Вы находитесь на странице: 1из 6

1

Daniel Josué Acero Rodríguez


Seminario de Filosofía y Psicopatología

El enfoque más extendido respecto a la acción suele identificarla con el movimiento


motriz provocado por un agente. Tal enfoque es heredero del dualismo cartesiano y ha
generado que ciertos fenómenos en torno a la acción (como la causación mental o la
agencia) se diriman en términos del control motriz. Ahora bien, en el presente texto
esbozaré la crítica que presentó Gallagher en contra de este enfoque en «Self-agency and
Mental Causuality»; sin embargo, omitiré algunas cosas importantes: los experimentos de
Libet, algunas relaciones con el libre albedrío, algunos experimentos relevantes para la
noción de agencia y los casos de Kendler. El motivo principal subyace a mi afán de anotar
los elementos relevantes de la crítica de Gallagher, situar el sentido de agencia y de
propiedad, y plantear un comentario respecto a la reconstrucción del enfoque estándar que
se presenta en ese ensayo.

I
La fenomenología de la acción adoptada por el enfoque estándar considera que el
agente experimenta reflexivamente sus estados mentales y, después, desarrolla ciertos
movimientos corporales consistentes con sus intenciones. Por lo cual, este enfoque sostiene
que la distinción entre una acción y un movimiento involuntario estriba en sus
antecedentes: mientras que un reflejo es causa de cierta actividad neuronal, la acción debe
tener algún antecedente intencional adicional. Tal antecedente puede referirse al poder
causal de los estados mentales, a la elección consciente de una acción o a la consciencia del
entorno. Más allá del antecedente que elijamos, el enfoque estándar termina interpretando a
la acción como un cierto movimiento guiado por un individuo y, en ese sentido, su mayor
problema subyace en el tipo de relación que tienen los estados mentales (los antecedentes)
y los eventos neuronales para producir un movimiento motriz intencional.
En su ensayo, Gallagher sostuvo que esta interpretación de la acción es errónea y ha
generado equívocos. Por un lado, los equívocos se han producido porque las respuestas que
atañen al control motriz se postulan como explicaciones en favor de otras discusiones que,
si bien son aledañas, no son idénticas. Por ejemplo, si el libre albedrío se interpreta como la
libertad de acción de un individuo y la acción se entiende en términos del control motriz,
1
Daniel Josué Acero Rodríguez
Seminario de Filosofía y Psicopatología

entonces mostrar cómo el agente puede guiar sus movimientos puede considerarse una
explicación de este fenómeno. Por otro lado, la interpretación es errónea porque la
fenomenología sobre la cual se edifica adolece de las descripciones adecuadas para
comprender la acción de un agente. En otras palabras, identificar la acción con el
movimiento controlado por un individuo carece de los elementos pragmáticos que son
imprescindibles para explicar una acción: ante la pregunta «¿qué estás haciendo?»,
responder con una descripción detalla de los movimientos corporales no es acertado porque
«el nivel adecuado de descripción cuando hablamos de causalidad mental, libre albedrío o
agencia no es el nivel de descripción que pertenece al control motor» (Gallagher, 2012, pág.
298).

Cuando un agente realiza una acción, es necesario subrayar que la intencionalidad de


tal actividad no está dirigida hacia el control motriz, sino a la realización de una tarea
concreta. Cuando Gallagher va a capturar esa serpiente para su colección, probablemente la
mayoría de los movimientos que haga para culminar con éxito su objetivo sean
inconscientes y su atención esté centrada en algún aspecto relevante de la actividad, en este
caso, capturar a la serpiente. En consecuencia, la causación mental, tal como la entiende
Gallagher, se comprende adecuadamente gracias a una descripción pragmática de la acción
en donde se evidencia que la intención de capturar a la serpiente se extiende en el tiempo de
una forma distinta a los procesos cerebrales (que pueden durar fracciones de segundo) y la
intención de la acción no se presenta en el control motriz, sino en los aspectos importantes
de la actividad. Esto no significa que el control motriz y la intención corran en paralelo,
más bien muestra que los movimientos corporales son un componente necesario para
realizar la acción, pero son desarrollados de forma subpersonal en condiciones normales (cf.
Gallagher, 2012, pág. 298).

