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Pobreza, desigualdad y dinámica del progreso social

Hemos trabajado en los módulos anteriores sobre la tecnología y la economía, fundamentalmente. Es hora de poner el foco en la sociedad y las
personas, destino ineludible de todos los procesos de creación de valor y de innovación tecnológica que somos capaces de llevar adelante como
civilización.
 
Bajo esa premisa, vamos a introducir en la presente lectura la cuestión de la pobreza, con sus dimensiones y evoluciones. Es mucho lo que el mundo ha
progresado en la materia, pero es enorme la agenda que tenemos por delante. Lo mismo sucede con el fenómeno de la desigualdad social, solo que en
este tema tenemos que afrontar la cuestión de la expansión de la brecha que se viene dando en los últimos años en el mundo y las posibilidades que
tenemos para revertirlo.
 
Todo ello en el marco de la dinámica social, es decir los procesos bajo los cuales las sociedades se organizan para ofrecer posibilidades de ascenso y
progreso. 

La oportunidad histórica de vencer la pobreza

Las desigualdades y la capacidad de revertirlas

La construcción de sociedades más equilibradas

Referencias
LECCIÓN 1 de 4

La oportunidad histórica de vencer la pobreza

El largo proceso de revoluciones tecnológicas y creación de valor que ha marcado, especialmente, los tres últimos siglos y que venimos trabajando en la presente
asignatura, ha tenido como correlato, en líneas generales, una sostenida baja de los niveles de pobreza que históricamente debieron soportar las personas en
distintas culturas y sociedades. 

El historiador israelí que ya hemos citado en otras lecturas, Yuval Harari (2018), lo explica con claridad en sus distintos libros: las revoluciones industriales han
tenido el común denominador de tirar hacia arriba a las masas, es decir, a los segmentos mayoritarios de la población del mundo, quienes en etapas previas a
dichas revoluciones estaban bastante sometidas a esquemas de esclavitud, vasallaje, precariedad o sumisión. Son las fuerzas de la creación de valor, la
innovación, el mercado y la comercialización, bajo distintos modelos y prioridades, las que han impulsado, en una mirada amplia, las oportunidades concretas de
millones de personas para salir de la pobreza. Básicamente por dos grandes razones:

A. La innovación, a través de la creación de valor, la destrucción creativa y otros mecanismos económicos que hemos visto, siempre generan
mejor trabajo e ingresos para las personas. Trabajo e ingresos suponen inclusión económica.

B. El desarrollo de nuevos productos y servicios y la organización de mercados donde se cruzan las ofertas con las demandas, requiere, para
no ser realidades efímeras o muy acotadas, porciones crecientes de consumidores con capacidades para ello. Sin consumo creciente no hay
crecimiento (al menos hasta ahora, dado que las nuevas economías vienen a poner estos principios en tela de juicio por el fenómeno de la
gratuidad que expusimos en el módulo anterior).

Es Steven Pinker (2018), autor de “En Defensa de la Ilustración”, uno de los pensadores que más ha explicado la disminución de la pobreza en las últimas décadas,
debido fundamentalmente al predominio de la razón, la expansión de la ciencia y la dinámica de los mercados. En los últimos 25 años, suele exponer Pinker (2018),
la pobreza extrema ha bajado un 75% en el mundo. Es decir, en este lapso de tiempo 1.000 millones de personas han dejado de ser pobres, a razón de 137 mil
personas por día. Estos números tan significativos, están bastante repartidos por distintos países del mundo, pero sobre todo se explican por los enormes
progresos de China e India en sacar personas de la pobreza a partir de la mayor actividad económica que ambos países lograron por sus reformas de mercado y su
expansión en materia de comercio internacional. Mientras los medios en general tienen la inclinación a mostrar la foto de muchas situaciones de pobreza que aun
vivimos en el mundo, la tendencia es arrolladoramente positiva. 

Por otra parte, no es menos cierto que los profundos cambios económicos y sociales de las últimas décadas han ayudado a comprender que la pobreza es una
situación de dolor de muchas personas y cuya definición trasciende la cuestión de los ingresos percibidos. Es decir, es cada vez más aceptado en el mundo que
una persona no debiera ser considerada pobre solo por estar debajo de un determinado umbral de ingresos, sino más bien, por la evaluación de un conjunto de
dimensiones que permiten una mirada más completa de su condición en la sociedad. Cuestiones vinculadas al urbanismo, la educación, la participación, la calidad
de la alimentación, o los servicios públicos, son cada vez más determinantes para construir mediciones de pobreza acordes a la naturaleza heterogénea y
multidimensional que se requiere en estos tiempos. 

