Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
discussions, stats, and author profiles for this publication at: https://www.researchgate.net/publication/303939183
CITATIONS READS
5 656
1 author:
Gabriel Ramón
Pontifical Catholic University of Peru
64 PUBLICATIONS 61 CITATIONS
SEE PROFILE
Some of the authors of this publication are also working on these related projects:
Olleros coloniales andinos: sistemas de producción y cadenas operativas alfareras (1532-1650) View
project
All content following this page was uploaded by Gabriel Ramón on 13 June 2016.
1. ESCENARIO Y CIRCUNSTANCIA1
* Trabajo de investigación ganador del primer Premio Nacional en Ciencias Sociales, convo-
cado por el Instituto de Investigaciones Histórico Sociales, en la categoría docentes.
1
Este artículo aborda las formas cómo la política, el espacio y la estética se entrecruzan
en Lima, en el trayecto histórico que va de la adusta Penitenciaría al bucólico Parque
de la Reserva.
2
En Lima colonial, y buena parte de la república (siglo XIX), el estatus no estuvo definido
por la zona residencial, antes bien por el domicilio. Prevalecía una heterogeneidad social
intraurbana, que combinaba dos tendencias: el precio del suelo disminuía a medida que se
alejaba de la Plaza Mayor. Sin embargo, en una misma calle podía encontrarse una lujosa
mansión junto a una vivienda paupérrima; más aún, muy cerca del centro había residen-
cias populares. Confirman esta situación a inicios del siglo XX: BURGA, M. y FLORES
GALINDO, A. (1987) Apogeo y crisis de la República Aristocrática. Lima: Rikchay Perú,
p. 13 y PARKER, D. (1998) «Civilizing the City of Kings: Higiene and Housing in Lima,
Peru», en PINNEO, R. y BAER, J. (eds.) Cities of Hope. People, Protests, and Progress in
Urbanizing Latin America, 1870-1930. Boulder: Westview Press, pp. 166-7.
3
DIEZ-CANSECO, J. (1934) Duque. Santiago de Chile: Ercilla. Sobre Duque y su vinculación
con la ciudad (como fenómeno literario), resultan ilustrativos los ensayos de ORTEGA, J.
(1986) Cultura y modernización en la Lima del 900. Lima: CEDEP y ELMORE, P. (1993)
Los muros invisibles. Lima y la modernidad en la novela del siglo XX, Lima: Mosca Azul,
Caballo Rojo.
4
Referencias sobre este rasgo de la historia urbana continental en GUTIÉRREZ, R. (1983)
Arquitectura y urbanismo en Iberoamérica. Madrid: Cátedra, p. 479 y SCOBIE, J. (1984)
«The growth of Latin American cities, 1870-1930», en BETHELL L. (ed.) The Cambridge
History of Latin America. Cambridge: Cambridgc University Press, vol. IV, pp. 256-8, que
aluden a situaciones semejantes en Buenos Aires, México, Quito, Río de Janeiro, Santia-
go, y Sao Paulo.
5
J. BASADRE destaca el prestigio que la zona tradicional continuaba ostentando entre las
familias acaudaladas y apunta cl caso del millonario Eulogio Fernandini que en la segunda
década del nuevo siglo resolvió edificar su mansión en pleno centro. Cf. (1983) Historia
de la República del Perú. Lima: Universitaria, vol. IX, 7a. edición, pp.375-8.
6
DIEZ CANSECO, op. cit., p. 28.
7
Es sintomática la distancia entre Duque y Julia, o escenas de la vida de Lima (1861) de
Luis Benjamín CISNEROS. En esta temprana novela limeña, las escasas alusiones a la urbe
son escuetas. No se describe, ni se percibe, la ciudad; todo sucede en las casas o al pasar por
ellas. Y para colmo –¿con el fin de evitar desplazamientos y descripciones urbanas?– los
protagonistas viven en cuadras vecinas.
