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LA
POLÍTICA EDUCATIVA DE LOS DINOSAURIOS
Cinthia Wanschelbaum
Si bien hubo caudillos progresistas como Estanislao López (Santa Fe) y José
Gervasio de Artigas (Banda Oriental) que trataron de difundir la instrucción en las
provincias y auspiciaron la conformación de Juntas locales protectoras de la
educación, en las que los vecinos tuvieran participación, otros como Juan Facundo
Quiroga (La Rioja) y Juan Manuel de Rosas (Buenos Aires) fueron la expresión del
tradicionalismo conservador, del nacionalismo y de la exaltación de lo popular. Estos
últimos auspiciaban la educación tradicional, hispanista y católica y se oponían a las
concepciones pedagógicas modernas. En oposición a las ideas liberales, impusieron
una estricta restricción a la prensa. A los docentes se les exigía una adhesión
incondicional al gobierno, además del uso de la divisa punzó. La educación dejó de
ser pública y obligatoria. Los padres de los niños estaban obligados a pagar los
gastos de local escolar, maestros y útiles. En las escuelas se impusieron las
prácticas de los rituales federales.
EL MODELO SARMIENTINO
EL MODELO RADICAL
La llegada del radicalismo al poder en 1916 produjo una apertura política a los
sectores medios hasta entonces postergados. Estos sectores centraron sus
reclamos en el pedido de mayor democratización institucional. En lo educativo
buscaron un mayor acceso a la educación, aunque sin modificaciones de fondo al
sistema oligárquico. Muestra de ello fue la derogación de la reforma Saavedra
Lamas y el mantenimiento de la vigencia de las funciones tradicionales del colegio
nacional. Reapareció la concepción de una clase media con sujetos capacitados
para el ejercicio de funciones políticas. Con todo, no hubo una oposición al
desarrollo de las escuelas técnicas, en particular para aquellos sectores sociales
que no aspiraban, ni tenían posibilidades, de continuar estudios secundarios. Para
ellos se crearon escuelas de Artes y Oficios, destinadas a una preparación
artesanal. Algunos funcionarios progresistas como José Rezzano impulsaron una
reforma influida por el pragmatismo democrático del pedagogo norteamericano John
Dewey. Entre otras cosas, se intentó diferenciar el campo técnico-profesional
docente en especialidades y tareas. En el aula, buscaba considerar a la clase como
un grupo social donde, regidos por los principios de Pestalozzi, debía reinar el amor.
El lenguaje práctico y lúdico ocupaba un lugar de privilegio. Afianzaron los
contenidos patrióticos de la enseñanza de la Historia y de la geografía. Los símbolos
patrios eran venerados y se festejan las fechas patrias, con participación de la
ciudadanía. El 12 de octubre fue establecido como ‘día de la raza’. La reforma
universitaria, impulsada por los estudiantes de la universidad de Córdoba, en contra
del régimen universitario vigente que adolecía de programas de estudio anacrónicos
y un cuerpo docente y directivo que no se renovaba ni actualizaba. En 1918 los
estudiantes cordobeses constituyeron un comité pro reforma y decretaron la huelga
general apoyados por la Federación Universitaria. Pronto contaron con la adhesión
de estudiantes porteños y de políticos socialistas destacados como José Ingenieros,
Joaquín V. González y Alfredo Palacios.
El movimiento universitario reformista logró renovar los programas de estudio,
posibilitó la apertura de la universidad a un mayor número de estudiantes, la
participación de estos en la dirección de las universidades e impuso un
acercamiento de las casas de estudios a los problemas del país.