Desde esta perspectiva, combatir la pobreza es construir derechos humanos en su dimensión más primaria y elemental. Muhammad Yunus (citado en Garrido,
2006), explica que “las personas pobres son personas bonsáis”. Terminan quedando raquíticos, no por problemas de origen, talento o esfuerzo, sino porque el
sistema no les brinda las mismas oportunidades que a otros para salir adelante. La ciencia (neurociencias especialmente) han ido demostrando como la pobreza
termina afectando las capacidades cognitivas de las personas. De ahí que Rutger Bregman (2004), en Utopía para Realistas, utilice el término “ancho de banda
cognitivo o mental de las personas” para reflejar este impacto negativo de la pobreza, que refuerza la urgencia del compromiso de terminar con ella. Es la ciencia la
que nos ha permitido entender cada vez mejor, por ejemplo, que “los pobres no toman decisiones desacertadas porque sean ineptos, sino porque viven en un
contexto en el que cualquiera tomaría decisiones desacertadas” (Bregman, 2004, p.60).  
Es bajo esta mirada donde las opiniones difieren bastante más y donde emergen realidades más complejas en orden a la lectura de la tendencia a la baja de la
pobreza. La pobreza, bajo criterio multidimensional, no se traduce solamente en limitación de ingresos y capacidad de consumo, sino más bien se entiende como
vulnerabilidad en varios aspectos relevantes para encarar la vida individual y colectiva.  Quizás, la metodología más conocida y avalada para reflejar este fenómeno
heterogéneo de la pobreza sea el índice creado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en el año 2010. Es conocido como IPM y todo el
foco se puso en comprender las experiencias de pobreza reales a través de distintas dimensiones que la constituyen, a efectos de poder medirla, monitorearla, y
compararla en los distintos países del mundo. 

El IPM global está compuesto por diez indicadores distribuidos en tres dimensiones: salud, educación y estándar de vida. Los diez indicadores
ponderados son: nutrición, mortalidad infantil, años de escolaridad, asistencia escolar, combustible para cocinar, saneamiento, agua potable,
electricidad, vivienda y activos. Éstos fueron elegidos tras un exhaustivo proceso de consulta con expertos de cada sector, así como de
validación estadística y de análisis de los datos disponibles (Alkire y Jahan, s.f., https://bit.ly/2scQIJm). 

A partir de esta herramienta holística y con amplio respaldo científico e institucional, ha sido mucho más fácil comenzar a tener mediciones certeras de la pobreza,
de la complejidad de factores que la explican y especialmente advertir que no se trata de un fenómeno que sucede en los países más retrasados en cuanto a sus
niveles de desarrollo, sino también en los que están más desarrollados. 

Por ejemplo, si tomamos la medición del informe del año 2019 del IPM que publica la página de noticias de la ONU (2019), vemos que, en 101 países estudiados,
1300 millones de personas viven en la pobreza multidimensional, un 23,1% de su población (si tomamos solo el criterio de ingreso y el umbral definido en U$$ 1.90
diarios para vivir por encima de la pobreza extrema, 783 millones de personas no lo alcanzan). Unos 886 millones lo hacen en países de renta media y 440 en los de
renta baja. África subsahariana y el sur de Asia albergan la mayor proporción de pobres, alrededor del 84,5%. Aunque se registra fuerte disparidad interna en esos
continentes.  

En África, la pobreza varía entre el 6,3% en Sudáfrica y el 91,9% en Sudán del Sur, mientras que en el sur de Asia es del 0,8% en Maldivas frente al
55,9% de Afganistán. 

La desigualdad en el reparto de la pobreza multidimensional también alcanza a la edad ya que la mitad de los 1300 millones de pobres en esta
categoría son menores de 18 años y un tercio menores de 10.

La gran mayoría de estos niños, alrededor del 85 por ciento, vive en el sur de Asia y en el África subsahariana, divididos a partes iguales entre las
dos regiones. El panorama es particularmente grave en Burkina Faso, Chad, Etiopía, Níger y Sudán del Sur, donde el 90% o más de los niños
menores de 10 años, se consideran pobres multidimensionalmente (ONU, 2019, https://bit.ly/39dg0Yj).