Por lo anterior, Gallagher sostuvo que la acción tiene tres rasgos relevantes: está
incrustada [embedded], está situada y se extiende en el tiempo. Volviendo al ejemplo de
capturar a la serpiente, «[la] acción es el resultado de una reflexión práctica consciente que
está incrustada o situada en un contexto particular, que se define por la circunstancia actual
de encontrar a la serpiente y el hecho de que tengo una colección de serpientes» (Gallagher,
2012, pág. 298). Es decir, la acción no solo depende de un movimiento motriz controlado,
1
Daniel Josué Acero Rodríguez
Seminario de Filosofía y Psicopatología

sino que está dirigida a cumplir ciertos objetivos en el mundo, está situada en un contexto
que determina las condiciones de acción y se realiza durante un intervalo de tiempo
superior a cualquier actividad neuronal.

II
Cuando estoy realizando una acción, en principio soy consciente de dos cosas: soy yo
quien está realizando la acción —soy el que causa la acción — y es mi cuerpo el que está
efectuando ciertos movimientos. La primera es considerada el sentido de agencia [sense of
agency], mientras que la segunda es el sentido de propiedad [sense of ownership]. Estas
distinciones están emparentadas con la discusión presentada en el acápite anterior: apostarle
a la equivalencia entre el movimiento corporal controlado y la acción genera una
correlación entre el sentido de agencia y el sentido de propiedad porque, si es mi cuerpo el
que se está moviendo de forma controlada, entonces soy yo el que está generando la acción,
aunque tal movimiento no tenga ningún aspecto intencional destacable.
Esta posición está respaldada por un análisis del movimiento involuntario en donde se
concluye que «el sentido de propiedad podría ser generado por la retroalimentación
sensorial y el sentido de agencia podría generarse por señales eferentes» involucradas en el
control motor (Gallagher, 2012, pág. 302). En consecuencia, el control motriz está
correlacionado con el sentido de agencia del mismo modo en que la acción lo estaba en el
enfoque estándar; tanto así que en cualquier movimiento voluntario generado por un sujeto
estaría presente su sentido de agencia. Ahora bien, esta correlación permite generar una
crítica análoga a la presentada en contra del enfoque estándar porque, si la acción no se
reduce al movimiento motriz y se interpreta como una serie de elementos articulados en
favor de realizar cierta tarea, entonces el sentido de agencia debe operar en un nivel
intencional de la actividad que no disloque los elementos fisiológicos y ambientales, pues
son tales aspectos los que terminan definiendo la acción que estoy realizando.
No obstante, a diferencia de la acción, la noción de agencia parece ser más oscura
porque carece de las descripciones pragmáticas que permitían elucidar ese fenómeno. Esto
ocurre porque, aunque podamos disociar la agencia del control motriz, la mayoría de las
actividades que impliquen un movimiento corpóreo pueden reconstruirse en términos de
1
Daniel Josué Acero Rodríguez
Seminario de Filosofía y Psicopatología

una acción intencional. Por ejemplo, si un investigador quisiera saber si el sentido de


agencia está presente en un sujeto y hace que el sujeto siga una serie de pasos (por ejemplo,
hacer movimientos aleatorios con un joystick), entonces esos pasos podrían reconstruirse en
virtud de una tarea o un objetivo. También es plausible que el mismo sujeto interprete tales
pasos como una tarea a realizar y, en consecuencia, no hay garantías de que una acción más
compleja en un experimento permita individualizar el sentido de agencia en términos
neurobiológicos tal como parece sugerir Gallagher (cf. Gallagher, pág. 307).
Ahora bien, estos problemas pueden ser causa de la noción de acción adoptada. Si la
acción es definida en los términos que se explicaron en el anterior acápite y no la podemos
desligar del movimiento corpóreo porque es un componente necesario para desarrollar
exitosamente una acción, entonces es posible que «solamente tales procesos [del control
motriz] contribuyan a un sentido de agencia» (Gallagher, 2012, pág. 307). Esto no demuestra la
identificación entre la agencia y el movimiento corporal consciente, más bien es un
obstáculo para la individualización del sentido de la agencia en el dominio de la
experimentación científica. De hecho, esto muestra que la agencia hereda la integración de
todos los elementos ambientales, fisiológicos e intencionales de la acción y, por este
motivo, cualquier fallo en la experimentación del sentido de la agencia puede comprenderse
en virtud de un error de integración o alguna falla individual de estos componentes.