8
Además de los trabajos generales de ROMERO, J. (1976) Latinoamérica, las ciudades y las
ideas. Buenos Aires: Siglo XXI, RAMA, A.( 1985) A cidade das letras. Sao Paulo: Brasiliense
y GUTIÉRREZ, R., op cit, se consideran las observaciones metodológicas, surgidas a partir de
comparaciones latinoamericanas específicas: al tratar de Belo Horizonte, Agnotti
SALGUEIRO, VI. (1995) Revisando FLAUSSMANN. «Os limites da comparaçáo. A cidade, a
arquitetura e os espaços verdes (o caso de Belo Horizonte)». Revista U.S.P., 26, pp. 195-
205, ha enfatizado en la necesidad de marcar distancias respecto al modelo original
parisino y especificar elementos (v. g. avenidas) a fin de establecer comparaciones
válidas; en el caso de Caracas, ALMANDOZ, A. (1997) Urbanismo europeo en Caracas
(1870-1940,). Caracas: Fundarte, Equinoccio, Ediciones de la Universidad Simón Bolí-
var, pp. 25-6 advierte de la necesidad de contextualizar las ideas urbanísticas en el marco
de las importaciones culturales y, por tanto, no limitar la pesquisa a los «monumentos o
avenidas imposibles». En sentido análogo, para Lima se ha insistido en la importancia de
considerar las edificaciones en relación con los proyectos, Cf. RAMÓN, O. (1999) La
muralla y los callejones. Intervención urbana y proyecto político en Lima durante la
segunda mitad del siglo XIX. Lima: PromPerú-Sidea, pp. 184-5. El artículo pionero de
HARDOY, J. (1987) «Teorías y prácticas urbanísticas en Europa entre 1850 y 1930. Su
traslado a América Latina». Revista de Indias, 47 (179), pp. 187-224, estrictamente la
única aproximación específica en perspectiva continental al tema que nos convoca,
incluye poca información sobre la «retaguardia del proceso»: las capitales del Pacífico,
especialmente de las repúblicas andinas.
Iniciando el siglo XX, Lima era más que sus extremos, siendo al medio del
trayecto descrito donde se ubican los más destacados y modernos lugares
públicos del momento, con el Parque de la Exposición como epicentro. Precisa-
mente en una de sus instalaciones, el renombrado restaurante del Parque Zoo-
lógico, el protagonista y Suárez conocerán un par de actrices ¡húngaras!: indi-
cio del doméstico cosmopolitismo del sector. La capital peruana comenzaba a
quebrar sus límites virreinales. Por un lado, a través de una relativa sintonía
informativa con las grandes urbes, que permitía una apropiación local más
acelerada de los modelos culturales en boga. Y por otro, en términos urbanos,
rebasaba con holgura el espacio intramuros, intrínsecamente colonial. El mo-
mento de negociar otro centro había llegado y las indicadas variables se
entrecruzaban en la circunstancia.
Con un núcleo tradicional sumamente regular y denso (y por tanto difícil de
intervenir), una periferia meridional definidamente residencial, y el resto de
incipientes periferias, paupérrimas, el interés oficial –a juzgar por el énfasis
constructivo y la dirección de los proyectos– apuntó al concurrido parque y
sus alrededores. Originalmente acondicionado para la magna Exposición Na-
cional (1872), este complejo contaba con un Jardín Botánico, un Zoológico y
diversos pabellones, a los que paulatinamente se irían agregando monumen-
tos, fuentes y otras instalaciones. El apogeo de esta zona urbana quedó ratifi-
cado cuando en 1898 fue seccionada por la majestuosa avenida 9 de Diciembre.