Figura 1. Evolución de pobreza


Fuente: Cardin, 2016, https://bit.ly/2smGshy

Nunca hemos tenido tanta información acerca de la composición y distribución de la pobreza. Si combinamos eso con la mejora en la capacidad de medirla y
vemos que la reducción de la pobreza extrema se viene verificando en el mundo a través de los años, podemos mirar con optimismo la capacidad de cumplir el
primer objetivo de los 17 que componen la Agenda 2010 de Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS) aprobada por Naciones Unidas en el año 2000.

El fenómeno de la pobreza que aún perdura en cientos de miles de personas en el mundo es explicado en su total dimensión por:

Los niveles de ingresos económicos de personas y familias.

La ineptitud y baja contracción al trabajo de personas y familias.

Las condiciones de vida deficitarias en un conjunto de dimensiones que exceden lo económico (salud, nutrición, vivienda, etc.).

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Objetivo global aprobado por todos los países, múltiples proyectos nacionales y regionales en marcha, programas de cooperación para el desarrollo de gran
cantidad de empresas y organizaciones (ver la cantidad y eficiencia de los programas impulsados, por ejemplo, por la Fundación Bill y Melinda Gates), y nuevos
mecanismos y acciones para promover bienestar y calidad de vida (nuevas tecnologías, microcréditos, etc.), permiten soñar con bases fundadas que podamos
terminar con la pobreza extrema en el mundo. Como alguna vez dijo el gran líder sudafricano Nelson Mandela (citado en Triubano, 2014, https://bit.ly/2ZFKAoX),
“acabar con la pobreza extrema no es un gesto de caridad, sino de justicia”.

Figura 2. Pirámide mundial de pobreza

Fuente: Infobae, 2018, recuperado de https://bit.ly/362GVUI

Video 1. Pobreza multidimensional

Índice de Pobreza Multidimensional de 2019


Fuente: Human Development Report Office UNDP [Human Development Report Office UNDP]. (11 de julio de 2019). Índice de pobreza Multidimiensional 2019. [YouTube].

Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=xSeqV4wWG8c

 El vecino país trasandino, Chile, es un rico ejemplo para reflejar las cuestiones que son objeto de estudio en la presente lectura. Es un país
que ha atravesado un proceso económico y social bastante particular en las últimas décadas y que en el corriente año ha sufrido un
fenómeno de crisis social con altos niveles de violencia, del cual aún no puede salir. Es Chile un país que hace años muestra índices de alto
desempeño macroeconómico y en este momento una inusitada conflictividad social, con muchos matices para analizar y profundizar.

En el marco de una de las regiones del mundo con mayores tasas de pobreza y desigualdad, como América Latina, Chile es un país con
fuertes contrastes. Por ejemplo, es uno de los países que más ha reducido la pobreza en los últimos años. Si tomamos datos de la CEPAL
(Comisión Económica para América Latina), la pobreza alcanzaba a 40% de chilenos en el año 2003 y había bajado al 10.7% en 2017, muy por
debajo del promedio de la región (30%) y solo superado por Uruguay (2.7%).

En el año 2009, la Presidencia del país constituyó una Comisión de Expertos para estudiar la pobreza y las mejores maneras de medirla. Fruto
de este trabajo, en 2014, Chile decidió avanzar en la medición multidimensional de la Pobreza, dando un enorme paso adelante en este
fenómeno tan complejo. A continuación, un cuadro sintético de las dimensiones definidas para el IPM Chile.

Figura 3. Medida de Pobreza Multidimensional

Fuente: Ministerio de Desarrollo Social, 2017, https://bit.ly/360SZpk

 Como era de esperar, la ampliación de las consideraciones de múltiples dimensiones para diagnosticar la situación de pobreza, comenzó a
arrojar cifras más amplias y reales que las propias de la metodología tradicional de pobreza a partir de los ingresos. El año 2017 tuvo un
índice de 20.7% en pobreza multidimensional, según la metodología implementada por el país. Es decir, el doble que el índice de pobreza por
ingresos. Y lo más grave es que, a diferencia de la pobreza por ingresos, el IPM comenzó a mostrar evidentes signos de estancamiento, dado
que en el año 2015 fue de 20.5%, todo lo que refleja las dificultades que atraviesa el país (como tantos otros) para seguir bajando la pobreza
en su concepción de múltiples aspectos que la componen.

