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IPF_B5L1_Cosmología

Versión: Junio 2015


Revisor: Luis Silva

 Cosmología  náhuatl  
Por: Luis Silva Arriaga

La  imagen  náhuatl  del  universo    


El universo náhuatl se creó sin tiempo. El sol, la primera pareja humana, a Tierra, el cielo y las aguas
primordiales nacieron, de acuerdo a los mitos de esta cultura, de manera simultánea. Con la creación
del universo, surgió la armonía y la unidad entre el espacio, el tiempo, la naturaleza y el mundo social.
 

Un  universo  vertical  y  horizontal  


Para esta cultura, el universo se dividía horizontal y verticalmente:

• El plano celeste poseía trece cielos.


• El plano terrestre era un rectángulo delimitado por los cuatro puntos cardinales que, a su vez,
son los cuatro rumbos del universo que se identifican con colores: poniente, rojo; sur, azul;
norte, negro; y oriente, blanco.
• El plano del inframundo (lugar de los muertos) tenía nueve inframundos.

En plano horizontal se concentraban los cuatro rumbos del universo y el ombligo del mundo que servía
para acceder a los planos verticales, el cielo, la tierra y el inframundo. Los tres planos verticales se
unían por medio del 'ombligo' del universo:

13 cielos

Norte
Negro
Muerte
La tierra
Oeste
Rojo Este
Juventud Ombligo del mundo Blanco
Nacimiento

Sur
Azul
Siembra
Mictlán: 9 Inframundos

Figura 1. División del universo para las culturas mesoamericanas.

©UVEG. Derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida, modificada, distribuida, ni transmitida, parcial o totalmente, mediante cualquier medio, método o
sistema impreso, electrónico, magnético, incluyendo el fotocopiado, la fotografía, la grabación o un sistema de recuperación de la información, sin la autorización por
escrito de la Universidad Virtual del Estado de Guanajuato.
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Versión: Junio 2015
Revisor: Luis Silva

El plano terrestre era una réplica del orden sagrado que regía el universo. Los náhuatl se preocuparon
por erradicar el caos y recrear el orden cósmico para establecer la armonía en el mundo.

Norte: cuadrante negro. Lugar


donde están sepultados los
muertos (Mictlán).

Oeste: la casa del Sol, del Este: color blanco. Región


color rojo, la tierra de las Ombligo del de la luz, fuente de vida, de
mujeres, de la juventud y de mundo: la fertilidad, del nacer y del
la abundancia. Piedra renacer.
verde.

Sur: corresponde el color


azul verdoso, lugar de la
tierra y de la siembra.

Figura 2. Orden cósmico.

El  cielo  

El plano celeste estaba compuesto por trece cielos donde habitaban los dioses. En los primeros cuatro
transitaban los astros, mientras que los 9 restantes estaban reservados para ser el hogar de las
deidades.

La  tierra  

En el plano terrestre se encontraba el gran lagarto que flotaba sobre el océano. De la piel de éste
salían algunas vellosidades que formaban la vegetación del mundo y los orificios de su cuerpo eran las
cavernas y cuevas. La piel del lagarto servía para filtrar la sal del mar de tal forma que también existía
el agua dulce.

El  Mictlán  (inframundo)  

Era el lugar de los muertos, de los descarnados. Cuando una criatura moría o era destruida viajaba al
lugar de la muerte. El camino era penoso, pues en su recorrido el alma se limpiaba de todo lo que
pasó en el mundo.
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Concepción  del  hombre  náhuatl    

En los mitos cosmológicos se mostraban las relaciones hombre-naturaleza y hombre-dioses. El ser humano
era importante en la cosmología mesoamericana porque era factor determinante en la creación del
cosmos. La finalidad de esta relación era dar sustento a los dioses de tal forma que si bien los dioses
mesoamericanos son el principio de la vida el hombre náhuatl es quien los alimenta.

El hombre mesoamericano fue capaz de darse cuenta de las limitaciones y las carencias humanas con
respecto a la grandiosidad de sus dioses. Sin embargo, su misión en la vida era la de mantener en
movimiento el universo por lo que se puede decir que el hombre náhuatl era un ser responsable porque su
vida se realizaba entre el destino designado por los dioses y su propia libertad.

Así pues, cada individuo estaba destinado a cumplir con un camino individual y en la medida que recorría
cumplía con el destino de todos los hombres. El hombre náhuatl vivía una doble situación porque estaba
guiado y a la vez es libre. Su libertad consistía en el conocimiento y manejo de las determinaciones
de los dioses.

El hombre náhuatl reconocía que era un ser con potencialidades que se adquirían a través de la idea de
'rostro y corazón', es decir, de la adquisición de su propia personalidad.

Rostro y corazón (ixtli, yollotl) es una expresión que evoca plenitud de la identidad personal. Para los
náhuatl, el ideal del hombre se basa en ser dueño de un Rostro y corazón. Estos vocablos representan
para el náhuatl el fundamento moral y principio dinámico del ser humano maduro:

El hombre maduro:
corazón firme como la piedra,
corazón resistente como el tronco de un árbol;
rostro sabio,
dueño de un rostro y un corazón,
hábil y comprensivo (Torres, 2003, p. 450).