Adornada por esculturas de mármol y flanqueada por elegantes edificios resi-
denciales, esta vía comenzará a funcionar como el bulevar criollo por antono-
masia, opacando al céntrico jirón de la Unión. En menor escala, pero en el
mismo sentido que Río de Janeiro y Ciudad de México, las coordenadas
estilísticas de la empresa urbana limeña fueron explícitas y constantes. Bajo el
influjo de las grandes exhibiciones internacionales, el diseño general –e inclu-
so los componentes– del Palacio de la Exposición (1872) habían respondido a
modelos europeos, especialmente italianos y franceses. Tres décadas des-
pués, en pleno auge de la medicina sanitarista, se instaló frente a esta edifica-
ción el Instituto de Higiene. Se aprovecharon entonces los materiales y el
formato del pabellón peruano que acababa de participar en la Gran Exposición
de París (1900), construido por el arquitecto francés Fernand Guillard.9
La descripción urbana de Duque y el espacio ocupado por el Parque de la Exposi-
ción se ubican al centro del proceso a tratar. Resultan corolario y prólogo de un
trayecto que es preciso esbozar, recorriendo fragmentos de una ciudad por describir.
9
BROMLEY J. y BARBAGELATA .J. (1945) Evolución urbana de la ciudad de Lima. Lima:
Concejo Provincial de Lima, p. 96.
2. EL PRECEDENTE BORBÓNICO
10
Sobre las construcciones borbónicas limeñas, puede verse GARCÍA BRYCE, J. (1972) «Del
barroco al neoclásico en Lima: Matías Maestro». Mercurio Peruano 488 (48-68) Lima,
y RAMÓN, O. (1999) «Urbe y orden. Evidencias del reformismo borbónico en el tejido
limeño», en O’PHELAN, S. (ed.) El Perú en el siglo XVIIL La era borbónica. Lima:
Instituto Riva Agüero, pp.295-324. Respecto al surgimiento de la política higiénica
17 La cita en BRESSON, A. (1874) «Las alamedas. Estudio sobre los trabajos de embellecimiento
y de salubridad de Lima». La Patria. 28 abril. s.p. Se incluye información de STEWART, W.
(1946) Henry Meiggs. Yankee Pizarro. Durham: Duke University Press, p. 225-7.
18 Sobre la indicada filiación, compárese el mapa de Sadá (1872) con el de París reformado
(1873). Cf. BENEVOLO, L. (1995) A cidade no história da Europa, pp. 190-1.
19 Es preciso destacar las notables –e inexploradas– correspondencias formales entre el
mapa de Sadá y el proyecto de expansión de Barcelona (1858) de Ildefonso CERDÁ (Cf.
Frampton, K. (1980) Modern architecture. A critical history. London: Thames and
Hudson, p. 25) y el plano de ciudad de La Plata (1882) (Cf. GUTIÉRREZ, Arquitectura y
urbanismo en Iberoamérica, p. 508).
20 BROMLEY y BARBAGELATA, op. cit., p. 86-87, 88-89.
Tal como sucediera con el descalabro colonial, la Guerra del Pacífico (1879-
1883) significó un nuevo quiebre del proyecto urbano limeño. Las imágenes
de la destrucción provocada por el ejército chileno en el aristocrático balnea-
rio de Chorrillos son una buena síntesis del percance sufrido: elegantes ca-
sas quemadas y al centro una plaza con esculturas de mármol, totalmente
arrasada. Luego de la ocupación militar de la ciudad, y la conclusión del
conflicto, vendría el período de la reconstrucción nacional, que además de la
rehabilitación de los exteriores urbanos, comenzaría a incidir en los espacios
privados.