Más grave aún, el contraste es creciente entre zonas internas del país, como por ejemplo entre comunas de Santiago, su capital. En La
Pintana, la tasa de pobreza multidimensional era superior al 40% en 2015, 25 puntos más que el promedio de la región metropolitana y que el
total del país. En Lo Barnechea, una comuna del Oeste de la ciudad, la cifra era del 17,3%. Un sistema de castas puede configurarse de esta
manera, donde los ciudadanos de La Pitana viven de manera muy distinta a los de Lo Barnechea y casi ni se cruzan en ninguna situación
urbana. 

En síntesis: país sin inflación, con índices crecientes de exportaciones, crecimiento de la economía y buen ingreso per cápita, es capaz de
mostrar fuertes progresos en materia de pobreza, aunque sin eliminarla a pesar de las décadas de expansión económica y con ratios mucho
más altos cuando se amplía la perspectiva y no solo se tienen en cuenta los ingresos de las personas, sino un conjunto de elementos que
explican el dolor de la vida en dichas condiciones. Una buena foto de todo lo que nos resta hacer aún en la materia.
LECCIÓN 2 de 4

Las desigualdades y la capacidad de revertirlas

La creciente convicción de los actores del mundo acerca de la necesidad y posibilidad de vencer la pobreza, suele encontrar un contraste cuando ampliamos la
mirada e introducimos el fenómeno de la desigualdad.

Hemos trabajado en lecturas anteriores sobre el capitalismo, la creación de valor y el cambio tecnológico. Y hemos puesto foco en el enorme progreso y desarrollo
de nuevas oportunidades para resolver problemas humanos que los mismos conllevan. Pero aquí debemos poner la mirada en que el impacto suele no ser
simétrico y equitativo. Hay un creciente consenso acerca de que los cambios globales de las últimas décadas han generado enormes progresos para la
Humanidad, pero están amplificando los márgenes de desigualdades entre las personas. También entre comunidades y regiones del mundo.

Uno de los datos más ilustrativos de esta situación es el ingreso medio de las mayorías de personas que se desempeñan en trabajos de la base la pirámide
(operarios, servicios, auxiliares, etc.), que no ha crecido en términos reales (contemplando el efecto de la inflación) en los últimos 40 años, mientras que los
ingresos más altos se han duplicado y, en algunos segmentos, se han triplicado (altos ejecutivos o profesionales relacionados con las tecnologías de vanguardia).
Esto alimenta un extendido sentimiento de nostalgia y en no pocos casos, de resentimiento que pone en jaque a los sistemas democráticos en el mundo. En
muchas encuestas de diversos países del mundo, se advierte con claridad que los jóvenes actualmente creen que no podrán vivir mejor que sus padres cuando
lleguen a adultos, a diferencia de lo que ocurría en las generaciones anteriores.

Si por ejemplo tomamos el caso de Estados Unidos, siempre uno de los países más dinámicos del mundo y actualmente con menor tasa de desempleo (4%, se
considera en economía que ello es estar en pleno empleo), vemos que las cifras indican que el 1% más rico posee más riquezas que el 90% de la población. Y si
tomamos el 40% más rico (clases altas y medias altas), se advierte que tienen 10 veces más riquezas que el 60% restante. Esto demuestra que, a pesar de la
abundancia de bienes y servicios y las innovaciones que nos provee el avance tecnológico, las posibilidades reales de ascenso social se han reducido
considerablemente.

Ello sucede en momentos donde muchas corrientes de pensamiento y autores de distintos orígenes ideológicos, coinciden sin mayores conflictos acerca de que
cierto grado de desigualdad siempre es necesaria para la dinámica de la sociedad y la economía. Solo voces muy marginales y extremistas pueden sostener que
sería bueno vivir en sociedades donde, por ejemplo, un zapatero gane lo mismo que un médico, por más dignas y legales que puedan ser ambas actividades. El
dinero y el progreso en general siguen siendo incentivos muy eficaces para el esfuerzo y la superación de las personas.

