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162 BERLIN 1919-1933 MODERNIZACION, RACIONALIZACION Y MEDIOS I)E COMUNICACION


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Con el paso de los años se difunde el irracionalismo en la
enseñanza de la filosofia, Eduard Spranger y Hans Reichenbach Sexualidad: las provocaclones r(
son ejemplos representativos de esta difusión. La metafisica rea-
parece bajo los rasgos de la ontología del Ser y tiempo de Martin de un pionero i(
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Heidegger, que rechazó una cátedra en Berlín, para mayor Ralf Dose
sorpresa de KarlJaspers. Las preguntas se hacen radicales, abisma- r(
les: ¿qué es metafisica? ¿Cuál es la esencia de la política, dei Al margen de las instituciones oficiales, un médico especializado en
(
cristianismo, del judaísmo?... la investigación de la sexualídad, el doctor Magnus Hirscttfeld, trabajó
En Berlín se encontraba también el Instituto psicoanalítico, en Berlín en defensa de los homosexuales. Esta rucha lo conuirtió (
nacido en 1910 como una rama de la Asociación internacional del en blanco de los ataques de conseryadores y reaccionarios. (
psicoanálisis y animado por Karl Abraham, que en 1919 escribía
a Freud: «Berlín avar,za lenta, pero ciertamente, hacia el psicoa- (
nálisis». En 1922, Freud pronunció allí una conferencia, «Algunas (
notas sobre el inconsciente», que fue para sus oyentes una expe-
riencia memorable. (
Por desgracia, una amplísima parte del público berlinés igno- (
ró los trabajos de este Instituto y las disputas entre los especialistas (
perjudicaron notablemente la difusión de las ideas que intentaba
propagar. Los mismos iniciados se orientaban con dificultad entre (
las teorías de Freud, Alfred Adler y Carl Gustav Jrrg. En varias
ocasiones se propagó el rumor de que Karl Abraham iba a E (
(
enseñar en la universidad como encargado de curso, pero, vista la
desconfianza reinante en Alemania hacia el psicoanálisis en los
derensa de ros r,o-áH1,,?"df.:#,',13'
sexólogo Magnus Hirschfeld le había
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ra farna mucho
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círculos universitarios, no se llegó a nada. más allá de los límites de Berlín. pudo "t.g.r.aáo
entonces realizar un (
Ni a los pequeños funcionarios ni a los grandes mandarines proyecto acariciado desde hacía tiempo y tomó la iniciativa de
les gustaba la república de 'Weimar. Lejos de consolidar 1as abrir con dos colegas, el neurólogo y psiquiatra Arthur Kronfeld
(
nuevas instituciones, la universidad alemana puso ante esta repú- y. el dermatólogo Friedrich 'wertheim, un instituto de investiga- (
blica el espejo de sus contradicciones y su impotencia. En conjun- ciones científicas sobre la sexualidad. para sede del mismo adqti-
to, la universidad de Berlín no se apartó de esta orientación (
rió el antiguo palacio Hatzfeld en el Tiergarren. Al faltarle muy
general, 1o cual puede parecer tanto más extraño cuanto que la pronto espacio, compró también la casa yecina. Ambos edificios (
población berlinesa se situó siempre bastante más a la izquierda fueron unidos a fin de constituir un coíjunto de ciento quince
que el resto del territorio alemán. Esto confirma que en Berlín,
(
habitaciones distribuidas en deparrr*.rárr medicina, bioiogía,
corno en otras partes, los universitarios formaban un cuerpo sociología y etnología, dedicados a problemas de sexuaüdád, I
aparte, vuelto esencialmente hacia el culto de las tradiciones
imperiales del pasado.
radiología, cirtgia, derecho, etc. El comité científico humanita- I
rio,_fundado por Hirschfeld en lB97 y destinado a presrar ayuda a
los homosexuales alemanes, disponía también de una oficina en el I
Instiruto. I