El hombre náhuatl maduro era un humanista, orgullo de sí mismo y con una educación firme.

El  sabio  náhuatl    

En náhuatl tlamatini significa 'el que sabe algo', el que medita y discurre sobre los antiguos enigmas del
hombre en la tierra: el más allá y la divinidad. El sabio náhuatl buscaba la verdad que es la cualidad de
estar siempre bien cimentado o enraizado.

¿Qué es lo verdadero? El tlamatini debía buscar la fundamentación y raíz del hombre y del mundo. Si para
el hombre náhuatl, la vida no era verdadera por ser cambiante y finita, entonces la verdad debía ser
inmutable, intemporal y absoluta.

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Los tlamatini se preguntaron acerca de la verdad de los hombres y de la posibilidad de decir palabras
verdaderas que introdujeran una raíz en las personas. Los náhuatl se preocuparon por dar raíz al corazón
para así ocultar lo que estaba sobre los hombres: la región de los muertos.

La  muerte    
En la cultura náhuatl no se podía tener una conciencia de la vida sin tener una conciencia de la muerte. El
lugar de la muerte era el inframundo o Mictlán y se decía que en esta vida terrenal no se encontraba la
verdad pues la existencia humana es un sueño:

De pronto salimos del sueño,

sólo vinimos a soñar,

no es cierto, no es cierto,

que vinimos a vivir sobre la tierra.

(Tochihuitzin, citado por León-Portilla, 2004, p. 153).

Los náhuatl consideraban a la muerte como un acontecimiento importante porque el fin de la vida estaba
siempre presente en el hombre. El orden y continuación del universo dependen de la muerte de los
hombres.

Llevar una vida recta tenía su recompensa en la misma existencia de cada individuo. La muerte provocaba
una expresión de angustia profunda, sin embargo, se tenía la posibilidad de alcanzar el principio divino
máximo (Ometéotl) siguiendo el camino de los descarnados que se encuentra en el Mictlán o en el cielo.

Los lugares de los muertos en la cultura náhuatl eran:

1. El Mictlán, formado por los nueve inframundos. A este sitio llegaban todas las almas de
hombres y mujeres que tuvieron una muerte natural.

2. El lugar donde vivía el Sol: aquí llegaban las almas de los guerreros muertos en combate y las
mujeres que morían al dar a luz y que tenían el honor de acompañar al Sol en su caminar.

3. Tláloc sacaba a los hombres que murieron ahogados, a los fulminados por un rayo y aquellos
que sufrían de hidropesía. Los conducía al Tlalocán, que era un lugar feliz donde no faltaba el
alimento.

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4. En el códice Vaticano se menciona un cuarto lugar, en donde se encontraba un árbol nodriza


de cuyas ramas caían gotas de leche para alimentar a los bebés que murieron muy pequeños.

El animal que estaba asociado con la muerte era el búho, por ser un ave nocturna que caza de noche. En
la cultura náhuatl aparecía como acompañante de Tezcatlipoca y actuaba, con su canto, como mensajero
del dios de la muerte.

Los sacrificios humanos eran importantes para que la vida del cosmos y de los hombres tuviera
continuidad. Era necesario alimentar al sol con sangre y corazones pues de lo contrario dejaría de caminar,
haciendo imposible la continuidad del ciclo de las estaciones para la siembra y cosecha de maíz.

Uno de los poetas más representativos de la cultura náhuatl era Nezahualcóyotl de Texcoco. En sus
poemas profundizaba sobre el cambio y el tiempo. Indicaba que todo sobre la tierra era transitorio y, al ser
la vida humana transitoria y finita, ésta se desvanecía para siempre.

Yo Nezahualcóyotl lo pregunto:

¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?

No para siempre en la tierra:

sólo un poco aquí.

Aunque sea jade se quiebra,

aunque sea oro se rompe,

aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.

No para siempre en la tierra:

sólo un poco aquí.

(León-Portilla, 2004, p. 153).

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Referencias  

León-Portilla, M. (2004). Obras de Miguel León-Portilla. México: Universidad Nacional


Autónoma de México.

Torres, O. (2003). Historiadores de México siglo XX. México: Trillas. [Versión en


línea]. Recuperado de
https://books.google.com.mx/books?id=DiqHYeF4WF4C&printsec=frontc
over#v=onepage&q&f=false

 Bibliografía  

León-Portilla, M. (1980). Toltecáyotl. Aspectos de la cultura tolteca. México: Fondo


de Cultura Económica.

Netzahualcóyotl. (2011). Poemas. (Garibay, M.A. Trad.). México: Red Ediciones


S.L. [Versión en línea]. Recuperado de
https://books.google.com.mx/books?id=BoABXc8gF6AC&printsec=frontc
over#v=onepage&q&f=false

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