Si anteriormente las novedades habían estado principalmente restringi-
das a los grandes edificios públicos, en los dos ciclos constructivos siguien-
tes, la República Aristocrática (1895-1919) y el oncenio de Augusto B. Leguía
CUADRO 1
PRINCIPALES EDIFICACIONES Y AVENIDAS (1850-1930)23
Ciclo guanero
Plazuela 7 de Setiembre 1847
Terminal del ferrocarril 1851
Mercado Central 1852
Matadero General 1855
Escuela Normal Central 1857
Monumento a Bolívar 1858
Manicomio 1859
Penitenciaria 1860
Fábrica de Gas 1862
Hospicio Manrique 1866
Escuela de Artes y Oficios 1870
Plaza 2 de Mayo 1872
Puente Balta 1872
Palacio de la Exposición Nacional 1872
Hospital 2 de Mayo 1875
24 Sobre la ciudad en este período ver MUÑOZ, F. Diversiones públicas en Lima 1890-1920.
La experiencia de la modernidad. Lima: PUCP / U. del Pacífico / IEP.
25 BURGA y FLORES GALINDO, op. cit. y THORP, R. y BERTRAM, G. (1985) Perú: 1890-1977.
Crecimiento y politica en una economía abierta. Lima: Mosca Azul, p. 181.
29 RUIZ, M. (1993) «Las casas para obreros de Rafael Marquina». Huaca, 3, pp.33-41.
30 BRESCIA, R. (1968) Obras públicas del siglo XIX en Lima. Tesis de bachillerato Facultad de
Arquitectura, Universidad Nacional de Ingeniería, Lima.
31 La información sobre el monumento del 2 de mayo en MAJLUF, N. (1994) Escultura y
espacio público (Lima 1850-1879). Lima: IEP, pp. 14-16.
32 Acerca del proyecto de las residencias circundantes a la plaza, ver el artículo anónimo
«Los bellos proyectos que tenía don Víctor Larco Herrera para el embellecimiento de
Lima», Mundial 80, 25.XII.1921.
33 DÁVALOS Y LISSÓN, P. (1908) Lima en 1907. Lima: Gil, pp. 29, 61.
34 Robert dirigió la edificación del Palacio Legislativo y la Cripta de los Héroes; Sahut el
Salón dorado del Palacio de Gobierno, el Teatro Colón y elaboró numerosos proyectos;
y Malachowsky el Club Nacional, la fachada del Palacio Arzobispal, el Banco Italiano, el
Palacio de Gobierno, entre otros.
Sólo hacia la segunda década del siglo XX, aparecieron las primeras mani-
festaciones urbanas que incluyeron alusiones al pasado prehispánico.
Significativamente, se vincularon a la efervescencia constructiva del oncenio
de Leguía, que tuvo en las festividades de la independencia nacional (1921,
1924) su momento de auge.39 Destacó el monumento a Manco Cápac (1926),
donado por la colonia japonesa, y que pasaría a ocupar el centro de la plaza
principal de La Victoria. Una obra de mayor envergadura fue el Parque de la
Reserva (1929), diseñado por el ingeniero peruano Alberto Jochamowitz, con
la colaboración de Sahut. Ubicado inmediatamente al sur del Parque de la
Exposición, este inusitado ejercicio urbanístico pretendía dotar a Lima de un
área verde intraurbana, y estaba explícitamente inspirado en sus símiles euro-
peos. Además de sus elementos típicamente occidentales (la loggia, la pérgola
y la fontana), este espacio incorporaba novedades vernáculas: relieves con
escenas indígenas, esculturas individuales de indígenas, una fuente incaica y
una huaca ornamental. Destacó especialmente esta última, que por medio de su
forma y ornamentos proponía un pequeño conjunto prehispánico.
No es fortuito que este pionero experimento plástico estuviera a cargo del
renombrado pintor indigenista José Sabogal, vinculado al círculo de intelec-
tuales preocupados por el «problema nacional».40
Simultáneamente se edificaba el Museo de Arqueología (1924) de la avenida
Alfonso Ugarte, primera –y única– edificación pública radicalmente prehispánica
del panorama urbano limeño. Se situaba a pocos metros de la Plaza 2 de Mayo, y
fue financiado por el ya mencionado magnate Víctor Larco. Para la construcción
de este museo se convocó a un concurso, realizándose el proyecto de
Malachowsky, con una fachada que agregaba a la ornamentación inca inusita-
dos elementos preincaicos (un par de monolitos tiahuanaco, de concreto).41
Lo nacional como síntesis cultural se manifestó incluso en magnos proyec-
tos urbanísticos, como la nonata Plaza Perú (segunda mitad de la década 1930),
matización neocolonial (1925). Más aún, los predios que circundaban el cuadri-
látero identificado como lo más representativo de la ciudad –la Plaza Mayor–
comenzaron a ser sometidos a un experimento plástico que concluyó en 1944.