Las descripciones detalladas de este Instituto son poco nume-
rosas. IJna de ellas proviene de un Consejo médiá, aGcto al
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gobierno, que no oculta su aversión por Hirschfeld, quien había I
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a |)lc\(.trt.l(l(l Ilt|;t sr)lr( itu(l l);lril trellsformar jurídicamente en «fun-
rl:rt'rr1r¡, los lor'¡rlcs (luc ()cr.rpaba. A raíz de ella había tenido lugar
taban e1 interés de muchos de los visitantes del Instituto. No les
atraia \a información sobre la biología y sociología de la vida
o rrrr,r irrs¡rcr t ií¡rr olit'ill, c¡uc dio como resultado un informe. En él sexual, sino el museo patológico y los archivos de patología
10 r«' lr;rt í;r lrirrr;r¡rii' crr cl aspecto suntuoso del mobiliario y se sexual. El sadismo resultaba más atrayente que las técnicas con-
sttlrt.ryirlr;r, lrrlcruírs, cl hecho de que Karl Giese, secretario par- traconceptivas. Además, el Instituto se había convertido en lugar
rf¡ tir rtl;rr «lt' llirschficld y amante suyo desde muy atrás, dispusiera de encuentro y experiencia para homosexuales. Los informes de
r. .k' rrr¡;r lr¡rbitación.contigua a la del director. la policía no son los únicos en señalarlo. Tenía la inequívoca
rl l)t'rrl lo quc se cuestionaba era sobre todo la necesidad de
st'rrrtj:rrrtc institución. Su oficina de planificación familiar y
reputación de ser una «casa de citas». El Instituto fomentaba los
contactos con el exterior por su organizaciín interna. La distin-
r¡ rrscs<ira¡niento matrimonial contribuía a ia emancipación sexual y ción entre pacientes, residentes y simples visitantes que acudían,
0 l)rrrticipaba en las grandes luchas de la época. Hirschfeld estaba
vinculado a todos los movimientos de educación sexual y milita-
sin más, a charlar con Karl Giese, no tenía raz6n de ser: todo el
mundo, médicos y enfermos, se encontraban unos con otros en
5 ba contra los artículos 175 y 218 del código penal que reprimían aqlrella institución.
{¡ ¿rrbitrariamente cualquier acto homosexual y todo tipo de abor- El objetivo de Hirschfeld no era, en efecto, curar la hornose-
to. Aunque se sentía próximo a la socialdemocracia, en este xualidad sino, aI contrario, ayudar a los homosexuales a aceptarse
C terreno se situaba del lado de los comunistas. y vivir en cuanto tales en una sociedad hostil. Su terapia consistía
0 Persuadido de la existencia de una multiplicidad de «escalones en «situar al paciente en un medio acorde con su manera de ser» 1.
l. intermedios» que llevaban al «hombre completo» o a la «mujer Se trataba de sacar al homosexual de su aislamiento y conseguirle
completa», como denominaba a los heterosexuales, Hirschfeld de relaciones sociales con otros homosexuales. En el proceso defini-
ñt lrrticipaba a Kinsey, el autor del famoso informe de 1953 sobre el do por Hirschfeld, la función del médico debía ser, al principio,
(. (:()r¡rportamiento sexual de los norteamericanos. Pero, a diferen- la de persona de confranza; a continuación, el paciente tendría
ci;r clc cstos últimos, consideraba los «escalones interrnedios» de la que distanciarse de él y asumirse completamente por medio de
ra Irrlrrroscxualidad variantes «naturales», por su condición de reali- otras personas que manifestaran «comprensión y tolerancia» hacia
o rl¡r«lcs biológicas. Según é1, la homosexualidad estaba determina- é1. Los «compañeros de sufrimiento» eran en este caso los más
«lu ¡r«rr cicrtas condiciones endocrinas y se podía explicar científi- indicados para ejercer una influencia bienhechora y su acción se
0 ( ll¡rcntc. Tcnía la convicción de que la comprensión del carácter ejercía, por así decirlo, en el interior de un grupo de asistencia
ta (n;rtrrnrl» clc la homosexualidad pondría fin a su crirninalización y mutua. lr