Pero las brechas de desigualdad han crecido en casi todos los países del mundo más allá de lo que puede considerarse razonable y hasta beneficioso. Dos son los
factores de génesis global que en general lo explican:

FA C T O R 1 FA C T O R 2

Las tasas de rendimiento del capital (retorno de inversiones financieras o de la posesión de propiedades y activos en general) vienen creciendo más
que las tasas de crecimiento de la economía (producción de bienes y servicios de la economía en general), hace ya muchos años.

FA C T O R 1 FA C T O R 2
Las remuneraciones de las actividades más conectadas a las habilidades tecnológicas o de gestión avanzadas, propias de la nueva economía de la
innovación y el conocimiento, crecen a tasas mucho más altas que todas las demás remuneraciones e ingresos de las economías.

Siempre que trabajamos con procesos sociales y las cifras que explican sus evoluciones, conviene ser cautelosos y generar miradas en diferentes planos y con
distintos horizontes de tiempo. En materia de desigualdad, las estadísticas en general muestran cómo se han ampliado las diferencias entre quienes más tienen y
ganan, y quienes menos tienen y ganan, a partir de los años 80. Pero si miramos de forma más amplia el tema, podríamos afirmar con bases sólidas que
actualmente existen menos desigualdades que hace 80 o 100 años.

Thomas Piketty (Capital e Ideología, Paidós) y Branco Milanovic (Desigualdad Mundial, Fondo de Cultura Económica) son dos de las mayores autoridades
mundiales en materia de desigualdad, actualmente. Ambos coinciden que el centro de la problemática de la expansión de las desigualdades tiene que ver con la
obstrucción de las vías de ascenso social que en gran parte del siglo XX funcionaron. Quienes nacen en hogares con menos capital e ingresos, tienen cada vez
menos posibilidades de generar y capturar oportunidades para el progreso, por la sencilla razón de que existen muy altas probabilidades de que esas personas
tengan, más allá de sus méritos y capacidades, trabajos cuyos ingresos medios no les permitan acceder a la propiedad privada y al bienestar personal y familiar.
Claro que hay casos de éxito, y claro que la meritocracia personal sigue operando en miles de casos, pero en términos agregados, ello es cada vez más difícil que
se repita como patrón real para las mayorías de cada sociedad.

El economista francés Piketty es uno de los autores con propuestas más disruptivas en este campo. Piketty parte de la premisa de que ha sido un triunfo de la
humanidad en general, y del capitalismo en particular, haber logrado semejante expansión del derecho formal a la propiedad privada, pero que el desafío para

sostener semejante logro es encontrar las vías para expandir rápidamente el derecho real de acceder a la propiedad privada para la gran mayoría de las personas1. 

[1] Entrevista Thomas Piketty Diario El Pais de España, https://elpais.com/cultura/2019/09/21/actualidad/1569078725_248388.html

Hay demasiadas propiedades en el mundo (cada vez más) y muy pocas manos por las cuales circulan los títulos de la propiedad. Por ello, Piketty llega a proponer
un aumento de los impuestos al patrimonio de forma tal que cada persona, al cumplir 25 años, pueda recibir un monto de dinero (U$$ 120.000) como plataforma
para desarrollar un camino ascendente, que en general ya no depende de su capacidad de esfuerzo y trabajo. Aunque, señala el intelectual francés, una persona
llegue a tener un buen salario y un buen diploma profesional, es muy probable que una parte importante de su ingreso se vaya en pagar un alquiler a hijos de
propietarios que heredaron propiedades, o las cuotas del financiamiento con el que afrontaron sus estudios, o de los préstamos con los que intentaron iniciar una
actividad laboral independiente.

Más allá de la viabilidad y conveniencia de enfoques y medidas como las de Piketty u otros autores (todo es materia opinable), no deberíamos negar la evidencia
de las desigualdades ni cerrar ninguna posibilidad en el desafío de comprender el fenómeno e intentar revertirlo. Necesitamos más evidencias de distintas
políticas y proyectos a efectos de ampliar la base de conocimiento que permita a cada país y región tomar mejores decisiones en materia de armonía y ascenso
social. Y más allá de la conveniencia de hacerlo por razones de justicia y derechos humanos, hay un conjunto adicional de razones que le otorgan sentido de
urgencia al tema:

Está demostrado que el crecimiento económico se ve afectado cuando las tasas de desigualdad crecen. Son muchos los estudios que
lograron evidencias acerca de cómo la desigualdad inhibe el crecimiento de la economía. Nos hace estar menos satisfechos con nuestras
vidas, incluso en las personas más ricas que crecen en desconfianza y depresión ante las crecientes desigualdades. Todo ello impacta la baja
en las estadísticas de crecimiento de la economía.

