovistos de equipaje, abandonados a la confianza, enraizados en lo
fundamental: la persona de Cristo.
El discípulo que va sin nada llevando sólo la paz (Mc 10,13), muestra que confía en la gente. Cree que será acogido,
que participará en la vida y en el trabajo de la gente del lugar y que va a poder sobrevivir con aquello que recibirá a
cambio, pues el obrero tiene derecho a su alimento. Esto significa que los discípulos tienen que confiar en el
compartir. Por medio de esta práctica critican las leyes de la exclusión y rescatan los antiguos valores de la
convivencia comunitaria. Tienen que ser pobres también en el sentido de que deben aceptar la inseguridad de no ser
bien recibidos.
No hay seguridad de que en cada pueblo y en cada aldea serán bien acogidos. Unos los descalificarán diciendo que
están haciendo un show a costa de sus intereses mezquinos. Otros tomarán a burla sus palabras y su mensaje;
terminarán cuestionando cosas tan insignificantes como su origen étnico y su vestimenta.
Los mensajeros y los luchadores que marchan y predican paz con justicia sufrieron maltratos en el siglo primero y
siguen sufriendo menosprecios en el siglo XXI. Quienes se merecen la paz, trabajan y caminan infatigablemente por
el camino de la paz. Otros, como nos dice el Evangelio de san Mateo, terminan descalificándolos.
A aquel que quiere anunciar el evangelio, se le pide que ande ligero de equipaje, siendo portador de paz para el
pueblo al que ha sido enviado. No debe imponer por la fuerza el mensaje salvífico de Jesús; sino invitar, proponer,
persuadir.
En la evangelización debe tener siempre presente la libertad como una propiedad personal. Y libre significa: alegre y
afectuosamente, sin temor y de modo abierto, dando gratuitamente lo que hemos recibido de manera gratuita, sin
aceptar compensaciones, premios o gratitud.
Jesús quiere evangelizadores que sean capaces de convencer con una forma de vida, que haga resplandecer los
valores esenciales del evangelio. Evangelizadores que estén profundamente ligados a la vida de la gente y abiertos a
sus necesidades, ayudándolos a sentirse protagonistas de su destino de salvación. El evangelizado debe sentirse
sujeto activo de su propia evangelización, celebrándola y comprometiéndose en lo cotidiano.
La palabra debe generar, tanto en el evangelizador como en el evangelizado, compromisos serios de conversión
personal y comunitaria. La Iglesia a medida que evangeliza se evangeliza a sí misma.
Una evangelización así producirá compromisos duraderos. Nuestra evangelización debe convertirse en una propuesta
de vida para la humanidad sedienta de esperanza.
También debe haber alegría en la entrega de la propuesta, esta debería ser uno de los aspectos principales de
nuestra vida religiosa. Quien da con alegría da mucho. La alegría es el signo distintivo de una persona generosa y
mortificada que, olvidándose de todas las cosas y hasta de sí misma, busca complacer a Dios en todo lo que hace por
los hermanos. A menudo es un manto que esconde una vida de sacrificio, de continua unión con Dios, de fervor y de
generosidad.
La alegría de Jesús es el resultado de su continua unión con Dios cumpliendo la voluntad del Padre. Esa alegría es el
fruto de la unión con Dios, de una vida en la presencia de Dios. Vivir en la presencia de Dios nos llena de alegría. Dios
es alegría. Para darnos esa alegría se hizo hombre Jesús. María fue la primera en recibir a Jesús: “Exulta mi
espíritu en Dios mi salvador”. El niño saltó de alegría en el seno de Isabel porque María le llevaba a Jesús. En Belén,