fa «liscrir u ir urcirin. El compromiso de Hirschfeld en favor de los homosexuales le I

l,;¡ i¡rlltrcrrr:ia nrás importante ejercida por el Instituto en la procuró numerosos ataques verbales y demandas judiciales e
|. o¡rirri/rrr ¡rúlllit:u bcrlincsa nace de este aspecto militante y peda- incluso agresiones fisicas. Pero muchas pprsonalidades de izquier-
ra ¡ltip¡ico. l,l scxt¡aliclad cn todas sus formas se convirtió por vez da no le escatimaron su apoyo. La postúra adoptada hacia é1 por
ra ¡rrinrera crr olr.icto tlc un trabajo científico. Se organizaron con Kurt Tucholsky en 7929 en el semanario Die Weltbühne resume
regtrl;rritlltl <'orrfbrcncias cducativas acompañadas de proyeccio- bastante bien esa actitud:
ra r¡cs cirrc¡r¡¡¡togrílir';rs y, rlc: lnanera más específica, se dirigieron a
ra t¡¡{'rlit'os, c¡¡lcrnrcnrs y usistcntcs sociales cursos de formación «Es una desvergüenza sin parangón incluir en la lista de la infamia a
l)crtnrtuct¡tr. Atl«'r¡rí¡s, cr:r ¡rírblicamente sabido que cualquier un hombre de ciencia como Hirschfeld. No comparro sus opinio-
ra llorrrllrc o rrrrrjer r¡rrc trrvicr;r ¡lroblcmas sexuales de cualquier nes en muchos puntos y habria mucho que decir sobre el caráctcr
írlrkrlc ¡rotlíl lt trrlir l solicit:rr c«>nscjo a los colaboradores del de su propaganda. Pero ante é1 deberíamos descubrirnos. Hay que
ra
fa l,lr olrli¡1atorir¡ r:r¡rrstut;lr (luc lrtbí¡¡ otros motivos que desper- 1 Magnus Hirschfeld, en Díe meilizinische Welt, pp. 691-692.
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fa
BERLTN 1919-1933 MODERNIZACION, RACIONALIZACION Y MEDIOS DE COMUNICACION

reconocer que se trata de alguien que se opone a su tiempo en LJna química interna
nombre de una causa razonable y se aTza en contra de ciertas
disposiciones vergonzosas del código penal2., Georges Bohn

Hirschfeld vio obligado a pasar los últimos años de su vida


se
en Francia. A la vuelta
de un viaje alrededor del mundo en 7932
residió una temporada en Austria y Suiza. La llegada de los nazis
ai poder hizo inconcebible que pudiera volver a instalarse en
Berlín. A partir de los materiales que había podido rescatar
gracias a la amistad de un colega francés, el alsaciano Edmond
Zarr;rnert, intentó erigir un nuevo instituto en París. Pero str
salud, debilitada por la malaria, no le permitió soportar el clim¿r
parisino y marchó a Niza junto con sus amigos Li Shiu Tong y La Sexualpathologie del doctor Magnus
Karl Giese, donde murió el 14 de mayo de 1935, día en quc Hirschfeld es la primera obra alemana que me
cumplía los sesenta y siete años. Ilega al Mercure después de la guerra. Se 1o
debo, sin duda, a mi calidad de antiguo colabo-
tador de la Reuue des ldées, donde, según re-
cuerdo, Magnus Hirschfeld publicó entonces un
largo estudio sobre el tema en que se ha especia-
lizado. Su Sexualpathologie es una obra impor-
tante, tres volúrmenes en octavo, con numerosas
curvas, gráficos y fotografias. La visión de estas
últimas se hace muy penosa, pues todos esos
pervertidos, invertidos, masoquistas, fetichistas,
etc., de los que habla Hirschfeld son ni más ni
menos que enfermos no responsables de los
excesos a los que se entregan. ¡Cuántas historias
acongojantes! Personas, por otra parte muy dis-
tinguidas, buenas, cultas, que ocupan puestos
conspicuos ¡y que sufren cruelmente por su
inferioridad «moral»!
La primera Psychppathia sexualis, escrita por
un médico ruteno, Eleinrich Kaan, apareció en
1844 en latín en Leipzig. La célebre obra de
Krafft-Ebing, publicada en 1886 y que ha llega-
do ya a su 14." edición lleva también ese mismo
titulo: Psychopathia sexualis. A pesar de su inte-
rés, no está a la altura de las investigaciones
modernas. En particular, la importante cuestión
actual de las secreciones internas ni siquiera sc
aborda. Y, sin émbargo, según recuerda Hirsch-
2 lgnaz 'W'robel (uno de los seudónimos de Kurt Tucholsky), en Die Weltbühne,10 de feld, Krafft-Ebing supo reconocer enscguida cl
septiembre de 7929, p. 384- valor del descubrimiento de Brown-Sí'cltrartl y

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