Más desigualdad implica mayores índices de otras problemáticas sociales. Si miramos la depresión, el stress profesional, la drogadicción, el
fracaso escolar, la obesidad, las infancias infelices, la magra participación electoral, o la desconfianza social y política, siempre se encuentran
evidencias del impacto de que mucho se explica por las crecientes desigualdades sociales. En el gráfico que muestra la figura 4, se puede
advertir la correlación entre países con mayor densidad de problemáticas sociales y mayores niveles de desigualdad.

La productividad tecnológica ha crecido y crecerá mucho más, cuando la inteligencia artificial y las demás tecnologías de la Industria 4.0
logren su maduración. ¿Quiénes serán capaces de capturar esos beneficios crecientes de generar más valor (productos y servicios) con
menos insumos? Si no logramos mecanismos eficaces de distribución, ahora que todo esto está en ciernes, el escenario de sociedades
duales, partidas por las desigualdades, pueden llegar a niveles de no retorno.

La biotecnología en desarrollo, puede acelerar y transformar las desigualdades aún más. Como bien lo explica Harari:

Si los nuevos tratamientos para alargar la vida y mejorar las condiciones físicas y cognitivas acaban siendo caros, la
humanidad podría dividirse en castas biológicas. Hacia el año 2100, el 1% de la población podría no solo tener la mayor parte
de las riquezas, sino de la belleza, la creatividad y la salud del mundo (2018, p. 98).

Figura 4. Problemas sociales y desigualdad

Fuente: Jackson, 2009, https://bit.ly/2MLbGWP

Figura 5. Movilidad social en el mundo


Fuente: OCDE, 2018, https://bit.ly/2QpsP9v

Así como en materia de pobreza el Índice Multidimensional del PNUD de Nacionales Unidas es el gran referente, en materia de desigualdad podemos decir lo
propio del llamado Índice de Gini. Es muy utilizado para calcular la desigualdad de ingresos entre personas de un país o región determinada. Trabaja con una escala
que va de 0 a 1, siendo el 0 la máxima igualdad (mismo ingreso para todos) y 1 la máxima desigualdad posible. 

Si bien, como todo índice, tiene complejidades técnicas para ser calculado y no distingue realidades específicas, sino que se aplica a poblaciones generales según
los ingresos a nivel hogares, sigue siendo el índice más representativo de las situaciones de desigualdad y en general refleja la situación de expansión que han
tenido a pesar del entorno de abundancia y menor pobreza que venimos relatando.

Los factores principales que explican el crecimiento en las desigualdades entre personas en todo el mundo en las últimas décadas son:

El surgimiento de grandes corporaciones de negocios digitales, como Facebook, Google, Amazon, etc.

Las tasas de rendimiento del capital superiores a las de crecimiento de la economía. 

El crecimiento dispar en las remuneraciones de tareas vinculadas a las nuevas tecnologías y todas las demás que las personas realizan en la economía.

La ausencia de políticas públicas que ayuden y promuevan a los más necesitados.


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Figura 6. Índice de Gini en países 

Fuente: [Imagen sin título sobre índice de Gini], s.f., https://bit.ly/2ZrhQQJ

Figura 7. Mapa global del Índice de Gini 

Fuente: Infobae, 2014, https://bit.ly/2Qpu9Jv


Más aun en materia de desigualdad, Chile es un país paradigmático para reflejar cabalmente nuestro recorrido conceptual en este módulo. El país vecino no lidera
los índices de desigualdad en América Latina, pero está dentro del lote de países del mundo con mayores niveles de desigualdad. Y al mismo tiempo, si bien ha
reducido el índice (cualquiera sea la forma de medir la desigualdad) en las últimas décadas, lo ha hecho a una velocidad menor a la esperable en fusión del
desempeño económico del país.

El índice Gini en Chile del año 2017, muestra un resultado de 0.46. Recordemos que la máxima desigualdad es 1. Es decir, Chile está a mitad de la escala posible,
muy cerca del promedio de países de Latinoamérica. De forma similar a la región en su conjunto, el índice venía mejorando de forma sostenida pero lenta (en año
2002 por ejemplo, el Gini de Chile era de 0.54) pero en los últimos años, este proceso de mejora ha ingresado en un relativo estancamiento.