todos estaban llenos de alegría: los pastores, los ángeles, los reyes magos, José y María. La alegría era también el
signo característico de los primeros cristianos. Durante la persecución, se buscaba a los que tenían esta alegría
radiante en el rostro. A partir de esta particular alegría veían quiénes eran los cristianos y así los perseguían.
San Pablo era un apóstol de la alegría. Exhortaba a los primeros cristianos a que “se alegraran siempre en el Señor”.
Toda la vida de Pablo puede ser resumida en una frase: “Pertenezco a Cristo. Nada puede separarme del amor de
Cristo, ni el sufrimiento, ni la persecución, nada. Ya no soy yo quien vivo, sino Cristo quien vive en mí”. Esa es la razón
de que san Pablo estuviera tan lleno de alegría.
Jesús nos vino a traer una cosa totalmente nueva. Vino a rescatar unos valores comunitarios del pasado: la
hospitalidad, el compartir, la comunión alrededor de la mesa, la acogida de los excluidos. Esto explica la severidad
contra los que rechazaban el mensaje. Pues no rechazaban algo nuevo, sino su propio pasado, su propia cultura y
sabiduría. La pedagogía tiene como objetivo desenterrar la memoria, rescatar la sabiduría de la gente, reconstruir
la comunidad, renovar la Alianza, rehacer la vida.
Esta forma de vivir, es un caminar que revela la presencia del Reino de Dios. “Id y anunciad: El Reino del Cielo está
cerca”. El objetivo principal es anunciar la proximidad del Reino. Aquí está la novedad traída por Jesús. Para los
otros judíos faltaba mucho todavía para que el Reino llegara. Sólo llegaría cuando ellos hubieran puesto de su parte.
La llegada del Reino dependía de su esfuerzo.
Para los fariseos, por ejemplo, el Reino llegaría sólo cuando la observancia de la Ley iba a ser perfecta. Para los
Esenios, cuando el país fuera purificado. Jesús piensa de otra forma. Tiene otra manera de leer los hechos. Dice que
el plazo ya está vencido (Mc 1,15). Cuando dice que el Reino está cerca, Jesús no quiere decir que estaba llegando en
aquel momento, pero sí que ya estaba allí, independientemente del esfuerzo hecho por la gente. Aquello que todos
esperábamos, ya estaba presente en medio de la gente, gratuitamente, pero la gente no lo sabía y no lo percibía (cf.
Lc 17,21). ¡Jesús lo percibió! Pues él mira la realidad con una mirada diferente. Y él va a revelar y a anunciar esta
presencia escondida del Reino en medio de la gente a los pobres de su tierra (Lc 4,18). He aquí el grano de mostaza
que recibirá la lluvia de su palabra y el calor de su amor.
Los signos de la presencia del Reino, son ante todo gestos concretos, realizados gratuitamente: “Curad enfermos,
resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis, dadlo gratis”. Esto significa que los
discípulos tienen que acoger dentro de la comunidad aquellos que de la comunidad fueron excluidos. Esta práctica
solidaria critica tanto la religión como la sociedad excluyente, y apunta hacia salidas concretas.
Preguntémonos:
 ¿Cómo realizar hoy la recomendación de no llevar nada por el camino cuando se está en misión?
 Jesús manda dirigirse a una persona de paz, para poder vivir en su casa. ¿Cómo sería hoy una persona de paz
a la que dirigirnos en el anuncio de la Buena Nueva?
 ¿Experimento la responsabilidad de la evangelización?
 ¿En qué lugares siento que el Señor me llama a dar testimonio?
 ¿Dónde el Señor me llama a crecer?
Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a renovarnos en plenitud, para comenzar todo con la novedad de
Cristo.