III
Gallagher reconstruyó la discusión en torno a la acción en términos de un marco
teórico común al epifenomenalismo y el enfoque estándar. El corazón de ese marco, tal
como se expuso con anterioridad, es una fenomenología que describe a la acción como una
consecuencia de cierta actividad mental. Aunque el epifenomenalista sostenga que tal
actividad es una ilusión y la acción se reduce a la eficacia causal de los estados neuronales,
sigue operando dentro de esta descripción fenomenológica de la acción. Por ese motivo, la
forma de corregir la noción de acción subyace a ciertas descripciones pragmáticas que
elucidan otros componentes indispensables en toda acción intencional. Ciertamente,
Gallagher hizo hincapié en las descripciones fenomenológicas para caracterizar este marco
teórico; no obstante, lo que está en juego en ese ensayo es cómo entendemos la mente y qué
1
Daniel Josué Acero Rodríguez
Seminario de Filosofía y Psicopatología

tipo de consecuencias genera en los diferentes conceptos relacionados con ella (como la
acción y la agencia). Las descripciones pragmáticas que permiten corregir la noción de
acción nos trasladan a una esfera de lo mental que prescinde del dualismo y parece estar en
favor de una concepción encarnada de la acción.
Aunque el marco teórico en el que operan el enfoque estándar y el epifenomenalismo
sostenga una cierta fenomenología de la acción, no es en virtud de esa fenomenología que
la discusión en torno a este fenómeno se concentra en el movimiento motriz. Esto ocurre
porque, una vez que Descartes aceptó dos tipos de sustancias cuya relación desconoce, pero
supuso que debe estar en el cerebro y, además, asimiló que a través de esa relación es
posible que la mente influencie el cuerpo provocando la acción en términos del control
motriz, tenemos todos los elementos constituyentes del enfoque estándar. El dualismo
cartesiano es anterior a la descripción fenoménica de la acción y, por ese motivo, el marco
teórico en el que se establecen estas corrientes no tiene disponibles las descripciones
pragmáticas que implementa Gallagher en su crítica. En consecuencia, mientras
sostengamos una noción cartesiana de la mente, no tiene sentido la idea de una acción
encarnada.
No estoy seguro de esto, pero creo que la nueva interpretación de la acción es
problemática con respecto a la agencia porque, mientras no entendamos la articulación de
los elementos aferentes, eferentes e intencionales de una acción, probablemente no
podremos distinguir el sentido de agencia del control motriz. Tal como se dijo en el acápite
anterior, esto ocurre porque la acción es encarnada y es posible interpretar, tanto en tercera
como en primera persona, el movimiento corporal controlado como una tarea a realizar.
Además, esa falta de comprensión torna ambigua la noción de agencia porque cualquier
tipo de disrupción en estos componentes podría generar un problema en el sentido de
agencia e ignorar el tipo de impacto necesario para generar tal disrupción no permite
delimitar consistentemente esta noción. No obstante, Gallagher intenta blindarse de esta
crítica aludiendo a los niveles de descripción más alta para una acción; sin embargo, si una
acción incluye un movimiento motriz consciente, entonces no es posible discernir si el
sentido de agencia es respaldado por el control motriz o por los aspectos intencionales de la
1
Daniel Josué Acero Rodríguez
Seminario de Filosofía y Psicopatología

acción. En ese sentido, aunque rechacemos el enfoque estándar respecto a la acción, no


parece plausible usar los mismos argumentos para disociar la agencia del control motriz.
Finalmente, aunque tampoco estoy seguro de esto, no tener una comprensión clara de
la agencia podría generar algunos problemas en psicopatología. Por un lado, si es verdad
que el control motriz respalda cierto sentido de agencia, entonces un trastorno solo puede
generar pérdida de la agencia si tiene un impacto considerable sobre los procesos motrices
(quizás, en los casos de delirios de control). Por otro lado, la falta de claridad respecto al
impacto que debe generarse en los componentes de la agencia para generar un problema
nos puede obligar a aceptar cualquier evento o trastorno que impacte en estos componentes
(o en sus articulaciones) como uno que genera problemas en la agencia, aunque no sea
concluyente (por ejemplo, el caso de la sed intensa).

Bibliografía

Gallaher, S. (2008). «Self-agency and Mental Causuality». En Kendler & Parnas


(eds.), Philosophical Issues in Psychiatry: Explanation, Phenomenology, and Nosology.
Johns Hopkins University Press (2008).

Вам также может понравиться