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Cuando leemos los libros y escuchamos la disco- cies y fragmentado en parches o “islas” disconti-
grafía de Atahualpa Yupanqui (1908-1992) queda nuas separadas por campos agropecuarios, áreas
en evidencia su apasionado talento para escribir desmontadas, poblados y otros ambientes antropi-
poesías y lograr que su guitarra revele emociones, zados o recreados por el hombre. Dicho de otro mo-
vivencias, conocimientos, rasgos o ritmos del paisa- do, queda menos naturaleza.
je argentino.
Del mismo modo que los paisajes silvestres
Pero ese paisaje no permanece estático e se reducen en superficie y calidad, también,
inmutable a lo largo del tiempo. Desde que las raíces del folklore.
nació Yupanqui hasta hoy fue sufriendo un
Porque ese conocimiento popular tan diversificado
proceso de cambios forzados por la acción
(en mitos, leyendas, creencias, costumbres, topóni-
humana, con un deterioro elocuente de los
mos, indumentaria, gastronomía, artesanía, litera-
ecosistemas silvestres.
tura y música, por mencionar algunas de sus ramas)
No caben dudas que se han desdibujado, reducido se erosiona y va perdiendo fertilidad para que ger-
en superficie, empobrecido en su elenco de espe- minen expresiones artísticas auténticas, con anclaje
Algarrobo
El artista que no salga a buscar la naturale- Ante este panorama, las zambas, chacareras, ba-
za difícilmente la encontrará. gualas o milongas que le canten a lo más tradicional
de nuestro paisaje se van transformando en piezas
Y si no la encuentra, la sustituye por su “universo”
museológicas o de colección. Lo mismo sucede con
más inmediato, el rural (ya globalizado) o el urba-
danzas tradicionales con nombres elocuentes, como
no, que –convengamos– es muy parecido en todo el
“La Calandria” y “El Colibrí”. Mientras tanto, emer-
mundo. Está claro: existe una autopista que puede
gen los artistas más consagrados con canciones
conducirnos velozmente a la pérdida de identidad,
cuyas letras –si fueran leídas– podrían ser acom-
porque –en definitiva– la “personalidad” de una na-
pañadas por música de bolero, negro espiritual u
ción se nutre de dos grandes ingredientes: el cono-
otra cualquiera, porque no se identifican rasgos
cimiento de su pasado y el de su paisaje original. Y
propios o exclusivos de lo argentino. Este fenómeno
el deterioro ambiental se potencia con la fragilidad
es mundial y se replica en otros campos del folklore,
de nuestra memoria.
como sucede con dramatismo en la artesanía, de
Esto queda en evidencia ante el descuido o aban- la cual nos ocupamos en otro artículo tiempo atrás
dono de aquella línea del folklore musical dedicada (ver Vida Silvestre Nº 98).
Algorrobo
Volviendo a Yupanqui, tengamos presente que él no loma”, “Sin caballo y en Montiel”, “Sacha puma”,
se propuso cantarle específicamente a la naturale- “Zamba del grillo”, “Danza de la paloma enamora-
za: lo hizo de modo instintivo. Era natural hacerlo, da”, “Lindo Cerro Colorado”, “Vidala del cardón”,
porque se trataba de lo que rodeaba su mirada y le “Adiós, quebrachito blanco”, “La colorada”, “No me
inspiraba pensamientos y emociones. Fue un obser- dejes partir viejo algarrobo” o “Córdoba Norte” (por
vador tan agudo que vislumbró el riesgo que hoy citar algunos ejemplos) percibiremos lo nutrido que
denunciamos: “Yo aspiro a ser un tradicionalista. está su canto del paisaje argentino. Y cuando nos
Pienso que de acuerdo al ritmo que llevan estos topamos con canciones sobre letras que no eran su-
tiempos, a la marcha de los relojes de esta época, yas, como las del inmortal uruguayo Romildo Risso,
de acuerdo a como se compone lo que se llama el podremos apreciar la profundidad del conocimiento
´nuevo folklore´, la ´nueva canción argentina´, el natural aplicado en sus analogías entre las perso-
´nuevo texto´, las ´canciones del mañana´, eso que nas y las plantas o animales, como sucede ante “El
uno ve con gran profusión y difusión, dentro de cin- Aromo” y la “Canción de los horneros”. Él lo expresó
cuenta años ningún niño argentino va a saber cómo claramente: “lo que cuenta es fijar un acontecimien-
era la Zamba de Vargas. Va a haber una confusión to del alma o de la tierra y, si es posible, con belle-
tan grande de ritmo, de manera de decir, de acen- za. Si eso es poesía, muchas gracias, es poesía”.
tuar, de afirmar el acento rítmico, el juego musical,
Por todo esto, hoy no podemos menos que sentir
guitarrístico o pianístico, ese bote va a navegar de
cierta perplejidad cuando escuchamos su voz y sus
tal manera para cruzar rápido el río, que ya nadie se
versos grabados:
va a acordar cómo era hacerlo dulcemente sobre la
antigua corriente; el río que pasa”. Agua le di a un garabato
que se estaba por secar.
Si releemos su cancionero (www.atahualpayupan-
y me ha pagado con flores
qui.org.ar) o lo escuchamos en “Cardoncito de la
que alegran mi soledad.