Más allá de esto, lo que resalta más y quizás sea el motivo de que la crisis de este año 2019 en Chile tenga un componente tan masivo y violento, es advertir que el
1% de la población concentra alrededor del 25% de la riqueza. Es decir, mientras más zoom hacemos en los deciles más altos de la estructura social del país, más
graves son los niveles de concentración de riqueza que alimenta la desigualdad estructural del país. Además, fiel a su modelo de altísimo protagonismo del
mercado en la provisión de bienes y servicios, en Chile el 66% de las familias tienen deudas importantes (Banco Central de Chile, 2018 citado en Ochoa, 2018), para
consumo, educación o vivienda. Se trata de deudas que llevan vidas enteras honrar, que en general no son refinanciables, y que más que para el progreso, están
enfocadas en subsistencia.

Y podemos seguir sumando elementos, dado que también se advierten componentes culturales, políticos y simbólicos que el país arrastra desde sus orígenes
mismos y que confluyen en hacer mucho más complejo el ascenso social de las mayorías. Quizás el dato más sintomático de todo ello sea la concentración de la
educación de más calidad en las clases altas: el 10% de los alumnos del país, que concurren a los mejores colegios privados, se quedan con cerca del 80% de las
plazas disponibles en las universidades que mejor prestigio y formación tienen.
LECCIÓN 3 de 4

La construcción de sociedades más equilibradas

La subsistencia de la pobreza en el mundo, a pesar de su fuerte disminución en las últimas décadas, y la agudización de las desigualdades que hemos expuesto
en este capítulo, interpelan de forma crucial a los liderazgos políticos, económicos, y sociales en orden a la posibilidad de recrear y relanzar posibilidades más
amplias del ascenso social que siempre conllevo el capitalismo.

El mundo discute actualmente donde debe ponerse el foco para resolver estas problemáticas, y qué tipo de soluciones pueden considerarse más adecuadas a
partir de la validación empírica que puedan haber logrado en distintos lugares del mundo. Parece imponerse un mandato aceptado por el sistema de líderes en su
amplia mayoría: es necesario construir sociedades más equilibradas y frenar el avance hacia lo que se visualiza como posibles sociedades duales. Y hay que
hacerlo antes de que nuevos movimientos de corte autoritario y nacionalistas crezcan en sus planteos extremos en muchos aspectos, dentro de sistemas
democráticos muy debilitados.

Sociedades duales son aquellas en las que se puede simplificar en extremo su composición en dos grandes mundos: un sector minoritario conformado por
profesionales, expertos, dirigentes o emprendedores que están conectados a las corrientes de innovación tecnológica y logran rentas crecientes por aplicar sus
conocimientos, habilidades y propiedades a distintas actividades. Y, por otro lado, un sector mayoritario de personas dedicadas a distintas actividades con cierto
grado de obsolescencia, en relaciones de dependencia o en esquemas independientes, pero que tienen en común una limitación cada vez más aguda para
progresar a partir de sus ingresos y, en consecuencia, se encuentran cada vez más atrapadas en esquemas de subsistencia económica.

Según el World Economic Forum, la riqueza mundial asciende a 280 billones de dólares. El 46 por ciento está en manos de 28 millones de
personas, frente a los 7.000 millones que somos. Pero lo más grave del fenómeno, es que este creciente gap sucede en el contexto de
sociedades cada vez más abiertas y digitalizadas, en las que los temas tabúes, los espacios reservados y los intereses creados ya no pueden
ser sostenidos, y las personas en general amplifican sus expectativas de vivir mejor y ya no sólo de escapar a la pobreza (Pallaro, 2019,
https://bit.ly/37ABPzB). 

Este puede ser considerado un elemento central del espíritu de estos tiempos (el término alemán zeitgeist refleja exactamente esto de que cada tiempo histórico
tiene algo así como una filosofía o espíritu que lo define). Las grandes mayorías de las sociedades están conectadas, han podido salir de los niveles de pobreza
más indignos y profundos y, especialmente, quieren y exigen subirse al tren del progreso. En buena hora, ya que una vez conseguidos comida en la mesa de forma
regular, un techo donde vivir medianamente digno, y agua corriente para beber y asearse, ya no alcanza el crecimiento económico habitual de una economía para ir
hacia el desarrollo. Se requieren estrategias activas y modelos innovadores para atacar de forma efectiva las desigualdades que ponen en riesgo la paz en las
sociedades (como bien se viene demostrando en los recientes conflictos en países tan distintos como Francia, Chile, USA o Colombia). 