EL NACIONALISMO EN LA EDUCACIÓN
A partir del golpe de Estado de 1930 que derrocó a Yrigoyen de la presidencia, se
inició en la Argentina un período caracterizado por los golpes de Estado y los
gobiernos autoritarios y fraudulentos. En la presidencia de José Evaristo Uriburu
ocupó la presidencia del Consejo Nacional de Educación el tucumano Juan B. Terán
(fundador de la Universidad de Tucumán). Proveniente del normalismo se mostró
partidario de corrientes antilaicistas y conservadoras; repudiaba el reformismo
universitario y la escuela activa. La revista educativa La Obra, alababa el
hispanismo y adhería a las posturas gubernamentales. Terán se oponía a la
enseñanza práctica ya que consideraba, había que espiritualizar la escuela y
combatir el comunismo. Su postura aristocrática y conservadora era similar a la de
algunos sectores del nacionalismo católico. De los teóricos de la educación
adherían a María Montessori y a Decroly y en menor medida a John Dewey. En esta
etapa se celebró el IV Congreso de Sociedades Populares de Educación, al que
concurrieron librepensadores, anarquistas, socialistas, partidarios de la escuela
activa, sindicalistas docentes, trabajadores. Allí se consensuó luchar contre el
analfabetismo, promover el cooperativismo escolar, las escuelas populares y la
educación de adultos. Agustín P. Justo suprimió los centros de estudiantes en los
colegios secundarios y persiguió a los docentes de ideas radicalizadas o laicistas.
Se dio impulso a la educación privada, incorporando las escuelas particulares a las
públicas. Se promovió la educación técnico profesional (escuelas normales
regionales, comerciales, etc.). A pesar de estas posturas rígidas, no faltó la
oposición surgida entre directivos e inspectores. El inspector general de enseñanza
secundaria, Juan Mantovani, adhería a los postulados de Alejandro Korn y John
Dewey y se interesaba en la cultura y la democracia. En la escuela comenzaron a
introducirse símbolos y rituales eclesiásticos. En 1936 se realizaron las Jornadas de
Educación Católica y al año siguiente se estableció, en Buenos Aires, la
obligatoriedad de la enseñanza religiosa. Uno de los objetivos primordiales de la
enseñanza era reforzar el patriotismo, ante los peligros que acechaban a la libertad.
En la escuela se superponían símbolos patrióticos, militares y eclesiásticos. Se fijó
el día de la escarapela y del Himno nacional. El nacionalismo impregnaba los
contenidos.
Los principales objetivos fijados por la dictadura militar instaurada en el país luego
del derrocamiento de Isabel Martínez de Perón en 1976 - autodenominada Proceso
para la Reorganización Nacional – fueron el restablecimiento del orden y de la
seguridad, reformar el Estado, modernizar el país, el ‘saneamiento moral’ y la
reforma del sistema educativo con el propósito de transmitir normas y valores que
garantizaran el modelo autoritario. El rol del Estado era subsidiario y se dio lugar
preponderante a la Iglesia y a la familia en la educación. El Estado burocrático
autoritario fue netamente intervencionista en materia educativa. Junto a la
desestructuración de la educación pública, la iniciación del arancelamiento y la
introducción solapada de la enseñanza religiosa y la censura, conformó una
mentalidad neoconservadora. Con ello se produjo el retorno a la función política de
la escuela, pensada como lugar de disciplinamiento social. Ello implicaba coerción y
fue implementado desde el currículum y las formas de transmisión pedagógica y por
la transferencia de valores a través de rituales y normas de disciplina. La violación a
los derechos humanos también estuvo presente en la escuela. Se clausuraron las
formas de participación social en la enseñanza, se buscó el disciplinamiento
autoritario de todos los actores sociales involucrados en la actividad educativa y el
traspaso de la lógica burocrática al ámbito escolar. Para ello se recurrió a la
exclusión de docentes y de contenidos curriculares, al vaciamiento de los
contenidos significativos desde el punto de vista social, en oposición a todo lo que
fuera participación, y la distribución de pautas de socialización individualistas y
meritocráticas. Se prohibieron y se desarticularon los gremios docentes y
estudiantiles. Se negaba a estos sectores, toda participación en la toma de
decisiones en la educación. Este tipo de exclusión también se tradujo en
expulsiones y desapariciones: según la CONADEP, el 5,7 % de las víctimas del
terrorismo de Estado eran decentes y 21 % eran estudiantes. Se buscó la
descentralización educativa transfiriendo las escuelas primarias a las provincias y
municipios con una visión netamente economicista. Se apuntó a una modernización
educativa donde primaba el conductismo y la tecnocratización del sistema
educativo.
EL NEOLIBERALISMO PEDAGÓGICO