LA PALABRA SE HACE ORACIÓN


Animador o coordinador de la celebración: Después de escuchar la Palabra de Dios oremos al Señor nuestro Dios:
Pidámosle, que, a través del camino de la vida,
dejemos rutas encendidas a nuestro paso:
rayos de luz portadores de alegría cristiana en nuestro trabajo,
rayos de luz portadores de calor
que deshaga el hielo frío,
rayos de luz portadores de vida donde haya muerte,
rayos de luz portadores de evangelio,
evangélicamente vivido,
rayos de luz que abran camino
allí donde no exista.
Que, tanto los pastores y ministros como los simples laicos en la Iglesia,
anunciemos sin descanso la Buena Nueva de salvación,
como fuente de felicidad y de paz para todos.
Que encontremos alegría y paz interior,
aprendamos a aceptarnos a nosotros mismos,
y dejemos a un lado la soberbia y el hambre de poder,
para buscar una paz genuina y duradera.
Que los misioneros, en cualquier parte del mundo,
presenten de forma creíble el evangelio,
sobre todo por su estilo evangélico de vida.
Santa María de la luz, que nuestra presencia
entre los hombres adelante la presencia de Cristo,
Luz del mundo.
Nuestra Señora de los apóstoles,
Santa María de la luz.

Animador o coordinador de la celebración: Elevando nuestros corazones al cielo y guiados por el Espíritu Santo,
digamos: Padre nuestro…

COMUNIÓN ESPIRITUAL
Hagamos nuestra oración de comunión:
Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el santísimo sacramento de altar. Te amo sobre todas las
cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como no puedo recibirte sacramentalmente, te pido vengas a mí
espiritualmente a mi corazón. Y, como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a vos. No
permitas, Señor, que jamás me separe e ti. Amén
Luego de un momento de silencio, durante los cuales vamos a comprometernos en el caminar con Cristo en la Iglesia
a empeñarnos individualmente en este día en hacer un poco más feliz a las personas con quienes te encuentres.
Y ahora, como hijos confiados dirijámonos a María santísima, Madre de Dios, diciendo:
Te damos gracias, Jesús misericordioso,
por habernos dado a María
como Madre y te damos gracias a ti, María,
por haber dado a la humanidad al Maestro divino,
Camino Verdad y Vida, y habernos aceptado a todos,
en el Calvario, como hijos tuyos.
Tu misión está unida a la de Jesús,
que “vino a buscar a quien estaba perdido.”
Por esto nosotros, agobiados por nuestros pecados, nuestras ofensas
y nuestras negligencias, acudimos a ti, Madre, como esperanza suprema.
Vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos;
tus cuidados maternales sean para estos hijos enfermos.
Todo lo esperamos de ti:
perdón, conversión, santidad.
Realiza un gran milagro,
cambiando un gran pecador en apóstol.
Será un motivo de gloria para ti, que eres Madre suya y nuestra.
Todo lo esperamos de tu corazón, Madre,
Maestra y Reina de los apóstoles.
Amén.

Oración mientras dura la pandemia.


OREMOS
Oh Dios todopoderoso y eterno, mira el Corazón de tu amantísimo Hijo y las alabanzas y satisfacciones que te
ofrece en nombre de los pecadores y perdona a los que imploran tu misericordia, a ti nos dirigimos en nuestra
angustia; te pedimos con fe que mires compasivamente nuestra aflicción, concede descanso eterno a los que han
muerto por la pandemia del “corona-virus”, consuela a los que lloran, sana a los enfermos, da paz a los moribundos,
fuerza a los trabajadores sanitarios, sabiduría a nuestros gobernantes y valentía para llegar a todos con amor,
glorificando juntos tu santo nombre. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Después de un momento conveniente de oración en silencio, concluye diciendo, con las manos juntas:
OREMOS
Señor, qué maravilloso eres, qué bueno, qué grande, qué cercano, qué condescendiente. Con un Dios así da gusto
trabajar. Por eso te pedimos que cada día nos empapes del rocío mañanero, que disfrutemos contigo en la oración,
que saquemos fuerzas para no cansarnos nunca de hacer el bien a nuestros hermanos y quitar de ellos todo lo que les
haga sufrir. Que estando conmigo, la vida se les haga un poco más fácil y placentera.
También te rogamos, Señor, que nos concedas vivir para ti en justicia y santidad.
Amado Jesús, tú que nos has enseñado que el amor debe reinar entre los hombres, concédenos la fuerza y la gracia
de aceptar tu llamado y ser instrumentos en tu proyecto de salvación.
Padre amado y eterno, envía trabajadores a tu mies, que es mucha y pocos son los obreros, te lo suplicamos en el
dulcísimo nombre de tu amado Hijo Jesucristo.
Santísima Trinidad: bendice, protege y guía a los sacerdotes y consagrados, para que sigan anunciando tu reino con
alegría y con el amor que tú nos transmites.
Madre Santísima, Madre de la Iglesia, protege a todos los que, dejando su vida personal, abandonan todo por seguir
a tu amado Hijo Jesús en consagración total y absoluta.
Madre Santísima, Madre de la Iglesia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

CONCLUSIÓN
Finalmente, signándose de la frente al pecho y del hombro izquierdo al derecho, dice:
El Señor nos bendiga para la misión, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
TODOS: Amén.
CANTAR Ave María o canto a la virgen.
¡Oh Dios Sebaot, vuélvete,
desde los cielos mira y ve,
visita a esta viña, cuídala,
la cepa que plantó tu diestra! (Sal 80,15-16)

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