Muchos abordajes y políticas hay en este momento en el mundo para cumplir con esta demanda y este espíritu de los tiempos en materia de sociedades más
equilibradas, sin renunciar a los beneficios del mercado, la propiedad privada y la innovación. Podemos, a los fines de esta materia, sintetizar esas iniciativas de
impacto global en tres grandes categorías que son una especie de orientaciones a nivel macro, a las que adhieren en mayor o menor medida los distintos
gobiernos, empresas, u organizaciones en general:

A. Construcción de una nueva etapa de crecimiento y expansión de la economía, a partir de la productividad tecnológica y la innovación. Esta
es de alguna manera la corriente que menos cambios de fondo predica, pero que entiende que, a partir de la nueva revolución industrial, la
ampliación de oportunidades de la economía digital y la expansión del comercio internacional, se podrá recrear el ciclo habitual de expansión
del consumo, la inversión y el empleo. El mundo está atravesando una difícil transición, como todas, pero cuando las fuerzas de esta nueva
etapa de singularidad tecnológica y nuevos empleos se consoliden, habrá una nueva etapa de progreso generalizado.

B. Mejora y transformación del sistema económico capitalista, sin renegar de los mercados libres, pero utilizando de forma más consistente
y amplia los poderes regulatorios e impositivos del Estado. Básicamente hablamos de posturas que priorizan rediseñar los sistemas
impositivos para que los que más tienen y ganan paguen más impuestos, y que las grandes empresas y corporaciones tengan que respetar
regulaciones más estrictas en cuanto a sus estrategias de expansión y sus maniobras para bajar la intensidad de la competencia en los
mercados donde actúan. El francés Piketty (Capital e Ideología, Paidós, 2019) refleja esta línea, al expresar la necesidad de que la propiedad y
el poder que el Capitalismo genera, circule con mucha mayor intensidad para llegar a las mayorías.

C. Foco y creatividad en intervenciones específicas que demuestran resultados empíricos para vencer pobreza y bajar desigualdades.
Estamos en el terreno de la llamada economía del desarrollo, de la cual son máximos exponentes los recientes ganadores del Premio Nobel de
Economía 2019, Esther Duflo, Abhijit Banerjee y Michael Kremer, docentes e investigadores del MIT y Harvard. Esta corriente promueve la
generación de conocimiento en el terreno de la experimentación, para detectar y replicar los mejores mecanismos que ayudan a combatir los
desequilibrios sociales, más allá del sistema económico macro imperante. Han descubierto grandes hallazgos, ya sea en materia de
incentivos para vacunación de niños, otorgamiento e impacto de microcréditos para pequeñas actividades económicas, etc.

Quizás, como en tantos otros temas de las ciencias sociales, no debamos pretender una verdad absoluta ni un camino único. Más bien se trata de ampliar las
miradas, romper los prejuicios ideológicos (sin dejar de tener las propias ideas que cada uno elige), generar experimentaciones concretas que amplíen la base de
conocimientos y tomar cada vez más, en todos los órdenes públicos y privados, decisiones basadas en la evidencia de aquello que funciona positivamente en el
camino de crear sociedades más justas.

 Este debate está en el centro de la agenda pública de Chile hoy, a partir de que los recientes acontecimientos hayan obligado al Gobierno a
tomar medidas inmediatas, convocar a todos los sectores al diálogo social y proponer una reforma de la Constitución nacional.

Quizás, la consideración más significativa que podemos hacer sobre este tema es que Chile tiene el enorme desafío de, bajo el imperio de la
democracia, encontrar una nueva fórmula para construir ese renovado equilibrio social que se demanda. Luego de décadas de poner las
energías en la primera orientación que describimos arriba, la que supone que lo más relevante es el crecimiento y el derrame, quizás haya
llegado la hora de poner mayor énfasis en las otras dos para acelerar la construcción de mayor equidad y bienestar.
LECCIÓN 4 de 4

Referencias

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