Se daba entonces una situación paradójica: mientras se inventaba y difun-
día oficialmente este estilo «nacional» (el neocolonial), las formas constructi-
vas domésticas tradicionales, propias de la arquitectura limeña, entraban en
crisis. Si bien los ya tratados ciclos constructivos se habían caracterizado por
la introducción de novedades, ahora la situación se había agravado. La im-
pronta artesanal en los detalles de disposición, forma y ornamento, que había
funcionado como una suerte de estructura profunda de la arquitectura perua-
na, amenazaba colapsar. Un testigo de excepción definió críticamente los ele-
mentos de este trance: «No entiendo por ‘tradición’: portales arequipeños,
ornamentos de Tiahuanaco y perfiles de adobe cónicos. Por tradición entiendo
la tradición de calles vistosas, abundantes espacios abiertos y plantíos conve-
nientes; la tradición de jardines interiores y fachadas llanas; de iluminación por
lo alto, techos planos, construcciones bajas, y materiales escogidos, trabaja-
dos con finura».45 Esta modalidad constructiva que coordinaba la obra especí-
fica y su contexto (en una suerte de microurbanismo), resultaba minada por la
proliferación de nuevos materiales y técnicas. Para evaluar esta crisis, George
Kubler aludía a tres asuntos: el reemplazo de adobes por ladrillos, el nuevo uso
de las ventanas y la relación entre decorados y espacio. Estos detalles mostra-
ban cómo la manera consuetudinaria, artesanal y armoniosa de concebir la
construcción desaparecía mientras se imponían elementos desordenadamente
superpuestos en aras de una pretendida funcionalidad.46
A la señalada crisis, que podría calificarse de cualitativa, se agregaba otra,
más amplia, que convertía lo anteriormente señalado en detalle. Desde la déca-
da de 1920, la migración a Lima desde el resto del país, se hacía cada vez más
masiva y mostraba sus primeros rastros: el centro de la ciudad dejaba de ser la
zona receptiva por excelencia y las escasas unidades populares de vivienda no
podían satisfacer la creciente demanda residencial. De pronto, los espacios
despejados y de escaso valor, periféricos o próximos a la ciudad, empezaron a
ser aprovechados con el fin de urbanizarlos o, más propiamente, adaptarlos
rudimentariamente como vivienda. Data de entonces el surgimiento de un fe-
nómeno típico de las metrópolis tercermundistas, cuya manifestación limeña
fue denominada «barriada»: nacieron Armatambo (1924), Puerto Nuevo (1928),
Mendocita (1931), entre otros. Cuantitativamente, todo el despliegue arquitec-
45 KUBLER, G. (1948) «Sobre arquitectura actual en Lima». Las Moradas; II (6), p. 264.
46 KUBLER, op. cit., p. 264, 269.
7. EPÍLOGO
47 Una síntesis del tema en DRIANT, J.C. (1991) Las barriadas de Lima. Historia e interpre-
tación. Lima: IFEA/DESCO.
48 Esto fue propuesto por los directores de la Junta Urbana de Lima y Callao, el ingeniero
Roque Vargas Prada y el arquitecto Emilio Harth-Terré en un artículo periodístico (La
Prensa, 2 de junio de 1940). Citado por CRUPI, T. (Ms) Nation Divided, City Divided:
Urbanism and its Relation to the State 1920-1940. Manuscrito, p. 25.